Partida Rol por web

El Despertar

Primera Búsqueda de Liel

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16/08/2018, 01:56
Liel McMardigan

A pesar de haber librado a las gentes de Monterenzo de la presencia de la malvada hechicera y sus demoníacos esbirros, notas que algo de su presencia aún está imbuido en el lugar. Seguramente la maldita bruja se las arreglaba para enmascarar su presencia, al igual que había confundido vuestras percepciones para enviaros al bosque.

El día se os antoja duro, explicando a las buenas gentes del pueblo que ya han sido liberados del llugo que los oprimía. Vicenzo el herrero es de gran ayuda en todo ello sin duda y la gente termina por aclamar a los extraños visitantes como héroes... aunque no pueden remediar mirar con recelo la torre de su señor. Se dibuja la duda en sus caras... ¿Quién será ahora su señor? Los Borsa rendían pleitesía al Arzobispo de Bolonia. ¿Cómo se tomaría ahora la gran figura eclesiástica aquel cambio?

Las gentes de la villa insisten en que sus héroes permanezcan en la torre... parece darles más seguridad.

Para Liel, como para el resto, había sido un día cansado. Tras asegurarse de que Fabia estuviera a gusto en una de las habitaciones de la Torre y, a cargo de la nueva chica que parecía tener muchas cosas en común con ella, Liel intentó buscar un lugar donde descansar.

Tras dar un par de vueltas por la antigua casa de los Borsa, se dió cuenta de que no encontraba su lugar. No sólo estaba aquella sensación que ponía los pelos de punta... aquel mal no desterrado aún, o quizá la mancha que había causado aquella arpía y sus siervos... no, había algo más... esa sensación de encierro entre las rocas. Ya había pasado demasiado tiempo entre gruesas paredes. El recordatorio de la Torre de Claudio le hizo sentir algo de claustrofobia y, aunque cansada, decidió salir al frescor de la noche.

Era una noche iluminada por la luna llena. Cuanto más se alejaba de la torre mejor se sentía.

Y entonces lo escuchó... un profundo aullido de lobo. Los soldados cercanos, los pocos que estaban de guardia parecieron refugiarse en sus capas... pero no ella. Para Liel era una llamada, una llamada al hogar. No sabía cómo, pero el sagrado lugar de mujeres bestia le había parecido muy hogareño... parecido a las tierras de sus ancestros.

Sin darse cuenta estaba adentrándose en el bosque... Para la mayoría sería oscuro y peligroso, pero había una cualidad hospitalaria en aquel lugar para Liel.

Los sonidos del bosque inundaron sus agudos sentidos. El revoloteo de unos pequeños murciélagos, el reptar de una pequeña serpiente, el constante “cri-cri” de los grillos, el aroma intenso de la hierba fresca bajo sus pies, el roce de los húmedos helechos... y una vez más, el aullido del lobo, que la llamaba desde el interior de aquella oscuridad.

Lanzó una mirada hacia atrás. Las tenues luces de Monterenzo quedaban atrás. Delante, sólo la oscuridad de la foresta y lo desconocido.

Al mirar atrás creyó volver a oler el quemar de las antorchas y el musgo de la fria piedra, mientras que delante volvía a sentir el aroma de sus años de niñez, realmente aquel bosque parecía al completo acogerla.

Cansada de los últimos acontecimientos decidió guiarse por su instinto, algo a lo que siempre había estado acostumbrada y que sus compañeros últimamente coartaban. Siguió sus pasos en pos de aquella foresta tras la llamada que su corazón sentía tras cada aullido.

Liel se adentró más y más en el bosque, sintiendo la vida a su alrededor. Apenas le hacía falta usar su aguzada vista o su oído.

Entonces llegó a un claro con un riachuelo. La luz de la luna llena se reflejaba claramente en las aguas y allí, sentado sobre sus cuartos traseros, estaba la efigie de la loba plateada que ya había visto en alguna otra ocasión. El majestuoso animal estaba tranquilo. Cuando detectó la presencia de Liel en el claro giró su cabeza y miró con sus poderosos ojos azules... de un azul que le recordaban a los suyos propios.

La loba emitió un pequeño aullido de bienvenida y se acercó a Liel restregando su hocico y su cuerpo contra el de la joven. Era curioso. Animal y mujer encontraban la protección y la familiaridad. Liel acarició el lomo de la bestia y comprobó su suavidad y calor. La loba olfateó un momento y pareció que algo no le gustaba.

Con suavidad, mordió el vestido de la chica y la arrastró hacia el riachuelo unos metros. Luego ella misma se metió hasta una pequeña zona más honda donde se sumergió...

La presencia de aquella loba de algún extraño modo, no la sorprendió, la esperaba tras cada uno de los aullidos.

