Partida Rol por web

¡Eh!¡Eh! ¡Tranquilo! ¿De acuerdo? - El extraño individuo retrocedió con las palmas de las manos abiertas e interpuestas entre él y su frustrado cliente. Aunque alarmado y en guardia, sobre todo al ver cómo Jake llevaba su mano a la espalda, no quedó impreso en su rostro ninguna muestra que reflejase miedo.

Creí que el pequeño no hablaba en nombre de todos, sólo es eso. -  Escupió entre los dientes hacia un lado. La mucosidad, o lo que fuese aquello que salió de su boca, cayó muy cerca un viandante de edad avanzada que pasaba junto a él cargado con un saco en el que se adivinaban diversas hortalizas. El anciano, al ver el aspecto del desconocido y al no conocer de nada a los tres compañeros, imaginó que algo turbio se cocía e hizo bien en escuchar a a su instinto y dejar pasar alegremente aquello, pues de poco valía enfadarse y acabar con un puñal entre las costillas. 

Nada, que os vaya bien. Y bienvenidos a Venatus. - Prosiguió aquella especie de mendigo. - Si me permitís un consejo, forasteros, aquí en Venatus no se suele amenazar tan a la ligera a los desconocidos. - Sonrió, dejando ver la escasa y amarillenta colección de piezas dentales que aún seguía sujeta a su mandíbula. - Por educación, ya sabes. - Se despidió con una reverencia burlona y se alejó por donde había venido obligando un par de jinetes que llegaban calle abajo a esquivarlo para no arrollarlo. El mendigo, lejos de responder a los insultos de los dos jinetes, ni siquiera se dignó a volver la vista y continuó su peregrinar entre los lugareños buscando otro cliente más interesado en sus productos.

Quedémonos a observar desde acá, Balakar.  Por si necesitaran ayuda. 

Se quedó entre los tendejones, con un ojo puesto en el gato y otro en el garabato.  Intentó adivinar las intenciones de aquel hombre que se les acercaba.  Los desaseados luego son los que tienen el espíritu más limpio.  Recordó.  ¿Este? 

 No tenía ni idea.

Regruñí ante la advertencia de la elfa sobre sus mercancías y las dejé estar. Había pensado que, quizás,se pudieran usar como arma para envenenar a nuestros adversarios o, como mínimo, desvanecerlos. Las calles estaban atestadas y los nativos serpenteaban entre los carromatos sin pensar en su propia seguridad. Solo por voluntad de Moradin no habíamos acabado a los pies de los caballos, a pesar de algunos intercambios de pullas con los carreteros a voz en grito, acompañados de gestos y ademanes.

Por suerte, Zafira se movía con soltura en aquel maremágnum, como si todos aquellos obstáculos solo lo fuesen para gente como yo. Así que conjugando un razonable uso de los codos con el seguimiento de su estela cómo si fuese un sabueso, pude moverme tras ella. Y así fue como, mientras curioseábamos frente a un puesto,la elfa llamó mi atención con un empujón, dirigiendo mi atención hacia la escena que se desarrollaba unas calles más allá. Desde nuestra posición no podíamos entender bien lo que estaba pasando y aquello me estaba preocupando.

- Zafira, si necesitan ayuda dudo que podamos hacer algo desde aquí.- Eché mano de mi hacha, lista para ponerla a trabajar. - Sugiero que termines con tus negocios cuanto antes. Quizás no tengas tiempo luego.

Fruncí el ceño al comprobar que no se veía a Freya ni a Aldar. Sin embargo, fue la presencia de aquel vagabundo lo que erizó los pelos de mi barba.

Aunque en un principio la situación que se desarrollaba más allá del mercado podía haber pasado por la de un simple vagabundo pidiendo algunas monedas para sobrevivir, lo cierto era que, tras observar detenidamente la actitud y los gestos de sus compañeros y la del misterioso desconocido, la intuición de Balakar acabó siendo la que más se acercaba a una posible realidad; o al menos así apuntaban las reacciones de los implicados en la misma.

