Partida Rol por web

El Advenimiento Corrupto

1. El Principio del Fin - Escena de Juego.

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11/08/2013, 11:07
Renata Crest

Renata era imposible de describir visualmente para alguien como Gilbe por razones obvias, pero bien se sabía de ella que entre sus conocimientos de Herbolaria estaba la aplicación de tintes. El antinatural cabello verde que hace diez años lució Bernadette y que ahora tenía Astraega, la amiga de Elohim y abanderada de Evangeline, bien salían de las estanterías de Renata, la Doctora del Monasterio estudiada en Du'Lucart.

Una mujer de cabello castaño, pero que bien solía acercarse más al negro o a un morado mortecino gracias a los mismos enseres. El olor a planta en su cabello y la humedad en el mismo delataban cuál debía de ser el color de su cabello. El maquillaje era otro cantar, como el abalorio del cuello y el corsé que solía lucir de forma clasista y recatada, elegante sin saltarse los cánones. Con 35 años era elegante y reposada.

- Recuerdas a Dariel, ¿cierto?- respondió con pregunta retórica la doctora. Fue el primer novicio en desaparecer-. Era bastante curioso y preguntón- la mujer tomó las hebras para examinarlas, al menos en teoría, pues desaparecieron.

Tras unos minutos intercambiando dagas, la mujer concluyó.

- Es vino, no cabe duda- aseguró la mujer, aunque no parecía esforzarse en darle credibilidad-. No te estrujes el cerebro con algo así, no tiene mayor importancia- desestimó el caso-. Y aunque así fuera, Leona sigue siendo tu superior jerárquico. No sería buena idea.

Una bonita forma de decir que no se metiese en la vida de los demás. No parecía molesta, ni preocupada, pero sí segura de mantener aquello tapado bajo llave. Expuesto a pleno día, pues no parecía querer resaltar la veracidad de su mentira, pero sí encerrado con candado. Al menos Gilbe ya sabía que Renata Crest sabía de ello y las mataba callando al respecto.

- Respecto a los venenos- continuó tiempo después con lo anterior zanjado-, nuestras reservas son escasas en este momento- se defendió la prelada-, y sufrimos determinadas limitaciones. Dada tu posición, no puedo permitirte a acceso más allá de lo básico- una llave voló por la mesa hasta el dorso de una mano de Gilbe-. Segunda estantería a la izquierda del almacén. Y nada de intentar forzar otras cerraduras, ya sabes cómo podría tomármelo- amenazó.

Renata no era agresiva, pero era obvio que conocía las capacidades de Gilbe, y ella tenía que rendir cuentas a otros.

- Puedo ser ligeramente más concesiva con los materiales- suspiró y repiqueteó en la mesa-, por aquello de enseñar a pescar en lugar de dar pan, pero nada más- el sonido de la silla moviéndose en arrastre y sus zapatos moviéndose por el suelo de madera resonaron en la estancia-. No vivimos una época boyante, sino pertinaz sequía.

Un cajón se arrastró con un quejido y un libro polvoriento aterrizó entre las manos de Gilbe, aún sentado. Pasando las manos por el dorso, Gilbe reconoció el relieve de una Vara de Esculapio. Era un libro de Medicina, y por desgracia, Gilbe no sabía nada de la materia, lo cual era un craso error por su parte.

- Debieras haber prestado más atención en mis clases- dijo con voz reprobatoria-. Ante ti tienes una copia de un estudio mío sobre Farmacología Inversa- explicó, significase lo que significase eso-. Has dicho que algunos Venenos no afectarán a los peores rivales- apuntó, y debía estar sonriendo maliciosamente-. Para esos casos inventé este libro, destinado a envenenarse a uno mismo. Cuando no puedas debilitar al rival, poténciate a ti mismo.

La mujer explicó el contenido del libro. "Recetario de Tónicos Adictivos y Acelerantes Volátiles", nombre extenso como era menester en la mayoría de los volúmenes de la época, era un libro médico que recopilaba la tarea investigadora de Renata Crest en el ámbito de las drogas. Sus sujetos de experimentos eran los presos o moribundos que caían en el monasterio, aunque también, según decía y rezaba en los autores, habían colaborado hombres y mujeres de la La Gran Universidad,  en Lucrecio. Gentes al servicio de Lucanor Giovanni.

Según decía, era algo peligroso, pero los efectos temporales que podían conseguirse podían llegar a merecer mucho la pena. Había visto a pacientes ver la magia, adquirir la consistencia de un dragón y liberarse de sus ataduras a pulso firme. Antes de sufrir las secuelas, claro. Sea como fuere, se lo había dado para que Gilbe encontrase a alguien que pudiese darle uso por él. Alguien que sí supiese lo suficiente. Aunque técnicamente Gilbe podía intentarlo con sus conocimientos de Venenos, nunca llegaría a obtener los mismos resultados que un Dotore. Y alguien debía de saber de ello, pues el único Dotado del grupo era Elohim, y ante las heridas no podría encargarse él de todo. Especialmente si hacían dos grupos.

Obtenido y desbloqueado el  "Recetario de Tónicos Adictivos y Acelerantes Volátiles" (Manual de Creación de Drogas.

Perdidas las "Hebras de la alfombra roja de Leona Blanchett". Renata Crest toma posesión y disposición de ellas.

Acceso temporal a la reserva de Venenos del Monasterio de Caedus. Disponible Venenos de hasta Nivel 20.

Acceso temporal a la reserva de materias primas de Herbolaria del Monasterio. Uso para Venenos de hasta Nivel 30.

- Tiradas (3)
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11/08/2013, 12:44
Gilbe Klimb

De ahí Gilbe se dirigió hacia el comedor, cogió algo de comer y salió hacia Albidion. Necesitaba hacer una serie de compras antes de partir hacia Arkangel. Se pasó un buen rato yendo, comprando y volviendo de la ciudad, pero cuando terminó ya tenía todo lo que necesitaba.

Estuvo buscando en varias armerías por si encontraba una daga de una calidad especialmente significativa, sin embargo como solía ocurrir en una ciudad atestada de Inquisidores, los buenos metales rápidamente desaparecían de las tiendas, y no pudo encontrar nada significativo...

Era una pena, porque en alguna ocasión había tenido que hacer una visita "de trabajo" a algún noble; pero tras hacer el la misión no había podido coger nada más que dinero corriente, pues las armas hubieran sido demasiado fáciles de identificar y se hubiera arriesgardo a ser descubierto.

Sea como fuere, Gilbe no contaba con encontrarlo... Imaginaba que antes o después se apropiaría una buena arma, ya que como era lógico no le habían dado un legislador. Pero no le urgía, y sin embargo empezaba a atardecer y aún tenía trabajo pendiente, así que volvió en dirección al monasterio.

Sin embargo no entró en su interior. Se dirigió a una zona a las afueras de la muralla que rodeaba Caedus. En un lugar un centenar de metros hacia el este, en una zona con una pronunciada pendiente, había descubierto una hendidura en el suelo hacía unos años, durante una de las pocas salidas que habían tenido en estos diez años. Cuando la encontró sólo avanzó unos metros en el interior de la tierra, olía a humedad y una brisa salía del interior del túnel.

Se pasó varios meses queriendo volver, hasta que tuvo la ocasión de hacerlo. Poco más adelante del lugar al que había llegado había una verja de metal, con grandes barrotes de hierro, que sin embargo estaban carcomidos. Arrancó un par de ellos y aprovechó el hueco para entrar. Al parecer esa era la entrada a un complejo sistema de cavernas... En él había grandes acuíferos, varios de ellos interconectados. 

El ambiente era decididamente húmedo, sin embargo debía hacer otras entradas de aire, pues a veces el viento ululaba siniestramente en su interior. Visitó aquellas cuevas en varias ocasiones, y las encontró fascinantes... Y más fascinantes le pareció cuando se dio cuenta de que unos grandes tubos tomaban agua del más grande de los "lagos" que allí había. Al parecer éste era el lugar desde donde traían el agua para el monasterio, ahora entendía el motivo de la verja. 

Desde que hizo el descubrimiento supo que ahí viviría... Él no necesitaba demasiadas cosas para subsistir, la santuosidad no iba con él y en muchos casos siquiera tenía sentido, pues se trataba de un ciego. Había encontrado una cueva bien ventilada que no estaba especialmente húmeda, e incluso algún rincón inusitadamente seco donde guardaría la comida. En aquel lugar no tendría que gastar dinero, estaría cerca del monasterio y velaría la seguridad de los acuíferos, que hasta le sorprendía que todavía no hubiera sufrido ataques.

Ya había pensado dónde pondría qué trampas, y cómo llevaría hasta allí los muebles necesarios para poder vivir. En verdad la visita era meramente anecdótica, pues Gilbe pensaba llevarse todos sus enseres personales hasta Arkangel, pero cuando volviera pensaba instalarse ahí, y echar un vistazo a su futuro hogar no estaría de más.

Cuando terminó volvió al monasterio, ya había anochecido. Picó algo de comer de las cocinas, donde entró sin que nadie se diera cuenta. Y se fue a dormir las pocas horas que quedaban hasta el amanecer, tal vez se permitiera dormir un poquito más, total, sus compañeros eran bastante impuntuales.

Sin embargo no lo hizo, en cuanto se alzó el alba el chico no pudo evitar despertarse... El cambio de temperatura, el canto distante de un gallo... ¿Cómo no despertarse? Así que se vistió con una de sus túnicas, se puso encima el peto de cuero (lo que no era excesivamente estético) y cogió sus dos bolsas. En ellas tenía todo lo que necesitaba, así que se encaminó hacia la puerta en la que habían quedado.

De caminó localizó a Marie, a quien se le acercó desde atrás para darle un susto, sin embargo ella le dijo cuando todavía estaba a un par de metros:

- Venga, chaval, que no estoy ciega. ¿Vamos a ver si tus amiguitos han llegado?

- ¿Has dormido mal, eh?

- ¿Quieres empezar el viaje con un moratón?

- Sí, has dormido mal.

Marie le propinó un buen golpe en el brazo y ambos se dirigieron hacia la puerta de piedra. En vez de reunirse con los que habían llegado subieron a la parte superior del portón y se sentaron encima de ellos, cada uno en una de las almenas, con los pies colgando. Sacaron una barra de pan y un poco de queso y almorzaron mientras llegaban los demás. En silencio, disfrutando de la brisa que corría en la puerta sobre la muralla.

Aunque los Manantiales acaudalados están vigilados por las fuerzas de seguridad de Albídion, es aceptable para un Inquisidor Ciego afincarse allí dadas las condiciones especiales de Paria parcial granjeadas por su afección de nacimiento.

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11/08/2013, 14:53
Charlotte Bourgeois

En respuesta a la pregunta del Patriarca, Charlotte, todavía en su despacho, fue bastante clara y sencilla.

Actualmente no está en la finca. Estaba en Chaville, Gabriel, en la Costa del Comercio. Ha vuelto ahora, asumiendo la edad que deberíamos tener. Diría que se ha mantenido informado desde la distancia. Todavía no sé demasiado, pero por lo que tengo entendido su relación con la Iglesia Vaticana no era la de sus antepasados. Diferencias filosóficas respecto a la Psiónica. Desconozco qué tipo de facultades mentales tiene por el momento. Sea como fuere, está arreglándolo.

Según siguió explicando, Fleur de Lis venía del mismo dialecto del Latín que se usaba en Gabriel. Eso quería decir que el nombre de la mansión venía de ahí. Por otro lado, estaba claro que la historia familiar de la Casa Bourgeois tenía bastante explotable a juzgar por cómo las gemelas habían acabado en un orfanato y cómo poco a poco su tragedia se enmendaba.

Gabriel está inspirado en Francia. Hablan un dialecto del Latín. Estableciendo una regla de tres, su idioma es el Francés.

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11/08/2013, 15:10
Maestro

La Armería en el núcleo del Santuario, en los subterráneos  y mazmorras del Monasterio de Caedus era un lugar cuanto menos particular. Aislado con portones de madera endurecida y metal, con llaves y candados para detener a  un Señor de los Ladrones. Controlado espacialmente por Severus Gerardiere, dada su localización, su inventario y registro lo llevaba Leonardo Bolson, responsable de la Forja de Caedus y coordinador de los Nibelungen que forjaban los Legisladores en el lugar que se reservaban para ellos mismos. Ubicación desconocida. Lo no desconocido era que algunos Legisladores, no todos, se guardaban allí, en Caedus. Por otro lado, el registro madre también estaba allí.

A efectos prácticos, como responsable de Esgrima y Entrenamiento Físico, Maestro tenía siempre las llaves y disponía de la sala. Era el encargado de dar los Legisladores y comunicarlo a Leonardo, pues al fin y al cabo, él era el Alto Inquisidor y el que lucía a Desalmada, un Legislador de mayor calidad todavía que la convencional para ese tipo de armas. Cada una con un nombre, y dado que Kael había elegido ya cuál quería para la extensión de su brazo, Maestro cambiaría personalmente el nombre en el registro y lo comunicaría a Leonardo. Una mera formalidad, pero ciertamente, cada Inquisidor elegía personalmente su arma de las disponibles bajo la supervisión y aprobación de Maestro y, en última instancia, de Leonardo. Su nombre debía ir en sintonía con el portador actual, a expensas de cual fuese el viejo dueño de tal arma magna.

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11/08/2013, 19:42
Derek Volarn

Tras la reunión con la señorita Blanchett regresé al jardín de las rosas. Dado que aun quedaban unas horas para el medio día, decidí perder el tiempo en ese lugar un poco más, sentado en el borde de la fuente, acariciando suavemente con la mano la superfície del agua.

Esperé hasta que vi que no había nadie por el lugar, y sin miedo pero con velocidad, corté una rosa desde el tallo, para que no se notara demasiado su ausencia, escondiéndola bajo mi camisa para no ser descubierto a pesar de que sentía las espinas clavarse suavemente en mi piel.

Abandoné el lugar dirigiéndome a la iglesia, que nuevamente a esa hora estaba casi deshabitada. Los niños y profesores estaban con sus lecciones y eso dejaba poco tiempo a la oración, lo cual me parecía una pena. Caminé con paso seguro, sacando de su escondite la rosa que había dejado unos puntos rojos en mi pecho, y dejándola en el tercer escalón del altar de la iglesia, arrodillándome yo en el primero y comenzando a rezar.

Sé que lo normal sería quedarse en los bancos de atrás, pero eso me parecía absurdo, quería estar cerca del señor, quería que me viera, no esconderme detrás de unos bancos como si tuviera algo que temer, así que le ofrecía mi oración desde el punto más cercano sin llegar a invadir el lugar al que solo el sacerdote podía acceder, como hacia siempre.

Le dediqué casi una hora a la oración. Me gustaría decir que mis rodillas no se cansaban de soportar mi peso sobre el duro mármol, pero mentiría, aunque me esforzaba por dejarlo de lado. La puerta se abrió, y se escuchó unos pasos desde dentro del templo, dirigidos hacia la puerta, lo que me hizo pensar que había alguien dentro que me había estado observando y que ahora recibía al recién llegado.  La puerta se cerró y solo unos pasos se acercaron al altar, era Marcus sin duda.

El hombre, que tenía unos cinco años más de los que tendría mi padre si aun viviera, se sentó en el escalón donde yo tenía hincadas las rodillas. Había respetado mis oraciones pero ahora llegaba el momento de hablar con el niño, como seguro me veía aun. Le sonreí y después abrí los ojos para mirarle con la intensidad del mar. Relajé mi postura y acabe sentándome donde antes tenía las rodillas, a su lado. En silencio me entregó una nota, al parecer la otra visita era un niño haciendo las veces de mensajero.

- El polluelo ha volado del nido, y ahora tiene importantes misiones. – Dijo con amabilidad.

- Una nada más. – Contesté con ánimo.

No le di detalles de la misma, por supuesto, y el sabiendo lo que había tuvo la delicadeza de no preguntarlos tampoco, solo me miró y sonrió, permitiéndome detectar un pequeño ápice de orgullo hacia mí.

- Marcus… - Iba a decir algo pero me interrumpió.

- No empieces con sentimentalismos, con que he sido como un padre parta ti y que te he llevado por el buen camino, para rematar la faena con un llanto de despedida como si no nos fuéramos a ver en la vida, pues se que vendrás con frecuencia. – Me sonrojé, se que tenía más razón que un santo, si empezaba acabaría lloriqueando como un niño. – Mas te vale regresar de una pieza, de lo contrario no te lo perdonaré. – Dijo con la autoridad de un padre.

Solo asentí, no alargué la conversación durante horas, él no me lo habría permitido esta vez. Por la carta que me había traído ambos dedujimos que tenía prisa por marcharme.

- Parece que los maestros saben que pasas mucho tiempo aquí. – Dijo él con gracia mientras yo abría la carta.

