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El loco de Jenning

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27/02/2020, 09:28
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Policía

El lugar donde te indican ir a buscar respuestas es la oficina del sheriff del condado, en Brattleboro, pues el jefe de policía tan sólo viene una vez por semana y aparca frente al almacén general y se pone al día de los chismorreos locales. Para llegar hasta allí debes hacer un pequeño trayecto en coche, así que eres el primero en marcharte.

Al cabo de unos diez minutos aparcas delante de una modesta oficina con pared de ladrillos marrones y un discreto cartel que indica que es la oficina del sheriff. El lugar parece más bien una fotografía, a juzgar por la poca actividad que se aprecia. La puerta de entrada está semiabierta y, al tocar la puerta, ésta se abre por sí sola.

Dentro está el Sheriff Burton y sus ayudantes. El sheriff es un tipo de avanzada edad y un bigote blanco a excepción de las puntas, que se tornan amarillentas. En su cabeza, el pelo canoso sólo resiste encima de sus orejas y, su figura descuidada indica que hace tiempo que sus quehaceres se dedican casi en exclusiva a tareas rutinarias. Sus ayudantes, más jóvenes, también están ocupados en tareas administrativas que desempeñan con una lentitud pasmosa. Definitivamente, la vida fuera de la ciudad discurre a otra velocidad.


El sheriff y los ayudantes se muestran bastante parcos en palabras, aunque más que desconfianza, parece ser su forma de ser. Respecto a la desaparición de Bartley Hodges consideran que se trata de un auténtico caso de desaparición. - No se imagina la de tipos que "desaparecen" cuando encintan a una mujer o se llenan de deudas. Éste no parece ser el caso. - Afirman con buena disposición. También añaden, sin darle mucha importancia, que no les interesa en absoluto el asunto de los incendios al no ser competencia suya, a no ser que estén relacionados con la desaparición del corresponsal de El Charlatán, pero no tienen ninguna pista en ese sentido.

Locales

Los habitantes de Jenning se muestran afables, aunque les cambia el rostro cuando, dos jóvenes señoritas que vienen cargadas de bolsas de verduras, escuchan las preguntas de forasteros. Salta a la vista que lo consideran rudo y de mal gusto, pues el desarrollo de las cosas, como puede ser una investigación, corresponde a tiempos más modernos que los que obviamente aquí discurren. La primera barrera en busca de la verdad es la reticencia ante los desconocidos que campa entre los lugareños.


Con las señorita impresionadas por la oratoria, los trajes y el aspecto responsables de la "gente de mundo", una de ellas, llamada Grace, comienza a relatar mientras su amiga asiente en silencio todo el rato:

- En las colinas hi visto cosas qui no son naturales - aunque pensáis que es probable que lo haya visto o se lo haya oído decir a alguien -. Nadie si atreve a ir allí de noche, y ahora que lis prenden fuego, menos todavía.


- Son como cangrejos gordos, si lo digo yo; como una persona di altos, pero con la cabeza machacá, y coloraos por toas partes, como si los hubieran cocío. - Añade la otra, llamada Abigail mientras Grace asiente en esta ocasión.


- To el mundo sabe qui son esos los que prenden fuego, y Bartley también lo sabía. Me imagino que si acercó demasiao y me jugaría diez centavos a qui al pobre hombre li han achicharrao también.

Biblioteca

En Jenning no existe biblioteca alguna, y todos los vecinos a los que preguntas te señalan que lo más parecido es la oficina del editor de El Charlatán de Brattleboro que trabajaba junto a Bartley Hodges en Jenning. La oficina, por así decirlo, es un espacio cedido por el ayuntamiento para desempeñar su tarea. Allí, un tipo que pasa el día fumando apoyado en la ventana y limpiándose sus amarillentas gafas con sus amarillentos dedos llamado Trevor Anderson os explica que tiene poca información que pueda añadirse a lo que ya cuentan los artículos, a excepción de comentar que Hodges era un tipo de confianza.

- Al viejo Hodges le gustaba pasear por Jenning's Notch. Puede ser que se cayera al río, o puede que no. Pero si se marchó a algún lugar, seguro que no se lo habrá dicho a nadie. - Exclama moviendo la mano mientras habla creando curiosas formas con el humo.