Tras el breve intercambio de palabras que tuvo lugar, fue Jake el que primero dio muestras de que algo extraño pasaba. Éste, al echar la mano hacia la espada y más concretamente al cinto, lugar en que solía portar una espada corta, dio a entender que lo que el mendigo decía no le había agradado lo más mínimo. Puede que fuese por aquel rápido gesto de su compañero que el mendigo retrocediese unos pasos, interponiendo las manos entre su cuerpo y el enfadado Jake, para a continuación rascarse la cabeza con cierta chulería y escupir de forma grosera hacia un lado.

Si el desconocido dijo algo más, Balakar y Zafira sólo pudieron imaginarlo, pues inmediatamente después el supuesto mendigo se giró y se alejó de los tres compañeros cruzando de forma descuidada la calle, tanto que de milagro no fue atropellado por dos jinetes que hubieron de refrenar sus monturas para evitar una desgracia. Estos, como era muy habitual, llamaron de todo al mendigo, pero éste no hizo la menor señal de de haberlos escuchado o de sentirse ofendido, ´no alterando su paso ni una pulgada y prosiguiendo su camino hasta perderse en la multitud.

Todo sucedió muy rápido. Asdra, aunque temerosa, estaba acostumbrada a este tipo de desagradables escenas pues en el prostíbulo donde se había criado era algo común. 

- Gracias.- Aunque pensaba que la violencia siempre traía violencia como respuesta, la verdad es que Asdra agradecía a Jake el haberse interpuesto en medio. Sabía arreglárselas muy bien sola pero la fuerza de un hombre, y su juicio nublado a causa del alcohol, podía ser siempre peligroso. La despedida del hombre no dejaba lugar a dudas.- Tendremos que andarnos con los ojos bien abiertos a partir de ahora.- Con un  rápido gesto escondió una daga en su manga, pro si las moscas. Le daba rabia que todo hubiera ido tan bien hasta ahora, pasando desapercibidos, para que aquel gañan les supusiera un problema.

Me había parecido escuchar algo arriba, unos pasos que aumentaban en velocidad, para luego detenerse. ¿Se trataría de la menciona sobrina de Bloermund?

El hombre sólo se mostró lucido al escuchar la propuesta de Aldar, la cual pareció abrir un cielo ante él. Atónito nos preguntó si realmente haríamos algo así, ante lo que rápidamente asentí, viendo como el ebrio tendero trataba de descender del mostrador mientras aceptaba que nos retribuiría bien aquel favor.

Terminó por topar sus muletas sobre el mostrador, respondiendo a la cuestión lanzada sobre su sobrina, escuchando nuevamente aquellos amortiguados pasos que cambiaron de dirección. Mientras el tendero nos contaba dónde esta se encontraba, oí claramente como aquellos pasos sonaban hacia la derecha, descendiendo una escalera.

Fue entonces cuando la puerta se abrió de par en par, pudiendo ver ante nosotros a una chiquilla de rostro taciturno y escasa y desgastada vestimenta que no dejaba nada a la imaginación. Por un instante sentí lástima por la niña, pero esta no se achantó ni un segundo al vernos, al contrario; decidida se acercó a Aldar, pidiéndole explicaciones de un modo casi agresivo.

Fruncí el ceño, malhumorada, al ver cómo el explorador sonreía ante la presencia de aquella mocosa desnuda; aunque no tardó en mirarme y borrar aquel gesto de su cara.

Ya van varias, me las vas a pagar todas juntas.

Alzando su mirada para después girarse, respondió a la pregunta de la niña, interrogándola después acerca de los extraños sucesos de la tienda. Aquella niña me daba muy mala espina, sin duda debía ser ella quien se encontrara arriba, tal y como había señalado Bloermund, con lo cual era muy probable que nos hubiera estado escuchando; de ahí ese mal humor, le estorbaba nuestra presencia.

- ¿Quieres ponerte algo encima, por favor? – pedí a la niña, tratando de hacerlo del modo más tranquilo posible, mirando después al tendero. – No debería dejar que su sobrina se pasee así por la tienda, ya es una mujer. – le dije antes de devolver mi mirada a la chiquilla. - ¿Y ese vino? ¿Siempre te encargas tú de dárselo a tu tío? – añadí lo más amablemente que pude.

