Partida Rol por web

-Déjame pensar... -Ingemar hizo una pausa, miró la ventana que era la misma que estaba pintada y miró luego los libros y otras pinturas que había por allí. Algo se le escapaba y no estaba dispuesta a rendirse fácilmente.

-No, Jazzlyn, no entiendo lo que es. La ventana es esa, claramente, pero... -negó con la cabeza. Claramente, este no es mi día.

Jazzlyn esperó pacientemente, y en completo silencio, mientras Ingemar examinaba las pinturas que se encontraban sobre la mesa. Cuando ésta comenzó a consultar el libro sobre aves que había junto a las obras, la artista decidió echar un vistazo en el secreter situado junto a la pared.

- No te preocupes, querida - dijo, cuando la mujer de pelo cobrizo reconoció, claramente, frustrada, que no era capaz de sacar nada en claro - Estamos todos demasiado nerviosos por culpa de lo que ha sucedido, y eso afecta a nuestra capacidad para razonar. Estoy segura de que, en otras circunstancias, hubieras sido capaz hacerlo -

Dio un par de pasos hacia donde se encontraba la bióloga, alejándose del secreter, con una amable sonrisa dibujada en su rostro. Por unos instantes parecía que fuese a abrazarla.

- Lo que no entiendo es por qué la persona que hizo estas acuarelas utilizó una técnica que suele emplearse para dibujar algo que temes que, en poco tiempo, deje de estar visible, como animales en libertad, los cuales pueden salir corriendo en cualquier momento - Jazzlyn hizo una breve pausa antes de continuar - Es del todo imposible que ese ser que aparece plasmado en una de las obras estuviese realmente asomado a la ventana, y que el pintor quisiese capturarlo en el papel antes de que desapareciera. No, lo más probable es que soñase con esa criatura y decidiese emplear dicha técnica antes de que el recuerdo de dicho sueño se esfumase -

La artista miró hacia la puerta que comunicaba con la cocina.

- ¿Volvemos junto a los caballeros? Lo más probable es que estén preocupados por nosotras -

Las imagenes no dejan más que incógnitas y malas sensaciones, las dos mujeres permanecían muy pegadas, una al lado de la otra, como si quieieran protegerse de algo en medio de aquel silencio. 

No tenía mucho más sentido seguir mirandolas, salvo que alguien quiesiera dejar que el miedo que provocaran entrara en cada rincón de su mente, pues eso es lo que parecían hacer por momentos aquellas dichosas acuarelas.

Una rápida, mirada alrededor, es suficiente para descubrir que el secreter tiene su llave puesta, y en el escritorio hay varios cajones.

Por el pasillo se oyen los pasos y las voces de los hombres, se dirigen al estudio, pero parece que detienen en el pasillo un momento...

Aquellos dos hombre mantenían la calma, cada cual como mejor podía.

El agente federal hacía notar su experieia y eso tranquilizaba un poco al anticuario, que parecía nerviioso.

Se dirigían por el pasillo hacía el estudio, pueden oir las voces de aquellas valientes mujeres enfrascadas en alguna conversación al parecer sobre alguna pintura, no parecen temer quedarse a solas y no parecían el tipo de mujeres que se dejan llevar por la histería, podían considerarse afortunados. 

Mientras escuchaba las prudentes palabras de su compañera, Ingemar se acercó a la ventana y miró hacia afuera; de noche, era muy improbable llegar a ver algo. Un guardián de faro debe pasar mucho tiempo solo, eso termina haciéndole ver cosas...

Cambiando el rumbo de sus pensamientos, se acercó a donde estaban los prismáticos. Los tomó, sopesó y decidió que era posible que fueran útiles en un momento próximo.

-Sí, es buena idea reunirnos y ver si encontramos algunas toallas o algo con lo que calentarnos un poco.

Mientras Ingemar terminaba de estudiar las pinturas sin obtener respuesta a sus dudas, Jazzlyn abrió el secreter con un gesto de su mano, lo que llamo finalmente la atención de la bióloga que observaba por encima del hombro de Jazzlyn

Dentro del secreter encontraron una taza de café medio vacía aun caliente y muchos materiales de papelería: sobres, sellos, papel, botes de tinta y bolígrafos.

El resto del escritorio está repleto de un batiburrillo de facturas para tasaciones de monedas procedentes de diversas tiendas de antigüedades de Rockport; los presupuestos varían de dos a cinco dólares y todas llevan fecha de febrero de 1926.

Debajo de un catálogo de numismática hay varias cartas de tiendas de antigüedades, bibliotecas y universidades más lejanas.

Cada carta empieza con un ≪Estimado señor Cassidy≫, seguido de una disculpa en la que el remitente explica que es incapaz de determinar el origen de las monedas descritas en la carta recibida.

Sin embargo, todos estos remitentes expresan su ferviente deseo de ver una muestra real para llevar a cabo un análisis apropiado y minucioso.

¿De qué monedas estarán hablando? Realmente parece que el vigilante del faro, el tal Cassidy ha estado bastante ocupado últimamente, y no precisamente en el mantenimiento del faro.

