Partida Rol por web

Se contuvo. Afiló sus nervios y los talló en gélido mármol. No consentiría flaquear otra vez, cuando también los demás se jugaban la vida. Por mucho que esa criatura vaída se formara en jirones de tangible materia ante sus ojos, y aún fuera un espectro de sí mismo, no la temería. No daría un paso atrás ni frenaría su cántico ni su vigilancia. ¡Que esa criatura se fuera al averno de donde nunca debió haber salido!

Gotas de sudor frio resbalaban por mi frente mientras luchaba por mantenerme firme en el recital macabro en el que andaba metida. Incluso cuando vi como Artie traía al doctor Bedford sentí que esto estaba hecho y que saldríamos vivos de allí.

Pero entonces, aquello apareció, era… era… no sabría describirlo. Pero estaba tan cerca, sentía que si estiraba la mano, podría tocarlo. Pero solo de pensarlo me invadía un sentimiento primordial y salvaje. Miedo. No pude evitarlo, comencé a caminar hacia atrás y trastabillé cayendo al suelo mientras en mi rostro se dibujaba un rictus de horror mientras Eso parecía violar todas las leyes físicas para rasgar el espacio-tiempo para mostrarse como era ante nosotros.

No me había dado cuenta, pero había dejado de cantar, solo podía tener la boca abierta. Aquella cosa se agitó, sentí que me escudriñaba pero a niveles tan profundos que bien podrían considerarse una violación.

No pude evitarlo.

Grité

Ya casi estaba preguntándome como sería el otro lado cuando el bueno de Gumshoe importunó mis estúpidos pensamientos salvándome la vida. Aquel cadáver volvió a la no vida después de un tiro certero de mi compañero.

- Maldita sea Artie ¿No le dije que siguiera con el ritual? Es usted un imprudente –

Intentaba sonar molesto, pero no lo estaba. No podía estarlo. Solo quería poder invitarle una vez más por haberme salvado la vida. Le dejé ayudarme para llegar a la casa donde todo parecía transcurrir sin problemas. O al menos eso creía hasta que…

Primero fue una voluta de humo, luego comenzó a tomar forma. Tuve que pestañear varias veces para tratar de entender lo que estaba viendo. A pesar de ello no supe explicarlo, pero solo podía ser una cosa. Lo mismo que intentábamos encerrar.

Verlo solo hizo que mi determinación fuera mayor por lo que me incorporé y comencé a gritar esos mismos salmos que estaban repitiendo todos. El grito de Rachel casi rompió mi concentración, pero conseguí mantenerme firme en lo que hacía.

La criatura manifestada como un cúmulo de retorcido espacio vacío parece confinada en el interior de la estrella dibujada en el suelo, como si esos erráticos trazos del dibujo separasen dos universos totalmente independientes. El ritual no cesa y está en sus últimos coletazos, cuando de pronto, la voz de Rachel se detiene y gira el rostro hacia el ser. Su boca dibuja una sonrisa complaciente y su mirada parece vagar por otros mundos. Al cabo de unos segundos, comienza a andar hacia el ser con los brazos extendidos, como si de repente, un velo irreal le impidiera ver la verdadera naturaleza de aquello hacia lo que se dirige.

Una suave voz que se asemeja a una melodía inunda todos tus sentidos, como si te susurrase a ti, y sólo a ti, al oído.

"Rachel... Ven... Acércate a mí y fúndete conmigo."

Al mirar hacia allí, ves una bella dama en el centro de la estrella dibujada en el suelo. Es una irresistible y atractiva joven de piel bronceada, como las que habitan en el sur de Europa o el norte de África, y pelo que cae como delicada seda sobre sus hombros. Está completamente desnuda y te muestra sus bellos y firmes pechos con una mirada de bienvenida que te sacude el corazón. Sus piernas son tersas y sientes unas ganas irrefrenables de explorar entre ellas por toda la eternidad. No puedes luchar contra ello. No quieres luchar contra ello. Te diriges hacia allí a besar esos carnosos labios que te esperan.

- ¡Sigan recitando! - Exclamó Arthur mientras salía corriendo en dirección a la señorita Hemingway.

Su intención era saltar sobre ella y derribarla. No obstante, estaba muy cerca del círculo mágico y si penetraba tras de éste, ninguno de ellos sabían las consecuencias que podían generar sobre ella. Sin duda alguna, que aquel ser la estuviera llamando, porque así creía Gumshoe que era, no era nada bueno.

