Partida Rol por web

El grupo que lideraba Lykaios se hubo internado en el ágora con suma facilidad aunque la indecisión e incertidumbre respecto a que recursos deberían comprar pues ya Akintos había quedado de hacerse cargo de comprar agua en la posada hizo que se demorasen demasiado, y como la noche ya estaba cayendo, para cuando el grupo empezaba a reaccionar muchos de los tenderos ya iban recogiendo sus cosas limitando sus oportunidades de comprar algo a un precio accesible, y por ello quizá deberían de comprar hasta el día siguiente.

Asentí a las palabras del general y volví sobre mis pasos, entremezclándome con el público de Ébalo, que parecía entusiasmado con la actuación, y no era de extrañar; el espartano hizo gala de un auténtico talento artístico. Sonreí alegre y, cuando la gente aplaudió, hice lo propio. 

Mientras tanto, intenté averiguar algo más de aquella bestia de cualquiera que pareciera saber algo o tuviera algo que decir al respecto. Mi intención fue hacer saber que era cazador y que estaba interesado en abatirla, dando así un motivo convincente para justificar todas mis preguntas. Procuré obtener toda la información posible: descripción, dónde se le había visto por última vez, cuántos cazadores habían salido en su búsqueda, cuándo había partido la batida, y cualquier otro detalles que juzgase relevante.

Su hermano, que es quien debe hacer las compras, parece ausente. Está pensando en sus cosas y no parece por la labor de comprar. Esto implica que la mayoría de comerciantes han decidido recoger sus puestos. Mira a los demás.

-Es mejor que volvamos por la mañana. No creo que sea el mejor momento para comprar. Volveré por la mañana cuando salga el sol. Supongo que así conseguiremos conservar la mayoría del dinero para más adelante.

Mira a Anatolius.

-¿Qué necesitas? Si es algo necesario para cumplir esta misión no creo que haya ningún inconveniente - sonríe.

Mi petición de dinero a Lykaios parece que ha caído en saco roto, por que se encuentra en su nube y no escucha a nadie. A esas horas veía que los comerciantes recogían sus puestos para finalizar la jornada e ir a descansar a casa. En ese momento me habla la joven Hypatia:-Tan sólo necesito un carcaj con flechas de punta de hierro, que me resultaran más efectivas contra enemigos con protección, que en lugar de las flechas de madera que cargo ahora.-le contesto a Hypatia. 

-Siendo estas horas tan tardías no conseguiría mucho. En todo caso puedo hablar con algunos comerciantes e intentar negociar con ellos por las flechas.-sigo comentando a Hypatia:-Pero supongo que lo mejor será volver por la mañana cuando abran los puestos.-finalizo diciendo.

Asiente a las palabras de Anatolius.

-Si es por eso, creo que sería un dinero bien invertido. Por mí, no habría problema en que empleases esos 80 dracmas en comprar tus flechas. Quizá mañana por la mañana consigamos un buen precio aunque si hay algún comerciante que las venda, podrías intentar negociar.

Mira hacia el cielo. No debe de quedar mucho tiempo. Deberían volver cuanto antes junto a sus compañeros.

-Bueno, mejor lo hacemos mañana a primera hora.

Entrar en la ciudad no fue un problema para el reducido grupo y en poco tiempo se encontraron en medio del ágora. Nada mas llegar, Lykaios deambuló por el lugar observando como se habían dispuesto los puestos, la gente y a los propios mercaderes. Esto es algo que aprendió de su padre, siempre le repetía la importancia de dedicar un buen rato para conocer el terreno, así como un general otearía el campo de batalla antes de una refriega. El ágora era su campo de batalla, su centro de trabajo. Y por las caras y gestos de sus compañeros, no compartían su forma de hacer las cosas. Pero eso era algo que nunca le había importado, el tenía muy claro como debía actuar y no iba a perder tiempo en instruirles.

El tiempo se les había echado encima, y la mayoría estaba recogiendo sus enseres. Pero eso era algo en lo que ya había contado. Durante aquella tarde, en la que sin duda para hombres de acción fue una perdida de tiempo, el joven mercader observó a los dueños de los distintos tenderetes, había hablado con ellos sobre como iba el negocio, de dónde obtenían el género. Conversó con lugareños, en un principio sobre cosas banales, el clima, impuestos, etc. Sólo para ganarse su confianza y poder sonsacarles quién se rumoreaba que manipulaba su balanza o quién tenía los mejores precios.

Una vez hecho los deberes, al día siguiente sería coser y cantar.

