Partida Rol por web

Dynah se olvidó del arquero y se dirigió rápidamente hacia Cenariel. Tenía que apartarla de ahí o la jefa de los bandido la iba a atravesar con facilidad. Mientras avanzaba, la oráculo fue pensando en posibilidades para salvar a su compañera. Conocía un truco que nunca usaba porque suponía sufrir daños ella misma pero era lo único que se le venía a la mente.

Las hostilidades ya habían dado comienzo.
Drabeorn se aproximaba agarrado al brazo de Druul. Aún no se encontraba completamente recuperado, pero ya sentía cómo su sangre comenzaba a hervir de nuevo en sus venas.
Cuando lograse ponerles las manos encima...

La oráculo imploró a la sabiduría de Abadar, el patrón de las Ciudades y la Civilización. Cenariel era malcarada e impulsiva, pero su valentía y carácter luchaba en pos de conseguir llevar la llama de las grandes urbes a aquella mazmorra ancestral y anclada en el ostracismo. Frente a la oráculo, se alzaba una fiel sirviente del Segador, del Maestro Gris y por unos segundos, sintió temor por su futuro. Mas no cejó en su empeño, y recitando cada frase de su salmodia, ungió a la espadachina con un poderoso hechizo de defensa.

Pero no logró liberarla de la parálisis que la atenazaba... La magia de Tarrin era fuerte, quizás mucho más fuerte que ella misma.

Un astilla salió de la cámara siguiendo a Dynah. Tenía a la muchacha en su punto de mira y no dudó en dispararle. La saeta pasó cerca, rasgando uno de sus fornidos muslos, pero sólo fue un rasguño. De repente, las puertas dobles que Abrosthor había intentado bloquear, se abrieron dejando ver a otro astilla apostado con su ballesta. En esta ocasión, el disparo sería para la elfa indefensa. Por suerte, el disparo del bandido fue patético y pasó demasiado desviado del cuerpo de Cenariel

Con los efectos del extracto corriendo por sus venas, el Gnomo podía concentrar la fuerza de sus explosivos para hacerlos más directos y mortíferos. El problema es que solo le quedaba uno. 

Sin perder más tiempo sacó la pequeña esfera de barro y la lanzó a la líder de los Astillas, su objetivo real. Sin quedarse a ver la explosión, se movió hacia el Astilla de su retaguardia, por lo menos podría distraer su atención y dificultar sus disparos.

Dynah, desesperada por proteger a Cenariel, se interpuso entre ella y la líder de los astillas, con el escudo levantado. Mientras tanto, se concentró, uniendo su urdimbre vital a la de la elfa, para absorber parte del daño que ésta pudiera recibir. Poco más podía hacer por ella.

La energía que había perdido, acudía de nuevo a su ser en oleadas de furioso ardor. Espoleado por este sentimiento, se apresuró por reunirse con sus compañeros; su lugar estaba en primera línea de batalla, si alguna sangre debía ser vertida, esa era la suya... y la del que se atreviese a enfrentarle.

En su diestra, Ethelwyn parecía vibrar de pura excitación. Ya había localizado a sus enemigos, nada le pararía ahora.

El último arrebato del gnomo fue insuficiente. Su potente artefacto explosivo no pudo alcanzar a Tarrin pues ésta disponía del amparo de las paredes de su cámara y la cobertura del cuerpo paralizado de Cenariel. A pesar de eso, el pequeño odre estalló en las cercanías de la sacerdotisa de Norgorber, sufriendo el dolor de una molesta quemadura. 

- ¡¡Renacuajo asqueroso!! ¡¡VAIS A MORIR!! ¡¡Jaris!! ¡¿Dónde estás rata inmunda?!- gritaba encolerizada la mujer presa de la furia, a la par que Dynah intentaba parapetar a la elfa entumecida por las malas artes de la líder de los Astillas.

Con los ojos inyectados en sangre la elfa solo podía gruñir, gruñir y pensar en las maneras en las que iba a ensartar a la mujer que la había dejado tan indefensa.