La leí, se habían dado prisa en encontrarme un guardia que me acompañara, como era de esperar. Dado que no lo había elegido yo, y por tanto no sabía quién era, consideraron oportuno que nos viéramos antes de que terminara el día, para conocernos si no era el caso. Me pareció razonable, era mejor saber quien seria tu guardia antes de llegar al destino y encontrártelo de morros.

No crucé mas palabras con Marcus, le abracé y me despedí con una sonrisa y un movimiento de mano izquierda. Un gesto cercano y familiar, el mismo que tendría se me fuera pensando volver en unas horas, al fin y al cabo es lo que él quería que hiciera.

Fui a comer, casi era la hora y de paso vería quien sería mi guardia. Pero las cosas no siempre pueden salir redondas, al llegar la única persona que había esperando era Cedric. Este me miró con mas desprecio de lo que nunca lo había hecho.

- ¡Y una rata sin casta hace aparición en escena! – Dijo con un tono circense al verme, usando exagerados gestos. – Dime qué haces aquí. – Me miro con su acostumbrada superioridad.

- No es de tu incumbencia.

Cedric aun era más desagradable que antes, no lo había visto desde que superé la prueba del desierto, donde sin duda él se sintió humillado, aunque no fue mi intención realmente. La cuestión es que yo era inquisidor y él, guardia eclesiástico, algo que enorgullecería a cualquiera, menos a él pues creía que su escala social se vería afectada por no ser inquisidor. Era estúpido, obviamente, pues podría seguir con su vida con mayor facilidad. Poco a poco mi cara de pasividad ante su presencia fue siendo sustituida por una de desagradable sorpresa.

- ¿No estarás esperando a un inquisidor al que tienes que acompañar a Arkangel? – Corrí el riesgo de dar más datos de los que debería.

- Mierda. – Dijo él.

- Mierda. – Seguí yo.

- ¡Tú! – Concluimos los dos con desagrado.

 

***

 

Abandoné Caedus con el mal sabor de boca de descubrir quién sería mi compañero guardián, pero disfruté el momento en el que cuando él dijo que solicitaría no acompañarme, fui capaz de persuadirle para que lo hiciera, haciéndole creer que le cortarían la lengua si no venia conmigo, pues conocía suficientes detalles de la misión para convertirse en un riesgo si no me acompañaba. Por supuesto, era mentira, sabía tan poco él como yo, pero fue divertido, sobre todo cuando le dije imitando su petulancia:

- Supongo que tú no tendrás ropa de clases inferiores, yo puedo prestarte algo.

Me reí yo solo mientras deshacía el camino que había hecho esa mañana, sabía que descubrir que tendría que mezclarse con la plebe sería un golpe bajo, pero que yo, un pobretón que tiene cuatro camisas propias, le ofreciera prestarle alguna, tenía que ser lo más humillante que nunca hubiera vivido.

Deje atrás el recuerdo, mientras le quitaba la silla a mi caballo en las caballerizas de Benefactor. Ahora llegaba el momento, la mayor prueba de todas, aquella que conseguiría que mi paciencia se disipara para siempre.

Antes de tener que volverle a ver la cara al sirviente molesto, preferí entrar en la casa como si fuera un ladrón, llegando a mis aposentos a través de la ventana. Allí comencé a preparar mi macuto.

Me encargué de dejar mi vara y mi armadura a mano para el día siguiente tomarla antes de irme. Colgué de mi cuello el anillo de mi familia y en el macuto puse la yesca y pedernal, un par de mantas por si tenía que dormir la intemperie, una de las botellas de aceite de lámpara junto a la propia linterna, una cuerda, un odre y tres mudas, nada pomposo, nada de gala, ni una capa, solo cosas prácticas del día a día y para viajar, como las botas de viaje, amen de una veintena de monedas de oro, en esta misión no me mezclaría en altas esferas, así que prefería parecer un miembro de la plebe, de todas maneras, el resto de la ropa le pertenecía a Benefactor, bueno eran regalos pero… no era mía.

- Señor, la cena está servida.

El criado apareció detrás de mi cual fantasma, con la máxima tranquilidad. Me había colado cual ladrón y aun así vino a buscarme como si no me hubiera movido de ese cuarto en todo el día. Me habría asustado por la situación, pero estaba más concentrado en no despellejarme el dedo pulgar de la mano derecha a mordiscos.

- El señor Benefactor estará presente.

Se marcho, dejándome con la cara iluminada de la alegría, por fin podría volver a ver a mi mecenas y explicarle algunas cosas. No es que tuviera una estrecha relación con él, le había visto tan solo una vez, pero comprendedme, me levantaba y veía al criado, antes de acostarme, veía al criado, antes de las comidas, del baño, el criado, si se me enfriaba el agua de la bañera, era el criado el que traía agua caliente. Era espeluznante, en cambio Benefactor parecía tener siempre una conversación agradable preparada para tenerla conmigo, o un tablero de ajedrez.

Bajé hasta el salón, sin cambiarme, y efectivamente, había cena y estaba mi mecenas, pero la comida solo estaba en mi lado de la mesa. Esperé a que se me ofreciera asiento y entonces me senté. Se me invitó a comer, pero no lo hice, Benefactor tampoco lo iba a hacer, y aunque me ofrecía la confianza de hacerlo sin él, seguía pareciéndome descortés.

- Señor, mañana parto en barco al continente, quería comunicárselo pues no sé cuando regresare. – Dije con las mayores cortesías posibles, a pesar de que él ya me había invitado varias veces a hablarle en un tono de más confianza, de hecho, él mismo lo hacía conmigo.

- Y cuando regreses, buscaras otra casa.

Mi rostro se tornó serio, había tenido tiempo de hablar con su criado. Asentí en silencio y no añadí más palabras, pues además fue él el que prosiguió, pero solo cuando nos quedamos solos.

- Se que te irrita mi criado. – Escuché su risa picara tras la máscara. Su tono indicaba que no le molestaba nada. – Me alegro de que tomaras esa decisión.

- ¿De verdad? – Me sorprendió, en nuestra primera reunión él insistió mucho en que me quedara en su casa.

- Si, el polluelo tiene que abandonar el nido, me habría sentido decepcionado si hubieras aceptado la oferta de quedarte, habrías demostrado poca independencia, casi eres un hombre…

- Soy un hombre. – Corregí, amable, pero algo molesto pues sentía que me había puesto a prueba.

- Casi… - Insistió él.

Tras eso la conversación se desvió a la simple charla, la sucesión de banalidades sin importancia, sobre el tiempo, el precio de las cosas, la situación en la ciudad, las últimas noticias, o el siempre tedioso intercambio de cotilleos. Nada importante.

Caí rendido en la cama y tarde poco en dormirme. Había sido un día interesante y a partir del siguiente lo sería más. 

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12/08/2013, 09:27
- Narrador -

1 de Julio, Albídion. Amanecer.

Uno a uno, los jóvenes de la ciudad fueron apareciéndose por las calles. Unos antes, otros casi a punto de fallar a la hora, pero todos a la hora pactada por un mera cuestión de necesidad. Aquella reunión no aceptaba demora, pues los horarios de los carruajes, barcos, establos, barcazas y dirigibles estaban pautados de antemano. Un error de cálculo y habría que ponerse a hacer puentes y apaños, pero es que se trataba de llegar a la mayor brevedad posible.

Sorpresa, o no tan sorpresa, fue que no estaban sólo ellos diez y Leona, sino también un notable séquito de individuos pertenecientes a la Inquisición, la Iglesia Vaticana, la Nobleza, la Burguesía y la asociación de comerciantes, artesanos y hombres de economía varios sin título nobiliario.

Según explicaron, la situación de piratería naval en las aguas turbulentas del Océano Calisis invitaban a las gentes de renombre a viajar juntas. Demasiados bienes valiosos a bordo como para dejarlos caer en manos de un puñado de dientes de oro, escrutados y descastados sin apellido y loro en hombro.

Por otro lado, no todos iban a Arkángel. Nada más aterrizar en pleno continente aquello sería un ejército de hormigas con varios frentes abiertos. La Costa del Comercio, Kushistán por la guerra, Du'Lucart, otras ciudades de Abel, eran sólo algunas de las localidades adonde irían. No así los diez Inquisidores con destino a la Capital del Mundo.

Allí estaban la Santa Inquisidora, Maestro, de Esgrima, Petros Salieri, de Dominio Espiritual, Leona Blanchett, de Artes Sociales, Renata Crest, de Medicina, y otros tantos. También había varios Inquisidores, a saber Owen, Judith Steint y otros tantos más jóvenes, como Penélope, Cedric, el Dragón de Caedus y otros cuantos.

Súmense Guardias Eclesiásticos de toda clase y condición. Espada Larga, Espada Bastarda, Rodela, Escudo Medio, Escudo Corporal, Lanza, Alabarda, Arco, Ballesta, Red, Dobles Espadas. Debía de haber, en su totalidad, cinco batallones enteros. Unos doscientos cincuenta hombres, que bien eran considerados en su mayoría refuerzos casi simbólicos para la guerra de Argos en la frontera, aunque la valía de ese tipo de soldados no era nada desdeñable.

Abandonaron todos los efectivos las puertas y fueron saliendo al exterior. Aunque se intentase averiguar adónde iba cada uno, la respuesta iba a ser ligeramente poco fiable, pues las idiosincracias de aquel medio año iban a obligarles a moverse como las aguas en luna llena. Incluso los propios diez jóvenes sabían para sus adentros que en cualquier momento podían llegar a requerirlos en otro sitio.

Los carruajes tirados serían los encargados de llevar al grueso. Era imposible cargar con tantos hombres armados, por lo que cuatro de los cinco batallones irían después, mientras que uno de ellos se dividiría entre toda la caravana. Los Inquisidores y determinados individuos de prestigio se embutieron en carruajes más particulares, de hasta seis personas, mientras que otros con menos favor social fueron en carrozas de hasta veinte individuos tiradas por entre cuatro y ocho caballos. Sea como fuere, no tardaron demasiado en organizarse, dividirse, subir y partir a paso generoso hacia La Fe.

Un camino relativamente largo que les llevó todo el día. Hicieron una breve pausa para comer y estirar las piernas cuando el sol alcanzó el cenit, pero eso fue todo. Habían bastantes kilómetros hasta La Fé, y salvar la distancia en un día era algo bastante espectacular, aunque claro, iban destinados a ello. Los caballos parecían ir ligeramente más rápidos de lo normal, y los carruajes se antojaban algo más livianos. Nada que alguien normal y corriente notase, pero algo que no pasaba desapercibido a ojos de un Inquisidor. Una cosa era tener caballos amaestrados de purasangre y otra que diminutas volutas de agua se filtrasen por las paredes a ojos de quienes podían ver lo sobrenatural.

El paisaje se comenzó a tornar aburrido relativamente rápido, y los pequeños pueblos iban pasando relativamente rápido dada su pequeña extensión y la velocidad del avance. Seis personas en un mismo lugar durante catorce horas eran muy pocas para tanto tiempo hablando, así que en algún momento se fueron quedando sin tema de conversación. Escuchar lo que los demás tenían que decir, por otro lado, bien podía ser interesante o el colmo del aburrimiento según la compañía que hubiese tocado, pero bueno, era un mal asumible para un Inquisidor. Cosas peores habían tenido que pasar. Pero al caer la noche, por lo menos, podían al fin salir y respirar un aire más cargado de salitre.

Pese a tener poco más de mil trescientos habitantes, podíamos afirmar sin duda que La Fe era majestuosa. Construida expresamente para ser el lugar de acceso a la isla de Narses, El Dominio, y dejar boquiabiertos a quienes más adelante se plantasen ante las puertas de Albídion. Allí las casas eran casi más lujosas que en la ciudad, y el lugar estaba lleno de posadas, tabernas, comercios y hoteles para visitantes pudientes. Un pobre no sabría qué hacer.

El puerto, para más seña, estaba decorado con dos enormes estatuas de mármol blanco de unos ochenta metros de altura, quizás un tanto más, grabadas con la forma de los arcángeles Mikael y Gabriel. Nadie necesitaba faros con semejante monolitos blancos en lo alto. Aquello se pudo ver en llegando al pueblo antes que cualquier casa. Su construcción resultó titánica, pero la simbología y demostración de poder posterior hizo merecer el esfuerzo.

La Guardia Eclesiástica, por supuesto, tenía una guarnición allí presente, pues era la entrada preferente. En los tiempos que corrían, una segunda guarnición de repuesto se había aposentado. Un mínimo de antes dos y ahora cuatro Inquisidores hace guardia costera para garantizar que nada de "dudosa procedencia" entra en sus Dominios. Demonios, vaya.

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12/08/2013, 11:02
Maestro

1 de Julio, La Fé. Anochecer.

Maestro se apareció delante del grupo de Inquisidores minutos después que bajasen del carruaje, cerca del puerto pero en sus tablones de madera. La caravana de gentes se estaba organizando y un destacamento había partido a la zona de aguas para terminar de ultimar los detalles sobre la ruta de viaje marítimo, el estado del océano en la noche y el estado y disponibilidad de los navíos. Entre tanto, al grupo de diez soldados sólo le quedaba esperar cruzados de brazos.

Y esperar órdenes, razón de que apareciese el Alto Inquisidor. No parecía en absoluto desolado por el viaje, sino que por contra parecía bastante ansioso. Quizás no emocionado o contento, ni mucho menos, pero sí expectante. Sabía cuanto se jugaban en aquella empresa y le batía el corazón en el pecho por ello. No en vano, Maestro era un devoto de la causa.

- ¡Inquisidores!- gritó su voz a las espaldas.

Portaba a Desalmada, su Legislador con forma de Espada Bastarda, bien sujeta al cinto en su funda. No lucía la armadura de placas que le era usual, pues en aquel momento no llevaba ninguna necesidad. Una simple superficie de cuero reforzado, más vestimenta de calle que otra cosa, era todo lo que portaba. Como Soldado de servicio que no iba a entrar en batalla no necesitaba más ni menos que aquello.

Sus casi dos metros de corpulenta estatura volvieron a alzarse una vez más ante el grupo como tantas veces durante tantos años. Un hombre comprensivo, dedicado y sabio, con un buen corazón, pero implacable, firme y con la justa y suficiente misericordia. Había mandado a tantos a la enfermería como había visitado. Quizás un poco más de lo primero por una cuestión de curtir la mente.

- Los barcos zarparán en una hora- dijo al llegar como si temiese que se le olvidase-. Hasta entonces, debemos cenar. Treinta minutos para ello para embarcar- explicó del mismo modo, queriendo quitarse aquello de encima-. Los otros veinte para preparativos a bordo.

Escuchó y vio a Eriol tragar saliva y le señaló con el dedo sin miramientos.

- Has tenido suerte de que Caedus esté lejos de la costa- comentó con una sonrisa.

Se refería, claramente, a que si hubiera podido le hubiese arrojado al mar las veces que hiciese falta. O ese hubiese sido su forma de quitarle el miedo. Para todos, no sólo para Eriol, añadió.

- Os dividiréis en dos grupos, o esa es la idea- partió con las manos señalando el puerto-. Abriréis la comitiva naval uno por cada flanco, al frente. Los lobos de mar habrían de estar locos para atacarnos- bufó y presionó el suelo con la suela-, pero les he visto hacer en estos años todo tipo de locuras. Aún recuerdo cuando irrumpieron bajo manga en la ciudad una década- señaló a todos con un barrido del dedo-. Haced los preparativos que necesitéis. 

Pero se los llevó a cenar. A su mesa. Él, con los diez, una vez entraron en el comedor del hotel que habían reservado para aquella noche. La algarabía se perdía a sus espaldas, con Maestro mirando a todos desde su posición solitaria en la pared y todos los demás en abanico. Parecía claro que quería unas palabras distendidas y en privado con ellos antes de partir.

- Bueno, Inquisidores- comentó el hombre mientras con mano y cuchillo quitaba la piel de una manzana roja. Había comido sin lavarlas ni pelarlas incontables veces, pero aquella situación era ligeramente recatada-, supongo que sois conscientes de el poder que tenéis en vuestras manos ahora- alzó una ceja y les miró circunstancial-. Usadlo de forma inconveniente y yo mismo contaré el fuego y la correa- no parecía una amenaza, por contra, sólo un apunte de las consecuencias de malapraxis en la profesión-. Usadlo bien y... digamos que el respeto se gana con los actos.

Mordió y tragó. Esperó un poco y relajó la expresión haciendo un ademán con la mano. Parecía un tanto más concesivo.

