Partida Rol por web

El miedo ante lo que estaban presenciando había caído sobre la mente y los cuerpos de los tres héroes. El efecto había sido distinto en cada uno, Atreo, no acostumbrado siquiera a combatir aun, había huido despavorido sin siquiera preguntarse que era aquello a lo que estaba enfrentando. El general Spyridon, con la firmeza que le caracterizaba, se había mantenido firme en su posición, no obstante se encontraba confundido por lo que veía y su mente no alcanzaba a reaccionar ante la situación. Talios por su parte, al haber viajado mucho en su vida como mercenario, probablemente había enfrentado momentos de similar dificultad y por ello, aun cuando no concebía la existencia de aquella criatura, no había sucumbido al miedo.

Frente a ellos, aquella bestia que atacaba la cabaña pequeña, estaba apunto de derribar la sencilla puerta dentro de la cual, había al menos dos personas horrorizadas cuyas vidas pendían de un hilo. A un costado, en la cabaña grande que empezaba a incendiarse se escuchaban también gritos y ajetreo, señal de que con mucha probabilidad había mas bestias también allí.

Tras lo presencia de los sonidos de batalla y gritos de horror e incluso ayuda provenientes de la aldea, el grupo de Héroes compuesto por Dareios e Ischyros se precipitaron en ayuda al general Spyridon quien podría estar en serios problemas. No obstante, no habían avanzando mas de treinta metros cuando se encontraron con un aterrado Atreo que huía en dirección a ellos y que incluso duda si parar al verlos o seguir corriendo presa del miedo.

Akintos, firme en su posición vio como Dareios y Ischyros se alejaban hasta desaparecer en la oscuridad de la noche mientras para todos era consciente el hecho de que los gritos de horror y batalla continuaban en la algo lejana aldea. Ahora ya no tenían contacto con lo que sucedía mas adelante, y por ello, cuando dos figuras se precipitaron corriendo de forma desesperada hacia ellos, no pudo mas que prepararse para la batalla. No obstante, lo que estaba ante el, eran los dos jóvenes hijos de la mujer que ahora intentaban proteger y que en un inicio habían acompañado al general Spyridon hacia la aldea de la que ahora parecían volver horrorizados. Y solo por la presencia intimidante de Akintos se habían detenido a apenas unos pocos metros de él sin saber si continuar o que hacer.

El general Theron, consciente de todo ello, estuvo apunto de decirle algo, cuando el sonido en la maleza se hizo mas fuerte, algo se aproximaba y estaba ya muy cerca. Fue entonces cuando la voz suplicante de un hombre se escuchó en la zona proveniente a aquel movimiento. -¡Ifictocles!, !espera Ifictocles!- gritó como si pidiera ayuda a alguien y enseguida un desgarrador grito de dolor resonó en los alrededores señal de que algo muy malo le había pasado a aquel hombre.

Al Joven espartano a la Izquierda del carro, que era su posición se le unen Akintos y theron, ambos estaban en el frente pero han pivotado para enfrentar el enemigo que viene por este lado. Anatolius sigue al otro lado del carro protegiendo ese flanco y Lykaios permanece en lo alto del carro sin muchas intención de luchar. Está claro que el primogénito no tiene toda la formación militar que todo hombre debería tener. Pero claro, es el modo de educar fuera de Esparta, crear hombres pacíficos en un mundo que siempre está en guerra. Le hace gracia la gloria que pide el guerrero que combate a su lado.

- En dos cosas estas errado; no es tu posición; ya que yo estaba aquí afianzado; no hagas promesas que no puedas cumplir- le hago un guiño a Akintos- Bajo mi espada, y no tu lanzada, los enemigos van a morir.

Entrecierro los ojos cuando veo acercarse a una persona corriendo y algo que le persigue.

-Amigos, la primera es la perseguida; atacad a la que va seguida- les indico a mis dos compañeros de lineas con los que cierro filas.
 

Anatolius se encaramó al carro con agilidad mientras echaba mano a su arco. Con una habilidad que se notaba fruto de una gran práctica, encajó una saeta en la cuerda del arco en un solo movimiento y se dispuso a observar en la dirección en la que provenían los gritos, sin tensar el arco aún.

— ¿Estás seguro de lo que dices, Ébalo? No quiero que mis saetas vayan a parar a cuerpos inocentes, y luego que el dios Apolo dirija una de las suyas hacia mí —preguntó el ateniense.

Corro a toda velocidad hacia el pueblo, pidiendo a Zeus no llegar demasiado tarde cuando veo a Atreo correr en nuestra dirección. Noto el miedo en su rostro y levanto los brazos para llamar su atención mientras le hablo:

 - "¡Hermano, detente! ¡Debemos ir hacia allá! ¡El General nos puede necesitar!"

