Partida Rol por web

Se encontraban alertas cuando derepente la flecha voló, en seguida su hermano reaccionó diriguiendo a la terna para prepararse para el combate; el gigante reaccionó tal cual se le había pedido, sin embargo su inexperiencia o talvez la fuerza de la juventud no le permitía valorar la paciencia para crear un plan.

Vamos! Pero hagamos caso a Therion, debemos aproximarnos silenciosamente para valorar la situación y entrar en acción de la mejor forma.

Mientras caminaba a la puerta el gigante volteó atrás para asegurarse que nada se diriga al vehículo que contenía la tablilla, ella era su verdadera misión.

Apenas me había girado para seguir los pasos de Akintos y Spyridon cuando la bestia cargó violentamente contra mi hermano Ischyros. Los dos guerreros que me acompañaban se lanzaron rápidamente para socorrer a mi hermano.

Tensé rápidamente el arco, me tomé un instante para apuntar, trabada la bestia como estaba con Ischyros, y disparé, echando rápidamente la mano al carcaj para coger y poner la siguiente flecha de hierro.

Al parecer, la ayuda que Ifianasa e Hypatia necesitaban, no llegaría, el único que recibía ayuda en aquel momento en otra cosa que no fuera un combate, era Ebalo. Así, ambas jóvenes tendrían que lidiar con la difícil y dura tarea de intentar salvar la vida de un hombre. Mientras aquello ocurría, un claramente alterado Dareios intentaba imponer sus pensamientos aunque nadie le escuchase realmente, y es que la noticia de la flecha de Atreo no parecía influenciar en la dirección que Dareios veía. Salvo para los pobladores, que lamentablemente para Ebalo, habían echado a correr a su vivienda, a excepción del joven con la torcedura.

Por su parte, Theron, Anatolius y Theron ya en camino a la casa donde se encontraban Spyridon y los otros, observaron como un combate se desataba entre Ischyros y otro engendro allí presente que con seguridad se trataba del que habían estado buscando. Spyridon y Akintos por su parte estaban ahora flanqueando a la bestia mientras que Atreo ya le disparaba flechas desde la distancia ubicándose a apenas pocos metros del avance de Theron.

La criatura lanza un golpe contra mí pero no consigue impactarme, lo que me hace sonreír. Soy lo suficientemente rápido y ágil para no ser impactado si pongo todo mi esfuerzo en ello, pero no es una situación que pueda aguantar por mucho más.

De pronto, escucho que no solo el General Spyridon viene a ayudarme, sino también otros.

"¡Gracias a Zeus! ¡Esta bestia no tiene oportunidad contra todos!"

Me esfuerzo por lanzar un golpe mientras cuido mi defensa con todo lo que puedo. Mi espada golpea a la criatura, causándole un corte mientras me preocupo de esquivar su próximo embate. Veo como la flecha de mi hermano se le ensarta y sé que es cosa de tiempo antes de que consigamos una nueva victoria.

Vi cómo mi hermano esquiva el ataque de la bestia y le devuelve el golpe. No podía si no sentirme orgulloso de él, a pesar de la preocupación que me oprimía el pecho al verle enfrentarse sólo a aquel engendro.

- ¡Aguanta hermano! - grité, intentando infundirle ánimos.

De nuevo me tomé tiempo para apuntar, buscando abatir a aquel monstruo cuanto antes y liberar así a Ischyros de sus golpes. Solté la cuerda elevando una plegaria silenciosa a Artemisa para que guiara el proyectil recto y seguro. Di gracias, con un suspiro de alivio, cuando comprobé que el proyectil se clavaba profundamente en la profana carne de la criatura.

A pesar de que ese último disparo habría atravesado a un jabalí, no me confié y rápidamente cargué una nueva flecha de hierro, listo para seguir asaetando al último de aquellos horrorosos monstruos.

Spyridon consigue situarse a un lado de la bestia, pero la precipitación hace que dé un mal golpe con la espada que apenas la daña. Soltando una maldición se prepara para propinar un nuevo golpe mientras observa como la estratagema de lanzar la flecha a la caravana ha dado sus frutos y los refuerzos se acercan a la carrera.