- Entiendo que dudéis de muchas cosas, así que todo lo que no hayáis tenido valor para preguntarle a Leona, preguntádmelo a mí ahora- añadió. Desde luego, Maestro era tan confidente como ella, pero era obvio la diferencia de carácteres y procederes. Leona era apta para las Altas Esferas, Maestro para los Barrios Bajos. Y aún así, era de más rango que la mujer-. Sólo espero que Leona no os haya echo olvidar cómo ha actuado siempre la Inquisición... hasta ahora. Plantarme ante un puñado de nobles que no han visto sangre en su vida- apretó ligeramente la fruta entre los dedos. Fuerza calculada-, es necesario. Pero de poco sirve si no me preocupo por los asuntos que siempre han sido míos. Sabed bien que los Templarios os van a poder la zancadilla por debajo y el puñal por detrás.

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13/08/2013, 17:08
Kael

Kael llegó al puerto puntual, como solía ser, pues no le gustaba nada llegar tarde, además de que no tenía ningún tipo de problema con el hecho de madrugar. Vestía unas ropas un poco más mundanas para el viaje, por la comodidad y, porque así, le sería más fácil mezclarse con la gente del puerto y los barcos, lo que haría que fuera aún más fácil el llegar de incógnito a su destino. Vestía unos pantalones de lino oscuro, unas botas de cuero blando y una camisa a juego con los pantalones, con unos guantes de un color marrón oscuro. Un cinturón de color negro le permitía sujetar su nueva joya, una espada bastarda que lleva sujeta a éste a la espalda, en lugar de a un lado, pues así le molesta menos. La empuñadura asomaba por el lado izquierdo de su cuerpo y la vaina está cubierta por una tela negra, como si estuviera vendada, al igual que la empuñadura.

Hizo un saludo cordial a los presentes y, por una vez, no se preocupó de quién estuviera allí de sus compañeros, pues estuvo buscando a alguien en concreto. Tras unos minutos que para él fueron eternos, ahí apareció Ágatha, su “amiga”, con el pelo castaño echo una larga trenza, una armadura ligera y las ropas típicas de la guardia. A la espalda llevaba un arco y un carcaj, y al cinto un cuchillo. Kael no dudó en acercarse.

-Buenos días, ¿preparada para el viaje? -dijo el joven.

-Sí, y antes de que me preguntes, sí, he traido una ropa más mundana como me dijiste -dijo sonriendo.

Kael iba a decir algo, pero los encargados comenzaron a organizar a los Inquisidores en las carretas y a los Guardias en los diferentes pelotones. Aunque ella iba con él, tenía que caminar e ir con el resto de los Guardias, cosa que le molestó a Kael, pero tampoco mucho, pues ya se le había ocurrido un plan. Cuando los iban a repartir, Kael intentó hacer todo lo posible por juntarse con los que se llevaba bien, como Juliette, Richard, Gilbe y demás, al igual que evitar a Elohim y Ace.

Aunque en realidad no estuvo mucho tiempo en la carreta, pues se pasó la mayor parte del trayecto en andando con Ágatha, hablando con ella y demás, porque ¿qué iba a hacer con gente que se conocía casi desde hace diez años? Además, prefería la compañía de la guardia.

Cuando llegaron a su destino, Kael estaba bastante agotado por el viaje, ya que en parte había hecho más andando que en el carromato. Cuando llegaron al puerto, el pelirrojo aspiró el aroma a mar, algo que en parte le recordaba a su hogar, aunque el olor a mar era mucho más fuerte que el olor a río. Pero Maestro no les iba a dejar descansar aún, y se los llevaron a todos a cenar a un hotel, a cenar con el Alto Inquisidor Maestro, no sin antes mencionar los posibles peligros. Kael no pudo evitar pensar en aquella pirata que trabajaba para los Templarios. Sus pensamientos se centraron en esa línea mientras llegaban al lugar de la cena, donde se sentó tranquilamente y,aún, algo abstraído.

Cuando este comenzó a hablar, Kael escuchó con atención a la voz de la experiencia en esas situaciones. Tomó algunos apuntes mentales y, tras pensarlo cuidadosamente, decidió preguntarle a él algo sobre la misión.

-Disculpe, Maestro -dijo con cuidado- pero ahora que tengo la oportunidad, quería preguntarle un par de cosas, pues usted tiene más experiencia en las bases sociales que otros -dijo con mucho cuidado- No sé cual es el límite recomendable de tensión o, en caso de que ocurra algo, ¿alguna opinión o nos podría decir algún límite al que llegar? -preguntó con mucho cuidado- Es decir, si por ejemplo los templarios intentan buscarnos “las vueltas” -dice para no usar unas palabras bruscas- ¿sería bueno forzar la situación? ¿deberíamos apartarnos? ¿si podemos pasar desapercividos y darles una lección, hacerlo? -tenía muchas preguntas y muchas dudas, pero ese hombre era el que podría respondérselas.

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14/08/2013, 17:40
Elohim

La reunión había terminado.

Tan pronto como Leona mandó silencio Elohim bajó la cabeza. Realmente no esperaba una reprimenda, pues él no había perdido las formas en ningún momento, tan sólo había expuesto sus opiniones con la mayor claridad y precisión que había podido. Explicando sus puntos como también sus compañeros los defendían. Si bien, algunos de ellos lo habían hecho con vehemencia, descuidando la apariencia y la claridad de pensamiento. Además, no es sólo apariencia, en caliente, cuando la sangre hierve, cuesta más razonar con certeza. Las decisiones se ven tintadas por el odio y los prejuicios y no se obtienen verdaderas soluciones eficientes, sino meros parches para mitigar esa ira.

Por eso Elohim huía de la furia y la ira, y la templanza era su barco guía.

Y tal y como lo había esperado, Leona impuso su ley. Si bien eran latigazos con seda, que se sentían más en el orgullo de los afectados que en la piel. Se marchó con la idea de encontrarse con Astraega, puesto que tendría, esperaba, que convencerla para que le acompañara. No se quitaba de la cabeza las palabras de Jully. Tenía mucha razón en el hecho de que añadir más "nombres" importantes a la comitiva no haría sino incrementar el empeño que pondrían sus enemigos en potencia en causarles mal, pero consideraba realmente que la aportación que la Santa podría hacer, tanto en el juego de máscaras que son las "esferas" como gracias a sus habilidades en general, sería suficientemente valiosa como para contrarrestar los inconvenientes, si no, no lo hubiera propuesto. De todas formas, Evan tendría que opinar también al respecto, y le preguntaría, no había duda de ello.

Salió de la habitación con una pequeña reverencia a Leona. Si bien en teoría ahora "compartían" puesto, ella seguiría siendo siempre su profesora, una mujer a la que guardar un respeto especial. No en vano, Leona era una mujer magnética de una manera incomprensible, capaz de ganarse el favor de cualquiera, por muy complicado que sea. No le era complicado ganarse el cariño de unos críos, y que éste se mantuviera a lo largo de diez años.

Cuando se dirigían a la mansión de las Bourgeois, caminaba al lado de Ace. Suponía que estaba algo tenso después de la reunión con Leona. Bueno... quizá suponer no era la palabra mas adecuada para definir lo que sentía el ángel. Después de todos esos años, la relación con Ace era mucho más intensa que nunca. Sí, Elohim estaba enamorado de Leonor, pero pensándolo fríamente, haciendo una de esas pruebas mentales que a Leonardo tanto le encantaban, si en algún momento tuviera que elegir a la fuerza entre Ace y Leonor, Dios no lo quisiera, si fuera totalmente obligatorio para él tomar esa decisión... no había duda.

Ace.

Pasó su mano derecha por el hombro del chico y no dijo nada más, sólo compañía. No necesitaban palabras. Alguna mirada furtiva acompañada de una sonrisa era lo más que le ofreció. Quizá tendrían algún otro momento de intimidad en el que podrían hablar, pero ahí no era necesario. 

Se sentó en la habitación en la que les habían invitado sin decir demasiado. De hecho, se pasó todo el tiempo que estuvo allí sin "decir" nada. Charlotte era uno de los ejemplos de lo que antes había estado hablando con Kael y por alusiones, con Gilbe. Quizá Dios te menoscabe alguna facultad, quizá te inhabilite de una manera u otra. Pero todas son pruebas salvables en Su camino. Charlotte no podía hablar, pero suplía esa carencia con sus habilidades. ¿Acaso la falta de la mano de Kael no estaba también suplida? ¿Acaso la ceguera de Gilbe no estaba también superada?

La mentalista matizó los detalles de la misión. En sus palabras, que no en su voz, se encontraban muchos más datos que los dados por Leona, pero y como siempre, ellos sabían lo que era necesario que supieran. Ni más, ni menos. No eran los primeros en la cadena de mando. Por supuesto, tampoco los últimos, pero todos sabemos cómo se comporta una órden militar. Un soldado sólo tiene que saber lo suficiente, pues de lo contrario se hará preguntas, y puede que dude de su cometido.  No en vano, los inquisidores son meros soldados. Soldados del cielo, soldados del señor, soldados divinos de una orden santa... pero soldados. No podían olvidarlo. Y había mucha gente sobre ellos, gente a la que contrariar sería una mala idea.

Una vez terminada la reunión Elohim se despidió de cada uno educadamente. Tenía asuntos que tratar. Él sólo. Entre ellos hablar con la Santa. Bajó la cabeza y se retiró en Cadeus en silencio. Era un viaje largo, no había poco que hacer.

**********

Llegó tarde, pero no por su culpa. Incluso Ace se le adelantó. Pero todo fue cuestión de esperar a Astraega. La chica tenía un caracter especial, y... suponía, se llevaría bastante bien con Eriol. La Santa se despertó tarde, tarde y con aspecto de haber dormido poco. Quizá por haberle pillado de sorpresa el aviso, quizá porque se hubiera quedado haciendo algo por la noche. El caso es que al llegar Elohim ya estaba todo el mundo preparado y listo para partir.

-Buenos días, compañeros. ¿Preparados para un viaje aburrido?-bromeó.

El ángel viajaba casi sin equipaje, tan sólo con su arma santa y un arco con sus correspondientes flechas. Quizá en los bolsillos del traje se escondía algo de dinero, y esto era seguro, una copia de la santa biblia quizá incluso trascrita en sus escasos ratos libres por él mismo. No necesitaba más prendas que su actual ropa, y no necesitaba excesivos alimentos, los cuales suponía que estarían en cada medio de transporte que usaran. Eso sí, cargaba con su Fé, algo mucho más útil que cualquier cosa que pueda caber en una maleta.

Fe... curioso equipaje, teniendo en cuenta el primer destino de su viaje.

La Fe. 

Su lugar de nacimiento. 

La verdad es que no recordaba nada de allí, el tiempo que pasó en aquella ciudad no fue suficientemente significativo como para que hubiera dejado mella en el ángel. Aunque, a pesar de que él no recordaba nada, sí que había sido importante para su vida. Era allí dónde había nacido, allí era dónde la propia inquisición había ido a buscarle. Y en ese camino que estaban a punto de recorrer, era dónde la vio por primera vez.

Elohim no lo recordaba, pero entonces le salvó la vida. Y lo volvió a hacer, pero mucho más cerca en el tiempo.

Es decir, Elohim había recorrido ese camino muchas veces, incluso más de las que recordaba. Era la salida al mundo que tenía la ciudad Santa.

Las ropas de Elohim parecían mucho menos ampulosas e importantes mientras viajaban, en cambio, su aspecto era simplemente el de unas ropas de viaje. Ni bordados gloriosos, ni oro engastado. Nada. Tan sólo una tela blanca que cubría su cuerpo, una capa que cubría sus alas, y una capucha que cubría su halo. Aunque dentro del carro no lo llevaba oculto, puesto que llevar constantemente el pedazo de tela sobre su cabeza llegaba a agobiarle, catorce horas es mucho tiempo.

Saludó casi con excesiva ceremonia a Evangeline, aquella profesora sí que era su mentora. Ella le había guiado en su crecimiento, compartiendo casi por completo su forma de ver el mundo. De esta manera, aquella extraña pareja había hecho muy buenas migas desde que el propio Elohim consiguió que las lágrimas afloraran de los ojos de ella. Si Astraega era su ojito derecho, Elohim era el izquierdo, o los dos el derecho... según como se quiera entender la metáfora. Y allí estaban los tres, al parecer el curioso trío iba a permanecer unido durante el viaje.

Saludó a Maestro, y dedicó una sonrisa extraña cuando éste le preguntó qué tal se encontraba con su nueva arma. Elohim aún no había tenido ocasión de usarla en combate, pero sí que había entrenado con ella. Sinceramente, esperaba no tener que usarla a menudo, pero si la ocasión lo requería, Piadosa brillaría con luz propia. O... al menos, con la luz compartida de su guerrero asignado.

Elohim miró los carruajes una última vez antes de proceder a comenzar el viaje. No iba a ser corto... Suspiró y entró en uno de ellos.

Quizá hubiera sido más cómodo, y más rápido, ir volando...

Una vez en la ciudad, el ángel trató de encontrar algún viejo recuerdo mientras caminaban. Quizá alguna esquina, algún edificio, quizá alguna voz... aunque tendría que estar veinte años cambiada, pero nada había allí que le evocara su pasado. En algún momento de su nueva vida "libre" tendría que volver para poder tratar de reescribir su propia historia. Volver para averiguar su pasado, para así conocer mucho mejor lo que nos depara el futuro. Pero eso no sería ese día, sus deberes como soldado de la inquisición se imponían sobre cualquier cuestión personal de Elohim. Una vez terminara su misión, tendría tiempo para hacer lo que le dictaba el corazón y le medía la mente.

-Maestro...

Elohim estaba cenando tranquilo escuchando las palabras de su profesor de combate y entrenamiento físico, hasta que llegó el turno de preguntas. Maestro podría estar orgulloso de él puesto que aquel chiquillo débil y enfermizo que se había presentado ante él al comenzar la academia había crecido fortificando su cuerpo, siendo más resistente. Además, sus dotes para el combate cuerpo a cuerpo no se habían oxidado, y el entrenamiento diario bajo las órdenes de ese gran líder que era aquel hombre con voz áspera había hecho que sus técnicas de lucha mejoraran notablemente.

... ¿tenemos algún lugar franco en Arkángel? ¿O tendremos que buscarlo una vez estemos allí? Y en caso de ser esta segunda parte, ¿nos recomiendas algún lugar? Quizá alguna iglesia... 

Miró a ambos lados antes de preguntar lo siguiente, de hecho, detuvo su mirada en Eriol un segundo antes de disimular una sonrisa.

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14/08/2013, 22:38
Juliette Bourgeois

Para cuando todos sus compañeros había arribado a la localización en que debían encontrarse la chica ya se encontraba mejor. Sus poderes habían crecido, sin duda, había aprendido nuevos poderes y había aumentado su potencia de combate, eso lo sabían todos... pero a raíz de que forzó su mente para conseguir adquirir el conocimiento de una nueva disciplina, la joven sufría pequeños mareos cada vez que usaba poderes de importante carga. No fueron muchas las veces que se la vio desfallecer, pero si fueron algunas en la que acabó conmocionada y sangrando por la nariz. Los poderes de gran calibre y los fallos a la hora de usarlos podían dejarla definitivamente fuera de combate... A partir de aquel momento tendría mucho más cuidado.

A su carruaje se unieron otros más, y a esos carruajes se subieron tanto sus compañeros, como los profesores, que tenían asuntos que resolver en la capital. Lejos de conservar la comodidad del carruaje que su prima había designado que debería acompañarla durante el viaje, decidió acompañar a los demás jóvenes en los carros proporcionados por la inquisición... Juliette se consideraba a si misma un animal social, necesitaba el contacto con otras personas, y sus amigos iban en aquellos otros carros.

- Gael .- Se Dirigió al Guardia Eclesiástico que la acompañaba -. Si quieres puedes llevar aquí a tus compañeros, yo debo de acompañar a los míos... Estaré un par de carros más adelante, puedes estar tranquilo.- Guiñó el ojo al apuesto caballero que la acompañaba y salió del carruaje casi dando saltitos de alegría a encontrarse con sus amigos.

 

Tras una pequeña carrerita hasta donde se encontraban los demás, buscó a algunos de ellos, y corriendo se dirigió hacia donde se encontraban Ace y Eriol, los agarró a ambos por los brazos, y comenzando a caminar cual señorita acompañada por sus caballeros, les hablo.

 

-Y bien chicos... ¿A donde me vais a llevar? .- Les miró con una sonrisa pícara y los dirigió a ambos hacia un mismo carruaje. Tras ellos siguió Elohim y algunos de sus compañeros más. Por mucho que en la reunión hubiera parecido que estaba en contra de Elohim , nada más alejado de la realidad... aquel chico era especial eso estaba claro, y por ello recibía tratos especiales, quizá fuera envidia, pero odio jamás. En el alma de Juliette no existía lugar para el odio, las rencillas se solucionan con la palabra, y si hay algo que Elohim supiera hacer bien era hablar... De eso no cabía duda.

