Partida Rol por web

El Maizal

La Granja Hill, de nuevo

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05/06/2021, 19:38
Director de juego

Cuando el grupo de investigadores atravesó con su coche el camino donde daba comienzo la granja de Martin Hill, todo se oscureció a causa de unas gruesas nubes que habían ido ocupando poco a poco todo el cielo. Aunque no podía compararse a la ausencia de luz de la noche, competía en lobreguez y tenebrosidad con esta. Los dioses habían decretado que los investigadores realizarían este encargo de la peor manera que les fuera posible proporcionarles. A lo lejos había una imagen que resultaba perturbadora por razones que en un primer vistazo no fueron capaces de percibir, salvo quizá John Dwight, aunque de manera inconsciente. El espantapájaros que guardaba los cultivos, los escasos que habían parecido prosperar un poco últimamente, estaba elevado más de un metro por encima de los tallos y allí parecía mecerse suavemente a causa del viento.

Sin embargo, no había viento.

Ese debe de ser el espantapájaros, ¿verdad? —preguntó Salina Sparks—. ¿Nos acercamos a echarle un vistazo antes de hablar con Hill?

A lo lejos, un perro de gran tamaño a tenor de su volumen, ladró como si estuviese tratando de amedrentar a los intrusos de la granja. Un fuerte olor a ozono, preludio de lluvia, comenzó a inundar todo el lugar indicando con toda claridad que esa parte de la misión sería pasada por agua.

Deberíamos haber avisado al ayudante de la Sheriff… —comentó Peter Johnson lamentando internamente que se le ocurriese la idea tan tarde—. Al menos hubiera sido una pistola más para cubrirnos… Agente Dwight, quiero que esté detrás de mí en todo momento, a usted no le puede pasar nada.

Y con esa sencilla última frase, Johnson había dejado ver, una vez más, el eterno agradecimiento que le tenía a su superior por haber captura al asesino de su novia y la admiración, rayando en la veneración, que sentía por ese hombre tan brillante que había sido una figura clave dentro del FBI casi desde que acabó su formación en Quantico.

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07/06/2021, 16:50
John Dwight

A medida que nos acercábamos a los terrenos de la granja Hill más inquieto me encontraba. El plomizo cielo resultaba amenazante; mostrando el aspecto de una enorme losa dispuesta a aplastarnos bajo su peso. Todo aquel entorno resultaba deprimente y agobiante.

Mis ojos miraban sin ver los campos de cultivo a ambos lados de la carretera. No fue difícil fijarse en el maldito espantapájaros que, altivo y desafiante, sobrepasaba por bastante las cañas más altas. Aquella visión me hizo estremecer.

Me parece buena idea —respondí a nuestra joven compañera—. Dudo que podamos sonsacar algo a Hill, pero si inspeccionamos el espantapájaros y descubrimos algo… raro, quizás le resulte más fácil soltar la lengua.

El ladrido de un perro hizo que me detuviera un instante. Seguramente era el mismo perro famélico que ya habíamos visto y dudaba que aquel pobre can supusiera algún peligro para nosotros. 

Deberíamos darnos prisa pues la tormenta estaba a punto de descargar toda su furia sobre nosotros.

Tranquilo Peter, solo vamos a mirar un espantapájaros —contesté a la preocupación de Johnson. 

Sabía que no podía negarle esa devoción que sentía por mí, a pesar de que yo me sentía poco merecedora de ella, pero me resultaba a veces algo molesta ya que me dejaba con la impresión de ser un inúti. Había estado mal psicológicamente, pero ahora ya estaba bastante recuperado.

Aunque aquel espantapájaros… Cuanto más lo miraba más crecía en mí la sensación de peligro. Quizás todo estuviera motivado por el deprimente entorno, por el oscuro cielo sobre nosotros, por saber que bajo toda aquella paja se encontraban huesos humanos, tal vez por la opresiva sensación que me causaba la inminente tormenta… Fuera lo que fuera no tenía pensado bajar la guardia.

Me fui acercando al hombre de paja, sorteando los altos tallos que en ningún momento llegaban a ocultar la siniestra figura que se mecía con el viento. A pesar de que no había viento...

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07/06/2021, 21:08
Jules Sullivan

Nada más comenzó a llover Jules carraspeó y comenzó a maldecir al cielo por que no lloviese y le estropease el traje. Revisó llevar su arma, cargada y a punto por si tenían que entrar en acción; su linterna de forense y un par de guantes. Ya le habían comentado que podrían haber restos humanos en el espantapájaros, y lo mismo para las posibles pruebas del crimen acontecido esta noche en la comisaría.

Fueron acercándose por el campo, esquivando en todo lo posible aquellos tallos que, de la humedad y la tierra le ensuciarían el traje y le distraían, ya que se ponía a pensar en cómo debería quitar aquel barro una vez acabasen. De vez en cuando giraba la vista buscando la situación del grupo.

Al llegar a la base del espantapájaros, en lo primero que se fijó fue en si la tierra donde se encontraba falcado estaba removida o no. Para bajar aquel trasto deberían haberlo desfalcado y desmontado en el suelo. Pegó un primer vistazo desde abajo al espantapájaros, enfocándole con la linterna. Buscó en las piernas del ser inerte, palpó los pantalones esperando encontrar un objeto duro que simulase un hueso, arremangó los camales buscando. 

