Partida Rol por web

En cuanto vió al mago la intención de salir de ahí como si fuese a apagar un incendio chistó con la boca, puesto que tener que pensar con prisas le gustaba igual de poco que actuar sin pensar, pero Chester había tomado una decisión que dudaa que fuese capaz de cambiar.

Tras echar un vistazo rápido en varias direcciónes acabó tomando una decisión

-¡Corre a la taberna! ¡A por Ragnar! ¡Te cubro la retirada!

En el momento en que Alder se giró hacia Chester para pedir que fuera a por Ragnar, el asesino de la mirada oscura desaparició. Para cuándo Alder devolvió la mirada hacía sus perseguidores, estos permanecían en le suelo inertes. Sin duda el pistolero se había perdido entre los oscuros callejones de la ciudad. 

Para ese entonces Alder se acercó a los cuerpos. Sin duda eran aquellos dos jóvenes altorfianos que habían intentado pone en contacto con ellos horas atrás. Viendo que nadie estaba por la calle y que no había peligro inminente, se acercó a los muertos y los registró rápidamente. Cada uno llevaba una daga, portaban un camisote de rabo calidad y un total de diez piezas de oro y cinco de plata. Pero lo más importante era, que sobre el pecho, lucían un tatuaje m una mano de color púrpura...

No estaban muy lejos de la posada y aunque Chester no era un velocista, sus piernas no estaban acostumbradas a correr de esa manera, aunque por suerte era un peso ligero. 

Una vez en la taberna de apresuró para preguntar al posadero la habitación donde se habían metido sus compañeros y una vez desvelada la incógnita, subió a toda prisa hasta llegar a la puerta correcta. 

Fue a tocar a la puerta y entonces escuchó algo del otro lado. Un grito de mujer. Un grito de Alys...

- ¡Aaaaaah! - Era muy escandalosa. ¿Qué diantre le estaba sucediendo?

Alys aún logro un cuarto orgasmo cuando se derrumbó, agotada, sudorosa, jadeante y sonrojada. Tenía calambres en los muslos y el abdomen, y Ragnar aún se había dado por vencido. Viendo que la sacerdotisa no podría seguir cabalgando sobre él, Ragnar la hizo rodar a un lado sobre la cama. La colocó a cuatro patas y la volvió a montar. Dándole fuertes embestidas, gruñendo como el salvaje que era, Ragnar se volvió a derramar dentro de ella. Dándole una palmada en el trasero que la dejó marcada y dolorida, el kislevita se retiró de su interior.

Retrocedió unos pasos de la cama, contemplando el cuerpo níveo de Alys. Ninguno de los dos eran muy dados a las caricias y a los arrumacos después del sexo. A decir verdad, aún la deseaba.

—Ragnar necesita un descanso —observó el bárbaro—, luego podemos seguir. ¿Te apetece beber algo?

Ragnar se puso y anudó los pantalones. Como no se había quitado la camisa, se pasó la camisa de mallas que Chester había limpiado por los hombros.

Tan rápido como pudo y utilizando una de las dagas dejadas por los cadáveres se afanó en despellejar cual trofeo de caza el tatuaje a uno de los dos desdichados finados.

Tras hacerse con las cosas de interés abandonó la escena con el disimulo que le caracterizaba, en dirección a la taberna por el camino más recto, por si se cruzaba así con sus compañeros

—¡ALYS!—gritó entonces llamando a la puerta con fuerza—. ¿ALYS? ¿ESTÁS BIEN?

¿Rayos dónde estaba Ragnar cuando se le necesitaba? El mago comenzó a darle patadas a la puerta sin éxito. ¿Y si habían aprovechado que se habían separado para atacarlos individualmente?

La puerta se abrió, mostrando a Ragnar mientras terminaba de acomodarse el camisote de mallas por los hombros. Frunció el ceño y miró a Chester de arriba a abajo.

—Mejor que nunca —respondió con laconismo—. ¿Qué pasa? Parece que estás a punto de mearte en los calzones.

Alys estaba aturdida por el desenfreno sexual, dolorida, exhausta, temblorosa, acalorada, satisfecha a niveles imposibles; flotaba en una especie de nube de felicidad donde todo era maravilloso y genial. Se quedó un rato en la cama mientras la realidad regresaba, pero la sacerdotisa puso empeño en quedarse en ese cuartito, todavia pensando en lo que acababa de pasar.

Hasta que Chester se puso a aporrear la puerta, despertándola de su ensoñación. Se incorporó en la cama sin tiempo, Ragnar ya había abierto, solo pudo cubrirse la desnudez con la sábana.

-¡Estoy perfectamente! -chilló tan alto que debían escucharla en el piso de abajo-. ¡CIERRA LA PUERTA!

Para lo listo que era Chester, tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había pasado entre Alys y Ragnar. ¿Para eso se lo había llevado Alder y lo había puesto en evidente peligro? Un calor recorrió el cuerpo de Chester hinchándolo de una impostada dignidad.

