Partida Rol por web

Y uan vez en el exterior, el sirimiri va amaninando y los crueles rayos solares hacen su aparición para castigaros con un bochorno sin par.
Huele a tierra húmeda y a hierba.

Veamos.... como les oriento.... a 100 metros del puerto, mas o menos, y frente al almacén hay una casa con enredaderas cubriendo su fachada, verdad? pues estando frente a esa puerta si miran a la derecha verán varias casas de menor tamaño, de madera. Es la tercera de ellas... creo que no tiene pérdida.

Sarah tiene 17 años. Sus amigos eran todos los chavales de la isla. Habrá como 20 menores de edad ahora mismo, y es comprensible que todos ellos fueran amigos. Cuando los chavales cumplen 16 años suelen ayudar en el barco. Y las chavalas a los 16 ayudan en el huerto. Hasta entonces aprenden a remendar redes o cosas sencillas pero se pasan el dia jugando y correteando en el bosque. A veces alguno viene a aprender a leer.

-Excelente. No creo que nos tome demasiado tiempo encontrarla-

El detective se sentía un paso más cerca del peligro inminente, pero supo ocultar sus inquietudes. No quería ni pensar en el trato de los lugareños si era descubierto dentro de la morada de Goodwin, pero era un riesgo necesario. Era su trabajo.

-Gracias por la información, Sr. Martinson. Confío en que los más jóvenes cooperen con nosotros, pues no dudo que desean hallar a Sarah tanto como nosotros- Melvin parecía estar a punto de retirarse, pero se detuvo en menos de un segundo. Entrecerró los ojos apenas, como recordando algo, y se volvió hacia su anfitrión una vez más. -Disculpe la intromisión, y espero no se ofenda si le pregunto por sus sobrinas- agregó, escrutando el rostro del hombre para adivinar sus pensamientos. -¿Ellas también son amigas de la muchacha Goodwin?-

¿Mis ahijadas?, bueeeeeno.... ya sabe que son un poco... ¿tímidas? no son capaces de esclarecer nada sobre este asunto. Yo mismo ya las pregunté como pueden imaginar. responde afable Martinson mientras carga con ciertos aperos de pesca. Mr. Krebs irrumpe seguidamente en la conversación, con un saludo algo seco y también cargando con cañas, cebos y una cesta con la merienda.

Salíamos a pescar para pasar el día. ¿Gustarán de acompañarnos cuando su investigación concluya? añade Martinson.

Melvin asintió, reafirmando la clara ignorancia de las ahijadas de Martinson. Al aparecer Krebs en escena, portando tanta parafernalia de pesca, los recuerdos asaltaron al detective.

-Por supuesto, Sr. Martinson. Hace años que no salgo de pesca. Desde que mi padre falleció, de hecho. Que en paz descanse- comentó, con tranquilidad. -Lamentablemente, ahora tenemos trabajo que hacer- Un arduo trabajo, gracias a sus adorables compatriotas. -Con su permiso-

Franks se separó de su anfitrión con ánimos renovados. Poseía ya dos caminos que seguir, uno menos recomendable que el otro, pero claras sendas al fin y al cabo. La primera sería la más urgente: la morada de Goodwin.

El automóvil de Martinson conducido por Mr. Krebs os sobrepasa de camino hacia el pueblo. Martinson va de copiloto y podéis ver a las dos ahijadas en el asiento trasero. Solo Martinson os dedica un saludo con la mano al pasar a vuestro lado por el camino.

Regresáis al pueblo nuevamente y no os cuesta demasiado averiguar cual es la casa de los Goodwin gracias a las indicaciones de Martinson. Se trata de una pequeña casa humilde pero para nada ruinosa aunque si algo pasada de moda. De solo una planta y de poco mas de 40 metros cuadrados, parece suficiente para albergar a una pequeña familia. En la parte trasera y tras una cerca de madera podéis ver a una mujer madura, quizás mas joven de lo que aparenta debido a las largas jornadas de trabajo de sol a sol, deslomada en el huerto, que no parece haberse percatado de vuestra presencia. Sus tomates parecen copar toda su atención.

Maldita sea. Lo pero es que no me sorprende que un tipo como Goodwin tenga esposa en un lugar como este. Los he visto peores.

Melvin torció el gesto al notar a una mujer en el patio de la casa, presuntamente la cónyuge del mandamás. No obstante, sus ánimos estaban lejos de desvanecerse en un pozo de desesperanza. -Smith, tendremos que hacer un esfuerzo conjunto para llevar a cabo estas pesquisas. Este es el plan- dijo, alejándose del rango de visión de la mujer por breves minutos, y observando sus alrededores con aire paranoico en busca de algún espía furtivo.

