Partida Rol por web

No parecía una amenaza el mediano y menos con una pierna inutilizada de aquella manera. Y si, además, tenía una aprente buena relación con Gustav hizo que me relajara un poco. No sé que me esperaba que apareciera por la puerta, pero un pcoo decepcionado si que estuve al ver la cara del mediano.

Miré a Gustav hablar sobre la bestia y entendí su táctica de distracción sobre el objetivo de nuestra visita. Podríamos sacarle información siendo sutiles que amenazándole, aunque visto su porte, las amenazas serían más efectivas. No tenía pinta de soportar un interrogatorio agresivo, pero si Gustav tenía claro que así conseguiríamos respuestas, me mantendría en la distancia de momento.

Lo primero que hizo el abuelo fue fijarse en sus pies y ver si se trataba de un mediano o si realmente era un niño crecido. A veces le costaba captar la diferencia y su avanzada edad ya no era como antes. Entonces vio la herida confirmada por el tabernero y al hablar sobre las trampas, pensó que estaba confesando ser el compinche del bromista. Esos tramperos que decía debían ser diferentes al bromista, pero todavía no estaba seguro.

Cenizo se dedicó a mirar a los alrededores de la habitación. Los medianos siempre eran sospechosos, sea cual fuere la situación. Algo tendría que haber allí que no estuviera bien.

Los ojos y expresión del halfling se tornaron de sorpresa cuando le dijiste que no estabas trabajando en lo que normalmente hacías, que era cazar.
Mientras tanto, Ándor relajó la mano que apretaba la empuñadura de la daga al comprobar que no había ninguna amenaza, tan solo la de infectarse con algún tipo de peste, por como olía la habitación, y el viejo Cenizo asomó sin disimulo la cabeza por el dintel investigando el maloliente, caótico y oscuro cuarto, iluminado tan solo por unas velas de sebo. En el suelo, cerca de la cama y encima de unos trapos, había una olla humeante. 

Y después, cuando le preguntasteis por la pierna, primero se la miró unos segundos, alzando a continuación la mirada de nuevo hacia el cazador.

-Un accidente de lo más cruel.- Dijo, abatido, con tono melancólico. -Mi vida de marchante se ha arruinado por culpa del bromista. No quería decir nada en el pueblo porque la gente es cruel conmigo. Si le pasa a un humano, como a Borför, le ayudan y amparan. Pero a un halfling solo le dicen que gente como yo solo deberíamos estar en nuestra tierra y no salir de allí. Así de cruel es el mundo para nosotros.-

Habríais jurado que sus llorosos ojos estaban a punto de soltar una lágrima, pero la dura realidad del mundo de los humanos para con los halflings había agotado esa posibilidad hacía mucho...

Sin embargo tú viste el engaño del halfling. ¡Ja! ese truco de dar pena ya te lo conocías y lo usabas desde que eras un mozalbete, allá cuando reinaba el Emperador Luitpol "el Magnánimo", padre del actual Karl Franz. No te iba a engañar con esas. Te percataste, parte por experiencia, parte porque en tu negocio si no dabas pena nadie te compraba nada, de las argucias y la mirada ligeramente entrecerrada del halfling.

Si, en definitiva podías afirmar que, aunque decía la verdad, estaba ocultando algo. El halfling era bueno, pero no tanto como tú.

Aquél cuarto estaba más limpio que la carroza de Cenizo, pero los olores desagradables llegaban a su nariz como diferentes, notándose que la suciedad pertenecía a otra persona y otra raza. No era algo que le molestase, sabiendo en dónde solía meterse, sino curioso. Le recordaba a su juventud cuando todavía daba importancia en que los meados quedasen bien recogidos en una olla. Sabía desde el principio que el mediano tenía una visión de la vida parecida y así lo confirmó cuando le escuchó hablar sobre su accidente.

Al parecer, el mediano ya conocía sobre los hechos del bromista, así que no tenía sentido hacerle fingir lo de la bestia.

—Jijijijiji, jijijijiji —le señaló al casi lloroso mediano y miró a los otros dos mientras se reía—. El viejo truco del almendruco. Muy hábil en la profesión, sí señor, miles de veces utilicé las mismas lágrimas de caimán para sonsacar algunos peniques a cambio de mis colgantes.  —Carraspeó unos segundos y dejó de reír—. No se puede negar la parte en que algunos traten diferente a los de su clase, no señor, pero a nosotros no tiene que vendernos ¿información sobre Ostland? No es sobre aquél lugar de lo único que conoce, ¿verdad? El bueno de Grüger no es de los terribles humanos, le dejó esta habitación y permite hacer lo que quiera —dijo, al contemplar la pocilga a la que se refirió abajo.

