Partida Rol por web

 El castillo lucía mucho más apagado de lo que había estado hacía unos días pero casi que era mejor así, mientras Helena era conducida por su capitán de la guardia hasta el salón y las puertas de este se abrían, también se abrían en ese momento para la primer pareja. Esta vez el heraldo no los anunciaba, la reunión era más privada.

Zafira y Guillaume entraron al mismo tiempo que Helena en el salón comedor, la joven esposa del lord se quedó mirando a Helena a los ojos, realmente era hermosa y joven, esperaba otra cosa porque no sabía más nada de ella pero era muy distinta de lo que creía. No hizo reverencia alguna, en sus costumbres no estaba aquello, aunque sabía que debía hacerlo.

Los ojos de Helena y Guillaume iban a encontrarse aún cuando no quisieran, el reencuentro aún no había terminado y parecía que no iba a terminar nunca.

 Estaba dispuesta a pasar una velada tranquila cuando el heraldo hizo que mi cuerpo se tensara con el primer matrimonio ...

Respiré y conté hasta 10, hoy nada iba a arruinarme la vida. Mire a la mujer, Zafira, no sonreí, pero hice un gesto de saludo con la cabeza, después, mire a Guillaume, tratando de ser inexpresiva - Bien venidos a mi hogar - dije, quizás sin mucha emoción.

Me había prometido a mi misma que hoy, sonreiria, por lo bueno que había sido el día, el, no iba a amargarme ni a hacerme llorar nunca mas. No se lo iba a permitir.

El motivo por el que asistía hoy era bien distinto por lo que no me extrañó verlo algo más apagado, al menos el motivo, la enfermedad del rey me daba un poco de excusa para estar un poco nervioso.

Allí estaba de nuevo ella, realmente no sabía como enfrentarme a la situación, bueno, intentaría ser más cauto, a ver si lo conseguía.

Como venía siendo habitual me incliné para besar su mano y expresé unas palabras educadas aunque no muy sinceras – Lamento el estado de salud de su marido

 Zafira se quedó detrás de su esposo, esperando que finalmente la presentara o algo así, suponía pero no hizo ningún ademán, ella no lamentaba la enfermedad del esposo y mucho menos después de lo que había escuchado en la taberna. 

Terence no aparecía por ningún lado y los otros invitados tampoco. Tratar de tierras y cosechas perdidas en una cena en el castillo, tampoco era algo que todo el mundo quisiera hacer y menos en una noche tan fría.

 - Si yo también - mentí tensandome al sentir su calor - Seguro que se recupera pronto, El Rey es un hombre fuerte, rezaremos por ello - no quería que le pasara nada, pero enfermo, no me lo hacía pasar tan mal.

- Debe de ser Zafira, ¿verdad? la esposa de Guillaume - intenté sonreír mirando a la mujer - Tiene un gusto exquisito, es realmente hermosa - le miré a los ojos

- Espero que esta vez la velada sea del agrado de todos, la ultima vez estaba algo indispuesta y termine desmayandome, pero hoy estoy mucho mejor y llena de energía, con ganas de pasar una noche digna de recordar - miré a un punto invisible para no tener que mirarlos a ellos

 -Si, señora... Gracias... Salam Aleikum... Lo siento yo...

Pero ella sonreía y era una fascinación verla tan tranquila con el cabello suelto y los hombros casi al descubierto. No es que quisiera ser así pero entendía el por qué de que los hombres la miraran sin ocultar su belleza. Me senté al lado de mi esposo, muy cerca de ella por ser los primeros en llegar.

No proseguí hablando del rey, después de lo que escuchamos ella debía de estar enterada de lo que hacía y lo lamentaba tan poco como yo.

- Gracias, muy amable por su parte, y… - ahora de forma mas sincera – me alegro de que esté mejor – me vino a la cabeza aquella escena y por supuesto sus envenenadas palabras, tragué saliva y traté de olvidar aquello

Me di cuenta que no había presentado a mi esposa – Si, es mi esposa Zafira, ¿Zafira? Helena, la reina…

Cuando Zarifa comenzó a decir que lo sentía intercedí por ella – Discúlpela, aún no está habituada a nuestras costumbres

 - Oh - miré a la mujer y luego a Guillaume - No teneis que disculparos, si no estuvieramos tan encerrados en nuestras propias costumbres, todos seriamos un poco mas iguales - dije con un suspiro ... no quería parecer borde ni nerviosa.

- Yo también me alegro de estar mejor, gracias por su preocupación - no sabía si me alegraba de esta o no ... me dolía tanto ...

- Bueno, es una lástima que mi MARIDO no pueda estar aquí esta noche con nosotros, tendreis que conformaros con mi única compañía ... y la del resto de nobles - señalé hacia una de las doncellas

- ¿Desean tomar algo mientras llega el resto? - seguía sin mirarles, en especial, a Guillaume

 Había algo, algo que no me estaba gustando pero no podía decir a ciencia cierta el qué. Quizás era la familiaridad con la que se hablaban porque por mucho que quisieran ocultarlo había una cierta complicidad. Me senté incómoda, negué suavemente con la cabeza, no quería beber nada.

Vaya, hoy Helena esta de buen humor o no sé, todo era amabilidad, aunque no sabía si también sinceridad, mezclar mentiras como su marido con posibles verdades es lo que tiene...

- Gracias por si comprensión – iba a decir que no ponerse velo ya le había costado pero mejor me callé ¿Y si a Zafira le molestaba que quijera yo eso?