Tendrás que apañarte solo, compañero, dice el semiorco sonriendo a Drabeorn, quien ya parece recuperarse de su estado aturdido anterior, mientras le suelta cuidadosamente y se fija en el bandido situado cerca de Abroshtor.

Astilla, un elemento débil que se rompe con la mínima fuerza... murmura mientras maldice al bandido. Después avanza hacia Dynah y la extrañamente inmóvil Cenariel, en busca del líder de la banda para usar un conjuro contra él.

Druul conjuró con vehemencia una de sus maldiciones, pero el bandido no pareció verse afectado. Acto seguido, viendo como discurrían las cosas, decidió avanzar hasta donde la elfa intentaba de forma infructuosa desprenderse del efecto paralizante que Tarrin había conjurado.

La malvada sirviente del Maestro Gris dio un paso mientras afianzaba su estoque. Alcanzar a la espadachina sería un juego de niños. Y así fue. Tarrin hincó la punta de su espada regocijándose en el daño que era capaz de provocar - ¡¡Jódete puerca!!- Pero por mucho que apretara, el daño quedó atenuado de alguna forma, mientras las heridas se abrían en el tegumento de la oráculo. - ¡¿Con que esas tenemos?!... ¡¡Así será más divertido, cerdas!!

A su vez, mientras Dars profería insultos a Cenariel y Dynah, el malherido alquimista apareció tras la oráculo dispuesto a hacer más daño. Con su espada corta en ristre, lanzó una cuchillada salvaje sobre la adoradora de Abadar, que sorteó el blindaje de su armadura... 

La bomba había fallado, y era la última. Al mismo tiempo, notaba como el efecto del brebaje que corría por sus venas se estaba esfumando. -OhoH!- Exclamó. Solo le quedaba si pequeña ballesta.

Retrocedió un paso mientras colocaba un virote. Apuntó y disparó. Era un buen disparo, pero el virote solo rozó al Astilla provocando un rasguño.

Ahí estás, susurra Druul, mirando seriamente hacia la puerta, al ver aparecer a Tarrin para atacar a la elfa. Echa un vistazo atrás y ve que el astilla a su espalda no es un peligro ahora mismo. Así que se lo juega todo a una carta, quedando en campo abierto. Invocando su magia más poderosa, el semiorco trata de dejar sin visión al líder de los bandidos.

Abroshtor disparó uno de sus virotes al Astilla que se hallaba en mitad de aquel túnel excavado en la tierra. Aunque su tiro fue certero, no logró inquietar demasiado al bandido que respondió disparando sobre el gnomo. La destreza de éste, le permitió superar el proyectil sin recibir. 

Por contra, Dynah se debatía con el alquimista malherido y otro Astilla con sed de sangre. La oráculo intentaba impdir que llegaran hasta la elfa y la mataran. 

Entonces fue cuando la maldición de Druul hizo efecto. Tarrin, que se encontraba dispuesta a matar a Cenariel, quedó exenta del sentido de la vista gracias a la argucia mágica del brujo semiorco...

Dynah escuchó el grito de Tarrin cuando quedó cegada por Druul y aprovechó para descargar un golpe de maza sobre ella. Lo sabio hubiera sido ponerse a cubierto pero, si lo hacía, Cenariel quedaría expuesta a los tiros del bandido y el alquimista. su golpe, sin embargo, rebotó en la armadura de la maldita astilla, arrancando chispas de odio en los ojos de la oráculo.

-Acabad con esos dos! Rápido!

Ahora llega Drabeorn... responde Druul como si eso fuera argumento suficiente para calmar a Dynah. Lo cierto es que un acertado bárbaro podía marcar la diferencia.

Mientras te ayudo. Alquimista... tenías que haber colaborado cuando tuviste ocasión. Mala elección, así que ahora, no conseguirás encadenar ninguna buena!

Intento sonreír, pero no podía. Las maldiciones del semiorco eran reales, por mucho que le costara creerlo, tan reales como la magia que la había dejado a ella indefensa en los segundos mas eternos y agónicos de su vida.