En cuanto llegue la ayuda, la bestia está muerta. Ahora lo importante es terminar el trabajo sin que se produzcan nuevos daños.

Correr hacia la casa lo más rápido posible era por ahora mi preocupación, si mi sobrino Atreo nos había avisado eso quería decir que algo dentro de la casa habían encontrado. A eso se le añadía que mi sobrino Ischyros se internó en ella solo, tras sentirse contrariado por las palabras tan poco halagüeñas con las que habíamos respondido el general Spyridon y yo, ahora podría estar metido en un lío o peligrando su vida.

- Espero que hayan encontrado algo interesante, correr a lo tonto a mi edad....

Mientras esprinto hacia la casa, sujeto fuertemente la lanza y el escudo....podía no ser nada o que hubiesen encontrado a la bestia que aun nos faltaba.

Aprovechando la distracción de la bestia al recibir el espadazo de Ischyros y el certero disparo de Atreo, Akintos avanzó confiado, dejando su escudo atrás, cargando su peso completo en la punta de su dori.

No se preocupaba por su propia seguridad, sabía que era menester reducir la bestia cuanto antes. Su esfuerzo completo fue detrás de ese lanzazo que atravesó el costado del enemigo como si fuese un venado.

Mientras tanto, su hermano de armas se movía veloz, ágil, evitando al enemigo de una manera que nunca había demostrado antes. El escudero se mostró gratamente sorprendido, lo cual avivó su ansia de terminar ese combate.

Luego se romper músculos, desgarrar tendones y quebrar huesos, giró su arma y la sacó del cuerpo dando un repentino paso hacia atrás, listo para golpear de nuevo si el enemigo no caia.

Tras la carrera para llegar al carro, veo que dentro de la casa están luchando el engendro que buscábamos y Ischyros, acto seguido Spyridon, Atreo y Akintos, entablan combate con la criatura y veo a Theron esprintar hacia la criatura. 

Con la flecha preparada en el arco, me acerco hasta la posición de Atreo para disparar el arco en el momento oportuno.

Una flecha surcó el cielo, un aviso, una llamada de alerta y el resto del grupo se volvió como loco. La experiencia vivida aquella noche había marcado a todos los integrantes. Soldados que daban órdenes, generales que cargaban con la furia de la juventud prestos al combate. Aparentemente el caos dominaba la aldea.

Lykaios no alcanzaba a comprender porque sus compañeros de viaje daban órdenes a gritos. Les habían enviado una seña silenciosa pues el sigilo es lo que demandaban en vanguardia. Todo aquel alboroto podría hacer que la bestia huyera o fijase nuevos objetivos. Pero nada podía echar en cara el primogénito, el había conocido en sus propias carnes el efecto que tiene el miedo en los hombres... Puede volverte loco.

Dareios no podemos hacer eso, ahora mismo somos los únicos indemnes que quedan para proteger a los que no han acudido al combate. Además Spyridon nos ordenó vigilar el carro. _ Hypatia está medio, tengo que protegerla. Y es demasiado independiente como para hacer caso a sus hermanos. _ Ayúdame hermano, moveremos el carro hasta donde se encuentra nuestra hermana formando un parapeto con el, de esa forma no incumpliremos las órdenes que nos fueron encomendadas y nos protegeremos mutuamente.

Puede que una parte de el quisiera asegurar el bienestar de su familia, pero en el fondo toda aquella acción no su ponía mas que una maniobra para demostrar al general y a su tío que no estaba allí únicamente para asegurarse que la misión se cumplía. Tenía que mostrar que era una figura importante en el tablero de juego que estaba en marcha desde que dejaron las dependencias del Rey de Micenas.

Dareios se dio cuenta de que su hermano no le había entendido bien, aunque con la situación, tampoco él parecía estar muy despierto a las señales aun manteniéndose vigilante.

A eso me refería hermano, solo que si ponemos el carro junto a una casa estaremos todos más protegidos, yo puedo ayudar a mover a los heridos para resguardarlos.

Sabía que las arpías no habían dado más señales de estar por las cercanías, pero le preocupaba mucho un ataque desde el cielo pues no podían defenderse con facilidad de un ataque de pasada.

