Partida Rol por web

Finalmente Daerios se había unido a la batida, con la ayuda de un cazador que se encontraba en la taberna y que era conocido de los hombres que habían caído ante la bestia suponíamos que no habría problema en terminar rápido con el asunto. Ahora era cosa mía y de Anatolius mantener a los civiles a salvo en la taberna, mi sobrina, Anatolius y Lykaios estaban atendiendo al hombre malherido, mientras que Ifianasa se despedía de la partida de caza. Con suerte esta sería una noche tranquila para los que aquí nos quedábamos. Me acerco hasta la habitación donde atienden al herido y hablo a los ocupantes desde el marco de la puerta.

- Sobrinos, avisadme si necesitáis algo. 

Tras esto vuelvo al pie de las escaleras y me mantengo atento por si esos extraños hombres de los que nos habló Akintos, vuelven hacia la taberna con malas intenciones. Nuestra acción de pasar desapercibidos....se había quedado en intención.

El cazador llamado Unai se notó muy satisfecho cuando Akintos se presentó junto a otros ofreciendo sus servicios, aunque el subsecuente comentario que éste le hizo, pareció incomodarle un poco. -¿Preguntaban?- dijo un tanto incrédulo, -mi esposa ha estado enferma, muchos lo saben- respondió secamente sin darle mayor importancia al hecho.

Cerca de allí, en la habitación en la que se encontraba el herido, Hypatia con la ayuda de un inexperto aunque sabio Anatolius y se la sacerdotisa, intentaban salvar la vida de aquel hombre, aunque era difícil e Hypatia no podía obrar milagros por si sola. Habían logrado limpiar y coser las heridas de menor peligro, pero las mayores eran un riesgo, aquel hombre se desangraba y Hypatia creía que cerrarlas solo haría que se desengrase por dentro. Por aquella noche, no había mas que pudiesen hacer; si un medico con conocimientos lograba ayudarles, la situación podría cambiar, pero nada era seguro.

Para Spyridon y el resto del grupo que habría de salir de cacería aquella noche, les tocaba esperar a que Unai estuviese listo, este les indicó que le esperasen un tiempo en la salida al camino que partía a Micenas. Así, solo Theron y Lykaios vieron al resto de los héroes partir a lo desconocido.

Tal como había dicho, no hubo pasado ni cerca de una hora cuando Unai llegó hasta donde se encontraban los héroes esperándolo, esta vez, claramente encabezados por Spyridon como una clara figura de liderazgo, la cual antes había pasado desapercibida por Unai. El cazador había llegado equipado con la vestimenta usual de un cazador así como con un una antorcha encendida en la mano y un saco al hombro.

-Será mejor partir cuanto antes- les dijo, -podría ser una noche larga-.

Con Unai a la cabeza, pues era quien conocía aquel terreno, el grupo se interno en el obscuro bosque de las tierras que rodeaban a Midea. Para Unai y el resto fue obvio seguir el indicio de sangre que dejara Ethuan tras de si, e incluso fue fácil seguirlo pues había demasiada sangre, tanta como para pensar que aquel hombre no sobreviviría aquella noche.

Algo cambió rápidamente en el ánimo de Unai, quien inicialmente decidido, ahora se mostraba dubitativo a medida que se internaban en la oscuridad de una noche bañada en sangre. Esto se incremento de forma considerable, cuando horrorizado, el cazador se encontró con el cadáver destrozado del que pareciera ser otro de sus compañeros cazadores. El cuerpo estaba practícamele partido en dos y tenía heridas tan grandes que era imposible atribuir aquello a un arma, eso había sido hecho por alguna bestia de gran tamaño, incluso mas grande que un gran oso adulto.

Spyridon puso la mano sobre el hombro del cazador, tratando de tranquilizarlo.

- Nos vengaremos de tus compañeros, pero ahora debes ser fuerte y giarnos.

Hizo una seña para que el grupo observará los alrededores y estuviera atento al más mínimo movimiento o ruido.

Como le había sugerido su compañero Akintos, el espartano se unió al grupo de caza, prometiendo a voz en grito volver con la cabeza de la bestia. Incluso se planteó pedir una anfora grande al posadero para transportarla, pero el hecho de llevarla vacia le parecía tremendamente estúpido, incluso se le formó una sonrisa de sólo imaginarlo.

