Partida Rol por web

- Muchas gracias, Amelia. Ha sido de mucha ayuda - dijo mientras se ponía el sombrero - ándese con ojo, mientras ese tipo ande suelto, todo el mundo está en peligro... aunque no me cabe duda de que sabe defenderse usted sola.

Leon se sacó la billetera y pagó a la mujer. Luego fue tras Lilian en dirección al exterior del bar. El cuerpo le pedía sacudirse todo el ambiente sórdido y el olor a serrín de aquel sitio.

- Buen trabajo, Myers - felicitó a su compañera - creo que ha sido una noche productiva.

De alguna curiosa manera, William lo mantiene sometido bajo el influjo de aquellas palabras, prefacios que remiten a la Odisea mientras que Alice contempla la escena un tanto estupefacta por la magnitud de lo dicho en pos de las reacciones del Manco. 

No obstante la presencia de aquel guardia no mejora la situación, ni tampoco esa detección abrupta del sujeto en cuestión. Así que un tanto atenta al entorno, rompe su propio silencio para dirigirse hacia sus compañeros. 

- ¿Coche o callejón? - pregunta al desviar la mirada hacia el lugar en cuestión, parecía ser idóneo. Aunque era necesario hacer esto cuanto antes, demasiado la atención están llamando como para seguir dando vueltas. 

Ohhh...mierda. ¿Es que no se puede hacer nada ilegal en este barrio olvidado de dios? Casi parece un chiste, con un poli vagando a solas por la calle. Debe ser un novato, porque ningún oficial de policía haría su ronda a solas por esta zona del conurbano. Es un blanco muy fácil.

-¡callejón, callejón! Distraigan al poli hasta que se vaya – respondo por lo bajo al intentar llevar al manco hacia la seguridad de la oscuridad. Hacia el final del callejón de ser posible.

También espero que las palabras de William perduren en la dislocada mente del proxeneta, que en el peor de los casos podría continuar con la misma perorata de Cintia y sus seis cabezas (¿Una mujer?), el remolino y ese tal poseidón, cuyo nombre es igual a una cantina en el puerto de Boston.

Joseph, con Willie aun sujeto con firmeza, tira de él hacia el callejón y este avanza casi sin rechistar. Ha sido rápido y el policía, que camina distraído, no se ha dado cuenta. William y Alice quedan en la calle y avanzan hacia el guardia.

Sabiendo que es peligroso quedarse en la entrada del callejón, Joseph arrastra al hombre hasta el fondo del callejón. El lugar, es una calle que termina en una pared de ladrillo. A la izquierda puede verse una puerta que supones dará al interior del local Lester’s. en el centro, a media distancia y al fondo hay dos bocas de alcantarilla que rezuman un humo hediondo que te obliga a arrugar la nariz. Y a la izquierda hay un cubo de basura que, sin embargo, parece de adorno ya que todo el suelo está anegado de cajas vacías, comida en claro estado de descomposición, ropa y electrodomésticos que se agolpan en montículos

Aprovechas esta basura para que te sirva un poco de parapeto y apoyas a Willie contra la pared. No tienes mucho tiempo. El hombre murmura por lo bajo. Al inspeccionarle, ves que está en claro estado de desnutrición y la manga de su chaqueta ondea al viento. Sabes que tienes poco tiempo para interrogarlo.

Os atusáis un poco y os arrejuntáis mientras camináis hacia el policía. Estáis claramente nerviosos y el policía, cuando se encuentra a vuestra altura, parece notarlo.

- Buena noches caballero, señorita. ¿Qué hacen solo por estas calles? No deberían ser tan imprudentes, no es una zona segura –

Aunque se muestra amable, podéis notar que está algo suspicaz, fijándose en como os comportáis por si detecta cualquier indicio de problema.

Cuando salís del “privado” en el que os encontrabais, Amelia se despide con una sonrisa picantona y vuelve a su mesa. Os miráis satisfechos con la información que tenéis y veis que, en el bar, los parroquianos que había antes siguen en sus mismas posiciones. La información es valiosa, pero tal vez pudierais conseguir algo más si preguntáis a alguno. Pero también sabéis que tenéis a vuestros compañeros esperando ¿Deberíais apurar un poco más o mejor reunirse con todos?

Al salir del cuartito donde habían mantenido una apasionada relación a cambio de dinero con aquella meretriz, consistente en compra de información, Lilian recordó a aquel tipo. El amigo de Dolezal.

Se acercó a León fastidiada. Habían sacado mucha información, pero podrían haber incidido más en la figura de aquel hombre. Igual Amelia le conocía o podía por lo menos decirles su nombre. Había sido una cagada en toda regla.

- Deberíamos haberle preguntado por él... - Señaló con la mirada al amigo de Dolezal. - No ha sido muy simpático antes y no parece que vaya a serlo ahora. - Suspiró. - ¿Vamos fuera a tomar un poco el aire? - Le preguntó a Wilson.

