Partida Rol por web

El espartano se dirigió a mi, casi de improviso, usando palabras y cadencia más propias de un poeta recitando versos que de un guerrero en formación de combate. No dejaba de resultarme curioso. Para mi seguía siendo un desconocido, y extranjero, para más inri. Sin embargo, nos habían asignado a la misma posición, y era necesario que aprendiéramos rápido a confiar el uno en el otro.

- Atreo, hijo de Ptolomeo - me presenté, con una leve inclinación de cabeza, como devolviendo el saludo - Si vienen, mantenlas a distancia con tu escudo, para que yo pueda asaetearlas. 

Talios preparó su daga, listo para entrar en combate, con semejante cuerpo sabía que no necesitaría más que una simple daga para destruir a cualquiera que se le enfrentase. Al escuchar a su hermano, sonrió y se puso a sus espaldas para luego decir:

"Mí querido hermano, siempre ardez con la intención de tirar tú flecha, estaré a tus espaldas pero no olvides que apenas se acerquen estas bestias será vuestro turno de estar a mis espaldas. Tú eres la flecha pero yo el escudo"

Luego volteó a mirar  Lykaios e Hipatia

"Sentirse seguros joven sangre de Ptolomeo, mí hermano es la flecha que no falla y yo soy el escudo inquebrantable"

Al finalizar sus palabras, aquel guerrero estuvo a la espera detrás de su hermano, observando atento y vigilando los movimientos de las arpías.

Dareios avanzaba en silencio y apenas sonrió ante las palabras de Akintos. Él era el menor de todo el grupo, sin contar a su hermana Hypatia lo que le dejaba en una posición en la que no le tendrían muy en cuenta. Muestra de ello, era que le relegaban a resguardarse ante un ataque.

Por si fuera poco, Ischyros se encargaría de defender su flanco, así que la sombra que tenía sobre él era muy grande como para encontrarse cómodo.

Echaba vistazos esporádicos hacia el cielo para intentar identificar bien las criaturas que parecían vigilarlos. Era extraño, toda aquella misión era para comprobar si los dioses estaban con ellos y nada más partir, ya había indicios de problemas. Sin duda era muestra de que había más en juego de lo que aparentaba.

-Ifianasa, ¿tienes algún tipo de arma?- preguntó en un momento el joven Dareios a la sacerdotisa. Estaba acostumbrado a hablar a las mujeres, pero en aquella situación, se sentía cohibido. Incluso el tener a su hermana en el grupo, le provocaba una extraña sensación de no saber actuar con ella. Confiaba en que la situación se normalizara poco a poco, cuando el grupo se fuera conformando mejor y tal vez tuviera la oportunidad de mostrar que podían confiar en él y que no iba a ser una carga mas.

Como una nueva muestra de que los dioses sin duda alguna estaban observado, la pequeña aldea a la que se acercan parece tener algún problema con el fuego, o tal vez ocurra algo inesperado.

-Apenas nos hemos alejado de la ciudad y el mundo parece haberse vuelto loco

-No olvides Akintos, que la punta de mi lanza también esta a vuestra disposición. Sería un estorbo en vuestra compenetración, pero no por ello desechéis mi ayuda.

Era muy extraño, durante años la relación con su hermana era fría y protocolaria. Pero ahora, lejos de la ciudad al amparo de la noche, y acechados por extrañas criaturas aladas. Un sentimiento de fraternal de protección crecía en su interior.

Pronto los soldados, mas acomodados o acostumbrados a estas extremas situaciones, comenzaron a hablar entre ellos. Incluso, aquel rubio espartano, entonó una canción. Un leve y grácil silbido, que no tardó en encontrar seguidores.

_ Ves hermana mía, estos experimentados guerreros no dan importancia a lo que quiera que sean esos animales. Concentrémonos en el ritmo de la canción y no perdamos el paso.

Eligió cada palabra para restar importancia a la situación. Aunque sabía que Hypatia era muchas cosas pero estúpida no era una de ellas. Los generales habían puesto en sobre aviso al grupo y nada que dijera podría eliminar esas palabras de la mente de su hermana.