La tensión que Jake ejercía sobre la empuñadura de su espada fue disminuyendo poco a poco a la vez que aquel mendigo se iba alejando.

Los comentarios irónicos con los que se despidió fueron respondidos por “Sully” con la más absoluta indiferencia. – Si fueran otras circunstancias ya te borraría yo esa jodida sonrisa..., pensaba para sí mismo mientras su mirada quedaba fija en el individuo.

-Bien…, ya hemos hecho lo que teníamos que hacer… marchémonos de este puto pueblo…, comentó a sus compañeros sin ver la necesidad de girarse hacia ellos. – Mantened los ojos abiertos…, no me fio de ese bastardo… 

La tranquilidad del mendigo y el borracho pese a los evidentes gestos que amenazaban violencia por parte de Jake encendió las alarmas de Avlin. O bien aquella era una situación más común de la que sugería el barrio en el que se movían, o allí se estaba cociendo algo.

Ivvy se removió inquieta entre las ropas del gnomo e hizo su aparición de forma disimulada tras su nuca, mostrando su lengua bífida. Ella también lo sentía.

Inquieto, trató de averiguar qué era lo que se le estaba escapando, qué era lo que despertaba su instinto...y el de Ivvy.

¿Un amigo de mi tío? - Preguntó con forzada incredulidad. - Mi tío no tiene amigos. ¿Verdad tío?- La chiquilla se detuvo a una distancia prudencial del mostrador mirando con el ceño fruncido a su tío.

Si la consciencia de lo que sucedía a su alrededor ya estaba puesta en entredicho por lo turbado de su mente, más quedó aún ésta cuando Elmyra apareció tras la puerta. El tendero, que tenía que haber sido por fuerza alguien despierto y valeroso para haber sido compañero de aventuras de Corum, simplemente quedó anulado, empequeñecido, encorvado por el miedo tras una simple mirada de reprobatoria de su sobrina.

Co...Corum… mi vida. ¿No...no recuerdas? Mi amigo… - Balbuceó, dubitativo, a duras penas. Todo su coraje y la poca vida que Aldar y Freya habían visto en sus ojos cuando se habían ofrecido para acabar con los fantasmas simplemente había desaparecido de un plumazo.

¿Ese bueno para nada? - Inquirió voz envenenada y cargada de desprecio. Aquí no es bienvenido, sin embargo no diré que no a lo que tengáis que vender o queráis comprar. Puede que la tienda no esté en sus mejores momentos, - continuó sin inmutar ni una pulgada su rostro contraído por el enfado, - pero a este negocio le queda mucha vida aún. No es todo lo que se ve.

¿Así que eso os ha dicho, que desaparece el material?- La pregunta, que no era tal, iba dirigida a los dos aventureros, no obstante los ojos de Elmyra no se separaron ni un momento de apocado Bloermund. - ¿Fantasmas? ¿Qué más tío? - Elmyra rió abiertamente con una estridente carcajada. ¿Y vosotros le habéis creído? - Negó con la cabeza y dio un par de pasos hacia adelante tras cerrar la puerta que quedaba tras ella. Los únicos fantasmas que hay aquí son los que hay dentro de este pellejo. Aquí, en este vino, es donde ha desaparecido todo ese material del que habla mi buen tío. Hace meses que no para un carro frente a esas puertas.

Cuando Freya pidió a la joven si podía cambiarse de ropa, ésta se limito a encogerse de hombros y forzar una sonrisa que no pasó de una grotesca mueca en sus labios. Su tío, que prácticamente había quedado petrificado desde que Elmyra había mencionado que Corum no era bienvenido en la tienda, ni siquiera reaccionó a las palabras de la mujer.

Esta es mi casa, - respondió, - y no veo que tu amigo haya puesto muchas pegas por mis ropas. - De nuevo aquella falsa sonrisa, esta vez acompañada de un guiño pícaro más propio de una meretriz.

¿El vino? No, él se sirve lo que quiere, siempre lo tiene a mano, como sus muletas. ¿A qué viene esa pregunta? - Preguntó con el ceño fruncido. - Me extraña que se lo haya dejado arriba, por eso se lo traigo.