- Deberíamos bajar el cacharro este para inspeccionarlo bien... - decía mientras rebuscaba y miraba.

Notas de juego

Lo que busca Jules es básicamente el cuerpo del que hablaba el Imaginauta, de momento con el espantapájaros en su sitio. También posibles rastros de sangre que haya en la ropa del muñeco, ya que si el crimen fue con una guadaña/hoz tuvo que haber salpicaduras.

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08/06/2021, 11:07
Martin Hill

El cielo se había cubierto por completo y, pese a que aún no había comenzado a llover, el olor a ozono indicaba que no tardaría demasiado. Para la gente de ciudad, ese intenso aroma de la naturaleza también era conocido como «arena mojada». La luz se filtraba entre las nubes dificultosamente, pero aún era posible ver sin utilizar linternas. Poco a poco, los cuatro agentes se acercaron al espantapájaros, que tenía un área alrededor de un metro y medio de radio, aproximadamente, en donde no crecía nada. El suelo de arena que rodeaba al espantapájaros había sido movido en diversas ocasiones como si alguien se hubiese encargado de montarlo y desmontarlo varias veces. Lo más curioso de todo era que las únicas huellas que había alrededor no correspondían a ningún tipo de calzado humano, sino a hendiduras en el suelo causadas por objetos desconocidos.

En ese momento, un silencioso Martin Hill hace su aparición entre los maizales. Obviamente, debido a una sordera causada por la edad, no ha escuchado cómo el grupo se ha acercado a su espantapájaros. Sullivan estaba a punto de ponerle las manos encima al odioso objeto para poder echar un vistazo a su interior pero, inconscientemente, se echa hacia atrás. Se produjo un momento terriblemente incómodo cuando al anciano, armado con una escopeta, se le cayeron unos papeles o algo similar que llevaba en su mano izquierda. Al tocar el suelo, el grupo de investigadores pueden ver de qué se trata: son fotografías de todos ellos, una por cada investigador, sacadas esa misma mañana. Resultó evidente que pensaba darle o mostrarle las fotografías al espantapájaros. ¿Qué extraña relación simbiótica se traían entre ellos? ¿Para qué eran esas fotografías?

Son los objetivos —dijo Peter Johnson verbalizando lo que todo el grupo estaba pensando—. Se las muestra al espantapájaros y este… —hizo una pausa para romper la terrible incredulidad que se estaba adueñando de él a pesar de la evidencia—. El espantapájaros los mata por él.

El anciano terrible hizo una desagradable mueca en la que se mezclaba el orgullo por el espantoso lugarteniente que tenía a su servicio y el fastidio de que le hubiesen sorprendido en un momento tan delicado como ese. ¿Había llegado a saber alguna vez cómo funcionaba realmente el espantapájaros? ¿Quién se encontraba detrás de los crímenes que el ser cometía sumisamente a sus órdenes?

Vaya, agentes, es un inconveniente que estén ustedes aquí, pero le van a ahorrar trabajo a mi espantapájaros… —dijo mientras colocaba las fotografías, que había recogido rápidamente del suelo, en la cabeza del espantapájaros.

El objeto inanimado comenzó a moverse como si miles de voltios recorriesen su cuerpo de paja.

Podría mataros ahora mismo con esta escopeta —dijo inclinando la cabeza hacia su mano derecha—, pero creo que será mejor si el espantapájaros hace el trabajo, como hasta ahora.

Sus ojos se abrieron súbitamente y su mirada se convirtió en la del loco que todo el mundo decía que era.

¡Corred! —grito con alegría a los cuatro vientos.

Mientras el espantapájaros se bajaba de los palos que le sujetaban y tocaba el suelo.

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09/06/2021, 13:05
John Dwight

Al ver la tierra movida bajo el espantapájaros no me quedó ninguna duda de que alguien había estado usándolo de alguna forma. Me parecía un tanto absurdo que quien estuviera detrás de los asesinatos tuviera la paciencia de montar y desmontar el muñeco de paja solo para disfrazarse con él. Esa idea parecía estar carente de sentido. Pero había algo perturbador en las huellas, algo que no acababa de encajar.

Estas huellas no parecen muy... normales —dije, sin dejar de observar la tierra removida.

Sin embargo no iba a tardar demasiado en comprobar qué estaba sucediendo. Aunque verlo con mis propios ojos no servía para que comprendiera lo que ocurría. Porque entenderlo solo significaría que había muchas otras cosas en el mundo que se escapaban a nuestro control, a nuestra comprensión o a nuestra creencia en lo que hacíamos. Porque, aunque lo estaba contemplando, no podía admitir que pudiera ser real ya que echaría por tierra todo el pragmatismo del que siempre había hecho gala.

Salido de la nada, sin que ninguno de nosotros lo hubiera llegado a detectar, se encontraba Hill. La sorpresa fue la misma que la que teníamos nosotros; una sorpresa que consiguió que pudiéramos ver lo que llevaba entre las manos.

Mis ojos se abrieron desorbitados al darme cuenta de quiénes eran los retratados en las fotografías que ahora estaban en el suelo. Eso era una clara prueba incriminatoria; el asesino al fin se descubría. Cómo aquel hombre había conseguido moverse a la velocidad que habíamos visto en las cámaras, cómo había conseguido matar con tanta crudeza y fuerza a sus víctimas era algo que aún teníamos que descubrir. Pero... de nuevo tardé poco tiempo en darme cuenta de quién era el verdadero brazo ejecutor.

