Partida Rol por web

Tras dar una vuelta, uno de tus sicarios regresa con un gesto de alarma

- Jefe, creo que se nos han adelantado. Hay un guardia, pero está muerto. Lo han degollado.

- Démonos prisa. - digo avanzando hacia el muro en línea recta mientras me calzo una gorra tapándome la cara con la visera de la misma. Poneros los guantes y cubríos las caras. No quiero que nadie deje ni una sola huella en el lugar.

- Lo último que necesitamos es a la policía detrás nuestra por algo que ni siquiera hemos hecho. - pienso.

Al pasar por la entrada, ves que lo que ha dicho el sicario es cierto; hay un guardia privado tirado en el suelo, en mitad de un charco de sangre. Tiene el cuello rajado, así que la causa de la muerte es obvia.

Nada mas llegar al salón, oyes el grito de un hombre, que viene de arriba.

Al oir el grito saco la Desert Eagle y acudo raudo al piso superior.

- ¿Que cojones está pasando aquí? - me pregunto mientras subo las escaleras a toda prisa.

Cuando llegas a la azotea, te encuentras con lo que está ocurriendo. Carlos está atado al borde de la azotea, con la espalda apoyada sobre la repisa de la azotea a modo de improvisado altar. Tiene un corte en la cara, y está pidiendo auxilio, pero no ves por ningún lado al causante de su estado

Hay alguien escondido detrás de una salida de aire acondicionado; no puedes verlo claramente, pero su sombra se recorta sobre la luz de la luna

- Será mejor que salgas de ahí. - digo apuntando a donde se supone que está escondido el fulano o fulana resposable de todo este estropicio. No volveré a repetirlo.

Oyes una risa femenina, y una mujer sale del escondite. Es mestiza, mitad hispana mitad norteamericana, de talla media, ni alta ni baja, morena, de ojos marrones y cuerpo escultural. Va vestida con una falda vaquera corta, zapatos de tacón medio y una blusa blanca con algunas manchas de sangre. Tiene un ligero parecido con Salma Hayek.

Sale con los brazos en alto, sujetando en su mano derecha lo que parece un elaborado cuchillo de hoja negra. ¿Obsidiana, quizás?

- Tranquilo, machote. No soy ninguna amenaza para un tipo duro como tu...

Sonríe, y no parece para nada asustada o preocupada. Su voz suena lánguida y sensual, con un ligero acento hispano.
 

- ¿Quién eres y que haces aquí? - le pregunto a la mujer sin dejar de apuntarla y sin perder de vista al "prisionero".

La mujer se acerca un poco más, sin bajar las manos, pero sigue sonriendo y sin parecer para nada intimidada

- Me llamo Orlanda. Sobre que que hago aquí... supongo que lo mismo que tu, cariño

- Orlanda, ¿eh? - digo. No me suena tu nombre. Y si no me suena es que no eres de aquí.

- ¿De donde vienes? ¿Por qué ahora? - le pregunto. Y deja de avanzar de una puta vez si no quieres acabar con una bala alojada en el cerebro. Túmbate boca abajo en el suelo y pon las manos en la nuca sin hacer movimientos raros ni bruscos.

- ¿De quién será Hija? - pienso.

Si es hija de uno de los Dioses Aztecas la respuesta a la segunda pregunta es obvia. No obstante tenía que preguntarlo.

Sin perder de vista a ambos me dirijo al prisionero.

- Dime tu nombre.

Orlanda mantuvo su sonrisa, sin alterarse lo más mínimo, pero tampoco iba a obedecer a aquel matón

Percibes un movimiento sutil en el suelo, justo debajo tuyo, y cuando te quieres dar cuenta, una vaina rompe el pavimento e intenta enredarte el brazo en el que sostienes la pistola. Orlanda se rie y baja los brazos, sosteniendo la daga de obsidiana con intención de usarla

La vaina es demasiado gruesa y te aferra la mano con fuerza, impidiéndote utilizarla. Orlanda aprovecha el momento para moverse hacia su objetivo... que no pareces ser tu, sino Carlos.

Intento soltarme nuevamente mientras me concentro en mi interior.

- Hey preciosa. - digo para llamar su atención. No deberías dar la espalda a un hombre armado.

Una vez capte su atención suelto el fogonazo para dejarla ciega con la esperanza de que la vaina que me aprisiones también se vea afectada.

- ¡Ah!

El tremendo fogonazo pilla de imprevisto a Orlanda, que retrocede a ciegas hasta dar con su espalda contra el conducto en el que se habia escondido previamente. La planta te sigue constriñendo la mano, pero parece que ahora dispones de unos instantes más para intentar liberarte

- Bien hecho. - pienso. Ahora a liberarte de esta cosa.