Su tacto, su olor, su aroma... aquella mirada tan parecida a la suya, fue un bálsamo en unas tierras tan extrañas.

No se sobresaltó cuando tiró de su ropa, algo quería indicar, la siguió con tranquilidad hasta el riachuelo. Avanzaba sintiendo el frescor de las aguas en cada centímetro de su piel según se iba adentrando en la zona más profunda. Se detuvo un instante al ver desaparecer a aquel bello animal, recordándole la primera vez que la vio a la orilla del lago reflejada en el lugar donde debía estar su rostro en el agua. Luego, como otrora, se sumergió tras ella.

Las frías y purificadoras aguas del río engulleron el cuerpo de Liel envolviéndolo, como si volviera a la propia génesis de su existencia.

Abrió los ojos, pero todo estaba oscuro. De pronto se asustó... ¿se había quedado sola? El agua se tornó algo más fría y vacía ¿dónde estaba la loba? ¿Dónde estaba su guía? ¿Dónde podía ir?

El aire empezó a escaparse de su pecho... ¿tenía que salir a la superficie? La luz de la luna apenas se filtraba por encima de ella. ¿Pero la loba se había sumergido? ¿Qué podía hacer?

Miró a su alrededor en busca de cualquier figura, de cualquier rastro de aquel hermoso animal. Nada. Miró arriba en busca de la superficie creyó vislumbrar el rastro de algún rayo de luna filtrándose en las aguas, sintió el impulso de salir.

Tranquilízate, se dijo para sí, a la vez que comenzaba a subir para respirar. Ella le había llamado, seguro que podría tomar suficiente aire, luego volvería a sumergirse. No obstante volvió a mirar unos momentos a su alrededor antes de salir ¿y si le había pasado algo a aquella extraña amiga?

Le costó subir hasta la superficie... como si la ropa le ofreciera mucha resistencia, pero consiguió salir. Al hacerlo se sintió en parte limpia. Como si algo de aquellos últimos días la hubiera ensuciado por dentro y por fuera. El graznido de un cuervo llamó su atención. Levantó su mirada y se cruzó con la mirada de un cuervo especialmente oscuro que parecía juzgarla desde la rama del árbol. Aquel animal parecía esperar a que Liel hiciera algo, mirando alternativamente al agua y a la chica...

Liel sacudió la cabeza, no estaba para dudar. Cogió aire otra vez y se zambulló de nuevo en las frías aguas. Buceó, buceó en busca del fondo pero... ¿cómo era posible aquello? ¿Cómo era posible que fuera tan profunda? Miró hacia arriba y difícilmente podía ver la superficie. Entonces un resplandor plateado llamó su atención de nuevo en el fondo que apenas vislumbraba. "Sentía" que había algo ahí, lo que andaba buscando. Siguió buceando y entonces lo vio: Un precioso salmón de plateado lomo metiéndose más aún por una pequeña hendidura.

Se sentía muy cansada. Había descendido demasiado y el aire se le agotaba, pero las señales eran claras ¿Cómo podía seguir a aquel pez?

Decidió quitarse la ropa, ciertamente le comenzaba a molestar para nadar. El alivio que sintió cuando nada le impedía estar en contacto con el frescor de aquellas profundas aguas duró apenas unos instantes.. No estaba en situación de disfrutar, algo raro estaba pasando, todo parecía indicarle que debía actuar pero ¿qué? ¿Seguir a aquel pez?

Comenzó a seguirlo aunque dudó por un instante de su capacidad para volver a la superficie. Si regresaba, corría el riesgo de no volver a encontrar a aquel pez... Si continuaba podía ahogarse de una forma algo tonta, pero el agua... el agua... si pudiera ser como el agua o como el pez....

Trato de concentrarse, antes de que el último aliento fuera exhalado para mezclarse como una serie de burbujas que se escapan trató de ser el medio en el que se encontraba, si lo sentía, si era capaz, sabría dónde estaba el pez. Sin preguntarse el por qué seguirlo, sin preguntarse el como hacerlo, dejó que la oscuridad y la frialdad del agua que le rodeaba se fundiera en ella.

Liel concentró su voluntad en el líquido elemento. Ella era parte de todo aquello después de todo, parte de la madre naturaleza, cambiar, ser una con el líquido... La joven dejó de ser ella de alguna forma y sintió como si casi se disolviera... pero no se ahogaba. Tuvo que concentrarse para no desaparecer en aquella marea. Encontrar al salmón plateado, aquella fue la idea que la enfocó. Se deslizó por la oquedad atravesando una gran oquedad en la tierra. Como parte del agua sentía la caricia de la tierra haciéndose barro. Era tan elemental, tan básico y al mismo tiempo tan increíble.