De nuevo, proveniente de la planta superior, Freya captó algo un leve crujido de la madera. Podía haber sido algo natural, un estallido propio de los hinchados y viejos tablones que conformaban el techo de la estancia, sin embargo la mujer juraría haber distinguido un golpe apenas perceptible, como si unas botas o algo pesado se hubiese caído desde poca altura. Al segundo, otro crujido, esta vez más grave. Sí, aquello no podían ser simples crujidos de la madera al dilatarse. Eran crujidos de presión.

Pasada la tensión inicial por aquel intercambio de palabras y amenazas veladas, los tres compañeros que se dirigían a la tienda de suministros pudieron relajarse un poco, sólo un poco. Lo que tuviese que pasar no sucedería ni allí ni en aquel momento; ¿qué podría pasar en la vía más transitada de Venatus y a plena luz del día que no fuese un atropello? Nada, absolutamente nada. Otra cosa, y de aquello estaban seguros todos los que habían sido testigos del encuentro, es que aquello se hubiese dado en la zona sur de la villa a una hora en que la única luz es la proveniente de las pocas antorchas que iluminan las calles, las cuales, lejos de ayudar, sólo sirven para confundir al crear un desconcertante entorno de sombras en movimiento. 

Ivvy también se tranquilizo una vez el aroma del sucio mendigo se disipó de los alrededores, quedando sólo el de las olorosas rosas que crecían tras su amo. Fue entonces, justo cuando iban a retomar el camino, cuando Avlin captó por el rabillo del ojo una silueta conocida: Balakar. Al otro lado de la calle, justo por donde ellos habían venido, se encontraba el enano, observando todo con mirada fiera y una mano apoyada en el mango de su hacha. Aunque les separaban unos ciento cincuenta pies, era evidente que su amigo no había perdido detalle de aquel suceso. A su lado, Zafira, conversaba con una tendera mientras lanzaba frecuentes miradas hacia los tres compañeros.

En seguida quedó claro quién llevaba las riendas en aquella relación tío-sobrina, lo que hacía que aquella mocosa fuera cada vez más sospechosa. Lo más curioso es que ni siquiera se esforzaba en disimular demasiado, o es que se sentiría muy segura de sí misma, pues no endulzó su carácter ni un ápice. Al contrario.

“No es todo lo que se ve.” Como tú, ¿Verdad?

Rápidamente se mostró incrédula ante la historia de los fantasmas, culpando al vino de crear estos en la mente del tendero, diciéndonos que hacía meses que no paraba un carro por allí.

Por supuesto, al pedirle que se vistiera se negó a ello alegando estar en su casa; ante lo cual no tenía mucho que argumentar, a parte de que aquello hacía que el lugar pareciera más un sucio burdel que un lugar de aprovisionamiento. Callé, no queriendo remover más las aguas, pero las siguientes palabras de la mocosa provocaron que apretara mis dientes, furibunda.

Pedí a mi dios paciencia, temiendo por un momento partir mis muelas, sobretodo al ver a la chiquilla guiñar el ojo de aquella manera. Terminé por darle la espalda, dando algunos pasos atrás mientras mi rabiosa mirada recaía un momento sobre Aldar, tras lo que traté de aflojar mi mandíbula y resoplé en silencio.

Mientras lo hacía, la chica respondía acerca del vino, pero en ese momento algo llamó mi atención; haciendo que me detuviera en seco. Fruncí el ceño y alcé la mirada ligeramente hacia arriba. Parecía ser un golpe lo que había escuchado, puede que simplemente algo hubiera caído, pero entonces se volvió a escuchar otro crujido.

- ¿Y dice que nadie más vive con ustedes, verdad? – me giré repentinamente, haciendo aquella pregunta a Bloermund, para después mirar a la chica. – Entonces... ¿Quién de los dos me va a atender? Quizás tú estás más lúcida para ello.

Me giré hacia Aldar, dando la espalda a la niña, mirando un par de veces hacia arriba para indicarle que había escuchado algo en el piso superior.

