Partida Rol por web

Dragones, Dioses y Dígitos

Capítulo 3 - Dioses en Desacuerdo

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21/02/2020, 18:46
Galand Ul Del Verdantis

- No es magia de Luz, no. Es de Creación, la favorita de mis… de tus abuelos – informó con un deje de nostalgia -. Es magia para crear algo de la nada, para sanar, para proteger. También te la puedo enseñar, si te interesa.

El ataque de Eldar demostraba una buena base. Bastante sólida. Su técnica era buena. Empuñaba la espada como se debía, mantenía los pies bien separados… Pero quizá en su emoción por la invitación de su padre, descuidó un poco la trayectoria del ataque.

Galand interpuso su espada larga entre Aurora y él, creando un abanico de chispas doradas y azuladas cuando ambos filos se entrecruzaron.

Tras el breve intercambio, Eldar retrocedió, e invitó a su padre a contraatacar. La manera en que formuló su petición arrancó una leve carcajada de Galand.

- Tranquilo, hijo. No se me pasaría por la cabeza partirte en dos – aclaró en tono jocoso.

Galand respiró hondo, tratando de determinar qué combinación de ataques sería mejor. No quería humillar a su hijo, pero tampoco quería contenerse demasiado. Sería un insulto a su habilidad.

Decidió que, cual maestro, adaptaría su habilidad a la de su hijo, manteniéndose ligeramente por encima para que el ejercicio le resultase de utilidad, y que al mismo tiempo el joven no se sintiese abrumado por la diferencia entre sus capacidades.

Con un rápido juego de pies, Galand acometió contra su hijo con la espada que había creado. El ataque iba apuntado, con precisión milimétrica, a la muñeca de la mano con la que Eldar sujetaba la espada. Su intención era tratar de desarmar al muchacho, demostrarle la importancia de agarrar bien la espada.

Girando rápidamente sobre sí mismo, Galand proyectó entonces un barrido con el lado plano de la hoja de su espada, dirigido hacia los tobillos de Eldar con tal de tratar de derribarlo.

Finalmente, Galand proyectó una estocada contra el hombro del muchacho, evitando deliberadamente asestar un golpe en un punto vital.


Declaro 3 ataques (-60 a mi HA por Arma media)

Ataque 1 (Desarmar): 150+ 

Ataque 2 (Derribo): 160+

Ataque 3 (Apuntado a Hombro): 160+

Dejo hechas las tiradas de Destreza para los intentos de Desarme y Derribo. Probablemente deberás sumarme +3 en la del Derribo (por la diferencia de habilidades).

Si lograse con éxito tanto desarmarlo como derribarlo (reduciendo drásticamente su defensa para el tercer ataque, que sí hace daño) aplicaría el penalizador de -100 a mi tirada para intentar un Engatillamiento en lugar de un ataque directo (está permitido decidirlo a posteriori siempre que el defensor no haya hecho tirada aún).

- Tiradas (6)
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25/02/2020, 21:25
Eldar

 -Se puede estudiar- respondió Eldar ante la posibilidad de aprender Magia de Creación.

Preparado para la ofensiva de Galand, bloqueo sin dificultad el ataque que trataba de desarmarle. Sin embargo, el barrido con el lado plano de la hoja golpeo a Eldar en los tobillos antes de que el joven Sylvain pudiera hacer nada al respecto, tirándolo de lleno al suelo. Fue capaz de interponer su espada frente a Galand, hacienda que el filo se desviase a la hora de cortar su hombre, pero aun así lo alcanzo, hacienda un profundo corte en el músculo.

La herida comenzó a sangrar rápidamente, y aunque no parecía que fuse a provocar que el joven se desangrara, o tuviera problemas para seguir combatiendo, profirió una mueca de dolor y apretó los dientes.

-Nada mal- bromeó mirando a su padre-. Ahora veo porque todo el mundo decía que eras tan Bueno con la espada- echó un vistazo al corte en su hombro-. Suerte que todos sabemos Magia de Luz.

Comenzó a llevarse una mano al hombro, acumulando algo de Zeón, claramente con objetivo de curarse la herida.


Si le dejas, se cura la herida con Magia de Luz.

Habilidad Final de Defensa frente al Tercer Ataque: 155 - 30 Penalizador de Derribo = 125.

Se come un 60% del Daño del Arma que uses (TA 0, diferencia HA y HD 69). No tengo el manual a mano, pero entiendo que es 70 de la Espada Larga +10 de Extrusión de Presencia +5 de Fuerza = 85. Por lo que se come 51 puntos de Daño. Menos de la mitad de la vida, así que no es Crítico.

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26/02/2020, 18:21
Galand Ul Del Verdantis

La última estocada de Galand fue interceptada por Aurora. El entrechocar de los filos arrancó chispas doradas y azules que se agitaron en el aire como luciérnagas.

Pero la defensa de Eldar, que no era mala, no logró detener la mayor parte del envite de Galand. Desvió el filo de su hijo con facilidad, y hundió la hoja de su espada en el hombro del joven.

Cuando notó cómo el metal atravesaba la carne de Eldar, Galand tuvo que contener un respingo. Más preocupado de pronto por la seguridad de su hijo que de la práctica, dejó que la espada, creada con magia, se desvaneciese en el aire en una nube de motas e hilos de luz.

- Yo… - comenzó a titubear, pero la franqueza de su hijo lo hizo volver en sí.

El joven le había pedido que atacase empleando su habilidad. Sabía a lo que se enfrentaba, y había sobrevivido a una combinación que podría haber matado a cualquiera.

Permitiéndose sentir orgullo, Galand retrocedió un paso y dejó que su hijo sanase su propia herida.

- Tu defensa es sólida, y tu agarre del arma también. No has permitido que te arrebatase el arma – lo elogió con sinceridad -. Veo que no has estado perdiendo el tiempo durante estos años.

Galand esbozó una sonrisa, contento de que al menos Eldar y él pudiesen compartir aquello. Y ahora más que nunca.

- Con el tiempo tú también serás tan bueno como yo – aseguró, poniéndole una mano en el hombro sano -. Si todavía tienes fuerzas, me gustaría enseñarte unas cuantas posturas que creo que pueden ayudarte a mejorar tu forma.

Hacía tiempo que Galand no enseñaba el arte de la espada a nadie. Tras perder a su último aprendiz humano, creyó que estaba destinado a marchitarse en soledad, incapaz de transmitir nada, incapaz de forjar nuevo talento a través del suyo.

Invocando una nueva arma a partir de magia, Galand se dispuso a proseguir con aquella improvisada sesión de entrenamiento.

Cuando terminase, tendría muchas cosas que contarle a Ilviel…

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10/03/2020, 19:55
Narrador

Galand y Eldar siguieron entrenando casi hasta el amanecer. Con alguna pausa para recuperar, y horas de conversación durante la noche, especialmente dedicadas a las historias de los viajes de Galand  y a la infancia de su hijo.

Al parecer, Ilviel al principio hizo creer a su hijo que Galand estaba de viaje, trabajando para el Príncipe. Con el paso del tiempo, la propia Ilviel y Nerelas lo desmintieron, confesando a Eldar que su padre simplemente se había exiliado tras el fallecimiento de su primer hijo, antes de saber de la existencia de Eldar, y sin forma de contactarle.

Eldar no parecía especialmente enfadado o resentido para con su padre, pero era obvio que tenía una carencia paterna únicamente suplida de forma parcial por el Príncipe y algunos amigos de la familia. Su personalidad era emocional, sensitiva y frágil, sin la solidez que típicamente proporciona la edad o un rol como pudiera ser Galando  el Príncipe. Sin embargo, Ilviel había sido tanto una madre como un padre para el joven, siendo cariñosa y amable en algunos momentos y dura en otros.

Aun así, la mayor carencia de Eldar parecía su falta de autoestima, confianza, y cierta cobardía. Nada sorprendente cuando se había criado entre los Sylvain más poderosos que quedaban con vida, y a la sombra de las leyendas de Galand y Nerelas.

Le quedaba mucho por aprender, demasiado si quería ser realmente útil en asuntos de altas esferas y cuotas de poder lejos de la mayoría de los humanos, salvando a la Inquisición, Tol Rauko, y los Caballeros del Cielo. Pero había aprendido algo de Magia de Luz, su habilidad con la espada era excepcional para los estándares de un humano, y había aprendido lo bastante sobre el Ki como para poder pelear durante horas sin extenuarse*, lo cual podía traducirse en aquel combate tan largo.

Tras un par de horas de sueño, lo justo para recuperarse tras el combate, el alba les sorprendió con la Convocadora del Príncipe recogiéndoles al amanecer, por suerte sin mayores incidentes ni rastro de la Inquisición.