En un momento durante la tarde, Anatolius le preguntó si podría utilizar parte del dinero de la misión para adquirir algo de equipo. A lo que le contestó: _ No veo inconveniente, al final es para algo que nos beneficiará en un futuro, si seguimos encontrándonos con mas obstáculos. Pero no puedo hablar por todo el grupo... No obstante, compra lo que necesites y si a alguien no le parece bien, yo responderé por ti. Además, tengo la intención de obtenerme un arco, así que podría sacar un buen precio para esas flechas después de que haga primero mi compra. No te preocupes, déjalo en mis manos. En realidad, no le hacía especial ilusión deshacerse de una parte del oro, pues sin duda les haría falta mas adelante para obtener información o realizar algún soborno o simplemente para salir de algún apuro. Pero era mejor, contar con la gracia y el apoyo de quien se está jugando la vida por defender su causa.

_ Bien, compañeros pues parece que hemos terminado por hoy. Será mejor que descansemos, mañana será otro día y esperemos que los dioses nos bendigan con su suerte.

Cuando estoy desenganchado al tiro de las carretas, llega mi sobrino Daerios a echarme una mano. Es mucho más rápido hacer este trabajo entre dos que uno solo. - Gracias por la ayuda sobrino. En cuanto a si deberías dormir en el carro o no, hay suficiente trasiego por la posada como para que nadie viera si nos roban, pero como prefieras.

La algarabía provocada por Ebalo se va apagando, recibiendo aplausos y alabanzas del público reunido, aunque ninguna moneda cae en el circulo de su presencia. Es el posadero el que se acerca hasta nuestro compañero para proponer una especie de intercambio por su actuación. - Hoy no recibirá oro, pero es innegable que el muchacho tiene talento.

- Dareios, creo que podemos organizar una serie de guardias laxas para no dejar nuestro carro sin vigilancia - comentó al joven cuando se ofreció. Le tranquilizaba saber que la gran masa de viajeros y trabajadores locales estaban entretenidos con el divertido acto del espartano, vaya que tenía facilidad con las palabras y los gestos. Cada tanto la multitud batía palmas o reia de manera estrepitosa.
Le hubiese gustado prestar más atención, pero la verdad es que sus se veian atraidos como magnetos a una joven que trabajaba laboriosa en el lugar. No tenía un aspecto cuidado, pero le recordaba a algunas jóvenes que había conocido en puertos cuando estaba dejando de ser un niño. Y la verdad es que cuando su mente se fiajab en ello, le era difícil concentrarse en otra cosa.

Luego de hablar con Dareios se alejó un momento del grupo, parecía entregado a su visión y dispuesto a aprovechar el pequeño respiro de sus tareas.

Akintos se acercó a la muchacha poniendo su mejor sonrisa, esbozando como arma cumplidos y algún piropo, invitándola a compartir una jarra de vino esta noche en los establos.
Sabía que podía sacarle provecho a su turno de guardia cuando lo arregle con Dareios, y quizá la misma Afrodita le sonriese con el regalo de una muchacha bien dispuesta.

La gente no ve con buenos ojos que intente enterarme de algunos de los cotilleos que se están gestando en la posada, quizás fui muy directo o no fui todo lo gentil que debía ser. De una forma u otra, nadie quiso decirme nada y no averigüé nada que Atreo no haya dicho ya.

Derrotado, me devolví donde estaban los generales a tiempo para escuchar que desean hacer unas guardias para no dejar nuestras cosas desatendidas. Hablo para mostrar mi opinión:

 - "Yo también me ofrezco a participar en ellas, así cada uno tendrá menos sueño mañana."

Me mantengo a la espera mientras observo todo lo que nos rodea, intentando captar cualquier cosa que ocurra en las cercanías y así poder reaccionar a tiempo a los peligros que puedan aparecer pues, a pesar de que es un entorno que parece muy jovial, nunca se sabe qué puede ocurrir.

La actuación habia salido muy bien, el público rápidamente se unió a las chanzas y quedó una sátira bastante digna. Tras unas pocas y desvergonzadas reverencias, el guerrero se dejó agasajar por el posadero, parecía que los clientes eran muchos y habían bebido más de lo esperado y ahora seguro se quedarían un rato hablando de lo escuchado allí. Le sonrío afable al posadero y acepto y agradezco su gesto. Si bien no quiero abusar, ya que no era mi propósito, le comunico que tomaré una cena corriente y el baño lo usaré, en su mayoría, para lavarme el cabello, con lo que no necesito hacerle un gasto ni mucho menos excesivo.