Sé que probablemente ha visto algo que le ha aterrado pero eso es mayor motivo para no dejar a Spyridon solo con aquella cosa. Debemos apoyarle y sacarle de allí si es que está fuera de nuestras posibilidades pero no dejarle tirado sin más. Intento detenerlo para volver a encaminarnos en esa dirección mientras intento mirar en esa dirección, intentando vislumbrar qué sucede más adelante.

Algo se acercaba hasta nosotros, la tensión era suficiente para que cualquiera que se acercara a nosotros fuera recibido por un arma que por una mano amiga. Del camino que se dirigía al pueblo nos llego el sonido de algo que sea acercaba, cuando Akintos se enfrentó a ello parecía que toda nuestra preparación solo había sido producto de una falsa alarma ya que al salir de las sombras pudimos ver a los dos muchachos que se había adelantado con Spyridon.

- No es.... La frase se queda a medias en mis labios un sonido capta toda mi atención, a la izquierda de nuestra posición otro sonido preocupante y una súplica. Algo estaba persiguiendo a unos hombres y al menos uno había sido alcanzado por lo que Ares quisiera les había estado dando caza.

- Akintos, Ebalo conmigo a la izquierda por ahí avanza lo que quiera que perturba a este pueblo. Anatolius prepárate a cubrirnos si es necesario.  

No pensaba dejar sin protección al carro ni a quienes integraban nuestra comitiva y no tenían medios con los que defenderse, pero aun así no iba a ser cazado por más tiempo. Me adelanto para ver lo que esta ocurriendo y a que nos enfrentamos.

Los ojos de Akintos se concentraron en lo que venía detrás, algo cuadrúpedo y bestial se movía entre las sombras, cazando a aquellos hombres.

- ¡Apartaos! - gritó, al llamado Ifictocles que se acercaba indemne, cuando aquello saltó sobre su hermano. El escudero no encontraba a mucha distancia del joven caído.

- ¡Una bestia lo ataca...! - exclamó ante aquella escena que se sumía en la oscuridad, pero cuyos sonidos eran claros.

Con el impulso de lanzarse desbocadamente contra aquello, Akintos respiró profundamente y prefirió actuar de manera organizada junto a Ébalo y bajo las órdenes de Theron.
Mientras avanzaba, acortando la distancia con aquello y cerrando fila con el soldado espartano, respondió al guiño - No dejes que tu espada se te oxide en la mano, Ébalo El Apuesto - 

La situación se complica cada vez más y cada vez más parece que todo estuviese planeado para entorpecer su marcha. ¿Es que los dioses no están a favor de esa empresa? ¿Quieren la muerte de su padre? No, sin duda no puede ser así. No pueden condenar a un hombre inocente. ¿O es que lo consideran culpable? Los gritos se acercan cada vez más. Hay avisos desde de la avanzadilla. Mira hacia la dirección de la que en teoría tiene que venir el ataque... lo único que puede ver parece ser un hombre.

Sin duda, Akintos puede ver mejor que ella. ¿Un ser monstruoso atacando a ese hombre? Haciendo caso a su hermano, y sin poder ofrecer su ayuda salvo para molestar, se mete bajo el carro.

Dioses, protegednos. Hestia, protege a mi familia... no soportaría perder a nadie más.

Spyridon había quedado paralizado por el terror al observar las criaturas, había sido como un shock.

Intentó concentrarse, pero le costaba mantener la compostura.

- Talios, no podemos luchar nosotros solos contra eso y nos debemos a la misión. No creo que podamos ayudar a esta gente.

Spyridon retrocedió un paso.

Atreo iba en su direccion temeroso de algo que había en el poblado, lo que consterbo a Dareios. Su hermano estaba acostumbrado a salir solo se caza, asi que lo consideraba un hombre de valor ¿Que le hacia retroceder entonces?

¿Que es lo v que ocurre hermano? -le pregunto sin intentar detenerlo. Ischyros estaba dispuesto interceptarlo, pero Dareios quería seguir aunque compendio que lo mejor seria avanzar juntos para ayudar al general.

Lo que aconteció a continuación desconcertó a la sacerdotisa que paró en su empeño de refugiarse bajo el carro. Se aseguró que la mujer  y la hija si estaban bajo el carro antes de acercarse con cuidado a observar lo que sucedía. Parecía que había heridos.. y que algo más siniestro podría acecharlos.

Cuando vió que Hypatia se escondía bajo el carro negó con la cabeza repetidas veces e hizo lo propio. Esconderse junto al resto bajo el carro y rezó a los dioses para que no les alcanzaran más infortunios. Se aseguraba cada poco tiempo de que la tablilla siguiera junto a ella.

Seguí corriendo. El mundo a mi alrededor parecía difuso, extraño, lejano. Como si no fuese real y en realidad estuviera atrapado en un sueño. O en una pesadilla. Mi mente no pensaba. Mi cuerpo sólo podía correr, huir. Me pareció oír las voces de mis hermanos, lejanas, amortiguadas, pero no pude escucharles. Sólo seguí corriendo.