- ¡Rachel, no! - Le gritó la con esperanza de sacarla de aquel trance.

¿Cuánto tiempo estuve gritando? No sabría decirlo ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? Solo sabía que ahora, todo había cambiado. Ya no estaba… allí. Estaba en la oscuridad, en la fría, negra y cómoda oscuridad. Me arrebujé sobre mi mientras alzaba la vista y entonces la veía. Tan hermosa, tan sensual, tan perfecta. Me llamaba, me pedía ir con ella. Y quería estar con ella. Al fin y al cabo, estaba sola en la oscuridad, como siempre había estado ¿Quién podría saberlo? Me puse en pie y vi como aquella diosa se contoneaba provocadoramente y se giraba, amenazando con irse. Antes de hacerlo, lanzó una mirada juguetona hacia atrás.

Sonreí picaronamente.

- ¿Así que quieres jugar? –

Comencé a correr ¿O a andar? Daba igual, me acercaba más y más a ella. Sus sinuosas formas, su bien definido cuerpo, todo en ello me invitaba al deseo. Y la deseaba, más de lo que podía describir. Había sido mucho tiempo sin poder entregarme a alguien. Extendí el brazo hacia adelante y seguí avanzando. Mi corazón latía con fuerza ¿Qué estaba haciendo antes? Daba igual. Solo importaba una cosa.

El Deseo

Los ojos del joven investigador se abrieron como platos, pero no perdió su concentración. ¿Qué demonios estaba haciendo la señorita Hemingway? Parecía una sonámbula yendo hacia el peor lugar posible, y no debían detenerse o el ritual podría fracasar. Arrugó el ceño. No entendía por qué pasaba todo aquello, y por qué no podían preverlo. Debía haber alguna razón, algo que hiciera que todo eso ocurriera, pero ni podía planteárselo en aquel momento ni debía hacerlo, pues su presente era demasiado vital como para divagar en aquello. Como ya había hecho antes se dedicó a mantener el ritual activo y que el destino hiciera justo cumplimiento de cuanto ya estaba escrito...

Y finalmente se mostraba, aquello que queríamos encerrar. Mientras lo miraba, empecé… empecé a pensar que estaba loco de verdad. El terror, las formas imposibles, las energías que emanaba ¿Cómo podría explicarlo no ya a los demás, sino a mi mismo? ¿Qué más horrores escondían este mundo? ¿Cuan insignificantes somos?.

La simple visión de aquella cosa era suficiente para que cualquiera se abandonara a los instintos más primarios y básicos y saliera corriendo del lugar. Pero no podía hacerlo, se lo debía a estos jóvenes que de seguro desentrañarían todos estos misterios. Por ellos, debía seguir el cántico. Mientras recitaba aquellas extrañas palabras, intentaba no pensar en las extrañas formas que tomaba aquel ser ni en los sonidos imposibles que hacía.

Pero algo me hizo sobresaltarme. Rachel, pareció entrar en pánico y tras caer hacia atrás comenzó a chillar. Entonces se calló de golpe y como si estuviera en alguna especie de Trance, comenzó a avanzar hacia la criatura.

El primero en reaccionar fue Artie, pero no fue capaz de detenerla. Yo debería seguir cantando, pero no podía permitir que esa criatura se llevara a la joven y por ello, intenté sujetarla. Pero fue un error, al intentar hacer fuerza, la herida del hombro me golpeó con una fuerte punzada de dolor que me hizo arrodillarme. Y mientras contemplaba, incapaz de hacer nada, como Rachel seguía avanzando. Entonces se me ocurrió algo.

- Artie, dispárela en la pierna ¡Que no toque esa cosa! -

- ¿Está loco? - Se preguntó a si mismo cuando escuchó a Warren ordenarle que disparara a Rachel.

No obstante, en décimas de segundo y desde el suelo, donde había acabado tras tratar de apresar a la señorita Hemingway, decidió que era lo mejor que podía hacer. Agarró su pistola, apuntó a la pierna de Rachely disparó. El proyectil se fue lejos, bastante lejos de su objetivo. Arthur no supo en ese momento si había fallado por falta de puntería o porque su subconsciente le impidió disparar contra un civil desarmado y sin culpa de nada, que además, era su amiga. Pero lo cierto fue que falló.