Iba a pedir a Ebalo que los ayudara con el carro y con los heridos cuando se percató de que todo el mundo había vuelto a refugiarse, aunque no lo entendía ¿había sido la flecha?, los otros habían partido hacia la casa a toda prisa, si hubiera más enemigos los habrían visto ¿o no?

-Movamos ese carro hermano.

Una vez en el carro, y antes de que lo moviesen, busca la olla para calentar el agua. Podría usar el agua del pozo, pero quien sabe si está contaminada o no. Así que usa el agua que tienen en el carro. No es mucha así que no corren el riesgo de quedarse sin durante el viaje.

Una vez hecho esto, se encamina hacia donde tienen el fuego y coloca la olla sobre las llamas. La daga de Anatolius también acaba con la hoja calentándose.

La sacerdotisa suspiró ante lo que estaba sucediendo a su alrededor mientras apretaba la tablilla con sus manos. Parecía que tenían mucha prisa por moverlo todo y ella miró a su alrededor. Hypatia se había ido a por los utensilios al carro y ella aprovechó para poner su mano en el hombro del herido. 

- Aguanta. Limpiaremos tu herida. El hades podrá esperar .- dijo la mujer haciendo referencia a la morada eterna del dios del subsuelo. - Voy a ver al resto de heridos. No te dejaremos aquí. - dijo con determinación y se levantó a observar al otro herido que había allí.

- Hypatia. Tenemos que limpiar las heridas primero - dijo a su amiga esta vez segura después de haber observado la herida con detenimiento. Señaló a ambos heridos

Espero que no sea demasiado tarde... 

Se acercó al otro herido y observó la herida que pudiera tener. Intentó concentrarse en su trabajo y no detenerse a pensar en lo que estaban diciendo a su alrededor. La seguridad era importante, ella no lo negaría, pero si esas criaturas estaban allí por ellos la culpa de haberles llevado el mal hasta su morada recaía sobre su conciencia y pensaba en salvar la vida de esos inocentes hombres... ya había muerto uno.

- Al de la pierna herida se le puede mover con cuidado. Al otro... esperad que lo observe.- añadió. Moverlo dependiendo de las heridas podía ser mortal.

El Espartano estaba junto con los tres aldeanos que podían ayudarlo, miraba con frustración la falta de cubos, ni siquiera había uno más de repuesto en lo alto del pozo, así que sólo quedaba buscar en el carro o que lso aldeanos trajeran alguno. Sin embargo esto último se trunco al una flecha cruzar al noche en dirección a la casa. Ébalo casi tuvo un impulso físico de seguir la flecha, pero se quedaría de nuevo por las inmediaciones del carro, protegiendo a las mujeres, aldeanos y tablilla.

Ayudo a Hypatía a llenar el caldero, cuando se acerca hasta mi, y la ayudo a llevarlo lleno, con mis poderosos brazos, hasta colocarlo sobre una hogera improvisada. Después volveré a mi lugar, al pozo, con los aldeanos y hablo con ellos para hacernos con al menos tres barreños más si es posible.

A lo lejos, mientras que el general Theron junto a Talios y Anatolius se aproximaban a la batalla, tanto estos como aquellos que se encontraban en las inmediaciones del carro y la cabaña en llamas, pudieron observar como la batalla contra el aparente último engendro finalizaba tan rápido como había empezado.

El primero en cargar contra la bestia había sido el joven Ischyros quien se mantuvo a la defensiva a la espera de la llegada del general Spyridon y de Akintos mientras que su hermano menor Atreo acribillaba a la bestia desde la distancia con sus pesadas flechas de punta de hierro. La puntería del arquero fue de hecho tan efectiva, que para cuando Spyridon y Akintos cargaron contra el engendró, sus armas solo fueron clavarse contra un cuerpo moribundo y en caída.