Después de horas de animada conversación los ojos de Eriol comenzaron a cerrarse y cayó dormido como un tronco. Pobre... habrá tenido que hacer un esfuerzo de gigante para levantarse a estas intempestivas. Pensamientos que pasaron por la mente de Juliette mientras le "tendía" un cojín para que no se levantara con dolor de cuello... dormir contra un cristal no era nada cómodo, ya había pasado por eso el viaje anterior a Arkángel. El resto del viaje la conversación se decayó un poco, puesto que, aunque Eriol dormía como un tronco y le podría caer una bola de fuego al lado y no inmutarse, el resto de jóvenes fueron bastante respetuosos y bajaron su tono de voz.

A decir verdad, y como era de esperar, el viaje por muy buena compañía conque se contara... resultaba bastante tedioso y cansado, pero los ánimos de Juliette no decayeron. Se dedicó a fastidiar a su compañero Ace cuando este se abstraía en sus propios pensamientos. Un tirón de la pernera del pantalón, unos ligeros movimientos de su equipo de viaje... cada vez que lo hacía lo acompañaba de la misma frase.

-Carruaje llamando a Ace... ¡¡Vuelve con nosotros!!.- Exclamaba siempre con una sonrisa en su rostro... quizá Ace, sin contar con Charlotte, era su mejor amigo. No tenían la misma relación que el chico con Elohim, pero siempre tenían una sonrisa y unas palabras de aliento el uno para la otra y viceversa... no en vano Juliette hizo todo lo posible por ayudar a Ace a potenciar sus capacidades, le animaba e intentaba que no decayera en sus intentos. Se entendían casi a la perfección.

 

 

Al llegar a La Fé descubrió algo en lo que la otra vez no se había fijado, puede que estuviera durmiendo o repasando el plan de acción en la corte con Leona... pero no fue capaz de ver de frente aquella maravilla. Ambas estatuas eran completamente majestuosas, pero sin duda la joven no podía apartar la mirada de la estatua del Arcángel Gabriel, algo le hacía dirigir la mirada hacia ese punto y no sabía porqué. Cuando pasaron por las puertas y perdió la vista frontal de la estatua continuó observando la vistas de la preciosa ciudad, una ciudad realmente majestuosa en la que una chica como ella amante de el arte, la música y las relaciones de alta alcurnia podría perderse queriendo.

Cuando bajaron de los carruajes, llegados a su destino, Maestro los recibió como siempre, con su porte militar y dando las órdenes pertinentes, órdenes que sin duda había que acatar... no solo por quien las formulaba, sino porque de ello dependía la rapidez de la misión. Al oír que se iban a dividir en dos grupos volvió a agarrarse del brazo de Ace, fuertemente atrayéndolo hacia sí.

- Hoy te toca protegerme tu a mí... me lo debes y lo sabes.- Miró al chico con cara de perrito abandonado... sabría que no podría decirle que no.

Al parecer había que cenar antes de subir al barco... la idea de comer antes de subirse a un barco no es que le hiciera mucha ilusión. Llevaba todo el día comiendo lo mínimo necesario, no quería perder la compostura en ningún momento en el navío... y devolver la comida no era algo que pudiera denominarse "Glamuroso". Comió lo mínimo indispensable, lo que le pedía su delgado cuerpo... hacía ya tiempo que su época de glotona empedernida había terminado, dependía de su figura para desempeñar una buena labor en la corte, y se notaba que se cuidaba. Atendió con gracia a las preguntas que formulaban sus compañeros y a las respuestas de Maestro a éstas, no quería volver a meter la pata así que decidió mantener la boca cerrada.

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15/08/2013, 01:16
Eriol Lahey

Aquella mañana, al poco de llegar él a la puerta del Este habían empezado a llegar todos y allí había conocido al guardia eclesiástico que le habían asignado. La guardia, porque era una chica: Vin. Parecía que la habían escogido para compensar sus propias carencias en ciertos campos, lo que no acababa de parecerle mal a Eriol. Lo que no acababa de hacerle gracia era que la conocía de antes, de vista al menos. La había visto antes con Satin. De todas formas esperó que ella no fuera tan presuntuosa como la rubia.

Eriol se tiró medio viaje dormitando con la cabeza apoyada en el cristal del carruaje. Se había levantado pronto - Dios sabe que eso era algo complicado para él - después de pasar la noche anterior a esa entre pesadilla y pesadilla. Era normal que estuviese cansado. Además después de unas horas de conversación animada todo el mundo pareció estarse dando cuenta de que aquello empezaba y las caras serias proliferaron. Además el paisaje era aburrido, y lo había visto ya hacía dos días así que no le quedaba ninguna excusa para no dar una cabezada... o las que hicieran falta, hasta llegar a La Fe.

*******

Los tablones del puerto crujieron bajo los pies de Eriol, que no estaba seguro de cuánto tiempo podría mantener la compostura, estar allí de pie viendo el agua del mar por entre las grietas, antes de salir volando hacia la zona pavimentada. Lo de volando no era del todo metafórico.

Intentó distraerse un poco viendo trabajar a sus compañeros guardias, cómo cargaban todo en los barcos, trabajando sobre aquellos tablones, pasando por las pasarelas y paseando por la cubierta de los barcos como si nada malo fuera a ocurrir. ¿Cómo podían hacerlo? No había más que unas míseras tablas carcomidas y quejumbrosas separándoles de el océano. ÉL OCEANO. En mayúsculas. No un río, ni siquiera un lago grande, el océano, la extensión de agua más grande de todas. ¿Qué pasaba con ellos? ¿Que andaba mal en sus cabezas? ¿No veían el peligro?

Por desgracia para él la distracción le salió cara, porque justo en ese momento Maestro dijo algo de unos preparativos "a bordo", entre eso y lo que había estado pensando hasta entonces, perdió el control de sus emociones durante un instante, y se ganó una "bronca" de Maestro. No sabía si haber "confraternizado" con él el día anterior era una ventaja o una desventaja, visto que ahora se fijaba en él con mayor frecuencia y soltura.

Por suerte la cosa acabó en un solo comentario con una sonrisa en los labios del instructor. Nada especialmente amenazante. Su tiempo de instrucción ya había pasado y Maestro no se arriesgaría a lanzarle por la borda durante el camino para enseñarle a nadar. ¿Verdad?

Se llevó esa duda a la cena, durante la cual dedicó la mitad de su tiempo a cenar, y la otra a preguntarse si Maestro le tiraría por la borda o no, lanzándole miradas interrogativas. Aunque supuso que a nadie le pareció extraño porque precisamente Maestro quería que le preguntaran cosas. Aunque precisamente sobre eso Eriol no tenía muchas preguntas. Les habían educado bien, les habían enseñado como actuar en situaciones genéricas, y todo lo que ocurriera mas allá serían cosas concretas y específicas, nada que se pudiera planear de antemano y por consiguiente dependería de su buen juicio el saber cómo actuar. Eriol no creía que lanzar preguntas abstractas al aire fuera a ayudarles mucho, aunque él también tenía ese ansia por tenerlo todo controlado.

Luego captó la mirada de Elohim al otro lado de la mesa, reposando sobre él. Eriol le devolvió la mirada, intrigado al ver una sonrisa en su rostro. Aquello no tenía buena pinta.

Eriol se atragantó y tubo que vaciar un vaso entero de agua para liberar su gaznate del obstáculo. ¿Es que Elohim no veía que Eriol ya tenía bastantes problemas con el Tao Zan tal y como estaba? No necesitaba tener que enfrentarse a Maestro además de todos los tipos extremadamente fuertes que habría. Ya casi se había hecho a la idea de que le iban a dar una paliza, pero que su Maestro le diera una paliza y le lanzara aquella mirada desaprobadora en frente de todo Arkángel... Miró a Elohim y se forzó a sonreírle.

Por supuesto solo lo pensó, no dijo nada. No sabía cómo, pero aquella traición no pasaría sin castigo, le devolvería la pelota a Elohim, con intereses. Tarde o temprano. A poder ser temprano. Venganza, si... 

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15/08/2013, 22:05
Derek Volarn

Del viaje poco que decir, todos nos reunimos y pasamos a formar parte de una comitiva  bastante más grande de lo que realmente me esperaba. Como nota graciosa decir que me pareció curioso el contraste Juliette/Elohim, la primera parecía tener abundante equipaje, el segundo, no más que su ropa, su arma y lo que pudiera caber en sus bolsillos.

Las personas fueron repartidas entre los distintos carros, en unos casos, en otros escogieron ellos mismos. Mi mirada se cruzo con la de Cedric, mientras el subía a uno de los carruajes destinados a personas de alta posición social y a los inquisidores, dado que el pertenecía al primer grupo. En la expresión de sus ojos pude notar un desprecio que creció cuando, en vez de ocupar el sexto lugar en ese carro, decidí sentarme con el cochero, dejando el lugar sin ocupante. No me mal interpretéis, no rehuía la compañía de los demás ocupantes, si no que evitaba aquel espacio estrecho. No, tampoco era que no pudiera soportar un día de viaje en una minúscula caja de madera con otras cinco personas respirando ese aire y ocupando un escaso espacio, vale, me ponía nervioso solo de pensarlo, pero podía soportarlo, solo que ¿por qué hacerlo cuando podía ir con un agradable cochero que tubo la amabilidad de explicarme durante el largo viaje los entresijos de su profesión? ¿Por qué rechazar la sabiduría que me trasmitía hablándome de los lugares que cruzábamos y que yo no había visto en diez años? ¿Por qué encerrarme en un ataúd de lujo cuando podía disfrutar de la libertad recuperada tras superar la prueba del desierto?

 

***

 

Habiendo llegado a La Fe me despedí del cochero, agradecido por sus enseñanzas mientras sonreía como un colegial al que le habían enseñado un truco de ilusionismo. Fue en ese momento cuando note nuevamente el “cuchillo” en la nuca, Cedric de nuevo, aun con más ira. Yo era un noble, tal vez no un, excesivamente, cortes noble de Arkangel, si no uno más simple de Dalaborn, sin dinero, sin propiedades, con unas tierras malditas que ya no podía asegurar que me pertenecieran y con solo un titulo inútil, pero un noble, y me relacionaba con plebeyos sin distinciones, eso a ojos de Cedric no era muy distinto a plantarme en medio de todos mis compañeros de la Inquisición y comenzar a entonar un cantico invocando al malvado supremo.

Me gire y le dedique una sonrisa, algo que le molestó más que ser le insultado y justo después Maestro llamó nuestra atención, de una manera poco sutil, al menos en comparación con el tacto del que había hecho gala la señorita Blanchett el día anterior, y eso que ella llamo nuestra atención para terminar con una creciente discusión y Maestro lo hacía para que nuestras miradas dejasen de revolotear por la ciudad y se posaran en él.

Tras la fugaz organización de nuestra agenda, por su parte, le seguí hasta el comedor del hotel. Por supuesto, en su invitación a seguirle se entendía como un deseo de reunirse con nosotros en un ambiente privado, pero a mí me sobro con la palabra “comida” para ir muy gustoso.

 

***

 

No comí de una manera normal, no es que engullera sin respirar, comía tranquilo, escuchando las palabras de Maestro y después a mis compañeros por turnos, pero no comía normal, comía más cantidad de la que alguien de mi condición física necesitaba y me sentía agradecido por un metabolismo rápido y por mi riguroso entrenamiento diario.

Bebía lo que debía ser el jugo de alguna fruta que no había probado jamás en Caedus cuando Elohim hizo el comentario del Tao Zan. Primero se me presento una imagen en la cabeza que hizo que me atragantara, sin poder esconderlo para, por último, tuve que toser. Seguro que debí parecer realmente estúpido en ese momento, bueno tuvimos, Eriol también se atraganto, pero aquello era un poco mi especialidad, parecer estúpido, no serlo. El problema no estaba en las palabras de Elohim, yo estaba de acuerdo, no conocía a otro guerrero mejor, pero Eriol tendría que participar y no me costaba imaginarme a mi amigo pensando en desafiar a Elohim a un duelo para compensar el problema en el que le había metido, claro, que tratándose de Eriol ese duelo seria sobre un escenario, con un montón de actores secundarios candando alguna tragedia, para después dar un inexplicable giro teatral y acabar bailando animadamente con las que hasta segundos antes, en esa ficticia actuación, eran las plañideras. Esa fue la imagen que casi me asfixia. 

Tras ese momento tenso para mí, que aun tenía el corazón acelerado de la falta de aire y el estomago dolorido por tragarme la risa que me provocó la imagen, tome la palabra:

- Disculpe Maestro…

Mis palabras volvieron a ser corteses, sin demasiados remilgos ni floreteos, pero si educadas. En ellas no se podían encontrar diferencias en comparación a las usadas con la señorita Blanchett el día anterior, pues una palabra es una palabra, en cambio era en el tono donde se marcaba la descarada diferencia. Con la señorita había sido dulce, cortes, mi voz bailaba en el aire, a pesar de estar tratando con una superior. Para Maestro mi tono era recto, veloz, duro, el tono usado por un soldado para dirigirse a su comandante. Si, a pesar de mi, a veces innecesario, pacifismo, reconocía a ese hombre como un superior militar, usando un comportamiento recto para dirigirme a él. Era de esperar en mí, siendo de Dalaborn, el brazo armado del imperio.

Proseguí:

- La señorita Blanchett ha marcado la importancia diplomática de esta misión, aunque nos ha recordado nuestro deber de Inquisidores y nos ha prevenido de posibles agresiones hacia nosotros, pero diplomacia al fin y al cabo. Lo cual hace que no entienda la necesidad de un grupo destinado a las bajas esferas. En dichos círculos la gente es más sencilla. – No dije simple, no dije vulgar, dije sencilla con buena intención. – Se preocupan por conseguir el pan del día a día, el dinero para los impuestos o el alquiler de la casa, en la ciudad. Les preocupa el señor.No dirás el nombre del señor en vano. - ¿Pero las criaturas sobre naturales cuya existencia les escondemos? ¿La propia Inquisición? No creo. Por eso señor, no entiendo que labor diplomática haremos en dicha esfera, a no ser que tengamos que relacionarnos con grupos poco “ortodoxos”, o como bien creen mis compañeros, estemos para cubrir espaldas y jugar sucio. – Lo de jugar sucio no me gustaba tanto, Maestro me conocía, conocería mi reservas en ese aspecto.

Ya no quise hablar mucho mas, había sido suficiente, aunque realmente tenía el temor de ganarme otra reprimenda, o que me dieran un cachete y me llamaran “zoquete”. La metedura de pata con Leona me había creado cierta inseguridad, inseguridad que no compartía con el resto del grupo. Por otro lado, era un guerrero apto, Maestro también lo sabía y aunque usaba una vara, esta también podía ser mortal, hasta mi actitud era la de un militar en ese momento, pero sabía que en diez años Maestro había visto con frecuencia mi predisposición a la no violencia sin una justificación sobradamente buena, en resumen, no quería que un constante parloteo le recordara mis reservas y le irritara. 

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16/08/2013, 01:41
Gilbe Klimb

Cuando toda la comitiva llegó Gilbe saltó desde la muralla hasta el suelo, con Marie junto a él. Ambos cayeron sin hacer demasiado ruido. 

Ella era de una belleza arrebatadora, competía en belleza con todas las mujeres presentes y posiblemente las superaba. No se arreglaba, llevaba ropa militar, y posiblemente eso le ayudaba a pasar ligeramente desapercibida... Pero indudablemente se trataba de una de las mujeres más guapas que poblaban Gaia. Cuando llegó apenas saludó.

Gilbe la presentó diciendo su nombre y explicando que ella sería la guardia que le protegería. Lo dijo con una sonrisa, realmente le agradaba la idea, era una gran amiga y su compañía seguro que sería inestimable. Casi se estaban poniendo en marcha, por lo que no hubo tiempo para muchas explicaciones. Ella se fue con el resto de los guardias imperiales que, casualmente y por fortuna, en su mayoría eran mujeres. Él se fue con sus compañeros.

En el interior del carruaje, tras llevar un buen rato en su interior no pudo evitarlo y con su grave voz y en un tono muy serio le dijo a sus compañeros:

- Chicos, quería deciros algo. Marie no es una persona especialmente comunicativa... Los hombres le producen mucho desagrado, sobre todo si van con esas intenciones. Para evitarnos problemas, me gustaría que vosotros, como vuestros guardias varones, mantuvierais las distancias. - y aunque ellos eran sus amigos y en verdad no creía que fuera necesario insistir, añadió- Si alguno de vosotros o vuestros guardias se sobrepasa, lo tomaré como algo personal.

Gilbe esperaba que no hubiera problemas con este asunto... Sus compañeros eran buenas personas y los guardias recibirían su ración de rodilla si intentaban algo, pero en cierto modo Gilbe sentía que él protegía a Marie tanto como ella a él, y si en la mano del ciego estaba evitarle aunque fuera un poco de su sufrimiento haría todo lo posible por ayudarle.

