Partida Rol por web

—No soy mago—respondió Alegre, de mala manera, sin detener el caballo—. Sé lo mismo que tú. Los que sean son demasiados y están demasiado cerca. Si tu sacerdotisa quiere morirse, no es asunto mío. Tampoco si tú quieres morir por esa loca. Yo me voy de aquí.

Miró hacia atrás, por encima del hombro e hizo una ademán brusco con el brazo.

—Ahora sí puedes adelantarme, mujer. ¡Muévete!

Phey tuvo que tomar una decisión.

-No es cosa tuya, Voki. Pero sí mia.

En ese mismo instante se bajó del caballo en movimiento, estrepitosamente. Cayó al suelo... Gracias a la armadura, los daños no fueron cuantiosos. Entonces, poco a poco, se levantó, e hizo una señal a Aeryn.

-No pienso dejar a la sacerdotisa marcharse sola. No hay opción a reproches o debates. Por favor, llévame hasta ella.

Comentó, preocupado por la mujer que ahora marchaba en dirección contraria a la que ellos habían estado tomando. Si la respuesta era una negativa, entonces iría corriendo hasta allí: Llegaría algo tarde, y probablemente fuera una muerte segura. Pero su corazón y su alma así lo dictaban. Estaba dispuesto a dar su vida, si aquello era necesario.

-Me da igual si Voki no desea marchar, las cosas han cambiado. Para esto he sido entrenado.

De manera ritual, sacó la espada y llevó la otra mano al escudo, preparado para un inevitable conflicto, marchando, ya fuera con el caballo de Aeryn y con ella misma, o él solo, hacia el lugar..

Alegre soltó una maldición y detuvo el caballo de manera tan brusca, que éste se paró sobre las patas traseras, esparciendo nieve alrededor.

Saltó del caballo, lo cogió de las riendas y se volvió hacia Phey.

—¡Ella no va a ningún lado contigo! —le gruñó—. Este caballo es tuyo. Puedes llevártelo, no soy un ladrón.

Le hizo un gesto apremiante a Aeryn, para que se acercara.

—Ven aquí, muchacha, vamos a ir en tu yegua, como al principio. Apresúrate.

Mientras seguiais discutiendo, la sacerdotisa se alejaba cada vez mas... de cabeza hacia el peligro.

La conciencia de Voki era limpia, después de todo. Lo miró a los ojos, y asintió. Entonces tomó las riendas del caballo y volvió a montarse en el imsmo. 

Observó a Aeryn, y luego a alegre. Bajó un momento la cabeza.

-Debo cumplir con mi deber. Si no volvemos a vernos, ha sido un honor compartir camino con vosotros. Que la luz os señale la senda correcta, compañeros.

Tras lo mismo, espoleó el caballo, y fue tras la sacerdotisa, sabiendo que, probablemente, la muerte llegaría pronto, si se veían excedidos en número. Sin embargo, sus convicciones y su misión eran mas poderosos que el intento de mantener su propia vida.

- ¿Cómo si no volvemos a vernos? -la pregunta no llegó a tener respuesta ya que Phey se encontraba yendo tras la sacerdotisa y no la había oído.

Aeryn se acercó a Voki y le miró con dureza.

- Si tu intención es huir de aquí como un cobarde entonces será mejor que nos despidamos y busques tu propio destino. -Se mordió el labio en un gesto de duda.- Sólo subirás a esta yegua si me prometes que iremos tras los sacerdotes a ayudar a esa pobre gente. No hay tiempo que perder así que contestame ya.

Alegre suponía que esto pasaría, pero había esperado imponerse sobre Aeryn con la imperiosidad de sus órdenes. Debería haber sabido que alguien cómo él no podía darle órdenes a una Dama Alhyon. Especialmente no a una tan necia y obstinada.

Pensó en someterla por la fuerza y llevársela a la rastra, pero descartó la idea. Llevaba una espada y, si daba crédito a sus palabras, sabía cómo usarla. Además era bastante más alta que él. Intentar razonar con ella tampoco serviría. Eso era lo que había intentando hacer desde el mismo momento en que se habían conocido, sin ningún éxito.