- ¡Mierda! - Exclamó. Esperaba que al menos el sonido de la detonación fuera suficiente como para sacarla del trance en el que se hallaba.

Pero no fue suficiente. La mano temblorosa de Artie hace que la bala haga saltar pedazos de madera del suelo a escasos centímetros de Rachel, dejando un agujero humeante. Rachel, a la que nadie ha sido capaz de detener, entra dentro de la estrella grabada en el suelo, entregándose en su fantasía al insinuante y atractivo ser que ha tomado su mente, mientras la realidad es muy distinta para el resto de investigadores. Ya dentro de la estrella, de la que la criatura no puede salir, Rachel Hemingway se encuentra a su merced. Su cuerpo de retuerce de forma imposible hasta acabar despedazada y empalada por unas largas extremidades casi invisibles pero que, con la sangre que el cuerpo de la joven periodista derrama, se van impregnando de color carmesí y mostrando una horrorosa criatura sin forma, más parecida a un agitado nido de lombrices gigantes que a un ser vivo.

El cuerpo mutilado de Rachel es introducido a trozos en esa maraña contoneante con la sonrisa petrificada en su rostro, en cuyo último atisbo de vida aún creía estar entregándose a los brazos de una bella criatura.

Las docenas de zarcillos alargados se agitan conforme el ritual va alcanzando su fin, salpicando a los investigadores de la sangre de su compañera ya deglutida. El sonido de aquella bestia es insoportable, como el de una hirviente olla de viscosa comida, mientras que algunas partes de su cuerpo golpean el suelo de madera como gruesos látigos orgánicos sin control.

La situación está al límite, y los investigadores se debaten entre un último empujón de valor o derrumbarse ante las escena que acaban de presenciar.

Es el momento de la verdad.

1 hora y 59 minutos de ritual.

Arthur abrió los ojos de par en par ante lo que acababa de presenciar. Su mente no podía creer lo que le transmitían sus sentidos. Rachel había sido devorada y su sangre esparcida por doquier. El investigador se limpió la cara con el dorso de la mano, quedando rostro y mano impregnados de rojo carmesí.

Se acercó al círculo. Apuntó con su arma y a punto estuvo de disparar, pero en el último momento no lo hizo. Aquella situación no requería balas, sino otra cosa muy distinta. Debían concluir el ritual. No podían fallar ahora que estaban tan cerca de finalizarlo. Principalmente porque si fallaban podían ser los nuevos protagonistas de una sangrienta escena.

- Rotas, opera, tenet, arepo, sator... - Comenzó a pronunciar. - Rotas, opera, tenet, arepo, sator... 

Parecía increíble la frialdad con la que Gumshoe actuaba tras presenciar la dantesca escena que había tenido lugar frente a sus ojos, pero muy posiblemente su cerebro o su instinto de supervivencia habían bloqueado aquella visión hasta que tuviera un momento de tranquilidad en ella que derrumbarse. Lo que estaba seguro era que necesitaría mucha terapia para olvidar aquello y dejar dede sufrir terribles pesadillas.

No daba crédito. Era simplemente imposible de creer. Un ser humano, complejo, con cientos de venas y terminaciones nerviosas, con una masa corporal de decenas de kilos, convertido en un amasijo informe de sangre viscosa y despedazado hasta ser prácticamente irreconocible. Su rostro estaba tan pálido como el David de Miguel Ángel, e igual de hierático. Su voz tembló, bajó de tono hasta casi desaparecer, pero no lo hizo. Se tragó aquel mar de sensaciones que le revolvía el estómago y aturdía su mente hasta el punto de creer que caería desmayado de un momento a otro, y continuó recitando. Se lo debía a la señorita Hemingway

No la había tratado lo suficiente, y se sentía un novato al lado de tan experimentados investigadores (cada uno en su campo). Y no se atrevía ya ni a preguntar qué clases de situaciones habrían vivido para llegar hasta donde estaban ahora, dando forma a un ritual ancestral que apresaba a una criatura de otro dominio. Que Dios y la Ciencia, ambos en su infinita gloria, los acogieran, pues sentía que eran hijos malditos de una historia que no se contaría, de un relato de oscuridad y una lucha a vida o muerte contra lo desconocido. Con renovadas fuerzas continuó entonando las palabras, ahora acompañados él y Vixen por el intrépido detective. Apretó los puños y se obligó a fijar los ojos en esa inmunda criatura

¡¡¡Rotas, opera, tener, arepo, sator!!!