De repente, como si hubiese estado orquestado, el enorme soldado en frente de ellos se giró y con parcas palabras les aseguró que el y su hermano estaban allí nada malo les ocurriría.

_ Muchas gracias por sus palabras, y aprovecho para agradecerles que se hayan unido en esta empresa por la liberación de nuestro inocente padre. Puesto que no había tenido ocasión de hacerlo con anterioridad. Me llena de satisfacción que el certero arco de su hermano y su enorme escudo, estén con nosotros.

Entre las criaturas aladas y la conversación, había pasado por alto, que a lo lejos se distinguía lo que parece una pequeña aldea. Gracias a un luz en el horizonte, Lykaios pudo reconocer que pronto tendrían un descanso. Pues, nunca destacó en la largas caminatas de instrucción.

Como si sus mayores temores hubieran enfurecido a los dioses, de entre la oscuridad surgió el primer problema al que deberían enfrentarse en su viaje. 

Cuando se avistaron las primeras figuras en el cielo nocturno, cayeron las órdenes como lluvia dura e Ifianasa se vio rodeada por Ischyros y Akintos. Su cuerpo empezó a temblar, temerosa de lo que pudiera suceder a continuación. En la locura del miedo atenazante y las órdenes gritadas entre ellos, la sacerdotisa perdió gran parte de los acontecimientos que ocurrían a su alrededor y solo regresó al mundo mortal del del terror cuando el joven Dareios se dirigió a ella directamente.

La sacerdotisa le dedicó una mirada primero vacía. Soy sierva de Hera, madre y esposa, ¿qué arma voy a llevar? Y a continuación notó el peso del cayado que llevaba consigo, un simple bastón para ayudarla a atravesar las zonas más frondosas y dificultosas del sendero. Se lo mostró al joven.

- Esto.- dijo temblorosa- Solo esto.

Sabía que, frente a las espadas y demás armas guerreras de sus compañeros, una simple vara carecía de importancia pero, de alguna forma, sostenerla le dio las fuerzas necesarias para mirar alrededor y hacerse una mejor idea de cuanto sucedía.

Alante percibió el resplandor del fuego y sus pensamientos volaron raudos hacia la seguridad que ese brillo podía darles. Curtida en la ciudad, más no en los campos, nada había en aquellas llamas que pudiera inducirle el terror de un incendio o algo anómalo. Para ella, significaba la seguridad de más personas. Inconscientemente aceleró el paso con la mano aferrada al bastón y otra sobre la tablilla oculta.

Ante la distracción del grupo a lo que ahora estaba frente a ellos y que por un momento habría cobrado mayor importancia ante la posibilidad de tener un lugar donde resguardarse y descansar un poco, el grupo descuidó la amenaza real, y solo Ischyros logró divisar el ataque ya muy tarde, dando solo un grito de alarma que puso a todos sobre aviso. Ifianasa e Hipatia lograron refugiarse a tiempo mientras aquellas criaturas aladas con horribles rostros de mujer se lanzaban contra ellos.

Por suerte, el grupo estaba bien parapetado, lo que no permitió que fuesen atacados por la espalda y ante el número, la mayoría de aquellos seres optaron por elevar el vuelo de nuevo alejándose de una posible batalla. Y solo aquellas criaturas que atacaron al carro fueron las que no desistieron, al menos en su cometido de robarles algo.

El primer ataque se precipito sobre los costales y algo se desgarró por sobre el carro ante los oídos de todos, pero la bestia se elevó en lo alto sin mas, sin ningún botín que pudiesen lamentar aparentemente. Los siguientes dos ataques tuvieron mas suerte, el primero de ellos tomó para si algunas de las herramientas que llevaban con ellos; por su parte, la ultima de estás bestias logró coger los frascos de aceite rompiendo uno de estos ante su fragilidad y derramando su contenido sobre el carro. El segundo se lo llevó consigo. Era poco probablemente que conservasen aquellas cosas y con cierta probabilidad acabarían tiradas en las cercanías, pero buscarlas probablemente sería aun mas difícil que matar a todas aquellas criaturas que moraban en las alturas.

