Partida Rol por web

-No lo sé con seguridá, señó, pero no creo que esa escalera de maera la estuviera usando uno de sus hermanos pa' subirse a ver la luna desde el tejao -comentó el pícaro, haciéndose el inocente, mientras hablaba al monje-. Ver solo vi la escalera y unas antorchas, pero en mitá de la noche muchas buenas intenciones no creo que tuvieran, fíjese lo que le digo, señó.

- ¡Ninguna hijo ninguna, serán esos bulgares...que quieren secuestrar a nuestro buen hombre...la tragedia en ellos cernise debiese...¡mal tormento les caiga a todos los que traten de violar esta iglesia!...

—¿Secuestrar? ¿Y para que quieren secuestrar a un monje? —intenté poner gesto de extrañeza, —más creería que pueden ser los que nos asaltaron y que ahora buscan un botín mayor... —me giré hacia el monje con gesto compungido —¿Cuantos son ustedes aquí? ¿Tienen armas? ¿Pueden pedir ayuda? ¿Estaremos a salvo? —si respondía a las preguntas podríamos hacernos a la idea de cuantos son y como están de armados. —Quizá vayan sobre alguna reliquía que ustedes tenga, que Dios no se apiade de ellos... —.

-Eso digo, señó -agregué, dirigiéndome al monje, tras las palabras pronunciadas por Bencomo, en un intento por sonsacar al religioso acerca de la presencia del futuro rey-. ¿Pa' qué querrían esos bandíos secuestran a un pobre monje? Sabe Dios que de toa la vía los secuestros se han realizao pa' pedir mucho oro en los rescates. Me da mí que o vuestro buen hombre no es un monje normá o esos asaltantes han podío venir buscando alguna reliquia o fortuna para luego venderla.

- El obispo hijo mio, es el obispo, claro que es valioso un obispo, bendito sea el señor si nos cogen en este momento tan agitado...los caballerizos son nuestra única salida...ellos deberán hacerles frente, esperemos que no pasen de la sexta sería muy complicado sino que pudieramos hacer algo... los monjes del entorno se ponen nerviosos y alguno parece entrar en verdadero pánico mientras Freyr consigue escabullirse sin ser visto rumbo hacia su objetivo.

Tras nuestros protagonistas apareció la figura de Ramiro, un hombre de una cierta edad aunque con facciones saludables, portaba una ligera túnica blanca que seguramente usaría para dormir junto a él estaba Freyr...- Avise a los hermanos de que pueden estar tranquilos...es una falsa alarma señores, pueden retornar en sus sueños... el sacerdote fué a dar aviso, mientras Ramiro observaba a Pedro ...entiendo que no han venido aquí simplemente por los designios divinos...¿me ponen de relevancia la misiva que les trae?.

Miré extrañado a Freyr, ¿Le habría dicho algo al obispo?. Después observé a mis compañeros, y traté de mostrar un porte regio. Suspiré. —Todo ocurre por los designios de Dios, se dice... Pero quizá haya algo más como usted dice, si nos concediera unos instantes... podríamos explicarnos —dije mientras añadía a todo una leve inclinación para mostrar respeto.

Faustino se santiguó de inmediato al ver aparecer al obispo y futuro rey, Ramiro. Puede que el pícaro hubiera conocido antes a Abderramán y que hubiera tomado parte en la misión que salvó la vida al joven Omeya, pero él, siendo un ladronzuelo español del siglo XVII, tenía en alta estima a los reyes de la Antigüedad, pese a que no fuera lo suficientemente inteligente como para recordar sus nombres. Por ello, ver a Ramiro fue para Faustino como si estuviera viendo a un santo.

-Vuesa merced es aún más grandioso de lo que me lo imaginaba -dijo el pícaro, en tono absolutamente servil e inclinándose como un súbdito lo haría ante un monarca-. ¿Podría concedernos unos momentos pa' hablar con usté?

Todo parecía marchar más o menos según lo planeado hasta que el obispo pareció percatarse de que todo era una estratagema para dar con él, haciendo acto de presencia en aquella escena salida de una tragicomedia. Pedro tratando de aparentar estar a la altura, Faustino todo lo contrario y Freyr, bueno, como siempre intentando fundirse al lado de aquel hombre imponente.

