Partida Rol por web

En su confusión, Frederik se dejaba arrastrar ¿Le había asido Mike? No lo sabía, peor algo le empujaba hacia delante y en la oscuridad que su propia cabeza generaba sumada a la borrosidad que se había hecho fuerte en sus nervios ópticos, el anticuario avanzaba como en un delirio, aún peor que a las tremebundas noches de absenta y opio que había experimentado en las peores calles de Londres en su juventud más descerebrada.

- Nnnnnnghhhh... Mik... Mik.

Pero tropezaba a cada paso y ni tan siquiera podía ser consciente de con qué...

- Ava... AVAAAAA.- Nadie en aquella isla, excepto él, sabía quién era esa tal Ava, peor estaba claro que aquel hombre le habría entregado su alma en el acto con que solo se la hubiese pedido, a cambio de sobrevivir y verla una vez más.

- Tranquilo, hombre -le comentó Mike mientras ayudaba a Frederick a caminar-, soy Mike y estoy tratando de ponerte a salvo. No sé quién es la tal Ava, pero el hombre pez viene con compañía.

El agente cargaba con el anticuario en dirección al faro. Su idea era llevarle a un sitio seguro y atrincherarse allí. Las balas les hacían daño, al menos tenían esa pequeña esperanza. Iba mirando hacia atrás con el rabillo del ojo en lo que trataba de avanzar a cuestas con Frederick, que parecía bastante afectado por el ataque de la criatura. En la mano izquierda seguía empuñando la pistola, dispuesto a disparar si algún ser se acercaba con ganas de bailar.

-Creo Jazz -dijo Ingemar, pensando cuan rápido podía-, que mejor que atraer al ser hacia aquí, es causar alguna distracción para que los muchachos puedan escapar. -La bióloga se daba cuenta de que Jazzlyn no quería salir, o tal vez fue, simplemente, que ella misma deseaba verlos de nuevo... por lo que dijo: -¿qué te parece si llevo esa botella para hacer un poco de ruido y ayudar a los muchachos a escapar? Vienen hacia aquí, nos refugiamos todos arriba... no creo que puedan entrar desde afuera... mientras tanto, tú prepara alguna protección, algo para tapar la trampilla... lo que puedas. 

Si la artista asentía, saldría de inmediato, molotov en mano, hacia afuera. Mientras tanto, en su mente de científica se preguntaba si aquellos seres, dada su anatomía, serían capaces de trepar por las paredes e ingresar al faro por las ventanas... no podía ocuparse de eso ahora, pero debían estar prevenidos.

Mientras salía del faro, Ingemar se preguntaba en su mente, ¿les afectará el fuego?, por lo que no llegó a escuchar lo que Jazzlyn pudiera haberle dicho.

Cuando salió y vio la situación, se decidió finalmente, y lanzó el elemento contra el ser... si le impactaba, lo sabría, y si no, al menos lograría distraerlo.

Jazzlyn asintió, dejando que la mujer de pelo cobrizo cogiese la botella incendiaria que sostenía en su mano derecha. Salvar a Mike y a Frederik debía ser ahora su prioridad. Ellos se habían sacrificado para conseguir que ambas pudiesen llegar al faro, y pudiesen poner a salvo las piezas que les permitirían arreglar la radio y la lámpara. Era justo que ellas hicieran lo mismo por ellos.

Comenzó a subir las escaleras, sabedora de lo que se encontraría cuando llegase arriba, pero no le importaba. Tenía una idea. Se detuvo un instante, y se giró. Iba a decirle a Ingemar que, por favor, tuviese cuidado, pero ella ya se había marchado. Suspiró, resignada, y reanudó su camino hacia la planta superior.

Al llegar, hizo acopio de todo el coraje del que fue capaz y se dirigió hacia el lugar en el que se encontraban los cadáveres. Necesitaban algo con lo que atrancar la trampilla, para así impedir que la criatura les alcanzase, y aquellos cuerpos cumplirían perfectamente con dicha función. Subió las mangas de la blusa hasta el codo y comenzó a arrastrar al primero de ellos.

Jazzlyn retrocedió y subió al faro para preparar alguna barrera con los cuerpos, pero entonces se dio cuenta de algo, la radio estaba por debajo de la trampilla, la lámpara por encima.

Si querían arreglar la radio tendrían que aguantar los posibles ataques en las escaleras del faro o en su entrada.

Al menos por las escaleras solo podrían subir en fila de a uno.

