Partida Rol por web

Comienza el segundo día de exploración. La noche ha pasado tranquila. Sólo algunos ruidos extraños, algo normal en un paraje como el que os encontráis. Junto a los restos del humeante fuego del campamento, aparecen cinco enormes murciélagos muertos y una pequeña bolsa de cuero que parece tener especias. Los grigs os han dejado el desayuno. Podéis cocinar el suculento almuerzo o gastar provisiones.
Os levantaos poco a poco, salvo quienes han hecho la guardia. En breve saldréis de misión.

Klurca se estiró como una osa en primavera y después se acuclilló junto a los murciélagos. Los rozó con el dorso de la mano en silencio con el mismo gesto simiesco de la noche anterior con Bast. Sin embargo su labio se levantaba receloso, mostrando su colmillo partido.

-Hmmm- murmuró mirando a los Grigs sospechando que les hubieran dejado un cebo envenenado.

Tambien en este caso saltó hacia un lado. Se acercó a los restos de la rata que había cazado la noche anterior. Apenas quedaban unos huesos y estaban cubiertos de hormigas y caracoles. -Ya ze por que nu te zubierun luz bichoz Bazt.- La semiorca lanzó los restos a su compañero y añadió: -Pa ´ezta noche-

Después regresó junto a sus cosas, sacó algo de pan y carne seca y apuró a sus compañeros para que terminaran de comer por el camino.

Después de una noche reparadora, comienza un nuevo día. Miles de aventuras parece que están ante nosotros, las hadas nos han sido de ayuda y nos traen el desayuno. Examinó mis raciones de viaje, tratando de obtener algo de comida con mejor pinta...

Afortunadamente mis compañeros uno a uno se iban despertando, tanta espera...tanto silencio...una noche sin sobresaltos, algo iba mal...debíamos prepararnos para continuar nuestra misión. Nuestra verdadera misión: cartografiar un terreno desconocido. Pero hasta una misión tan fácil necesitaba algun aliciente; y que mejor que cinco, cinco bandidos sin esperar nuestra visita. Solo el pensarlo hizo que en mi rostro se dibujara una sonrisa...Acaricié la empuñadura de mi arma y grité:
-"¡Arriba!,debemos partir cuanto antes. Llenad vuestros estómagos y ¡montad!".

- ¿ Y cual es esa razón, querida Klurca?- Preguntó con sus exquisitos modales sabiendo de antemano que la respuesta le dejaría ojiplático.-¡Ey, qué haces, me vas a lastimar con eso!- Los restos de la rata eran asquerosos y ese asco se reflejó en el rostro del semielfo.¿Qué quería decir la semiorca con "Pa ´ezta noche". No pensaba comerse más de esa rata asquerosa. Si tenía que comerse los murciélagos, bueno, tenían un pase, al menos estaban frescos, pero NO más rata.

- ¡Tranquiiiilo, Patric! Díselo a Glotcka que duerme como un bebé. Yo ya estoy, ya estoy.- Las prisas no eran buenas compañeras. Aunque el hechicero decía estar preparado aún tenia todas sus cosas desperdigadas por el suelo.

La noche había sido tranquila. Tras meditar durante unas horas, aproveche el resto de tiempo de sueño de mis compañeros para dedicarme un poco al estudio, desde que empezó la misión lo tenía algo abandonado. Ojeaba el libro repasando los hechizos y la mejor manera de optimizarlos.
Mis compañeros se empezaron a levantar, era hora de tomar algo y partir, el desayuno que nos habían dejado no tenía la mejor pinta posible, pero en campo abierto era mejor guardar las raciones por si acaso y no andarnos con remilgo, así que me senté junto a klurca, la cual estaba encantada con los manjares que nos dejaron y comí algo, aunque no gran cosa.
Una vez levantado cogí mis pertenencias y me acerque a mi caballo.
-Por mi cuando queráis-
 

