Partida Rol por web

Aun con el pan quemado el desayuno podría ser lo mejor del día, ya estaba esperando que alguna bestia inmunda apareciera por la lontananza pero en su defecto otro enviado de los dioses fue quien vino a nosotros. Podía haber sido cualquiera de los múltiples curiosos que ahora nos miraban sin disimulo, pero nos tocó un sacerdote de Hera....mal asunto. Sigo a Spyridon y al sacerdote a un lugar ligeramente mas apartado.

-  ¿Como podemos ayudarle, noble señor?.

El desayuno no fue especialmente bueno pues mi hermana tuvo un par de accidentes durante su realización, pero tengo tanta hambre que es un detalle menor. Como con avidez pero sumido en un silencio sepulcral basado en mi decepción del día anterior y de ciertas actitudes que he notado en quienes eran para mí una fuente de inspiración y admiración.

De pronto, Ebalo me sirve el vaso que he vaciado pero la deja a la mitad. Le miro extrañado y su rostro me comunica aquella idea que consigue transmitir con éxito. Le respondo la misma sonrisa melancólica, aunque no sé si la consigo expresar con la misma gracia que él pues es un hombre muy elocuente y yo solo un tipo. Luego le asiento con la cabeza en señal de agradecimiento pues su mensaje no es especialmente alegre pero sumamente cierto y con eso me ha subido un poco el ánimo.

Estamos saliendo de la zona, preparándonos para continuar nuestro viaje, cuando un extraño hombre se acerca y se presenta discretamente como Sacerdote de Hera. Miro a Ifianasa, quien también es devota de la misma diosa. No creo que se conozcan pero puede que el problema de aquel hombre sea de importancia aun mayor para ella que para el resto de nosotros.

Me quedo atento y me acerco a él para poder escuchar lo que tiene que decir pues al parecer necesita nuestra ayuda y yo siempre estoy dispuesto a ayudar al que lo necesita, siempre que su causa sea justa.

Está un poco abatida porque el desayuno no ha sido demasiado bueno y no ha podido dar a sus compañeros y familia la comida que merecen. Y siente que ha malgastado parte del grano que deberían poder usar durante el resto del viaje. Tendrán que comprar más.

Entonces se acerca alguien que parece un necesitado, pero bajo las ropas pueden verse las de un sacerdote. Parece que no quiere ser reconocido por los demás así que se acerca a él y le ofrece un poco de agua y parte del pan que ha quedado.

-No ha quedado demasiado bien, pero espero que te ayude durante el día de hoy.

El guerrero termina el fantástico desayuno* y agradece a Hypatia por su talento. Me dispongo a ponernos en camino, ya que he armado suficiente en un sólo sitio, no hago más teatro por ahora. Una despedida digna, rumbo al sol, es un buen final. Sin embargo están empeñados en arruinarme mis planes.

Una persona se acerca al grupo, Ébalo ya está con ellos dispuesto a partir cuando esto ocurre, así que observa sonriendo como resulta ser un sacerdote disfrazado.

-¡Ja!- da una palmada mientras sonríe, no está nada mal el disfraz. ¿De que tendrá miedo este sacerdote? estas cosas le intrigan y le gustan a Ébalo, así que entrecierra los ojos y pone atención de lo que puede decir.

El desayuno no había estado tan malo considerando los terribles sucesos de la noche anterior. Sabía que Hypatia había realizado el desayuno lo mejor que pudo.

Me quedé atenta mientras aquel hombre quién se hizo llamar Tarquino se acercó a nosotros. Era seguidor de la diosa Hera, la de los ojos de vaca, mi propia diosa, por lo que quise ser participe de todo lo que tuviera que decirnos. Lo saludé luego de que mis otros compañeros lo hicieron:

"-Buenos días Tarquino, sacerdote de Hera. Seguidor de la diosa, la de los brazos blancos. ¿En qué podríamos ayudarte?"

Mi voz fue suave y respetuosa. Esperé expectante lo que tuviera que decirnos.

