Partida Rol por web

Paige tampoco te quiso involucrar con una posible enfermedad más grave. Pero ella si estaba cualificada y llevaba más tiempo aquí, sabía a que atenerse y tenía experiencia.

Te abrazó y tras revisar que podía necesitar, lo cogió y ya se marchó de vuelta. Ahora sola, tendrías que desenvolverte por ti misma. Que distinto a cuando vivías en Inglaterra, ahora te veía convertida en una mujer independiente.

Pasó ese día y el siguiente sin mayor novedad. Al inicio del tercero desde la marcha de Paige te despertaron unos gritos. Alguien gritaba mientras corría por el poblado.

Al principio oía voces entremezcladas con mi sueño, pero poco a poco me dí cuenta de que los gritos eran reales. Desperté al fin, sobresaltada, incorporándome como con un resorte. Los gritos eran en la calle, alguien gritaba y corría por el poblado.

Pero qué...

Aún jadeando del susto, me incorporo rápidamente un poco confusa y mareada, buscando la ventana. Tenía que ver qué pasaba, esos gritos.. Eran estremecedores.

Busco mi ropa aún a tientas, mientras me dirijo a la ventana, poniéndome los pantalones por inercia mientras busco el origen de los gritos. No veía nada al principio, la gente se arremolinaba curiosa buscando también a quien gritaba.

Opto por salir afuera, a averiguar qué sucede.

-¿Qué ha pasado? ¿quién grita? -pregunto a quien me encuentro. Prefiero no pensar en mi aspecto, sin peinar y aún con la parte de arriba de la ropa de dormir.

Confusa con lo que ocurría y por haberte despertado de forma abrupta sales fuera a ver lo que sucede. Uno de los adultos del poblado parece el responsable de los gritos, pero en primera instancia no entiendes lo que dice.

En ese momento alguien viene corriendo en dirección a tu choza, se trata de el grande de Abú - ¡Dentro, rápido! - Dice en su rudimentario inglés. Te obliga a que te metas dentro y cierra la puerta. Una puerta que ni siquiera es de madera maciza, sino de cañas y objetos similares.

Ante tu cara de circunstancias te mira con fijeza busca la palabra apropiada hasta que por fín la encuentra - León

El repentino e inesperado empujón de Abú para meterme dentro de casa me hace caer al suelo de culo, y me quedo mirándole confusa mientras cierra la puerta y me dice la tremenda palabra asustado.

¡Un león! De pronto miré la escuálida puerta que nos protegería de la fiera, y deseé tener un portón como el de Liverpool, que apenas podía mover yo sola cada vez que quería entrar a casa. Nunca había visto un león de verdad, pero me los imaginaba tremendamente grandes. Más aún si estábamos amenazados por él.

Me puse de pie rápidamente, ayudando a Abu a cerrar la puerta. 

-¿La gente se esconderá? ¿Se quedó alguien fuera? -le pregunto antes de seguir reforzando la puerta. Me asomo por la ventana para asegurarme de que nadie más esté fuera cuando llegue el animal.

Abú se disculpó y te ayudó a que te incorporaras. Luego vio que en una de las paredes había un palo, trató de trabar con él la puerta clavando un extremo en el suelo.

- Si, gente esconder. Mejor encerrar lo que podamos – Seguramente la puerta no resistiría muchos embates, pero si el animal no tenía motivos para entrar tampoco lo intentaría.

- Ahora descansar, espera larga – Se sentó con la espalda apoyada en la puerta, te miró brevemente y luego cerró los ojos.

¿Ahora espera larga? ¿¿Eso ha dicho??

Evoqué la figura de un imponente león paseándose por la calle del poblado, entre las cabañas que cada vez que pensaba en ella las recordaba más y más débiles ante el ataque con furia de un felino hambriento.. No, no me gustaba la idea para nada.

-¿No podemos hacer nada más, Abú? ¿Sólo esperar en silencio? ¿Y si.. y si ataca? -me daba igual lo que dijese, a partir de ese momento me hice el firme propósito de encontrar un arma. Nunca había disparado, pero me doy cuenta de que en África no se puede vivir del aire esperando a que te salven.