¿Cómo es posible? —pregunté perplejo sin ser capaz aún de ponerme en movimiento a pesar de ver cómo el espantapájaros poco a poco cobraba vida—. ¿Por qué?

Una perturbadora idea comenzó a abrirse paso en mi mente, cobrando a cada segundo más fuerza en mi cabeza. Hill no dejaba de ser un mero peón que había visto su oportunidad de deshacerse de cualquiera que lo molestara, pero la verdadera mente pensante, aquel que estaba detrás de todas esas trágicas muertes no era otro que Lewis.

Él me lo había advertido; me había confirmado que estaba al tanto de todas nuestras actuaciones, que veía al momento todos nuestros pasos. Lewis volvía a entrar en mi vida arrasando, quemando todo a su paso, dejando mi mundo una vez más destruido.

Está loco —dije, dirigiéndome a Hill, aunque sabía que ni siquiera ese pobre desgraciado era consciente de que estaba siendo manipulado.

Pero el peligro era real; el muñeco de paja asesino había conseguido cobrar vida de nuevo y no iba a detenerse hasta que acabara con cada uno de nosotros. No podía permitir que de nuevo mis compañeros cayeran sin yo poder hacer algo al respecto y, mientras cogía mi pistola aún sabiendo que sería inútil, les di una tajante orden que se solapó con los gritos del granjero.

¡Corred! —repetí las palabras de Hill, pero en mi voz se notaba la nota de desesperación que me embargaba.

Disparé al muñeco de paja buscando alguna forma de frenarlo lo suficiente para permitirnos escapar de aquella trampa mortal, y comencé a correr tras mis compañeros.

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14/06/2021, 10:11
Jules Sullivan

- ¡¿Qué cojones?! - gritó Jules al ver aquel ser bajar solo de su poste. No quería pensar que aquello estuviera pasando de verdad, algo debería haber detrás de aquel truco. Lo que había quedado ya realmente claro eran las intenciones del sucio Hill... ya sabían que era el culpable de aquello, aunque ¿cómo iban a justificar su detención? ¿utilizaba un espantapájaros para cometer los asesinatos, al que les daba unas fotos y este buscaba a sus víctimas y las acuchillaba? - menudo hijo de p... - pensaba Jules mientras se iba echando hacia atrás escapando del hombre de paja.

- ¿Cómo sabes eso Peter? ¿qué te ha hecho pensar que con las fotos declara cuáles son sus objetivos? ¿crees que con las fotos también puede parase de alguna forma? - iba gritándole a Johnson mientras iban retrocediendo. Realmente más le preocupaba el arma de Hill que aquel ser... ¿inhumano? ya que a este aún podrían doblegarlo, pero en cuanto lo hicieran puede que Hill les pegase un disparo por la espalda...

- ¡Jonh, cubridme del espantapájaros! - dijo. Apuntó con su arma al viejo Hill, quitó el seguro, aseguró un tiro al corazón como le enseñaron en la academia para abatir a una persona armada y le gritó. - ¡Tira el arma Hill! quedas detenido. Detén a esta cosa o me veré obligado a disparar. - quedó a la espera de una reacción del granjero. Si notaba la menor hostilidad en sus movimientos o intenciones, no dudaría en disparar al viejo. Resultaba una amenaza y con un arma aún más.

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14/06/2021, 13:43
Director de juego

Mientras la figura del espantapájaros terminaba de descender de la crucifixión campestre a la que estaba condenado, se suponía que de manera perpetua. El siempre incrédulo y racionalista Jules Sullivan hacía unas últimas preguntas como si no diese crédito a sus propios ojos.

¿Cómo sabes eso Peter? ¿Qué te ha hecho pensar que con las fotos declara cuáles son sus objetivos? —preguntó el forense.

¿Estás de broma? —replicó Peter infinitamente más alterado de lo normal—. El espantapájaros se ha movido en cuanto le ha puesto nuestras fotos en la cabeza. ¡Así lo pone en marcha!

¿Crees que con las fotos también puede parase de alguna forma? —preguntó el agente Sullivan mientras iba retrocediendo, alejándose del monstruo de paja.

No tengo ni la menor idea —respondió Peter quitándole el seguro a su arma—, pero si alguien puede hacerlo será ese viejo loco.

¡John, cubridme del espantapájaros! —gritó Sullivan—. ¡Tira el arma Hill! Quedas detenido. Detén a esta cosa o me veré obligado a disparar.

A pesar del ruido de los truenos y el viento que soplaba moviendo los maizales, la voz grave del agente se escuchó perfectamente. El espantapájaros, mientras tanto, estaba de pie por sus propios medios y comenzaba a acercarse al grupo de investigadores del FBI. El agujero de su boca pareció sonreír mientras cogía una enorme guadaña que, hasta ese mismo momento, había pasado desapercibida en el suelo. El arma era nueva, recién pulida, y su brillo resultaba aterrador.

¡No pienso bajar mi escopeta, federales de mierda! —gritó el viejo Hill al tiempo que disparaba su arma sin acertar a nadie—. ¡Tendréis que matarme!