Galand conocía a aquella mujer, seguramente la persona más poderosa y peligrosa de entre los Sylvain tras el Príncipe, Sylvia, y discutiblemente el propio Galand. Con un poder parejo al Artesano, su capacidad para conjurar a seres de Entre Mundos y otras fuerzas la convertía en alguien tremendamente peligroso y versátil. Además, estaba terriblemente enamorada del Príncipe, convirtiéndose en su mano derecha y más fiel secuaz.

El Príncipe había desaparecido, junto al otro Sylvain, pero tras poco más de una semana de viaje se reunieron de nuevo con los Perdidos. Sylvia estaba ahí, por suerte, para abrazar a su hijo por primera vez en meses y recibir de nuevo a Galand. La convivencia, sin embargo, no iba a ser fácil. No había rastro de Sylvia.


* Uso de la energía necesaria.

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17/03/2020, 19:07
Galand Ul Del Verdantis

Durante unas horas, Galand fue capaz de sentirse… él mismo. Así como se había sentido años atrás, cuando había decidido formar una familia junto a Ilviel. Concentrado en el entrenamiento de su hijo, el elfo sintió que el tiempo pasaba a velocidad vertiginosa. Y es que, ¿qué era un día para un elfo? Apenas un suspiro en su longeva vida.

Por eso, al reencontrarse con la Convocadora del Príncipe, el elfo sintió un choque de realidad que lo aturdió durante unos segundos.

“Por supuesto, es hora de regresar” pensó con amargura.

Galand dirigió una sonrisa a Eldar, y luego se preocupó por saludar como era debido a la mujer. Le dedicó una respetuosa reverencia.

- Imagino que es hora de partir allí donde nos lo pida el Príncipe.

Tratándose de Nérelas, no había respuesta negativa que dar. Un elfo de la autoridad y poder del Príncipe… no era el tipo de persona a la que querías contrariar. Cuando Galand se había exiliado a sí mismo tras la muerte de Kaiel, seguramente el Príncipe lo entendió y, en su benevolencia, le permitió marcharse. Pero Galand conocía su propia habilidad y función dentro de Los Perdidos. En las manos del Príncipe, Galand era una mortífera espada, una máquina de matar. Un valioso recurso que emplear en la consecución de sus planes para con la humanidad. El Príncipe no lo iba a dejar marchar una vez más.

Y aunque quisiese marcharse, ¿podría dejar atrás de nuevo a su familia? ¿A Eldar?

- Vamos, Eldar, no queremos hacerle esperar…

Galand estaba dispuesto a acompañar a la Convocadora a donde fuera que los llevase. Llegados a aquel punto, se sentía a merced del Príncipe.

Pero, ¿estaba dispuesto a seguirlo hasta la última consecuencia? Galand que sentía que tenía que averiguar más sobre las intenciones y plan de Nérelas.

Y en cuanto a la Princesa… Seguía intrigado. ¿Dónde se había metido? ¿Qué había hecho el Príncipe con ella? De algún modo, seguía confiando en sus palabras, en que el plan de Nérelas era quizá… demasiado.

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25/03/2020, 19:03
Nérelas, el Príncipe Caído

Diez días más tarde, Galand y Eldar llegaron al campamento de los Sylvain. Sin embargo, en esta ocasión notaron que parecía casi más un asentamiento, ofreciendo un refugio menos temporal que su habitual estilo de vida nómada. Aun así, seguía sin parecer algo permanente.

Aquel pequeño refugio estaba en las montañas entre Moth y Goldar, un lugar que no solía recibir demasiada atención, salvando quizás la ciudad situada en el valle rodeado por las montañas. La entrada al valle solía ser a través de las colinas que conectaban con Moth, por lo que no era un lugar muy deseable, especialmente para gente de bien.

Seguía siendo una cordillera circular lo bastante amplia como para, situándose en un lugar alto, pero relativamente cerca de la ruta de acceso al valle, podían mantener un ojo en el mundo sin llamar la atención. Paradójicamente, aquella misma cordillera albergaba la cabaña que Galand usaba de vez en cuando como su refugio personal, aunque la suya estaba en un lugar aún más inhóspito y desconectado del mundo.

Desde lejos, aquel asentamiento parecía un emplazamiento más de campesinos o bandidos, con cabañas de madera y piedra bastante toscas y simples, creadas en un puñado de semanas. Sin embargo, Galand pudo apreciar ciertos artefactos mágicos de bajo poder distribuidos a lo largo de la aldea, algunos más discretos que otros. Desde simple protección contra los elementos para las viviendas, hasta conjuros de detección que servían como campana de alarma en caso de ser descubiertos o atacados.

Una pequeña valla de madera, no más alta de la altura de la cadera, servía para poner cierto límite a aquel lugar, que se escudaba en las alturas, con árboles helados al frente y la pared de la montaña detrás, donde una pequeña cueva con más espacio servía como pequeña continuación, almacén, y última línea de defensa.

La casa de Ylviel, cerca de la entrada de la cueva, en una posición relativamente céntrica para el emplazamiento, no era nada especial, pero seguía siendo de las más bellas del lugar. Con hiedra engarzada en la madera, y un pequeño huerto a ambos lados de la puerta.

Eldar se quedó con ella, pero Galand tuvo que conformarse con su propio espacio dentro de la cueva, aunque cerca de la entrada y su familia.

Durante un par de semanas, Galand pudo acomodar su pequeño refugio temporal, además de pasar cierto tiempo de calidad con Eldar, Ylviel y los demás Sylvain. Todos recordaban a Galand, obviamente, aunque la mayoría simplemente por su reputación o sus talentos. En algunos casos, resultaba algo extraño y tenso, pero nada demasiado fuera de lo ordinario.

Pudo entrenar con su hijo, dar paseos con su mujer, cenar con ambos y reírse en ocasiones frente a una hoguera con otros Sylvain. Los que quedaban habían viajado mucho, principalmente huyendo de la Inquisición. Al parecer, un significativo número de Sylvain habían partido a diversas partes de Gaia por encargo de Príncipe, y sus actividades habían terminado por “reforzar” la atención que la Inquisición dedicaba a cazar aquel vestigio restante de la raza.

Para protegerlos, o eso decía el Príncipe, los Sylvain que quedaban en la tribu no sabían exactamente a qué se dedicaban sus compañeros, pero si sabía que reunían apoyo y fuerza para hacer frente a los humanos al final. No todos los Perdidos parecían encantados con la idea de combatir a los humanos, pero ninguno se oponía activamente a ello, y la cultura que corría por las mentes de los Perdidos, firmemente asociada a la destrucción de Sylvania a manos de los humanos, y reforzada por permanecer juntos, y moviéndose, para sobrevivir, no ayudaba a eliminar esa creencia.

Sorprendentemente, ninguno parecía particularmente preocupado por los números. Muchos asumían que debilitar a los humanos, en su mayoría, era cuestión de magia de alto nivel. Otros, que la masa de los humanos simplemente era relevante como “mano de obra” para mantener las ciudades y civilización humana en funcionamiento, y que solo importaban en la guerra si peleaban a miles junto a sus líderes. Los más extremistas confiaban en que el resto de razas se unirían a los Sylvain, y que utilizar a Seres de Entremundos iba a ser la clave para su victoria.

La realidad, sin embargo, nadie parecía saberla.

Un par de semanas después, El Príncipe llegó al asentamiento junto a su mano derecha, la Convocadora. Pidió a Galand algo de tiempo para hablar, principalmente por formalidad, y lo apartó ligeramente, fuera del campamento, donde nadie podía escucharles. Dando un breve paseo hacia el pequeño acantilado con vistas al sendero que llevaba al valle, y la ciudad en él, comenzaron a hablar.

-Me alegra tenerte de vuelta por aquí, Galand- comenzó El Príncipe-. Me alegro por Ylviel, y por Eldar, pero de un modo más egoísta, por mí. Los Sylvain somos criaturas extraordinarias y llenas de luz, pero la caída de Slyvain y ser cazados como ratas nos ha acercado más a los Duk’Zarist- comentó con cierta tristeza-. Por mucho que me desagraden y me amargue. Como líder de los quedamos, mi corazón está particularmente endurecido y abnegado con saldar la deuda que nos deben, es cierto, pero también recuperar lo que es nuestro por derecho.

Suspiró.

-No es que podamos recuperar las tierras donde Sylvania estaba en su día- ahora completamente corruptas, con el tejido de la realidad rasgo, y erráticas con fallos y fenómenos que ni los Sylvain podían comprender-. En mi mente, asocio la pérdida de tu primer hijo a manos de la Inquisición al endurecimiento de tu propio corazón. Ylviel está muy dolida, pero si sigue teniendo sed de venganza, personalmente no he sido capaz de verla desde que Eldar empezó a caminar. Siento recordarte todo esto, Galand. No soy de hablar mucho, y creo que tú tampoco, pero hacía mucho tiempo que no te veía- hizo una breve pausa, antes de añadir-. La presión de esta misión es muy grande.