- Ya que la muchacha no quiere vestirse, será mejor que salgas y tomes un poco el aire, distraído no me sirves de mucho. – dije al explorador, antes de volverme nuevamente hacia la niña. – Puede que él no ponga pegas por tus ropas, pero no hemos venido a eso, sino a vender. Y cuanto antes vendamos, antes nos iremos. – apunté de forma intencionada, deseosa como se la veía de que nos fuéramos de allí.

Zafira se dispuso a encontrarle cliente en el mercado a su Vae-Vae, y su Siriena.   

Vendiendo la mitad, dos dosis de cada una, me podré conseguir unas 18 piezas de oro en total creo, quizá más.  Y con eso seguro que me puedo conseguir un pergamino para curar heridas, aquí o en Pateacaminos.  Con tanto peligro en el camino, seguro que alguno lo va a necesitar, tarde o temprano. 

Al abrir su morral, Zafira se fijó en aquel naipe mágico que le habían dado hace unos días.  Buscó en éste signos que le apuntaran a algún contacto en la Resistencia.  A la vez, buscó entre los puestos del mercado alguno que tuviera algún signo discreto que señalara algún punto de contacto, algún pañuelo púrpura amarrado de cierta manera, alguna pieza de decoración que hiciera referencia al naipe, algo así.  

De encontrarlos, a ellos serían a los que les daría los compuestos herbolarios, en trueque por un pergamino de salud, si. De esta manera, además de conseguir recursos para su viaje, les estaría dando herramientas a estos grupos para su necesaria acción de espionaje y sabotaje. 

¿Veo, veo algo? 

La reacción de la "niña" me hizo torcer el gesto, mordiéndome el labio por dentro mientras mis ojos paseaban aburridos por los estantes del lugar. Era mi oído el que hacía todo el trabajo, atendiendo a las palabras que recorrían el local mientras mi cuerpo reposaba en actitud desganada.

Me llamó la atención que negase incluso que su tío tuviera amistades. Enarqué una ceja, casi imperceptiblemente, como un acto reflejo, imaginando el tipo de vida que tenía ese hombre. Alcoholizado, perdiendo la cabeza, con un negocio que iba a pique, y sin una sola amistad más allá de su sobrina. Más allá de su sobrina... Dependiente de ella, más bien. ¿Acaso era a lo que jugaba la cría? Un viejo aislado del mundo, sin fuerzas para defenderse ni lucidez para ver lo que esté pasando en realidad. Habría que ser muy cruel para algo así, aunque vista la actitud de la mocosa, no descartaba algo así.

Expulsé aire por la nariz con sorna, al oír a la cría afirmar que el amigo de su tío no era bienvenido a la tienda. Mis labios se curvaron en una sonrisa sarcástica. ¿Acaso el establecimiento no pertenecía a Bloermund? ¿Quién era ella para decidir quién podía o no entrar? Claro que en seguida se puso práctica y mostró interés en la venta que proponíamos, asegurando que el negocio contaba con vida aún, que no era lo que parecía.

Pues lo que se ve está bien muerto... -Rezongué con desgana, entre dientes, aunque a un volumen lo suficientemente alto como para que llegase a oídos de la muchacha.

También negó la desaparición del material, así como las historias de fantasmas, y se atrevió a acusar a su tío de gastar su "fortuna" en el vino. Si no fuera porque la habíamos visto traerle el pellejo al viejo, hasta me habría planteado la veracidad de aquella acusación. Pero si el problema del negocio fuera que ese hombre se abandonaba al alcohol, estaba seguro de que una buena sobrina estaría haciendo todo lo posible por quitar esos pellejos de su alcance.

Mi cabeza comenzó a pensar en las muchas posibilidades que tenía aquella conversación. Réplicas a la afirmación de que aquella era su casa, recordándole que era un establecimiento abierto al público y que, vistiendo así, más parecía un burdel que una tienda de suministros; y también el hecho de que, en todo caso, sería la casa de su tío, no la suya. También pensé en recriminarle que me mentase a mí para defenderse de su falta de pudor, planteándome si decirle directamente que vestía como una "cualquiera" a fin de provocarla y cabrearla. La gente enfadada suele decir cosas de las que luego se arrepiente, es complicado mantener la mente fría y contener la lengua.

