Partida Rol por web

Las palabras de Spyridon resonaron tan fuerte en la mente de Talios como una ofensa hecha contra su propia sangre. El gigante ateniense, dejó en claro que no cometería un acto tan ruin y cobarde como huir del enemigo sin siquiera probar batalla. Era claro que el decidido ateniense estaba por lanzarse al ataque, solo a la espera del momento mas adecuado para hacerlo.

Por suerte, en medio de la carrera de ambos grupos, Ischyros, medio hermano de Atreo, logro detener a este para que así pudiese explicarles que sucedía. Atreo, aun algo alterado parecia poder cobrar aliento y empezar a aclarar su mente, o al menos eso esperaba Dareios quien no esperó mas para empezar a hacerle preguntas.

La expectativa se hizo cada vez mayor a medida que Ischyros y Dareios desaparecían de la vista de todos, y aquella criatura se aproximaba a ellos. Así de la nada, un hombre bañado en sudor y con rostro lleno de horror, salió de entre la maleza para saltar casi sobre de ellos y detenerse ante la sorpresa de encontrarlos justamente allí.

El hombre aterrado casi fue ensartado por una de las flechas de Anatolius de no ser por la advertencia de sus compañeros. Y solo por eso aquel hombre alcanzó a llegar a trompicones hasta los pies de los que estaban mas adelante, Theron, Akintos y Ebalo.

Lo único que alcanzó a decir, fue algo que en el fondo, parecía no tener coherencia. -Han salido del Hades- señaló para luego caer desmayado consumido por el miedo y el cansancio. Tras aquel hombre, en la densa maleza de hierva alta que rodeaba el camino hacia aquella aldea, surgió una criatura espeluznante y aterradora mientras los gritos de aquel otro hombre continuaban en un desgarrador crujir de huesos y carne.

-¿Qué es lo que ocurre Atreo?-dijo Dareios a su hermano mientras miraba extrañado hacia el poblado.

-Veo desde aquí al general y a Talios ¿habéis encontrado algo?¿debemos retirarnos?

Le había sorprendido mucho que Ischyros tuviera que frenar a la fuerza a Atreo así que esperaba que sus palabras aclararan el asunto. Si lo que había allí era tan terrible, deberían poner a salvo el carro.

Aun a pesar de estar bajo el carro, puede ver a la criatura que se muestra ante ellos. Una criatura salida del mismo Hades. Tan brutal como aterradora. Siente el miedo recorriendo cada parte de su ser y está firme mente convencida de que nada de lo que puedan hacer podrá acabar con esa criatura. Con ese monstruo de pesadilla.

La única salida que queda es salir corriendo. Es la única manera de sobrevivir.

Me había adelantado unos pasos por el lado izquierdo del carro cuando un hombre salió de las tinieblas, que nos hubieran avisado de su llegada sus gritos evitó que lo tratáramos como un enemigo e intentáramos acabar con su vida. Pero las sorpresas no habían terminado y como había temido algo no humano lo había seguido hasta nosotros. La suerte de criatura que se había escapado del Hades era para mi un misterio, un horror que seguramente a otros hombres les helaría la sangre. Sin dejar de vigilar a la bestia, insto a mis compañeros como si de mis tropas se trataran.

- ¡No temáis!. Todo lo vivo a de morir si se tiene la voluntad, las armas y el beneplácito de Ares.

 A mi alrededor se escuchan voces, trazos de conversaciones, advertencias y órdenes por parte de los hombres que componen la fila de defensa.

Mi pulso se acelera hasta tal punto, que en mis oídos su redoble lo invade todo. Chorros helados emanan de mis poros recorriendo mi espalda y mi frente. Mi dori comienza a bailar, es mi pulso que tiembla como si de un terremoto se tratase. Y la espera se termina...

De entre la maleza sale un hombre, con el rostro desencajado, los ojos fuera de sus órbitas, empapado en sudor y presa del pánico. Se detiene justo en frente de los hombres que nos guardan. Tan solo cuatro palabras antes de caer inconsciente... "Han salido del Hades"

El silencio reina en las cercanías del carro, atónitos y estupefactos nadie dice nada. Huesos rotos, carne desgarrada y sangre vertida rompen la calma. Y a la luz de las antorchas, contemplamos el horror del inframundo. Un ser multiforme y grotesco se presenta ante nosotros...

Sujeto con fuerza a mi Hermano Atreo lo suficiente como para que pueda calmarse. Escucho como Dareios le pregunta y asiento a aquellas preguntas. De pronto miro hacia el pueblo y veo donde está el General con Talios, quienes están extrañamente quietos. De pronto veo una figura más adelante e incluso veo que no es el único.

Es una criatura deforme, una criatura salida de alguna clase de infierno que me inspira el peor de los horrores. Mi instinto me dice que corra, que huya del lugar, pero consigo controlarme para no huir, para no abandonar a mis compañeros en esa situación.

El contacto con mi hermano hizo que volviese de golpe a la realidad. Miré alrededor, desorientado, con el corazón y la respiración aún acelerados. Vi los rostros de mis hermanos y pude escuchar las preguntas de Dareios. Volvía a ser yo mismo.

- Bestias deformes... criaturas malignas del tártaro... Yo... no había visto nada igual.

Me incorporé, recobrando la compostura, y me giré de nuevo hacia el poblado, empuñando mi arco y con una flecha lista, aún alterado por todo lo que había pasado.

