Partida Rol por web

Uno de los dados de Neil se detiene junto a su mocasín y Jonathan se agacha a recogerlo. Lo sostiene entre dos dedos y lo escruta con una mirada curiosa, por encima de las lentes. Se trata de un dodecaedro amarillo, con números en cada una de sus caras.

¿Se utilizan muchos de estos en esos juegos? Pregunta más para sí mismo que para Neil antes de devolvérselo, aunque los dados parecen cobrar vida en las temblorosas manos del chico.

En ese momento pasan los chicos del Interrail, hablando a gritos y arruinando la paz que había en el vagón desde hacía un rato. Parece que el revisor, este tal Dominico, no es la primera vez que viaja con este tipo de grupos y directamente ni siquiera trata de hacerse respetar ante tal tumulto.
Algunos de los chicos pasan a nuestro lado, algunos saludando entre risas y otros no. Hay incluso uno que pregunta con brusquedad a las chicas de nuestro grupo, las cuales, obviamente, no están acostumbradas a este tipo de modales y no aciertan a responder.

Ante esta situación Jonathan da un paso adelante y se planta delante del chico, inclinándose hacia él y examinándolo a traves de sus lentes oscuras de tonos verdes.
No. No somos del Interrail. Hacemos el trayecto hasta Viena como parte de un viaje por Europa y... esperamos que sea un trayecto sin complicaciones.

¿Entiendes?

Mpfh!

Sólo faltaba que estos niñatos mediamierdas de instituto empiecen a revolotear alrededor de las chicas. Ni de coña chaval, para el carro y largate cagando leches.

¿Entiendes?

La verdad es que no esperaba tener la suerte de encontrarme con estos tres pibones durante este viaje. Me da pena el chico del Interrail entrando de esa manera a Yael y Elena. Estas chicas son básicamente bibliotecarias. Para bajarles las bragas tienes que entrar en su mundo de libros y cultura e ir ganándotelas poco a poco. Algo que tengo la intención de hacer, empezando por Yael, que compartirá vagón conmigo...

¿Y el frikazo de Neil? Bueno, tendré que soportarlo, qué remedio. Si empiezo a reirme de él seguro que a la japonesita le entra el complejo de protegerlo y pierdo mis oportunidades con ella. Así son las culturetas estas.

En fin, cualquier cosa con tal de estar entretenido y no quedarme dormido en el tren. El sueño que tuve en el avión fue... No, no quiero pensar en ello...

Más que las palabras, es el tono de voz lo que más alarma al chico, que sin embargo no parece intimidarse, sino que expone una amplia sonrisa mientras varios de sus compañeros, los últimos que aún no han pasado de vagón, empiezan a cogerlo y empujarlo arrastrándolo hacia ellos: ¡Vamos Paul, no te quedes el último!, le gritan.

- Bueno bueno !! - dice despidiéndose de vosotros - Pues vamos a montar una fiesta en el vagón de mercancías. Pasaros por allí si queréis. Si os dicen algo que váis de parte de Paul.

Tras decir esto, una chica se le acerca y le coge de las solapas de la camiseta llevándole hacia dentro del tren.

- Bueno chicos, ya sabéis cuál es vuestro compartimento. Nosotros estaremos dos números antes, así que si queréis alguna cosa no dudéis en decírmelo, ok ?

Antes de retirarse, Danisse avisa alzando un dedo.

- Y por favor, no os metáis en problemas. - es la gúia, y a su vez algo tutora, tenía que decirlo.

Danisse y los dos chicos (Hans y Elena) abandonan el vagón en dirección al compartimento. Elena y Hans han quedado impresionados por la cantidad de chicos/as de vuestra edad (aproximada) que van asistir a la fiesta en el vagón de mercancías, y os han hecho saber que ellos dos sí que acudirán, y esperan veros por allí en un ratito.

Por suerte Jonathan intervino cuando me estaba quedando muda. Ayudé a recoger los dados esos raros que se le cayeron a Neil y escuché sobre la fiesta. Los otros dos chicos, el rubio y Helen, parecían entusiasmados con la idea, y así nos lo dijeron. Ellos iban a pasarse por la fiesta. Le alcancé a Neil dos dados que habían quedado bajo mi asiento y le dije a Jonathan:

-Arigato, gracias por lo de hace un momento.

No sé qué hubiera pasado si el chico me hubiese seguido hablando y yo atorada. No quería ni pensarlo, con lo de la última vez.

-Neil toma, estos dos son tuyos también.

