Partida Rol por web

Jóvenes, vosotros que tenéis mejores piernas, podéis darle una buena patada? Os cubriré con mi arco. Dijo en voz baja.

El viejo estaba algo nervioso. Sabía que si había alguien o algo, habría sangre. Rogaba a la diosa que no fuera la de sus compañeros.

Ya empezaba de estar alto de tantos rodeos,no estaba dispuesto de estar mas tiempo a fuera.Escucho la voz de su viejo compañero"eso era lo que esperaba un pequeño empujon" y cojiendo un pequeño impulso meto una patada a la puerta.

No está completamente de acuerdo con entrar a patadas en la torre, pero antes de que pueda decir nada ya ha retumbado el primer golpe de Menthor. Inspirando con fuerza contrae los músculos de su pierna y descarga la energía a través de la planta del pié contra la puerta del edificio.

El vejete puso una mano delante de sus ojos un instante, pues no quería ver la escena de dos fortachones jóvenes dando pataditas de nena.

Por los dioses!

Unos fuertes ruidos desde la zona donde estan tus compañeros llegan a tus oidos y puedes deducir que son golpes a una puerta.

Menthor propina una patada a la puerta pero esta resiste, seguidamente el monge lanza una patada y la puerta cae a bajo rota por las visagras. La entrada de la casa da a un pequeño salón-comedor con una
chimenea apagada. La habitación está totalmente a oscuras. Dentro de la estancia hay una mesa de madera alargada y un par de tablones para sentarse a cada lado. Junto a una esquina hay tres barriles apilados. Y en la pared opuesta una ventana con contraventanas.

Rapidamente veis aparecer por la puerta de vuestra derecha a dos hombres unos con un turbante en la cabeza y otro con un yelmo con lo que parecen dos cuernos.

- Quien sois vosotros y que haceis aquí - os dice el del Yelmo, mientras el hombre del turbante grita una nombre.

- Leila, tenemos compañia -

Intento abrir la puerta a pesar de que al principio está reticente de que le abra de par en par. Uso nuevamente el shuriken y consigo mi objetivo. Espero que mis compañeros abran la puerta y esto no tarda, entonces mientras los que hablan se deciden a actuar, yo me meto dentro del lugar y me cubro con la mesa.

El elfo sabía que había que lograr desconcierto para que les diera tiempo a colocarse en el combate.

Queremos hablar con Leila. 

Consigues entrar por la ventana y puedes ver que la entrada de la casa da a un pequeño salón-comedor con una chimenea apagada. La habitación está totalmente a oscuras. Dentro de la estancia hay una mesa de madera alargada y un par de tablones para sentarse a cada lado. Junto a una esquina hay
tres barriles apilados. Y consigues oir una palabras que parecen venir de la puerta que hay frente a la ventana por la que has entrado. - Cuando estemos en Puerto Poisson pienso estar borracho durante varias semanas. Este frío es insoportable. Tengo ganas de volver a Isla Bor y dejar atrás esta tierra inhóspita y fría. Cúrate bien esa herida que te hizo aquel monje si no quieres que se te infecte, Magul. Qué gusto da ver en acción a los Guardianes sombríos en combate, ¿eh?. ¡Cómo cayeron esos condenados monjes!...ja, ja, ja. Aunque espero que Fusagus nos pague pronto con coralinas para gastarlo todo en la Isla Bor. -

Entro con un sigilo asombroso y que no me lo creo ni aun cuando lo estoy haciendo, cierro la ventana para no dejar huella alguna de mi presencia y pasar disimulado cuando entren mis compañeros, o quizás ellos también puedan entrar desapercibidos.

Justo en el momento que cierras la ventana escuchas un fuerte golpe en la puerta, deduces que es una patada, y seguidamente otra mas y la puerta cae a bajo rota por las visagras. Tu estas en penumbra debido a la oscuridad de la casa por lo tanto tu puedes ver a Loy en la puerta junto con Menthor y Zaius detras. Tras caer la puerta ves aparecer por la otra puerta que hay en la habitación a dos hombres unos con un turbante en la cabeza y otro con un yelmo con lo que parecen dos cuernos. Es evidente que no se han percatado de que tu estas dentro.

- Quien sois vosotros y que haceis aquí - os dice el del Yelmo, mientras el hombre del turbante grita una nombre.

- Leila, tenemos compañia -

"Esto es lo que pasa cuando entramos con sigilo...", pensó el monje. Afortunadamente Zaius fue el más rápido y no tardó ni medio segundo en dar una respuesta apropiada a la situación.

"Muy agudo", pensó el monje. Las posibilidades de que se creyeran la estratagema eran muy reducidas, pero por lo menos les dejaría confundidos durante unos segundos. Tendrían que reaccionar rápido.

Así, para dar fidelidad a las palabras de Zaius, permaneció en silencio, mirando fijamente a los hombres sin cambiar la expresión de su rostro. Que vieran que no le extrañaban las palabras del clérigo, que efectivamente le parecían lo más normal del mundo y que sí, querían en efecto hablar con Leila.

Una muchacha vestida con con un camisote de malla y con un recogido muy peculiar aparece al momento de la llamada del hombre del turbante. - Me buscais a mi? no os conozco de nada decidme vuestros nombres, solo sois vosotros tres? - pregunta la Leila.