Al llegar al barranco, El Príncipe se sentó cerca del borde, con las piernas cruzadas, e invitó a Galand a hacer lo mismo mientras miraba al camino.

-Siento mucho que presenciaras lo de mi hermana- comenzó de nuevo-. No puedo perdonarla por Sylvania, pero atacarla tuvo que ver con, cuando hablábamos en aquella explanada, confesarme su decisión de pertenecer al bando de los humanos cuando se desate la guerra- silencio-. Espero que reflexione y vuelva con nosotros- silencio-. Galand, entiendo que quizá estés cansado de lo que sea que hayas estado haciendo estos años, y que seguramente solo quieras estar con mi familia, pero tengo que pedirte dos cosas. La primera, que por favor me cuentes todo sobre tu tiempo con Sylvia- sonrió ligeramente-, y la segunda, cuanto estas dispuesto a ayudarnos en nuestra lucha.

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03/04/2020, 19:13
Galand Ul Del Verdantis

Aquellos días se habían convertido en un agradable bálsamo para la deprimente vida de Galand. Estando con los suyos, el elfo se dio cuenta de lo mucho que había añorado la compañía de Los Perdidos. Aquella gente era como él. Compartía sus penas por la patria perdida, compartía su ansiedad por tener que esconderse del mundo.

Mientras andaba junto al Príncipe y escuchaba sus palabras, se planteó a sí mismo.

¿Acaso no merecía Eldar vivir en un mundo donde no fuese activamente cazado por los humanos? ¿No había merecido Kaiel también un mundo así?

Tras sus años de exilio, Galand había decidido que estaba cansado del conflicto, que tan solo quería vivir una vida tranquila y alejada de los problemas. Pero… ¿no valía la pena luchar por el futuro de su hijo?

Allí, sentado junto al príncipe, Galand suspiró, su aliento condensándose al instante frente a su rostro.

- Cuando era más joven creía que deseaba la guerra. No quería ser un fugitivo toda mi vida, quería luchar por lo que era nuestro – confesó mientras su mirada se perdía en el cielo.

Sí, casi podía alcanzar a ver la torres y la bóvedas doradas, perforando las nubes…

- Con la muerte de Kaiel aquel sentimiento se acrecentó, y me temo que hice más difícil nuestra relación con la Iglesia humana, si es que podía ir a peor…

Galand dijo aquello con cierta vergüenza. Durante aquella etapa de su vida, había dado caza a Inquisidores.

- Y, con el paso del tiempo terminé por aborrecer la guerra. Creía que era innecesaria, que ya había tenido suficiente. Que mis manos ya habían matado lo suficiente,y que debían dedicarse únicamente a crear – dijo mientras abría las palmas de las manos y las miraba con melancolía.

> Pero ahí está el asunto, ¿verdad? Nadie desea la guerra, porque trae miseria a todos los bandos. Pero… - Galand cerró los puños y miró al príncipe -. Es necesaria.

Galand carraspeó, algo nervioso.

- Cuando conocí a la Princesa y me habló de vuestro plan, al principio sentí cierto malestar. Me pareció… excesivo. Y con mi mejor voluntad decidí acompañarla en su viaje para encontraros. Viajamos juntos durante unas semanas mientras os seguíamos la pista. Compartimos historias y experiencias. Hacía tiempo que no hablaba con otro elfo, y debo reconocer que contar con su compañía fue agradable – admitió -. Tras hablar con Ilviel descubrí también que tenía otro hijo, y entonces mi voluntad se decantó hacia otro objetivo. Conocerlo, ser el padre que no pude ser para Kaiel…

Mientras contaba todo aquello, Galand se sentía desnudo, vulnerable. Quería ser sincero con el Príncipe, que comprendiera su punto de vista, su voluntad, y lo que estaba dispuesto a sacrificar.

- Prometí a la Princesa que la ayudaría a convenceros para tomar un camino menos… drástico. Pero tras reflexionar estos días… he tomado una decisión, mi Príncipe.

Galand suspiró de nuevo, relajó los hombros y alzó la cabeza al cielo.

- Si es por preservar nuestra especie, haré lo que haga falta. Lucharé por dar a Eldar un futuro, y a todos los elfos que vengan después. No deseo la guerra. Me angustia causar sufrimiento a los demás. Me apena la destrucción del mundo. Pero… - Galand cerró los ojos y meditó sobre lo que iba a prometer -. Si hay que conquistar esta tierra con la espada, si hay que doblegar a los humanos para que podamos tener un lugar en el que vivir… Yo seré vuestra espada, mi Príncipe. La Espada de Los Perdidos.

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07/04/2020, 17:04
Nérelas, el Príncipe Caído

El Príncipe escuchó pacientemente y en silencio. Cuando Galand acabó, sin embargo, comenzó de nuevo.

- Creo que cometes un error, Galand- espetó el Príncipe sin timidez-. Dices que nadie nadie desea la guerra, pero es necesaria. Y sin embargo, ¿por qué los humanos atacaron nuestra ciudad?- apretó un puño-. Creo que amos estaremos de acuerdo en que eso la matanza de nuestro pueblo no era necesaria. A no ser que tu naturaleza sea... la violencia. Tú has viajado por Gaia incluso más que yo, Galand. ¿Qué viste?- preguntó, aunque casi parecía una pregunta retórica-. Te diré lo que yo vi. Hormigas talando bosques y destruyendo la tierra para crear sus ciudades. Hormigas matándose entre ellas por controlar esas ciudades. Hormigas engordando en palacios mientras otras viven en cabañas, escuálidas, trabajando de sol a sol. ¿Cuándo han hecho eso los Sylvain?

Miró a Galand, con gravedad y resentimiento claramente grabado en su rostro. Un rostro severo, de un hombre claramente afligido para siempre.

- Diré más. ¿Qué guerra hemos empezado nosotros, Galand? ¿O los Ebudan? ¿O los Daimah? Nosotros somos la naturaleza. Son los enfermos de los Duk'Zarist, o los humanos, o los Vetala- afirmó con cierto odio, pero conteniéndose-. Ya nos defendimos una vez de los Duk'Zarist. Por desgracia, esta no es una guerra que vayamos a ganar sin ayuda de Samael. Sin ayuda de... los enemigos de nuestro enemigo. Aunque no sean, ni vayan a ser nunca, nuestros amigos. Todas las demás razas de Gaia, salvo los Ebudan, Daimah y Vetala, han aceptado ayudarnos- sonrió levemente-. Te has perdido muchas cosas, incluyendo gran parte de mis negociaciones, mientras estabas de viaje, Galand. Por desgracia, los Vetala activamente van a estar en nuestra contra. Considerando que los humanos son su comida favorita, no los culpo. Por suerte, no trabajarán junto a los humanos, obviamente.

El Príncipe se levantó, ofreciendo su mano a Galand para hacer lo mismo, y comenzó a andar lentamente hacia un lateral del acantilado, donde el camino era escarpado pero lo bastante inclinado como para bajar andando sin recurrir al Ki.

- Tú no deseas la guerra, porque no está en tu naturaleza. Porque tú eres, simplemente, un Sylvain, más puro que los humanos. Tú eres capaz de vivir en armonía con el mundo. Ellos no- El Príncipe miraba al frente, pero sus ojos tenían la agudez de un hombre cuyas creencias estaban grabadas en piedra-. Mi hermana piensa que esta guerra es excesiva porque es, simplemente, más pura que tú y yo. Pero mientras que ella es un árbol no pelea cuando se le tala, y simplemente seguir creciendo en la dirección que le dejan, nosotros somos hiedras que envuelven y envenenan a quien intenta matarlas. Desearía seguir en Sylvania, y no tener que hacer esto. Hemos intentado dejar a los humanos disfrutar de la tierra. Pero si no les pone freno, seguirán intentando destruir todo lo que no son... ellos. Empezando por nosotros, y acabando por la tierra.

Miró a Galand, de reojo.

- No me malinterpretes. Aún si Gaia no estuviera en juego, los aplastaría- añadió con severidad, con su voz cargada de odio-. No voy a intentar engañarte y haciéndote creer que esto no es principalmente venganza. Lo es. Mis padres, nustra raza, nuestra ciudad... sólo pedíamos vivir en paz. Y aún habiéndolo perdido todo, ni vivir en Alberia, en la tierra, están dispuestos a permitirnos. Lo he intentado, pero pienso aplastarles hasta que aprendan a no destruir todo lo que les rodea. Empezando por la Iglesia- Galand se percató que el Príncipe volvía a tener un puño cerrado, esta vez con violencia-. Y si no aprenden... los aplastaré a todos, Galand. Nuestra raza es pura, pero intentar aliviar el sufrimiento que los humanos le han hecho sufrir me ha... envenenado con parte de su esencia.

El Príncipe se aclaró la garganta y relajó.

