Partida Rol por web

Henry guardó un ominoso silencio. Allí estaban en juego las fuerzas de la ley, representadas por el detective y el sheriff del pueblo, por lo que no ha lugar para alguien de su pelaje. Por tanto se acercó prudentemente a Anna, y procuró permanecer en segundo plano. Es posible que le quitaran el arma al profesor, y que reprimieran su conducta, pero supuso por el tono y las palabras de Burton que no pasaría a mayores y todo quedaría entre profesionales. En cualquier caso, aquel era uno de esos momentos en los que el joven Carter se hacía pequeño y desaparecía, sintiéndose fuera de lugar, así que esperó a que la situación se resolviera para poder continuar con la investigación

Me quedé congelado con el rifle en la mano ¿Cómo podía haber sido tan torpe? Ahora tenían un problema y un agente muy nervioso exigiendo mi arma. Eso era algo que no estaba dispuesto a aceptar, pero debía hacer algo para pasar esta situación.

- Le pido disculpas agente por mi reacción pero me pareció ver alguien arrastrándose por la parte de atrás de la casa y sabiendo que el pobre Hodge ha desaparecido, no me sentía cómodo llendo a investigar sin un seguro. Con su permiso y para evitar lios, puedo devolverla a nuestro vehículo de donde no volverá a a salir y si hace a bien de acompañarme, podremos ver que quien sea que se haya movido, no sea el que le ha hecho daño a uno de sus conciudadanos. –

Sabía que me la estaba jugando mucho, pero no me quedaba otra.

-Disculpe agente... -digo con un tono apocado para no importunarle -mi nombre es Ana Vixen. Yo, que había llegado primero  junto al profesor Carter, también le había dicho a Berford que habíamos dado voces y nadie había contestado. Algo malo podría haberle pasado al señor Hodges mientras hablamos...Oímos en el pueblo que en las colinas habían quemado a gente, así que, tal vez estemos exagerando un poco, porque no estamos en las colinas, pero ha sido mi culpa por despertar el espíruto protector de mi amigo.

- Está bien. Guarde eso. No lo quiero ver por ahí con un arma en las manos, ¿me oye? - Ordena el Sheriff Burton señalando al maletero del vehículo y mirando fíjamente al profesor.

Cuando acaba de hablar, pone sus manos en la cintura y se queda observando la casa unos segundos, con la cara arrugada. - No es extraño que la gente deje la puerta abierta por aquí, ¿saben? - A pesar de ello, Burton se queda un instante más pensando antes de chasquear la lengua. - Está bien, echaré un vistazo. No se muevan de aquí.

El sheriff entra y merodea por el interior, como así podéis ver a través de la puerta que deja abierta. Lo llama un par de veces sin respuesta. Al cabo de un par de minutos, sale. Lleva en sus manos una pequeña papelera.

- La casa está igual que cuando conocimos su desaparición. No falta nada, pero... - Sostiene algo en su mano dentro de la papelera que saca frente a vosotros. - Hay un papel recortado con notas de El Charlatán, pero... Aquí detrás hay algo escrito... Harny Rooger.

El sheriff os muestra, efectivamente, el nombre de Harny Rooger manuscrito en la parte trasera de un trozo de periódico aleatorio.

Me llevé la mano a la nuca de manera inocente y sonreí mientras asentía a la petición del agente.

- Tiene usted mi palabra agente. Perdone la efusividad de un anciano. Entienda que a mi edad, uno no puede depender solo de su físico y a veces soy demasiado protector con mis compañeros.-

Sin más me acerqué al vehículo, abrí el maletero que chirrió sonoramente e introduje el arma en su interior, guardándolo en la funda para mayor tranquilidad del sheriff. Una vez guardado, alcé el brazo para cerrar el vehículo y sentí una ligera punzada de dolor en el hombro. La edad seguía recordándome que empezaba a ser un viejo inútil. Conteniendo una mueca de dolor, cerré el capó y volví con el agente y mis compañeros, escuchando al sheriff ofrecerse para mirar en el interior.

