Partida Rol por web

- Vamos a otra parte... - Dijo el noble de rojo entonces. - ¡Será por tabernas! 

El noble se dio media vuelta y tirando del chaleco de su compañero de alta cuna, se dirigieron a la puerta rodeados por su séquito de gorilas, los cuales parecían avergonzados por el comportamiento de aquellos a los que protegían y también aliviados de no tener que pelearse con nadie y menos con aquel kislevita que parecía tener muy malas pulgas.

- No, si yo... - Aquel hombre se arrugó ante las amenazas de Ragnar. - Yo solo quería evitar... - Hizo una pausa. Bueno... Al final - Miró como los nobles se marchaban. - Esos nobles y sus matones no se suelen achantar como en ésta ocasión. - Asintió complacido con la cabeza. - ¿Os puedo invitar a una ronda? - Les preguntó. Miró entonces a Alys. - ¿Bretoniana? - Le preguntó. - Hace poco pasé por Parravone. Lo sucedido en Egushiem fue una tragedia...

Alys soltó todo el aire de golpe cuando los nobles se marcharon y volvió a sentarse en la mesa, frotándose las sienes con los dedos. Tenía ganas de llorar y no sabía por qué. Bueno, sí que lo sabía, estaba completamente perdida y desorientada y esa ciudad era desagradable, fea, sucia y estaba llena de gente desagradable, fea y sucia. Recordó la lección de Ragnar, pero eso solo provocó más tristeza en ella, porque se sentía cada vez más sola y más perdida y se aferraba al enorme bárbaro como único nexo entre su vida pasada y su situación actual. Ragnar era lo que seguía conectando a la sacerdotisa con su vida anterior y era demasiado triste para tenerlo en cuenta.

-Disculpe, ¿qué? -la sacerdotisa levantó la cabeza cuando el desconocido mencionó su pueblo y el corazón comenzó a latirle muy deprisa. Primero el señor Quartjin y ahora ese hombre-. Yo soy de Egushiem -o al menos, lo había sido-. ¿Sabe lo que sucedió? Yo solo... solo recuerdo... que todo estaba ardiendo cuando escapamos de allí...

Y a decir verdad, no se le había ocurrido pensar que a lo mejor todo había vuelto a la normalidad y había seguido a Ragnar ciegamente porque estaba demasiado aturdida para hacer algo inteligente por ella misma.

Ragnar gruñó como una única respuesta al feliz devenir de los acontecimientos. No era, al fin y al cabo, el compañero más vivaracho de aquella compañía. A su paso de vuelta a su mesa, estrechó con su manaza encallecida los hombros de Chester y de Alys a su paso. En su opinión, lo habían hecho muy bien.

A Chester le empezaron a temblar las piernas. ¿Cómo había pasado todo eso? Había sido demasiado rápido, ni siquiera había tenido tiempo de pensar. Y aunque había salido bien, podía haber salido TAN mal. Un escalofrío recorrió su espalda. El joven mago decidió sentarse en la mesa y enterrar su cara en la jarra de cerveza. No quería que nadie lo mirara.

-Oye, Rag. ¿Unas palabras?- sugirió el joven imperial tras llamar la atención del bárbaro con un toquecito en la espalda, para después señalar con la cabeza hacia un rincón discreto de la sala.

-Será solo un momento-Aseguró en un tono extráñamente serio para su habitual estado de desparpajo constante.

En cuanto se supo a una distancia lo suficientemente discreta del resto de su grupo, la sonrisa perenne de sus labios se relajó, dándole un aspecto bastante más sombrío y amenazante de lo que solía mostrar al resto.

-Llevo un tiempo dándole vueltas a un pensamiento que parece haberse alojado en mi cabeza y me gustaría ponerlo en común contigo...-dijo asegurándose que no eran objeto de oídos indiscretos.

-Estoy seguro de que no se te ha pasado por alto, porque tú conoces tanto como yo lo dura que es la vida en los caminos... y pese a lo que pueda haber dicho anteriormente, creo que ni Chester ni Alys están preparados para ese estilo de vida. 

Se tomó unos pocos segundos antes de seguir.

