Partida Rol por web

-Ischyros, mi...

Se disponía a decir Dareios cuando Atreo apareció y les dio unas indicaciones confusas, a lo que el joven cogió la lanza con las dos manos sin saber muy bien qué frente tomar ante las dos figuras que se acercaban.

-Por allí- señaló hacia la oscuridad- hay dos figuras más, van en dirección al carro.

No sabía si era buena idea gritar la advertencia o intentar tomar a aquellas personas por sorpresa pero se dirigían hacia el carro. Sabía que su hermano mayor estaba en un grupo bien dispuesto y aunque deseaba ir a ayudarles, no podía permitir que Ischyros se quedara solo en la oscuridad, por buen guerrero que fuera.-Akintos

-¡Cuidado, avanzan dos hacia el carro desde el Noreste! gritó Dareios hacia el carro para alertar a todos y que pudieran buscar la posible amenaza.

La niña* está a punto de ceder, pero Hypatia no consigue que se separe de su madre*. No puede hacer nada más para intentar distraerla, salvo mantenerlas cómodas. Tampoco puede dejar a un lado el carro y el aceite, así que regresa y se dedica a intentar cubrir las zonas afectadas con tierra lo mejor posible.

Y entonces comienzan a escucharse los gritos. Mira alrededor. ¿Qué está pasando? Mira a los demás, a los guerreros que protegerán el carro y a ellas mismas de cualquier atacante, pero no es suficiente. ¿Y si esas criaturas son tan temibles como parecen por el fuego y los gritos?

No podrán hacer mucho. En ese momento, desearía saber un poco más de como defenderse.

Tras avisar a los del carro, Dareios tomó la posición defensiva con su lanza preparada junto a su medio hermano.

-No debemos dejarlos pasar...¿verdad?-habían sido las ordenes, pero no podía evitar querer confirmar su actuación ante un soldado mayor que él y más experimentado.

Mientras iba y venía cumpliendo las órdenes del general, observé cómo la gente, presumiblemente habitantes de la aldea, huían, tanto hacia el carro, como hacia el norte. En cuanto llegué a la altura de Spyridon y Talios me apresuré a comunicárselo.

- General, la gente de la aldea huye. Un par hacia el carro. La mayoría hacia el norte, llevan niños y parece que son perseguidos.

Fue entonces cuando tomé plena conciencia de los horrores que vagaban por la aldea, y el más absoluto terror se adueñó de mi. En mi gesto se congeló un grito mudo, mientras un terrible escalofrío recorría mi columna y algo primario, instintivo, se adueñó de mis actos y me hizo empezar a retroceder, a huir de allí.

Spyridon esperaba encontrarse con bandidos o asaltantes. La impresión al ver aquella figura fue un shock. Salió corriendo a toda la velocidad que pudo.

El ruido de una batalla desde el pueblo, de madera siendo aporreada, indica peligro inminente para quien sea que esté en esa dirección... o que se dirija para allá. Veo los jóvenes que Atreo envía en nuestra dirección y respondo a Dareios:

 - "Debemos dejarlos pasar hacia el carro, al igual que a esos dos que van por allá. También los vi y parecen huir de lo que sucede. Hay suficientes hombres en el carro como para defenderlo de dos o cuatro hombres. Akintos, Ébalo, Anatolius, nuestro tío y Lykaios. Ellos no son amenazas, en cambio ese ruido de batalla y los gritos, nos necesitan allá adelante."

He visto a aquellos que van hacia el carro y no parecen ser una real amenazaAprieto con fuerza el mango de mi espada mientras le miro de frente:

 - "Voy a ayudar al General Spyridon pues esos sonidos implican una batalla que puede ya haber empezado. Es ahora o será demasiado tarde. Puedes, ir conmigo o volver al carro, pero no deberías quedarte acá solo."

Me giro para contestarle a Akintos y luego correr hacia el pueblo.

Me giro hacia el carro y grito a mi hermano de batalla:

 - "¡AKINTOS! ¡ESCUCHO UNA BATALLA EN EL PUEBLO Y TEMO QUE NUESTROS AMIGOS ESTÉN SIENDO ATACADOS! ¡VOY AL PUEBLO A AYUDAR!"

Luego de eso me giro a Dareios, esperando a ver si decide ir al carro o acompañarme. Luego de eso comienzo a correr.

El espartano suelta la arena que mantenía el escudo para que la cogieran con mayor facilidad y se lo coloca en el musculoso brazo, con la fluidez de mil veces repetido, el arma aparece en su mano. Asiente al hermano menor y es que Ébalo nunca ha destacado por su capacidad de observación.

Baja el escudo dejando sólo sus ojos por encima de este, y su arma asoma por el lateral. Da un par de pasos hacia adelante y abriendo bien las piernas espera cualquier ataque por ese flanco. No les será tan fácil superar al hábil guerrero de Esparta.

-Si la muerte se precipita, de alegría dar palmadas, pues aquí hay un verdadero hoplita, no un guerrero de temporada- animo a mis compañeros antes de quedarme vigilante y en silencio.

Mientra vigilaba la zona que me había asignado, me percato que de entre la maleza que nos rodea algún tipo de ser abandona la alea y se acerca peligrosamente a nosotros. El grito de Daerios sirve para confirmar las sospechas de que algo se acerca peligrosamente.

- Algo parece que se mueve hacia nosotros por la maleza, aun esta a suficiente distancia para girar unos ciento treinta o ciento treinta y un codos. Manteneos prestos y no desfallezcáis nos han dado esta misión de proteger nuestro preciado cargamento.