Fuera de la casa Ingemar hizo todo lo que pudo por ayudar a sus compañeros, la botella no llegó muy lejos pero el fogonazo dejó al monstruo completamente desorientado lo que permitió que Frederik, casi a rastras y asistido por Mike consiguiera traspasar el umbral de la puerta sano y salvo.

La puerta de la cocina era muy fácil de bloquear con la mesa o la alacena, pero aquellos engendros no tardarían en encontrar la puerta rota en la entrada principal.

No tenían tiempo que perder si querían tener alguna oportunidad.

-¡Rápido! -decía Ingemar, más con mímica que hablando realmente, para llamar la atención de sus amigos. Se acercó a ayudarlos para entrar todos juntos.

-Jazzlyn está preparando arriba alguna medida defensiva... no sé cuánto podamos detenerlos, pero daremos lo mejor de nosotros. -Algo en la situación le daba a la bióloga una suerte de esperanza, sentía que tenían un lugar por defender y los elementos necesarios para pedir ayuda, nadie herido de gravedad y...

Ayudó a Mike a subir a Frederik, quien aún parecía estar afectado por algo.

-Si podemos bloquear el final de la escalera, tendremos tiempo... -dudó en cuanto afirmó tal cosa, pero no había chances de dudar-... tiempo para arreglar la radio. Luego arriba, bloqueando la trampilla (eso debería ser más fácil) podremos avanzar con la lámpara del faro.

Mientras hablaba, pensaba nuevamente en los seres y sus capacidades, en la posibilidad de que treparan por fuera... pero paso a paso, la mejor de sus chances era arriba, así que no podían distraerse.

Frederik seguía viendo borroso, preso su mente comenzaba a despejarse, myyyyyyyyyyyyyyyy leeeeeeeeeeeeeeeeeeeeentaaaaaaaaaamenteeeeeeeeeee.

- Gracias... Gracias...- Susurró a Mike, sabiendo que sin su ayuda no habría sobrevivido ante esas criaturas.

Una vez dentro de la casa recordó que había varios problemas.

- La... La puerta principal está reventada... Y... Y la radio y la lámpara están en pisos distintos... Creo... Creo que no podremos arreglar la radio si no les bloqueamos el paso a la casa. Si no, nuestra única opción es tratar de encender la lámpara y rezar para que alguien venga. Tal vez... Tal vez podamos mover alguna mesa del estudio.- Dijo con una convicción muy ajustada, ya que todavía estaba ido, bastante tenía con recordar todo aquello. 

Aun así trató de echar una mano a quien pudiese guiarle para mover los muebles.

-La puerta... claro, podemos tratar de bloquear la puerta, y la otra, la de la cocina... ¡es mucho! Pero si nos apresuramos...

- ¡Rápido, subid! ¡He dejado los cadáveres lo más cerca posible de la trampilla para que nos hagan de contrapeso! - le gritó Jazzlyn a sus compañeros, desde el pie de las escaleras, al verlos entrar en la casa. Estaba claramente empapada en sudor y jadeaba por culpa del esfuerzo. - Sólo hay un problema - continúo diciendo - la radio se encuentra un piso por debajo del lugar en el que está la lámpara, y no tiene protecciones. Unas cuantas cajas es todo lo que hay. Si queremos arreglarla mientras esa criatura está aquí dentro, tendremos que idear una forma de evitar que suba, o quedaremos a merced de sus ataques - La artista hablaba deprisa, sintiendo como la adrenalina recorría su cuerpo.

- Es una pena que Mike sea el único que puede arreglar ambas cosas y que, además, sea el único que sabe disparar - pensó, viendo el deplorable estado en el que se encontraba el anticuario.

Entonces recordó una cosa que había visto cuando estaban en el estudio. Salió corriendo hacia dicha habitación, entró, cogió el manual de reparación del faro, abandonó la sala, y regresó corriendo también al pie de las escaleras. Notaba como le faltaba el aliento, y como gotas de sudor resbalaban por su espalda.

- Quizá esto pueda servirnos de ayuda - dijo, mientras sonreía levemente y se esforzaba por respirar.

Michael no prestó atención a lo que ocurría a su alrededor mientras ayudaba a Frederick a huir de aquella bestia y sus amigos. Vio como estaban tratando de bloquear la entrada principal a la casa con muebles, así que se dirigió hacia la cocina, evitando patinar con el charco de sangre, para colocar la mesa enfrente de la puerta. Eso les retrasará un poco y me dará tiempo a arreglar la radio. 