-Mientras me dedico a revisar la casa, usted vigile a esa mujer. Sólo, y sólo si acaba con sus tareas, dedique todos sus esfuerzos en distraerla, pero no la hostigue demasiado, o su treta acabará en breves segundos. Si por casualidad arribara Goodwin, acérquese al frente de la casa y golpee discretamente alguna ventana. Suerte- dijo, aunque aguardó a solventar sus inquietudes antes de acercarse a la casa.

Franks miró hacia todos lados, aún alerta a oídos y ojos indeseables. Ágilmente se aproximó a la puerta frontal, que supuso estaría abierta en una comunidad como aquella.

Estupenda idea. ¡Buena suerte! la entretendré si llega a hacer amago de regresar a la casa.

Algo ruidosamente, consigues acceder a la pequeña casa. En efecto, no cierran con llave. De hecho te das cuenta de que ni siquiera hay cerradura. Te da la impresión de que la vas a recorrer fácilmente. Una puerta trasera que va al huerto y presumiblemente a las letrinas, una sala de estar sin apenas mobiliario mas que un viejo sofá con la tapicería reciente y un par de butacones, una rústica y artesanal mesa con cuatro sillas de la misma condición y poca mas diversión que unas cuantas madejas de lana para hacer punto.

Una vieja cocina de leña y una despensa y algunos rústicos aparatos de cocina están ubicados en la propia sala de estar separadas por una cortina.

Otro par de puertas entreabiertas revelan sendos dormitorios, uno de ellos con una cama doble que parece ser el de los Goodwin. El otro podría ser el de la joven Sarah. Ni una sola foto,ni un solo daguerrotipo, ni un solo juguete, ni un solo peluche indican nada infantil en este dormitorio. Ni un solo libro, ni un solo juguete, ni un solo cuadro. Un par de arcones está llenos de ropa femenina, y toda ella tiene pinta de haberse hecho en casa o en el propio Monhegan. Pero ni una sola muestra de abandono: los Goodwin cuidan de las cosas de la niña como si ella regresara a casa cada tarde.

La espartana decoración te hace pensar en una celda monacal de algún oscuro ermitaño que quisiera alejarse de cualquier distracción mundanal.

Y fuera oyes la voz de Smith discutiendo con la señora. Quizás va siendo hora de largarse. ¿ o mecere la pena el riesgo de investigar algo mas?

¿En serio no pasan frio con estos cristales en invierno? se escucha la voz de Smith golpeando los cristales con relativa suavidad.
Es un aislante horrible. Mi primo es cristalero. Les podría hacer un trabajo excelente. Podría conseguirle un buen descuento. Piense en lo que ahorrarían en invierno con la calefacción

La señora gruñe algo y parece bastante enfadada pero no alcanzas a entenderla.

-¡Mierda!-

Melvin masculló por lo bajo, frustrado por su fútil inspección y alarmado ante la proximidad de los murmullos. Se quedó congelado por breves aunque eternos segundos en los que rebuscó un lugar donde ocultarse, pero parecía imposible ante la falta de muebles y lo pequeño de la estancia. Los golpes en el cristal, suaves aunque seguramente desesperados, fueron el detonante para que el detective apurara sus pasos con tanto sigilo como pudo. Salió por la puerta del frente, y la cerró con delicadeza antes de alejarse de ella unos metros.

Al aparecer la mujer, Franks tenía sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, y esbozó una amable sonrisa al mismo tiempo que inclinaba la cabeza ligeramente hacia la izquierda. -Buenos días, Sra. Goodwin- dijo, acercándose unos pasos. -Sepa disculpar nuestros modos, pero es que no hemos recibido demasiada cooperación hasta el momento y deseábamos conocer su reacción con respecto a nuestra presencia aquí- se excusó el detective.

-Entendemos que tal vez no desee hablar con nosotros, pero le aseguro que la única razón por la que estamos aquí es porque deseamos encontrar a Sarah tanto como usted y su esposo. ¿Podría ayudarnos?-

Ójala, pero no puedo ayudarles. Ha desaparecido y no se nada. Ya se lo dije a su compañero el policía. ¡Y no quiero cristales nuevos, estúpido yankee! dice agresiva hacia Smith.

Por desgracia la dulce mamá Goodwin parece también una Monhegana típica...

-¡Joder, Smith! ¿Qué es lo que no entienden estos malditos isleños?- maldijo Franks, mientras se alejaban de la casa Goodwin. -No lo entiendo. Es imposible que sobrepongan su estúpida xenofobia ante el deseo de hallar a su hija. Es... ¡imposible!- exclamó, gesticulando con furia. Aún se encontraba ligeramente nervioso por el episodio, pero estaba seguro de que la mujer no les había descubierto.