Cuando los ojos del guerrero se posaron sobre aquella aberración, su ímpetu de ataque se vió reducido, su fuego se convirtió en recelo. Su brazó tembló y sus piernas dieron un paso hacia atrás. Aquello era lo más horrible que había contemplado nunca, algo que portaba desolación y muerte.
Con los ojos desencajados de sus órbitas, Akintos no podía creer que aquello se presentase frente a él. Cada rincón de aquella anatomía inhumana parecía lanzarse a masticarlo, hacer crujir sus huesos y succionar sus entrañas.
Sintiéndose solo aún entre otros, el mismo Thanatos casi pudo con él. El frío recorrió sus tripas, el mundo se redujo a dos simples opciones: quedarse a morir o correr para llegar a vivir otro día.

Como luz que llega inesperedamente a la oscuridad digna de los océanos más profundos, la potente y áspera voz de Theron lo trajo de vuelta.

- Qué el dios de la guerra honre vuestras palabras, general - respondió, aquietando su mente y manteniéndose firme junto al experimentado soldado. 
Tuvo que mirar su lanza para asegurarse de que aún estaba allí, firmemente sostenida por su brazo que ahora recuperaba fuerzas como si aquél grito fuese un tónico mágico.

La batalla que se acercaba era algo muy distinto a lo que había practicado durante años, le resultaba imposible saber de que forma aquella bestia intentaría traer el Hades a la superficie.

Spyridon contempló como el gigante se preparó para la batalla. La visión de las criaturas le había bloqueado y el corazón aún le latía apresuradamente.

Durante un instante cerró lo ojos. El enemigo era un enemigo físico, uno de tantos a los que se había enfrentado. Spyridon era prudente "un buen general sabe cuando debe retirarse", pero en su interior algo se estaba despertando.

Sintió la sangre recorrer su cuerpo como si una corriente de fuego lo atravesara. Abrió los ojos y el mundo había cambiado. Él era Spyridon, uno de los mejores generales de Micenas y no iba a retroceder por unas criaturas.

De su garganta surgió un grito poderoso mientras golpeaba su espada larga de Ifícrates contra su escudo.

Ahora sí estaba listo para la acción.

Ningún archivo, ningún relato, nada que hubiera imaginado se asemejarçia a la terrible criatura que ahora se presentaba ante Lykaios.

Sus miembros temblaban, la sangre helada le congelaba todo su ser. Solo un pensamiento... Estamos perdidos. El joven comerciante, soltó la lanza y se arrojó debajo del carro. Empujando a las mujeres que se interponían en su camino.

Arrodillado, hecho una bola con los brazos cubriendo su cabeza, la cual mantenía pegada al suelo. Comenzó a sollozar, lágrimas corrían por sus mejillas empapando la arena. Balbuceos ininteligibles salían de su boca... _ Vamos a morir, vamos a morir... Devorados, desgarrados, desmembrados... Estamos perdidos... Hades está en nuestra contra, nada podemos hacer...si, morir. Todos moriremos, aquí y ahora...

Las palabras surgían una y otra vez, como si fuera lo único que supiera pronunciar.

Spyridon al fin logro liberarse del miedo que le paralizaba y lanzando un fiero grito se preparó para entrar en batalla contra aquellas bestias que se presentaban ante ellos. No obstante, su reacción fue quizá mal interpretada por el gigante Talios quien sin esperar mas, secundo a Spyridon con un fiero grito para luego lanzarse a la batalla corriendo con todas sus fuerzas.
A lo lejos hace el suroeste de su posición se escuchó un desgarrador grito de dolor, pero ya era difícil discernir que era lo que sucedía, las cosas empezaban a salirse de control.

Ischyros súbitamente se quedo pasmado, al parecer había visto aquello mismo que viera antes Atreo y que le hiciera corres despavorido. No obstante el miedo y quizá por la confianza que le ejercía el estar en presencia de sus dos hermanos, el hijo bastardo de Ptolomeo no huyo y se mantuvo firme presenciando ante el la escena que implicaba ver a aquellas bestias.

Los tres hermanos allí reunidos pudieron presenciar como a lo lejos,a no muchos metros de ellos, el gigante ateniense Talios se lanzaba al ataque en un grito de guerra tras escuchar al mismo Spyridon hacer los mismo estrellando su espada contra su escudo. Ahora era claro que el general se preparaba la batalla para una fuerza desconocida e indeterminada, en la cual solo contaba con el gigantesco extranjero para apoyarle, no obstante la osadía de aquel hombre al lanzarse al combate, dejaba en claro que probablemente este no era muy dado a las tácticas.

En ese mismo momento, cuando el camino a seguir se mostraba claro ante ellos, un nuevo grito se escucho a lo lejos proveniente del suroeste, probablemente de las cercanías al carromato. Pero esta vez el grito era desgarrador, lleno de dolor y sufrimiento.

La imagen de aquellas bestias abominables me turba completamente, por lo que apenas oigo las palabras de mi hermano Atreo. Veo como el Ateniense se lanza a la batalla y sé que no puedo quedarme ahí mirando sin hacer nada, por lo que le hablo a mis hermanos:

 - "Los veo, son horrorosos. El General Spyridon los enfrentará pero jamás podrán derrotarlos solos. ¡Debemos apoyarlos ya!"

Comienzo a correr a todo lo que me dan las piernas hacia el General. Tengo miedo, mucho miedo y no quiero enfrentarme a esas criaturas pero la idea de huir y dejar a esos hombres a su suerte es una deshonra que alguien en mi posición social no puede permitirse. Me obligo a correr y avanzar para defender a nuestro líder aunque aún no tengo claro como hacerlo.