Sin embargo, no alcancé a decir nada de cuanto pasaba por mi cabeza. No, porque Freya se giró hacia mí, señalando hacia arriba con la mirada, sin que terminase de entender qué quería decir exactamente. Era muy posible que hubiera oído algo, aquello tendría sentido dado que la bárbara había preguntado si vivían solos ellos dos. ¿Alguien más en el piso de arriba? Era perfectamente posible. Puede que tuvieran más familia, o que la cría, ya de por sí poco cubierta, estuviera pasando el rato con algún "amigo". Mas no fue eso lo que contuvo mi lengua, ni la que me hizo abrir los ojos desmesuradamente por la sorpresa. Fueron las palabras de Freya, instándome a salir a tomar el aire, acusándome de estar distraído.

¿En serio...? -Me quejé, incrédulo, frunciendo el ceño mientras me apartaba del mostrador de un empujón. Dándome la espalda, le daba la razón a la mocosa respecto a que yo no hubiera puesto pegas a su escueta vestimenta, para mi desconcierto. Lancé un bufido, molesto, y me ajusté el arco a la espalda, sacudiendo mi capa con gesto airado- Lo que tú digas... -Acepté a regañadientes, dirigiéndome a largas zancadas hacia la salida.

Salí a la calle malhumorado, evitando dar el portazo que me entraban ganas antes de pisar el suelo embarrado del exterior. Me calé la capucha de la capa, observando alrededor, y caminé despacio en dirección a los caballos. Había sido excluido de aquella conversación y de la investigación que formaba parte, pero eso no iba a lograr que descartase las precauciones habituales, como tampoco me impediría echar un ojo por mi cuenta.

Antes de entrar, no nos habíamos molestado en investigar los alrededores como merecía. No teníamos información de primera mano de lo que estaba sucediendo, de modo que no tenía sentido. En ese momento, en cambio, me interesaba conocer más acerca de Suministros del Pateacaminos. Emplazamiento, posibles entradas y salidas, si la planta superior contaba con algún acceso más, aparte del interior de la tienda. El lugar debía haber sido una taberna, anteriormente, lo cual significaba que su estructura debía ser algo distinta a lo esperable de un local comercial. Peculiar. Alcé la vista hacia las ventanas del piso superior, queriendo saber si había algunas abiertas y si se podía ver algo por ellas, quizás aguardando desde el otro extremo de la calle.

Al menos, mientras me mantuviese ocupado en eso, no pensaría en el desplante de Freya.

Con calma y disimulo, Zafira echó un vistazo dentro de su zurrón para comprobar si la carta mostraba algo fuera de lo normal, algo que en efecto hacía. No le costó en absoluto descifrar a la elfa las indicaciones que el naipe le proporcionaba gracias a las flechas que conformaban el interior de éste. Ahora, de un vivo color anaranjado, señalaban hacia su espalda.

Al volverse la druida comprendió inmediatamente hacia dónde apuntaban: un puesto donde una anciana envuelta en pañuelos de vivos colores ofrecía leer el futuro a cambio de la una pequeña limosna. El tenderete no era gran cosa y bien podría haber pasado desapercibido para ella y Balakar debido al gran número de puestos comerciales de los alrededores y a que éste se encontraba prácticamente oculto entre dos grandes carros cargados con hortalizas de los cuales se surtían los puestos vecinos.

Como si la mujer lo hubiese intuido, ésta cruzó durante unos fugaces instantes su mirada con la de Zafira. Sí, no haía duda, ella también la había reconocido.

- Balakar- llamó Avlin sonriente saludando con su menuda manita- oh, Balakar, tenías que haber visto el templo, era magnífico. Allí nos recibió un monje muy amable que me ha pedido que escriba acerca de nuestros viajes, ¿sabes?... 

El gnomo seguía con su cháchara incesante, relatando al enano todos los pormenores acaecidos durante su separación mientras Jake y Asdra descendían de los caballos para encontrarse con sus compañeros.