Después de pedir permiso para acompañar a Lykaios a hacer las compras aparece un sacerdote llamado Tarquino. Y eso interrumpe por completo el inicio del día teniendonos que quedar todos para ver que tenía que decir el sacerdote de Hera. Spyridon encabeza la marcha para encontrar un lugar más tranquilo en el que escuchar las palabras del sacerdote.

Me coloco al lado de mi hermano:-Hay algo que no me gusta. Demasiado conveniente que ahora aparezca ese sacerdote. Estate alerta.- le comento en voz baja. 

Los héroes notaron que el sacerdote sonreía ligeramente ante la aceptación a escuchar sus palabras, al menos hasta que Ifianasa entró en juego. El sacerdote decía ser un seguidor de Hera, mientras que Ifianasa también lo era y por algún motivo su presencia pareció sorprender a Tarquino. Quizá fuese la mera casualidad no esperarse a una sacerdotisa viajando con un grupo de héroes o quizá había algo más y las sospechas de Anatolius no eran disparatadas.

El grupo de alejó unos metros mas de las personas mas cercanas a ellos, casi hasta los lindes del bosque que rodeaba casi completamente a Midea. -Yo…- medito un poco sus palabras como si dudase al pronunciarlas, -Ha sucedido un acontecimiento inesperado en el templo de Hera y necesito llegar a él cuanto antes, se encuentra en una alta colina en lo profundo del bosque no muy lejos de aquí, en aquella dirección- señaló el sacerdote acercándose a los primeros árboles junto a una ligera cerca perimetral de madera. La dirección curiosamente iba en caminada al lugar donde la noche anterior buscasen a aquella bestia.

-He escuchado de sus actos durante la noche anterior y no he dudado en venir ante ustedes pues quizá solo ustedes puedan ayudarme. Necesito llegar cuanto antes a esa torre- dijo aparentemente refiriéndose al templo, -pero los peligros del bosque y mi falta de capacidad para hacerlo solo me obligan a solicitar su ayuda para llegar hasta allí. Por ello les pido su protección y guía a través del bosque para llevarme al templo. No puedo pagarles de ninguna forma ahora, pero una vez lleguemos al templo seguramente se podrá hacer algo por ustedes-. Al parecer aquel sacerdote los necesitaba solo como escolta a través del bosque y les prometía alguna posible pero desconocida recompensa por su servició. No obstante no explicaba los peligros que lo motivaban a ello o por que no tenía escoltas de los soldados de la ciudad al servicio del templo; aunque probablemente todo estuviese ligado al miedo a internarse en el bosque tras la aparición de la tan mencionada bestia.

A Spyridon no le hace gracia retrasar más la partida, pero ayudar a un sacerdote podría ponerles en buena disposición ante los dioses, y eso les hace mucha falta.

Miró a Ifianasa y le hizo una seña para llevarla aparte, fuera del oído del sacerdote.

- En temas divinos, tú decides. Necesitamos a los dioses a nuestro lado, no quiero retrasar nuestra misión pero tampoco quiero dejar sin atender a este sacerdote. Lo que tú consideres será mi decisión.

Una noche de sueño fue suficiente para eliminar el cansancio de la infructuosa partida de caza, aunque no para disipar por completo el pesar por no haber podido dar muerte a la bestia. El desayuno no ayudó demasiado a reponer fuerzas pero sí que le sirvió para olvidarse momentáneamente de las trágicas muertes del día anterior. Después de todo, necesitaba de todo su poder de concentración para tragarse la comida quemada. 

Ya alimentados y reunidos, el grupo se preparaba para partir nuevamente y retomar la misión principal que los llevó hasta allí. No pasaban inadvertidas las miradas curiosas de los aldeanos, quienes seguramente escucharían rumores sobre ellos. La sorpresa llegó cuando uno de los espectadores decidió acercarse para descubrirse como un sacerdote. Daerios se limitó a seguirlos según la petición Tarquino para escuchar el motivo de tanto misterio... Que resultó ser una petición de protección hasta su templo. El joven guerrero mantuvo su silencio respetando a las voces cantantes del grupo, pero finalmente su curiosidad se abrió paso. -¿Qué es lo que ha ocurrido en su templo para tener tanta urgencia?- Preguntó. -Es decir... si sabemos qué ha pasado estoy seguro de que podremos ser de más ayuda.- Se apresuró a justificarse por su interrupción. Después de todo, no recaería en él la decisión pero sí que deseaba tomar parte de la manera que fuera. 