Fiel a su palabra, el agente Sullivan abrió fuego y alcanzó a Martín Hill en el pecho derribándolo. El movimiento más lógico hubiera sido acercarse a él para saber si estaba vivo o el disparo había resultado mortal, pero no fue posible. El espantapájaros se giró y vio el cuerpo del viejo y, de un inesperado salto, se paró en medio de los cuatro agentes. Salina Sparks, demasiado aterrorizada para decir nada, se había limitado a sacar su arma reglamentaria. En ese instante, la lucha quedó limitada a ella contra el espantapájaros. Sacó su arma y quitó el seguro mucho antes de que la horrenda figura hubiera podido acercarse más, tres impactos de bala le habían alcanzado el pecho relleno de paja. Fue no sólo la más rápida de los dos, sino la más elegante y precisa, e incluso su posición final tras el movimiento mostraba una disposición inmediata a volver a disparar. En esos términos, supongo que podría decirse que ganó ella el enfrentamiento.

Por desgracia, su cuerpo había sido seccionado en dos por la afiladísima guadaña mientras que, por el contrario, los impactos de bala no le habían hecho el menor daño. La sangre de Salina empezó a inundar el suelo como una mancha oscura que no podía verse con facilidad a causa de la semioscuridad reinante. Sus vísceras se habían salido del cuerpo y adornaban parte del camino. Los ojos de la mujer, incrédulos, miraban hacia su cintura. Había sido un movimiento demasiado rápido para verlo con claridad; un dolor demasiado rápido como para sentirlo en su totalidad, por suerte. Lo que sí estaba meridianamente claro, era que Salina Sparks había muerto.

La figura del espantapájaros se giró en redondo, con una agilidad y una gracia que desmentían su tosco aspecto, buscando a su siguiente víctima. ¿En qué orden habrían sido colocadas las fotos en su cabeza o se las habría mostrado el viejo Hill? ¿Quién era el próximo en enfrentarse a esa máquina de asesinar?

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16/06/2021, 16:27
John Dwight

Algo me decía que, aunque derribáramos a Hill, el espantapájaros seguiría hasta el final las órdenes recibidas. Quizás fuera porque ya empezaba a estar convencido de que, de alguna forma en la que no quería pensar, el verdadero artífice de las muertes era Lewis. El asesino era capaz de expandir su espíritu, su conciencia o lo que coño fuera hasta el punto de entrar en un cuerpo inanimado para seguir matando a quien le diera la gana.

El problema estaba en que, de nuevo, eran mis compañeros los que estaban en peligro. No podía permitir que volviera a ocurrir lo del pasado; no lo soportaría.

Mis temores se vieron confirmados cuando, a pesar de que Jules había impactado con precisión en el pecho del granjero, el espantapájaros seguía con su macabra y exitosa acción. Tanto Salina como yo habíamos descargado nuestras armas en el monstruo que, guadaña en mano, se acercaba peligrosamente a la joven.

¡No! —grité impotente al comprobar cómo las balas, tal como temía, no habían detenido el avance de aquel asesino tan poco real, pero en cambio él sí había conseguido impactar en la joven.

Con auténtico terror y espanto vi la sangre y las vísceras de nuestra compañera sembrar el terroso y reseco suelo. No me podía creer lo que estaba sucediendo y, lleno de una rabia incontrolada, descargué sobre el espantapájaros las balas que aún me quedaban en el cargador aún sabiendo que no haría ningún efecto en esa maldita... cosa.

El sonido de los disparos se unió al de los truenos cada vez más cercanos. Teníamos que ponernos a salvo, conseguir escapar antes de que acabara con nosotros uno a uno, poder reunirnos para establecer las pautas adecuadas para acabar con aquel engendro del demonio. No sabía quién sería el siguiente en la lista pero algo me decía que yo sería el último. Si Lewis estaba de alguna forma detrás de todo aquel sinsentido, entonces seguramente querría verme sufrir una vez más. ¿Por qué lo sabía? No tenía ni idea, pero la llamada que había recibido de él me hacía pensar en esa posibilidad como la verdadera.

Poco podíamos hacer por nuestra compañera por mucho que me jodiera dejarla allí, pero nosotros aún teníamos una oportunidad. Aunque la única solución que se me ocurría para acabar con el avance del asesino era una bomba de relojería que podía ser peligroso para nosotros también.

El fuego. Esa era el arma que se me ocurría que podía funcionar contra ese monstruo, pero el viento y lo reseco que estaba todo, unido a los rayos y truenos que no dejaban de caer, podía hacer que todo se volviera en nuestra contra. Aunque, si la amenazante lluvia caía por fin, quizás tuviéramos una oportunidad.

¡Peter, Jules! —grité desesperado, pues cualquiera de nosotros podía ser el siguiente en caer bajo aquella amenazante y letal guadaña—. Tened cuidado y no os acerquéis demasiado. Parece muy rápido....

Iba moviéndome hacia atrás sin apartar los ojos del espantapájaros todo lo rápido que podía mientras recargaba mi pistola. Sabía que el arma era una inutilidad pero por algún extraño motivo me sentía seguro empuñándola.

Voy a intentar prenderle fuego... —hablaba mientras buscaba un cigarrillo en el bolsillo con la mano libre del arma así como un mechero.

Me resultó muy difícil apuntar, retroceder y encender el tabaco por culpa del viento, pero tenía que conseguirlo. Necesitaba lanzarle el cigarrillo encendido para que el fuego consiguiera prender en aquella paja seca y lo devorara.

