Partida Rol por web

Con prácticamente la mitad del grupo avanzando hacia la aldea (algunos solo hasta la mitad del camino), el resto del grupo, liderados por Theron, hubieron de quedarse junto al carro a fin de resguardarlo. Allí contaban aun con buenos guerreros como Ebalo, Anatolius, Akintos o el mismo Theron; y ello sin contar con las capacidades que pudiesen tener Lykaios y las dos mujeres, quienes en aquellos momentos seguían trabajando en limpiar el aceite del carro.

El grupo había perdido a su mejor arquero y a su mejor vigiá por lo que si se enfrentaban de nuevo a aquellas bestias aladas habrían de encontrarse en desventaja, por suerte, tal parecía que esta vez ya no volverían a atacar e incluso los cielos se veían ya despejados.

La alarma llego de hecho desde el camino que llevaba hacia la aldea, donde un fuertre grito de horror y dolor se escuchó. Este no parecía tratarse de la voz de alguno de sus compañeros por lo probablemente había sido emitido por algun desconocido. Aunque a la distancia a la que se encontraban, poco podían saber. Quizá Ischyros y Dareios que estaban algo mas cerca pudieran haberse enterado de algo, aunque para preguntarles tendrían que llamarlos a gritos.

Mi avance junto con el de mi hermano menor a la posición intermedia entre el carro y el General Spyridon es rápido y calmo. Respondo a sus palabras con alegría:

 - "Eres un joven fuerte y valeroso. Eso es suficiente para ser un guerrero pues las armas solo son el reflejo de nuestra voluntad. Confío mi espalda y mi vida en ti, hermano."

Mis ojos vigilan con atención el cielo pero veo que las Arpías se han alejado para dejar de ser una amenaza. Le comento a mi Dareios lo que he captado:

 - "Creo que las Arpías ya se han ido. Debemos concentrarnos en el pueblo. Esos gritos no me gustan para nada y temo por la vida de Atreo y los otros."

Intento ver más adelante qué es lo que hay. Intento discernir si es que las amenazas que generan esos terribles sonidos se acercan a nuestros compañeros. Temo que la distancia que nos separa de ellos sea demasiado difícil de sortear en caso no detectar el peligro a tiempo. Barajo la idea de ir de inmediato donde el General o por lo menos acercarnos más de manera preventiva ahora que el peligro más inmediato está en ese pueblo y ya no en el cielo.

- Atreo, manda a los dos jóvenes de vuelta al carro. Si puedes ver a Dareios e Ischyros hazles una seña para que estén alerta y dejen pasar a estos dos. Después tensa el arco y quédate a tiro de la casa.

- ¿Habeis podido ver algo más?

Spyridon había podido comprobar que la historia de los dos jóvenes era verdad y ahora los enviaba al carro con una seguridad razonable. Se mostraba reacio a avanzar ante algo desconocido, había advertido la sombra que había cruzado por delante de la casa y su memoria se esforzaba por identificar esa forma.

He logrado observar 2 personas rumbo a nuestra carreta, así como 8 personas que huyen al norte perseguidas por algún cuadrúpedo contestó Talios al General.

Mientras Atreo se retiraba para cumplir las órdenes, Talios dió un paso al frente, sabía que él era quién debía recibir daño si algo pasase.

Con la daga en la mano y los rezos a Zeus en la boca, aquél gigante esperaba su momento de gloria, sabía que no había criatura en la tierra que no fuera capaz de ser derrotada por su fuerza sobre humana.

Asentí a las órdenes del general y me apresuré a cumplirlas. Me retiré un trecho junto a los jóvenes e hice una señal a mis hermanos, más retrasados, para que los dejaran pasar hacia el carro.

Después ocupé mi posición, arco y flecha en mano, tal como me habían ordenado, listo para disparar.

-Solo medio hermano Ischyros.-Pensó Dareios al escuchar las palabras que le habían dejado algo turbado. No esperaba tanta cercanía. Sin duda alguna sería para que el joven se sintiera más seguro de si mismo, pero en ese instante no era capaz de pensar en ello.

-Tienes razón, esos gritos no han sonado nada bien, pero ¿no crees que hay demasiada actividad?. Acabamos de iniciar nuestro viaje y los dioses ya nos están poniendo a prueba.

Realmente viajar en la noche tenía sus peligros, pero aquello parecía sobrepasar lo aceptable. La preocupación por que fuera algún tipo de trampa provocó que Dareios buscara entre la luz de las llamas algo importante, pero  después volviera la vista hacia los que se habían quedado en el carro. Tal vez algo se moviera entre las sombras con tanto alboroto y la luz del incendio dejaría sus ojos ciegos ante la oscuridad.

El corazón le latía con fuerza pero en su cabeza, imaginaba una situación en la que por ir a socorrer a uno de los grupos, el otro fuera atacado con más violencia.