Aunque la intervención del ciego calló como un mazo e hizo que el ambiente se enfriara un poco, rápidamente las conversaciones más informales volvieron a surgir. Al fin y al cabo todos conocían más que menos a Gilbe, y aunque las palabras eran duras en el fondo sabían que tan sólo quería proteger a su guardia.

Cuando se aburrió del sueño de Eriol y de la conversación abrió la puerta, subió al techo del carromato y dando dos zancadas saltó de su carromato al de los guardias. Cuando se asomó por la ventana estaban todos alerta y casi desenfundando sus armas, pensando que era un ataque. Él sonrió con sus ojos ciegos y saludó a Marie, que estaba en la ventana por la que se había asomado. Estuvieron un rato hablando y bromeando, también saludó al resto de los guardias, apenas había hombres, esperaba que no le dieran problemas.

*******

El viaje terminó antes de lo que esperaba. Entre ir de un carro a otro y hablar con guardias y compañeros, se le hizo bastante corto...

El olor a mar según se acercaban había sido tan progresivo que casi se le había pasado desapercibido, por lo que llegar y sentir el sonido de las olas, el crujir de la madera del muelle y los barcos, el graznido de las gaviotas... Todo ello le golpeó, llenando sus sentidos. Le encantaba la sensación de llegar a lugares tan característicos como los puertos. Lo mismo le ocurría en mercados, iglesias o estadios de Edén. Eran lugares con olores y sonidos que sólo podías captar ahí, y para él eso era como ver florecer los cerezos en primavera, algo que recuerdas todo el año pero que no puede dejar de sorprenderte cada nueva estación.

Un grito le liberó de su ensimismamiento, Maestro les esperaba. Se reunieron con él en una tasca y al igual que Leona él se ofreció para responder sus preguntas... Se alegraba de que estuviera ahí, era una persona importante en la vida de Gilbe, valoraba mucho más sus enseñanzas que las de la Alta Inquisidora, al fin y al cabo los nobles no eran su plato favorito.

- Maestro, yo tengo alguna pregunta... Te las digo todas del tirón y contéstame las que creas necesario. La primera: ¿qué hacemos si a algunos de nuestros compañeros, sin contar al Santo, les ven usando sus habilidades? La segunda: si alguno de los templarios, o cualquiera de las personas relevantes de Arkangel, utiliza habilidades sobrenaturales, ¿debemos capturarlos? ¿Y si las cosas se ponen difíciles, podríamos... acabar con ellos? -Gilbe no había hablado de esto con Maestro, pero intuía que era muy contrario al uso de la fuerza "letal" contra los humanos, por lo que procuró ser suave- Tercero: sería interesante mantener contacto entre los dos grupos, ¿no? ¿Cómo lo haríamos? Por último: estaba pensando que tal vez sería interesante que alguno de los que estamos en el grupo de los bajos fondos no existiéramos. Quiero decir, si a Arkangel llegan 9 inquisidores y todos ellos están en vigilados y hay un robo en una de las habitaciones de algún señor de los Yermos, nadie se pensaría que nosotros estaríamos implicados... ¿Es eso factible? Y por último: ¿digo bien si digo que los miembros de los bajos fondos tenemos como prioridad buscar criaturas impías para ayudar al pueblo? ¿O debemos hacer eso pero también implicarnos subversivamente en las intrigas políticas? Leona tampoco ha concretado demasiado nuestro campo de acción...

Todas estas preguntas no las podría haber hecho con la recién mencionada... Simplemente el hecho de preguntar tantas cosas hubiera podido ser considerado algo "incorrecto", sin embargo sabía que Maestro era una persona de acción. Posiblemente sabía comportarse como un caballero, pero cuando se trataba de misiones y peleas se dejaba de tonterías e iba al grano...

Esperaba de hecho que aunque hubiera algo que él no hubiera preguntado adecuadamente él se lo diría. Seguramente le diría también que debería saberlo o que tendría que haberlo preguntado, aprovechando para darle una pequeña reprimenda, pero él prefería una corrección y saber todo lo necesario y no que todos terminaran con una sonrisa en sus bocas y un vacío en las cabezas.

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17/08/2013, 12:15
Ace Velvet

A Ace, con su sencilla bolsa de viaje, no le costó cargar con su equipaje lo mismo que a otros compañeros con más “carga”. Se sorprendió un poco al ver a tanta gente reunida para viajar, esperaba que el increíble número de viajeros no los retrasase pues debían moverse con presteza por el continente.

Ver a Lionel entre los presentes turbó la tranquilidad del inquisidor. Le dedicó una mirada desdeñosa y trató de concentrarse en sus amigos para no pensar más en el dragón. Desde el momento en que aquellos dos jóvenes se enemistaron definitivamente la relación había sido muy difícil. Los continuos roces los habían llevado a enfrentarse más de una vez. No eran burdas peleas, los dos preferían blandir sus aceros en una suerte de duelos “limpios”. La situación no había llegado a desbordarse nunca como la primera vez, pero su manera de canalizar el odio que sentían el uno por el otro era de una manera extremadamente competitiva que, para bien o para mal, no estaba prohibida. Ace pensaba que si no tuviesen la regla de no usar sus dones en los duelos Lionel ya habría tratado de achicharrarlo numerosas veces, pero a él también le tentaba a idea de ensartarlo unas cuantas veces con sus espadas.

- Adalbert – llamó al guardia que había escogido para que lo acompañase – Yo iré en un carruaje junto a mis compañeros, no te preocupes – sonrió.

Mientras el hombre le respondía con alguna frase ingeniosa, Ace notó que le tiraban del brazo y descubrió a Juliette tirando de Eriol y de él para subir a los carruajes. Se despidió con la mano de Adalbert y acompañó a sus amigos.

Aunque el viaje en el carruaje era ciertamente largo, resultó ameno. Demasiado tarde como para arreglarlo, Ace se dio cuenta de que no había traído lectura para el viaje. Se sumió en una especie de abstracción mientras trataba de inventarse un final para el libro que había estado leyendo, práctica extraña sin duda. Trataba de conversar, pero tenía muchas cosas en la cabeza. No solo su peculiar entretenimiento sino inquietudes y dudas que tenía respecto a aquel viaje. Ellos todavía eran meros inquisidores noveles, y aun así les había sido encomendada una misión de gran importancia. Debían estar a la altura o… o las consecuencias podrían ser terribles.

Los constantes intentos de Juliette por devolverlo al mundo real le arrancaron alguna sonrisa, pero él volvía a sumirse en sus propios pensamientos muy rápidamente. Llegó un momento en el que se cansó de pensar y durmió un poco. Pese al aparente aburrimiento en el tramo final, Ace consideró que no había sido su peor viaje. Todavía les quedaba mucho camino así que…

Llegar a La Fe inundó al inquisidor de sensaciones conocidas. El olor salino, el sonido de las olas. Estaba seguro de que Gilbe percibiría todo aquello mejor que él, pero Ace también era capaz de apreciarlo en cierto modo.

Bajar del carruaje fue casi una bendición. Ace estiró los brazos y las piernas como si llevase metido en una caja un día entero, incluso bostezó. Se permitió poner los brazos en jarras y respirar hondo mientras miraba en dirección al mar. Pero el momento de relajación duró poco, Maestro los reunió para darles las siguientes instrucciones. Juliette se colgó de su brazo en ese momento. Él sonrió, con sinceridad.

- No hace falta que pongas esa carita, July. Sabes que si vamos en el mismo grupo voy a cuidar de ti.

No en vano, Ace estaba increíblemente agradecido con ella. Cuando su don telequinético no era más que un estorbo en las clases de Dóminar, ella no lo trató con desdén e incluso accedió a ayudarle cuando él la necesitó. Compartían un don y una amistad desarrollada a lo largo de los años. El joven inquisidor se alegraba de ir con ella en el grupo, si había cualquier problema sabía que podría contar con su ayuda.

Tenían poco tiempo para comer, y por si fuera poco Maestro había querido cenar con ellos. Él era un hombre de acción, y estaba dispuesto a despejar las inquietudes que pudiesen seguir teniendo después de hablar con Leona.

Durante la cena sólo comió y escuchó, las preguntas de sus compañeros eran realmente acertadas y él ya había despejado la mayoría de sus dudas con Leona. El comentario de Elohim y las sonrisas que cruzaron él y Eriol hicieron que las espadas de Ace tintinearan de nuevo. En un esfuerzo por no reír se había mordido el labio inferior, pero las matrices que mantenía continuamente, vivo reflejo de su mente, temblaron. El joven hizo lo posible por amansar las cintas doradas que ondeaban, en una vibración sutil e invisible que sólo se percibía por su consecuencia física. Llevó la mano izquierda a su cinto para detener aquel alboroto semejante a un concierto con campanillas.

Casi le avergonzaba haberse ganado la fama de frío y desalmado y no poder resistir reaccionar ante lo divertido de aquella situación. 

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18/08/2013, 12:51
Richard Wivernfall

Con el alba la reunión de la comitiva a las puertas de Caedus fue formándose y Richard, que no fue de los primeros en llegar, llegó relativamente más tarde que sus amigos, pero no fue el último del grupo. Conociéndose, la noche anterior había hecho todos los preparativos y se había acostado pronto, para amanecer de la forma más despejada posible, y funcionó. Sorprendentemente su cara estaba totalmente lúcida al contrario que la de muchos otros amigos, como Eriol, que las ojeras le llegaban a los pies. Su silueta era extraña y cuando la luz del sol desveló el motivo era la gran cantidad de equipaje que cargaba. Por mucho que hubiera preparado para el viaje lo que cargaba en sus espaldas era sin duda un petate para dos personas, sin embargo el “pequeño dragón” no parecía inmutarse del peso, que parecía ser el de una pluma a sus hombros.

Efectivamente cargaba con el equipaje de dos personas. No llegó solo, una chica envuelta en una camisola y un corset, con una falda larga que le llegaba al suelo de colores verdes esmeralda, le acompañaba. Era la guardia eclesiástica que le había asignado Kamus el día anterior para suplir sus cadencias y apoyarle. Se llamaba Ayalgue y no tenían demasiado trato entre sí, pero se estaban conociendo rápidamente como era habitual en Richard. A primera vista no parecería un guardia o alguien peligroso sin embargo, poseía las habilidades precisas.

Con soltura y sin mostrar un ápice de agotamiento, recolocó todo el equipo entre los medios de carga y hasta la salida, que fue poco tiempo se relacionó con algunos de los altos inquisidores. Como no, a Petros fue al primero que se dirigió y por consiguiente al grupo que estaba con él: Owen, Judith, Maestro, etc. No se fue hasta que se despidió de todos y cada uno de sus maestros agradeciéndoles por su entrenamiento, por su formación y por en quién le habían llegado a convertir. Notó la aprobación y el orgullo en varias miradas. No necesitaba nada más para partir seguro de sí mismo.

**********

Cuando tuvieron que repartirse entre las caravanas no hubo demasiado problema. Tenía claro que compartiría coche con Kael y el resto, pues se sentiría a gusto con todos pero agradeció la compañía de Gilbe en especial. Junto a él montó su acompañante.

-Nos queda un largo viaje por delante. Os presento, esta es Ayalgue y no se va a separar de mí en toda la misión.- Pese a ser su escolta y que estaba allí para protegerle a él, Richard poseía hacia ella un sentimiento recíproco. –Tratadla bien.- Guiñó.

-Encantada- Dijo ella con educación y una leve reverencia con la cabeza. Parecía sociable, pero estaba entre gente que no conocía demasiado.

-Vaya. Somos un grupo de lo más variado, tanto de hombres como de mujeres. Me gusta.- Fue un intento de romper el hielo entre todos los rostros nuevos y al parecer funcionó. A varios viajeros se les escapó una sonrisa, bien fuese por el comentario, o bien fuese por lo sencillo que parecía el chico.

**********

A la hora pactada, los carruajes y la caravana en general emprendieron la marcha como estaba previsto. Kael no tardó mucho tiempo en bajarse para viajar a pie y Richard estuvo a punto de seguirlo pero se detuvo en seco cuando a través del ventanal, observó cómo hablaba a solas con su guardia. Se sorprendió de lo relajado que le vio con ella. No solía estar así muy a menudo. Menos con mujeres. De forma que continuó sentado hasta que las conversaciones iban apagándose y, sobre todo, hasta que el hormigueo de su trasero fue insoportable. Cuando no pudo más salió al exterior y se encaramó al techo del carromato para sentir el aire en su rostro. Con los ojos cerrados y el sol y el viento acariciándole su tez, se relajó profundamente hasta que una gran sonrisa se plasmó en él. Aprovechó para meditar, canalizar su alma y abstraerse del mundo, haciendo el viaje mucho más ameno. Llegó a sorprenderse incluso cuando se encontró a Gilbe a su lado. Jamás oiría a ese chico si se le acercara por la espalda.

Poco a poco la silueta de La Fe fue formándose en el horizonte y al arribar al puerto primero que alcanzaron a ver fueron las dos estatuas de los arcángeles, de un tamaño colosal que custodiaban el tránsito marítimo. La ciudad en  general era ostentosa y llena de riqueza. El comercio era la sangre que la mantenía viva y el trajín de gente no parecía terminar a ninguna hora. Sin embargo, como toda gran ciudad, seguía siendo demasiado artificial. A Richard le habría gustado contemplar las vistas desde cualquiera de los dos ángeles marmóreos. No era el momento pero se prometió que a la vuelta no se olvidaría de hacerlo.

No era momento para ensimismaciones. Las ruedas de la caravana se detuvieron y poco a poco abandonaron uno a uno el vehículo frente al puerto. El aire salado entraba en sus pulmones y la noche la adornaba el incesante canto de las gaviotas. El suelo que pisaban sus pies fue cambiando de la piedra que definía los caminos a un paseo formado por tablones de madera. Robustos y resistentes, pese a que Eriol no paraba de mirarlos dudando de su seguridad momento que Richard aprovechó para asustarle zarandeándole por la espalda al grito de:

-¡QUE TE CAES, QUE TE CAES, QUE TE CAES!-

Eriol palideció en un segundo mientras Richard se reía con ganas. El payasete nunca parecía enfadarse, pero por su reacción no hubo duda de que a él no le hizo nada de gracia la broma.

Maestro apareció, gritando con voz militar, y con precisión militar todos se colocaron en formación frente a él. Los juegos, se habían terminado. Ante su presencia todos actuaban de otro modo. Más duro, más serio, más marcial. Seguía habiendo bromas, sí, pero de otra manera. Aunque parecieran autómatas que obedecían órdenes, seguían siendo jóvenes, nerviosos por su primera misión y con ganas de diversión. Debían cenar antes de embarcar y Maestro se llevó a los Inquisidores con él a su mesa privada. El resto de guardias se mantendrían cerca y atentos a lo inesperado.

La cena estaba siendo abundante y deliciosa. Iba a ser una lástima ver que más de uno la repartiría por la cubierta del barco esta noche, cuando empezaran los vaivenes en la mar, fruto de la inexperiencia de navegar. El profesor de esgrima manejaba los finos cubiertos de la cena con la misma destreza que manejaba a Desalmada, y directo al grano, les recordó la premisa fundamental de la misión: Discreción. Luego, como de costumbre, comenzó la ronda de dudas y preguntas. Siguiendo un orden y mostrando respeto por sus compañeros, cuando llegó su turno habló.

-Maestro. Hay algo que me hace dudar. Si nuestro principal objetivo es actuar en la sombra, especialmente mi grupo- hizo un arco con el brazo abarcando a su equipo- ¿sería recomendable participar en eventos como la “Justa” o el “Tao Zan”? Del mismo modo que podríamos demostrar el poder y la importancia de nuestra organización, nos convertiríamos en un foco de atención con sus respectivos peligros.-

-Y por otro lado: Sun Tzu, Tao Zan, los Yermos, los desarrollos de Lucrecio… cuando lleguemos habrá demasiados frentes que requerirán nuestro interés y sin embargo no tenemos prácticamente información de ninguno de ellos. En especial de los rumores del huevo de dragón, algo que sin duda debe tratarse de una falacia, pero es un riesgo que debemos comprobar.- Al hablar del tema Richard se mostró más tenso que de costumbre. – Los templarios no dejarán pasar un rumor tan jugoso por lo que es muy fácil que nos veamos las caras. Pero volviendo al tema de la información general, estoy seguro de que la inquisición tiene espías informadores en Arkángel y usted sabe a por dónde y quién deberíamos empezar.-

Se recolocó en su asiento esperando las respuestas y agarró una manzana y un cuchillo. Comenzó a pelarla con soltura para provocar indirectamente a Maestro con una media sonrisa en la boca, a una inocente competición de habilidad. Un juego por ver quién de los dos resultaba más hábil.