Ella, por su parte, tenía sentimientos encontrados. La grandiosidad de la presencia de aquel que debía ser rey hacía que sintiera un extraño respeto autoimpuesto por aquella figura pero el hecho de hallarse ante un obispo, un representante de esa iglesia que había puesto en relevancia un pecado que no tenía para castigarla con crudeza por el mismo.

Su rostro se crispó al final con tensión, ganando el rencor a la benevolencia de su misión, logrando que agachara el rostro en una falsa señal de respeto para evitar que aquel hombre vislumbrara su alma a través de sus ojos y decir alguna de aquellas palabras que tenía enquistada en el alma.

Ramiro condujo a los visitantes a su estancia, cubierto por un tipo de tapiz colorido oscuro se encontraba el suelo de líneas rectas, pero de forma irregular, apenas un pequeño ventanuco por el que un pájaro saldría dificultosamente, una cama sin demasiada obstentación de tono rojo y amarillento en sus telas, y un pequeño "escritorio" con una tabla de madera y unas patillas improvisadas...- No se os concede excesivo tiempo para hablar, la situación no es propicia por como habeís actuado entre estos muros...

Miré a mis compañeros, no habíamos hablado nada de nada de lo que íbamos a decir. Demonios, no teníamos ninguna preparación previa.

Resoplé y miré la estancia, conociendo el siglo XXI era muy humilde pero en comparación con la de mi época era un palacio.

—Perdonadnos la manera de actuar. Seguramente si hubiésemos expuesto los motivos que nos han traído hasta aquí... no estaríamos hablando con vuestra merced... Venimos enviados para hablar sobre el trono de su majestad el Rey Alfonso. Le suplicamos que reconsidere su decisión —me mesé la perilla —en caso contrario la situación se puede tornar insostenible en el Reino —.

Faustino era un pícaro, un buscavidas, un hombre con un piquito de oro que había sobrevivido toda su vida mintiendo y robando. O robando y mintiendo, no necesariamente en un orden concreto. Sin embargo, siempre había sido un hombre de las clases bajas. Sabía cuáles eran sus limitaciones y que no podría convencer mediante sus mentiras a un obispo relacionado con la realeza. Nadie en su sano juicio podría considerar a Faustino un emisario del rey.

Por ello, el ladrón decidió permanecer en silencio, dejando que fuera Bencomo quien se encargase de convencer a Ramiro. Y ya que estaba en un lugar sagrado, se encomendó a Dios para que todo saliera bien.

Soltó un suspiro, el tema le había resonado en la cabeza de tantas formas, y tal número de veces...- No es mi condición, la carrera de la Iglesia es mi camino, lo dije en todos los supuestos, no debo inmiscuirme en tales actos, de seguro las candidaturas son muchas para tal obra divina, ¿por qué yo? que no deseo más que una estancia tranquila en este lugar cumpliendo con mi sagrada tarea.

Me mesé la barba. —Sin lugar a dudas la tarea aquí que puede hacer vuestra merced es grande, pero... a veces los dioses —carraspeé —es decir, Dios manda para uno mismo algún camino difícil, que sin duda enfrentará peligros más a la larga la sagrada tarea puede ser mayor —eché un vistazo a mis compañeros para ver si tenían alguna idea más que decir.

—Pensará vuestra merced que quien soy yo para entender los problemas que le acontecen, vengo de lejos, como habrá notado por mi acento —sin duda todo aquello era curioso, si no convencíamos a este hombro, mi tierra quedaría en paz y tranquila. Nadie la perturbaría y no se derramaría sangre. Más ahora me debía a otros. Resoplé —Aragón es grande y, en cierta manera, entiendo la responsabilidad que recae sobre usted. Su hermano así lo quería y el estado lo necesita. Usted cuenta con multitud de apoyos y la protección que sea necesaria. La expansión de Dios debe ser necesaria para frenar a los almorávides —.

Faustino empezaba a pensar que las palabras de Bencomo no serían suficientes para convencer al futuro rey y, por otra parte, María se hallaba completamente callada, por lo que tampoco podía contar con que la mujer pudiera llegar a ser de ayuda.

Sabiendo que no le quedaba otra alternativa que ser él quien diera aquel paso hacia delante, se aproximó hasta Ramiro y le habló en tono servil:

-Mi señor, como mi compañero ha dicho, vuestro hermano confiaba en vos para reinar sobre Aragón. Piense vuesa merced en cómo se vive en las tierras donde gobiernan los almogávires* esos. ¡Tierras alejadas de la Mano de Dios! No se puede dejar que esos violentos musulmanes continúen expandiéndose por la península. Usté es un miembro del clero, un hombre santo, ¿quién mejor que vuesa merced para comenzar a recuperar los reinos que deben pertenecer a hombres de Dios?