Ante esta situación de tensión, el señor Taylor dio gracias por el carácter resolutivo de sus compañeros. Todo era tan extraño. La demencia de aquel individuo, un policía haciendo patrulla solo por el Bullicioso Tercero...Además, los periodistas seguían en el interior del Lester's, todavía no habían salido a alertarles de nada. -¿Todo irá bien?- Se pregunto el anciano. El policía se les acercó y la misma pregunta que les hizo a ambos, ellos podían habérsela hecho a él.

-Buenas noches Señor Policía. Muchísimas gracias por su preocupación. Verá, en verdad no solemos frecuentar este barrio demasiado, sin embargo, como veterano de la Gran Guerra conocí en las trincheras a varios soldados que tras compartir ratas y gas mostaza trabamos muy buenas relaciones. No todos ellos tuvieron la misma suerte que yo al volver a sus casas y muchos se refugiaron en este barrio de Cleveland. El Lester's suele ser en contadas ocasiones uno de nuestros lugares de reunión, su carácter decadente y su cerveza asquerosa nos hace recordar el infierno que pasamos en Francia. Precisamente mi mujer y yo nos disponíamos a entrar en él.- Las palabras de William intentaron ser lastimosas, lentas y cargantes. Pretendía con su discurso dar pena al policía y hacerle ver que estaba ante un veterano de guerra. -No querría molestarle pero...¿Podría ayudarnos a cruzar la carretera? En este barrio de locos uno no sabe dónde acecha el peligro.- La intención era evidente, tan solo quería alejarle lo máximo posible del callejón dónde se encontraba Miller y el Manco.

Lilian le trasladó su preocupación por la falta de información sobre "el manco", pero Leon se encogió de hombros.

- Bueno, algo me dice que mientras le agitemos la cartera delante, Amelia estará ahí para darnos la información que queramos, pero creo que por hoy hemos sacado bastante. Algo me dice que la clave de todo este asunto es ese puñetero doctor... en cualquier caso, reunámonos con los demás, a ver por dónde podemos seguir.

Al escuchar las palabras de Miller, asintió con presteza mientras seguía los pasos de William hacia el Oficial que estaba un poco curioso al respecto. Alucinando por la excusa perfecta que aquel hombre ofrecía, intenta seguir el guión magnífico que ejecuta el anticuario a la perfección. - Por favor, Oficial. Sería conveniente. - respondió al manifestar un gesto claro lastimero. 

- Ayúdenos, mi esposo lo necesita. - terminó por decir, aguardando la respuesta del mismo. Cada tanto desvía la mirada hacia Miller, preguntándose si realmente podrá indagar al sujeto que paralizado se encontraba desde aquellos prefacios de la Odisea que le había soltado Taylor. 

Sin tiempo para jugar a las escondidas en medio de la basura y las ratas tomo la iniciativa con el interrogatorio. O hago hablar a este manco o le reviento la cabeza a culatazos de pistola.
Su lamentable estado no va a moverme un pelo. Este tipo es de lo peor y las fotografías de Frank Dolezal lo condenan. Empezaré por ahí...
-recuerda lo que sucederá si no cooperas, recuerda el remolino y los dientes que tragan a los mentirosos. ¿De dónde has sacado las fotografías del hombre tatuado que les has dado a Frank Dolezal? ¡Vamos, dilo! ¿Donde lo encuentro?- le pregunto en susurros de cerca, soportando su hedor y manteniendo el cuento de William sobre sus historias de libros.
Si al menos el policía se fuera rápido... demonios, ¿Nada puede salir medianamente bien en este trabajo?

Os estáis acercando a la salida cuando una voz se alza sobre los demás.

- ¡Eh! ¿Quiénes sois? ¿Policías? –

El hombretón se pone de pie mientras habla y los presentes le miran primero a él y luego a vosotros.

- No me gusta vuestro aspecto. Y no se qué habéis estado haciendo ahí dentro con esa puta, pero no ha sido follar. ¿Quién coño sois? –

Os mira amenazadoramente. El barman permanece inmóvil tras la barra.

El agente sonríe animado.

- Claro caballero, señorita. – Toma a William por el brazo - si me permite – y con un gesto, ayuda al anciano a cruzar la calle mientras Alice les sigue detrás.

- Desde luego no es el lugar más seguro. Imagino que habrán oído lo de ese asesino en serie que actúa por esta zona. Desde luego nada recomendable para gente respetable. –

Finalmente llegan a la otra acera, pero cuando William intenta retirar su brazo, el policía se lo mantiene sujeto con fuerza.

- Fíjese que, sin ir más lejos esta mañana, tres personas han entrado en un piso y han disparado a un tipo. Y sabe lo curioso… la descripción de dos de ellos se parece poderosamente a ustedes –

Cuando dice esto, retuerce el brazo de William y mira de manera inquisitorial a Alice.