-No me malinterpretes. No estoy diciendo que no sean capaces de ello, sin embargo...-ladeó la cabeza y echó un nuevo vistazo en dirección a la mesa ocupada por sus otros dos compañeros- Me preocupan...

Con la mano derecha se cubrió la boca, repiqueteando con el índice sobre su labio superior.

-Yo no creo en el destino, los dioses me libren de semejante insensatez, pero eso no quita que sepa analizar las opciones inesperadas que se cruzan en mi camino, y de veras te digo que creo que deberíamos plantearnos lo de irnos hasta Boggenhaffen con el barquero de esta tarde. Acompañarlos hasta la ciudad y que Chester se haga con aquella herencia. Así al menos ellos dos tendrían una alternativa a esta nuestra vida. No la adoptarían porque no les quedase otra opción como es el caso.

Sus ojos azules, frios como el hielo se clavaron en Ragnar, buscando alguna reacción.

-El contrato del príncipe parece haber expirado, si son ciertos los rumores y lo de Boggenhaffen tambien tiene fecha de caducidad... 

se cruzó de brazos mientras trataba de buscar las mejores palabras para expresarse.

-Se que eres duro como y frío una roca, pero me he fijado que tú, como yo ya les has cogido aprecio. Y creo que lo más conveniente para ellos dos sería tratar de asegurarles una opción de vida tranquila y alejada del camino. Y nuestra mejor opción para eso es Boggenhaffen. Una vez allí que al menos puedan escoger por si mismos, que no sean simples víctimas de sus circunstancias...

Ragnar frunció el ceño profundamente, en aquel gesto obtuso que él ponía cuando intentaba pensar con mucha fuerza. El bárbaro no sabía leer, y apenas distinguía los nombres de las ciudades entre sí. Ni se le había pasado por la cabeza que el notario de Chester estuviese en la misma ciudad que había comentado el barquero.

—¿Es el mismo sitio? —le preguntó confuso a Alder, dirigiendo una mirada aún más perpleja al mago—. ¿Por qué Chester no ha dicho nada?

El kislevita se rascó la cabeza.

—Pensaba que el notario estaba aquí. Mi intención era asegurarse de que Chester se quedaba su nueva herencia y que Alys estuviera segura en el convento antes de aceptar nuevas ofertas de trabajo. Por eso se lo puse tan difícil al barquero.

Ragnar se puso a pensar. Le llevó un rato.

—Habla con Chester de lo del notario. Llévale a hablar con el barquero y usa tu piquito de oro para que nos pague el viaje. Yo trataré de convencer a Alys para que se quede en el convento. Es... verdad que los caminos no son para ellos.

- Fue una horda del caos. - Comentó. - Vi hombres bestia por doquier. Cuernos,  zarpas, cascos por pies... - Negó con la cabeza. - Dicen que seguían las instrucciones del culto de la Mano Púrpura... - Negó con la cabeza y miró a Chester. - Yo no me lo creo.

Te das cuenta de que el hombre de negro no sólo te mira, sino que parece estar analizando tu reacción.

La sombría expresión de Alder se borró de un plumazo al ver que ambos opinaban igual. No le gustaba discutir ni hacerse entender, pero habría estado dispuesto de haber sido necesario.

-Por eso ni te preocupes, que corre de mi cuenta- dijo con su sonrisa de vuelta, palmeándole en el hombro.

-¡Y ahora vayamos a refrescarnos el gaznate a la salud del tipo aquel al que casi haces que se vaya de vientre en las calzas!-Alder no pudo evitar reirse de su propia ocurrencia, pero lo cierto era que ver a aquel sombrío personaje temblando como una hoja ante el poderío del bárbaro había sido cómico cuanto menos.

-¡Bueno, disculpad mi ausencia, nobles gentes!-dijo animadamente colgándose del hombro de Chester al regresar a la mesa para luego agarrar una de las jarras de cerveza.