Era una historia curiosa la que nos contaba el enviado de los dioses, un viaje para atravesar el bosque por el mismo camino donde una peligrosa bestia había abatido a los cazadores, mala espina me daba. Pero como había dicho Spyridon mas que nosotros la última palabra la tendría Ifianasa, malo sería que una enviada de la misma diosa que el hombre que nos solicitaba ayuda no pudiera desentrañar que era lo que realmente este hombre tramaba.

- Demasiado conveniente..... Digo entre dientes.

La noche le había sentado bien, aún teniendo que cumplir todas sus obligaciones. Dormir en una posada era muy tranquilo comparado con las tierras baldías. Y aunque se sintiese con fuerzas, no había recuperado el ánimo. Ischyros parecía decepcionado, en parte de él mismo, pero sabía que tenía un ausnto personal con Spyridon.
¿Cómo podía estar en el medio de su amigo, que era su hermano, y su mentor, que era su padre?

Los dioses se lo habían dejado difícil, debía repartir su lealtad, o elegir bandos. Odiaba eso, los amaba a los dos y eso le era suficiente. Por su mismo rango no podía seguir el idealismo del hijo de Ptolomeo todo el tiempo... quizá, el sendero los lleve a un momento más propicio.

Esta vez si podía afirmar que el desayuno le recordaba al rancho del cuartel, parecía que la jovencita era cada día más un soldado. Sin embargo no dijo nada, no quería bromear, incluso el espartano callaba, aunque no había dejado de hacer payasadas en el patio, a la vista de todos.

La interrupcción del supuesto sacerdote le hubiese picado la curiosidad, pero sin embargo solamente le provocó seguirlos como ordenaba Spyridon, y prefirió de momento no interceder, manteniéndose al margen. Confiaría en lo que dijese la sacerdotiza.

Las palabras de Tarquino me parecen extrañas, pero sus actitudes y reacciones me lo parecen más. Algo en mi interior me dice que debo desconfiar de aquel hombre y que al parecer, no todo lo que menciona es cierto. Tampoco entiendo el motivo de que oculte su identidad con un rudimentario disfraz. Me parece que oculta más de lo que un hombre en su posición debería.

Por otro lado, su petición también deja profundos vacíos y no siento que sea algo normal aquella misión. No sé qué será, pero puede que tenga que ver con aquella bestia de anoche, aunque no termino de entender el motivo.

Ifianasa se ha adelantado para poder aportar con su visión de Sacerdotisa de Hera y Spyridon le ha brindado potestad para influir en la decisión, por lo que siento la necesidad de mencionarle mis sospechas. Le miro y mis ojos reflejan que no confío en él y que no creo que sus palabras sean ciertas.

Siento las miradas de todos mientras el silencio camina lentamente entre nosotros. En el fondo quería ayudar a aquel hombre llamado Tarquino, deciase ser perteneciente al culto de Hera y por el sólo hecho de ser seguidor de la diosa, me hacía creer en sus palabras. En cuanto dijo que el templo se encontraba lejos de aquí dude por algunos segundos:

-"Por favor Tarquino, responde a la pregunta que se te hizo - refiríendose a Dareios - . Sería importante para nosotros el saber, a grandes rasgos, lo que ocurrió en el Templo al cual te refieres"

Necesitábamos toda la información que pudiera darnos. Si se rehusara a hacerlo, confiar sería la clave.

Todo el movimiento de la noche anterior no había logrado cansarme tanto como la sensación de ver que no conseguíamos nuestro objetivo. Y también ver a Ischyros desobedecer a Spyridon. No obstante, hay temas que es mejor posponer su trato, especialmente si el codiciado (y necesario) descanso media entre ellos y nosotros. Quizá por eso tornase tan complicado conciliar el sueño, el ¡merecido? descanso. 