Hacia el frente, las cosas tampoco pintaban bien, mas adelante, aquello que antes pensaban que era una hoguera, ahora sin duda era claro que se trataba de un incendio, pero comprender la situación a esa distancia aun era difícil. Aunque quizá la respuesta les llegaría pronto pues corriendo hacia ellos y agitando las manos en señal de alarma o auxilio, se aproximaban tres figuras humanas que provenían de la misma dirección en la que se encontraba aquella pequeña aldea.

Tirada de valor: 13.
 

Al escuchar las palabras de Lykaios, Talios sonrió y dijo:

No tienes nada que agradecer joven guerrero, los dioses saben nuestros objetivos y estoy seguro que Zeus mismo ha mandado a entrelazar nuestros destinos...

Instantes después de que Talios terminara esas palabras, los pajarracos atacaron la mercancía, dejando molesto al gran Talios, quién ansiaba desentrañar dichos animales. Un rayo de esperanza iluminaron los ojos de semejante gigante, al observar que aquellos insignificantes animales eran tan mediocres que habían dejado caer una de las piezas hurtadas, a lo que fuertemente gritó:

Mirad! Ha dejado caer una de las herramientas! Apuntando hacia la derecha

Talios dejó clavada la vista en donde cayó la herramienta, como si aquel paisaje fuera a cambiar súbitamente y debiese memorizarlo. Sin embargo unas sombras molestaron su vista periférica; temeroso por una nueva amenaza, volitó rápido la mirada y cargado de adrenalina gritó:

Anatolious, vienen 3 hombres a lo lejos, aunque parecen desarmados apunta tú flecha hacia ellos, no se si sean de peligro o él peligro les persiga.

En ese momento, volteo la cabeza para mirar a los hermanos que resguardaban para asegurarse que se encontrasen bien y demostrarles que no viajaban con cualquier novato, sino con veteranos que sabían de su profesión.

Aquel gigante se le veía más lúcido que nunca, en sus ojos brillaba el mismísimo rayo de Zeus; sus músculos estaban tensos, no por miedo sino por toda la adrenalina que fluía por su cuerpo, listo para realizar cualquier hazaña, deseoso de mostrar el valor de su fama a sus nuevos compañeros; observaba los alrededores concentrado, confiando en aquellos grandes ojos y su gran instinto de supervivencia

Spyridon confirmó lo que Talios ya había dicho.

- Sí, algo ha caído a la derecha más adelante. Ya lo recogeremos más tarde. Talios, ven conmigo, vamos a ver que quieren esos tres, no vamos a dejar que se acerquen al carro.

- Ebalo, sitúate en el puesto de Talios. Atreo, mantén tu posición vigilando por si esos seres vuelven, pero también estate atento a esos tres que vienen. Si alguno se separa del grupo y viene hacia el carro, no dudes en dispararle.

- Creo que el carro se ha manchado de aceite. Si es así no nos vamos a acercar a las llamas. Que alguien comprube si se puede limpiar lo suficiente para que no sea peligroso. Usad tierra o arena si es necesario.

- Theron se queda al mando aquí mientras Talios y yo vamos a hablar con esa gente.

Spirydon desenvaina su espada y aprieta el escudo con la otra mano mientras hace una seña a Talios para que se prepare y le siga para interceptar a las tres personas que vienen. Salimos al encuentro de los mismos.

Akintos asintió ante las palabras de Dareios. Sabía exactamente lo que sentía pues el mismo había tenido que demostrar sus capacidades aún antes de terminar su formación.
- Algo me dice que esta gesta te dará numerosas oportunidades de probar tu lanza, Dareios... - No había terminado de hablar con el hijo menor de Ptolomeo, que las sombras aladas ya estaban sobre el carro. Las desgraciadas se había acercado con extrema cautela y no habían podido anticiparlas.
Cuando levantó su lanza en retaliación, no encontró más que aire, aquellas criaturas chillaron, revoloteando, ya estaban lejos. Pero no los atacaron a ellos, pretendían hurtar sus víveres y enseres.
Lanzó un grito en respuesta, ahogado, sin llegar a formar palabras... se sentía impotente por haberle dejado las cosas tan fáciles. Sus dientes rechinaron.

Las palabras del enorme Talios y de su comandante lo sacaron de la confusión, sacudió a cabeza y levantó la frente en alto.

