Partida Rol por web

Actúas con rapidez y neutralizas el mortal veneno. Al ver que ya estás recuperado, Miriel examina los dos túneles que salen de la gruta y te pregunta por cuál seguir.

Menos mal que había podido neutralizar el veneno, aquello había sido muy desafortunado y posiblemente sin sus conocimientos en curación, quizás hubiera muerto con suma facilidad. Solo que así no fue, no cuando tuvo la suerte de poder ayudarse así misma. 

Ya cuando Miriel hizo aquella pregunta, no hubo duda. Prefiere escalar. 

—Por la cascada. 

Cruzas la laguna hasta la cascada y acometes el ascenso por la húmeda pared de roca. Buscas asideros entre las grietas y lentamente vas trepando hasta el túnel por el que cae el agua.

No iba a ser fácil ascender por ese lugar, pese a que era mejor el otro camino, ella no quería encontrarse con la serpiente que intentó envenenarla. Así que por esa razón se atrevió a hacerlo, con sus fallos. La superficie era difícil de sujetarse. 

De pronto tus manos resbalan y pierdes el agarre. Caes de espaldas y te golpeas contra la pared para acabar zambulléndote en las frías aguas de la laguna. Una vez te recuperas del golpe, decides si volver o no a intentar el ascenso.

Negada a dejarlo estar, volvió a intentarlo pese a estar empapada y no tuvo demasiada suerte, era difícil lograr un buen sostén entre las rocas. Por ello no lo haría una tercera vez y escogería el otro camino. 

Cruzas la laguna hasta la cascada y acometes el ascenso por la húmeda pared de roca. Buscas asideros entre las grietas y lentamente vas trepando hasta el túnel por el que cae el agua.

De pronto tus manos resbalan y pierdes el agarre. Caes de espaldas y te golpeas contra la pared para acabar zambulléndote en las frías aguas de la laguna. Una vez te recuperas del golpe, decides si volver o no a intentar el ascenso.

Cansada de caer dos veces y estando empapada hasta los huesos, le indicó a Miriel que irán por el otro camino. No había forma, al menos no de momento y se estaba cansando demasiado Thaola como para volver a intentarlo. 

Así que con el cabello chorreando agua al igual que sus ropas, avanzó por la otra ruta. 

El estrecho túnel avanza unos veinte metros para acabar en un callejón sin salida. Te dispones a dar media vuelta y buscar otro camino, cuando Miriel señala a lo alto de la cueva, donde una estrecha chimenea sube en la oscuridad.

-Podemos seguir por ahí. Dice la chica y sin esperar respuesta se pone a trepar ágilmente por la húmeda pared.

Envainas tu espada e imitas a la mujer, usando manos y pies para ascender por las frías paredes del estrecho pozo.

El camino anterior no sirvió para nada, al menos el estado físico de Thaola no se lo permitió y por esa razón es que cambiaron de rumbo, siendo Miriel quien le indicó por dónde. 

Sin dudar imitó a su hermana y comenzó a subir sin problema alguno, al contrario le resultó bastante fácil esta vez pese a haber caído en dos oportunidades por querer subir desde la cascada. 

—Esto va mejor. Menos mal.

Tras una ascensión de diez metros, el pozo va a dar a una galería donde corre un rápido riachuelo de agua. Miriel examina el estrecho pasaje y te indica que debéis avanzar contra la débil corriente.

A pesar de la violencia del agua, lográis vencer su resistencia y avanzar por el estrecho túnel. Tras un fatigoso camino, el túnel describe un giro hacia la izquierda y continuáis hasta que descubres un agujero que se abre en la pared. Se trata de un orificio de apenas medio metro de ancho, por el que apenas pasaría una persona reptando por el húmedo suelo.

Durante el avance, el andar contra la corriente ofreció una importante dificultad que no era cómoda para continuar pero habían llegado a un sector donde había que elegir. Thaola no se lo pensó y prefirió continuar por el túnel principal ya que era demasiado estrecho el agujero y no quería una complicación más. 