Cuando terminé de alcanzarle los dados que había encontrado, me recosté nuevamente sobre el espaldar del asiento y ví hacia la ventanilla. No iba a ir a ninguna fiesta, a menos que todos fueran y en ese caso no me pesaba quedar sola. Saqué una banda elástica de mi bolso y me recogí el cabello. Me estaba molestando suelto. Pensé en mi casa, pero también en Viena y el concurso. Pensé en muchas cosas.

Te recuestas en el cómodo asiento de pasajeros pensando en tus cosas y sin darte cuenta te relajas demasiado. Cuando abres los ojos te das cuenta de que el tren ya hace rato que debe haber iniciado la marcha. Hace mucho rato, pues compruebas sorprendida que es de día, y los rayos de sol de una despejada mañana penetran en el interior del vagón a través de sus grandes cristales.

Pero tu sorpresa no acaba ahí. Parece como si el entorno del vagón hubiera cambiado, dándole un aire más victoriano. Frente a tu asiento hay unas mesitas y con sus bancos para sentarse pegados a ambos lados del vagón. En una de ellas hay una mujer vestida como hace un siglo, vestida con un elegante e incómodo vestido de una sola pieza y las mangas y el cuello de una blanca camisa escapandodecorosamente. También lleva un bonito e igualmente incómodo sombrero posado sobre un pelo largo, negro y muy rizado. Frente a ella hay un niño muy guapo y con aspecto simpático de unos cuatro años. Parece muy feliz y contento, y cuando te mira le sonríes cariñosamente.

De repente, la mueca del niño se transforma por completo. Dirías que ha visto un fantasma, sus ojos están desorbitados y su tez, antes ligeramente bronceada, se ha vuelto blanquecina. Te está mirando directamente a tí, y sientes un escalofrío que te recorre todo tu cuerpo. Como si fueras una especie de monstruo, el niño comienza a gritar agitadamente en un principio, pero progresivamente se va alterando hasta el punto de golpearse la cabeza con sus brazos, manos y piernas. La escena es aterradora, sin embargo, su madre continúa leyendo un periódico como si nada. Los espantosos gritos del niño te taladran la cabeza y llevas tus manos a los oidos, angustiada. Entonces, como si de repente se diera cuenta de la situación, la madre del niño se da media vuelta y te mira crudamente, y en un tono seco y cargado de maldad te dice: - Tú tienes la culpa, BRUJA !!!

Gritas con todas tus fuerzas, y te despiertas en el asiento del vagón, con Jonathan y Neil cerca de ti. Apenas deben haber pasado unos minutos.

Cuando finalmente Danisse y los otros jóvenes escritores se marchan, os quedáis en el pasillo del vagón con un ambiente algo cargado de gente. Aún quedaun rato para que el tren se ponga en marcha, así que tenéis tiempo para tomároslo con calma antes de llevar las cosas al compartimento compartido.

Yael, la chica japonesa, se recuesta en el asiento y parece relajarse cerrando los ojos. Hay un enorme alboroto a vuestro alrededor. Un murmullo incesante de gente hablando, discutiendo, riendo... y el perpetuo estruendo de los motores del tren acompañados de los golpes de las obras que están realizando no muy lejos de la vía.

De repente, un grito espantoso se eleva por encima del incesante murmullo y perpetuo tronar de las máquinas. Es Yael, la chica japonesa.

-¡Está loco señora, átelo ¿quiere?! -me despierto diciendo esto, como enojada, cuando miro alrededor y veo a mis compañeros de viaje. Me tapo la boca, automáticamente, al comprobar que realmente dije esas palabras. Bajo la mano luego y miro a Neil y a Jonathan, creo que los colores me han poblado las mejillas, debo haber parecido yo una loca... Toso incómoda. Al menos no lo dije en japonés, ya veo que hablar otros idiomas en presencia de gente de otras culturas solo me trae problemas.

Miro a Neil. Espero que siga con sus dados y que nadie me mire demasiado tiempo.

"Bueno, cualquiera puede tener un sueño, no es para tanto..."

Me quedo mirando nuevamente la ventanilla, de tanto en tanto se me escapa una risa por lo ridículo de todo lo que me anda pasando. Creo que me río de nervios, pero preferible eso que llorar.

"Ay, ay... este viaje me está sacando de quicio..."

El grito de Yael consigue hacer dar un bote a Neil e incluso sobresalta al normalmente impasible Jonathan. Los dos jóvenes vuelven a su compartimento para encontrarse con la desorientada muchacha, que parece haber despertado repentinamente de la cabezada que estaba dando.

Yael da la impresión de estar avergonzada y confusa por lo sucedido y no parece querer dar más explicaciones sobre qué ha pasado. Así que Jonathan, para romper el silencio, se quita las lentes para limpiarlas con un pañuelo de seda rojo mientras se dirige a la chica.