Trato de asomarme a la ventana sin hacer escándalo, para ver a la fiera. Ni me acerco, sólo de lejos sin moverme de mi sitio. Para un león, una aldea así llena de gente tiene que ser un festival de olores y de ganas de atacar, si es que las tiene. 

Ojalá sólo esté de paso.. Ojalá.

Notaba mi corazón latiendo a mil por hora, y no me atrevía ni a respirar fuerte. Miraba el palo con el que Abú trabó la puerta, y supe que no aguantaría un embiste de semejante fiera. Mis nervios aumentaron.

Descalza como aún estaba, traté de moverme sin hacer ruído hacia el cuarto contiguo. Estaba allí el equipamiento médico, entre el que se encontraban unas camillas transportables. Tenían barras metálicas. Si el animal trataba de atacar algún sitio, esas barras podrían al menos hacerle algo de daño. Me sentí más segura estando más cerca de ellas.

Abú te miró de forma un tanto extraña pero acabó sacudiendo la cabeza – No, solo esperar, todo el día. Al final León cansa y marcha – Vaya, de resignación y paciencia parecía tratarse el tema, aunque no invitaba para nada a la tranquilidad. La espera sería tensa.

Tratas de asomarte por la ventana, pero desde tu sitio no ves nada. Abú te hace una seña para que te sientes en el suelo – Si león no ver a ti, mejor.

Lo que pasa es que habría que aguantar tanto el hambre como lo de hacer las necesidades, si, esto iba a ser largo...

No tenía yo ganas de atraer la atención del león hacia mi persona, así que seguí las recomendaciones de mi fortuíto acompañante: Me arrimé a la pared, dejándome deslizar por ella hasta quedar sentada en el suelo.

Miré a Abú. Realmente no lo conocía demasiado, y me dió algo de vergüenza pensarlo. Habíamos compartido muchas cosas, viéndonos casi todos los días, y apenas sabía nada de él. Al principio la barrera del idioma era un muro infranqueable, pero ahora que empezábamos a defendernos ambos en el idioma del otro, quizás era buen momento para hablar algo más.

Suavicé el tono de mi voz, y lo más bajito posible, le pregunté:

-¿Te apetece hablar? Parece que estaremos aquí mucho tiempo.. Me he dado cuenta de que casi no nos conocemos, y me gustaría llegar a ser amiga tuya. ¿Te parece bien?

Aún no tenía claras ñas costumbres africanas, y aunque Abú parecía bastante occidentalizado, no quería ofenderlo por nada del mundo.

El rato parecía que iba a ser largo y aburrido. Así que pensaste que un poco de conversación no te vendría mal. Abú no era un desconocido, pero si parecía un hombre de pocas palabras. Agravado aún más por el tema del idioma.

- ¿Amiga tuya? - Repitió esas palabras y sonrió. Se notaba que le agradaba la idea - Abú hablar amiga tuya - Parecía de chiste pero fue tal cual lo pronunció.

¿Pero de que hablar? Hizo un esfuerzo - Abú gusta trabajar señorita Williams, señorita Williams amiga tuya - Sonrió

Me hizo ilusión su esfuerzo para intentar agradarme, hablándome de Paige. Evoqué a mi amiga y comencé a hablar. No sé por qué, no sé cómo, pero noté que me apetecía. 

-Sí, Abu.. Paige es mi amiga. Nunca pensé que encontraría a alguien así aquí en África, la verdad. Seguro que ella sabría comportarse mejor que yo cuando un león merodea por el poblado, ¿eh? jajaja.. Seguro que hasta se reiría -intenté asomarme un poco a la ventana, a ver si veía al animal-. ¿Cómo os acostumbráis a ésto? ¿Alguna vez.. alguna vez un león atacó alguna casa? -hice la pregunta temerosa, quizás la superstición de los africanos me estaba haciendo mella, pero no quería pensar que por hacer preguntas así conjuraba algún peligro.