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18/06/2021, 09:14
Jules Sullivan

No pudo hacer otra cosa más que mirar cómo su compañera era cercenade de lado a lado por aquella cosa. Tan rápido, fuerte y certero... no puede ser humano. - ¡¿Qué dices idiota!? - se decía a sí mismo. Se negaba a creer que aquello no fuera humano o, por lo menos, tuviera truco. Vio como John intentaba prender su cigarrillo para achicharrar al hombre de paja, pero Jules no las tenía con todas con ese plan...

- Lo que está claro es que las fotografías tienen algo que ver. - se acercó al cuerpo de Hill corriendo, ahora tendido en el suelo esperando a ser atendido por la morgue. Comenzó a palparle los pantalones y registrarle en la camisa, esperando encontrar unas cerillas o un mechero que ayudase en el plan de John. 

Se fijó en las fotos que había dejado caer al suelo antes el viejo rufián, y se percató del orden en el que estaban puestas. - ¿Tendré que quemarlas quizás para parar al hombre de paja? -  se preguntaba mientras rebuscaba.

- Tiradas (2)

Tirada oculta

Motivo: Buscar - algo con lo que quemar

Tirada: 1d20

Resultado: 17(+5)=22 [17]

Tirada oculta

Motivo: Atención - fotos

Tirada: 1d20

Resultado: 11(+7)=18 [11]

Notas de juego

La intención de Jules es buscar eso, un mechero o algo con lo que prender cosas (pirómano total, like John). Si lo encuentra y supone que el orden de las fotos corresponde al de los objetivos del espantapájaros, quemar el que creería ser la foto del siguiente objetivo para ver si se detiene o no el espantapájaros. Si no encuentra uno, pues desesperándose un poco hace lo mismo pero rompiendo la foto con las manos xd.

He hecho una tirada de Buscar para lo del mechero y otra de Atención para lo de las fotos y tal. Por si son necesarias, las he puesto en oculto porque no sabría que dificultad llevan xd.

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20/06/2021, 13:56
Director de juego

John Dwight podía ver la figura del espantapájaros casi como si se tratase del mismísimo Arthur D. Lewis, pero revestido de un cuerpo menos vulnerable que el suyo de carne. El horror que despertaba en los agentes que aún seguían se manifestaba en sus caras compungidas por el espanto y lo nervioso de sus pensamientos. No obstante, y como buenos profesionales, trataban de ignorar el hecho de que su compañera acababa de ser destrozada ante sus propios ojos para poder seguir adelante. Tendrían tiempo de llorarla más adelante, pero en ese instante sus propias vidas corrían y sólo Dios sabía la de cuanta gente más si fracasaban en su intento de detener esa figura ominosa surgida de una alucinación digna de Stephen King. El veterano agente se da cuenta de la inutilidad del armamento convencional que portan y así se lo hace saber a Sullivan y Peterson.

¡Peter, Jules! —gritó de manera desesperada—. Tened cuidado y no os acerquéis demasiado. Parece muy rápido…

Los tres retrocedían a distintas velocidades, aunque sin echar a correr por el momento.

Voy a intentar prenderle fuego... —dijo Dwight mientras sacaba primero un cigarro y luego el mechero de su bolsillo izquierdo, encendiéndolo con gran habilidad.

Jules Sullivan se acercó al cuerpo de Martin Hill y comenzó a registrarlo tan rápido como fue capaz. La llama de una cerilla, o incluso de un mechero podrían ser suficientes para quemar todo el campo seco que rodeaba la granja del maldito anciano. En efecto, portaba un encendedor de tipo zippo que debía proceder de la Segunda Guerra Mundial, por lo menos. En el suelo estaban las fotos, colocadas en un curioso orden: Salina Sparks, Peter Johnson, Jules Sullivan y John Dwight. Parecía evidente que el viejo, o quizá el asesino, le había reservado para el final. Quería volver a hacerle sufrir todo lo que ya padeció en la primera operación para capturar al «Asesino de la Polaroid» cuando todos sus hombres quedaron muertos u horriblemente lisiados. Menos él.

Con la misma idea que John, Sullivan cogió las fotos y las acercó a la llama del mechero, que había encendido, para conseguir que ardiesen. Y, en efecto, se convirtieron velozmente en pequeñas llamaradas. El papel se amarilleó y oscureció antes de echar a arder y el agente las arrojó a unos maizales secos cercanos, ya que estaban a punto de quemarle los dedos. Rápidamente trató de fijarse en la criatura, que se había girado mirando fijamente a Peter Johnson, su siguiente víctima según el orden que ha visto Sullivan.

El cigarro encendido de Dwight, lanzado desesperadamente, no llegó a dar en el blanco a causa del viento. Sin embargo, las fotografías encendidas arrojadas por Sullivan estaban provocando un fuego que se extendía como la pólvora. Metros y metros de maíz comenzaban a arder a toda velocidad debido a la sequedad de la vegetación. Si no tenían cuidado, los agentes podrían verse rodeados por el fuego. Al menos John y Jules, ya que Peter…

La guadaña del espantapájaros había atravesado su cuerpo desde aproximadamente el esternón hasta la columna vertebral, a la altura de los omóplatos. La sangre brotaba a mares del vientre, abierto en canal poco a poco según el cuerpo, alzada en el aire, iba cayendo por su propio peso. La boca de Peter estaba llena de sangre que se desparramaba por las comisuras de los labios. El dolor debía superar lo imaginable porque aún no estaba muerto y su resistencia natural parecía indicar que le quedan interminables segundos aún.