¿Problemas para dormir? Creeme, sé lo que es eso. Ahora no conseguirás cerrar los ojos en un buen rato.

Termina de limpiar las lentes, y las examina con cuidado, aparentemente satisfecho.

Me parece que deberíamos distraernos. Les dice a los dos. Pasarnos por ese vagón de mercancías y ver lo que hay...

Fantástico. La japonesa está como una puta cabra. Bienvenida al club.

Dios, me muero por un cigarro y una copa. ¿Tendrán bebida los del interrail? Me bastaría con cerveza si no tienen nada más a mano...

Me paro y trato de acomodar mis ropas y cabello, al tiempo que digo:

-Ehr... sí, vamos a ver qué hay, gracias.

Me hago la desentendida respecto al grito. Agradezco que los chicos me hayan venido a buscar. Prefiero estar mil veces en una fiesta, aunque no sea muy propensa a ellas, que estar en el vagón y dormirme de nuevo. Trato de despejar mi cabeza de lo acontecido recién, pero el sueño me sigue llegando y me hace tener una mezcla de risa y miedo que es de lo más incoherente. Pero, con todo lo que he pasado desde que me anoté a este concurso, no creo que incoherente sea una palabra extraña en mi vocabulario a partir de ahora.

-Arigato.

Ha pasado más de una hora desde que llegásteis al tren y partió con destino a Viena. La oscuridad de la noche ha dejado lugar a la luz del día aunque por las ventanas de vuestro compartimento podéis comprobar que el cielo está completamente tapado con nubes negras, aunque por fortuna no nieva.

Mientras dejábais vuestras cosas en el compartimento, Hans y Elena se asomaron por la puerta y os dijeron que iban camino del último vagón, donde se estaba llevando a cabo todo un festín cuyos sonidos de música y un centenar de murmullos amortiguados llega hasta vosotros.

Cuando dejáis preparado vuestro compartimento decidís ir a echar un vistazo. Cuando llegáis podeis comprobar que los chicos del Interraíl se han hecho con el vagón de mercancías y, tras mover toda la carga para hacer sitio, han comenzado una juerga por todo lo alto. El vagón está lleno de chicos y chicas con edades comprendidas entre 17 y 22 años pasándoselo la mar de bien, bailan, beben y afianzan lazos internacionales.

Cuando decís que venís de parte de Paul sois acogidos como uno más...

Hans y Elena se encuentran con un vaso cada uno y charlando con un reducido grupo de muchachos, y os saludan con la mano en cuanto os ven entrar por la puerta del vagón.

El vagón de las mercancía era un desorden, todo el mundo festejaba. Había multitud de chicos de aproximadamente nuestras edades. Un punto a favor de Paul es que realmente nos recibieron bien cuando dijimos que veníamos de parte de él. Sin embargo, yo no era una chica muy fiestera, es más mi idea de una velada ideal era delante de mi escritorio leyendo una novela, o escribiendo un cuento, mientras ponía música suave en el equipoy encendía algunos sahumerios para ambientar.

Así que me pegué a Jonathan y a Neil. El primero porque me parecía más acomodado a estas situaciones y el segundo porque daba el aspecto de que las desconocía más que yo.

Ví a Helen saludando y le dije a los chicos.

-Ahí están los que nos acompañan en el concurso.

Sonreí a ambos chicos y hice un gesto de cabeza, como dando un sí. Tenía las costumbres demasiado arraigadas para soltarme. Además, estaba un poco nerviosa por los nubarrones de afuera.

De pronto alguien le pasa a Jonathan un pack de cervezas, del que coge una y la abre para dar un largo trago.
Música alta. Adolescentes. Cerveza. Definitivamente una fiesta.

A su lado, tanto Yael como Neil parecen un poco nerviosos, como si se sintieran algo fuera de lugar aquí.
Bien, pues Jonathan no piensa dejar que se queden a un lado. En cuanto empieza a conversar con algunos chicos y chicas del Interrail, no pierde tiempo en explicar la razón por la que están aquí: como ganadores de un concurso literario.

En concreto, se dedica a deshacerse en alabanzas hacia Neil y Yael como futuros escritores de éxito del genero de terror, lo cual hace que los del Interrail los miren con otros ojos. Ojos de admiración.

[...]En algún momento de la conversación[...]

- Oh, por supuesto, por supuesto. El terror psicológico está en alza, y eso viene dada por la circunstancia de que es lo que más reclama el público, pero deberíais leer el de Helena. ¡Digno de las fantasías del mismísimo Homero!

Las carcajadas resuenan entre vosotros y los chicos y chicas que, entre trago y trago, escuchan atentos vuestro interesante debate litarario.