Abú frunció el ceño en señal de que no se estaba enterando de la misa la mitad. Lo último si lo pareció entender - No mucho, alguna vez si león atacar. Solo mucha hambre león acercar

El tiempo seguía pasando, al menos los intentos de conversación servían de algo. Unas horas más tarde sonó un... ¿Disparo? Escuchaste hablar en otros chozas y Abú hizo cara de sorprendido. Te hizo una seña para que permanecieras sentada y se asomó por la ventana. Más voces, algún grito, pero no parecía ser tono de miedo - Creo que poder salir, dicen alguien matar león

El sonido del disparo tan inesperado me sobresaltó, y de nuevo noté latir mi corazón en el silencio producido tras él. Las palabras de Abú me confortaron con respecto al león, pero seguía intranquila. Todo había sido tan extraño..

Me puse de pie y me asomé ya descaradamente por la ventana. La gente empezaba a salir de sus chozas sin miedo, y los niños hasta se atrevían a bromear con la fiera abatida. Me dí cuenta de lo poco vestida que iba, aún con mi ropa de dormir, y antes de salir fui a ponerme más decente.

Salí a la claridad del exterior entornando los ojos, y pregunté en general:

- ¿Alguien está herido? ¿Alguien necesita un médico?

Te aseaste mínimamente antes de salir y si, efectivamente el peligro parecía haber pasado. Había expectación ante el cuerpo del animal muerto.

Una de las personas era alguien de raza blanca y una cara conocida, no tardaste en darte cuenta de quien se trataba, el americano que os encontrasteis en la carretera.

Sujetaba entre sus brazos una escopeta de cañón largo. Levantó un poco su sombrero al verte a modo de saludo - Me estoy especializando en sacarla de apuros ¿No? - Se atrevió a bromear y confiando que esta vez su broma no te sentara tan mal como en la otra ocasión.

El pasmo no me dejó contestarle. La última vez que lo ví se marchaba en dirección contraria al poblado.. Está claro que volvió en el mejor momento.

-Vaya.. ¡Señor Brunner! -titubeé porque me costó recordar su nombre-. ¡Qué sorpresa! ¡Sí, parece que es usted mi ángel de la guarda! -concedí, con una sonrisa-. No sabía que había vuelto al pueblo, pero sin duda lo hizo en el mejor momento.

Miré al imponente león abatido. Era un magnífico ejemplar, y me dolió verlo ahí tirado. Momentos antes hubiera sido capaz de matar a cualquier persona que se le cruzase, pero no merecía un final tan triste. Decidí no opinar al respecto para no ofender a mis amigos. Sin duda para ellos era un alivio verlo muerto, cosa que significaba en fin de un gran peligro. Me pregunté qué harían con su cuerpo.. Quizás con la piel algún tipo de adorno o abrigo.. la carne, supuse que su destino era el más evidente: servir de alimento al poblado.

-No sabía que la caza era una de sus virtudes, señor Brunner -señalé al león-. ¡Enhorabuena, ha salvado al poblado! Seguro que sabrán agradecérselo. Confieso.. que yo llegué a pasarlo realmente mal con éste animal tan cerca merodeando, así que gracias también por la parte que me toca. Si puedo hacer algo por usted, cuente conmigo.

- Si, ando de acá para allá por esta zona. Organizo safaris y este es mi terreno. Andaba cerca cuando me avisó un chiquillo del poblado - Comentó de forma bastante aséptica. 

Como si te leyesen el pensamiento los habitantes del poblado trajeron machetes y comenzaron a despedazarlo allí mismo, el espectáculo no era muy agradable a la vista. El amaricano no lo impidió aunque quizá la pieza le correspondiese a él por haberlo abatido. 

John levantó los hombros - No es nada, no todos los días mato a un león, pero comprenderá que no es la primera vez que lo hago. 

Algunos comenzaron a hacer fuego, en la zona central del poblado. habría carne asada para comer y seguramente para cenar. No perdían el tiempo, pero el hambre es lo que tiene.

- ¿Ya comenzó con... las vacunaciones? Espero que no se le estropease nada con la lluvia... - Te comentó retirándose a un lado de la muchedumbre e invitándote a hacer lo mismo.

Me aparto del dantesco espectáculo del descuartizamiento del león, que, aunque necesario, no era para nada agradable de ver.