El viejo entrecerró sus ojos suspicaces y con su bastón amasó el suelo de madera repetida y descontroladamente. El garrote por poco aplasta los pies anchos de la personita.

—¡Cuidao que le piso! —tosió—. ¿Y bien? ¿Qué sabe de ese bromista? No sabía que hubo más heridos aparte de una vaca y un intento fallido. Deberíamos llevarle con el alcalde como testigo directo.

Hans dejó de lado su cara de dar pena para lanzar una amenazadora mirada al viejo cascarrabias. Pero su cara volvió a cambiar para hacerse mas amigable.

-Vereis,- comenzó diciendo mientras volvía renqueando a su camastro. -yo también había oído lo del bromista y sus trampas, antes siquiera del ataque al pobre Borför. Lo había oído en mi pueblo, donde se decía que se tuviera cuidado con  un trampero que estaba poniendo trampas a lo loco cerca de los caminos menos transitados. Pero yo lo vi, y casi me mata en el proceso.- Dice señalándoos la pierna.

La mención del Bromista y que había llegado a verlo, me sacó de mi posición en la pared, cerca de la puerta y me adelanté un paso. Quizás fue un movimiento más brusco de lo que pretendía, pero era lo más cercano que teníamos para localizar al trampero loco.

¿Pudiste verle la cara? Ese bromista lleva haciendo de las suyas demasiado tiempo y hay que detenerlo. Tu información sería de gran ayuda.

Quien iba a pensar que al final el mediano nos llevaría hasta las puertas del Bromista y la posibilidad de detenerlo. Kurt se estaba perdiendo esto.

El tiempo pasaba lento y pesado. Nada parecía cambiar allí excepto la disposición y el humor de los cochinos que, ahora reñían, ahora comían o se echaban a dormir en un rincón de las cochiqueras. Parecía que no sucedía nada que te hiciera pensar que el halfling iba a escapar por la ventana.

Grüger, el posadero, salió por una portezuela disimulada que no habías visto escondida en las sombras. Lanzó a los marranos un cubo de desperdicios, a lo que sucedió una frenética carrera por ver quien de ellos se hacía con las mondas mas grandes, y te miró.

-Sus compañeros llevan un rato hablando con el halfling. Deberíais entrar a refrescar el ánimo, el aire de los marranos reseca la garganta.- 

Cenizo abrió sus ojos hasta que parecieron salirse de sus órbitas. Esta vez daba la sensación de que el pequeño hombre estaba diciendo algo con sensatez. No parecía que hubiese truco en sus palabras. Por sus oídos peludos solo quería escuchar lo que ya sabían desde que visitaron la granja de Borför.

—Adelante, hijo. ¿A quién viste? —no mencionó el nombre que el granjero aseguraba, por no darle pistas de cómo eludir su confesión, sino que esperó a ver qué ocurrencias escucharía ahora.

   - Os tomo la palabra, buen Grüger. Ir sirviendo otra pinta, que ahora mismo entro. - respondió al posadero antes de que este volviera a desaparecer en el interior de la posada.

   Kurt se colgó el escudo y recogió algunas piedras pequeñas del suelo. Como uno de esos enamorados que cantaban los trovadores comenzó a lanzar guijarros contra la ventana. Los dos primeros erraron, uno se quedó corto y el otro golpeó la pared, pero el tercero impactó contra el cristal con un tintineo. Con la distancia ya tomada otras dos más volaron certeras.

   Kurt confío en llamar la atención de sus compañeros y que alguno se asomara a la ventana. Lo que en ningún momento se le pasó por la cabeza al cada vez más sofocado y axfisiado nordlandes es que los súbitos golpes pudieran sobresaltar al halfling, así que siguió a lo suyo hasta que agotó las municiones.

La declaración del mediano es extraña pero tiene cierto sentido. No estoy seguro de saber si miente o no pero considerar que vio el rostro del Bromista, si es que lo que dice es cierto, podría ser el final de este problema. Si le conoce y yo consigo identificarlo, podremos arrestarlo y este asunto se habrá acabado.

"Aunque hay muchas variantes que pueden complicar el asunto."

Me quedo en silencio pues las preguntas ya fueron hechas y no vale la pena seguir preguntándole lo que ya ha sido preguntado sino que debo esperar la respuesta.