—Nada—mintió—. No ha ocurrido nada. Había oído gritar a Alys y pensaba que estaba en peligro pero me he equivocado. Buenas noches.

El mago se dio media vuelta y bajó las escaleras. ¿A dónde iba a ir ahora?

Ragnar cerró la puerta, pero no delante de sí, sino detrás de sí. Puso una manaza en el hombro de Chester, y le obligó a girar sobre sus propios talones.

—No eres el tipo de persona que irrumpe así como así en la habitación de una mujer. Te has tenido que enterar antes de la habitación que ha pedido, y no lo habrías hecho si no fuera importante.

Frunció el ceño.

—Así que déjate de gilipolleces y dime qué pasa antes de que te pegue un capón que una tu cabeza con tus pies.

—¡Nos han intentado matar!—exclamó furioso olvidando por un instante que era a Ragnar a quién le estaba hablando—. Primero salieron los dos tipos del mercado y después apareció otro con un arma de fuego y empezó a disparar a discreción. Pero vosotros quedaros aquí tranquilo. Para esto era para lo que queríais que me fuera con Alder, ¿no? 

Ragnar frunció el ceño.

—No tengo por qué darte ninguna explicación, Chester. Si te ayudo es porque quiero —repondió Ragnar en tono hosco—. ¿Te ha seguido alguno de esos tipos hasta aquí? ¿Y dónde está Alder?

Y entonces, Alder apareció subiendo apresuradamente las escaleras hasta toparse con aquel extraño dúo Ragnar, Chester, estaban aparentemente en medio de una discusión en el pasillo del primer piso, junto a la entrada abierta de una de las habitaciones. Alys, posiblemente estuviera en el interior de la habitación... O no.

-¿Cual es el problema, muchachos? Si os peleabais por ver quien iba a tener que recojer mi cadaver ya veis que no hace falta-comentó en tono socarrón y media sonrisa dibujada en el rostro.

Lo que más le sorprendía era ver a Chester plantando cara al grandullón. Tenía que haber hecho algo realmente fuera de lugar para provocar una reacción semejante en el bonacible rubio

—¡Alder!—exclamó con la voz excesivamente alta ignorando al gigantón—¡Menos mal que estás bien! ¿Le distes esquinazo?

-No solo eso, si no que he podido hacerme con algo de información. Nada excesivamente clarificador en verdad...-se mesó la barbilla y llevo sus ojos hacia el techo-Más bien todo lo contrario, diría... ¡Pero bueno! la información siempre es una riqueza que atesorar-se encogió de hombros.

-Hablémoslo mejor en la habitación, puesto que son temas que sería aconsejable que queden entre nosotros...-dijo alegremente, encaminándose hacia la habitación abierta.

Ragnar levantó una manaza en dirección a Alder.

—Un momento —dijo, y llamó con los nudillos a la puerta—. Alys, ¿estás lista?

Roja como un tomate, Alys se había levantando de la cama y se había apresurado a recuperar su ropa. Lo que menos le apetecía en ese momento era hablar con nadie, quería quedarse allí tumbada y seguir abrazada a Ragnar. La cabeza le daba vueltas. Todavía estaba temblando. Se vistió de forma apresurada, se lavó un poco la cara con agua, aunque era imposible disimular que había estado teniendo sexo salvaje con un salvaje, y abrió la ventana para ventilar un poco la habitación.

Casi cuando terminaba de ponerse las botas, Ragnar llamaba a la puerta.

-¡Sí! Sí, estoy lista...

El extraño comportamiento de los presentes se vió explicado de forma instantánea al abrirse la puerta. Y aquello tomó entéramente por sorpresa a Alder, quien por primera vez en muchísimo tiempo trastabilló al ir a hablar.

-eh...vaya...-sus cejas se arquearon y sus ojos se abrieron al mirar hacia atrás buscando la mirada de Chester, al cual entendió de golpe.

Parpadeando varias veces y juntando sus labios con fuerza durante apenas un segundo logró desenredar su lengua y disimular su sorpresa, la cual estaba revestida en cierto modo de algo parecido a la decepción, si bien no tenía muy claro  hacia que o quién exáctamente.

-Lo que os iba a decir-dijo volvienod al hilo de sus pensamientos previos-en cuanto a los curiosos que tanto interés mostraron en nosotros en cuanto llegamos a la ciudad....-empezó a buscar en su bolsa, de la cual extrajo un sanguinoliento trozo de tela enrollada, el cual al desenrrollarlo mostró lo que parecía un tatuaje de una mano marcado sobre piel en tinta púrpura.-Pues resulta que eran socios de un club bastante exclusivo... y digo eran porque ambos están muertos. Y no por mi mano.

Ragnar no entendía nada.

—¿Qué significa ese tatuaje? —le preguntó Ragnar a Álder—. ¿Y de qué club estás hablando? ¿Sabéis quién los han matado? ¿Fueron esos tipos los que os atacaron o los que mataron a los del tatuaje?