Partida Rol por web

Elyas se acercó a Skold y le puso la mano izquierda sobre el hombro

- ¿Estás bien, lobo? No desfallezcas ahora; nos espera lo mejor de este maldito día

El hermano Lucian sugirió la refinería como posible guarida de la criatura tiránida que dirigía todo aquello. Por una vez estaba de acuerdo.

- Si seguimos la idea de que a lo que se refirió la astrópata era Prometium y en alguna de estas factorías se fabrica, la más probable es la refinería. Estoy de acuerdo.

El sonido metálico de un nuevo cargador chasqueando al introducirse en el bólter pesado fu la única respuesta que Sepheran necesitaba dar. Estaba no sólo listo, sino deseoso de acomter la parte final de la misión.

¿A qué estamos esperando? gruñó nervioso, anticipando la acción que se avecinaba Vamos a esa dichosa refinería, no puede ser otro el lugar. Además añadió ese juego de palabras es tan malo que casi me da ganas de llorar. Y no querreis verme llorar...

Os desplazásteis con cierta rapidez por las desiertas autovías del distrito Fabrica, entre naves, almacenes y factorías. No encontrásteis un alma, y una vez os hubísteis acostumbrado al rítmico runrún de la maquinaria que, accidentalmente o no, aún estaba en funcionamiento, el Distrito os pareció en perpetuo silencio. Un silencio innatural y herético, un silencio ofensivo a la misma condición humana, que sustituía o, más apropiadamente, sepultaba como un grueso manto de nieve el jaleo normal que debería existir en aquel enorme recinto destinado únicamente a la actividad humana. Avanzásteis por aquella especie de ciudad fantasma sobredimensionada. No había casas, todas las edificaciones eran mucho más grandes, pensadas por y para masas, y casi os podíais sentir pequeños e insignificantes. Os hubiera gustado tener con vosotros un ejército, o enfrentaros a uno, porque esa disparidad de proporciones (un distrito, cuatro marines) os hacía sentir incómodos, fuera de lugar.

Finalmente llegásteis a la puerta enrejada que constituía el exterior de la Refinería Sollar e Hijos. No constituía un estorbo, puesto que nadie la guardaba. La refinería era un decadente edificio de una piedra de un color gris anodino, probablemente no original, si no originado por la lenta e inexorable deposición de cenizas industriales. Alrededor de este edificio, como enormes vacuolas metalizadas o quizá como desproporcionadas jorobas había grandes depósitos y tanques a presión conectados por un laberinto de tuberías entrelazadas y reguladas por válvulas de intercambio. No os sorprendió que la mayoría de aquel conglomerado se encontraba en bastante buen estado, porque había permanecido al margen de los combates. La entrada al propio edificio no sería difícil. Sus puertas podían volarse con facilidad (aunque sería ruidoso), o podíais intentar acceder más sigilosamente por alguna de aquellas ventanas rotas. Incluso, tal vez, pudiera haber un acceso por las alcantarillas, a pesar de que quizá no era la mejor de las ideas si había genestealers.

Skold llevaba un buen rato sin hablar. La vergüenza de haberse desmayado le había hecho enojarse consigo mismo - Mira que derrumbarte delante de tus hermanos, lástima de Astarte estás hecho... - Para Skold este tipo de cosas eran bastante importantes, le gustaba ser el centro de atención, pero no para mal... No le gustaba colocarse en la posición del más débil, quizá porque esto le dificultaba ayudar a sus hermanos. Y el lobo era ante todo un ser *gregario con los suyos, familiar con los que le rodeaban.

Sabía que durante esta misión estaba de un mal humor de perros, motivo por el cual no estaba actuando como solía para con sus compañeros, y eso le enervaba aún más. El cansancio, esta mierda de planeta, no saber si disparar o no a las FDP... todo unido, estaba causando estragos en el fatigado lobo - Bueno, con un poco de suerte todo terminará pronto - añadió mentalmente mientras palmeaba el lanzamisiles a su espalda.

"Sollar e hijos" Aquí estamos. ¿Cómo entramos? Será mejor que no preguntemos a Seph... - Pensó el lobo mientras notaba el peso de los recién adquiridos explosivos... creía saber la respuesta. Barrió con la mirada todo el contorno de la refinería, buscando un punto de acceso que encontrase por sorpresa a los inquilinos que previsiblemente iban a encontrar - Creo que una entrada silenciosa nos beneficiaría. Descarto las alcantarillas - Y con este escueto mensaje por el canal de voz Skold esperó a la decisión final.