Quizás su escritorio pueda revelar algo más, al menos los cajones cerrados resultan llamativos, ¿Por qué cerraría alguien los cajones si estaba solo? ¿puede que hubiese alguien más trabajando aquí?, no sería extraño, es más, lo raro es que solo trabajase una persona en un faro como ese, siempre podía surgir algún contratiempo, había que buscar provisiones, y pasar mucho tiempo aislado.

Algo llama la atención del agente, al bordear el charco de sangre se da cuenta de que hay tres pequeños objetos brillantes casi sumergidos por la sangre, pero aun visibles. Son tres monedas de oro, con unos relieves extraños e irreconocibles en principio.

En una cara parece que hay dibujado una especie de obelisco, y la otra esta recubierta de símbolos extraños y diseños inquietantes.

Mientras Mike las recoge y observa detenidamente escucha a Frederik llamar su atención y señalando a un punto del suelo a unos metros del charco.

—¿Son esto, Mike, balas incrustadas en el suelo?

Efectivamente, los pequeños agujeros que llamaran la atención del anticuario no eran otra cosa que dos agujeros de bala,

Las monedas habían captado la curiosidad de Mike. Se dedicó a observarlas detenidamente, tenían unos extraños dibujos que intentó memorizar. Sin embargo, Frederik le llamó la atención. Le sacó de su pensamiento y parecía que había dos agujeros similares a los de bala en el suelo. Las damas pueden esperar, hay que ir con pies de plomo. Guardó las monedas en un bolsillo, a buen recaudo, no quería perderlas, y se agachó a examinarlo. Tenía experiencia con armas cortas, así que intentó colocarse en una posición donde la luz le permitiera observar bien la profundidad de los impactos, calcular la trayectoria del disparo y la distancia a la que se encontraba el tirador. Toda información era poca.

Jazzlyn terminó de leer la carta que, de casualidad, había encontrado dentro del secreter junto a otro montón de objetos, aunque nada de lo que allí se explicaba tenía sentido para ella. ¿De qué clase de monedas estaban hablando y por qué el Señor Cassidy no debía ir a Innsmouth? ¿Qué es lo que hacía tan peligroso a aquel lugar, o a sus habitantes, para que Miss Tilton hiciese aquella advertencia?

"...si valora su alma inmortal..."

Parecía una frase sacada de una novela de terror.

- Ingemar, ¿sabes algo sobre Innsmouth? - le preguntó la artista a la mujer de pelo cobrizo, mientras le tendía la.carta para que la leyese.

Mientras esperaba que ésta terminase, Jazzlyn echó una fugaz mirada al escritorio y a los cajones cerrados. Quizá, si consiguieran abrirlos, pudiesen saber más.

Ambas mujeres se disponían a abandonar la habitación, en busca de sus acompañantes masculinos, cuando escucharon como estos se detenían en el pasillo.

- ¡Mike, Frederik, estamos en el estudio! ¡Hemos encontrado algunas cosas que nos gustaría enseñaros! - grito Jazzlyn, con el objetivo de que supiesen dónde estaban. - ¡Es más, no nos vendría mal un poco de ayuda por aquí! -

- Quizá Mike, con su formación policial,  sepa cómo forzar los cajones del escritorio - pensó, mientras esperaba respuesta por parte de ambos hombres.

Como extranjera en esta costa y región, Ingemar no recordaba nada acerca de un lugar llamado Innsmouth.

-No tengo idea Jazzlyn... -iba leyendo la carta mientras respondía-... pero claramente es un lugar inquietante.

De pie detrás de Jazzlyn, la bióloga marina esperaba la respuesta de los compañeros desde el pasillo, o su llegada a la habitación.

La trayectoria de las balas es llamativa, y un estudio experto revela que solo pudieron ser disparadas desde los primeros escalones de la escalera metálica que da acceso al faro, al final del pasillo.

Mike observó la trayectoria de las balas y vio su origen, quizás tendría que continuar su investigación por las escaleras, pero primero vamos a ver qué han descubierto las señoritas. Se levantó para acercarse al estudio y las saludó con la mano.

- Bueno -dijo mientras ordenaba las ideas en su cabeza-, lamento tener que decir que aquí ha pasado algo muy turbio y violento. Si quieren que las ayude primero y luego les cuento lo que sabemos -añadió señalando al anticuario-. El Sr. Frederik ha mostrado ser una ayuda inestimable a la hora de descubrir ciertos misterios. Tiene muy buen ojo para los detalles.

Mike intentó mirar si Ingemar ya se encontraba mejor, pues parecía muy preocupada en el pasillo, y un caballero siempre ha de serlo. Cuando le pareció que todo estaba bien, le preguntó a Jazzlyn:

- ¿En qué puedo asistirle, ma'am?

Ingemar, ante la mirada de Mike, se encontraba totalmente repuesta; su semblante, ahora, mostraba más bien una mezcla de curiosidad, confusión, obstinación y un cansancio que se esforzaba por dominar.

Observó a los hombres del grupo, algo preocupada por la mención de "algo muy turbio", pero no quiso adelantarse, Jazzlyn seguramente llevaría la voz cantante en la cuestión. Ingemar, entre tanto, se aseguró de llevar consigo los prismáticos hallados, y dio una última vuelta por el estudio, mirando incluso en el suelo debajo de los muebles, por si acaso se habían perdido de algo.