 

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18/08/2013, 15:32
Maestro

Maestro escuchó a los jóvenes conforme le iban consultando, e iba respondiendo uno tras otro. A diferencia de Leona, el hombre replicaba en cuanto alguien terminaba de hablar y él meditaba y preparaba su respuesta. Era por todos sabidos que el intelecto de Maestro no era tan brillante como el de Blanchett, y su capacidad para Memorizar era menos notable. Pese a ello, como todo, era algo lógico teniendo en cuenta que cada individuo destacaba por una razón distinta. Pese a tener menos poder social, Maestro seguía siendo un Alto Inquisidor por sus méritos durante décadas al servicio de la organización y por su sobrada Maestría en el combate, tanto en la vertiente ofensiva como defensiva del mismo.

Asintió a Kael sin problemas, mirándole con un cabeceo, y le dejó hablar. Se revolvió un tanto inquieto en su asiento, y tragó los pedazos de comida de forma pesada como si temiese atragantarse. Con un par de señales con la mano pidió un poco de tiempo, pero finalmente, habló. Estaba claro que aquel tema era espinoso, delicado, y preocupante para él.

- Bueno, las Artes Sociales siguen siendo competencia más propia Leona- se excusó, no para reseñar que debían habérselo comentado a ella, sino porque ciertamente, nadie podría darles una respuesta exacta y no quería cargar con la responsabilidad-, pero puedo deciros que la cuerda lleva demasiado tensada mucho tiempo- clavó un cuchillo en la comida a modo de realzo-, y seguimos soportándolo como podemos. Mi recomendación es que seáis astutos y responsables en ese sentido- apuntó, ahora si, como consejo y respuesta-. Si lo que vayáis a hacer puede llegar probadamente a oídos individuos indebidos, generalmente será mejor comedirse- repiqueteó en la mesa con una mano-, pero si podéis demostrarle a los Templarios quienes somos sin perjuicio de terceros, adelante.

Sonrió abiertamente. Quizás otro les recomendaría que no, pero era imposible marcar los límites, y aunque seguían siendo soldados y había una jerarquía, la responsabilidad también recaía sobre sus hombros. Eran dueños de su proceder, y como bien había apuntado Leona el amanecer del día anterior, ponerle barreras a la flexibilidad y versatilidad era mala idea.

Maestro apuntó que sencillamente se apartasen, forzasen o pasasen desapercibidos según premio y castigo que fuesen a recibir por ello. Debían mirar primero por el bienestar de la Inquisición y de los ciudadanos, pero también debían desgastar a sus rivales si tenían ocasión. No en vano, aquello era un baile de buitres para ver quién se quedaba con más terreno.

* * * * * * * * * * * * * *

- La Inquisición tiene refugio en muchos sitios- aseguró Maestro serio y confiado ante la pregunta de Elohim sobre lugares francos-. Sin embargo, por motivos de espionaje y organización- y que de algún modo debían ser independientes como profesionales- probablemente deberéis buscarlo vosotros- negó con la cabeza como si meditase algo-. Romeo- el Sumo Inquisidor, Exxet- quiere instaurar un segundo Caedus en la Santa Sede vacía de Arkángel- curioso, pues según Charlotte eso era tarea de Magnus, aunque claro, eran tal para cual-, pero sus negociaciones no van muy bien. Sea como fuere, el alojamiento dependerá de vosotros. Podéis estar juntos o dividiros, pero reuniros periódicamente.

Ante lo que siguió, Maestro esbozó una amplia sonrisa. No solo por el halago, pues el hombre sabía perfectamente cuales eran sus capacidades y en qué materias. Si le pedías que te pintase un cuadro te echarías a reír al ver su patético intento. Lo mismo pasaba si le pedías que seduciese a ninguna burguesa. Pero tras echar un ojo a Eriol siguiendo la mirada de Elohim, se echó a reír.

Maestro se quedó mirando unos segundos a Eriol antes de responder. El hombre se puso en pie, dio la vuelta a la mesa y palmeó el hombro del chico. Se excusó ante el grupo y se dirigió a la parte de la estancia donde Petros Salieri, el Alto Inquisidor y profesor titular de Artes Marciales y Dominio Espiritual, hacía lo mismo que Maestro pero con otros Inquisidores, probablemente destinados a otro fin. Nótese allí la presencia de Cedric y de Lionel, El Dragón de Caedus.

Con una petición de Maestro, el Tecnista y Shelinne, la Artista Marcial predilecta del hombre, se levantaron y fueron a hablar con él en un rincón del salón. Maestro preguntó, el Tecnicista respondió y la Dómine replicó algunas veces cuando alguno de los se le dirigía. La mujer, de carácter encogido y notoriamente tímido, pese a destacar en determinadas aptitudes Atléticas nunca había llegado a preocuparse por la Esgrima, razón de que Maestro no estuviese entre los santos de su devoción. Algo también favorecido por la diferencia de carácteres. Al final, sin embargo, Maestro hizo una pequeña reverencia y dejó al Maestro de Estilo y su pupila volver a su propia organización paralela. Sin preguntas.

- Es necesario tener conocimientos de Artes Marciales para participar en el Tao Zan- justificó cuando alcanzó la mesa, aún de pie. Parecía que dado el carácter relativamente informal del lugar y la reunión iba a tomarse esa libertad-. Supongo que Eriol vivirá un día más- añadió con una sonrisa palmeando el hombro del respectivo-. La Inquisidora Shelinne- nótese la distancia de trato por falta de confianza- está interesada en participar, y Petros tiene serias dudas sobre hacer lo propio o mantenerse al margen- se encogió de hombros y acarició la funda de Desalmada en su cadera-. Sabré pelear sin armas, pero mi estilo de lucha corporal no es más refinado que el de un perro callejero.

Y tenía toda la razón del mundo. Maestro sabía combatir Desarmado, pero sus puñetazos y paradas eran eso, golpes romos  depurados en habilidad pero no en técnica. Por otro lado, el hombre ni siquiera se había planteado hasta ese momento la posibilidad de ingresar en la competición. Además, estaba claro que no era omnisciente, pues no sabía las normas exactas que seguía aquel juego marcial. Sabía lo que todos, al parecer. Ni más, ni menos.

- Bebe, bebe- animó a Eriol en tono de broma, casi como si estuviera retándole-. No habrá agua, pero igual saco tiempo para verte desde las gradas- sugirió. El hombre estaría ocupado, pero sin duda, antes que dedicar su tiempo a mofarse del Encantador Inquisidor, probablemente sólo quisiera verle combatir y medir fuerzas con individuos más allá del Monasterio. Todo fuese dicho, era útil ver qué hacía su antiguo alumno fuera, en el mundo real, usando sus capacidades.

Miró a Ace y su tintineo, y pareció sonreír de forma extraña, como un grandullón que no comprendía del todo algo pero lo intuía. Sabía qué capacidades tenía Ace, pero no podía ver sus doradas matrices psíquicas.

* * * * * * * * * * * * * *

Ante Derek, asintió, pero de una forma un tanto más pesada. Más de profesor recordando ciertos entresijos de su trabajo a quien precisaba un recordatorio.

- Aquí se habla mucho de Diplomacia- apuntó con cierto desdén a esa palabra-, pero como bien sabéis, hacía décadas ningún Inquisidor se ponía a los pies de un noble- claramente, recordaba tiempos mejores, y eso lo enfadaba con el mundo en general-. Que ahora el apellido Blanchett, el título de Santo, o ciertos gustos por la nobleza y el encanto de un exótico luchador oriental que mata sin armas- apuntó barriendo con la mano al grupo de las "Altas Esferas", como las llamaba Leona- deban valerse para más fines que eliminar herejes no significa que no sigamos siendo nosotros.

Señaló a Derek con un dedo índice, grueso, y limpio. La mano estaba endurecida y perlada de cicatrices, arrugas de la edad músculo. No era un dedo acusador, sino uno delator. Un apunte directo y claro.

- Tú y tus compañeros- barrió a los cuatro pertinentes-, haréis el mismo trabajo que yo. El que siempre hemos hecho. Vuestra labor es oficialmente diplomática- aseveró tono de "no todo es como lo pintan".

- Moverse por los barrios bajos, vestir una capucha y entrar en Palacio por la puerta trasera para hablar de tapadillo con el Caballero del Cielo. Ese es vuestro trabajo- explicó. No se contradecía con lo que había expuesto Leona, pero lo decía de una forma bastante más clara. Era obvio que la mujer estaba mucho más familiarizada con su rama que con la de Maestro, de ahí precisamente que este quisiese hablar con ellos antes de zarpar-. Por otro lado, debo decir que nunca subestimes el poder de la palabra Inquisidor- asintió palpando a Desalmada como si la necesitase-. Para muchos no significa nada, pero eso se debe a que hacemos bien nuestro trabajo.

Sonrió de forma amarga. La gente sabía que su papel era protegerlos de herejes, brujas, y demás cuentos. Pero precisamente, el hecho de que nadie recordase a herejes, brujas y demás enseres más que en cuentos e historias, hacía que muchos se mostrasen escépticos para con la Inquisición. Otros, por suerte, seguían firmemente agradecidos para con la organización. Contaban a sus hijos historias de monstruos bajo la cama... pero respiraban aliviados al saber que enfrente cenaba alguien con la Cruz de Sangre grabada en la hombrera.

En pocas palabras, Maestro dijo a Derek que, sí, tendrían que gustar sucio. Comprendía que no le gustase, y lo respetaba, y era un medio que a él tampoco le gustaba, pero lo había asimilado durante años como necesario. Maestro había renunciado, según se decía, a su nombre y su trabajo de campo por algo relacionado con su última misión, pero ahí estaba, con Desalmada enfundada y partiendo fuera de los muros. A él tampoco le hacía ninguna gracia, pero era necesario. Por eso comprendía tan bien a Derek Volarn. La pregunta le había hecho responder de forma un tanto brusca, pero no porque Derek hubiese preguntado algo que no debía, sino porque era un tema que tocaba de cerca a Maestro. Su rudeza no iba contra el Acróbata, sino contra el mundo en general. Y aún duraba, como el influjo de la luna sobre el océano...

* * * * * * * * * * * * * *

Fue enumerando con los dedos al responder a Gilbe. Le caía bien, y parecía estar redirigiendo sus energías hacia un fin que le hacía parecer más vital, pero también más rápido. Como el decía siempre en sus entrenamientos...

- Un guerrero debe estar atento en todo momento y no bajar la guardia nunca.
- ¡Muy lento! Debes ser veloz como un ciervo.
- ¡Mal! Debes atacar rápido y certero como una serpiente.
- ¡Estás nervioso! Debes estar tranquilo como las aguas en calma.
- ¡Mal esquivado! Debes ser escurridizo como una anguila.
- El hombre que teme la derrota ya ha sido derrotado.
- El miedo hiere más que las espadas.
- Hay que ser imprevisible, no hagas nunca lo que esperan.

Estaba aplicando varios de sus consejos, pero no el cuarto. Como todos, o casi todos, Maestro era Humano.

Asintió a Gilbe y fue respondiendo. Parecía hacer esfuerzos para recordar, y resaltaba dedo a dedo cada pregunta.

¿qué hacemos si a algunos de nuestros compañeros, sin contar al Santo, les ven usando sus habilidades?

- Acudir al Santo o la Iglesia. Levantarán una cortina de humo- levantó el pulgar-. Si podéis cubrirlo solos, hacedlo- suspiró e hizo rechinar a Desalmada-. Y si para cubrir a cien hace falta sacrificar a uno, no quedará otro remedio.

Si alguno de los templarios, o cualquiera de las personas relevantes de Arkangel, utiliza habilidades sobrenaturales, ¿debemos capturarlos? ¿Y si las cosas se ponen difíciles, podríamos... acabar con ellos?

- Teóricamente, sí- índice levantado-, pero no. Salvando el registro de Santos, sólo la Emperatriz abandera determinados poderes en individuos muy contados- aseguró con cierta disconformidad-. Si es alguien demasiado poderoso o influyente, o que bebe del regazo de alguien así, pisad con cuidado- precavió. Un Caballero del Séptimo Cielo sabía sobradamente varias técnicas de Dominio Espiritual, pero normalmente no las revelaría en público-. Pero por norma general, ni los Templarios ni los Señores de la Guerra gozan de tolerancia en este aspecto- y apúntese el "por norma general" supeditado a lo anterior-. Sobre la Orden del Cielo... son los hombres de la Emperatriz.

Una forma refinada de decir "espero sinceramente que su nombre siga siendo un símil y no un reflejo de sus capacidades". En parte, porque era muy mala idea coger a un soldado de la Emperatriz y acusarle de herejía, aunque claro... teóricamente ningún agente de la Emperatriz debería ser tan estúpido como para lucir abiertamente esos poderes ante un Inquisidor. Era como enseñarle un hueso a un perro hambriento y esperar a que la correa le retuviese.

Sería interesante mantener contacto entre los dos grupos, ¿no? ¿Cómo lo haríamos?

- Reuniones periódicas- se limitó a decir el hombre. Levantó el dedo corazón. Tres dedos. Duda ya resuelta el día anterior por Leona, aunque perdida en los recuerdos para muchos. Demasiada información, era lógico.

Estaba pensando que tal vez sería interesante que alguno de los que estamos en el grupo de los bajos fondos no existiéramos. Quiero decir, si a Arkangel llegan 9 inquisidores y todos ellos están en vigilados y hay un robo en una de las habitaciones de algún señor de los Yermos, nadie se pensaría que nosotros estaríamos implicados... ¿Es eso factible?

- Habrá mucha gente en Arkángel- explicó Maestro-. Demasiada como para acusar a nadie a ciegas- añadió para aliviar al invidente-. El espionaje podría delataros, si tiene lugar, que lo supongo, pero este sólo llega a algunos oídos- puntualizó. Era normal que quizás las facciones se mirasen por encima de la valla unos a unos. Que hubiese una materia llamada Artes del Subterfugio lo declaraba como real-. Es factible, Gilbe, pero dependerá de vosotros.

¿digo bien si digo que los miembros de los bajos fondos tenemos como prioridad buscar criaturas impías para ayudar al pueblo? ¿O debemos hacer eso pero también implicarnos subversivamente en las intrigas políticas? Leona tampoco ha concretado demasiado nuestro campo de acción...

- Dices bien- aseguró levantando el olvidado cuarto dedo y seguidamente el quinto-. Vosotros buscáis humo y lo apagáis. Secundariamente, plantad árboles- dijo en metáfora. El humo eran las criaturas impías. Plantar árboles era actuar con diplomacia- si aparece una semilla y tierra fértil en el camino.

Leona nunca había hablado en clase de cómo mataba criaturas sobrenaturales. De cómo negociaba con nobles, sí. Naturalmente, ella no sabía exactamente cómo concretar el campo de acción. De ahí, nuevamente, la presencia de Maestro en aquella reunión informal. Era posible que estuviese allí para reforzar los cabos sueltos de Leona a posteriori.

* * * * * * * * * * * * * *

(0:30 en adelante. Nunca antes)

Ante Richard, el hombre se sentó y reposó. Su respiración bajó y se serenó, como si él mismo estuviese probando las técnicas de relajación que usaban los Dómines. Era casi cómico imaginarse a Maestro intentando meditar o inspirar y expirar lentamente siguiendo los consejos de Petros, con quien, la verdad, tenía muchísimo trato. No en vano, este era su principal competidor en cuanto a habilidad marcial se refería, pero por todos sabido era que Maestro defendía mejor y manejaba muchas más armas, aunque no era tan versátil ni de lejos en cuanto al dominio del Alma se refería, y ello se notaba al enfrentarse a las Técnicas del, valga la redundancia, Tecnicista. Sea como fuere, si estaba siguiendo un consejo de Petros, no lo demostró. Era orgulloso para algunas cosas sin importancia, pues modesto era para las que debía.

Al ver las intenciones del joven, el hombre cogió su cuchillo y una manzana y asintió con la cabeza mientras respondía. Con la destreza de un cazador veterano el hombre comenzó a arramblar con el cuchillo removiendo la piel sin llevarse la parte más jugosa. No tardó ni diez segundos en quitarla toda de forma casi perfecta. Sonrió ampliamente al acabar, pues el trabajo de Richard, aunque bueno, no dejaba de ser algo que cualquier presgitador podía conseguir con suma facilidad. Ciertamente, todo fuese dicho, el primero había tenido la fortuna de su suerte robándosela al segundo. Si se hubiese invertido, el Tecnicista hubiese ganado al Maestro en Armas.

- Podéis participar en un evento bélico y luego poneros un hábito y salir a las calles con disimulo- sugirió el hombre de forma distendida aún mientras pelaba-. Cierto es que limita el desconocimiento de vuestro rostro, pero el beneficio de participar puede ser mayor que sus desventajas- terminó y, obviando su victoria, señaló con el cuchillo, apoyado sobre un dedo, a richard-. Llamar la atención puede ser un peligro, Richard, pero no sólo para ti si haces de ello una treta- sonrió ante la sugerencia e hizo rodar la manzana por la mesa. Puso el cuchillo medio metro por delante, y cuando la manzana lo alcanzó, se clavó en él-. Arkángel estará lleno de peligros, pero vosotros seréis uno de ellos.