El Distrito Fabrica está a nuestro alrededor y ya tenemos un objetivo: "La Refinería Sollar e Hijos" es el edificio donde esperamos encontrar al tiránido jefe. Aquella criatura es la que interfiere con la comunicación astropática que podría traer a la flota del Adeptus Astartes hasta Avalos para detener de una vez por todas esta invasión.

La estructura es enorme y las maneras de entrar son múltiples. Lo importante es ingresar de una forma que no ponga en alerta a todo el contingente de Genestealers y otras bestias asquerosas que se refugian en las sombras del lugar. Debemos hacer un asalto táctico y sigiloso, lo suficientemente sigiloso como para llegar a sus narices y reventarles las cara sin que nos vean llegar.

Escucho las palabras del Hermano Lobo y asiento en que la idea de las alcantarillas no es probablemente la mejor. Entonces solo nos queda como plan el infiltrarnos por las ventanas. Miro bien las ventanas y comienzo a tantear cual de ellas es susceptible de ser abierta y en la que puedan entrar Space Marines con sus servoarmaduras. Reviso bien buscando la mejor opción para así tomarla de una vez y sin perder más tiempo.

Sepheran siguió al hermano Lucian de camino hacia el gigantesco edificio que era la refienría Sollar e hijos. Al final, tanto complicarse con la maldita profecía para que resultara ser casi algo literal.

Malditos psíquicos...

Sepheran iba echando mano ya a los paquetes de explosivos que había ordenado recperar del puente. Iba a ser una explosió fantástica, que haría que esos malditos xenos salieran cagados vivos de sus malditos nichos. Solo tendrían que esperar fuera y acribillarlos mientras escapaban de la refinería que se les caería encima. Sería magnífic...

¡Eh, Lucian! ¿Qué haces en esas ventanas?

Tanto si se habían equivocado de edificio como si no, ese era el final de aquella misión. Sepheran y él habían tenido la precaución de llevar unos cuantos explosivos plásticos; si la situación se complicaba demasiado en el interior de aquel edificio y el líder tiránido resultaba complicado de abatir, siempre podían hacer saltar por los aires su guarida. Morirían, pero al menos con el deber cumplido.
 

Trepar hasta una de aquellas ventanas, situada por encima de la altura humana estándar, pero suficientemente baja para que un Marine Espacial las alcanzara, no fue tarea difícil, aunque impusiera la desagradable condición de entrar uno por uno, lo que os hacía un blanco vulnerable mientras estuviéseis separados. Por suerte, esto fue solo un instante. Érais conscientes, sin embargo, de que habíais hecho el ruido suficiente como para alertar a quienquiera que habitase aquella refinería. El tamaño de las servoarmaduras había hecho imposible que trepáseis sin algo de escándalo y el estado deplorable de las ventanas, con trozos de cristales dispersos por el suelo en el interior del edificio había contribuido a hacer menos sigilosa vuestra... "infiltración"...

El edificio era solo una pequeña fracción de aquella gigantesca fábrica, y albergaba partes del proceso de producción que eran más delicadas o que eran más seguras bajo techo, así como oficinas y despachos ahora inaccesibles porque la única escalera metálica que llevaba a ese piso superior (más bien una especie de terraza) había sido destruida de algún modo. Frente a vosotros se extendían un par de cadenas de montaje y, sobre todo, más tuberías, más tanques a presión, más columnas de rectificado, más válvulas y sus consecuentes dispositivos de control. Todo estaba apagado o en stand-by, y en la sala solo podíais oir el sonido de vuestra respiración y el mecanizado sonido del desplazarse de vuestros hermanos. Además, como un telón de fondo muy elevado en vuestra percepción podíais percibir una especie de pitido extremadamente agudo, casi imaginado, inaudible, casi perteneciente al rango de ultrasonidos de vuestro oído suprahumano.

No resultaba difícil discernir que era un escenario poco ventajoso para vosotros. No conocíais el terreno y tenía una disposición laberíntica para todo aquel que no fuera un experto ingeniero en la materia. Además, intuíais que el prometio y sus derivados eran explosivos y/o inflamables, lo que simplificaba (sobre todo si eras Sepheran) y complicaba a un tiempo las cosas. Aquello podía hacer un BOOM muy, pero que muy gordo, y podíais apostar que eso dejaría trozos de servoarmadura en órbita. O casi. Por otro lado, la mayoría de los recovecos y pasillos eran demasiado estrechos para un Marine, y allí un Genestealer tendría ventaja.