- Lo siento, Galand- se disculpó-. Para mí, esto es personal, pero si vas a formar parte de esto, es algo que verías varias veces más.Aunque la gente no sea tu fuerte- sonrió de forma afable, indicando que intentaba ser una broma afectuosa. Aunque fuera verdad-. Pero quiero que entiendas que, sean mis motivos principales correctos o no, hay motivos correctos para hacerlo, y que es la única forma de que nuestros nuestros sobrevivan. Por desgracia, creo que ambos estamos de acuerdo en que no podemos hacer este trabajo "a mano". Incluso contando a las demás razas, los humanos son simplemente... demasiados. De nuevo, no siempre fue así, como sabes, pero creo que es simplemente porque su afán de expandirse, su afán de tomar más y más.... es mayor que el nuestro. Comparable quizá solo al de los Duk'Zarist. Y los Vetala, quizá. No lo sé.

Nérelas paró y se giró hacia Galand.

- No quiero hacer daño al mundo, pero si quiero que los humanos aprendan, debe ser mediante el miedo. Estoy dispuestos a darle una oportunidad para sobrevivir, pero han tenido suficientes oportunidades para aprender a convivir en armonía... y fracasado todas ellas. En todas ellas, siempre vuelven a por más- apretó el puño de nuevo-. Estoy dispuesto a dejarlos sobrevivir, y a dejarlos en paz, pero la única forma de que nos dejen en paz es que aprendan que, si intentan acabar con nosotros otra vez, acabaremos con ellos... y podremos hacerlos- suspiró con gravedad, bajando la mirada antes de levantarla otra vez-. Para ello, los humanos tienen que saber que no pueden ganar la guerra, y deben ser mostrados que no pueden ganarla. Por desgracia, conoces a los humanos. Una ciudad, no basta. Un país, no basta. La mitad, Galand. Acabaremos con la mitad de los humanos, y con toda la Iglesia- sus ojos, clavados como estacas en los de Galand-. Y la única forma de hacer tal cosa, es haciendo daño a Gaia. Temporalmente. Se recuperará, y la ayudaremos a que así sea. Si estás conmigo, Galand, necesitaré que me ayudes con tareas que nadie más puede hacer. Y esas tareas, obviamente, son tareas que, en algunos casos, nadie querría tener que hacer. Incluido yo. Me aseguraré, sin embargo, de que puedas saldar tu deuda con la Iglesia. Entiendo que tu deuda con ellos es... lo que para mí la deuda con los humanos. Personal.

Extendió la mano hacia Galand.

- ¿Puedo confiar en ti sin reservas Galand?

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13/04/2020, 20:26
Galand Ul Del Verdantis

Las palabras del Príncipe calaron hondo en Galand, que no pudo sino atender en silencio a lo que proponía Nérelas.

La mitad.

Acabar con la mitad de la humanidad.

Galand sintio un súbito mareo al darse cuenta del alcance del plan del Príncipe. Casi podía oír los lamentos de los millones de víctimas con los que iba a manchar sus manos.

La Espada de los Perdidos” repitió en su mente, como un mantra para calmar su consciencia.

Ellos habían intentado acabar con todos los Sylvain. Seguramente quedaban menos de la mitad de los que habitaron originalmente en Sylvania. Aquella venganza era proporcional, ¿verdad?

La Espada de los Perdidos”

Los humanos no hacían más que consumir, destruir, pelear entre ellos y con todo lo demás. Eran un peligro para este mundo.

La Espada de los Perdidos”

Casi todas las razas de Gaia se habían aliado con el Príncipe. Pensaban lo mismo, que su plan era adecuado.

La Espada de los Perdidos”

La guerra no estaba en la naturaleza de Galand. No estaba en la naturaleza de los Sylvain, pero… ¿Por qué tanta brutalidad en Nérelas?

La Espada de los Perdidos”

Los humanos lo habían vuelto así con su corrupción. Sí, era culpa de ellos. Ellos habían forzado la mano del Príncipe, que se veía obligado a actuar en consecuencia.

La Espada de los Perdidos”

Debía luchar por Ilviel y por Eldar. Por los Sylvain que habían caído. Por Kaiel… Y por todos los Sylvain que iban a venir después.

Galand se encaró hacia el Príncipe, con expresión solemne. Extendió la mano derecha hacia un lado, y el reconfortante y conocido sonido de la canción de metal de Galand envolvió a ambos elfos. A través de leves destellos traslúcidos de un tono dorado, las imágenes de las Diez Espadas de Galand se mostraron ante ambos. Cada una de las Diez tañía una nota que resonaba levemente en el aire. Juntas, componían una bella armonía.

En la mano de Galand se materializó Legado de Verdantis, entre diminutas esquirlas de energía azul y dorada.

El elfo hincó una rodilla en el suelo, y tomó la espada con ambas manos mientras apoyaba su punta en el suelo.

- Podéis confiar en mí, mi Príncipe. Usaré la espada, usaré la magia, y el don de mis manos para crear. Realizaré aquellas tareas que ningún otro Sylvain querría atreverse a hacer, para que nadie más deba cargar con ellas. Lucharé por los hermanos caídos, por los que viven ahora, y por los que han de nacer. Lo juro sobre la espada de mi Padre, para que los Ancestros hagan de testigos. Las cúpulas doradas de Sylvania relucirán como el sol una vez más, cuando hayamos enseñado a la humanidad… - Galand dudó un momento, un leve instante de debilidad en la determinación de su juramento. Pero debía ser fuerte. Por su familia, por sus hermanos. Por su gente -. … la diferencia entre su fuerza y la nuestra.

Galand alzó la cabeza para ver la reacción del Príncipe.

Acababa de firmar su sentencia de muerte. Galand estaba convencido de que aquella venganza lo consumiría por dentro y terminaría por destruir su mente. Pero era lo que creía correcto. La Princesa había sido ingenua al creer que aquello podría detenerse. Galand no deseaba la muerte de la mitad de la humanidad. Pero con tal de que otros no tuviesen que asumir aquella carga, con tal de que el resto de las razas de Gaia pudiesen vivir en paz… Asumiría aquel pecado y cargaría con las consecuencias.

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16/04/2020, 22:10
Nérelas, el Príncipe Caído

El Príncipe, ante la respuesta de Galand, termino de relajarse, confiando en poder contar con Galand sin reservas. Procedió a explicarle con detalle la extensión de Galand, aunque procuro no revelarlo todo, sino aquellas partes que podían legar a competer al Sylvain.

El Príncipe debía llegar hasta una antigua reliquia como El Ojo de Dios, y activarla. Sabia donde se encontraba, pero era un artefacto tecno-mágico, similar a las reliquias de Solomon, pero sin llegar a ser una de ellas. Los conocimientos de Galand no eran bastos en aquel ámbito, pero por supuesto que conocía de la existencia de aquella ciencia olvidada y demasiado compleja para la actual.

Sin embargo, activar aquella reliquia requeria una cantidad de energía, tanto eléctrica como mágica, y unos conocimientos técnicos, de los que simplemente no disponían. Ademas, aunque podía ser utilizada como un arma de destrucción masiva, Galand iba a necesitar una fuente de poder menos basta, que pudieran emplear en los inevitables conflictos directos que tuvieran con La Inquisicion, Tol Rauko, y quizá, según como se torcieran las cosas, los Caballeros del Cielo, los Cuervos e incluso Sol Negro… si estos últimos llegaban a meterse en medio de la purga, lo cual aun estaba por verse.

Para activar la reliquia, y reforzar la capacidad de los Sylvain y otras razas en combates directos, Galand pensaba adquirir la mítica Llave de Yggddrasyll, un artefacto de poder incalculable, como el Necronomicon de Sol Negro, pero que se alimentaba, por el contrario, del flujo de Almas en aquella localización que, de existir, servía como canal de energía para el Zeon y las almas de toda Gaia.

Pero para ello, había que encontrar el punto en que el mundo dejaba de dar la vuelta, y adentrarse en uno de esos agujeros que llevaba a otro lugar, que no era la Vigilia, pero tampoco parecía formar parte de la geografía del mundo conocido. Por supuesto, Galand había oído hablar de la barrera, y sus fisuras, pero sabiendo que los barcos daban la vuelta, era difícil debatirse entre la magia de una barrera en un mundo plano más extenso que Gaia, o la ciencia de un mundo redondo con agujeros o fisuras temporales a otros lugares. Y era especialmente cuando nadie volvía, aunque Yggdrasyll, supuestamente, era ese lugar que estaba siempre abierto, siempre conectado a Gaia, pero difícil de encontrar, y del que era aún más difícil volver.

La ultima gran pieza del plan, aunque hubiera mas pequeñas que Galand no sabia, era la unificación de las razas de Gaia, o mejor dicho, las razas no humanas, bajo la misma causa, la paz tras la guerra, y un símbolo de poder que los humanos no solo pudieran sentir y entender, sino también ver, escuchar y oler. Dragones.