- No, su presencia es suficiente y agradable, por supuesto – por primera vez hice un intento de sonrisa, me salió medio bien

Mi esposa rechazó beber, pero yo acepté – Si, gracias, lo que tengas previsto, no quiero nada especial, me senté en la mesa al lado de mi esposa y cerca de la reina.

 Cuanado me dijo que mi presencia era suficiente y agradable le miré a los ojos con ... " pero que falso eres ... " pero me limité a hacer un gesto de " como tu digas "

- Mi lord ... a decir verdad, me gustaría tratar un tema con usted sobre un par de hectárias de sus tierras pero mas tarde, cuando vuestra mujer pueda hablar con otra de las nobles y no la aburramos con trabajo y riendas

Tenía que hablar con el, tenía que decirle algo ... si no lo hacía, me iba a morir

Noté una mirada extraña que no supe identificar y me sorprendieron sus palabras ¿De mis tierras? ¿Ahora que quiere robarme?

Pero en cambio dije – Claro, cuando vos gustéis, para eso he venido, para hablar – mi segunda frase podía tener perfectamente doble sentido, o no

 Asentí ...

- My Lady - miré a su mujer, me daba rabia que fuera tan hermosa.

- He pensado que como bien dice su marido ... no estoy familiarizada con sus costumbres, tal vez pudierais enseñarme algunas cosas, si no es molestia para vos - trataba de ser amable .... hoy, quería serlo.

- Debe de ser extraño que marido y mujer de distintas costumbres se habitúen el uno al otro, es algo ... admirable - realmente, no sabía cuanto de distintos eran y si eso podía ser un problema, ni tampoco imaginaba como Guillaume había terminado con una mujer de su etnia

Miré a Guillaume a los ojos con una mezcla de cariño y odio ... mordí mi labio y aparté la mirada

¿Y ahora que se propone? ¿Poner en evidencia a mi esposa? ¿Qué quiere que le enseñe como reza?

¡Dios Guillaume, cálmate! Desvié mi mirada a la mesa, estaba impaciente por que llegase la bebida

Me mordí la lengua y bien, por mi mente pasaban frases, indirectas de todo tipo, pero con un gran esfuerzo conseguí calmarme, dejé que mi esposa respondiese por ella misma.

 A la mesa llegó una nueva botella de vino que uno de los catadores de la reina probó de inmediato antes de servirle en su copa. Yo la miré con un cierto dejo de incomprensión y miré luego a Guillaume.

-Su majestad no sé si sería...

Seguramente los consejeros de la reina pensarían que ella estaba cometiendo algún sacrilegio y aunque encantada la mostraría lo que quisiera, le parecía que no era nada prudente.

-Estoy a vuestra disposición.

El heraldo anunció a un nuevo matrimonio, los señores de Freire y tras ellos un hombre soltero y una mujer rubia que luego supe se llamaba Violet. Parecía que estábamos casi todos o al menos esperaba.

 - Me alegra saberlo - le dije a la mujer de Guillaume.

Luego, llegaron Violet y otro joven soltero, mas un matrimonio

- Bien venidos a mi hogar - les recibí con una cordial sonrisa - Siempre es un honor teneros cerca - aseguré acercandome a ellos

- Violet, hoy estais preciosa - recalqué su nombre

Miré aquella botella de vino como si me la fueran a quitar, en entraron una ganas enormes de beber, hacía mucho que no cogía una borrachera y hoy me apetecía, tampoco era tan extraño beber en este tipo de cenas, quizás…

Mi esposa se mostró tímida con lo de las costumbres, pero supuse que tampoco le había importunado la pregunta…

Llegó Violet y bien acompañada, me alegré por ella, la saludé asintiendo con la cabeza – Violet… - y si se acercaba le besaría la mano.

 Violet se acercó a Guillaume y le hizo una reverencia, si, aquel hombre era su prometido y pronto se casaría para pesar de ella, no era ni por asomo lo que había esperado en la vida.

Poco antes de que comenzaran a servir, un último invitado llegó. Por fin lord Geinze se había decidido a llegar, con algo de retraso, tras él, un hombre de extraña vestimenta y el rostro casi cubierto, excepto por los ojos, le seguía de cerca y había una razón para que estuviera allí.

-Su majestad...

Hizo una reverencia frente a Helena y luego dio las buenas noches a todo el mundo en la mesa. Frederic Geinze era un hombre frío, con hambre de poder y capaz de cualquier cosa. Reparó en la bonita esposa de Guillaume y sonrió negando con la cabeza al reconocer sus ropas. Luego vio a su sirviente con asco.

-En fin, parece que estamos todos... Buenas noches. Violet, estáis hermosa...

El hombre cuyo rostro era cubierto por una tela azul demasiado delicada, posó por unos segundos sus ojos en Zafira que se había acomodado más cerca de Guillaume al verlos entrar, aquellos ojos parecían querer decirle algo pero no había modo de que los dejaran hablar.

-Vos tenéis que esperar en aquella esquina, Said...

La servidumbre comenzó a llenar copas y a reponer la comida si se iba acabando mientras se hablaba de todo y de nada al mismo tiempo.

 - Lord Geinze - saludé al ultimo en llegar.

- Una vez mas, bien venidos a mi hogar, espero que disfruten de la cena y luego podamos tratar los temas que os trajeon hasta aquí - tras el pequeño saludo formal me senté dispuesta a cenar.

Odiaba esas cenas, pero como reina, mi deber era aquel. Me pregunté donde estaría Terence