Parecía que no habían avanzado mucho sus compañeros con la puerta principal, así que se dispuso a echarles una mano cuando Jazzlyn apareció ante él con el manual para arreglar la radio.

- Creo que soy el único que conoce estos aparatos -comentó extendiendo la mano en señal de que cogería él el manual y se sacrificaría en intentar arreglarla-, así que subiré. El resto intentad taponar esa puerta y, si lo veis mal, esconderos y no hagáis ruido salvo si veis que suben. Un disparo y me esconderé lo más rápido que pueda. Si disparo yo, es que la radio está arreglada y podéis salir de la casa. ¡Ánimo!

Mike se dirigió escaleras arriba para ponerse a arreglar al aparato. Meditó sobre la idea de tirar los cadáveres escaleras abajo para que tuvieran algo con lo que distraerse mientras se ponía a trabajar. Todo minuto ganado era valioso.

Mientras empujaba algo, ya no sabía qué, intentando sin mucho éxito ayudar a Frederik a tapar la puerta principal, Ingemar vio a Jazzlyn conseguir el manual. Bien, eso le servirá a Mike, pensó.

Cuando terminaran ahí, debían subir, para hacer una segunda línea de bloqueo en la escalera. Primero lo pensó, luego lo dijo en voz alta.

-Oye Frederik... cuando terminemos aquí debemos subir y cubrir la escalera con algo. Para ganar más tiempo... ¿sí?

Dentro de la casa los cuatro se dispusieron a bloquear toda entrada posible, la necesidad había hecho que se coordinaran como si llevaran años trabajando juntos. Las tareas físicas los distraía por un momento de lo inverosímil de su situación.

La puerta de la cocina quedó bloqueada por la mesa, imposible de abrir, pero la de la entrada principal se fue tapando con trastos diversos, y no parecía demasiado segura, sería solo cuestión de tiempo.

Lo que Ingemar no podía, Jazzlyn lo compensaba con un derroche de fuerza notorio, dada su condición femenina.

Mientras, los extraños seres rodeaban la casa en busca de una fisura, no tardarían en encontrarla. El sonido de tres de esos seres arañando puertas y ventanas era aterrador, pensar en los tres dentro de la casa, sabiendo lo que había resistido solo uno de ellos era desesperanzador.

Pero no había lugar a la desesperanza, no podían rendirse ahora.

Mike se disponía a arreglar la radio, antes que nada, después si no quedaba más remedió tendrían una trampilla con la que protegerse allá arriba. El libro de reparaciones serviría si hubiera tiempo de leerlo, pero en este caso solo había que colocar los repuestos, y no había tiempo que perder.

Mike guardó su arma en un sitio accesible dentro de su chaqueta, cogió los repuestos y el libro y subió las escaleras para arreglar la radio. Varias escenas de violencia y terror se le venían a la cabeza mientras daba un paso y avanzaba a través de los escalones. Disparos perdidos en la distancia explotaban en ecos del recuerdo y el miedo a ser devorado por una criatura impía de los mares le hacían dudar sobre sus capacidades. Llegó a la radio, a la que intentó arreglar antes y no pudo. Con los recambios, parecía una tarea más fácil, aún así le costó bastante.

Pensaba en el ruido de aquellas criaturas, en sus compañeros haciendo de distracción, en la necesidad de huir de allí, en Turner, en el croar de las ranas... y eso lo desconcentraba. Ponte las pilas, Mike -pensó agotado y nervioso, le temblaban las manos-, tus compañeros dependen de ti. Al final consiguió arreglar el maldito cacharro e intentó ponerse en contacto con quien fuera para pedirle ayuda.

Fuerza, cansancio, fuerza, temor, fuerza, esperanza, fuerza...

Ingemar quería salir viva de aquello. La situación la había hermanado con aquellos desconocidos, y quería que ellos también salieran vivos. Por un momento, se imaginó a los cuatro cenando en un restaurante en Boston, celebrando la nueva publicación de ella misma, una nueva pintura de Jazzlyn y vaya uno a saber qué otros logros de los muchachos. Celebrando, riendo, comiendo, bebiendo... haciendo cosas normales. Quizá fuera esa la imagen que le dio el equilibrio interior necesario para seguir adelante.

-Oigan, creo que es hora de subir las escaleras y dificultarle a estos seres cada peldaño. -Se dirigía a Jazzlyn y Frederik, cansados como ella también estaba, y aunque le hubiera gustado sonreír y dar la idea de que todo estaría bien, su reserva de optimismo no alcanzaba para tanto.