- Le agradezco su ayuda agente. –

Mientras veía a Burton entrar en la casa, dirijo una mirada de complicidad y alivio a Gumshoe agradecido de haberme librado de esta. Los horrores a los que nos enfrentábamos ahora no parecían de este mundo y mi arma no siempre había sido útil, pero a pesar de todo, quizás por dependencia irracional o falsa seguridad, prefería seguir disponiendo de mi preciada Carabina.

Finalmente volvió el agente, trayendo consigo una papelera con lo que parecían recortes de periódico y lo que parecía más interesante. Un nombre.

- Harny Rooger… - Me giré hacia el Sheriff - ¿Es una persona? ¿Tal vez un vecino? ¿O es el nombre de algún lugar característico de aquí? –

Mientras esperaba su respuesta miré a mis compañeros con la ceja ligeramente levantada mientras esperaba si ellos disponían de información sobre ese nombre.

El Sheriff Burton aprieta los dientes y hace una mueca como si le molestase el sol, mientras mira en una dirección.

- Es un viejo manitas que vive a unos seis kilómetros de aquí, cerca de la zona de los incendios de estos últimos días, en la montaña de Strafton. - El sheriff observa pensativo el papel. - ¿Harny Rooger? Hablé con él hace unos días en el pueblo. Le comenté lo de Hodges y me dijo que no tenía nada que decir... Y ahora encuentro su nombre en casa de Bartley Hodges...

Tuvieron suerte de no acabar detenidos. Por fortuna Warren y el propio Gumshoe no eran nuevos en aquellos temas y supieron capear al sheriff, quien incluso se ofreció a colaborar. Al salir de la casa de Hodges portaba unos recortes de diario con un nombre. No era demasiado, pero algo era y lo más interesante, el sheriff conocía quien era y ya había hablado con él acerca de la desaparición de Bartley y por como lo había dicho, ese hombre sospechaba que algo ocultaba.

- Por su tono de voz... - Dijo Arthur. - Hay algo que no le cuadra, ¿eh? - Le preguntó al sheriff. - Podemos hacerle una visita a ese hombre. ¿No cree? 

Esperaba que respondiera de forma afirmativa. Si al sheriff Burton no le había picado la curiosidad con aquello, ya no lo haría. Sin duda alguna, contar con él en la investigación podía ser una buena herramienta, aunque eso si, peligraba el cobro de la recompensa. Aunque... ¿Hacían aquello por dinero? En parte sí... pero lo importante era el conocimiento que les proporcionaba y la satisfacción de hacer lo correcto. Se lo debían a Rachel...

- Nosotros iremos. - Añadió. - ¿Nos acompaña?

- Vamos, les llevaré. - Afirma el sheriff, yendo hacia su vehículo al principio del camino.

Al cabo de unos minutos en coche en dirección al norte, con la montaña de Strafton al fondo, os metéis por un camino de la anchura del neumático de una carretilla, por donde los dos coches pasan rozando todos los arbustos de alrededor. Ya hacia el final se divisa una choza de madera sin pintar. A tres kilómetros al noroeste se alza la cima de Strafton.

- Mil doscientos metros. - Apunta el sheriff, saliendo de su vehículo. - En su ladera oriental han tenido lugar los incendios.

Miráis hacia allí, pero no conseguís distinguir nada extraño, así que volvéis a vuestro más inmediato alrededor: casi media hectárea de campos y vides rodean la cabaña, así como un pequeño huerto. A Harney Rooger podéis distinguirlo al lado de la choza, cortando leña, golpe tras golpe, sin fallar ni una sola vez. Se trata de un tipo desgarbado que comienza a quedarse calvo, y con aspecto de no haber madurado del todo. Se le ve también nervudo y delgado. De vez en cuando para un instante para dar un trago a un líquido claro de una botella sin etiquetar. En uno de esos tragos, se percata de vosotros, pero sigue cortando leña.

- Buenos días, Harney. - Dice el sheriff cuando llega hasta un par de metros de él. - Vaya, estás haciendo un trabajo fantástico con esta madera.

- ¡Hola sheriff! Qui hace usted por aquí. Quiere un poco di leña pa su casa. Si la cortaré. - Dice con simpatía infantil.

- No, no, Harney. Muchas gracias. Mira... Te presento a unos amigos. Ellos son el detective Gumshoe, el Dr. Bedford, el Sr. Carter y la Srta. Vixen.