La sacerdotisa bendice nuestra partida, cosa que agradezco profundamente, ahora mi escudo es más robusto gracias a sus palabras. Cierto que partir en busca de una criatura llamada La Sombra, en mitad de la noche no será tarea fácil, me inclino a pensar que ella nos encontrará a nosotros, cosa que facilitará las cosas por otro lado.

Al final el grupo somos siete, ocho si contamos al cazador. El cual tiene mucho mérito que vuelva al lugar donde mataron a sus amigos. El cuerpo estaba destrozado pero no se lo habían comido, estaban ante una bestia malvada. Ébalo se colocó en la formación cerca del cazador, a menos que el general indique lo contrario, presto a interponer su escudo ante cualquier ataque. Este hombre debe volver con vida.

Los espartanos viven la tensión de antes del combate como quien se dirige al campo a labrar las tierras, valorando que será imposible encontrar a la bestia antes que ella les encuentre a ellos, silba tranquilamente imitando la cadencia de la actuación que realizó, repasando mentalmente las rimas.

-¿Preguntaban?- dijo un tanto incrédulo, -mi esposa ha estado enferma, muchos lo saben- respondió secamente sin darle mayor importancia al hecho.

-Espero que vuestra esposa se recupere pronto, que la gracia del Olimpo le ayude- respondió ante el comentario, tras lo cual decidió ir a buscar dos antorchas y entregarle una a Dareios.

El camino fue rápido, el rastro de sangre eran las migajas que los guiarían hasta su presa.
Hasta que se encontraron con el sangriento espectáculo, cuando Akintos se acercó y comenzó a iluminar el lugar.

- Esto es diferente a lo que enfrentamos antes - le comentó con voz baja a Ischyros - Vamos a necesitar más que tus espadas y mi lanza para derrotarlo -

Más que preocupación, la perspectiva le daba ánimos. Una lucha lo suficientemente heroica atraería la atención de los dioses que no estaban en su contra.

- Realizar esta cacería fue lo más acertado desde que salimos de Micenas, necesitamos el favor de los dioses - expresó moviendo la antorcha e intentado buscar el rastro más adelante.

La cacería comienza y es hora de buscar y atrapar a aquella bestia. El cazador se muestra entusiasmado en un inicio de que nosotros le ayudemos y de nuestra disposición a perseguir lo que para otros parece ser una pesadilla andante. Por suerte para él, somos soldados de Micenas, los mejores y más heroicos guerreros de esta parte de la argólida. No nos rendimos ante nada.

El ánimo del hombre comienza a decaer a medida que avanzamos en el camino, cosa que parece reflejarse también en algunos miembros de nuestra comitiva, por lo que respondo a Akintos con decisión y muy buen humor:

 - "Tranquilo amigo, somos más que capaces de acabar con lo que sea que los dioses decidan probarnos, porque nuestra causa es justa y el Olimpo no es indiferente a ello. Verás como tu lanza y mis filos bastarán por llevar a la Sombra al Hades."

Avanzo emocionado mientras asiento con energía a las últimas de mi amigo, pues estoy segur o de aquello. Todo acto de bondad y justicia que realicemos es una buena decisión, que los dioses sabrán aceptar como virtuoso y digno de apoyo. Sé que la victoria estará siempre con nosotros mientras nuestra motivación sea justa.

Me interné en el bosque junto a mi hermano Ischyros y el resto de mis compañeros. No era un hombre que desconociera los rigores de la espesura, o los sonidos de la noche. Y, aún así, no pude evitar sentirme nervioso, inquieto. El rastro de sangre era demasiado grande, demasiado aterrador, como para intentar seguirlo con la mente fría, tal y como requería. Esperando lo peor, saqué una de mis flechas* y la preparé en el arco, manteniéndome atento a cualquier movimiento sospechoso de los alrededores.

Avanzamos menos en silencio de lo que me hubiera gustado: cualquier animal nos estaría oyendo a una distancia considerable. Si aquella bestia era tan cruel como decían, nos estábamos exponiendo innecesariamente. Por mi parte, intenté avanzar a través de la espesura del bosque haciendo el menor ruido posible;  así podría estar atento a cualquier ruido extraño y, a la vez, evitar llamar atenciones indeseadas. Intenté orientarme tomando como referencia la situación de la posada, pero sentía que alrededor había demasiados estímulos, demasiadas cosas a las que permanecer atento como para poder situarme de forma eficaz; tendría que confiar en Unai y los demás.