Al fin la mañana llega y Helios aparece dominando el carro de fuego. Si pudiéramos como él verlo todo y así poder deshacer este enredo*. Luego me dispongo a desayunar... más bien a engullir lo que Hypatia a preparado. Sin duda todo lo que rodeó nuestra llegada ha conseguido que no le haya salido demasiado bien. Sonrío mientras mastico y engullo discretamente. Al final, sabroso o no, es alimento y es necesario para el viaje.

Me dispongo a charlar con Ischyros sobre lo acontecido ayer pero está ocupado aseándose por lo que paso a revisar mi equipo y preparar mi petate. En un momento dado alzo los ojos y veo una figura con ropajes de mendigo que se aproxima a nosotros. Tanto da que hubiera venido con otras, nuestra presencia llama tanto la atención que igual hablarán. Con un suspiro contenido me incorporo y me dirijo al grupo para enterarme de todo. 

El sacerdote parece necesitar nuestra ayuda, todo lo que dice parece que muy lógico, así que no entiendo esas preguntas insidiosas de mis compañeros de la épica misión o casi podría decirse que somos embajadores de Micenas. Espero que no nos desviemos mucho de nuestro trayecto y podamos ayudar a este sincero sacerdote.

Le comento al que tengo más cerca en un susurro, para no molestar siendo otra voz.

-Espero que podamos ir, necesita ayuda y no parece mentir- le golpeo con el codo levemente mientras susurro.

Quiere la mala fortuna que quien esté a mi lado sea el serio Theron, así que levanto las cejas y sonrío inocentemente, congeládoseme la cara. Ops.

Aun tenía que esperar que el "sacerdote" que nos interpelaba, diera explicaciones concisas sobre la misión que nos pedía. Lo miraba fijamente intentando ver un gesto o fisura en sus actos, estaba en esto cuando siento que un codo me roza y escucho el susurro de Ebalo.

- No es oro todo lo que reluce y morir bajo una traición no nos llevará a los campos Elíseos. 

Las dudas surgieron casi al instante y aunque algunos pareciesen conformes, varios mas tenían preguntas y desconfianza sobre las palabras de aquel joven sacerdote. Por ello Dareios e Ifianasa no tardaron en expresar con palabras las dudas que otros se guardaban. No obstante la reacción del sacerdote llamó la atención de todos, pues parecía distraído, y es que a lo lejos, hacia la entrada a los terrenos de la posada algo acontecía.

De hecho, la reacción de curiosidad por parte del sacerdote seguida del tumulto que se generaba tras ellos hizo que todos se girasen para mirar lo que sucedía.

Pronto se dieron cuenta que algunos de los comerciantes y pobladores que deambulaban por la posada apuntaban justamente hacia ellos, aparentemente a la pregunta formulada por un grupo de hombres que habían generado aquel tumulto. Estos hombres claramente eran guardias de la ciudad, seis en total, ataviados en su mayoría con solo una lanza, unas grebas de cuero y un casco de cuero, a la par de una corta espada en un cintillo; esto salvo uno de ellos que era quien hacia preguntas y parecía ser su comandante, el cual portaba una armadura completa de bronce.

Ante el señalamiento de los presentes, el grupo de guardias se abrió paso inmediatamente para avanzar directamente hacia ellos. –Alto!, detenedlo!- gritó su comandante sin dejar claro si daba una orden a sus hombres que ya se echaban a correr en dirección a los héroes o si intentaba decirle algo a ellos. No obstante, para cuando sus pensamientos los llevaron a mirar la reacción del sacerdote, éste ya había saltado la pequeña cerca de madera para internarse a toda prisa en el profundo bosque, probablemente en dirección a la ya mencionada torre a la que quería llegar.

Después de las 8 horas de descanso, el gigante se levantó con buen humor, el cuál cambió al ver la cara de Ischyros; después de tanta insubordinación ya era hora que los dioses le castigaran. La gente ilusa y ciega a las necesidades de la mayoría molestaban particularmente al ateniense.