-Si, pude verles la cara y...- antes de que pudiera acabar, un golpe en la ventana sobresaltó al halfling, que rapidamente cogió su muleta de palo y, a modo de garrote, se puso a la defensiva aguardando a que alguien entrara por la ventana en cualquier momento.

Dos golpecitos mas en la ventana, ambos producidos por piedras, siguieron al primero.

Hans comenzaba a decir que había visto sus caras, un detalle que no me pasó por alto pues significa que en realidad son "Bromistas" y no solo uno, pero aquel ruido en la ventana nos pone a todos en alerta. Miro a mis dos compañeros y les hablo mientras saco mi arco del hombro:

 - "Cuiden a Hans. Veré qué sucede."

Saco una flecha antes de asomarme a la ventana y mirar en el exterior qué es lo que ocurre, preparado para disparar si hubiese alguna amenaza.

Cenizo asentía y dejaba ver una boca vacía de emoción. El mediano iba a decir los nombres de los, ahora, dos bromistas. Antes de que terminase, el ruido de las ventanas les interrumpió. Se relamió los labios y puso cara de mosqueo.

—¿Sí? ¿Quién es? ¿Alguien que te conoce? —preguntó al señorcito, al verle apurado.

Ya que Gustav se acercó a la ventana, Cenizo lo hizo hacia la puerta. La cerró y echó el pestillo. Ahí no iba a entrar ni salir nadie sin su autorización. Si alguien se atrevía a entrometerse, debería sacar su cinto recién comprado. Tenía ganas de estrenarlo en piel desnuda.

Cuando Gustav se acercó a la ventana, pertrechado y dispuesto para entablar batalla si hiciera falta, tan solo vio a Kurt lanzando chinas a la ventana. 

Su aspecto dejaba ver que el sol y el mal olor de las pocilgas le estaban pasando factura.

Mientras los demás comprobaban quien estaba lanzando piedras a la ventana que seguramente sería Kurt, harto de esperar noticias nuestras, me quedé junto a la puerta mirando de reojo al mediano. No me gustaría que aprovechando la ocasión se fuera, aunque no podría ir demasiado lejos.

De todas formas, nunca subestimes a alguien que tiene miedo y era seguro que, según la reacción al escuchar el sonido en la ventana, el mediano tenía miedo.

¿De que tienes miedo Hans? ¿Temes que ese Bromista ande por aquí esperando acabar con lo que empezó? ¿Crees que está en la ciudad?

Intentaba reconducir sus pensamientos al momento que casi nos dice quien era el Bromista.

El mediano se quedó mirando a Ándor descompuesto por sus palabras. Rápidamente se enderezó, bajo la muleta con altivez y carraspeó para que su voz no le fallara.

-¿Miedo?. Ninguno. Era... precaución-. Dijo levantando la barbilla a la vez que una ceja. -¿Cómo iban a venir a buscarme dos gigantes a este pueblo sin armar un revuelo-. Respondió a las preguntas de Ándor.

Alcé una ceja al escuchar al mediano. Aquello había tomado un nuevo cariz.

¿Gigantes? Ya sé que para ti todos debemos ser altos pero, ¿gigantes? ¿Gigantes, gigantes? - levanto la mano por encima de mi cabeza todo lo que me da el brazo. Acabábamos de dar con la clave del asunto. Dos gigantes no sería difíciles de encontrar por aquella zona. Es más, posiblemente alguien habría oído hablar de ellos, aunque fueran historias de mercado.

¿Qué sabes de esos gigantes?

La conversación con el mediano continuó confusa y Cenizo pensó que otra vez estaba manipulando o mintiendo directamente. Siendo una persona de un metro, a lo mejor se había confundido, eso no podía saberlo. Lo que sí sabían es que en el camino que revisaron antes no encontraron ningún solo rastro de huellas gigantes ni humanas, sino la de un mediano cuya planta derecha se hundía más, denotando que estaría malherido al cruzar por allí.

—¿Los gigantes saben escribir? Jijijiiii. Nunca se sabe, quizás sí. Yo que tuve que aprender por mi cuenta y ahora hasta los gigantes aprenden... Ya no es como antes... —dijo, en tono irónico—. No sabía que hubiese gigantes cerca, ya hubiesen avisado, sobre todo si van en dúo.

Entonces se acercó donde la ventana a ver quién era el de las chinas.

Entonces se acercó donde la ventana a ver quién era el de las chinas.

—Jiiijijijii.