La condición del cazador herido era estable por el momento, Hypatia había conseguido suturar las heridas menos importantes, pero no podía hacer nada con las peores sin poner en riesgo la vida del cazador:-Lo has hecho muy bien, ahora esperemos a que llegue a tiempo el médico y controlemos la situación. Ve a descansar ya me quedo cuidando al herido.-le comento a Hypatia en un tono de aprobación por su trabajo. 

Había mandado a Daerios con el grupo que iba a dar caza a la bestia, en la anterior ocasión apenas había podido combatir y si queríamos que el grupo sobreviviera tendríamos que acostumbrarnos todos los guerreros a luchar unidos. Mientras Anatolius, Hypatia y Lykaios atendían al herido, una vez mas veía como mis camaradas se dirigían a perseguir la gloria.

- De nuevo cuidando las murallas. Musito para mi mismo.

No tenía mucho que hacer si no necesitaban ayuda con el herido, así que busqué un buen lugar donde estar sentado y poder vigilar el flujo de personas que subían o bajaban de las habitaciones, así como de aquellos que entraban en el interior de la taberna. Estaba claro que al habernos inmiscuido en el asunto de los cazadores, el plan de pasar desapercibidos ya no funcionaría. 

No sabe si el hombre va a poder sobrevivir a esa noche si el médico no llega. Tiene la sensación de que no va a ser así. Pero tampoco quiere tentar a la suerte de intentar curar las heridas y empeorarlas.

-Gracias Anatolius, pero me quedaré un poco más. Me siento responsable de él hasta que acuda el médico.

Intenta mantener las heridas que no ha cerrado lo más tapadas posible para que no sangren demasiado.

-Temo que no podré salvarlo. Estas heridas son demasiado profundas para mis conocimientos.

La caminata fue lúgubre; un río de sangre en medio de la espesa noche, con aquel hedor a muerte que nos rodeaba a cada instante. El gigante no tenía miedo, pero sabía que podrían haber heridos bajo estas condiciones.

El más importante es el general, se decía mientras se ponía a su lado; el espartano poseía un gran escudo, pero el gigante ateniense era una muralla perse.

Al ver finalmente a uno de los compañeros del cazador, Talios no vaciló, observó los alrededores mientras vigilaba la seguridad del general. Acto seguido le sugirió al general que hiciesen una formación de diamante: El espartano al frente, Talios en la retaguardia , Ischyros y Dareios en el flanco derecho; Akintos y Atreo en el flanco izquierdo; y el general y el cazador al centro.

Debemos darle seguridad al cazador, sino esta misión se vendrá abajo.
 

Las palabras del general hicieron mella en el cazador, quien sacándose los pensamientos que le atormentaban de su mente, volvió en si para intentar continuar con aquella tarea. De aquel cadáver no se pudo sacar mas información y no había mas que hacer que continuar; ya mas tarde volverían por él o se mandaría a alguien al amanecer, aunque eso amenazaba con que los lobos lo devorasen.

A partir de allí, el camino fue mas difícil, ya no prácticamente no había rastros de sangre, lo que daba a entender que Ethuan había sido herido junto a aquel cadáver, pues era de allí donde empezaba el rastro grande de sangre que les había estado guiando durante la oscura noche. Ahora tenían que confiar en sus sentidos y capacidades, que incluso en muchas ocasiones superaros las destrezas del cazador Unai.

Curiosamente fueron el general Spyridon y Akintos quienes mejores resultados pudieron brindarles en aquella búsqueda. El primero encontrando un par de veces restos de sangre que pudieran guiarlos o que les permitían retomar el rumbo, y el segundo consiguiendo orientarlos en medio de la noche a través de aquel bosque por los senderos mas claros y probables que fue encontrando a su paso.