Estaba intentado decir algo, palabras que no podían salir de su boca porque tenía los pulmones atravesados por la guadaña y, a buen seguro, inundados de sangre. Su boca pareció murmurar un «Lo siento» mientras miraba con toda la intensidad que le era posible a su héroe y ejemplo a seguir, John Dwight. Al fin, tras casi medio minuto de atroz sufrimiento que no pudo ser gritado a los cuatro vientos, el joven agente murió con su cuerpo caído en una gigantesca mancha de sangre, como un muñeco roto caído en un charco de lluvia.

En ese instante ya sabían que el siguiente sería Jules Sullivan.

Dwight lo había sospechado, desgraciadamente, desde el primer momento.

¿Su única esperanza? El fuego, que se extendía ya como un incendio incontrolable.

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21/06/2021, 09:30
Jules Sullivan

—¡Joder, Peter! —gritó Jules alarmándose de ver a su otro compañero caer. Se había fijado en que John había intentado pararlo con su pistola, pero no había surtido a penas efecto. Entonces se acordó de la escopeta de Hill. Volvió a girarse y agarró la escopeta, quizás con aquel calibre podría, no pararlo, pero sí romperle el brazo que sostenía la guadaña. Quería intentarlo todo, manteniendo unos nervios de acero aunque presintiendo que su muerte también se acercaba, no lentamente, sino rápida y fugazmente en forma de barrido con una guadaña.

¡John, tú corre! voy a intentar desarmarle —dijo acercándose un poco de distancia para coger buen tiro con la escopeta. Apuntó hacia los brazos del espantapájaros y disparó, buscando que aquellos dos ensordecedores disparos hicieran caer la guadaña del hombre de paja.

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24/06/2021, 11:22
John Dwight

¡JULES! ¡APÁRTATE JODER! —grité con todas mis fuerzas y una desesperación que me nacía de las entrañas.

Mis temores se estaban viendo confirmados al comprobar cómo el siguiente en caer bajo la terrible guadaña era Peter. La certidumbre de que aquel espantapájaros, cuyos hilos movía sin lugar a dudas Lewis, me iba a dejar para el final fue lo que me obligó a advertir al forense.

No podía permitir que ocurriera lo mismo que ya había sucedido en el pasado. Revivir todos los traumas que la muerte de mis compañeros en el anterior caso solo conseguiría destruirme por completo. Aunque seguramente eso era lo que Lewis deseaba.

Frustrado, desanimado y odiando al psicópata que se reía de mí de aquella forma como nunca antes había odiado a alguien, comprobé cómo mis intentos por quemar el muñeco de paja resultaban vanos. Al menos Jules había conseguido quemar las fotografías, aunque a esas alturas dudaba que tuviera el efecto necesario para detener la matanza.

Pero el fuego... Todo el mundo decía que el fuego purificaba y si era cierto solo podía rogar para que el incendio que se propagaba a toda velocidad, gracias al viento y a la sequedad del terreno, acabase con aquel terror.

¡JULES! —grité de nuevo, negándome a echar a correr como él me pedía. Me iba a mantener al lado de mis compañeros, a pesar de que dos yacían regando con su sangre la seca y dura tierra; no podía fallar de nuevo... Eso solo sería el final de mi carrera pero, sobre todo, el final de mi mente—. Eso no va a servir de nada... Lárgate cagando leches y cuidado con el fuego...

No era una persona creyente pero en esos momentos lo único que podía hacer era rezar para que el fuego llegara ya de una puñetera vez al espantapájaros y lo destruyera. Eso era lo único que nos podía salvar, o al menos eso pensaba.

Caminando de espaldas para no perder de vista la temible guadaña, seguí tercamente apuntando con mi arma al espantapájaros a pesar de saber que no iba a hacerle ningún daño. Era una niñería, una esperanza estúpida, pero aún seguía creyendo que mi pistola podía salvarnos la vida.

Era un completo iluso y un imbécil... Lo sabía.

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24/06/2021, 19:05
Director de juego

Un relámpago brilló en la lejanía y, un par de segundos después, el correspondiente trueno sonó en lo alto como si hubiese estallado una bomba atómica cerca del pueblo maldito de Ashville. La lluvia, una lluvia que hubiera apagado los campos que comenzaban a arder como si estuviesen mojados con combustible, se resistía a comenzar a caer, lo que resultaba una bendición del cielo. Quizá la única que habían recibido desde que todo ese asunto había comenzado.

¡John, tú corre! —gritó Jules Sullivan—. Voy a intentar desarmarle.

¡JULES, apártate, joder! —gritó, casi chilló John Dwight, intentando que el funesto destino que había adivinado correctamente, no se cumpliese.

Sin embargo, el agente forense del FBI había cogido la escopeta de Martin Hill con la intención de enfrentarse al monstruo. Quizá no pudiese destruirlo, pero podría destrozar los brazos con los que sujetaba la guadaña con la que ya se había deshecho de Salina Sparks y de Peter Johnson de manera brutal. John fue consciente del arriesgado movimiento que su compañero quería realizar y trató de persuadirle de que no lo hiciese.

¡JULES! —gritó, al tiempo que no se movió del sitio como le pedía su compañero. Sí, sabía lo que quería hacer—. Eso no va a servir de nada... Lárgate cagando leches y cuidado con el fuego...