Atiendo amablemente al público que quiera decirme algo, ya que pretendo comer en una mesa solo. La actuación ha salido tan bien que puede que consiga una fémina para que me peine en el baño privado... Me da pena no comentarles a mis compañeros pero arruinaría todo si ahora me dirigiera a ellos y llamara la atención en su dirección.

Dejando mi escudo a un lado, apoyado en la mesa, me dispongo a comer, intento estar en un sitio que pueda ver al grupo y ellos me puedan ver a mi, nunca se sabe que puede pasar.

El grupo de cuatro héroes dio marcha atrás al ver que la noche ya estaba por caer y que los comerciantes en su mayoría ya estaban levantando sus puestos. Las compras habrían de esperar, y al menos habían comprobado que no había ningún rastro de peligro del cual preocuparse dentro de la ciudad de Midea.

Salir de la misma tampoco fue un problema y menos aun dar con la posada pues está era de gran tamaño y había mucha gente reunida en sus alrededores a aquellas horas.

La noche fue cayendo por completo tras las actuaciones de Ebalo, el cual tras estos acontecimientos se dejo consentir con los regalos del posadero, aunque de forma muy educada solo uso lo necesario. Para cuando el espartano regresó de lavarse sus cabellos, el grupo conformado por Lykaios, Anatolius, Talios e Hypatia ya estaban de vuelta. Estos al parecer no habían podido comprar nada pues la noche había caído sobre de ellos mientras se demoraban en examinar el ágora y sus comerciantes. Según informó Lykaios, no había habido ningún problema para entrar y no notaron nada sospechoso; aunque por otro lado, les informo la intención de Anatolius de gastar 80 dracmas en flechas mientras que el mismo Lykios pensaba en hacerse con un arco.

Ya era entrada la noche cuando el grupo se dispuso a degustar la cena en una mesa común, se encontraban todos juntos a excepción de Ebalo, quien siguiendo su juego había cenado a parte a trayendo la atención de muchos viajeros quienes se habían acercado para charlar con el curioso espartano, dejando así tranquilos en gran medida al resto de sus compañeros.

La cena por su parte dejaba mucho que desear, incluso la completa, que aunque era mas basta no valía la pena debido al sabor. Aunque era algo de esperarse, estaban en una posada muy recurrida por viajeros a los que no les importaba la calidad sino solo llenar el estomago y descansar. Y de hecho, al menos eso habían conseguido, recuperar energías con una decente comida y mucha agua.

Mientras el grupo cenaba, un acontecimiento repentino llamó la atención de todos, un tumulto se había formado en la entrada de la posada y los curiosos se iban sumando rápidamente. Fue entonces cuando una hombre que sangraba de varias heridas entro en la posada siendo ayudado por otros dos pobladores quienes clamaban por ayuda, aunque nadie parecía saber como reaccionar. Fue entonces cuando este hombre que se desangraba que tenía la apariencia de ser un cazador o algo similar, habló a todos con palabras perturbadoras -La sombra llegó... Llegó y los mató a a todos.- les dijo para luego desmayarse.

-¡Ethuan!- Exclamó otro hombre quien parecía haber reconocido al cazador mal herido.

Las palabras de los allí presentes no tardaron en llegar a los héroes, al parecer ese tal Ethuan era un cazador de la zona, del grupo que solían proveer de carne y pieles a la ciudad. Según decían algunos, ese cazador algunos otros mas habían salido apresuradamente la mañana de aquel día como si fueran a cazar a una gran presa y era la hora en que no volvían. Ahora ya habría algunas pistas del porque.

Toda la fiesta creada por Ebalo termina con la llegada del hombre herido y sus extrañas noticias. Dareios miró a su hermano con preocupación, pues aunque no habían hablado mucho del tema ya le había transmitido sus preocupaciones y aquello aunque podía ser una simple coincidencia, podría ser una segunda señal e Ifanasa al igual que otros también lo vería así.

Como no querían llamar mucho la atención, el joven se preocupó como el resto por aquel hombre, pero decidió mantenerse en su sitio para observar a los allí presentes, ya más tarde las cosas estarían claras, pero ahora seguramente volarían los rumores y podrían ser erroneos

Miró al general Spiridon, pues los planes podrían cambiar. Su idea de dormir en el carro o como habían dicho hacer pequeñas guardias se le antojó repentinamente inútil, pues ya ninguno debería estar solo en ningún momento pues parecía que peligros oscuros acechaban al grupo.

Aunque puede que todo aquello solo fuera una coincidencia...