Parece que no todos habéis apreciado el suculento desayuno que vuestros amigos Grigs os han dejado. Sea como fuere, tomáis un desayuno fuerte y recogéis el campamento. Los grigs os dijeron las diferentes opciones que teníais para emprender vuestro camino y decidistéis avanzar hacie el campamento Espino. Seguís, por tanto, en direcció suroeste y os adentráis en el bosque. Vuestro ritmo decae, puesto que hay tramos en los que no podéis continuar cabalgando. La vegetación es frondosa, una vez os habéis adentrado en el bosque, aunque os topáis con varios claros del bosque que os incitan a descansar. Sin embargo, no podéis hacerlo. El tiempo corre en vuestra contra. Si habéis decidido tomar el campamento Espino, no sabéis cuanto tardarán lo secuaces que lo habitan en conocer vuestro desplante en el puesto de Oleg y la medicina que le distéis a los bandidos.

Es casi mediodía. El sol parece apretar de lo lindo. De repente, a vuestra derecha, mientras avazáis caminando, veis en uno de los claros del bosque a cuatro kóbolds tumbados bocarriba. Sus panzas parecen estar hinchadas y, junto a ellos, descansan tres canastos volcados en el suelo. A su alrederor, reposan restos de lo que aparentan ser rábanos. Miráis alrededor de los kóbolds y observáis que le claro está (o, mejor dicho, estaba) sembrado. No sabéis si están muertos o han sufrido una indigestión, puesto que, de sus bocas, parecen asomar restos de raices de rábanos.

En breve, Thassantir se va a incorporar al grupo.

     Klurca le pasó los restos de rata a Bast:

-¡Ey, qué haces, me vas a lastimar con eso!-

-¡HEHEHEE!¡GRRRK!¡GRRRK!- La semiorca rió con toda la mandíbula, tanto que al final le salieron unos ronquidos incontrolados. Volvió a recoger las sobras del suelo y persiguió al hechicero alrededor del campamento agitando los huesos repelados en el aire. -¡BUUUH!¡BUUUH! ¡HEHEHEE!-

La bárbara era mucho más rápida y acabó por dar caza al semielfo. Cuando se disponía a derribarlo, el resto de compañeros la espetaron a emprender la marcha, salvando a Bast de acabar embarrado.

      El grupo estuvo charlando buena parte del viaje sobre la comida. Era difícil encontrar un tema de conversación que pudiera mantener la atención de la semiorca durante mucho tiempo: Que si andaban justos de raciones, que si la rata estaba rica o no, que si los murciélagos estaban envenenados. La salvaje no dejó de elogiar los guisos de Svetlana. Habría quedado muy bien si lo hubiera dicho en el puesto, pero Klurca aun tenía mucho que aprender de las habilidades sociales de sus compañeros.

Entonces llegaron al claro donde encontraron 4 kobolds:

Klurca sonrió: Hoy no tendría que pensar que comería.

-Eztúpidoz Kobulz. Hmmm. No guztan luz rábanuz- Se lamentó Klurca al ver las panzas hinchadas.

La bárbaro desmontó, ató el caballo y no se detuvo un segundo; desenvainó su espadón de la funda de pieles que portaba a su espalda y cambió de dirección para acercarse a los pequeños kobolds a hurtadillas.

Avanzó por la linde del bosque silenciosa como un zorro y a cubierto de cualquier centinela que pudiera quedar de guardia. Abrió la boca para ayudarse a olisquear y sus pupilas se dilataron como las de un felino depredador.

Por si desayunar murciélago les pareciera poco sacrificio, los dioses tenían preparado a Bast ejercicio matutino en forma de semiorca de incorregibles modales. Atemorizado corrió todo lo que pudo, levantándose la túnica con las manos para no tropezarse. Cuando ya sentía el fétido y cálido aliento de la semi-orca en su nuca la necesidad de partir raudos le libró de una buena.