El disparo de Jules alcanzó en el torso y parte del brazo a la horripilante figura que iba perdiendo paja como si se tratase de sangre mientras se acercaba a los dos agentes con unos rojos brillantes como carbones encendidos. La criatura exudaba maldad por todas partes y la terrible convicción de quién lo estaba manipulando sólo lo hacía aún más abominable.

El brazo alcanzado por es disparo soltó la guadaña y, por un instante mientras se preparaba para disparar de nuevo, Jules pensó que podría salvar a su compañero y convertirse en el héroe del día. Lo pensó, fue cierto, pero en el fondo y con el pesimismo propio de la raza humana, sabía que no existían los finales felices. Con la mano que aún le quedaba, la figura movió la guadaña con un movimiento imposiblemente veloz y la cabeza de Jules Sullivan acabó en el suelo.

Durante unos horrendos segundos, como si su cuerpo no hubiera sido capaz de comprender el mortal ataque, el cuerpo del agente se quedó de pie, con la escopeta entre los brazos, apuntando a la nada. Disparó, desde algún lugar más allá de la vida y la muerte, el dedo índice se encogió sobre el gatillo de la escopeta y se vio otro relámpago y sonó otro trueno, sólo que esta vez mucho más cercano. La cabeza de Sullivan, en el suelo, miró al espantapájaros un instante y cerró los ojos para siempre. El disparo había volado la parte central de la horrenda figura llevándose parte de la ropa, el esqueleto y la paja.

El espantapájaros se desplomó en el suelo al tiempo que el cuerpo de Sullivan, cuyo cuello no paraba de lanzar chorros de sangre como si de una horrenda fuente se tratase. Había vencido. Ese hombre, desde la muerte, había logrado derrotar al monstruo que había causado tanto horror y derramamiento de sangre en un pueblecito tan tranquilo como Ashville. Un pueblo que, desde ese momento, estaría ligado a otros adjetivos menos agradables.

Pero John Dwight aún tenía que salvar su vida escapando de las llamas. Se fijó que tenía dos posibles rutas de huida: a través de los maizales, que eran presa de las llamas casi en su totalidad o intentar avanzar hacia la granja de Martin Hill, del difunto Martin Hill, para pedir ayuda. Tanto para una opción como para la otra, se encontraba agotado, al límite de sus fuerzas físicas y psicológicas, aterrado y con el calor del fuego en su rostro. No iba a salir de esta, y lo sabía, pero era su obligación intentarlo.

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24/06/2021, 19:06

Notas de juego

Por favor, PabloBen, a pesar de que tu personaje ha muerto, te invito a quedarte hasta el final. Serán dos turnos más, uno aquí y otro en la consulta del psiquiatra, para la conclusión.

Lo has hecho absolutamente fenomenal. Inmejorable.

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24/06/2021, 19:22
Jules Sullivan
Sólo para el director

Notas de juego

Por supuesto, ha sido brutal máster. Me ha encantado. Me estaba esperando más o menos el final y pues quise hacer un poco de cabeza de turco. Muy bien narrado y jugado. Me quedo porque quiero saber cómo acaba todo jajaja

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25/06/2021, 12:11
John Dwight

Por un instante. Por un pequeñísimo segundo creí que lo conseguiríamos; que Jules lo lograría. Pero cualquier esperanza que pudiera albergar quedó segada de raíz junto a la cabeza del forense. Todo había sido una vana ilusión que se esfumaba con aquel certero golpe de guadaña del espantapájaros.

Me quedé clavado en la seca tierra incapaz de asimilar lo que estaba sucediendo; paralizado ante el horror que volvía a sacudir mi existencia. Una vez más aquel desalmado de Lewis, pues no podía ser otro el que estuviera detrás de aquella masacre, no contento con destruir la vida de tanta gente se encontraba obsesionado con hundirme a mí en los infiernos más profundos.

De nuevo veía caer uno a uno a mis compañeros. Sus agonías y sus muertes se quedarían grabadas en mi retina y en mi memoria; un recordatorio infinito de mi incapacidad para salvarlos. Una culpa que de nuevo me perseguiría por toda la eternidad.

Aunque antes tendría que salvarme; conseguir huir del espantapájaros, del fuego... De mí mismo. Quizás lo mejor que podía hacer era dejarme purificar por aquellas llamas que poco a poco lo arrasaban todo. Pero los humanos, como animales que éramos, poseíamos un instinto de supervivencia demasiado arraigado como para abandonarme a mi dolor y permitir que las llamas me devoraran, como devoraban en aquellos momentos al espantapájaros dándole por fin su final.

Un final y un descanso para aquellos huesos que se escondían bajo la paja. Un final que, en un último acto de heroísmo incluso cuando la muerte lo había alcanzado, Jules había dado a tanto sufrimiento, a tanta locura y terror.

Pero yo de nuevo me quedaba solo frente a una muerte a la que me quería abandonar pero de la que, en mi cobardía, quería huir.

Fueron segundos angustiosos en los que buscaba una salida de aquel infierno. Rodeado de cuerpos sin vida y destrozados, los cuerpos de mis compañeros y amigos; rodeado de insaciables llamas que ya habían avanzado a toda velocidad arrasándolo todo. Y en el cielo... El cielo también mostraba su rabia con el rugido de los truenos cada vez más cercanos; pero no llovía... Aún no llovía.