Tras algo mas de una hora de deambular semiperdidos por aquel bosque, llegaron a un amplio claro, donde para su sorpresa había tres cadáveres más. De nuevo estaban destrozados, señal de una muerte rápida en un combate brutal donde poca esperanza habían tenido. Algunos parecían carcomidos e incluso faltaban partes de cuerpos, aunque con tanta sangre y desmembramientos, no era fácil ni agradable empezar a buscar que faltaba donde. Sumidos en sus pensamientos, todos fueron alertados por un súbito y fuerte aleteo por sobre de ellos en las alturas, lo que hizo a todos reaccionar rápidamente a la defensiva, o a casi todos, pues el cazador Unai, soltando su lanza, se hecho a correr a toda carrera claramente presa de la locura del miedo, pues su rostro reflejaba un intenso deseo de sobrevivir a aquella noche.

El tiempo se hizo largo para aquellos que habían quedado atrás, sobre todo para Theron quien aunque acostumbrado a tareas parecidas, le inquietaba el no poder estar con los demás pues sabía a que clase de peligros podrían estarse enfrentando ahora. Para Hypatia, la tardanza del medico fue algo sumamente molesto, sobre todo cuando este llegó con desgana, ya prácticamente cuando todo estaba perdido, y solo para confirmarles que no se podía hacer nada tras solo hacer una rápida evaluación.

El médico llega demasiado tarde y a desgana. ¿Ésa es la clase de médicos que tienen en esa ciudad? No es culpa de pobre herido haberle despertado en medio de la noche. Ni siquiera era tan tarde cuando mandó llamarlo. Pero las palabras del médico solo confirman lo que ella teme. Ya es demasiado tarde.

Pero el herido aun respira y no se sentirá en paz con él y con su familia y amigos si no intenta nada más. Si nada hay que hacer, no pasará nada por intentar hacer algo. El miedo a perderle, aunque presente, se ha mitigado.

-Entonces, hay que hacer algo más que estar sentados.

Dioses, ayudadme. Hestia, ayúdame... se prepara para enfrentar las heridas más graves del hombre. Si aun respira, aun puede haber esperanza.

A Lykaios le importaba bien poco la vida de ese hombre, una persona que no conocían, pero Hypatia era de su familia, su hermana, y le debía toda lealtad. Por ello, se había quedado junta ella y junto al herido, esperando la llegada del médico. Que tarde y desganado, de un simple vistazo había claudicado el fatal diagnostico de ese hombre.

Su hermana, presa de la juventud o plena benefactora de los hombres, se negaba a rendirse. Y qué podía hacer él, un simple mercader, un hermano mayor...

_ Por todos los Dioses!! Haga algo, ya está aquí. Este hombre aún respira, aún no ha abandonado la tierra de los vivos, entonces aún hay esperanza si los dioses así lo quieren. Y si no ha muerto en su ausencia, es que algún cometido le habrán encomendado. A usted, un hombre de curación, un sanador. Si fuese su hermano, su madre, su hijo no dudaría en realizar lo que bien estuviera en su mano para intentar recuperarle. Mi hermana es muy hábil y capacitada, y no dudará en hacer lo que le pidas. Los dioses nos observan y tuyo es el conocimiento y la decisión de hacer u omitir la salvación de esta persona que en esta cama yace y agoniza...

El primogénito le clavó la mirada como si el mismísimo Zeus le reclamara su trabajo, su labor, su oficio... Por su hermana, quien tanto da sin pedir nada a cambio.

El grupo había sido formado la partida de caza no tardó en dar comiendo para atrapar a la bestia que tanto dolor y terror estaba causando. Con Unai guiándolos, no tardaron en dar con una prueba de que la criatura seguía campando a sus anchas y así lo atestiguaba el despedazado cadáver que encontraron. Daeiros tragó saliva ante la truculenta imagen, pero hizo un esfuerzo por mantener la compostura. El joven guerrero se mantuvo en silencio mientras, tratando de mantener su aplomo, mientras continuaban con la búsqueda.

Tantearon el terreno con el cazador, visiblemente más intranquilo, llegando hasta un claro donde una nueva muestra de violencia los esperaba. Esta vez se trataba de tres cuerpos igualmente despedazados que el cadáver anterior. Daerios se quedó perplejo ante la terrible visión, pero fue Unai el que sucumbió ante la horrible imagen. Daerios dio dos pasos tratando de interceptar al cazador pero enseguida se detuvo para no romper la formación. -¡Unai, vuelve aquí!- Le dijo intentando hacerle entrar en razón. -¡Será más peligroso si te atrapa a ti solo!- Añadió para hacerle ver lo peligroso de alejarse. Aunque el hombre se mantuviese en el grupo como un manojo de nervios, con todos ellos allí podría asegurar su supervivencia. Esas palabras en boca de un joven guerrero no servirían de mucho pero no podía hacer más por aquel hombre sin comprometer la integridad del grupo o la suya misma.