- Arf, arf...- Jadeaba el hechicero con la mano en el pecho, palpando los latidos de su corazón desbocado.-  Casi echo el desayuno, Klurca.- Lo cual no le hubiera preocupado demasiado. Los murciélagos no dejaban de ser ratas con alas.- Mira cómo tengo el corazón.- Tomó la verdosa mano de la semiorca y se la llevó al pecho para que viera que no mentía. Su mano era tan grande que casi cubría lo ancho del tronco del semielfo. El tacto de la piel de Klurca era áspero y Bast tuvo que contener muy bien su expresión facial al contemplar de cerca las durezas de sus manos y la roña bajo las uñas. En cuanto deshizo el contacto físico sacó un pañuelo para limpiarse el sudor. Aprovechó y, cuando la bárbara no miraba, se limpio allí donde ella le había tocado.

Después de aquel jolgorio matutino se pusieron en marcha. Pronto la espesura del bosque ralentizó su avance. lo peor era no poder descansar si querían pillar a los bribones desprevenidos. Lo que no se esperaba Bast era lo que encontraron: Kobolds. Dicen que los hechiceros y los kobolds tienen ascendentes comunes. Podía ser cierto porque a Bast le encantaban los rábanos. Se quedó tras un árbol observando cómo Klurca ya se adelantaba. 

Ains...- Le parecía que hacía más ruido que aquella misma mañana cuando se desgañitaba riéndose de él. Por si acaso, en caso de que se precipitara un combate, preparó una piedra en su honda. Un grupito de diminutos monstruos no iba a hacerle gastar su magia.

Klurca, eres sigilosa, pero no lo suficiente. Uno de los kóbolds ha oído el crujir de unas ramas entre la maleza. Se ha levantado rápidamente y comienza a gritar: -Ahhhhhhhrrrrr. Ladrones!!!!! Vienen a por nuestro rábanos!!!!!-
 Y sigue gritando: -¡Levantad!!!!!!-

Despertando a los otros tres kóbolds. Precisamente, aquel que ha dado la voz de alarma, se levanta torpemente (debido a la indigestión) y coge su lanza.

Después de un desayuno amenizado por el coqueteo de un elfo con una semiorca, continuamos la marcha.
El viaje es ameno y entretenido hasta encontrarnos con cuatro kobolds en campo de rábanos. Su presencia allí parece que solo es para recoger comida; pero fuera el que fuera el motivo, son kobolds.
-"Hay que acabar con ellos" - pienso al mismo tiempo que desenfundo mi espada.
Miro a mis compañeros asintiendo levemente con mi cabeza y luego señalo con mi arma a los desafortunados kobolds. Alzo mi escudo para protegerme de los posibles proyectiles y ataques de los kobolds y digo:
-"Ataquemos"

Bueno, parece que íbamos a tener entretenimiento antes de llegar al campamento de los bandidos. Cuatro Kobols no sería un rival serio, pero lo mismo no estaban solos. Así que con todas las precauciones oportunas baje del caballo mientras preparaba mi ballesta, estos rivales no se merecían que malgastase ninguno de mis conjuros con ellos. Lentamente di unos pasos y me posicione detrás de Klurca y Patric.

Parece que encontramos unos rivales en el camino, miro a Glockta y asiento con la cabeza creo que ambos pensamos igual, bajo del caballo ya que no quiero que este salga corriendo o haga el menor ruido posible - Yo esperaré aquí- Aprovecho para estirar mis entumecidos huesos por el paseo a caballo mientras el auténtico músculo del equipo despacha con facilidad (o eso espero) al pequeño grupo de kobolds

Mmm, parece que están solos. - Eso siempre envalentonaba a un semielfo. Protegido tras un árbol se dispuso s disparar su honda contra unos de los kobolds que se comenzaban a despertar.

No más rata ni rata voladora. Hoy cenaré deliciosos rábanos.

Os encontráis tras unos matorrales, a cinco metros de los kobolds. No hay ataque por sorpresa porque uno de ellos ha gritado y puesto en alerta al resto. Los kobolds están todos juntos. El claro del bosque es bastante amplio. Una parte del mismo se encuentra semabrada de rábanos. Por el centro, un pequeño surco de agua lo recorre.