Por supuesto, los Dragones eran una raza decadente en Gaia, en parte por culpa de los humanos, pero en menor medida también el resto de razas. Aun había dragones vivos, pero los dragones vivos que quedaban, fuera en Gaia o en la Vigilia, no se podían domar, ni formar una alianza con ellos. Los Jinetes se habían extinguido. Todos. Salvo uno.

 Ese uno, por supuesto, era un Draconido. Miembro de los Turak. Ellos, principalmente, residían en el Viejo Continente, aunque hubiera algunos en Gaia. Algunos, que servirían de nexo para viajar a su bastión y, desde ahí… reclamar un huevo para cada raza. Lo Sylvain, los Duk’Zarist, Jayan, D’Anjaini. Devah y Tuan Dalyr. Por desgracia, dado que Daimah, Ebudan y Vetala rechazaban aquella guerra, ellos no ostentaban tal privilegio.

Por supuesto, aquello tenía un precio justo. Cuando todo acabara, los Turak tendrían sus propias tierras en Gaia, como todos los demás, que podrían repoblar, pero también criar dragones con libertad. Y tendrían una buena porción del Viejo Continente. Quien iba ser el nuevo jinete de cara raza, estaba por decidir, pero era importante, y el Príncipe confiaba en que los dragones podían ser útiles para otros fines, tanto en la guerra como en la reconstrucción del continente, y, posiblemente, entrar en Yggddrassyll.

El Príncipe tenía que atender ciertos asuntos “menores” relacionados con El Ojo de Dios, y cierta diplomacia entre razas y otras criaturas de la Vigilia. Diplomacia.

- Tienes tres opciones- sentencio por fin el Príncipe tras presentarlo todo-. Entrenar y preparar a los Sylvain, ir por nuestro huevo, o ayudarme con la burocracia. Tú eliges. Posiblemente, puedas dedicarte a todas ellas, quizá incluso debas, pero Sylvania no se hizo en un día, y quisiera que empieces por aquello que consideres más apropiado.

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19/04/2020, 20:24
Galand Ul Del Verdantis

El plan del Príncipe parecía sólido, aunque dependía del poder de un artefacto que trascendía todo conocimiento que pudiesen haber albergado alguna vez los Sylvain. ¿Era seguro para Néreleas confiar en aquel “Ojo de Dios”? ¿Quién le había hablado de aquella reliquia?

Galand tenía muchas preguntas, pero tras su dedicado juramento, creía que no era el momento de cuestionar las ideas del Príncipe. En aquel momento necesitaba ser útil y confiable.

El elfo sopesó las opciones que le planteaba el Príncipe. Todas ellas tareas necesarias, aunque unas más interesantes que otras. Galand se sintió especialmente intrigado por el asunto del huevo de dragón. ¿Significaba aquello que los Jinetes iban a resurgir?

El regreso de la magia a Gaia, aquello sí que sería digno de ver.

- Con vuestro permiso y bendición, desearía viajar al hogar de los Turak, para reclamar un huevo para nuestra raza. Un dragón sería un gran activo para nuestra causa. Y… este mundo necesita que la magia regrese, ¿no creéis, mi príncipe?

Desconocía los peligros que entrañaría aquella misión. El mundo era un lugar muy grande y, aunque Galand había recorrido gran parte de Gaia, estaba convencido de que todavía había todavía grandes retos a superar.

- Quizá, si lo creéis conveniente, podría llevarme conmigo a Eldar. Podría aprovechar el viaje para seguir entrenándolo. Pasar tiempo con él… - Galand no hizo un esfuerzo por ocultar que, en realidad, quería pasar tiempo con su hijo. No tenía sentido mentir a Nérelas.

Galand estaba convencido de que, yendo solo, el viaje sería mucho más fácil. Estaba a acostumbrado a estar solo, a cuidar únicamente de sí mismo. Llevarse a Eldar, de hecho, representaba cierto peligro. Quizá no era la opción más adecuada, aunque sus sentimientos de padre lo cegaban hasta cierto punto.

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23/04/2020, 20:09
Nérelas, el Príncipe Caído

-En ese caso, Galand, te dejo al mando de lidiar con los Turak y procurarnos el huevo- concluyo el Príncipe-. Hay cosas que aún no están claras, como la fecha exacta del viaje o quien será nuestro Jinete. Sin embargo, quedan mínimos unas semanas hasta que debas poner rumbo a la costa desde la que partamos. Mientras tanto, por favor, disfruta de tu mujer y de tu hijo. Si pudieras dedicar parte de tu tiempo a entrenar a los Perdidos, ya sea en magia, espada o estrategia entre los humanos, sería altamente apreciado. Sobre todo por ellos- sonrió mirando a Galand-. No en vano, eres de los Sylvain más poderosos que quedan, Galand.

El Príncipe comenzó a desviar sus pasos, volviendo al asentamiento que tenían Los Perdidos en las proximidades del barranco.

- El mundo necesita más magia, sin duda. Conforme repoblemos Gaia con los nuestros, y otras razas no humanas, eso ira cambiando. Pero también lo hará cuando recuperemos el equilibrio a la tierra y la dejemos descansar de tanta destrucción. Tras causar algo de daño al principio, por desgracia, claro- confesó sin mucho ánimo. Al fin y al cabo, iba a destruir la mitad de la mitad de las ciudades-. Habrá bastante territorio sin ocupar, y los Dragones serán necesarios, tanto para la tierra como para establecer claros… límites. Respecto a Eldar…

El Príncipe espero, meditabundo, antes de decidirse a responder con sinceridad.

- No es seguro que te lo lleves, pero es conveniente. Entrenarlo, sobretodo en tus manos y con el talento que parece tener, será útil. Y desde luego, necesita a un padre de verdad. Yo he hecho un trabajo pobre como mentor, Galand. Probablemente. Poco tiempo en mis manos y demasiada frialdad. Pero he hecho lo posible por alguien que se merece mi respeto- Galand-, y por no dejar al chiquillo sin una figura masculina. Pero que estés aquí es bueno para él. Muy Bueno. Creo- suspiró. El Príncipe no tenía hijos, ni pareja, ni habilidad, tiempo, o foco para esas cosas-. Piénsate si quieres viajar con los Turak por tu cuenta o con otros. Sé que Devah y Duk’Zarist irán en el mismo barco. Quizá Jayán también, no estoy seguro aun. De los D’Anjaini y Turan Daryl no sé nada al respecto, por desgracia.

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05/05/2020, 00:39
Galand Ul Del Verdantis

Galand asintió, complacido. Ahora tenía una misión, y tiempo suficiente para poder disfrutar de su familia hasta que fuese el momento de partir.

- Gracias, mi Príncipe. Aprovecharé estas semanas para estar con mi familia, y para entrenar a aquellos hermanos que lo necesiten en la espada y en la hechicería.

La idea de compartir navío con Duk’Zarist despertaba cierto rechazo en el elfo, pero no podía descartar las implicaciones diplomáticas que tendría aquel acto. Las gentes sobrenaturales unidas por un fin común.

- Viajar juntos hacia el hogar de los Turak nos permitiría afianzar la alianza entre nuestros pueblos. No soy un diplomático, ya lo sabéis bien, mi Príncipe, pero creo que el acto en sí podría sernos beneficioso. Si trabajamos juntos ahora podríamos dar ejemplo a los demás.

Estando todo decidido, Galand se dispuso a enfrentarse al nuevo reto que se le venía encima.


Aquella noche visitaría a Ilviel y a Eldar para comunicarles su nueva misión. Todavía no estaba en condiciones de “vivir en familia” con ellos, pero quería darles las noticias de su próxima tarea, así como preguntar a Eldar si querría acompañarlo. No era intención de Galand obligar a su hijo a pasar tiempo con él. Pero si al final decidía acompañarlo, tendrían tiempo de sobra para entrenar. De algún modo, Galand quería que Eldar heredase el legado de los Verdantis. Su conocimiento, su maestría con la espada, su destreza en la forja… Y, algún día, la espada del padre de Galand.


Durante las semanas siguientes, Galand se convertiría en el instructor de un pequeño grupo de elfos. Los que estaban en condiciones y disposición de entrenarse para la batalla. Los Sylvain eran frágiles por naturaleza, pero altamente diestros y perceptivos. Mientras los torpes humanos relacionaban el poderío físico con la victoria, un elfo podía llegar al mismo resultado mezclando agilidad, astucia y destreza mágica.

Galand enseñó a los elfos nociones básicas de combate. Posición, agarre del arma, movimientos y formaciones básicas, así como enfrentar el miedo a la muerte. Comenzó en un nivel tan bajo que se sorprendió de la destreza y tenacidad que mostraban algunos. Galand se descubrió a sí mismo disfrutando de aquellas lecciones. Durante gran parte del día enseñaba a su pequeño regimiento. Al ponerse el sol daba lecciones particulares a Eldar, para luego cenar con él y su madre, comentando cómo iba al día como si aquella fuese una vida de lo más cotidiana.