Aún así, había algo hipnótico en el comportamiento de los habitantes del pueblo. A pesar de estar convirtiendo a una fiera selvática en su cena, no dejaban de tratarlo con respeto, como agradeciéndole el alimento que les estaba dando. Era increíble. Aun hablando con Brunner les miraba de vez en cuando de reojo.

-Sí, señor Brunner. Hemos vacunado a todos, llegó el cargamento en perfectas condiciones también gracias a usted -le sonreí-. Como ya he dicho, este pueblo le debe mucho, y no solo por el león. Creo que iré a cambiarme -me señalé, todadía mal vestida-. Si quiere puedo invitarle a un café mientras, ¿le apetece?

John asintió con una sonrisa al tema de las vacunaciones. Parecía alegrarse de que todo hubiese ido bien. Torció el gesto de forma graciosa cuando aludiste - No fue nada, a veces hay que mojarse por un par de damas en apuros - Te guiñó un ojo.

- Ops - Rió cuando comentaste lo de tu vestuario, como si no se hubiese dado cuanta hasta que lo dijiste. 

- Por supuesto, disculpe y aceptaré encantado ese café. Esperaré por aquí - Dejó que te marcharas, con lo que pudiste retirarte a la choza.

¡Qué mañanita!, pensé, entrando en la cabaña. Aún no tuve tiempo casi tiempo de pararme a meditar un poco, como suelo hacer por las mañanas para aclararme las ideas y organizar qué he de hacer durante el día. Sin proponérmelo, en el tiempo en que otras mañanas corrientes tomo un frugal desayuno y preparo los casos médicos, hoy había sido testigo de la caza de un león salvaje a escasos metros de mi casa y tenía un invitado para tomar café. 

Me pregunté dónde se habría metido Abú, no lo ví desde que salimos de la casa.. Seguramente estará ayudando a distribuír la carne en la que se ha convertido la fiera.

Me vestí por fin en un santiamén, recogiéndome el pelo y deseando poder ducharme cuanto antes, otra de las desventajas de vivir en un poblado africano. Miré de reojo mi cuaderno de notas y apunté mentalmente el escribir en él lo sucedido hoy, y también contárselo por carta a todos mis amigos.. Siempre que me respondieron me pedían que les contase mis "aventuras", dejando claro que todo lo que les contaba les dejaba decepcionados respecto a África.. ¡Verás cuando sepan lo del león en el poblado!

Preparé lo necesario para el café e invité a entrar a mi invitado:

-Pase, señor Brunner.. Me temo que no es una cabaña muy lujosa. Lamento el desorden -observé, un poco avergonzada-. Con lo de esta mañana, aún está todo un poco revuelto. 

Preparaste lo poco que había como pudiste y encendiste el pequeño hornillo para poder hacer el café. Al poco ya saliste para indicarle a tu invitado que podía pasar. Abú debía de haber salido con el resto de indígenas, tal vez a colaborar, o a poner un poco de orden.

Te dedicó una sonrisa - Gracias muy amable y no se preocupe. Ya sé como son estos poblados – Pasó y se sentó en el lugar apropiado.

Luego, tras el primer sorbo se encargó de romper el hielo – Háblame de usted. Supongo que con ganas de poder regresar a su país ¿No? Debe ser angustioso saber que no se puede  

Sin quererlo, tocó un tema que tenía como una espinita clavada. No pude pensar mucho en mi hogar, porque África me tenía absorvida. Todo lo que había que hacer aquí distraía mi mente de cosas más europeas, y recordé el bloqueo del que hablaba la prensa. Recordé que no me habían llegado cartas últimamente, y una súbita urgencia surgió en mí por tener noticias.

Mientras me servía otro café para mí, respondí:

-Realmente.. No me creerá usted, pero no tengo prisa en regresar. Me he adaptado bien a este continente, al menos de momento. Hasta ahora jamás había visto un león cerca, y supongo que aún me queda mucho por aprender -afirmé con una sonrisa, que pronto mudó en mueca de angustia-.. pero admito que sí estoy preocupada por mis seres queridos. No llegan demasiadas noticias a este poblado, y las que llegan están atrasadas. ¿Qué sabe usted de Europa, por favor?