-Si esta es una prueba de los dioses ¿qué quieren que hagamos?. 

Spyridon, Atreo y Talios se habían internado en la incendiada aldea en busca de supervivientes y seguramente de las bestias que todo esto habían causado. Aunque comprendía la situación y las razones para hacerlo, empezaba a dudar que nuestra separación fuera lo mas adecuado sin saber el número de criaturas que se podían encontrar. Haber propuesto a mis dos sobrinos como apoyo fue una cosa mas de integrarles a la unidad que por querer ponerles en peligro, pero serían un seguro por si las cosas se torcían. 

Mientras esperábamos la vuelta de nuestros compañeros, no podía dejar de pensar si debía haber sido yo el que se ofreciera para ir a la misión. Spyridon tenía el mando de nuestra comitiva y perderle sería un duro golpe no solo para nuestra comitiva sino para la ciudad de la que partimos.

- Akintos vigila el frente, no sabemos lo que puede venir por ahí. Con suerte nuestros compañeros, pero mejor no tentar a los dioses. Ebalo y Anatolius vigilad los flancos. Lykaios...sobrino vigila el cielo parece despejado pero mis ojos no son lo que eran. Yo vigilare el camino por donde hemos venido. Hypatia, jovencita buen trabajo intentad tú y Ifianasa que nuestros invitados se encuentren lo mejor atendidos posible.    

Estamos vigilantes a los cielos, al camino y a los campos....esperando. Cuando un grito rasga el aire. No puedo evitar mirar al frente intentando rasgar la oscuridad que nos envuelve.

- No parece de los nuestros.   

Sujeto fuertemente el asta de la lanza, durante unos segundos pienso si preparar un plan de contingencia en el caso de que todo lo realizado anteriormente falle. Pero mantengo lo ya hecho, de necesitarlo nuestros compañeros pedirían ayuda y podríamos "asistirles".  

Cuando se dividieron en tres grupos, el joven Akintos levantó la cabeza, ya las mujeres estaban completando el trabajo que él siquiera intentaba comenzar.

La arena húmeda se deslizó entre sus dedos, su mirada pasó desde las figuras de sus dos compañeros que se adelantaban hacia el rostro de Theron. Si estaba conforme con las decisiones de su superior, su rostro jamás lo diría. Parecía tallado en piedra, y decidido completar todo lo dicho por Spyridon.

Sacudió y frotó ambas manos, su cuerpo se irguió en toda su estatura. Tomó su dori y la sacó de la tierra blanda mientras volvía a embrazar su pelta. Rechinó sus dientes con fuerza. Nuevamente la formación cambiaba, y ahora tenían con ellos a una mujer aterrorizada con su hijita.

Akintos buscó con sus ojos a la sacerdotiza de Hera - Recomfortad a esa madre con su niña, no dejaré que nada se acerque a vosotras - afirmó con un aire de confianza en su mirada, mostrando esa sonrisa torcida que lo caracterizaba.

Luego alzó su voz - A la orden mi general - mientras se apresuraba a tomar posición al frente de los bueyes que tiraban del carro.

Cuando aquel horroroso grito desgarró la noche, Akintos se sobresaltó como el resto de la comitiva. Más adelante las únicas siluetas que podía distinguir con dificultad eran las de Dareios e Ischyros.

Dirigiéndose a ellos, gritó - ¡¿Podeis ver qué sucede allí adelante?! - intentaba esforzar sus pulmones al máximo.

De regreso al carro con la mujer y el niño, sabía decisión la del general Spyridon, se concentra en su tarea de aplicar tierra a donde sea requerido. Aunque no sin antes ofrecer un trapo húmedo a la mujer para limpiar las manchas del hollín y la ceniza en las caras de ambos y un poco de agua para refrescar sus gargantas. Y lo hace porque parece ser que es la única que recuerda las buenas costumbres de un anfitrión que invita a alguien a su casa. Las circunstancias no son muy propicias, pero ahora que ellos están allí, no pueden olvidar que esas personas están pasando por un momento difícil.

Se le ocurre algo que quizá no guste, pero debe hacerlo para entretener al niño. Y más tras escuchar ese grito horrible que la hace temblar un poco. ¿Qué estará pasando? Sí, es curiosa por naturaleza, pero también sensata. Ha tentado a la suerte una vez al alejarse de la protección de sus compañeros en ese viaje... y no lo volverá a hacer. En ese momento.

Se acerca al niño y le sonríe.

-Hola pequeño. ¿Quieres jugar a un juego? Estamos haciendo castillos de tierra en el carro con tierra húmeda. ¿Quieres ayudarnos? Puedo contarte muchas historias.

Le tiende una mano amiga.

La pregunta de Akintos sobresaltó levemente al joven Dareios. Era normal que tuvieran curiosidad, pero por sus propios temores, este pensaba que el grupo retrasado no debería llamar demasiado la atención, así que le respondió con disimulo en su voz tras dar un par de pasos hacia el carro.