- Buenas tardes... - Saludó el investigador. - Gumshoe... - Volvió a presentarse, esta vez mostrando su placa de investigador privado. - Estamos realizando una investigación sobre la desaparición de Bartley Hodges y sobre los incendios... -  Puso los brazos en jarra y le dio la espalda por unos momentos al dueño de la cabaña observando el entorno. - ¡Vaya, tiene aquí unas vistas magnificas! Tuvo que ver las llamas de los incendios, ¿verdad? - Le preguntó una vez volvió a encararle. - ¿Conoce a Bartley, verdad? Son casi vecinos... - Dejó caer. - ¿Sabe algo de su paradero? ¿Habló con el antes de su desaparición? 

Tres preguntas clave, dos acerca de Bartely, sobre su paradero y sobre la última vez que habló con él y otra sobre los incendios. Analizar las respuestas y si estaba mintiendo era muy importante en esos momentos.

Como siempre, no habíamos ni bajado del coche y el bueno de Archie ya estaba haciendo gala de su entusiasmo bombardeando a aquel... ¿Hombre? Con sus preguntas. Sin embargo, no parecía que aquel fuera una persona normal, sino más bien alguien con problemas ¿Endogamia? No era algo tan raro en aquellos pueblos tan pequeños. Solo esperaba que no se atascara con el bombardeo de preguntas y pudiera contestar algo coherente.

Acompañó a sus amigos y no pudo por menos que sentirse esclavo de su propia ignorancia. Él, que había sido una rata de biblioteca y un hábil pensador, astuto y afilado cuando tocaba, y cuyos estudios había encauzado el mismo Bedford y al que no había defraudado en su maestría, no era más que un largirucho inadaptado, un pincel en mitad de una obra de brocha gorda. Un hombre de ciudad, y que de hecho no había conocido nunca otra cosa, en mitad del campo con una clase de gente a la que ni siquiera entendía al hablar, mucho menos aún su modo de comportarse. ¿Cómo es que existía tal abismo entre las personas y él no era consciente? Supuso que porque no había leído ningún libro al respecto, y si bien era consciente de diversas prácticas primitivas en esa clase de lares, las achacaba más a comportamientos itinerantes basados en el desconocimiento. Y zas, allí estaba, en un lugar en el que se vivía conforme a un estilo de vida que le era ignoto

Harny ofrece un trago de su botella con una inquietante sonrisa mientras sujeta el hacha con la otra mano.

- No sí quién es ese Bartley, amigo Gumshoe. Como pue ver, mis vecinos son los arbustos y los pájaros. - Afirma, lanzando una mirada hacia Strafton.

Su carácter desatadamente simpático os llega a incomodar, y se incrementa a medida que da tragos a su botella.

- Bartley Hodges, Harny. El corresponsal del diario. - Insiste el sheriff con tono serio y algo duro.

Harny Rooger se queda unos segundos pensativo, pero niega con la cabeza y un movimiento de hombros.

- ¡Pero sí vi fuego en la montaña! Jajaja. Por favor, amigos de ciudad, puen pasar a casa un rato y charlamos un poco. Brindamos y me cuentan cosas de ciudad, ¿qué lis parece? - Mira un poco al cielo. - Aún quida un rato hasta que si ponga el sol, ¿eh? ¿Eh?

El Sheriff Burton os devuelve la mirada sin desmasiadas expectativas: vosotros decidís.

- ¿Por qué no? - Dijo entonces Gumshoe.

No tenían nada mejor que hacer ni otra pista que seguir. Si el nombre de Harny Rooger estaba en la nota que encontraron en la papelera de Hodges, era por algo. La respuesta más obvia era que ambos se conocían previamente, aunque podía haber otras explicaciones, como que Hodges hubiera descubierto algo acerca de los incendios y que el origen de éstos apuntara hacia el amable, borracho e imbécil tipo que les estaba invitando a entrar en su humilde y seguramente sucia, morada.