- Hablaís muy extraño en general, pero tampoco es que este hombre hable de forma diferida... dijo el obispo con extrañeza por los términos que empleaban y el acento que era imposible que reconociera ...yo no soy un dirigente, ni un guerrero, mi hermano era el gran cruzado, el que estaba hecho para ejecutar esa tarea, aunque era por sus propias ambiciones de ser recordado por los tiempos de los tiempos, yo no sabría como ser ni medio capaz... dijo entrando en duda.

—Existen distintos caminos para llegar a un mismo sitio. Su hermano pudo ser el gran cruzado, pero seguro que usted conoce mejor los caminos de Dios. Y nada es más poderoso que ese camino, ¿no es así? —entrecerré los ojos pensando —¿no habrá alguna otra razón? Espero que nadie os haya amenazado? —empezaba a cansarme esa tozudez, si no habían podido convencerlos unos nobles no sé como podríamos hacerlo nosotros.

Ramiro era testarudo y difícilmente podrían convencerle. Faustino había decidido jugar la carta de la religión, pensando en tal vez el obispo fuera un hombre con un vehemente pensamiento sobre extender el cristianismo mediante la conquista de las tierras musulmanas de la península, pero nada más lejos de la realidad.

Al pícaro le tocaba, por tanto, jugar la carta emotiva. Apelar a los sentimientos de su hermano para convencerlo.

-Su hermano confiaba en vos -le dijo, con firmeza-. Al morir, quiso que fuerais vos quien subierais al trono. Él supo ver en vos una valentía y una capacidad liderazgo que vos no veis. Reconsiderad vuestra decisión. Rechazando la corona, estáis yendo contra vuestra última voluntad de vuestro hermano.

Escuchando los fútiles intentos de sus compañeros de convencer a un hombre cuyo cerebro pertenecía a un Dios que no invitaba al pensamiento libre, María languidecía. Y es que su antipatía por los hombres de Dios y su empeño por cumplir con la misión entraban en contradicción directa, así como el saberse una mujer en una época en que su voz difícilmente sería escuchada. Aún así, viendo las dificultades, decidió hacer un intento.

- Monseñor, os ruego disculpéis a esta estúpida mujer que poco conoce de la ley de los hombres - terminó por decir, tomando la palabra con una torpe genuflexión -. Poco sé del deber de un rey mas que está en su mano guiar al pueblo y protegerlo, tanto del mal ajeno como del propio. No pretendo conocer los designios del Señor pero su palabra se hace oir por la voz de sus siervos de modo semejante. ¿No sería su deseo pues, que vos que escucháis su voz, seáis su mano derecha en mayor cruzada? - se mantuvo un momento callada antes de añadir -. Como madre sé que aunque los hijos estén lejos siempre escuchamos su llanto. ¿No oís, monseñor, el reclamo de vuestros hijos, de vuestro pueblo? Un pueblo que, dividido por la falta de un rey muere de hambre y de enfermedad, sufre a merced de los enemigos de la corona, quienes planean cómo caer sobre el glorioso imperio que vuestro hermano unificó como cuervos. Sin nadie que los proteja...sin duda lo oís, monseñor, ¿qué os retiene de acudir en su auxilio?

Ramiro sopesó aquellas palabras, le perturbaron, no en el mal sentido, sino esa convicción de no acceder bajo ningún concepto, no eraís los primeros en intentar convencerle de esto, y era difícil pensar en dejar sus votos, pero así lo hizo. Tras aclarar el revuelo en el lugar, pidió a todos irse a dormir y reponer fuerzas.

Al alba el obispo es ayudado por los sacerdotes y los patrulleros para preparar sus cosas y partir hacia Zaragoza donde se llevará a cabo la coronación que tendrá que ser a marchas forzadas, se espera que el mensaje mandado por el obispo o exobispo en este punto llegue antes.

- Opción A: Cogen el camino principal.
- Opción B: Se cuelan por los bosques.
- Opción C: Utilizan el trasero camino de la catedral que da a una calzada de tiempo romano que permitiría llegar a Zaragoza en menos tiempo.