Retrocedéis hasta volver a salir al túnel principal y seguís adelante. El túnel lleva hasta una galería circular, de techo plagado de estalactitas y por cuyo centro discurre el riachuelo hasta otro pasaje que se abre al fondo. A un lado descubres una agrupación de hongos que crece en la pared de roca. Se trata de cuatro o cinco pequeños elementos, de corto tallo verde y una esponjosa cabeza de color blanco.

Tras el retroceso, se pudo avanzar por ese lado y finalmente terminaron en una galería circular llena de estaclatitas, había algunos hongos pero Thaola pasó de largo, quería llegar de una buena vez por todas. 

—Avancemos, espero quede poco. 

La larga galería describe un leve ascenso y seguís remontando el recorrido del riachuelo, que ahora es apenas un hilillo de agua que humedece la piedra y el barro del suelo. Cruzáis varias salas y cavernas y continuáis avanzando hasta que Miriel se apoya sobre una voluminosa roca y hace un alto para descansar.

-Empiezo a dudar que hayamos elegido el camino correcto. Dice la mujer con un suspiro. Llevamos horas deambulando por estas malditas cavernas y no podemos saber si estamos acercándonos a Litdanast o si nos alejamos.

-Hay una red de túneles bajo la ciudad. Le explicas, recordando cuando eras niño y bajabas con tus hermanos a las viejas catacumbas. En un tiempo fueron utilizados como mazmorras, pero hace siglos que fueron abandonadas. Sé por mi padre que había muchos otros túneles, pasadizos que llegaban hasta las entrañas de la tierra. Quizás este pasaje nos lleve hasta las mazmorras y por allí podamos subir a la ciudad.

No estás tan convencido de tus palabras como tu tono intenta aparentar, pero sabes que no podéis deteneros y que cada minuto que perdéis en estas profundidades es precioso. Dedicas una palmada de ánimo a Miriel y emprendéis de nuevo la marcha por el agobiante corredor. La galería describe varios giros y pronto os encontráis con una nueva gruta, de forma alargada y cuyas paredes aparecen lisas y pulidas.

-¡Mira, debemos estar cerca! Exclamas examinando los trabajados muros, donde se aprecia la mano de los elfos sobre la roca.

Entonces descubres un arco que se abre en la pared, con un bello grabado de caracteres élficos adornando su marco. Te dispones a examinar el paso, cuando un murmullo resuena a tu espalda. Te das la vuelta alertado y descubres una frágil silueta que emerge entre las sombras de la caverna. Se trata de un ser menudo y de baja estatura, cubierto de pies a cabeza por un harapiento abrigo negro y cuyo pálido rostro sin rasgos te mira fijamente con dos escrutadores ojos sin párpados. Su arrugada boca pronuncia un intrincado canto, a la vez que alza una mano descarnada y te señala con sus esqueléticos dedos. Sientes un punzante dolor dentro de tu cabeza y cierras los ojos tratando de expulsar la presencia de tu pensamiento.

Estaba dudando de mis palabras, claramente era como dar vueltas en círculo y provocó en la elfa cierta inquietud que la exasperaba. Por ello es que una vez descubrió aquel pasadizo, se fue directamente a ello confiada tras esa pequeña charla con Miriel sobre el lugar. No podía dar certeza a mis palabras, era lo que me habían contado y esta era la primera vez que lo vivía en persona. 

El asunto es que distraída por el arco que estaba escrito, no fue consciente de que alguien se le acercó por detrás y de repente comenzó a sentirse muy extraña. Era raro. ¿Había ejecutado un hechizo sobre ella? 

Resistes el efecto de la hipnótica vocecilla y sacudes la cabeza para eliminar el aturdimiento. Te dispones a enfrentarte al malvado ser, cuando sientes un peligro a tu derecha. Te echas al suelo y apenas tienes tiempo de esquivar el filo de una espada que a punto está de rebanarte la garganta. Te incorporas con rapidez para encontrarte frente a Miriel, que sostiene su espada mientras te observa con unos ojos fríos como el hielo. Sin decir una palabra, la muchacha alza su espada y se dispone a atacarte, víctima sin duda de algún encantamiento de poder mental.