Ante las dudas esperables sobre el Huevo de Dragón y determinados asuntos de índole científica y militar, el hombre asintió de forma un tanto más lenta antes de responder. Era bastante consciente de ello, y todos tenían que asumirlo.

- Dedicaros a lo que podáis. Priorizar según dónde os creáis más necesarios o útiles- le sugirió dándole vía libre para paliar sus dudas y sospechas-, pero si algo se os pone delante, tirad del hilo. No he recibido una sola prueba en mi vida que defienda la existencia de los dragones- bufó como si quisiese reírse-, salvando un puñado de huesecillos que me enseñaron Leonardo y Severus que bien podían ser de lagarto- negó con la cabeza por su opinión sobre las habladurías-. Es como si yo grito que Petros Salieri se queda dormido en los tejados cuando medita- bromeó-. Seguro que alguien se lo cree. Pero sí- concedió sin reticencia-, merece la pena comprobarlo. Sólo por si acaso.

No supo decir por dónde debían empezar. Todo frente le pareció bueno. Obviamente, recomendó a Richard los rumores de huevo de Dragón, a Elohim la Santa Sede, y a Eriol el Tao Zan. Salvando eso, no supo a ciencia cierta qué más sugerir. Cualquier cosa le parecía válida y necesaria. A qué dedicarse era decisión suya salvo que él u otro ordenase lo contrario.

* * * * * * * * * * * * * *

Siguió hablando con ellos perfilando aquellas dudas, alguna otra menor, y en cierto modo, dando también algo de conversación de carruaje, trivial pero útil. Finalmente, el hombre se levantó dando por cerrada la reunión y animó a los chicos a ir dirigiéndose a los barcos para ir dividiéndose entre los varios que iban a zarpar.

Les acompañó por el camino con los estómagos llenos de nutrientes varios contra el escorbuto y se permitió el lujo de hablar con varios de ellos. Bromas aparte, aseguró de forma bastante seria a Eriol que si lo necesitaba, se atase para "no terminar chillando como una esposa histérica al ver llegar a su marido bebido". Y por supuesto, que no se asomase al borde del barco y no mirase al mar. A Richard, aunque sabía que no hacía ninguna falta, le animó. Era bastante consciente de que Richard tenía una destreza manual muy notoria, y él sólo había aprendido lo propio para su bélico contra proyectiles lanzados o armas arrojadas. Si hubiesen pelado diez manzanas y no una, el chico hubiese sobrepasado a Maestro en una, dos, o tres pese a ser este un Alto Inquisidor con veteranía.

- Tiradas (2)
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19/08/2013, 01:19
Gilbe Klimb

Cuando se dirigían al barco Gilbe cogió a Eriol y a Juliette uno de cada brazo y caminó entre ellos mientras se apartaba un poco del resto del grupo. Anduvieron unos metros hasta que Gilbe les dijo en voz baja:

- Ayer me enteré de que tenías cierto... Problema... - dijo mirando a Eriol- Con eso de viajar en barco... El caso es que he pensado que tal vez podría ayudarte. He preparado una mixtura muy sencilla, si la tomas seguramente estarás inconsciente durante unas cuantas horas... Días si te tomas una buena dosis.

Abrió la mano de Juliette para que pudiera coger una papelina con unos polvos en el interior.

- Tal vez nos ataquen mientras estamos en alta mar, y si eso sucede te necesitaremos despierto... Pero si te puede la angustia, o si realmente sufres un gran terror, Juliette tendrá el compuesto. 

Durante un instante se quedó dudando, y finalmente le dio otro papel a Juliette:

- Esto es un antídoto específico para ese veneno. Si decide ingerirlo asegúrate de atenderlo para que no le ocurra nada, y en el caso de que sea necesario mezcla el antídoto y échaselo por el gaznate, ¿vale?

Era sin duda una situación extraña, pero Gilbe no veía el mundo de un modo normal... Un amigo suyo tenía un problema y él podía darle solución. Tal vez no era la mejor solución, pero Gilbe tenía un buen corazón y en la medida de sus posibilidades estaba intentando ayudar a Eriol. 

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19/08/2013, 01:54
- Narrador -

Uno a uno, los Inquisidores fueron subiendo con su equipaje y sus segundos a los dos barcos que mentó Maestro. Uno por la derecha y uno por la izquierda, ambos abriendo la comitiva como dos arietes por lo que pudiera pasar. Avisados estaban como mal presagio de que el Océano Calisis no estaba precisamente en su época más limpia de piratería.

Ace y Adalbert con Juliette y Gael al barco de la izquierda. Sus entrelazadas matrices de Psiónica mantenida como Innata danzaron con ellos al embarcar ante los ojos de quienes podían Ver lo Sobrenatural. Tras ellos, Eriol con Vin, vigilado de cerca por Maestro mientras el chico tragaba saliva. Les siguió Valgeir con su habitual carácter de Inquisidor oscuro y, finalmente, Derek. Cinco Inquisidores. Maestro embarcó con ellos, y manifestó abiertamente que por la fobia de Eriol.

En barco de la derecha embarcaron Kael y Ágatha, Gilbe y Marie, Elohim, Richard y Ayalgue y, finalmente Victoria. Astraega, junto con Bernadette, subieron después al barco que seguía directamente el rebufo de aquel en el que iban los cinco. La Inquisidora que subió con ellos fue Leona Blanchett.

Eriol habla no muy distraídamente con Maestro aferrándose a una cuerda mientras este, sinceramente, se parte el pecho de risa. Nunca en su vida había visto a un Inquisidor con miedo al agua, y verle en aquella situación, aunque pudiera resultar un tanto cruel, le resultaba cuanto menos cómico. Pese a ello, el hombre no dejaba de ser piadoso y comprensivo, sin menospreciarle como Inquisidor por su particular fobia. Ahora bien, no sería él quien le mandase a una incursión a la isla de Tol Rauko, eso desde luego. Si el barco se hundía antes de llegar a tierra firme, la Inquisición perdía a Eriol.

Una conversación animada se gesta en ese barco con Ace y Juliette probando de tapadillo sus artes frente a un tablero a luz de una lámpara de aceite y bajo cubierta. Valgeir fuma y ocasionalmente interviene entre Eriol y Maestro. Derek hace lo propio, aunque sin fumar e interesándose por la tripulación dado su carácter curioso.

En el barco contrario Richard pela un manzana con un cuchillo mientras Elohim siente una honda nostalgia por la distancia con Ace. Dialoga y lima asperezas con Kael y Richard, discutiendo animadamente sobre las pesquisas del trabajo de la Inquisición y la Iglesia y las diferencias entre estamentos sociales, tipos de fe y métodos para hacer y sentir las cosas. Pese a todo, seguía tratándose de individuos razonables, cabales y, rivales o no, compañeros de confianza. Gilbe habla con Leona y descubre la inutilidad que le supone un catalejo. Necesita que sea la Inquisidora quien le diga en qué barco se encuentra Mary Jane Cone. Varios por detrás, todo sea dicho, junto con Lionel y Cedric.

Pero todos duermen antes o después durante ocho horas o cincuenta minutos según sus capacidades. Pese a todo, la tripulación mundana no les perturban mientras estos últimos dejan correr las horas leyendo, hablando o mirando por los agujeros de los cañones la luna abierta en canal en mitad de Calisis. Pasan las horas entre olor a salitre, el rumor del oleaje y los susurros de la tripulación en Latín o un Dialecto que se acerca al pirata sin llegar a este. Deformación de mar.

Paran al amanecer en una pequeña avanzadilla levantada sobre un pequeño islote. Los Inquisidores se reúnen brevemente y comentan sus noches anteriores y la perspectiva. Se estima que el viaje hasta el final del destino es de dos días más. 2 de Julio, llegada el 4º de mes en la madrugada.

Eriol besa el suelo de la fortificación en la pequeña porción de tierra y Maestro aprovecha para afeitarse con una cuchilla. Mary Jane Cone le pone la zancadilla a Gilbe y Cedric lanza una mirada de desprecio a Derek mientras este enjabona y lava su camisa al borde del muelle. Pero tras media hora, cada uno vuelve a su barco y todos despegan con la misma fuerza que antes.

Un frasco en la mano de Eriol revela cierta ayuda de alguien con su problema, pero Maestro vigila de reojo a cada hora crítico para comprobar si el joven decide hacer frente a sus miedos o por contra se vende a un paliativo rápido.

La comitiva de barcos recorre millas de agua con las velas a toda mecha. Los Capitanes de los navíos protestan repetidas veces por lo inusualmente errático que se muestra el viento con ellos. Pese a no haber tormenta ni oleaje preocupante, aseguran que esas no eran sus estimaciones previstas para el temporal. En algunos les favorece, en otros les retrasa. En cualquiera de ellos, no parecen satisfechos por el temor a lo desconocido y a los imprevistos.

Algún Inquisidor osa hacer una Valoración Mágica o Análisis Sobrenatural de la situación, pero nada parece revelar ningún tipo de influencia mística o extraña en el ambiente. Parece ser sólo un fenómeno climático extraño e inusual.

Al atardecer del tercer día se detienen en un pueblo costero en las faldas de la Cordillera de Reiz. Según comentan los portuarios del lugar, allí siguen las normas pactadas en los Estados Episcopales y no dan cobijo ni trato a los Piratas, lo cual les ha granjeado cinco saqueos a lo largo del año. Uno hace no más de una semana, lo que provoca cierta preocupación en Maestro, Leona, Evangeline y Mary Jane, que al parecer eran los dirigentes visibles de aquella travesía marítima. Petros Salieri y los demás intervenían, aunque finalmente, se hace ir a los cuatro primeros barcos bastante más adelante de lo previsto.

Los barcos zarpan cuando el sol se pone. Primero aquellos cargados con más Inquisidores, después los de la Guardia Eclesiástica y finalmente los de la nobleza y la burguesía. Unos a otros sólo se ven en la distancia, al final, con un cuarto grupo de Guardias cerrando la comitiva. Todo salvo el viento sigue normal y no tiene lugar ningún avistamiento de barcos piratas. Cruzados de brazos, los diez Inquisidores partidos en cinco barcos aguardan. Alguno saca los catalejos sólo para descubrir algún navío pesquero que mira con más respeto y miedo que picaresca a la comitiva de barcos. Desde luego, ningún pescador se queda igual tras ver semejante despliego pasarle a un par de kilómetros.

El mar se desvanece por un segundo. Una superficie lisa y oscura refleja los destellos del sol escondiéndose de miedo. Los Inquisidores sienten el mecer del barco y el rumor de las olas como un eco más distante, abstraídos en una fantasía imaginativa relativamente inusual. Aquello hubiese salido de los sueños de Leonardo Bolson, profesor de Ciencia, y aún así, era algo difícil de imaginar, pero no tenía ninguna otra explicación más que un pensamiento aislado en fuga.

- Están demasiado cerca. Agente, active el sistema de ocultación- dice una voz.

Unos zapatos negros y de aspecto metálico, como una armadura convertida en prenda de vestir, ascienden para dejar ver unos pantalones y una chaqueta de igual modo. La mente de los Inquisidores lo encaja así a falta de medio año para el milenio, pero se preguntan cómo una armadura parece una prenda de vestir sin poder serlo dada su falta de flexibilidad.

- Hay un patógeno en el sistema. Está realentizado. Deme tiempo, Maestro- explica educada la voz de Agente.

- Calisis 03 no tiene tiempo, Agente. La Visión Sobrenatural de todos esos Inquisidores no esperará a su patógeno- vuelve a sonar la voz del hombre en traje de metal, Maestro. Una medalla en el pecho se desdibuja en ascensión hasta llegar a una barba recortada con precisión quirúrjica-. ¿Nivel de Zeón de Calisis 03?

- Cuarenta y dos por cierto, Maestro Gaul- replica una voz indescriptible. El reflejo del metal hablando desde el techo.

- Odio la Inquisición- comentó el hombre de la armadura, a partir de ahora Maestro o Gaul, con cierto hastío.

- Sincronización al ochenta y siete por ciento, Maestro- añade la voz de Agente.

- Dama, activa el Cristal Psíquico- ordena Gaul-. Modificación de Recuerdos- solicita a Dama-. No quiero fallos.

- Maestro Gaul, recuerdo que el Cristal Psíquico de Calisis 03 está cargándose desde Maelstorm- replicó aséptico el metal-. Maelstorm que, recuerdo, generó aquel a quien vuestra odiada Inquisición llama Venganza.

-  Y aún duran los vientos, Dama. Arregla eso cuanto a...- siguió Gaul, pero la imaginación de los Inquisidores paró.

Pero cuando el mar vuelve a perfilarse, los ojos de los Inquisidores se abren como platos. De sus mentes desaparece temporalmente aquella broma de Mentalista o Hechicero, o aquella suerte de pensamiento alternativo. Y es que lo que tenían delante era bastante más apremiante que cualquier "Inquisición 2.0" pensada.

En el horizonte una bengala disparada con un cañón en pólvora roja clama a desafío. Un barco iluminado con luces rojas cual reclamo de polillas grita a los cuatro vientos que se le siga. Resuenan varios cañones y una vela negra ondea tras ser desplegada. Piratas. Y sin lugar a dudas, conducen hacia alguna trampa. El problema viene cuando esa trampa es en dirección a Puerto Misrech, el lugar de desembarco de los Inquisidores. O cambian de ruta o siguen al navío, y no parecen tener alternativas. Tras meditarlo con los Capitanes de barco, Maestro y Leona acercan los barcos para hablar. Una tabla de madera entre los dos basta para que coincidan mientras el resto hablan a voces.

Vuelven a separarse y cabalgan las olas hasta llegar ni más ni menos que a visión de puerto. Unas horas tensas de persecución en noche cerrada y sin luna. Hay quienes aún piensan en su visión de unos ajedrecistas jugando a ser la Inquisición de la Inquisición, pero la mayoría tienen sus esfuerzos canalizados en el inminente reflejo de la batalla y la fatalidad.

Fatalidad que se hace eco en las voces de la tribulación cuando distinguen cerca de puerto una flota entera de barcos piratas. Y nadie en puerto parece despegar para rechazarla, lo cual es todavía un peor presagio.

Los cuatro barcos de avanzadilla de la Inquisición frenan. Intentan esperar a que les alcancen los de los Guardias Eclesiásticos. El resto retroceden desapareciendo de la vista de la vanguardia. Aún así, a juzgar por la tribulación civil y contratada ajena a la Inquisición, el uso de facultades sobrenaturales no resulta una buena idea, y así lo manifiestan los Inquisidores al mando.

Maestro y Leona respectivamente dan órdenes a sus Inquisidores para que se preparen para la batalla. Compete a estos comandar a sus Guardias, de tenerlos. Al parecer, ninguno de los dos veteranos tiene intención de decir exactamente qué hacer a los Noveles, siendo estos libres para proceder según tengan a bien.

La mitad de los barcos de los piratas comienzan a avanzar y una fragata vira en el sitio para disponer los cañones en perpendicular y abrir fuego contra los cuatro navíos en cabecera. Y por suerte o por desgracia, los diez Inquisidores destacados viajan en primera línea, cada uno a un lado. Pronto aquello será una amalgama de barcos dispersos intercambiando tripulantes, pólvora, flechas, virotes y acero, pero hasta entonces, Eriol Lahey traga saliva y grita para sus adentros como una chiquilla histérica al ver, de verdad, un monstruo bajo su cama.

Apenas hay unos minutos para prepararse, así que es el momento para coger las armas, ponerse las armaduras, preparar los discretos ensalmos y tragar saliva para prepararse del modo que cada uno estime oportuno. Después, sólo quedará hacer frente a un temprano conflicto. Las aguas agitadas no facilitan el nado para más seña, pero al menos se ve tierra firme en la lejanía y no están en mitad de las aguas de Calisis sin un grano de civilización al alcance.

Maestro corre según los cinco Inquisidores del barco y el catalejo de Kael al interior del barco, probablemente a vestir su armadura de placas. Leona hace lo propio de igual modo ante el catalejo de Derek. Rápido, Rápido.

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19/08/2013, 17:18
Derek Volarn

Sentí un ligero dolor de cabeza, posiblemente ante el constante círculo de pensamientos, que una tras otra vez me devolvían al momento en el que Maestro me reprendía también por mis reservas. Lo grave del asunto es que después de diez años sabía que era más que probable que él tuviera también unas similares a las mías, a pesar de ello cumplía con su deber. Pensaría que la Inquisición no tenía fe en mí si no fuera porque fui convertido en inquisidor novel, aunque tal vez eso fuera una prueba más, o tal vez lo estuviera soñando y dicho sueño se estuviera convirtiendo en pesadilla. La cuestión es que durante todo el trayecto me encontré algo decaído, no para los ojos de mis compañeros pues me mostraba curioso, hablando con gente y preguntando sobre sus historias, pero quien me conociera bien vería en mi mirada como me habían afectado las dos reprimendas de dos de los maestros cuya opinión más valoraba.