Notaba a Ilviel distante. Lo entendía, después de lo que le había hecho pasar era impensable que su relación volviese a la normalidad. Pero cada día que pasaba era una pequeña victoria para el elfo, un nuevo paso hacia la recuperación de su familia.

Durante aquellas semanas, los alumnos de Galand mostraron un progreso formidable. Pasaron de ser meros civiles a hábiles combatientes. No llegaban al nivel de Eldar, que había podido entrenar un poco con el Príncipe, pero al menos no estaban indefensos. Cuando Galand creyó que habían progresado lo suficiente en el campo de la esgrima, decidió instruirlos en el uso de la magia de Creación. Los Sylvain eran afines de manera natural a la magia de Luz pero, durante sus viajes, Galand había aprendido que aquella otra rama de la magia, la que su familia había dominado durante generaciones, era la más útil para proteger y sanar en batalla. Galad no quería que sus alumnos hiciesen estallar a sus enemigos con fuego y luz. Quería que sobreviviesen para poder habitar Gaia en paz.


Finalmente, llegó el momento de partir. Galand habría deseado poder tener más tiempo para instruir a los demás elfos. No estaban listos para una guerra real, pero su progreso era notable. Antes de partir, echó un último vistazo al campamento improvisado de los Sylvain. Ya se había despedido del Príncipe la noche anterior, y no quería alargar aquello más de lo necesario. Tenía una misión. Una que, al menos, no le causaba profundo asco. ¿Qué otro tipo de tareas debería realizar para el Príncipe? Había decidido que cargaría con todos los pecados para evitar que otro elfo lo hiciese en su lugar.

No tenía sentido pensar en ello ahora. Debía partir.

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05/05/2020, 18:39
Ilviel Ul Del Alinia

Ilviel, parcialmente iluminada, descansaba contra una pared de su pequeña casa improvisada, cerca de la puerta, donde Galand aguardaba a salir tras la despedida con su esposa. Era una mujer bella y fuerte, pero claramente algo endurecida y atormentada por haber tenido que criar a su segundo hijo sin su padre, con la Inquisición y los humanos siempre en el punto de mira. Recordemos que ella había pasado por exactamente lo mismo que Galand, pero ella había vuelto con Los Perdidos.

Aun así, Ilviel dejó muy claro que no estaba resentida con Galand por haber desaparecido durante un tiempo y abandonado a su hijo. Al fin y al cabo, el no podía saber que habían tenido otro hijo. Pero haberse acostado con su esposa una última vez, tras dar caza a los Inquisidores, y entonces desaparecer quitarse el pendiente, era abandonar a su esposa. De por si, que tu marido que te dejase era difícil, pero no poder contactarle de ninguna forma era peor. Ya fuera porque habían tenido otro hijo juntos, o porque la propia Ilviel podría haber estado en peligro. A ello se suma la vergüenza y humillación del abandono entre Los Perdidos. Ilviel era poderosa, pero pese a ello haberse quedado sola resultaba doloroso.

A todos los efectos, Ilviel consideraba que habían roto. O mejor dicho, que Galand había roto con ella, y que ahora ella no iba a volver con el como si nada hubiera pasado. El tiempo en si mismo no importaba tanto, considerando la esperanza de vida de los Sylvain, e Ilviel seguía teniendo sentimientos por Galand, pero el abandono y no poder contar con el todo este tiempo eran un asunto muy distinto.

Así que ahí se alzaba la hechicera, bella, fuerte y fría, con los cristales iluminados dándole una luz cálida pero tenue en la penumbra de la noche. Apoyada en la pared, miraba a Galand con serenidad.

- Confié Eldar al príncipe para que hubiera un modelo de hombre en su vida, pero también para que viera algo más del mundo y aprendiera a sobrevivir en el sin depender de Los Perdidos. Por lo que pudiera pasar- musitó con pesar-. Sabía que El Príncipe no iba a dejar que le pasara nada siendo nuestro hijo. Pero tú siempre has sido su padre, sabes que le he hablado mucho de ti estos años. Sé que no lo vas abandonar, y que contigo esta todavía más seguro- pese a ser Nerelas más poderoso-. Eldar tiene derecho a pasar tiempo contigo, y lo necesita. Como necesita seguir viendo el mundo que le rodea, si queremos que sea fuerte- se separó de la pared y se acercó a Galand, con el rostro parcialmente iluminado por los cristales-. Pero como le pase algo a mi hijo, Galand, juro por la tumba de mi familia que pagaras por ello.

Dejó su rostro a un par de palmos de Galand. Acercó su mano al pecho del mismo y desabrochó el primer botón, metiendo la mano dentro. Desabrochó el colgante de Galand, y con delicadeza le colocó el Lacrimae en la oreja derecha.

- Yo sé que la gente y las relaciones nunca han sido tu fuerte, Galand. Y nuestra situación es… especial- suspiro pesadamente-. Porque claramente todo el talento se fue en magia y metal. Pero mientras Eldar siga con vida, no tengas más ideas de penitente solitario. Necesito que lleves el pendiente, para saber si Eldar está bien o me necesita, y para que él sepa lo que pasa aquí, y si estoy bien. Bueno, para que lo sepáis, si es que a ti todavía te importa, Hoja Muda.

Dejó caer su cabeza sobre un hombro de Galand, reposando el mentón sobre la misma y rodeo con sus brazos el torso del Sylvain.

Galand tenía muchos nombres. El Artesano de Espadas. Bardo. El Espadachín. Hoja Verde. Pero de ellos, este último fue su primer nombre, cuando aún en Sylvania Galand demostró ser uno de los mejores espadachines, pero también uno de los más nobles de espíritu. Para Ilviel, que había vivido los años de flirteo previos a casarse con el Sylvain, Galand no era Hoja Verde, sino Hoja Muda. Claramente, el Sylvain no se ganó el corazón de la hechicera con su oratoria y su talento para la gente.

Por supuesto, Galand no era mudo, y especialmente tras sus viajes, la oratoria y el arte de elegir las palabras y dar discursos no era un arte ajena para alguien que hizo de su pasión hacerse pasar por un bardo humano. Pero, máscaras y trabajo aparte, Galand seguía siendo aquel joven introvertido y tímido. Algo que, por suerte o por desgracia, parecía haber transgredido al propio Eldar.

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05/05/2020, 18:41
Eldar

A la mañana siguiente, Galand y Eldar partieron rumbo a su barco. Eldar iba vestido con ropaje simple, y el pomo de la espada envainada estaba envuelto en un paño para que la calidad ornamental no llamara la atención. Llevaba un sobrero reclinado hacia atrás, protegiéndole la nuca del sol pero también tapándole el final de las orejas puntiagudas. El pelo largo también ayudaba a disimularlas, cuya melena, partida en dos, caía por la parte frontal de los hombros para intentar cubrir las orejas algo más. Unas simples botas, cinturón sosteniendo el filo cubierto por la izquierda, y una espada mediocre a la espada, inclinada a la derecha, para poder pelear sin descubrir el artefacto. Sobre ella, un macuto marrón, de piel, atado al pecho con correas.

Poco después de emprender el camino, aun bajando de las alturas de la cordillera, buscó la mano izquierda de Galand con su derecha, estrechándola.

- ¿Cómo sueles camuflarte entre los humanos, Padre?

La piedra comenzó a convertirse en hierba.

- ¿Cómo evitamos a la Inquisición?

Tras ese par de preguntas importantes, Eldar se relajó algo más y, con el tiempo, ya en el camino de tierra, empezó a hacer preguntas más triviales.

- ¿Alguna vez has visto un dragón?

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14/05/2020, 13:58
Galand Ul Del Verdantis

La despedida de Ilviel

Cuando Galand estaba a solas con Ilviel, se sentía aquel joven elfo que no era más que un manojo de nervios. Habían pasado muchas décadas desde entonces, y su matrimonio con la hechicera había ayudado a relajar aquel nerviosismo. Pero tras tantos años separados, sin saber exactamente en qué estado estaba su relación, Galand sentía que el control de la situación se le escapaba de las manos cuales riendas mojadas por la lluvia.

Era el Artesano de Espadas, uno de los guerreros elfos más poderosos bajo el mando del Príncipe de los Perdidos. Y aun así, ante aquella mujer, se sentía poco más que un jovenzuelo. Con su marcha años atrás, Galand había destruido una relación cuyos orígenes se remontaban a una época en que las cúpulas doradas de Sylvania todavía relucían bajo el sol.

Pero, igual que con todo el resto de pecados, también debía lidiar con ese.