No pudimos impedirlo. No pudimos impedir que aquel ser reclamara a la pobre Rachel para él. Mi corazón se rompió por dentro. Ese tenía que haber sido yo, era mi responsabilidad cuidar de todos. Demasiado viejo, demasiado torpe, demasiado cansado. Las lágrimas se agolparon en mis ojos amenazando por Salir, pero no era el momento de llorar, el ritual debía terminarse, debíamos enviar a esa “Cosa” al oscuro abismo del que hubiera salido.

Me incorporé, apreté los puños, mi cuerpo dolía, demasiado esfuerzo para un viejo. Pero no pensaba rendirme. Tomé posición junto al resto, con la imagen de los últimos restos de Rachel golpeando mi mente y seguí con el cántico:

- Rotas, opera, tener, arepo, sator -

La criatura despide un gemido intenso al mismo tiempo que entonáis el cántico con más fuerza.

¡¡¡Rotas!!!

¡¡¡Opera!!!

¡¡¡Tenet!!!

¡¡¡Arepo!!!

¡¡¡Sator!!!

Los apéndices del ser se retuercen a toda velocidad, comprimiéndose en un punto diminuto a un par de metros del destartalado suelo de madera de la habitación, sobre la estrella de cinco puntas, hasta ser finalmente expulsada de este mundo y desterrada a aquel del que procediese. Tras de sí deja una persistente inmundicia ultraterrena.

La noche regresa a la calma dejando tras de sí unos destrozados cadáveres en el exterior y un dolor desgarrador en vuestros corazones por Rachel Hemingway, cuyo cuerpo ha alimentado al ser minutos antes de desaparecer.

Ahora ha llegado el momento de volver a Arkham y dar carpetazo al asunto con la familia de Merriweather, antes de volver a vuestra oficina en Boston. Durante el camino de vuelta, los silencios son espesos, con la imagen de Rachel siendo despedazada violentamente rondando en vuestras mentes, y ese hedor ancestral que dejó la criatura y del que es imposible deshaceros...

Conducía de regreso a casa en total silencio. Había acabado con dos seres que debieran estar muertos y posiblemente le había salvado la vida a su buen amigo Warren. Había presenciado como aquel ser se materializaba en el interior del círculo arcano, atentando contra toda lógica y raciocinio humano. Todo aquello podía soportarlo, pero no la desaparición de Rachel Hemingway.

De todos los miembros del grupo, era quizás con quien menos contacto tenía sin contar a Henry, pues era relativamente nuevo, pero aún así, su muerte le había dejado muy tocado. No esperaba perder a nadie en aquel encargo. No esperaba que nadie muriera y lo había hecho una persona muy cercana. Rachel ya estuvo a punto de palmarla en la casa Corbitt. Quizás fuera una advertencia y quizás tendría que haberse alejado de lo paranormal. Quizás...

Lo más duro para Arthur era que quizás, él tuviera la culpa. Fue él quien les propuso entrar a formar parte de aquel negocio. Fue él quien les incitó a seguir indagando en lo oculto, en lo que ningún hombre debiera conocer, ni presenciar nunca. Posiblemente, de no haber diversificado su agencia de detectives, Rachel seguiría viva.

Recordó entonces al padre Jonah. Había muerto en la mansión Corbitt. Aquel viejo amigo suyo también había pagado con su vida por su culpa, por haberle involucrado. Dos personas queridas habían sido presa de lo que no podía describirse con palabras. Quizás sería mejor que olvidara aquellos asuntos para que nadie más muriera. No quería cargar con más muertes sobre su espalda, aunque por otra parte. Alguien debía encargarse de aquellos asuntos. ¿O no?

Arthur resopló. Una lágrima cayó por su mejilla. El dinero que podían ganar con aquello, no valía la pena. Sin embargo, por alguna razón, sentía que no podía abandonar aquel mundo. Sentía que estaba haciendo lo correcto. Sentía que había encontrado un sentido a su vida y un propósito. Definitivamente, tenía que seguir luchando contra el mal. Pues eso era lo que hacían. ¿Verdad?

- Luchar contra el mal... - Murmuró de forma casi inaudible. - Luchar contra el mal... - Repitió de forma inconsciente.