El sonido de fuego de cañón me saco de mi ensoñación. No, no era un sueño, aquello era la realidad y el barco que había disparado se alzaba prepotente en las aguas de Calisis. Piratas, nos llamaban, intentaban ser el imán que atrajera nuestro hierro, nos querían arrastrar a una trampa. ¿Y cuál fue la decisión de nuestros superiores? Entrar de cabeza en la boca de la serpiente.

No pienso decir que estuviera de acuerdo con la decisión de mis superiores, precisamente Leona y Maestro, por segunda vez mi visión de las cosas se enfrentaba a la de ellos, solo que esta vez guarde silencio y me deje llevar, confié en ellos, pero en el momento de la batalla, las decisiones serían mías.

La escena al llegar a nuestro destino fue tal cual me la esperaba, aquello hacia lo que nos atraían era una flota pirata al completo que ya se encontraba frente a Puerto Misrech, el cual no parecía responder al ataque. Dos opciones me planteaba mientras me mantenía apoyado en la baranda unos segundos. Puede que el ataque fuera reciente y el puerto aun no hubiera podido reaccionar, pero pensar así seria una negligencia, un barco no nos atraería a una batalla en la que dejaría a la flota pirata entre dos frentes, el puerto y nuestra flota. Para mí era evidente, Puerto Misrech había caído tiempo ha o estaba a punto de hacerlo.

Dirigí la visión de mi catalejo a los otros barcos, y vi a la gente preparándose, y a Leona correr hacia el interior, supuse que a armarse. Cuando mire mi propio barco ya con los ojos vi la misma reacción en Maestro. Fue una señal. Corrí al interior del barco y me puse la armadura de cuero y tome mi vara, saliendo después. Conocidos y desconocidos comenzaron a tomar sus posiciones en cubierta.

- ¡Maestro… - Grite bien alto para que más personas, no solo él, me escucharan mientras apretaba fuerte el puño alrededor de mi bastón reforzado. - ..Puerto Misrech no responde al ataque, debemos ponernos en lo peor, debemos evitar acercarnos mientras los navíos enemigos sean una amenaza.

Gritaba esas palabras por encima del sonido del movimiento de las tropas aliadas, del de la madera crujir ante el vaivén y sobre el del propio agua que agitada chocaba contra nuestros barcos, mantenía la firmeza y el equilibrio sobre un barco que se movía mas de lo que a muchos les gustaría. En esos momentos no solo la tensión de la inminente batalla ocupaba mi mente, si no la preocupación por mis amigos, mis compañeros. Eriol le tenía pánico al agua, Cedric estaba lejos para cubrirme las espaldas. Ace, Juliette y Valgier, confiaba en sus aptitudes, como en las de los demás, pero no todos eran Inquisidores, no todos eran guardias, había civiles, había marineros con los que no había crecido, con los que no me había criado ¿Cómo se comportarían ellos? Antes del estallar de la pólvora, del silbar de las flechas y virotes, del chocar de los aceros de las espadas, antes del reventar de la madera contra las veloces balas, antes del humo, del olor a pelo y a carne quemados, antes de los gritos de batalla y de agonía, antes de todo eso, me descubrí alzando la voz aun más de lo que lo había hecho al indicarle a Maestro lo vacio del puerto, pues quería que todos escucharan las palabras de aliento que tenia para ellos.

- ¡Amigos! ¡Hermanos! – En mis palabras había igualdad para todos, en mi mirada la decisión del guerrero, así como en mi voz. Acaricié mi pecho a la altura del sello de mi familia, era un Volarn, ¡Soy un Volarn! - ¡Este no es el mayor reto que hemos superado, solo es un bache en nuestro camino! – Dije con seguridad. - ¡Recordad lo que somos, recordad quienes somos! ¡Somos la espada Dios! “Nunca dirás el nombre de Dios en vano”, ahora no era en vano. 

Liderazgo: Medio. Insufla ánimo a quienes estén cerca en su navío e intenta borrar en Eriol la atención de su Fobia Grave.

Estilo: Medio. Queda moderadamente bien mientras lo hace e intenta atraer la atención de más gente.

Etiqueta: Fácil. Adecuación modesta a la situación como guerrero y líder de masas.

Derek está un poco desanimado por lo que él considera reprimendas de sus ex maestros y actuales superiores, además de materias que valora mucho. Su día a día habría sido entrenar un poco y hablar con desconocidos.

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20/08/2013, 06:33
Eriol Lahey

Eriol se agarraba a una de las sogas que unía el mástil de... de... uno de los mástiles con el suelo de cubierta, con tanta fuerza que los nudillos se le quedaban blancos y al final del día tenía las manos agarrotadas. Pero no podía hacer otra cosa, la alternativa era dar rienda suelta a sus temores y hacer... ¿hacer qué? No había nada que pudiera hacer en medio del mar, para alejarse del objeto de su temor, y volverse loco no le iba a ayudar. Se forzaba a sí mismo a confiar en que al barco no le iba a pasar nada, que no iba a caer al agua. Después de todo aquellos barcos habían navegado durante mucho tiempo sin problemas, y aquellas personas vivían prácticamente todo el tiempo en el mar. No era muy probable que todo se fuese al garete y el barco se hundiera porque él estuviera allí unos días, ¿verdad? Ni que decir tiene que no logró aceptar esa idea como buena, pero el solo hecho de intentar convencerse a sí mismo le distraía un poco de su temor en sí.

Luego estaba el frasco. No se separaba de él ni un instante y constantemente lo sacaba del bolsillo para examinarlo. No quería usarlo, la parte racional de su personalidad, la que luchaba por mantener el control frente a la fobia, le decía que huir cobardemente de la misma no era forma de superarla. Claro que la otra parte, la atemorizada, no creía que fuera a superarla nunca y de hecho no veía porqué tenía que superarla. Había sido muy feliz durante años sin barcos ni océanos ni ríos ni siquiera lagos. ¿Para que afrontar sus temores cuando podía rodearlos y dejarlos atrás?

¿Porqué no se tomaba el contenido del frasco entonces? Porque aquello no era un capricho, estaba allí para hacer algo y no podía ni quería rehuir su responsabilidad. Bien podía hacerle falta a sus compañeros en cualquier momento y por inútil que resultara en ese estado, era mejor que inconsciente en una hamaca en el interior del barco. Y no solo eran razones prácticas sino que también su ego le mantenía allí. Sus compañeros, Maestro, los marineros, todos le veían y su cobardía les inspiraba lástima o les provocaba carcajadas indistintamente, pero al menos había algo de respeto en ellos, porque todos podían percibir claramente que por asustado que estuviese, Eriol luchaba por mantener la calma e intentar actuar de forma normal. Si cedía y injería el líquido del frasco, si se retiraba a sus sueños a dejar pasar el tiempo, no solo todos los de alrededor lo sabrían y le despreciarían por rendirse, sino que él mismo sería el primero en recordarse toda la vida cómo se rindió sin pelear.

Eriol era un payaso, y era muy difícil hacerle pasar vergüenza, pero aún así tenía su orgullo, y por poco que le importara parecer tonto o estúpido cuando hacía una payasada, no soportaba la idea de decepcionarse a sí mismo, de faltar a su fuerza de voluntad. Así que se seguía agarrado con fuerza a cualquier parte que pareciese segura, y seguía contemplando el frasco, decidiendo entre usarlo, volverlo  a guardar, o tirarlo y apartar la tentación para siempre. SI no hizo lo último fue por dos razones: cobardía y amistad. Gilbe le había dado aquello pensando en él, y a pesar de que Eriol se había alegrado mucho al recibirlo, poco se debía imaginar el ciego del dilema en el que le había sumergido con su amabilidad.

****

Estaba sentado en cubierta, entre dos montones de cajas y con la espalda apoyada en la pared de la cabina, mientras Vin, sentada en una de las cajas a su derecha, le recitaba de nuevo los nombres de los nobles, aristócratas y políticos más relevantes de Arkángel.

Quien fuera que había elegido a Vin como Guardia Eclesiástica personal para Eriol no había podido estar más acertado, porque ella complementaba a la perfección muchas de las carencias del Shivatenese. Una de ellas y no la menos importante: su conocimiento sobre la alta sociedad, sus normas, sus miembros prominentes y el correcto método de actuación. Una digna estudiante de Leona.

El primer día en barco Eriol había estado demasiado nervioso, demasiado preocupado por agarrar con fuerza aquella soga como para prestar atención a nada, pero después de zarpar por segunda vez, Vin se dedicó a enseñarle todo lo que pudiera sobre la sociedad de Arkángel, etiqueta, saber estar...

Vin, sorprendentemente - al menos para Eriol - era una gran profesora. Paciente incluso con el "al límite de la histeria" Eriol, hablaba con conocimiento de causa y tenía una forma de explicar mucho más cercana, quizá porque sus edades no eran muy dispares y ella aun sabía lo que era estudiar. Además hablar con ella y concentrarse en otras cosas le alejaba algo más de pensar en lo cerca que estaba del océano. ¿Cómo no podían temerlo el resto? Era profundo, insondable, habitado por criaturas desconocidas incluso para ellos... Eriol nunca lo entendería.

Habían estado estudiando ejemplos de rechazar una invitación sin ser descortés o indecoroso, y maneras de dejar abierta una posibilidad de aceptar tal proposición en un futuro o de, por el contrario, dejar claro que no vale la pena repetir la oferta, todo ello sin ofender nunca al contertulio, cuando la visión sucedió. Eriol en principio pensó que al final se había vuelto loco, o que se había quedado inconsciente del pánico y estaba soñando. Pero aquel sueño, visión, lo que fuere, no tenía sentido. No entendió nada, solo que alguien hablaba de Inquisidores - ¿ellos? - y de Calisis, que era el maldito océano que surcaban. Pero por lo que él sabía le podía haber estallado una vena en el cerebro del pánico y estar completamente loco. Por suerte el sueño, visión, o lo que fuere pasó, y Eriol se dio cuenta de que Vin le había estado llamando.

Al principio se pensó que simplemente era para despertarle, pero ella le ayudó a levantarse y entonces le señaló en la distancia lo que quería enseñarle. Barcos, barcos piratas. ¿Se puede decir que Eriol se quedó blanco como un cirio? Algo de color había ido volviendo a su piel durante el tiempo en el barco, mientras estaba distraído estudiando o hablando con otras personas, pero aquello lo devolvió de nuevo al punto cero: Pánico. Por suerte para su ego, no estalló en histeria sino todo lo contrario, se quedó bloqueado, casi no podía pensar y ni mucho menos moverse. Se olvidó hasta de respirar, tanto que cuando sus pulmones empezaron a pedirle sustento, las piernas le flaquearon y si no se cayó al suelo fue porque Vin le abrazó.

Otra sorpresa, al darse cuenta de lo que pasaba Eriol reaccionó, volviendo a respirar entre toses, recuperando las fuerzas para mantenerse en pie.

- No te preocupes - le animó - Parece que estamos huyendo de ellos. Los barcos piratas son rápidos pero los nuestros no tienen mucho a envidiarles, llegaremos a puerto antes de que nos den alcance y los cañones de defensa les mantendrán a ralla.

Eriol no respondió, pero movió los brazos que había tenido colgando inertes y le devolvió el abrazo a Vin. No quiso arriesgarse a hablar, pues tenía un nudo en la garganta y temía que emitir algún sonido lo destapara y dejara libres todas sus emociones y temores. Después de unos instantes se separó de Vin, que le miró sin saber si ya estaba bien o iba a volver a una crisis nerviosa. Eriol, en cambio, se forzó a sonreírle.

Se agarró a la baranda del barco y observó los navíos piratas en la distancia, exhibiendo a la Jolly Roger, diciendo: "Sí, somos piratas y no nos importa que lo sepáis, porque os vamos a coger y vais a morir igualmente."

****

Las horas pasaron, y ya no había distracción para Eriol. Todo el mundo estaba ocupado haciendo preparativos por si ocurría lo peor, mientras que el estaba allí de pie, mirando a los barcos cada vez mas y mas cerca. Tampoco es que supiera muy bien qué podía hacer para prepararse para ello. No podía hacer nada si les disparaban, solo podría ser levemente útil en caso de que les abordaran y sinceramente, con lo ocupado que estaba agarrándose al soporte más cercano no iba a quedarle mucho tiempo para defender nada.

Cayó la noche y se desató una tormenta, pero Eriol no se dio cuenta, su única preocupación eran aquellos barcos cada vez mas y mas cercanos. La Jolly Roger, negro sobre el cielo negro, ya no era visible, pero en la mente del chico seguían ondeando con su extraña sonrisa cadavérica.

Vin le llamó, pero Eriol no se dio cuenta.  Vin volvió a llamarle y el chico siguió sin enterarse, demasiado absorto en la visión de su aciago destino como para reconocer la información que sus sentidos le ofrecían. Al final, Vin, cansada, se aseguró de que nadie estuviera mirando y levantó la mano derecha recorriendo un sinuoso camino invisible en el aire hasta que ascendió por encima de su cabeza. La magia hizo su efecto, y las gotas de lluvia de alrededor se congregaron en un instante sobre la cabeza de Eriol, que estaba relativamente seco por estar en una zona cubierta del barco, y cayeron todas de golpe, como un pequeño cubo de agua que sacó a Eriol de su ensimismamiento de mala manera.

Al chico por poco le dio un infarto pero Vin no le dio tiempo para perder los estribos, le cogió de los hombros y le gritó.

Los ojos perdidos del chico se concentraron en ella, aún con el temor repentino de ahogarse gracias al salpicón por sorpresa, y los pensamientos centrados en la fatalidad, pero demostrando que su parte racional aun seguía ahí dentro, en algún lugar

- Vamos a luchar, no parece que vayamos a recibir ayuda del puerto.

Eriol desvió la mirada de Vin a la proa del barco y mas allá, al puerto. Era cierto, no parecía haber ningún tipo de movimiento, a pesar de que no sabía muy bien dónde mirar ni qué tipo de movimiento debía esperar.

- Tienes que ir abajo al camarote - le ordenó Vin - Aquí no vas a hacer nada en este estado, sólo vas a poner en peligro al que intente protegerte.

- No. - Alcanzó a decir Eriol, superado el susto inicial - No, tengo que ayudar.

- Así no ayudas, sólo molestas. Deja de hacerte el hombre y haz lo que te digo.

- No. - Esta vez lo dijo más seguro de sí mismo - Estaré aquí y ayudaré en lo que pueda. - Como para evitar que Vin le reprendiera de nuevo, Eriol se soltó de la baranda y se mantuvo en pie usando solo sus piernas por vez primera desde que abordaran. - Pero tienes razón, iré abajo si llega el caso en que mi presencia moleste.

- Está bien - concedió Vin, que tampoco es que estuviera allí para dar órdenes. Se preocupaba por él, nada más. - Pero yo me quedaré contigo, sin peros.

- Sin peros. - Alcanzó a sonreír. -  ¿Donde está Juliette? Llévame con ella por favor.

Eriol dio un par de tambaleantes pasos por el suelo que se mecía al ritmo de las olas, la ansiedad escalando al estar cada vez mas separado de cualquier punto de apoyo, pero Vin se acercó y le dió la mano. No se puede decir que Vin fuera un firme punto de apoyo, pero apretó su mano como si lo fuera y en parte le ofreció la misma seguridad. Juntos fueron a buscar a Juliette y la encontraron junto al resto de inquisidores - Ace, Derek y Valgeir - y algunos de sus guardias.

- ¡Juliette! ¡July!- Exclamó Eriol desde la distancia, mientras se acercaban a donde estaban ellos. En cuanto alcanzó al grupo Eriol no tardó nada en lanzar la mano que tenía libre hacia una de las sogas. - Oye, ¿Crees que puedes llegar hasta el puerto? Transportarte allí, quiero decir. Ver qué ocurre y avisarles si es que no se han dado cuenta de los piratas, o avisarnos a nosotros si en puerto nos espera una sorpresa ingrata.

Eriol cruzó los dedos, deseando que no fuera lo segundo, no sabía si podría aguantar más días de viaje hasta llegar a otro puerto.

- Espera - intervino Vin - Si puedes, si puede hacerlo - cambio al trato de vos, después de todo hablaba con una inquisidora de noble cuna -, ¿Puede llevarse a Eriol allí? Aquí no pinta nada y si llega a ocurrir lo peor y hay que nadar...

- No.

Eriol volvió a interrumpir a Vin. No es que la idea no le atrajera, pero no era un buen curso de acción. No sabía si July podía llegar por su cuenta, mucho menos con carabina, y de todas formas se trataba de avisar - o ver que ocurría - y volver, no de ponerse a salvo y dejar morir al resto.