Partida Rol por web

Tras recuperar las pieles de Udokal emprendéis camino de vuelta rió abajo con la esperanza de encontrar el equipo de Keloa.. va pasando el tiempo y con ello desvaneciendose vuestras esperanzas de encontrarlo.

La lancera esta ahora tiritando de frió, ya lleva casi una hora sin ropa. incluso alguno de sus dedos se están poniendo morados.

La desesperación va creciendo a medida que bajamos por el cauce del río y no conseguimos encontrar la ropa de Keloa. Por mucho que intento abrigarla no es suficiente, hace demasiado frío. Incluso yo siento el viento helado a través de mis pieles.

-Ya basta, no puedo seguir así. Te vas a morir de frío y no voy a permitirlo. Poco a poco me voy quitando mi ropa. Ponte mi ropa, seguiremos a buen ritmo así tu entrarás pronto en calor y yo conservaré el mio más tiempo. Si en una hora o así no conseguimos encontrar tus cosas haremos una hoguera. Si los pieles verdes nos tienen que encontrar que nos encuentren calientes al menos.

Espero a que Keloa se ponga mi ropa mientras salto y permanezco en movimiento para no perder mucho calor, aunque con el frío que hace eso es imposible.

Al menos así podremos seguir avanzando otro rato, quizá más adelante encontremos su ropa.

Keloa tirita bajo el abrazo de Udokal. En condiciones normales se habría negado e incluso podría haber conseguido intimidar a su compañero para que no se atreviera a dejarle sus ropas. Pero tiritando como está, sin poder apenas pronunciar una palabra, es incapaz de negarse, aunque por su mirada, aún más fría que sus labios ya azules, se nota que accede a regañadientes. Y que si pudiera cerrar el puño como es debido, estaría incrustado en la barbilla de Udokal.

Sin mediar una palabra, Keloa se abraza a las pieles de Udokal, que cubren su cuerpo, y se frota los brazos para entrar en calor lo antes posible. En cuanto vea un atisbo de frío en Udokal, le devolverá la ropa con la misma convicción con la que él se las ha dado. Enseguida está lista para reemprender la marcha, río abajo, buscando sus cosas cada vez con menos esperanzas...

Quizá incluso sería bueno que nos encontraran. Podríamos arrancarles las vidas y después sus ropas. Morir de frío es aún peor que apestar a orco...

Desde luego no van bien las cosas, Keloa no ha perdido solo las pieles y las lanzas, también la capacidad de cazar en buenas condiciones, desde luego parece que hoy habrá tiempo para capturar ninguna pieza.

Sin mas remedio que encender una hoguera para calentaros os preparáis para lo inevitable. Ahora los aullidos de los lobos suenan realmente cerca, sin duda el olor a la hoguera los ha guiado mas rápido, sabiendo que su presa cada vez esta mas cerca. En cualquier momento se os echaran encima.

Tras un largo rato buscando a lo largo de la orilla no conseguimos encontrar ni las ropas ni las armas de Keloa, así que decidimos dejar la búsqueda. En estas circunstancias la única opción que nos queda es encender una hoguera. Estamos tan al límite de nuestras fuerzas y tan abatidos por los hechos de los últimos días que preferimos un poco de calor, indispensable en aquel momento, a pasar desapercibidos. Juntamos unas cuantas ramas que encontramos y hacemos una pequeña hoguera. Me acerco al fuego para calentarme y disfruto de la calidez que desprende. Sigue estando bastante frío pero al menos el fuego hace que me olvide momentáneamente del resto y dibuja una pequeña sonrisa en mi cara. Keloa parece ir entrando en calor poco a poco también lo cual me alegra.

Los aullidos de los lobos interrumpen nuestra tranquilidad, parece que están cada vez mas cerca. Nuestra posición queda delatada por el fuego y su olor que los lobos no tendrán problema en captar desde mucha distancia. Con un solo cruce de miradas con Keloa comprendo que no está dispuesta a seguir huyendo más. Si tenemos que enfrentarnos a ellos lo haremos allí mismo. Asiento con la cabeza, yo también estoy cansado de correr y correr y tenerlos siempre acechando. Tranquilamente recojo mi hacha y la agarro fuertemente con ambas manos. Si los pieles verdes quieren acabar con los últimos O'Shar no les saldrá gratis.

