Partida Rol por web

—¡No seas terco!—protestó Astucia—. Sí, eres una parte de mí... que tomó forma, pero una parte de mí a fin de cuentas. Puedes volver al orígen y seguir existiendo.

—Me pregunto de quién será la culpa de que yo sea terco...

—Me has entendido—refunfuñó el espíritu—. Y antes de que sigas aguijoneándome con tu suspicacia: ¿Qué tiene de malo estar completo? No quiero olvidar las cosas malas y que desaparezcan, quiero aprender de ellas.

Insistió con la mano extendida.

—Un milenio de dolor es demasiado tiempo para cualquiera. Toca que cambie.

Malicia frunció ligeramente el ceño y se lo quedó mirando. Cuando el silencio comenzaba a volverse incómodo, lanzó un hondo suspiro, apoyó una palma en la pared y con un gruñido trabajoso hizo lo propio luego con la otra, sosteniéndose en la superficie de piedra para ponerse en pie.

—Y el terco soy yo...

Miró a Alexei y de nuevo éste pudo notar la ausencia del escrutinio feroz. Lo que sí pudo ver fué un mensaje muy claro. "No olvides". ¿Se cumpliría de nuevo lo de siempre? ¿Lo que en tantas ocasiones había visto repetirse? ¿O esta vez sería distinto? En manos del guerrero estaba demostrar que no había hablado a la ligera.

Luego miró a Gabrielle y terminó por desfruncir el ceño. De hecho era la primera vez que lo hacía. Aunque seguía con aquella seriedad... pero algo era algo.

—Estaré mirando.

Por una vez podía intentar depositar algo de esperanza en alguien, pues acabábais de mostrarle cómo se hacía. Y parecía haber decidido hacerlo con vosotros.

Los lúcilos que desprende Malicia no son negros (no tienen corrupción) son lúcilos normales. Intuyes que, en efecto, si ha perdido su razón de existir como entidad nacida de un sentimiento de justicia insatisfecho, es precisamente porque ha redimido eso.

Gabrielle observó los lúcilos que desprendía Malicia al acercarse a Astucia. No eran lúcilos negros, sino relucientes, dorados, como los que desprendería un espíritu. Gabrielle inclinó la cabeza a un lado para escudriñar la expresión de Malicia.

—Me alegro por ti —respondió—, aunque el nombre de Malicia ya no te resulta propio. 

Sonrió de medio lado, le había hecho una pregunta similar a Astucia hacía poco.

—¿Cómo te gustaría que te llamaran?

—Y ya que puedes elegir un nombre elige uno bueno—entonces miró a Ayla y le guiñó un ojo—. A alguien que yo me sé le hubiera gustado esa oportunidad. Aprovéchala. 

Ayla le dio un codazo flojo a Alexei, se puso en jarras e hizo algo a medio camino entre un puchero y fruncir el ceño.

A Malicia por su parte pareció extrañarle la pregunta de Gabrielle, o más bien no parecía esperarsela porque arqueó ligeramente una ceja y se quedó un instante en silencio. Al final soltó una risita entre dientes.

—Shartan, por supuesto—respondió—. Eso me encantaría.

Miró con cierto regocijo travieso a Astucia y el espíritu se limitó a sacarle la lengua.

Finalmente terminó por agarrar la mano que le ofrecía, y en cuanto lo hizo el resultado fué de lo más llamativo: Volvió a recubrirse de llamas... pero esta vez eran doradas, cosa que también pareció sorprenderlo a él. De no ser por la melena de león de uno de ellos, eran dos gotas de agua.

Entonces el brillo que desprendían aumentó de intensidad paulatinamente hasta que terminó por provocar un fogonazo que no sonó pero hizo que os cubriérais los ojos por un instante.

Y justo cuando el centelleo pasó, escuchásteis (y visteis) a Astucia coger aire con un jadeo silbante y caerse sobre una rodilla y una mano en el suelo. Como si acabsen de darle un puñetazo en el estómago o algo así. Ahora estaba él solo.

—Por favor, dime que no vas a volverte loco de repente y vaporizarnos a todos... — comentó Ayla con tono monocorde.

—¡A-Ayla!

—¿Qué?—la apóstata se cruzó de brazos—. ¿Me vas a decir que algo así te sorprendería después de todo lo que acabamos de pasar?

—S-Sigo siendo yo—jadeó Astucia—. No pasa nada. Es solo que ha sido... demasiado que recuperar de golpe.

De hecho teníais la sensación de que el aura que siempre desprendía se sentía ahora más vigorosa aún. El espíritu lanzó un hondo suspiro para recobrarse de la impresión, se puso de pie y volvió a coger el bastón del suelo.

—Andraste le entregó este bastón a Shartan, y creo que lo más lógico es que su legítimo dueño lo conserve, ¿no creéis? —sugirió Gabrielle—. Dadas las cosas que hemos descubierto en este viaje creo que estará más a salvo aquí que en manos de cualquier organización, por muy íntegra que pueda parecer.

«Hacedor, podrían enviar contra mí sola una Marcha Exaltada si revelara al mundo todo lo que sé.»

—Yo no sabría que hacer con él, así que...—Alexei se encogió de hombros para luego añadir—. Bueno, ¿alguien sabe como volver a casa? No es que no me guste el Velo y eso, pero empiezo a tener hambre.

Ayla arqueó ligeramente las cejas con el cambio de idea, luego se rascó la barbilla.

—A mí me parece perfecto—dijo—. La verdad es que me quedo más tranquila dejando semejante artefacto lejos del alcance de las ideas peregrinas que a veces tenemos los mortales...

Lynn por su parte sonrió ligeramente y asintió a la propuesta.

Astucia pareció sorpendido pero a la vez tremendamente aliviado y agradecido de oir aquello. Y no precisamente porque dijese nada, con la expresión de su cara era suficiente para saberlo.

—Yo puedo encargarme de eso—le dijo a Alexei con un carraspeo—. Puedo dejaros de vuelta en el templo y cerrar el desgarrón del manto con el bastón. Seguro que el Guardián agradece que no se lo dejemos ahí.

Se encogió de hombros.

—Aunque lo del hambre tendrás que solucionarlo en Refugio.

Allure os miraba a cada uno alternativamente conforme hablábais. Parecía estar pensando en algo aunque cuando abrió la boca ese algo resultó no tener nada que ver con el tema.

—¿Y yo qué hago... ?