-No se ve nada Akintos, ya os avisaremos si vemos algo.

Con todas las manos que habían trabajado en la limpieza del carro, pronto se terminó con ello. Bien, ahora habrá que esperar al día. Con el calor del sol las costras de arena que queden serán mas fáciles de eliminar.

A su lado el guerrero dejó de ayudarles para vigilar la vanguardia, Hypatia e Ifianasa se dedicarían a arropar a la mujer y el niño que habían escapado del incendio de su aldea. Su hermana se comportó como una buena mujer, una madraza. Estaba acostumbrada a ayudar en los quehaceres de nuestro hogar. Pero al verla, con los refugiados, lavándoles la cara, distrayendo al pequeño, no pudo dejar de pensar en que ya debía estar prometida, si no casada. Pues sería una gran esposa y madre, y quizás se hubiese librado de todo esto.

Pronto las penurias se presentan ante nosotros, y si seguimos ayudando a cada aldeano de aquí hasta nuestro destino, nunca cumpliremos nuestro destino. Si es que estamos destinados a ello y no morimos todos, yaciendo en cualquier camino polvoriento.

Debí haberme quedado en Micenas, averiguando el verdadero asesino de madre y arrancarle su último aliento, despacio provocándole todo el sufrimiento posible antes de que se reuniese con el barquero.

Una voz de mando le saca de sus ensoñaciones, la orden va dirigida a el.

Lykaios, se adelanta hasta donde se encuentra su hermana y le toma la daga que este le había prestado. Y subiéndose al carro, no apartó la mirada del cielo.

Mientras ambos medios hermanos se detenían a observar a ambos grupos en las espera de no ser requeridos por ninguno de ellos dado lo que pudiese implicar tras aquel horrendo sonido, la figura de Atreo se fue acercando a ellos, y haciéndoles señas un tanto confusas les decía que los dos jóvenes iban hacia ellos, aunque no quedaba claro si los enviaban con ellos o al carro.

Los jóvenes por su parte, presas del miedo a penas y parecían prestar atención a la presencia de ambos hermanos y parecían dispuestos a continuar su carrera hacia el carro para llegar con su madre. Mas adelante, los sonidos de un combate se hicieron sentir y seguidos del crujir de madera que se resquebrajaba.

Siguiendo las órdenes de Spyridon, Atreo escoltó parcialmente a los dos jóvenes indicándole a Ischyros y compañía que les dejasen pasar y para cuando Talios había evaluado la situación e informado al general de Micenas respecto a lo que había visto, el joven hijo de Ptolomeo ya se encontraba de nuevo con ellos.

Fue entonces cuando la situación se tornó aun mas alarmante. Una segunda secuencia de gritos se presento desde la casa de madera grande que estaba a su izquierda en la aldea, y estaba fue aun mas intensa. Primero se presentaron gritos, como de dos personas, y luego le siguió el resquebrajamiento de algo similar a madera para después hacerse escuchar mas gritos.

Su atención estaba en ellos cuando de la nada, un par de aquellas bestias surgieron a lo lejos y aun costado del camino de tierra que atravesaba la aldea. Un hombre adulto había surgido primero de la nada corriendo hacia una caballa que se encontraba allí, pero apenas cuando alguien le abrió la puerta y estaba alcanzaba a entrar, ambas bestias surgieron de entre la oscuridad abalanzándose contra él, azotando contra la puerta y casi derribandola en el primer intento. Adentro, los gritos de una mujer aterrada se hicieron presentes al tiempo que una de estás dos bestias, por azares del destino y quizá en búsqueda de presas, reparó en la presencia de los tres héroes allí presentes.

La criatura allí presente era un ser cuadrúpedo que no se parecía a nada que hubiesen visto antes, aunque bien parecía poderse parar en solo sus patas traseras y usar las otras para golpear la puerta como si fuesen puños. Su cuerpo no tenía piel y estaba lleno de sangre, su rostro se había transfigurado en una extraña forma de gran boca devoradora y sedienta de carne. Era tan horrible aquel ser, que era casi imposible que las mentes y corazones de aquellos tres hombres no se sobrecogieran al verlo.

Bajo las órdenes del general Theron quien permanecía con el resto de Héroes, aquellos hombres se distribuyeron para vigilar cualquier punto flaco de sus posición ante cualquier amenaza que pudiese presentarseles. Las dos mujeres por su parte, habían dejado de hacer temporalmente la limpieza del carro y se dedicaban a intentar reconfortar y tranquilizar a sus dos acompañantes, sobre todo a la pequeña que parecía completamente pasmada por algún motivo.

Un nuevo estruendo se escucho a lo lejos, maderas o troncos parecían resquebrajarse y caer al suelo mientras gritos de horror y batalla se presentaban. Todo ello de nuevo proveniente del algún lugar hacia aquella aldea.