Había algo más allí. El que lo sospechárais desde el principio no lo hacía menos inquietante.

Pasitos. El sonido amortiguado de unas patas acolchadas sobre una superficie metálica hueca.

Os acechaban. Pero no los veíais

Skold activó el comunicador y susurró - Bien, aquí están. Nos estaban esperando - Hizo una pausa mientras sacaba el bólter y quitaba el seguro. No era buena idea utilizar el fuego automático del bólter pesado, había serias posibilidades de... de volar, literalmente - Seph, si fallas una sola bala volaremos en pedazos - E inmediatamente se arrepintió de lo dicho - Tu da ideas Skold, tu da ideas...

¿Qué hacer ahora? ¿Qué camino tomar? Es de prever que lo que estamos buscando es algo grande. ¿El módulo principal? Si te ocultas en una refinería es porque buscas calor... o utilizas el combustible de algún modo... o eres Seph... Jefe, ¿dónde te esconderías si fueses un bicho?

¡Hah! Esa es buena Skold, pero no es momento para bromas.  exclaó divertido el Angel Sangriento Además, ¿Cuándo me has visto fallar un tiro, muchacho?

Hermano Lucian, sugiero que un par de nosotros caminemos por encima de esas tuberías. sugirió entonces al líder de la escuadra Si avanzamos despacio y a la par, no habrá modo de que ningún maldito genestealer nos sorprenda.

¿Broma? No. En otro momento quizá, pero tras la batalla del puente Skold no tenía gana ninguna de bromas... Es más, su tono había sido lo suficientemente seco como para no dar lugar a error. ¿Lo había sido? Sí, esperaba que si...

Nuestra infiltración terminó por no ser del todo sigilosa, pero finalmente estamos todos dentro del edificio. Hay muchas cosas que considerar una vez estamos en el interior, como el hecho de que las escaleras ascendentes están destruidas. De todas maneras, no dudo ni un momento el hecho de que el tiránido debe esconderse en lo profundo del subsuelo, lugar adorado por las alimañas de su clase.

Comienzo a caminar junto a ellos y escucho sus palabras, a las que respondo al instante:

 - "Conozco a estos bichos y no hay lugar donde se sientan más cómodos que en las profundidades. Debe estar en lo más bajo de los niveles."

Luego escucho la propuesta de Sepheran y le respondo después de mirar las tuberías:

 - "En ese caso deberías ser tú y el Hermano Elyas. Tu cubres de lejos y el Angel Oscuro te cubre a ti en cuerpo a cuerpo si os atacan allá arriba. Si la cosa es abajo, tu disparas y él vuela al combate. Solo tengan cuidado con no caer."

Saco mi pistola y mi espada sierra y camino alerta, sabiendo que alguien nos sigue e intentando identificar la posición del sigiloso enemigo al que aun no podemos detectar y que de seguro es un genestealer, debido a la gran capacidad para eludir nuestros sentidos. Dudo que otra criatura sea capaz de acechar a cuatro Astartes sin ser atrapada en el acto.

Arriba pues respondió el Angel Sangriento, satisfewcho con la adición de Elyas a su plan. no es que esperase que nada fuera capaz de acercársele lo bastante, pero siempre estaba bien contar con un luchador de combate cuerpo a cuerpo por si las sorpresas.

Sepheran se encaramó a la tubería de su derecha, con agilidad a pesar de su enorme volumen, y acto seguido aprestó el bólter pesado, ya cargado y listo para volver a destrozar enemigos.

Elyas asintió y siguió las órdenes del hermano apotecario. No tenia ganas de discutir, solo de terminar aquella misión cuanto antes. Se encaramó a las tuberías después de Sepheran y permaneció a su lado, dispuesto a rechazar cualquier amenaza que les alcancanzase allí.

Comunicador...[Necesitamos descender a los niveles inferiores. ¿Observáis algo desde ahí arriba?] Si en la actual situación se encontraban expuestos mucho más lo estarían si descendían a las profundidades de la fábrica, ¿pero qué otra opción había? Ninguna. Skold observó con sus sentidos agudizados y con pormenorizado interés cada uno de los recovecos de aquella nave por los que caminaba. Buscaba una forma de descender, o una clave que les indicase qué dirección seguir o qué distribución tenía la fábrica. Quizá un cuadro de mandos, una pantalla, un letrero... algo.