Con ello, la ultima bestia de las que tenían constancia había caído ya. Un hombre, aun sollozando descendía de un árbol mientras miraba el cadáver destrozado de lo que parecía haber sido un anciano, el cual era justo el mismo que devoraba aquella bestia cuando Ischyros le alcanzará por la espalda. -Gracias- formuló aquel hombre con una tenue voz mientras temblaba ante la conmoción de todo lo ocurrido. Theron y compañía ya se encontraban también allí, y por ello junto a los demás, pudieron observar un hecho peculiar. Del centro de la cabaña surgían vapores calientes con un olor nauseabundo, y al mirar su procedencia era notorio para todos la presencia de un gran hueco en la tierra.

Lejos de allí, Hypatia e Ifianasa habían logrado limpiar la herida del hombre que había perdido la pierna gracias a que Hypatia tomo una de las ollas que tenía para tener agua caliente, aunque quizá necesitarían mas. Por suerte ahora llegaban Dareios y Lykaios quienes habían disidido acercar el carro hasta las mujeres para protegerles. Ya con el cuchillo al rojo vivo, era hora de terminar el trabajo y luego pasar al siguiente herido.

Lo curioso en aquellos momentos era que mientras todas esas cosas ocurrían y se desataba de nuevo el pánico entre los aldeanos. La mujer que encontrara Atreo momentos atrás junto a su esposo y a su hija, ante la amenaza en vez de correr junto a su esposo para encerrarse de nuevo con su hija se había lanzado a los brazos del vigoroso espartano de cabellos dorados, como si sintiese que solo ese hombre podría protegerle.

El combate fue fugaz, ni siquiera pudo probar el acero del gigante aquella creatura, apesar de la desilusión de no poder enfrentarle prevalecía la dicha de que ninguno de sus compañeros había resultado grávemente herido. Al ver la abominación que se encontraba en el piso, no pudo más que pedirle a Zeus que cuide de sus almas. Después de esa breve

Me alegro que se encuentren bien, gracias a Zeus salieron sin ningún problema!

Después de compartirle a sus compañeros la dicha de la salud, se dirigió al general

Mi general, aquel agujero seguro es obra de Hades! Necesitamos saber quién es nuestro enemigo, espero esto haya sido solo una coincidencia aunque poco creo en ellas. Poco es mí conocimiento de los habitantes del Olimpio pero mí fuerza espera vuestras órdenes por el bien de la misión.

Talios le hablaba con respeto al general, sabía que sus órdenes los llevarían por el sendero adecuado; aunque la duda perduraba en su cabeza, aquellos monstruos serán el problema principal o serán solo una distracción para atacar la tablilla.

La criatura cae muerta y solo he recibido un poco de daño, nada que no sane con una pequeña venda. Guardo mis armas justo antes de ayudar al hombre a bajar el árbol en el que se había refugiado. Apenas este habla, le pregunto:

 - "Tú estuviste acá desde el comienzo. ¿Qué puedes decirme de lo que sucedió?"

Es en ese momento que veo el agujero que expele vapores como provenientes del mismísimo Tártaro. La imagen es perturbante pues podríamos estar hablando de una puerta de salida para criaturas abisales aún más terribles que las que acabamos de derrotar. Miro preocupado al joven mientras le señalo el lugar, insistiéndole para que me cuente de ello:

 - "¿Como ha pasado aquello? ¿Qué sucedió acá?"

Le miro con preocupación en el rostro y exigiéndole que me cuente la verdad, por terrible que sea, pues es importante que aquello se solucione o cosas mucho más terribles pueden suceder en este lugar, quizás antes de lo pensado.

justo antes de soltar la flecha que tenía cargada, veo caer a la criatura en inframundo a manos de Atreo e Ischyros, principalmente:-Bendita suerte la nuestra.-digo mientras destenso en arco y guardo la flecha en el carcaj.

Me relajo un poco recuperando el aire y escucho a mi hermano reiterando su ofrecimiento por la misión:-Mi General, cuente con mi arco en lo que necesite. Por el momento estaré fuera haciendo guardia. Si necesita algo solo digame-lo.-le comento a Spyridon. A continuación salgo de la cabaña, veo a Hypatia que sigue con el hombre sin pierna e Ifianasa ayudándola. Dareios y Lykaios habían movido el carromato hasta donde se encontraban ellas para protegerlo todo. Buena decisión. 

Saco una flecha del carcaj y la dejo preparada, a continuación monto guardia.