- Vamos a compartir algunas historias con éste buen vecino. - Miró al sheriff y le guiñó un ojo. Debían tratar a aquel hombre con tacto y ganarse su confianza. Si escondía algo, la mejor manera de que lo soltara era mediante una charla distendida. Por suerte no parecía muy listo y se le acabaría escapando. A menos que por contra, fuera más listo que todos ellos y simplemente se estuviera haciendo el tonto.

O aquel hombre era uno de los mejores actores que había conocido o en verdad era uno de esos retrasados de provincias tan comunes por la mezcla de sangre. Sea como fuere, sabía que de momento, hasta tener más pistas, lo mejor era seguirle el rollo.

No me pasó desapercibido el guiño de Artie y asintiendo con la cabeza levemente, alcancé a solo unos pasos tras ellos. Aceleré un momento y me acerqué a aquel hombretón.

- Vaya ¿Así que vio el incendio? Debió de ser terrorífico ¿Lo vio muy de cerca? Espero que no hubiera nadie atrapado en las llamas ¿Vio a alguien? –

Quería ver si, intentando simplemente conversar, podía sacarle algo de información a aquel hombre.

En el interior de la choza de Rooger el ambiente está viciado con una mezcla de aromas desagradables. Casi todo el rato lo pasa hablando él, entre trago y trago, frente a la mirada de desesperación del sheriff, que no entiende exactamente qué hacéis allí.

Respecto a los incendios, afirma entre sonrisas estúpidas que los vio, pero no se acercó, y al ser preguntado por el Dr. Bedford si vio a alguien, su mirada se eleva un poco, como si estuviese recreando algo en su destartalada mente, y exclama: - Li avisé, ¡juro por Dios qui li avisé!

A medida que pasa el tiempo, sigue bebiendo y empieza a soltar, motivadas por el alcohol, afirmaciones del tipo: - Mis nuevos amigos saben más qui tos los profesores di la universidá. Puen hacer que llueva u nieve. ¡No mi ha fallao una cosecha desde qui han venío! - Mientras la tarde avanza, el tono de Rooger adquiere intensidad y agotamiento. - Ya no tengo perro. Mis amigos lo nicisitaban pa qui les ayudasi a llamar a un amigo dellos. Iffka, me paice que se llama. ¿O era Ifkua, Ittau, Iffdkua...?

En estos momentos, Rooger se levanta de la mesa, ya con la botella vacía, y os anuncia casi con un tono severo que es tarde y necesita descansar, así que es mejor que os vayáis. El sheriff, con rostro aliviado, se levanta dispuesto a ello.

¿De qué estaba hablando aquel hombre? Para cualquier persona ajena a lo oculto, aquella conversación era la viva prueba de que algo no funcionaba en la cabeza de aquel hombro. En efecto, podía ser que algo no estuviera bien en su azotea, posiblemente fuera idiota, pero aquella historia... Gumshoe tenía la corazonada de que había más verdad en ella que la que podían intuir.

- Ifkua, Ittau, Iffdkua... - Repitió el detective. No tenía ni la más remota idea acerca de lo que estaba hablando aquel hombre, pero era evidente que se trataba de una buena pista por donde comenzar a indagar.

Estaba claro que alguien, posiblemente algún extraño culto que jugaba con la magia oscura podía estar detrás. No quería creer en la vida extraterrestre y menos en platillos volantes, pero esa era sin duda otra opción. Fuera lo que fuera, ya habían acabado allí. Aquel hombre tenía una mente frágil y aquel esfuerzo por rememorar todas aquellas a la vista de un escéptico, majaderías, le había agotado y necesitaba descansar. El alcohol por supuesto había jugado un gran papel en aquel agotamiento, al igual que a la hora de soltar la lengua.

- Si, será mejor que le dejemos descansar. - Se encogió de hombros. Salió de su casucha y miró hacia el horizonte. - Sheriff, ya que estamos aquí, creo que iremos a mirar la zona donde se produjeron los incendios. ¿Me puede indicar la dirección? Aunque si prefiere venir... - Le invitó a que les acompañara.