Keloa escucha los aullidos de los lobos. Estaban muy cerca. Demasiado. Y no podría huir en aquel estado durante más de otro par de horas antes de acabar congelada. Así que se pone en pie, con la misma mirada de Udokal, decidida a plantarles cara. Puede que no tuviera ya sus jabalinas... Pero no estaba desarmada.

Sin dudar, se quita las pieles y se las ofrece a Udokal. Él les sacaría mejor partido que ella.

Luego se gira hacia el sonido, hacia donde llegarían sus enemigos, mientras sujeta su puñal con fuerza con la mano derecha. No sabía cuántos serían. Pero lucharían contra ellos. Por dos razones.

La primera es que prefería morir luchando, llevándose algunos pieles verdes más consigo, a morir congelada o muerta de hambre.

La segunda, si resultaba que podían contra ellos, podrían apoderarse de sus posesiones. Ropas, armas. Cualquier cosa que les pudiera servir.

Así que espera el momento, sin miedo. De reojo, una mirada a Udokal, ahora ya vestido. Con una media sonrisa expresa el pensamiento que se forma en su mente.

No podría haber elegido un compañero mejor con el que acabar mis días.

Los pieles verdes no tardan en aparecer. Los primeros en llegar son dos enormes lobos Narog de al menos un centenar de kilos, con su característico y largo pelaje negro. Estos, en vez de abalanzarse directamente sobre vosotros, se quedan parados un momento, observandoos con sus oscuros ojos y abriendo sus enormes fauces, como si ya estuvieran disfrutando del festín que se van a dar con vuestros cuerpos. Luego, comienzan a caminar lentamente, pero no hacia vosotros, si no en un circulo a vuestro alrededor, uno en cada sentido.

Poco después llegan los pieles verdes, contáis siete orcos Orog, bajos (alrededor de 160 cm) pero robustos con un color de piel verde grisacep, se comportan mucho mas ruidosos que los lobos, gritando maldiciones y amenazas en su ininteligible idioma.

Por último aparece un Orco Narog, una cabeza mas alto que los anteriores y de aspecto mas estilizado. Son también mucho mas inteligentes que sus hermanos menores. Allí donde hay un lobo Narog siempre se encontrara cerca uno de estos pieles verdes, pues son sus adiestradores.

También al contrario que los Orog, que van en su mayoría armados con viejas hachas, escudos y aunque no todos, alguna jabalina, este lleva una hoja curva en su mano derecha y un sucio látigo en la izquierda.

Keloa había insistido en devolverme las pieles, era inútil discutir con ella, siempre tan decidida y valiente. Iba a luchar solamente con su cuchillo y prácticamente desnuda. La miro durante un momento cuando acabo de vestirme y solo puedo admirar su valor. Si no fuera por ella yo habría muerto hacía días, sería un honor enfrentarme a lo que viniera a su lado. Agarro mi hacha fuertemente y me planto junto al fuego esperando.
Pronto aparecen dos enormes lobos Narog, pero cuando me preparo para recibirlos con mi hacha me doy cuenta que no atacan, se limitan a trazar círculos a nuestro alrededor. Pronto comprendo porqué, esperan a sus acompañantes, siete orcos Orog y un Orco Narog. Los observo a todos detenidamente mientras nos profieren insultos y amenazas, o eso diría yo si entendiera lo que me dicen. Miro fugazmente a Keloa y le hablo despacio y en voz baja.

-Cuando yo te diga me abalanzaré sobre ellos, tu encárgate del lobo a nuestra espalda. Si conseguimos matar rápido a los lobos y al orco Narog el resto seguramente nos tendrá más miedo que otra cosa. Creo que hay alguno con jabalinas, después del lobo intenta matarlo y hacerte con ellas.

Le dedico una media sonrisa. Aquello era lo que quedaba de nuestra tribu y ahora estábamos cansados, con frío y rodeados de enemigos, pero a pesar de todo ambos teníamos unas ganas tremendas de venganza, de vender cara cada herida que nos hicieran y de luchar hasta la muerte si era necesario. En unos instantes la sangre salpicaría el pequeño claro.

-Que la sangre de nuestros enemigos llene nuestras armas.

Cuando un lobo queda enfrente de mi y el otro a mi espalda hago un gesto a Keloa y me abalanzo hacia delante.