No sabíamos lo que pasaba en el pueblo solo podíamos escuchar la consunción de un pueblo por el fuego y el replicar de armas como si una batalla se tratase. Nuestro cometido era el proteger a los menos duchos en nuestra comitiva en el combate y la tablilla que teníamos que transportar. Desde la oscuridad era posible que nos estuvieran acechando a nosotros también por lo que era poco probable que pudiéramos asistir a nuestros compañeros.

- ¡Ischyros y Daerios!. ¡Estáis mas cercanos al pueblo es vuestra decisión acudir en su ayuda si lo creéis conveniente! .

Me mantengo vigilante esperando la llegada del enemigo, mientras empuño la lanza. No había peor cosa que tener que mantener la posición esperando a un enemigo al que no se veía.

Lykaios no quitaba ojo al cielo despejado, al frente en el pueblo se escuchaban ruidos de lucha. ¿Qué demonios estará pasando allí? Por el bien de la misión espero que todos salgan indemnes. En un instante, Dareios da la voz de alarma y Theron reajusta las órdenes. Ischyros no se queda corto y avisa a Akintos, el bastardo se encamina al pueblo a prestar ayuda a la avanzadilla.

Una aldea tan pequeña siendo saqueada... Parece que alguien nos estaba esperando, y les ha salido bien, pues el grupo se ha visto dividido. Espero equivocarme, y que todo sea el fruto de la casualidad... Lástima que no crea en las casualidades.

_ ¡¡¡Hypatia deja eso y escóndete bajo el carro!!! Ifianasa, ayuda a la mujer y la pequeña, que también se escondan bajo el carro.

Lykaios se maldice así mismo, pues estando concentrado con el firmamento no ha sido capaz de detectar la aproximación desde el noroeste.

Decide bajar del carro y ayudar a Ifianasa con la mujer y la cría, y cuando está a su lado le dice: _ Sarcedotisa de Hera, portas un bien muy preciado en nuestra misión y aún no hemos tenido tiempo de revisarlo. Si lograran derribar a los hombres, deberás enterrar la tablilla sin dudarlo. No podemos permitir que nos la arrebaten, no sin conocer su contenido.

El primogénito queda atento a la dirección por donde han sido vistos los atacantes, con la espalda pegada al carro y su dori al frente. Ahora me arrepiento de haber abandonado tan temprano la instrucción, al menos intentaré no ser un estorbo. Y llegado el caso, seré el último obstáculo antes de que pongan las manos sobre las mujeres.

Oh adorado Hermes, dadme presteza, no sólo en acciones, si no también en intelecto. Necesito seguir vivo, al menos hasta que ponga las manos sobre la bestia que acabó con Penélope. Después podrás hacer con la vida de este mortal lo que desees

Las palabras de Dareios pasaron de tranquilizadoras a desesperadas ante los oídos de Akintos. Sus ojos percibieron como las dos figuras vigilantes cambiaban su postura completamente y comenzaban a lanzar advertencias.

- ¡Qué Zeus guíe tus pasos! - Le respondió a Ischyros cuando éste decidió correr en ayuda del general Spyridon.
- ...Y que tu espada golpee como el trueno, mi general te necesita - agradeció en su interior la decisión del valiente soldado, podría hacer lo que él en este momento tenía vedado.

Observo la pregunta silenciosa de Ischyros antes de que comience a correr y aunque no quería dejar atras al carro por lo que pudiera suceder, Dareios sabía que los que estan allí eran muy capaces y que el pueblo parecía tener verdaderos problemas

-Espera Ischyros, voy contigo- dijo mientras salia corriendo tras su medio hermano

El escudero aferró su pelta con firmeza y afianzó su dori hacia la dirección que parecía ser el noreste. Siguió la advertencia del joven Dareios escudriñando la oscuridad, le dio la sensación de que algo se movía allí.

- Mi general, nada de acercará por mi posición sin que mi lanza lo atraviese - afirmó Akintos ya en posición y ladeando su arma de un flanco a otro.

Todavía seguía tenso, sin poder sacar de su mente la idea de estar con Spyridon en el poblado, recordando las tardes de entrenamiento, las largas lecciones de táctica y estrategia. La lanza y la espada.

Asiento a las palabras de mi hermano Dareios y me encamino corriendo hacia el pueblo.

"Zeus, protege a mis seres queridos y que mi amor por ellos sea un escudo indestructible. No permitas que daño alguno les alcance y dame la oportunidad de interponerme entre ellos y el peligro."

Apuro el paso todo lo que puedo para llegar lo antes posible a donde está el General Spyridon.

- Oh poderosa Diosa, madre de los dioses, sentada en tu trono. Protégenos como acordamos en tu bello templo antes de partir. - murmuró la sacerdotisa mientras acariciaba la tablilla en sus manos. 

Sin duda algún mal se cernía sobre ellos.. solo esperaba que no fuera un mal divino pues sería un mal presagio. El ataque de las arpías era un mal presagio. Otro mal presagio sería algo a tener muy en cuenta. Puede.. puede que algún dios no apruebe nuestro viaje.. pensó la sacerdotisa aterrada ante la idea que aparecía en su mente. Negó varias veces y guardó la tablilla entre sus ropas. No era momento de considerar esas opciones improbables. 

El grito de Lykaios y su posterior petición la hicieron volver a la realidad. Tenía que ayudar a la niña. Se dirigió a la parthena y a su madre

- No te preocupes pequeña, la Diosa nos protege. Vamos, escondámonos aquí debajo- señaló el carro. Antes de esconderse ella buscó algún lugar donde poder enterrar la tablilla.. si algo salía mal. Los dioses no lo quieran