El túnel terroso desembocó en una pequeña caída de agua hacia un riachuelo. Pero entonces la fuerza de la caída la hizo deslizarse entre las rocas y los peces. Había perdido el control y se sentía asustada, y al mismo tiempo fascinada, aunque el fulgor plateado del lomo del salmón más adelante la atrajo poderosamente.

Siguió chocando y discurriendo sin control, a veces con el peligro de disgregarse de nuevo, pero al final llegó a un pequeño estanque... buscó el fulgor plateado, y entonces se encontró con que en la orilla opuesta del estanque, de nuevo bajo la luz de la luna estaba la loba sentada sobre sus cuartos traseros. Ella y el cuervo posado sobre otra rama miraban complacidos. Su mirada llegó hasta el estanque. Con otro esfuerzo salió del agua, de nuevo como ella misma y el frío lamió su piel desnuda.

Se sentía como magullada y muy cansada por el esfuerzo. La loba se acercó y lamió su mano con un gañido triste, mientras el cuervo graznaba de forma aprobatoria. La loba parecía mirarla con cierta tristeza o quizá era nostalgia... familiar nostalgia.

De pronto le llegó el viento le trajo una especie de rumor que venía del interior del bosque. El cuervo volvió a graznar y la loba volvió a lanzar un gañido...

Dejó que la loba cuidara sus heridas mientras se recomponía del cúmulo de sensaciones que acababa de sentir ¿Reales? ¿Imaginadas? Pero el aire que se tornaba frío ante la humedad de su piel, el graznido del cuervo, el gañir de la loba, de nuevo el olor de la vida a su alrededor, iba a acompañar a su "amiga" gritar, aullar, cuando el rumor del bosque llegó a sus oídos.

¿Qué era aquello? se preguntó.

Se situó en dirección al sonido con la loba a un lado, se agachó hasta que ambas cabezas coincidieron en altura y escuchó mientras el tacto se hundía en el pelaje de aquel animal.

El rumor del viento volvió a llamarla al interior del oscuro bosque. Se incorporó y se adentró más y más en el bosque, sintiendo bajo sus pies la hierba mullida y las piedras. La loba gruñó un momento, pero la siguió, mientras el cuervo batió las alas y acompañó a Liel desde la altura volando en círculos.

Tras atravesar una intrincada arboleda llegó hasta un pequeño claro iluminado de nuevo por la luz de la luna. Su atención se fijó enseguida en una pequeña oruga cuya piel parecía reflejar la misma luna. Avanzaba lentamente por una de las ramas más viejas.

La loba tras de sí volvió a gañir y el cuervo, desde arriba a graznar.

Le pareció que el viento traía una voz, cálida, familiar, acogedora, elemental y femenina: "Hija mía, has madurado, has crecido, has cambiado. Hasta ahora sólo habías aprendido a ver y a tocar lo que otros apenas pueden percibir, pero te has dado cuenta que para cambiar, el cambio ha de empezar por uno mismo".

"Has dejado de ser la joven lobezna. Aunque seguirás siendo familiar, valiente y seguramente no dejarás de proteger a los tuyos."

La voz provenía de todas las partes y de ninguna al mismo tiempo, como una brisa cambiante. Volvió a mirar a la rama y vió que la oruga se había encerrado en una bella crisálida.

"No dejarás de ser la loba, pues siempre estará contigo. Pero ha llegado la hora de mirar más allá. Como hija mía debes ser más. Elevarte sobre los árboles como el cuervo, o sumergirte bajo las aguas como el salmón. Ahora, estás preparada para dar el siguiente paso. Y puedes estar tranquila, yo estaré contigo.

Ahora descansa. Merecido lo tienes".

El viento dejó de soplar y sintió un extraño calor proveniente de la luz de la luna. Liel se acurrucó sobre el tronco de uno de los árboles más jóvenes, mientras la loba se sentaba junto a ella dándole más calor.

Sus ojos se desviaron hacia la blanca luna y en unos momentos, el sonido del viento la meció haciendo que volviera a un dulce sueño.

Una extraña sensación caliente en la cara la despertó... los primeros rayos de sol, unidos al sonido del despertar de la naturaleza. La mañana había llegado.

Estaba tumbada y hecha un ovillo pero tapada con su ropa. Estaba algo aturdida, pero enseguida se encontró a sí misma. Al ponerse la ropa notó que estaba algo rasguñada, quizá por alguna planta... ¿cómo había llegado hasta allí? ¿Había soñado? ¿Había sido real?

Su abuela ya le había prevenido sobre aquellos episodios: "búsquedas" las llamaban algunos.

Fuera lo que fuese lo que había pasado se sentía más fuerte y confiada, con más entendimiento. Se incorporó, tendría que volver a la torre antes de que preocuparan.

Entonces algo hizo que mirara a cierta rama que estaba por allí. La crisálida se había abierto, y una preciosa mariposa estaba emergiendo.

FIN.