Avanzásteis despacio, cuidadosamente, por la nave, que estaba sumida en una quieta penumbra de lo menos alentadora. Dejásteis atrás una extensión prácticamente vacía, sin obstáculos, paralelos a las tuberías que corrían a vuestra derecha. Rodeásteis dos grandes tanques a presión y ante vosotros se abrió una gran estancia, un enorme recinto que, suponíais, era la sala central de producción de la refinería. Allí, en algunos puntos, las tuberías se ensanchaban hasta ser tan anchas como la altura de un hombre y, probablemente, de un palmo de grosor. El olor era perceptible incluso a través de la servoarmadura. Un olor fuerte, acre, muy penetrante. El olor del progreso. El olor de la guerra.

Podíais presentir que estaban allí. En algún lugar entre aquel maremágnum de palancas, engranajes, ruedas, cintas transportadoras se encontraban aquellos xenos repugnantes acechando, arrastrándose, reptando. Tal vez preparados para abalanzarse sobre vosotros. Quizá asustados, si es que en sus mentes de insecto cabía ese sentimiento tan complejo. Pero podíais percibirlo. Unos ruidos húmedos desdibujados por el desnaturalizador eco de aquella sala, que rebotaba aquí, allá y en todas partes como si fuera un presagio, algo sobrenatural. Pero no lo era. Solo eran bichos asquerosos. Aunque era imposible saber donde estaban.

Podíais ver que vuestros compañeros os cubrían desde arriba, encaramados a una de los conductos principales. Era complicado distinguirlos, porque en la penumbra todos los marines de la DeathWatch son pardos, pero sabíais que estaban ahí y eso era tranquilizador.

Os parásteis un momento a reflexionar. Abajo. Esas sabandijas tenían que estar abajo, como seres inmundos que eran. Os permitísteis una corta ensoñación: ese lugar entero volando en mil pedazos, en una enorme bola de fuego. La idea era bien factible y a considerar, pero tenía el problema de que no permitía confirmar si vuestro objetivo había muerto. Una pena. Habría que buscar el escondrijo en concreto...

Os las habíais apañado para ir trepando y encaramándoos hasta subiros, bien alto, a uno de los conductos principales (su anchura era, fácilmente, la altura de un hombre) que transcurría más o menos paralelo a la trayectoria que seguían vuestros hermanos allí abajo. Se les distinguía bastante mal, pues sus armaduras eran negras y todo allí era penumbra, pero no había otra, así que tendríais que hacer que fuera suficiente.

Tras avanzar unos metros, y tras pasar dos grandes tanques a presión que conectaban con la tubería que os servía de sustento, llegásteis a una gran estancia, un enorme recinto que, suponíais, era la sala central de producción de la refinería. El olor era perceptible incluso a través de la servoarmadura. Un olor fuerte, acre, muy penetrante. El olor del progreso. El olor de la guerra.

Podíais presentir que estaban allí. En algún lugar entre aquel maremágnum de palancas, engranajes, ruedas, cintas transportadoras se encontraban aquellos xenos repugnantes acechando, arrastrándose, reptando. Tal vez preparados para abalanzarse sobre vosotros. Quizá asustados, si es que en sus mentes de insecto cabía ese sentimiento tan complejo. Pero podíais percibirlo. Unos ruidos húmedos desdibujados por el desnaturalizador eco de aquella sala, que rebotaba aquí, allá y en todas partes como si fuera un presagio, algo sobrenatural. Pero no lo era. Solo eran bichos asquerosos. Aunque era imposible saber donde estaban.

O no.

De pronto se hizo bastante evidente. Sonaba bajo vosotros pero cerca. Y puesto que entre vosotros y el suelo, a muchos metros, solo había una cosa era deducible que se encontraban dentro de las tuberías, que se desplazaban a través de ellas. Y como testimonio solo dejaban aquel ruido amortiguado y difuso.

Sin embargo, ¿dónde tendrían su nido? O su base, o su cuartel general, o lo que fuera que usaban esos seres como centro de operaciones. Os parásteis un momento a reflexionar. Abajo. Esas sabandijas tenían que estar abajo, como seres inmundos que eran. Os permitísteis una corta ensoñación: ese lugar entero volando en mil pedazos, en una enorme bola de fuego. La idea era bien factible y a considerar, pero tenía el problema de que no permitía confirmar si vuestro objetivo había muerto. Una pena. Habría que buscar el escondrijo en concreto...