Partida Rol por web

Esto no lo comente antes porque considere que no era necesario o que no lo queríais rolear, pero por si acaso:

Encontráis las monturas en el gran establo de la posada, lo suficientemente grande como para albergar a dos decenas de ellas... en estos momentos las únicas monturas son las vuestras. Esta claro por su buen aspecto que Bermick se ha encargo de mirar para ellas de vez en cuando.
La gran yegua de guerra de Aeryn te clava la mirada al ver que te acercas Voki...

Alegre le devolvió a la yegua una mirada de recelo.

—Tú estás acostumbrada al culo de tu ama —dijo, mientras recogía una silla, de un soporte de la pared—. Pero ahora vas a tener que llevar más peso, así que no me des problemas.

Acto seguido, se dispuso a ensillar el caballo, mientras se preguntaba por qué diablos estaba hablándole a un caballo. Pensó que, al menos, los animales no contestaban. Así que quizás fuera mejor hablarles a ellos que a las personas. Era igual de inútil, pero menos molesto.

No tardáis mas de media hora en preparar las tres monturas, la que mas guerra os da el la yegua de Aeryn, por una parte por su tamaño, 180 cm hasta la cruz, pero por otra por las miradas que le lanzaba a Voki, que parecían estar prometiendo una dentellada o una coz en cualquier momento.

Cuando regresáis a la posada, Aeryn, embutida en su dorada armadura esta acabando de desayunar, con Hanne sentada a su lado.

El caballero sagrado se acercó a las muchachas, de manera solemne, erguida, y sin ningún tipo de pretensión, o expresión del ego.

Cuando estuvo cerca de ellas, las miró a ambas, e hizo una pequeña reverencia

-Aeryn... Espero hayáis tenido una buena noche. Al parecer hoy partimos.

Luego observó a Hanne...

-¿Todo preparado, sacerdotisa? ¿La ayudo en algo?

Era una pregunta real, estaba dispuesto a ayudarle en lo que hiciera falta. Su cometido allí era hacerle el camino lo mas fácil posible. Al darse cuenta, también miró a la dama Alhyon y le dijo

-Por supuesto, también puedo llevar equipaje de vos.

- Gracias Bermick -le dije al posadero sin prestar mayor atención a su comentario.- Entonces diga lo que le debemos. -Mi voz sonó autoritaria sin dar lugar a una réplica. Mientras empezaba con el desayuno vi a la sacerdotisa que se acercaba a la mesa.- Buenos días Hanne, ya veo que estás preparada para partir...

Seguí comiendo tranquilamente acompañada por la mujer. Estaba terminando cuando Phey llegó de los establos.

- Eso parece -asentí con la cabeza al saludo del joven guerrero.- Gracias por el ofrecimiento, pero soy perfectamente capaz de cargar con mis cosas. Con vuestro permiso voy a ir a buscarlas... hoy no tengo muchas ganas de aguantar las impertinencias de Voki si comprueba que todavía no estoy preparada.

Mis últimas palabras sonaron con un deje de impaciencia y enfado a la vez. La añoranza de mi casa con la que me había despertado ese día me había mostrado mi debilidad y eso, por algún motivo que no tenía claro, hacía que me sintiera un tanto disgustada. Me levanté con la intención de volver a mi cuarto a por mis cosas.

- Oh, son solo cinco monedas de plata por los tres días joven dama. - Luego, viendo que estáis casi listos para partir y aprovechando que Voki no esta prosigue - Espero que tengáis un buen viaje, y no olvidáis de deteneros para descansar en vuestra en la posada

Hanne te lanza una mirada fría ante tu ofrecimiento Phey. Esta claro que sigue molesta por algo, y bastante, sin mediar palabra contigo, se pone en pie, y tras despedirse de Bermick con la bendición usual de los hijos de Hareth "que la calidez de Hareth guíe tus acciones", coge las dos mochilas y sale fuera en busca de su montura.

Me extrañó la frialdad en la mirada de la sacerdotisa a Phey ¿qué les habrá pasado a estos dos? Pero, aunque sentía curiosidad, aquello no era de mi incumbencia, así que encogiéndome de hombros subí a mi cuarto.

Recogí rápidamente todo lo que aún tenía desperdigado por la habitación guardándolo en mi macuto. Aproveché para sacar ya el dinero del pago por la estancia y, una vez terminado todo, volví de nuevo abajo.

- Aquí tiene sus cinco monedas. -Le entregué el dinero al posadero antes de dirigirme a los establos.- Gracias por todo.

Cuando salí, un ligero escalofrío recorrió mi cuerpo. El frío cada vez se notaba más y eso que todavía no había llegado el invierno. Apurando el paso entré en los establos, dirigiéndome directamente a mi yegua.

- Buenos días preciosa. Hoy haremos un poco de ejercicio. -Miré de soslayo a Voki el cual, como era su costumbre, no parecía de buen humor.

Alegre estaba terminando de ajustar un paquete con ropa invernal, en la parte posterior de la silla del caballo de la sacerdotisa. Cuando Aeryn entró en el establo, se limitó seguir con su tarea, fingiendo que no la había visto.

—Buenos días, preciosa —oyó que le decía a su yegua—. Hoy haremos un poco de ejercicio.