Habían llegado a lo que parecía el nido o el cubil de la bestia a la que se enfrentaban, o al menos su sitio preferido para comer. Inmediatamente llegaron al amplio claro, Spyridon, sin hacer el más mínimo ruido hizo un gesto con la mano ordenando silencio y que todo el mundo preparase sus armas, él mismo sacó su espada y preparó su escudo.

De pronto, en la alturas se oyó un rumor de alas en mitad de la noche para súbitamente oír algo que pasó por encima de ellos.

El cazador salió huyendo y Dareios le gritó. Spyridon esperaba que la criatura no lo hubiera oído y volvió a hacer un gesto pidiendo silencio a la vez que con otro gesto indicaba que preparasen flechas para abatir el ser.

No se preocupó por el cazador. Esperaba que no atrayera a la bestia. Había cumplido su labor y Spyridon prefería tener la escena de batalla libre de civiles.

Tenían que hacer que la bestia bajara a tierra sin saber cuantos le esperaban. Señalo arriba dando orden de disparar flechas a la bestia.

La situación estaba bajo control, por el momento, el herido estaba estable, aunque no fuera de peligro. Hypatia todavía estaba cuidándolo y yo había salido a lavarme las manos, cubiertas de sangre del cazador herido. Mientras salgo, me cruzo con Lykaios y Theron:-El cazador está estable pero aún corre peligor de morir, si no llega el médico a tiempo no lo conseguirá.-les comento la situación mientras voy a lavarme las manos y salir a respirar algo de aire. 

Pasan unos minutos y, al volver a entrar, me encuentro al médico y le guío hasta la habitación:-Ha tardado demasiado en venir, no me importa el motivo, pero ahora atienda al herido.-le comento al médico. Al entrar en la habitación, veo cómo el médico se acerca al herido y con un simple vistazo claudica que el sino del herido es la muerte y no puede hacer nada. Veo a Hypatia blanquinecer ante el diagnóstico del herido y se dispone a hacer lo imposible por salvarle, en ese momento me acerco a ella, mientras Lykaios discute con el médico:-Espera un momento Hypatia, cuida sus heridas mientras tu hermano y yo intentamos convencer al médico de que lo trate.-le explico a la joven Hypatia, antes de que pueda perjudicar la condición del herido. 

A continuación me dirijo al médico:-Le insto a que trate a este pobre hombre para que se reúna con su familia, a menos que quiera que el Barquero lleve otro pasajero esta noche.-le explico detalladamente al médico con una breve sonrisa en mi cara. 

De la habitación de arriba de la posada bajaban aun los sonidos de un hombre agonizante y el olor de la sangre que manaba de las heridas causadas por el ser que mis compañeros habían ido a cazar. Es Antolius quien sale de la habitación para comunicarnos el estado del herido, yo mismo no daba nada por él. Sigo en la parte de abajo de la taberna maldiciendo no poder actuar en el lugar donde me gustaría actuar, el campo de batalla. El tiempo pasa lentamente y por lo que parece aun mas lento se dirige escaleras arriba el que se presenta como médico. 

No se bien lo que pasa en el interior de la habitación, son las palabras inflamadas de pasión de mi sobrino Lykaios lo que me hace abandonar mi sombría meditación y acercarme a ver que es lo que sucede. El sanador ha dado por perdido al herido y mas o menos dejará que sean los dioses los que decidan. No creo que alguien que ha mostrado valor merezca una muerte similar.

- Es momento mi buen señor de que haga por ese hombre el mismo servicio que él hizo por este pueblo. Él y sus compañeros acudieron a dar caza a una bestia que ponía en peligro esta ciudad y es ¡momento! .... pongo énfasis en esta palabra, sin levantar la voz ..... de que usted evoque este hecho, ayude a ese hombre. Como se debe.