Abandonarla era lo único sensato que se podía hacer y, por primera vez en su vida, Alegre supo que no podría ser sensato. Estaba atado a aquella muchachita idiota y no podría dejarla a su suerte. No podría aunque quisiera. Supo que la protegería con su vida, aunque ella decidiera marchar sola contra todas lar hordas de Pieles Verdes del norte y que se interpondría entre ella y cualquier cosa que quisiera hacerle daño, porque cualquier daño que se le hiciera sería cómo si le fuera hecho a él o peor aún. Supo que se había vuelto un completo imbécil y que no podía hacer nada para remediarlo.

Le clavó a Aeryn una mirada furibunda, que sostuvo por varios segundos. Luego escupió al suelo y se montó en la yegua, la hizo girar en redondo y, sin decir una palabra, la espoleó poniéndola a galope tendido, detrás del sacerdote.

Sólo esperaba tener la oportunidad de matarla él mismo, antes de que los Pieles Verdes la capturaran con vida.

Con la sacerdotisa ya casi llegando hasta el origen del humo, Phey persiguiéndola realmente preocupado y el último grupo compuesto por la pintoresca pareja a lomos del caballo de Aeryn, escucháis un salvaje grito, sin duda procedente de la garganta de una mujer (no de la sacerdotisa)

Desafiante, Aeryn le aguantó la mirada a Voki, no daría su brazo a torcer por mucho que el explorador le suplicara, cosa que sabía perfectamente que no iba a suceder.

La reacción del hombre la tomó por sorpresa así que, cuando puso a Deah al galope tras los sacerdotes, no le quedó más remedio que sujetarse con fuerza a la cintura de Voki pegando el cuerpo a su espalda para no caerse de la yegua.

- ¿Has oído eso? Rápido, nos necesitan.

Cuanto mas te acercas hacia la delgada columna de humo, mas claros y altos te llegan los sonidos de una batalla... gruñidos, gritos de desafió humanos, el entrechocar del acero.

Al final irrumpes en un pequeño claro, al lado del río 8 pieles verdes y un gigantesco lobo de largo y enmarañado pelaje negro estan luchando contra dos humanos de gran tamaño y cabellos rojos, uno de ellos, una mujer, esta practicamente desnuda.

De los pieles verdes, te parece que hay de dos razas diferentes, pues siete de ellos son mas bien achaparrados pero fornidos, apenas si sobrepasaran el metro sesenta. De piel verde oscura, tres de ellos corren hacia la mujer desnuda, mientras otros cuatro están rodeando al gigantesco varón.

El otro piel verde, se diferencia del resto por su elevada estatura, sobrepasara el metro ochenta y de cuerpo mucho mas estilizado, ademas al contrario que los otros pieles verdes, que llevan hachas y escudos, junto con alguna que otra jabalina, no todos, este lleve un látigo y una larga espada curva.

El enorme lobo, que te parecería mas grande si no estuvieras a caballo, esta enzarzado con la mujer, la cual para su defensa lo único que tiene es un largo puñal.
Otro gigantesco lobo, se encuentra muerto, practicamente partido por la mitad, a los pies del gigantesco varón. Ambos tienen sangre en sus cuerpos, y roja.

La sacerdotisa lo mira todo muy nerviosa desde su montura, esta claro que no sabe muy bien que hacer, ademas su caballo no acostumbrado al olor a sangre, lobos Narog y pieles verdes, se esta encabritando y lucha por huir de la escena.

-Sacerdotisa, quédese aquí, manténgase alejada, por favor, si no va a intervenir. Es horrible lo que tengo que hacer, pues también son vidas, pero...

Sacó la espada y el escudo, y los colocó perfectamente. Entonces se colocó el casco, y miró una vez mas a la mujer a la que tenía que escoltar.

-..Es algo que tengo que hacer.

A continuación, dirigió una carga hacia donde estaba la primera fila de criaturas. Si conseguía arrollarlas, rodearía levemente el lugar y se colocaría cerca de las dos altas y fornidas personas que se encontraban en peligro. En ese momento esperaba que pudieran haber las presentaciones pertinentes..