Alegre le echó una breve mirada de reojo, por encima del hombro y volvió a su faena.

—No es bueno encariñarse con estas bestias —comentó—. Si los Pieles Verdes nos siguen, quizás tengamos que "reventarlas", para poder ponernos fuera de su alcance.

Entrecerré los ojos al oír el comentario de Voki. Le repliqué sin molestarme en mirarlo mientras seguía acariciando a la yegua.

- ¿Por qué no me extrañan tus palabras? Tú no coges aprecio ni a bestias ni a personas, no me extraña que estés tan amargado y nadie te aguante. -Me giré hacia él con expresión enfadada.- Esta bestia como tú dices, tiene más sentimientos que tú.

Sin esperar a su reacción me dediqué a colocar mis cosas sobre Deah.

La sacerdotisa entre un poco después, coloca las dos mochilas sobre su montura y con un poco de esfuerzo, consigue subirse a la silla. Luego sale del establo subida a su caballo de monta. Basta verla unos segundos para apreciar que no es una experta jinete.

Una vez fuera, os espera observando las nubes, que tampoco parecen presagiar nada bueno... tal vez no llueva hoy... tal vez tampoco mañana... pero sin duda lo hará mucho antes de que lleguéis a vuestro destino

—¿Amargado? —replicó Alegre, con una levísima sonrisa, mientras continuaba ajustando los arreos del caballo—. Soy el Alegre Voki. En este momento estoy explotando de felicidad. Créeme, cuando esté malhumorado lo sabrás —terminó de arreglar la silla y se acercó a la muchacha. Se quedó mirándola con una mueca siniestra—. ¿Dices que tengo menos sentimientos que los caballos? Tengo menos sentimientos que sus herraduras. Eso es lo que me ha mantenido vivo hasta ahora y si continúas con tu loca fantasía de irte de aventuras por zonas inexploradas, deberías aprovechar la oportunidad para aprender una o dos cosas de mí.

En ese momento, entró la sacerdotisa y Alegre se hizo a un lado, indicándole su montura, con un teatral gesto de la mano.

—Aquí tiene su santidad.

Salió del establo, detrás de la religiosa y miró al cielo.

—No me gusta cómo se ve el cielo. Otro aguacero nos espera en el camino.

La sacerdotisa intenta ignorarte por completo al menos de palabra, pues notas como aprieta los dientes, claramente ofendida.

Ya afuera, después de tu comentario dice:

- Tal vez deberías volver a refugiarte a la posada... mucho mas adecuada para un hombre de vuestra valía que dejar que su cuerpo se moje un poco o pase frío... - Es chocante lo suave y dulce de su voz cuando pronuncia estas palabras.

Phey alcanzó la caballeriza minutos después. Tomó las riendas de su caballo, acariciándolo primero y susurrándole algo en el oido.

Una vez finalizó, y con el caballo blanco tranquilo, tomó la silla, la colocó, y montó encima. De allí salió ya montado, mientras colocaba el casco entre los brazos para que no le molestase y tenerlo a mano en caso de necesitarlo.

Miró a los demás. Su armadura, junto al caballo, y el arma que llevaba, lo hacían tener un porte algo intimidante. Sin embargo, su sonrisa cordial rebajó aquella sensación.

-¿Marchamos? No deseo quedarme mucho mas tiempo en este lugar... aunque nos hayan tratado muy bien.

Luego miró a la sacerdotisa, y se colocó al lado de su caballo.

-Mi sacerdotisa, partiremos ya hacia el lugar en el que os esperan. Debería de estar feliz.

Le sonrió. Trataba de hacer paces en el grupo, no era bueno que alguien estuviera de tan mal humor... Podía hacer que el grupo se atrasara. Y mucho menos podía permitir que su protegida llegara en malas condiciones, tanto morales como físicas.

La sacerdotisa tarda un poco en responder a tus últimas palabras, como si estuviera meditándolas, tras esto te intenta sonreír. Aunque es una sonrisa algo forzada al menos es una mejoría respecto al recibimiento cuando desayunaba.

Tras esto se pone la capucha de la capa, ocultando en su interior buena parte de su joven rostro.

Me sacaba de quicio, ¿sólo porque había recorrido más camino que nosotros se creía superior? Él también podría aprender algo de ella si no fuera tan cabezota y tan arrogante.

- ¿Aprender? ¿el qué? ¿A estar enfurruñado todo el día? ¿a estar enfadado con el mundo porque el mundo no te da lo que quieres? Díme ¿a qué? ¿a sentirme desengañada y pesarosa con lo que la vida me ofrece? ¿a no disfrutar de las cosas buenas que la vida nos da? Sí, desde luego me puedes enseñar eso y mucho más.

Callé de golpe al ver entrar a la sacerdotisa, no me apetecía que nos viera discutir una vez más. Al ver el gesto que le hacía no pude evitar un bufido.

- Ahg, como puede ser tan odioso. -Murmuré a la yegua para que él no me oyera.

Una vez que terminé de acomodar mis cosas me monté en Deah y salí tras ellos.

- Yo ya estoy preparada. -Miré al cielo preocupada mientras me colocaba la capucha de la capa.- Cuanto primero salgamos mejor.