Los maizales ya casi habían desaparecido por el fuego así que, con las pocas fuerzas que me quedaban tanto físicas como de voluntad, eché a correr en dirección a la granja de aquel estúpido títere de Hill. Me sentía tan cansado... Tan débil... Y la granja aún estaba lejos; tan lejos como empezaba a estar mi propia razón, cada vez más dominada por una locura de la cual dudaba conseguir escapar algún día.

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26/06/2021, 09:13
Director de juego

Los maizales se habían convertido en el infierno en la tierra. De hecho, la frase de William Shakespeare en «La tempestad», definía perfectamente la situación: «el infierno está vacío, todos los demonios están aquí». Y todos los demonios estaban dentro de ese sádico ser llamado Arthur D. Lewis que había convertido un pueblo de la américa profunda y más rural en un matadero. Y en los exteriores, un matadero ardiente. Caminando hacia la granja con pasos lentos y pesados, con las llamas amenazando con lamer su traje sucio y manchado, John trataba de escapar del lugar como fuera. Entonces escuchó un ladrido.

Se trataba de un perro enorme, negro, de pelaje corto. Quizá un dóberman o algo similar, Dwight nunca fue muy bueno distinguiendo las diferentes razas de perros y en su estado, asfixiado por el humo y con escasa visibilidad con los ojos cubiertos de lágrimas, menos aún. Se sentía desfallecer y sacó el arma para disparar al animal si era preciso. Nunca había apuntado a nada que estuviese desarmado, pero no eran momentos para dudar. Sin embargo, las piernas le fallaron y se desplomó en el suelo. El perro pareció acercarse a cámara lenta hacia él, que no tenía fuerzas ni para apretar el gatillo.

Escenas de los últimos tres días pasaron ante sus ojos. Los crímenes, las muertes, los restos de paja y tejidos en los escenarios de los hechos, la visita al «Imaginauta», Arthur D. Lewis y su adquirida capacidad para viajar astralmente, las muertes por encargo en las fotografías que Martin Hill sacaba a las futuras víctimas, sus compañeros destrozados por la guadaña de la criatura que albergaba al asesino, la sangre, la mutilación, la muerte…

El perro pasó corriendo por encima de John Dwight, pero el hombre había perdido el conocimiento hacía varios segundos y no se percató de que el animal no pretendía hacerle ningún daño. Libre de su esclavizador, el anciano loco Hill, el animal corría hacia lo desconocido, jadeando, con la lengua fuera, escuálido, pero libre.

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26/06/2021, 09:13
Edward Simons

CONSULTA DEL DOCTOR SIMONS - JUEVES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2008

La consulta sigue en penumbra, el doctor Simons y el agente Dwight permanecen tenuemente iluminados por la misma lámpara que alumbra desde el rincón. El psiquiatra revisa sus notas y niega con la cabeza mientras comprueba que el agente del FBI sigue en estado de hipnosis. Nunca habían avanzado tanto en el recuerdo de aquellos fatídicos días que ocurrieron meses atrás, en el pueblecito de Ashville, y precisamente por ello, todo es diferente a otras ocasiones.

El recuerdo del terrorífico desenlace es demasiado para John Dwight. De institución psiquiátrica en institución psiquiátrica, nadie había logrado esclarecer lo sucedido aquella noche, acontecimientos de los que solo él es testigo. Naturalmente, nadie iba a creerse semejante historia, pero John Dwight sabe que es verdad, una verdad que su mente y su cuerpo ya no pueden seguir soportando... Alarmado por el ritmo de su respiración, el doctor Simons trata de despertarle.

¡Cuando cuente tres despertará, John! —ordena el doctor atropelladamente—. ¿Me escucha? Uno, dos, ¡tres!

Pero nada de eso sucede. La respiración de Dwight se vuelve más errática y sonora, su cuerpo se revuelve en espasmos.

Oh, Dios mío… ¡Despierte John! —Simons comienza a gritar y repite su orden—. ¡Despierte, agente Dwight! Uno, dos, ¡tres!

Los movimientos del agente parecen indicar que está sufriendo una crisis epiléptica o algo de una naturaleza similar. Sus huesos de la espalda comienzan a sonar de una forma espantosa. Probablemente se ha roto alguna que otra vértebra por el monstruoso movimiento.

Maldita sea… —alza la voz hacia una habitación cercana—. ¡Enfermera, el agente Dwight no despierta de la regresión, llame a una ambulancia, traiga las sales, venga!

Cuando abre la puerta, la mujer se queda estática al ver al agente moverse espasmódicamente como un poseído de una película de terror, aunque siempre con los ojos cerrados. Tiene las sales en las manos, pero no logra moverse.

¡No, no, no! —Simons comienza a gritar fuera de sí—. ¡Haga el favor de llamar a esa ambulancia de una maldita vez!

La enfermera, aún sabiendo que será tarde, corre al teléfono de la consulta.

¿Me oye, John? ¿Puede oírme? —baja de nuevo el volumen de su voz cuando el cuerpo parece detenerse, pero sólo dura unos segundos—. Tranquilícese, está en la consulta, deje de agitarse. ¡Sigue mi voz, ¿me oyes?, ¡concéntrate en mi voz!

Todos los huesos del agente crujen como astillas de madera. Dwight logra llevarse las manos al corazón, que parece bombear con la fuerza de un martillo pilón.

Joder, creo que lo estamos perdiendo. ¡Está sufriendo un ataque! Dios, Dios, Dios. Aguante, John, ya llega la ayuda…

El corazón de John Dwight se detiene para siempre.