Al menos de este modo aquellas personas tenían posibilidad de sobrevivir...

Con el ruido de la batalla, sumado a los gritos, así como su caballo encabritado, apenas si atiende a tus palabras, pero basta echarle un vistazo a su rostro para ver que al menos de momento esta demasiado asustada como acercarse mas.

Su corazón amenazaba con salírsele del pecho, explotando en cada latido, al compás de los casos del caballo, que levantaban nubes de nieve en su desenfrenada cabalgata.

Sintió el calor de ella, cuando se aferró a su cintura, para no caerse. Extrañamente, esta vez su contacto lo calmó un poco. Si muriera en ese instante, no sería una muerte tan mala. Pero no moriría allí, en sus brazos, sino sólo y helado, en medio de la nieve.

—¿Tan ansiosa estás de volver al barro? —ladró en réplica al apremio de la muchacha—. Ya te darán gusto los pieles verdes.

Sintió calor en el rostro. Enfurecerse con ella haría las cosas más fáciles. A veces, la furia podía cubrir el miedo.

Ante vuestros ojos el encarnizado combate continua. La joven semidesnuda ataca de nuevo al enorme lobo, consiguiendo hundir su puñal en el flanco de este. El chillido del Lobo no se si los lobos chillan o no) es la prueba del dolor que le ha infringido. Si bien se tambalea, el Lobo no cae.

En cuanto al gigantesco humano con un potente movimiento de sus brazos dirige toda la fuerza de su golpe contra el orco más cercano que apenas pone resistencia ante el ataque del bárbaro.

Su fugaz reacción para intentar apartarse no fue suficiente para evitar que la enorme hacha se clavara en su cuello cortándole la garganta de tal manera que la sangre surgió a borbotones salpicando a todos los que estaban alrededor mientras el orco caía al suelo entre espasmos.

Cabalgáis al galope, orientandoos por el sonido del entrechocar del acero, los gritos y los gruñidos.

No tardáis mucho en llegar a un pequeño claro, donde siete pieles verdes y un gigantesco lobo de largo y enmarañado pelaje negro estan luchando contra dos humanos de gran tamaño y cabellos rojos, uno de ellos, una mujer, esta practicamente desnuda.

De los pieles verdes, os parece que hay de dos razas diferentes, pues seis de ellos son mas bien achaparrados pero fornidos, apenas si sobrepasaran el metro sesenta. De piel verde oscura, tres de ellos corren hacia la mujer desnuda, mientras otros cuatro están rodeando al gigantesco varón.

El otro piel verde, se diferencia del resto por su elevada estatura, sobrepasara el metro ochenta y de cuerpo mucho mas estilizado, ademas al contrario que los otros pieles verdes, que llevan hachas y escudos, junto con alguna que otra jabalina, no todos, este lleve un látigo y una larga espada curva.

El enorme lobo, que te parecería mas grande si no estuvieras a caballo, esta enzarzado con la mujer, la cual para su defensa lo único que tiene es un largo puñal.
Otro gigantesco lobo, se encuentra muerto, practicamente partido por la mitad, así como uno de los pieles verdes, a los pies del gigantesco varón. Ambos el varón y la mujer desnuda, sangran abundantemente por sus numerosas heridas.

Observando la escena veis a a sacerdotisa tan nerviosa como su montura, esta claro que no sabe muy bien que hacer. su caballo no acostumbrado al olor a sangre, lobos Narog y pieles verdes, se esta encabritando y lucha por huir de la escena. A su lado el guerrero sagrado de Ihvist esta intentando tranquilizar a ambos.

A medida que se iban acercando donde se oían los gritos, Aeryn fue distinguiendo mejor cada uno de los integrantes en aquella desigual lucha. Abrió los ojos con sorpresa y un poco de miedo al ver al lobo y a los pieles verdes que atacaban sin piedad a un hombre y una mujer, los dos daba la sensación que muy heridos y aun así seguían defendiéndose con furia. Desde luego aquella pelea era del todo desigual.

- Y tú querías dar media vuelta sin ayudar a esas personas... -recriminó a Voki a sus espaldas.