Al oír la “amenaza” de Ilviel, Galand asintió levemente con la cabeza.

- No dejaré que le pase nada a Eldar, Ilviel. Te lo juro por mis padres.

El siguiente gesto de la elfa dejó algo más paralizado a Galand. Llevaba muchos años sin sentir un contacto tan íntimo. Tan centrado en su trabajo y en sus viajes como lo había estado, casi había olvidado como se sentía la cercanía con Ilviel. Sintió el impulso de abrazarla, de estrecharla contra él tal como había hecho en el pasado.

Pero Galand se sentía increíblemente culpable, ¿tenía derecho a aquello? Torpemente, cuando ella lo rodeó con sus brazos, Galand correspondió al abrazo. Fue cálido y afectuoso, pero nada pasional.

- Estaremos en contacto, Ilviel – respondió Galand, haciendo un esfuerzo por no usar alguno de los motes cariñosos que la pareja había empleado en el pasado. No sería apropiado -. Y quizá cuando regresemos de esta misión… Podamos ponernos al día, recuperar el tiempo perdido.

Galand calló de pronto, porque le costaba encontrar las palabras. Su prodigiosa mente que desgranaba los secretos de la magia en apenas unos instantes no podía manifestar su voluntad ante su exmujer.

- No sé si volveremos a ser como antes – reconoció amargamente, Galand ni siquiera sabía si deseaba volver a estar con Ilviel, tras tantos años solo -. Pero quizá todavía podamos ser una madre y un padre para Eldar.

No sabía bien qué decir a continuación, por lo que guardó silencio. No se había ganado el nombre de Hoja Muda porque sí. Pero Galand sonrió. Se sentía feliz de ver como su vida tomaba un rumbo definido de nuevo.

 

 

Padre e hijo en los caminos

Mientras andaban el camino, padre e hijo, Eldar hizo una pregunta muy apropiada.

- Oh, por supuesto, tenemos que pasar desapercibidos.

Galand se detuvo en medio del camino, apenas se habían alejado del campamento. Se cercioró de que no hubiese nadie cerca, y pronunció un encantamiento en Ultwe’alariel. La forma de Galand se distorsionó, a medida que su magia de Creación se arremolinaba entorno a él en forma de luciérnagas doradas.

Usar magia. Le resultaba mucho más cómodo que disfrazarse para ocultar sus rasgos élficos. Y la gran mayoría de humanos no podían ver a través de su disfraz igualmente. Y los que lo hacían… solían captar su poder y darse cuenta de que no convenía molestarlo.

Galand, en aquel momento, lucía como un simple viajero humano. Armadura ligera de cuero, una espada larga al cinto, estatura media y complexión fuerte. Su rostro era el de un hombre  de rasgos toscos, cabello negro corto y barba cuidada pero no lo suficiente como para hacerle parecer de clase alta. Su atuendo, a parte de la armadura, estaba compuesto por ropas cómodas de viaje y unas resistentes botas que le llegaban hasta lo alto de la pantorrilla. Una anodina capa marrón remataba el disfraz, ocultando parcialmente su espada y armadura.

- Con magia puedo tejer una nueva apariencia para mí, para parecer un humano para todo aquel que me mire. Alguien capaz de percibir la magia podría llegar a saber que un conjuro altera mi apariencia, pero la mayoría de seres capaces de hacerlo preferirían no molestarme – explicó, sin ningún tipo de orgullo en la voz. Era, simplemente, un hecho.

> Si lo deseas, también puedo tejer un disfraz para ti. Serías, a todas luces, un humano para todo aquel que nos encontremos en el camino.

Si Eldar aceptaba, Galand usaría su magia con él para darle la apariencia de un humano, de rasgos parecidos a los del propio Galand pero más joven. Podrían parecer familia, aunque a Galand todos los humanos le parecían iguales al fin y al cabo.

Mientras seguían descendiendo, Eldar lanzó otra pregunta de lo más apropiada.

- Hay algunos Inquisidores que son expertos en detectar nuestra presencia. Por mucho odio que les tenga, preferiría no tener que enfrentarme a ellos si podemos evitarlo. Si vemos a alguno, simplemente tomaremos un rodeo. Evitaremos estar demasiado tiempo en los asentamientos humanos que nos encontremos, y evitaremos también los caminos principales. En el caso de que hubiese que entrar en combate… no reveles todas tus capacidades, al menos al principio.

Galand siguió andando, intranquilo por la idea de poder encontrarse a esos cazadores de razas sobrenaturales.

- En todo caso tú no te alejes de mí. Si te pasa algo tu madre me matará.

La conversación progresó hasta derroteros menos severos. La última pregunta de Eldar arrancó una sonrisa en Galand.

- Pues la verdad es que no, hijo – confesó el elfo -. He vivido mucho, pero… Hace mucho tiempo sucedió algo en Gaia que alteró nuestro mundo. No he podido leer mucho sobre ello, pero parece que la mayor parte de los dragones terminaron muertos o dormidos. Ahora no son más que leyendas para la mayor parte de la gente. La verdad es que me encantaría encontrarme con uno. Si nuestra misión tiene éxito, los elfos tendrán pronto un Jinete de Dragón – comentó, sonriente.

 


Uso Cambio Menor (Nv 28, Creación) en Grado Intermedio para disfrazarme a mí. También otro en Grado Base para Eldar (imagino que tiene Presencia 60 o menos) si él está de acuerdo.

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15/05/2020, 21:03
Narrador

Galand y Eldar no sabían con certeza a donde debían dirigirse, pero desde su posición solo podían, realistamente, atravesar la cordillera Hacia Gabriel, Goldar o Hendell, o seguir por el valle hacia Moth, y desde ahí bordear hacia Gabriel y Hendell,  o dirigirse a Dwahold o Phaion, donde Galand tenía su tapadera como Artesano. Sus instrucciones, por el momento, consistían simplemente en dirigirse a uno de los bosques de Moth. El bosque de Gehena, concretamente.

Galand sabía bien que Moth era un lugar peligroso, seguramente aquel con más peligros en toda Gaia cuando se trataba de engendros y monstruos sobrenaturales. La Vigilia era poderosa en Moth, con una reputación que le predecía. Pero Galand podía aplastar a la inmensa mayoría de aquellos peligros con un simple hechizo o golpe de espada.

No fue difícil hacerse con un par de caballos en el Monasterio de Stelea, y poner rumbo al bosque de Gehena. Sin embargo, una vez en las lindes del bosque, un par de días más tarde, Galand pudo observar a la infinidad de sauces llorones frente a él, perdiéndose en el horizonte tanto al este como al oeste. Acercándose desde el sur, Galand pudo observar su ambiente triste y ligeramente tétrico, pero también lo laberíntico que resultaba siquiera adentrarse donde abarcaba la vista.

No era un lugar que los humanos visitaran. Er un lugar que consideraban embrujado, en su superstición, pero la verdad era mucho peor que su imaginación. Era un lugar en el que los humanos entraban, pero no salían. En teoría, por la desorientación y la incapacidad de ver la posición del sol en el cielo, por culpa de las copas de los sauces entrelazándose en un cielo color verde marchito. Pero por supuesto, hiedras venenosas, árboles cargados con Zeon y nigromancia, hongos venenosos, parásitos, animales rabiosos y cadáveres animados eran la causa real en la mayoría de casos.

Parte de la culpa la tenía Sol Negro, una facción que, por mucho que se dedica a asuntos abominables, no era una que Galand pudiera criticar en demasiada considerando la venta de objetos de forma y otros tratos comerciales que había tenido con dicha. Pero por supuesto, Moth también se había convertido en un conveniente refugio para los practicantes de Nigromancia, si bien la mayoría de esos hechiceros no eran rival alguno para Galand.

El Artesano no tenía particulares instrucciones sobre a dónde dirigirse. Un enviado de Samael los encontraría, dijo El Príncipe, dándole sus próximas instrucciones. Obviamente, la información sobre el paradero de aquellos huevos, y los Hijos del Dragón, los Turak, era demasiado valiosa como para arriesgarla más de lo estrictamente necesario. Y El Príncipe se excusó por la ubicación del encuentro, pero tenía la difusión de esa información en más estima que la comodidad de Galand y Eldar.

La realidad era que aquel bosque, por peligroso que fuera para la mayoría, solo era un paseo por el bosque para Galand. Al menos en lo que a los peligros inherentes al bosque en si se refería.

Avanzaron durante un rato largo, lo más recto posible, adentrándose en el bosque. Para Galand era fácil sentir la magia en el ambiente. Magia oscura y, peor aún, un aire rasgado de magia despojada de su esencia. Nigromancia, por supuesto. Nada fuera de lo que podía esperarse de Moth. El bosque en si mismo estaba cargado con esa energía, y parecía casi inherente a la naturaleza del bosque. O a la ficha de nada propiamente “natural” en el mismo.