- Ya oyeron al general, Dareios, Ischyros... ayudenme a evaluar la situación del aceite derramado - les comentó a los compañeros que tenía cerca y con quienes se debia coordinar. De momento decidió dejar fuera de sus preocupaciones las personas que se acercaban, para concentrarse en la seguridad de la carga que llevaban.

- Si esas criaturas se acerca nuevamente probarán mi dori - pensabe mientras intentaba distinguir entre la penumbra que tanto riesgo podía tener su carga de encenderse en una pira y arder. La verdad es que hubiese preferido tener que combatirlas que solucionar los inconvenientes de sus maldades, pero todo aquello formaba parte de su trabajo y cometido. Lo haría con el mayor empeño posible.

Dareios se agachó en cuanto escuchó la voz de alarma de Ischyros, con la lanza apuntando al cielo. Las dos mujeres se metieron rápidamente bajo el carro y él cubrió su lateral mientras observaba como aquellas criaturas salían volando.
Él también había visto cómo dejaban caer algo, pero otra cosa más le llamó la atención e hizo que se fijara en el pueblo.

-Pasa algo extraño en ese poblado, no es sólo un incendio dijo firme y sereno. El ataque desde el aire le había puesto nervioso, pero había conseguido mantener la compostura.

En cuanto Akintos solicitó su ayuda, Dareios echó un último vistazo a la aldea y comenzó a comprobar la carga del carro, no si faltaba algo, solo lo que había empapado el aceite y lo que había sonado a desgarro.

Las criaturas atacaron y no fuimos capaces de reaccionar a tiempo como para atraparlas pero si para evitar que robasen más o hiciesen más daño. Saco mi espada larga con la velocidad del relámpago y me preparo para atacar a cualquiera que se ponga al alcance de mi filo.

Les miro, con sus alas y sus garras. Nada de eso me causa temor, nada de eso me causa el más mínimo miedo. Estoy dispuesto a luchar y derramar sangre sin cesar, ojalá la de ellas pero no temo derramar la mía también. Mi determinación es férrea y no cederá.

Me subo al carro con mi espada lista, preparado para recibir a cualquiera cuando veo que tres figuras vienen hacia nosotros desde el incendio. El General Spyridon indica que solo irá Talios y él al encuentro, lo que considero los vuelve un blanco muy fácil para las arpías.

"Quizás debería ir alguien más. Son una presa fácil solo ellos dos."

Las palabras de Akintos me sacan de mis pensamientos y hablo rápidamente rápidamente:

 - "Ifianasa, ayuda a Akintos. ¡Hermana, tú también por favor."

Me quedo vigilando y preparado para poder predecir y responder contraatacando a aquellas criaturas. No permitiré que consigan robar más cosas de nuestro carro y mucho menos hacer daño a alguno de nuestros compañeros. Mantengo mis ojos pegados a ellas y mis dedos apretados al mango de mi espada, listo para combatir.

Y como era de esperar, esas criaturas atacan cuando menos se lo esperan. Nadie ha visto el ataque puesto que tenían los ojos puestos en lo que parece ser un incendio... o al menos, eso es lo que escucha que dicen aquellos más preparados que ella para esas cosas. Casi no le da tiempo a esconderse bajo el carro, como le han ordenador antes. No lo hace por sentir miedo o no... quizá sorpresa, pero no miedo. Lo hace porque sabe que molestará a los demás si está por medio. No tiene armas y no tiene entrenamiento ¿qué puede hacer ella?

No puede ver nada de lo que pasa, salvo como se mueven los pies de un lado para otro. Tras un breve intercambio de ataques, parece que la cosa se calma y pueden salir de ahí debajo. Las arpías no han causado muchos daños y pare que solo querían robar parte de sus pertrechos. No han robado nada de importancia, pero si han roto uno de los frascos de aceite.

Intenta comprobar la situación del aceite desperdiciado y potencialmente peligroso.

-Creo que deberíamos secarlo lo máximo posible. Usando arena, haremos que quede compactado y podremos limpiarlo mejor. Es una pena que se haya desperdiciado. Aunque siempre podemos empapar telas y tenerlas preparadas por si necesitamos antorchas y luz.