-Esto confirma mis sospechas Smith. ¡Ni siquiera la madre quiere volver a ver a Sarah! Nadie coopera, y la única persona que parece ser un poco menos obtusa que estos pescadores nos da una seria advertencia- elucubraba, con un fuerte desdén en la voz. -Creo que ya todos saben donde se encuentra la muchacha. No tengo idea de porque habrán llamado a la policía. Tal vez... tal vez Martinson sospeche algo también y quiere que lo descubramos. Después de todo, ambos concordamos en que no es un isleño más. Tiene una casona, vive la buena vida mientras aquí abajo las mujeres y los hombres trabajan duro. Sospecho que esta gente está detrás de algo grande, y nuestro anfitrión desea detenerlos-

Melvin apuró sus pasos fuera de aquella zona repleta de casuchas, deseando subirse a la primera embarcación que encontrase en los muelles y remar hasta Maine, para olvidarse de aquel maldito lugar junto a Harold y un trago de cerveza en el speakeasy más cercano. -Smith, ¿cree que deberíamos abordar el asunto directamente durante la cena de esta noche?- inquirió, alzando la vista al firmamento por instinto, comprobando que aún les quedaba una buena parte del día para trabajar. -Además, ¿cree que tenemos tiempo como para ir al bosque en busca de esos jóvenes?-

Pues yo creo que aquí todo el mundo está completamente chalado. Martinson debe ser el único que debe saber escribir y leer, quizás el heredero de varias generaciones del potentado local, pero la degeneración de los habitantes de esta roca perdida en medio del océano es escandalosa. Acabemos pronto. vamos a dar un paseo por los bosques y abordemos esta noche a Martinson. Y mañana podríamos regresar a Maine. Imagio que la policía dejó de investigar porque se encontraron con esta nula cooperación y decidió, muy juiciosamente, que sus asuntos solo pertenecen a ellos.

Os adentráis en las arboledas, buscando a la chavalería juguetear y hacer de las suyas.

Tras caminar unos pocos minutillos, no tardáis en escuchar entre la maleza el correteo y las infantiles voces de los niños. Pero parecen querer jugar con vosotros. Inmediatamente os acercáis parecen correr en múltiples direcciones entre risas para juntarse un poco mas adelante y aprovechando el subterfugio que les da la espesura del bosque que tan bien conocen.

Smith parece volverse loco y se pone a perseguir a los chavales.
eh, eh!!!! muchachos, esperad... corretea tras ellos sin éxito, pues estos conocen bien la espesura y múltiples recovecos para esconderse.
Os daré caramelos, ¿si? ¿queréis caramelos?pregunta a unos niños que posiblemente no hayan probado el azúcar en su vida pues no parece haber grandes cultivos en esta isla perdida en el océano. Quizás el término "caramelo" no llega a decirles nada.

Finalmente en un alarde de buena suerte una de las niñas tropieza y Smith la alcanza con facilidad. Protesta cuando la agarra del brazo para impedir que se vaya. Vestida con ropas mil veces remendadas y con la cara sucia de barro parece tomárselo como un juego y se calma rápidamente. Tiene unos 12 años.

Son los forasteros.... han cogido a Susan dice una voz infantil desde la espesura y de allí sale un niño con un inofensivo palo.

No la hagáis daño u os atacaré. Soy peligroso. dice el enfant terrible.

El eco de las risas infantiles que emergían de la espesura sacaron a Melvin de sus cavilaciones sobre lo dicho por Smith. Aquellas voces joviales eran como un rayo de luz en la oscuridad estando en aquella isla donde el único alarde de amabilidad era una seria advertencia para que se largaran de allí. El detective no había considerado la posibilidad, pues su estómago captaba malos presentimientos a cada paso que daban, y realmente había generado en sí un deseo de hallar a la niña.

Pero ya nada importaba, pues los niños correteaban a su alrededor, riendo en una invitación implícita para que aquel dúo de forasteros se uniera a su ritual placentero. El periodista no tardó en responder, y Franks le siguió los pasos con una sonrisa en la cara, que resultaba envidiable para cualquier extraño en esos lares, que difícilmente podía llegar al continente y alardear sobre una sonrisa sin mentir.

-Tranquilos, niños, tranquilos- dijo el detective, haciendo gestos a los infantes que se iban descubriendo en los árboles, sin dejar de portar su gesto cálidamente risueño. -Sólo queríamos hablar con ustedes, eso es todo. No queremos hacerles nada, sólo platicar sobre... su amiga Sarah. ¿Qué pueden decirme de ella?-

mmmmm.... Sarah,.... ¡es rubia! ¡y guapa!¡Y muy maja! dice inocentemente y sonriendo.

-Eso me han dicho- comentó el detective, con un cierto aire jovial. Pero aquel muchacho parecía demasiado joven, y si bien continúo hablando, buscó con la mirada a aquellos niños más crecidos, probablemente, los más taciturnos.

-¿Dónde está su amiga Sarah ahora?- inquiere, con el mismo aire de inocencia que exudaban aquellos infantes.