Tras un par de árboles cuyas ramas amenazaron con tumbar a Eldar de su caballo, por “convenientes” ondulaciones de la brisa, una de ellas casi enredándose en el cuello del joven, aunque pudo zafarse sin dificultad y seguir avanzando, Galand hizo una pausa en un lugar que parecía lo suficientemente espaciado como para que los árboles y hiedras no intentaran tragárselos, aunque con un cielo aun cubierto de hojas lloronas.

Los caballos estaban cansados, pero no resultaba fácil descansar cuando las raíces del bosque, muy lentamente, se enredan en tus pies y la vegetación intenta cubrirte. Galand sabía que no podían pasar ahí demasiado tiempo sin que los problemas aumentaran.

Pero entonces, Galand escuchó una voz, fría y oscura pero femenina y juguetona, rompiendo el inquietante silencio, solo desafiado hasta el momento por una suave brisa y el sonido del bosque, compuesto simplemente por hojas y pequeños animales moverse.

La voz no parecía venir de algún lugar o dirección, sino de todos los sitios a la vez, confundiendo a Galand y Eldar mientras miraban en todas direcciones, buscando a la fuente de aquel sonido.

Parecía la voz de una mujer, pero si bien se asemejaba a una voz humana, había algo etéreo y místico, casi dimensional, en la misma.

Tratar de entender que soy… o lo que hago…

… es como vaciar con tus manos el mar.

Soy quien todo lo devora.

Pájaros. Árboles. Bestias. Flores.

Me trago incluso el dolor.

Como madera. Devoro metales.

Mato reyes. Destruyo ciudades.

Quién soy, Galand Ul Del Verdantis?

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23/05/2020, 11:32
Galand Ul Del Verdantis

Andar por aquellos bosques malditos, aunque no supusiese, en apariencia, un peligro real para alguien como Galand, seguía provocando en el elfo cierta sensación de inquietud, de incomodidad…

Por eso, cuando vio cómo las ramas y raíces de los árboles intentaban tumbar a su hijo del caballo, decidió apretar el paso.

Una vez se encontraron en aquel claro, con los caballos descansando, Galand se permitió pasear cerca de los árboles, con las manos cruzadas a la espalda. Los inspeccionaba con detenimiento. Y entonces escuchó aquella voz.

Parecía provenir de entre los árboles, pero Galand no las tenía todas consigo. Bien podría estar viniendo de su propia mente. Parecía conocer su nombre.

Rápidamente, Galand giró la cabeza hacia Eldar, para ver si su hijo también había oído aquella voz.

- ¿Tú has oído algo, Eldar? ¿Una voz entre los árboles? – preguntó el elfo con calma, no pretendía alarmar a su hijo.

Incluso entre aquellos árboles malditos, Galand se sentía bastante seguro de poder defenderse a sí mismo y a su hijo de lo que fuera que encontrasen.

Pero aquellas palabras, aquel acertijo… Algo inquietaba a Galand. ¿Un espíritu del bosque, quizá? ¿O una entidad venida de la Vigila? Decía que lo devoraba todo…

- ¿Quién anda ahí? ¿Qué buscas de nosotros? – preguntó el elfo mientras agudizaba todos sus sentidos, y al mismo tiempo trataba de pensar en una posible respuesta a aquel acertijo.

Por el momento no se llevó la mano al cinto, donde llevaba la corriente espada larga.


Voy a hacer varias tiradas: Buscar y Valoración Mágica por si puedo ver algo entre los árboles. Ocultismo para ver si se me ocurre algo respecto a esta "entidad".

- Tiradas (4)
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24/05/2020, 18:56
Morrigan

Eldar asintió, liberando de su espalda que espada que le regaló su padre. La aferró con una mano, aunque seguía cubierta en un paño. Casi inútil para atacar, y difícil para defenderse. Miró en diversas direcciones, pero no parecía encontrar nada.

Galand, sin embargó, atinó a descubrir el doblez de un vestido morado, justo antes de que desapareciese tras un tronco ancho. Siguió mirando, pero no pareció que fuese a revelarse de su cobertura.

 

Vi alzarse a las máquinas de Sólomon.

Contemplé la gran guerra de Ra.

Y seré testigo de la muerte de Eldar.

 

La voz, de nuevo, parecía provenir de todas partes de aquel bosque. Galand advirtió una vibración del Zeón en el ambiente. No podía estar seguro, pero quizá aquella voz fuese algún tipo de ilusión o magia. Galand era incapaz de reconocer la vía, y casi parecía más magia pura, salvaje, que un propio encantamiento. Ese tipo de magia al que todos los hechiceros podían recurrir, pero que tan ineficiente y peligrosa resultaba. Aquella, sin embargo, parecía quizá emular un hechizo de Ilusión con cierto atino, aunque era imposible estar seguro sin más conocimientos sobre la vía en cuestión.

Galand observó de nuevo aquel vestido, deslizándose hacia otro árbol. Esta vez, sin embargo, llegó a distinguir la parte de atrás, con una mata de cabello blanco cayendo sobre la espada, antes de que desapareciese tras el árbol.

 

Combatirme es inútil.

Ignorarme es imposible.

Todos quieren dejar una marca en mí.

Pero nunca detienen mi paso.

 

Desde otro árbol, Galand vio a una mujer, alta, delgada y bella, salir tras el abrigo de otro árbol. Parecía una humana de mediana edad, aunque más allá de su forma había claros rasgos inhumanos en ella. Su cabello era de un rubio plateado casi reflectante, como si tuviese brillo propio en aquel bosque de copas espesas. Su rostro tenía marcas místicas de tonos violáceos, rasgando su cara por ambos laterales. Y sus uñas, si bien podían ser meras obras de arte estética, no servían claramente ningún propósito de delicadeza en aquel bosque. Alargadas, ligeramente curvadas y puntiagudas, similares a las de una geisha oriental extravagante, pero también de color morado, a juego con el traje y las marcas.

Galand la reconoció. Si buscaban a algún miembro de Samael, aquella debía ser Morrigan. Una de las Supervisoras de Samael, pero también un Ángel Caído de Samael, una de sus líderes. Y Galand sabía bien que aquella tal Morrigan no era, supuestamente, humana, sino un ser de la vigilia con milenios a sus espaldas. Si lo que decían de su poder era cierto, aquella entidad, bruja de oscuridad, muerte, tiempo y destrucción, debía de ser capaz de derrotar a Galand, y era discutible si era o no más poderosa que Nérelas.

- Yo lo veo todo, pero no lo juzgo. Algunos me desean. Otros me temen. Pero ninguno puede evitarme- profirió la mujer. Su tono seguía siendo místico, pero ahora claramente provenía de sus labios en aquel lugar, y no de todas partes. Era una voz juguetona y jovial, pero también antigua y cargada de fuerza-. ¿Quién soy, Galand?

Sonrió, acercándose a pasos pequeños y tranquilos hacia los dos Sylvaines.

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31/05/2020, 16:15
Galand Ul Del Verdantis

Las vibraciones del Zeon en aquel bosque resultaban desconcertantes. Galand no era capaz de captar a un hechicero, ni siquiera un conjuro concreto. Simplemente trazas, magia salvaje en el ambiente. Y aquel vestido morado.

Poco a poco, el elfo se iba inquietando. Temía más por la seguridad de su hijo que por la suya propia.

Aquellas palabras le resultaron inquietantes, si bien no parecían una amenaza directa. Se trataba de alguien antiguo, alguien que había presenciado infinidad de eventos. Y a quién todavía le quedaba mucho por ver.

Cuando atisbó a la mujer entre los árboles, Galand sintió como el vello de su nuca se erizaba. La mismísima Morrigan, Ángel Caído de Samael. Si lo que se decía sobre ella era cierto, Galand no tenía ninguna posibilidad en un enfrentamiento contra ella.

Y, aun así, si los quisiese muertos, no estaría acercándose a ellos de esa forma. O al menos eso quería pensar el elfo. La bruja debía de querer algo de ellos, aunque fuese entretenimiento en aquel solitario bosque. Pero no sería tan sencillo, ¿verdad?

Galand respiró hondo y se serenó, extendiendo un brazo protector hacia un lado, tratando de aumentar de forma virtual la distancia entre Eldar y Morrigan.

- Quédate atrás, hijo – murmuró Galand con quizá demasiada tensión en la voz.

El elfo miró a la bruja a los ojos, y trató de poner en orden sus pensamientos.

- El Tiempo – respondió Galand al acertijo de la mujer. Aquella era la respuesta que más probable le parecía, aunque… ¿cómo desentrañar el funcionamiento de una mente tan antigua?

> O Morrigan, si mis ojos y recuerdos no me engañan – matizó, en tono algo más distendido, pero aún en guardia -. ¿A qué debemos la visita, mi señora? – inquirió en un tono respetuoso, distante.