Sin embargo intentó alegrarse al desayunar, usualmente la comida es lo mejor del viaje. Hypatia además de bella es una gran cocinera, se dijo así mismo mientras se sentaba al comer. No pudo ocultar la cara de sorpresa al ver la comida, poco más negra de lo usual y apesar de esforzarse por mentir, en segundos mencionó sobre la comida:

Mí bella dama, supongo esta comida es el reflejo de todas las atrosidades que hemos vivido; pero sentios más tranquila, habremos de superar todo cuanto los dioses nos ponga, así que espero a la próxima vuestra mano no dude al hacer el desayuno y sea el reflejo de tú habilidad y no del miedo lo que comamos.

Luego de terminar de comer, Talios observa la llegada de un pordiosero, quién luego resulta ser un sacerdote. Casi al instante su observador hermano le menciona que hay que estar alertas, a lo que contesta:

Es obvio que compartimos sangre hermano; aquél tipo no es digno de nuestra confianza.

Al terminar las palabras el gigante se acercó a la espalda del sacerdote, listo para atacar si así fuese necesario. En poco tiempo el general dió su opinión, sus palabras le hicieron reflexionar; no deja de sorprenderme el general, sabe nuestra misión y no deja de lado a los Dioses.

Pero como es la costumbre, nada puede ser tan fácil y tranquilo; ni siquiera pudo pensar con calma lo que se tenía que hacer cuando los guardias corrían en busca del supuesto sacerdote y éste escapa a toda velocidad. Por lo que el gigante se dirigió al general:

Spyridon, quiere que persiga al sacerdote? Tengo gran resistencia corriendo y seguro estoy de que puedo enfrentarme a cualquier bestia solo

Aquello le recordó al ateniense que aún no habían podido comprar la lanza a dos manos que necesitaría para poder combatir en las futuras misiones que llegasen; sin embargo sabía que sus puños ya eran suficiente arma para enfrentarse a cualquiera.

La huída del sacerdote había pillado desprevenido a Spyridon. Una vez más se imponía la duda acerca de lo que hay que hacer, pero una vez más se imponía en su personalidad la disciplina y los años como militar.

Perseguir al sacerdote estaba más allá de sus atribuciones. De hecho no es necesario perseguir a nadie cuando sabes hacia donde va. Hizo una seña a Talios que se había ofrecido a perseguirlo para que no lo hiciera. Detener al sacerdote no le daría la más mínima oportunidad frente a los soldados que se acercaban.

Reacio como siempre a entrometerse en cualquier cosa por justa que fuera que pusiera en peligro a Ptolomeo retrasando la misión, consideró que, al menos, debería de interesarse por saber qué pasaba. Había delegado la decisión de ayudar al sacerdote a Ifianasa y en eso sería coherente, pero antes de continuar siempre sería bueno obtener más información.

Se dirigió al comandante del grupo perseguidor.

- Señor, nos ha pillado por sorpresa y en la confusión se nos ha escapado. - dudaba en presentarse por su nombre, pero estaba ataviado para partir y su ascendencia militar era notoria, no podía disimular mucho. Decidió simplemente preguntar de la manera más casual. - No parece muy agresivo para ser perseguido por seis hombres ¿tan grande ha sido su crimen? ¿de qué se le acusa?

El comentario de Talios le ha sentado mal. Entiende que el desayuno no haya estado a la altura del de ayer, pero no puede evitar que el fracaso de la noche anterior le haya afectado sobremanera y no le parece adecuado que le recrimine por algo así. Pero no dice nada.

De pronto, unos soldados se acercan a su posición. Se tensa un poco pensando que quizá van a por ellos por haber hecho algo que no deben. Quizá les acusen de ser responsables de la muerte del cazador, pero es imposible... el cazador ya estaba casi muerto cuando entró en la posada. Pero sus temores quedan disipados cuando los soldados dan el alto al sacerdote de Hera.

El sacerdote huye tan rápido como puede, sin posibilidad de salir tras él. Aunque no cree que sea buena idea pues los soldados podrían pensar que ellos son cómplices del crimen que haya cometido. Aunque claro... quién dice que ha cometido un crimen. ¿Es culpable? ¿Es una trampa? Ella misma ha vivido esa situación con su padre.