- Ahora no haga ninguna tontería o su amigo puede perder el brazo. Van a decirme quienes son de verdad y que hacían esta mañana en casa de Frank Dolezal –

Una mueca de dolor se dibuja en el rostro del anciano cuando el agente aprieta más su presa. la mano libre del agente está apoyada en la pistola reglamentaria.

Willie sigue balbuceando cosas sin sentido. Solo cuando escucha la amenaza del remolino de Joseph parece reaccionar.

- El remolina traga a todos. Caribdis tiene hambre. Y también están sus perros. Jejejejejeje –

Sus ojos se mueven alocadamente en sus cuencas mientras el cuerpo se agita y casi cae de no ser por la presa que mantienes sobre él. Al preguntarle por las fotos deja de reir.

- El doctor los quería y yo no sabía lo que hacía. Pero lo supe cuando me mató jejejejejeje – su cabeza se echa mucho para atrás – ¡Construye perros con ellos! –

Su mente parece quebrada mientras sigue diciendo cosas sin sentido.

Lilian se asustó. Se asustó de verdad cuando escuchó aquel vozarrón, pero sobre todo cuando vio a aquel hombretón ponerse en pie. Eso eran problemas y de los gordos, sólo hacía falta medir el contorno de aquel rufián para darse cuente de que estaban en un apuro. Ella no iba a pelear, no sabía y nunca lo había hecho. Su compañero, Wilson, se le veía voluntarioso, sin duda trataría de protegerla, ella era una chica y el un hombre, debía ser así, pero Lilian no le veía tampoco como un buen combatiente. No quería que le hicieran daño.

- Vamonos, Leon... - Le dijo decidida a encarar la puerta del Lester's y a salir por donde habían entrado sin ni tan siquiera dedicarle una sola mirada más a aquel hombre. 

-¿Asesino en serie? ¿En este barrio? Es terrible, señor policía. Querida, no te alejes de mi.-

-Y en ese caso, ¿cómo es que sus jefes le permiten patrullar solo por este lugar? ¿No sería desde luego mejor para su seguridad y para la de todos que tuviera un compañero junto a usted? La administración ya no se preocupa por quienes se ocupan de proteger y servir.- el señor Taylor sonaba sincero mientras parecía mover la cabeza indignado. Seguía sin entender como un policía podía ir solo y a esas horas por un barrio como ese. Incluso le llegaba a compadecer.

Parecía que todo estaba marchando como la seda, pero no era más que un triste espejismo de la realidad. El policía les había descubierto y según parecía no tenían muchas opciones. Una mano la tenía en la pistola, la otra le estaba inmovilizando. Sólo podía recurrir a su diplomacia y a su imagen, aunque fuera para ganar el tiempo suficiente que permitiera al señor Miller intervenir.

-Disculpe señor Policía, pero mi mujer y yo no entendemos de que nos está hablando. Esta mañana nosotros estábamos desayunando tranquilamente reunidos con varios políticos de la ciudad en el Maxim's de la 8th avenida. Es imposible que pudiéramos estar en ningún otro lado, ni siquiera en la casa del señor que usted comenta. Lamentamos mucho que ese tal Frank como se llame fuera herido pero le aseguramos que no tiene nada que ver con nosotros. Caballero, llevo sin tocar un arma desde el Somme y si no le importa, está usted haciendo daño a un veterano de guerra. Si nos hace algo a mi mujer o a mi, tendré que hacer algunas llamadas a los amigos políticos con los que estuve esta mañana desayunando y créame si le digo que no será para que justifiquen mi coartada si no para algo peor.- intentando resistir el dolor que le hacía el policía, el señor Taylor dramatizó la situación hablando a la señorita McMillan.

-Tranquila Susane, no te preocupes por mi brazo, estoy bien. Este señor se ha equivocado y en breve nos va a permitir entrar en el bar sin crearnos más problemas. ¿Verdad, caballero?-

En este momento prefiero interrogar a maleantes, gente que entiendo y se cómo controlar. En cambio este lunático solo suelta sandeces porque está más loco que una cabra. Seguramente el anciano sepa quién es Caribdis y el remolino del que tanto balbucea.

Tampoco es que tengo tanto tiempo para interrogar al manco si aún no veo señales de mis compañeros. ¿Se habrán librado del policía? Maldición…este caso es una porquería…

¿Quién es el doctor? – pregunto al coger por el brazo al proxeneta -¿Y cómo es eso que te mató? ¡Si aquí estas, respirando! – añado, con algo de falta de paciencia.

Mis preguntas susurradas de poco sirven cuando el tipejo parece convulsionar, tal vez por su lamentable estado o por su condición mental. ¿Un doctor que construye perros con sus víctimas? Me suena a un taxidermista o alguien hábil con el bisturí. No podría estar tan errado. No podría…