-¿Tú entiendes lo que dicen? -susurró a Anna, en un aparte aprovechando que Gumshoe llevaba la voz cantante y que el amable pueblerino estaba más pendiente de explicar las cosas que de ellos. -Parece que se expresen en otro idioma -confesó. Seguía sintiéndose igual de desplazado, pero al menos se sabía en compañía de sus amigos y eso era todo un alivio. Como buen urbanita, estudiante ejemplar y ratón de biblioteca nunca antes había visitado la América profunda, y podía dar fe ya con aquella experiencia que debía revisarse con seriedad el sistema educativo implementado en aquellas zonas del país

- Fue toda aquella ladera en este lado de la montaña. - Dice el sheriff señalando a lo lejos. - Pero me temo que no es el momento más indicado para ir. Pronto caerá el sol. Puedo ir con ustedes mañana por la mañana si quieren.

Artie mira hacia el horizonte. Las nubes cubren el cielo y el sol es relegado a un difuso foco de luz que huye para dejar paso a la noche tras la capa nubosa que se extiende en todas direcciones. Mientras Henry, extrañado por la situación, intercambia unas palabras con la Srta. Vixen a unos metros, Harny Rooger os cierra la puerta con violencia en vuestra espalda. Habéis percibido cómo su carácter empeoraba al mismo tiempo que se consumía el día. Una nueva mirada al horizonte por parte de Artie pone en guardia al grupo y al propio sheriff: una desenfocada silueta corretea entre el sol y las nubes. Éstas, que parecen cubrir una kilométrica extensión, se mueven como si tuvieran voluntad propia, como una puerta celeste que se abre, y a través de la cual el sol ilumina sin obstáculos la región de Brattleboro. Una silueta, ahora más definida, se mueve en el cielo, en trayectoria descendente y atravesando el paso de las nubes. Cuando pierde algo de altura, ya sabéis con toda certeza que se dirige a la cabaña de Rooger. Vuestro pánico se desata cuando la tenéis más cerca. Se trata de una horrible criatura alada casi del tamaño de una persona y de un repugnante color rosado. Sus alas membranosas incumplen toda lógica biológica en ese cuerpo de insecto dotado de varias patas articuladas y cabeza bulbosa de la que cuelgan nuberosas antenas. En una de sus manos porta unas extrañas piezas de metal retorcido que parecen leña metalizada.

Se detiene sobre la cabaña con ayuda de sus torpes alas y con un tono de voz parecido a un zumbido le ordena que "acuda esta misma noche".

- ¿Pero qué...? - Arthur se quedó con la boca abierta al ver a aquella especie de crustáceo volador con aquella extraña cabeza. 

Desde luego no esperaba encontrar algo como eso. Se habían enfrentado a fuerzas oscuras. Seres retornados de la tumba para hacer el mal, pero aquello era diferente. No podía ni tan solo clasificarlo. ¿Que diablos era? ¿Un insecto gigante? Lo que estaba claro era que fuera lo que fuera, no era de si mundo.

- ¿Hsy visto eso sheriff? - Le preguntó.

Lo cierto era que aquella cosa se había comunicado con Rooger y le había dado unas instrucciones. Si aquél hombrecillo se disponía a llevarlas a cabo, quizás ellos podrían trarar de seguirle hasta la guardia de aquella cosa y descubrir que diablos estaba sucediendo.

- ¡Escondámonos! - Exclamó el detective. - Tenemos que seguir a Hanry y ver dónde nos lleva todo ésto...

Siguió al detective por puro instinto, confiando en su apreciación. También había visto aquella extraña criatura, como los demás (¡como para no verla!), pero no entendía qué podía ser. Al principio, a pesar de su tamaño y forma, consideró que podía tratarse de alguna extraña especie de la zona, pues se sabía tan desconocedor del mundo rural que veía plausible no tener conciencia de semejantes engendros. Pero lo que estaba claro es que las aves o insectos no hablaban... ni con zumbidos

Un sudor frío cubrió su frente y el cuello de su camisa, haciéndole sentir incómodo. Sin embargo contuvo ese escalofrío que recorre la espalda, pues no era la primera vez que sentía la presencia del Horror, con mayúsculas. Ignoraba qué podía ser, ni a qué respondía toda aquella situación, pero como bien decía Artie seguirían al tal Harny y comprobarían su origen. Sin quererlo ni beberlo habían dado un paso adelante, y todo lo que quizá no hubieran sacado en claro en la investigación se les había presentado en forma de coleóptero volador