-Convendría que te acabes eso cuanto antes, puesto que nos corre algo de prisa-dijo al mago, señalando su bebida y dedicándole una enigmática sonrisa.-Ha habido un ligero cambio de planes, me temo. Te lo explicaré por el camino, pero si nos dividimos seremos más eficientes. ¿Le parece bien a mi lady si dejamos a Rag a su cuidado? Ya sabes, que no se nos meta en ningún lío, principalmente...-le guiñó un ojo a la pelirroja

-Y con toda sinceridad le digo que me habría encantado hablar un poco más con usted para enterarme bien de eso que comenta, pero lamentablemente y como digo, el tiempo apremia así que...- Se bebió casi toda la cerveza de un largo trago, alzando luego la jarra casi vacía en dirección  al hombre de negro-Salud y fortuna para usted y los suyos

Ragnar volvió a sentarse tras la corta conversación que había mantenido con Alder. Quería hablar con Alys, pero lo que había dicho el hombre de negro había captado su atención.

—¿Qué sabes tú del culto de la Mano Púrpura? ¿Y por qué no crees que los hombres bestia no seguían sus instrucciones?

- La Mano Púrpura no envía hordas a destruir aldeas... Se dice que tienen infiltrados en esferas de poder y buscan corromper los cimientos del Imperio desde dentro. - Le respondió a Ragnar. - Son más sutiles. No son simples descerebrados que matan por matar. - Se encogió de hombros. - ¡Pero oye, es sólo mi opinión!

Chester quería pasar desapercibido, así que cuando el hombre de negro lo miró, enterró aún más la cara en la jarra de cerveza hasta bebérsela entera. Por suerte, Alder llegó al rescate. Sin decir nada más, el mago se levantó de la mesa y se fue con su compañero.

Alys fue a responder, todavía aturdida por la información que acababa de revelar el hombre de negro. Pero entonces, llegó Alder y se llevó a Chester de allí, se despidió de ellos y Ragnar volvió a sentarse, muy cerca de la sacerdotisa. Tan cerca que ella podía notar el calor que desprendía, de modo que se apartó un poquito para no agobiarse.

-¿Mano Púrpura...? ¿Qué? ¡Oye, que estáis hablando de mis vecinos, de la gente que conozco! Ha sido asesinada sin piedad, me da igual quién haya sido -protestó.

—¿Pero qué diablos es la Mano Púrpura?

- ¡Jajajaja! - Soltó una carcajada. - Kislevitas... - Aún mantenía su sonrisa bobalicona, pero al recordar que podía arrancarle la cabeza serenó. - Perdona, me ha hecho gracia. La Mano Púrpura... - Miró a todos. - ¿De verdad no os suena? ¡Es una jodida secta del caos, joder!

Alder, junto con Chester abandonaron la posada esquivando borrachos y demás parroquianos.

El imperial mantenía un ojo puesto en el mago, dada su propensión a caer de bruces en problemas tanto propios como ajenos pero, a decir verdad, esa era la única manera de aprender a desenvolverse en el sórdido mundo de las calles y tampoco creía que le fuese mal a Chester el habituarse a los contratiempos.

-Buenas noticias. Hablé con nuestra montaña de músculos particular y le ayudé a comprender que lo mejor para todos era dejar correr el asunto del príncipe y dirigirnos hacia Boggenhaffen- dijo mientras caminaban callejeando por calles principales.

-Debemos tratar de dar con el barquero, el tal Joseph Quartjin para aceptar su oferta de viaje hasta la ciudad.

Cada tanto el pícaro iba girándose, asegurandose de que no estubiesen siendo seguidos por ojos indiscretos o peor aún, personas.

-Así tendrás tiempo de pensarte lo del notario...-dijo como si no fuese con él la cosa.-Si le das valor a los consejos, el mío es que te lo pieneses y le es una oportunidad al asunto. De conseguir de veras el título y sus pertenecias, estarías en disposición de ofrecer cierta seguridad y estabilidad a la muchacha... y eso la verdad es que me tranquilizaría bastante... pero como digo, es cosa tuya, no mía-añadió mostrando las palmas de las manos y encogiéndose de hombros.

-Sea como sea,vayamos hasta los canales a buscar el barco de Quartjin, tú símplemete piensa en ello.