- Suba usted primero, Brooks.- Apremió el anticuario a Jazzlyn.

No quería sonar desagradable, pero lo cierto era que seguía intoxicado por aquella espina sobre la que tanto les había advertido Strand y a duras penas podía ver por dónde caminaba, así que por unos instantes se imaginó como uno más de los cuerpos que podrían atrancar las escaleras en caso de que aquellas criaturas, que arañaban su cordura con sus lacerantes arañazos, golpes y gorjeos, reventasen en el primer piso a pesar de sus intentos por atrancar y reforzar sus accesos.

Se apoyó contra la pared del pasillo tratando de recordar dónde estaban las puertas, que entreveía a duras penas, y se fue deslizando palmo a palmo hacia las escaleras, poniéndose prácticamente a cuatro patas para subirlas.

Por fin habían conseguido, gracias al trabajo en equipo, taponar ambas entradas, aunque, desgraciadamente, la barrera que habían formado en el acceso principal no tenía pinta de que fuese a aguantar demasiado. En el exterior, mientras tanto, la criatura, o criaturas, arañaban paredes, puertas, y ventanas, intentando encontrar una forma de entrar. Era sólo cuestión de tiempo que lo consiguieran.

Jazzlyn se disponía a subir el primer escalón cuando tuvo una idea. Sin pensarlo dos veces, estrelló contra el suelo la botella que aún sostenía en una de sus manos, y esparció los cristales por el pie de las escaleras y por parte del pasillo, advirtiendo a sus compañeros a continuación para que tuvieran cuidado de no pisarlos. No creía que entorpeciesen demasiado a aquellos monstruos, pero todo lo que les permitiera ganar tiempo había que intentarlo. 

- Vamos, Sr. Widmore - dijo mientras apoyaba al anticuario en su hombro y le ayudaba a subir. - Vaya cogorza que se ha pillado usted, caballero. Mira que le dije que no bebiese tanto. - bromeó, intentando relajar un poco el ambiente. No era la primera vez que ayudaba a caminar a un amigo o conocido que se encontraba bajo los efectos del alcohol o de alguna droga. Incluso habían tenido que cargar con ella en más de una ocasión, cuando su estado era tal que no podía mantenerse en pie. Por supuesto, en ninguna de aquellas situaciones había un ser venido del mar intentando devorarla.

- Ingemar, rompe alguna botella más, y esparce los cristales lo más posible, intentando cubrir la mayor cantidad de superficie - ordenó a continuación, hablando con la seguridad de una persona acostumbrada a hacer este tipo de cosas, aunque era la primera vez que se veía obligada a ello - Quizá eso sirva para entretener a esos bichos durante unos instantes -

- Espero que Mike haya conseguido arreglar la maldita radio  - pensó, mientras pisaba el primero de los escalones.

La situación era cada vez más trágica, y mientras Mike se afanaba en arreglar la radio los demás iban y venían intentando retrasar lo inevitable, alimentando su esperanza con ideas vanas.

Mike lo tenía, pero ahora necesitaba encontrar una frecuencia en al que emitir, no era nada fácil, y aunque la reparación estaba hecha, aun tardaría unos segundos en poder ponerse en contacto con el servicio de guardacostas.

Entonces ocurrió algo que dio un vuelco al corazón de todos los presentes. Por n momento se había hecho el silencio, cuando primero fue un cristal, a modo de prueba, un alarido como señal de una de aquellos seres y entonces, los tres al unísono, como conectados por una fuerza maligna, saltaron al interior de la casa a través de distintas ventanas,

Fue como una explosión de vidrio dentro de la casa, todos retrocedieron hacia las escaleras, protegiendo a Mike que necesitaba algo más de tiempo, mientras escuchaban avanzar a las bestias golpeándolo todo a su paso. Desde el estudio y desde el dormitorio llegaron al pasillo, y se disponían a abalanzarse contra cualquiera que estuviera vivo dominados por el ansia inhumana.

Algo se palpaba en el ambiente, todos los sabían, podían estar ante sus últimos instantes de vida, tendrían que resistir lo suficiente para pedir ayuda o nunca saldrían vivos de ese islote, por otra parte, si lo conseguían sabían que estarían seguros tras la trampilla y solo tendrían que esperar su rescate, entonces todo esto sería una pesadilla que intentar olvidar.