Partida Rol por web

Intentando asimilar dicha conversación sobre mujeres, tema en el cual no me encontraba demasiado cómodo por mi poca experiencia en el trato con el sexo opuesto, traté de intervenir en la conversación - jaja, Hector, por supuesto que usted tiene una planta imponente. -dije dejando aparecer una media sonrisa - pero también es verdad que el señor Rotchett tiene una templanza con las mujeres digna de los mejores casamenteros... yo si fuera usted no obviaría los consejos de Samuel.

Me hallaba esperando más comentarios jocosos por parte de Samuel y Edward cuando mis pensamientos se vieron interrumpidos por la impulsiva intervención de la joven de la mesa de al lado. Sacudí ligeramente la cabeza incluso, incrédulo. ¿Estaba escuchando nuestra conversación? ¿Le había ofendido mi comentario? Me incorporé ligeramente, dirigiéndome un momento a Edward que, entre tanto, había añadido su aportación a la conversación- Creo que tendré que hacerle caso Edward, a juzgar por el comentario de la señorita parece que el Señor Rotchett y usted tienen razón... Quizás no tengo tan buena mano con las mujeres... dije, antes de inclinar ligeramente la cabeza, mirando ya a la señorita.

-Me temo, señorita, que esa ha sido mi experiencia con sus compatriotas.... Hasta el momento. - le dije, mirándola directamente, amable y cordial en todo momento. No había sido mi intención la de ofender a nadie, simplemente exponía mis motivos en una conversación distendida- Disculpe si la he ofendido. Nunca fue esa mi intención. - añadí, con mi marcado acento americano, acabando mi disculpa con una sonrisa- Sin embargo, si algo me ha quedado claro, es que está usted dispuesta a demostrarme que estoy equivocado... - dije, ladeando mi sonrisa, intentando quitar un poco de hierro al asunto.

Los comentarios de Héctor traen a Mary de nuevo a la realidad, calmando las emociones intensas que se suceden en su interior.

Oh sí, desde luego, le responde. Disculpe mi tono. Sé que no estaban hablando con nosotros, pero no he podido evitar escuchar su comentario y participar en la conversación.

Mary, no hay manera de que encuentres una justificación para tu tono de voz, así que será mejor que te calles o cambies de tema radicalmente.

Aparta su mirada del apuesto joven antes de que sus mejillas vuelvan a ruborizarse y la situación empeore aún más. Intenta encontrar algo más que decir, pero se encuentra bloqueada, así que simplemente da otro sorbo a su copa de vino y enciende otro cigarrillo para aclarar sus ideas.

Ante mis palabras sobre Hector, no esperaba menos que una reacción tal y como había mostrado la señorita que se encontraba en este vagón y hablando en la mesa de al lado con otro caballero.

Eso hizo que le pegara un trago al vaso, tragara saliva y dijera.

Lo ves Hector, debes hacer caso a Edward antes mis consejos, aunque tengo que decirle Edward que no todo es mérito mío, usted tiene siempre buena planta y aprendo de usted siempre.

También debe hacer caso y espero que cambie de opinión sobre las mujeres de mi país Hector, porque aquí has visto el temperamento que la señorita ha sacado ante su comentario. No querías una mujer diferente, pues aquí la has encontrado Hector. Solo tienes que saber buscar bien...

Dije mientras reía.

Sonreí, ante la puya de Samuel. No esperaba menos de él, así que estaba preparado.

-Aprovechando para hacer leña del árbol caído, Rotchett, eso si que no me lo esperaba de usted... - dije, bromeando, mientras la sonrisa se afilaba en mi rostro. - Descuide, intentaré tener más tino la próxima vez... Ya veo que no todas sus mujeres son muñequitas mustias. - dije, mirando a Samuel, aunque el comentario esta vez iba para todos. Acabé por girarme entonces de nuevo hacia la mujer, sin borrar esa sonrisa amable de mis labios- No hay nada que disculpar, maidmoiselle. Y no dude en intervenir cuando lo desee. Quien sabe, quizás incluso podamos extendernos más en nuestra conversación en otro momento... - dejé caer, con un elegante cabeceo. Claro que yo sabía tratar a las mujeres, y mi historia con ellas iba más allá de lo meramente superficial. Porque, lo que ninguno de los presentes sabía, ni siquiera el propio Rotchett, es que Hector McQueen estuvo a punto de pasar por el altar hace algún tiempo. Eso fue antes de que mi prometida decidiera que ya no podía aguantar más mi ritmo de trabajo, mis ausencias y que tuviera que dedicar mi vida al servicio de Rotchett, y no tanto de ella.

-Gracias por el cumplido señor Rotchett, sólo pretendo ser útil en todo lo que pueda - dije mientras ladeaba mi cabeza con cierto aire de extrañeza al ver el cambiante rostro de Hector. Sin duda algo le había afectado.

al ver la reaccion de aquella mujer, me hizo pensar en el tiempo que perdia tratando de entablar conversacion con ella, era claro que yo no era de interes para ella, asi que decidi retirarme del vagon salon e ir a mi habitacion disculpe señorita que me retire, pero no he dormido nada desde la media noche y estoy agotado, fue una agradable conversacion. Que pase buenas noches y espero verla para desayunar me levante de la mesa y me despedi con una inclinacion hacia adelante en señal de respeto a la dama, me gire hacia los caballeros con su permiso señores, me retiro para que sigan con sus conversacion, solo les pido que respeten a la dama.

-supongo que el viaje se puede hacer un tanto largo, por eso mejor una agradable conversación-digo con cierto tono de cansancio en mi cara.-bueno, ¿y qué opinan del majestuoso tren en el que nos alojamos?

Ya sabe usted como soy Hector, me gusta echar leña al árbol caído de vez en cuando, pero siempre con buenas intenciones nunca malas. Dije mientras sonreía y veía como Hector intentaba interesarse por la mujer de al lado. A lo que le susurre.

Aprovecha que se ha ido el caballero que le acompañaba para hablar con ella...

Entonces me dirigí a Edward mi criado y le respondí a su pregunta del tren.

No tengo ninguna queja con este tren, ya que no es la primera vez que viajo en el. Siempre me han tratado bien la verdad, espero que este viaje siga igual de bien y no tenga ninguna queja.

Me miré el reloj, y me acordé que debería llamar por teléfono al hombre que me dijo antes Edward, por lo que miré a ambos y mientras me levantaba agarrando mi periódico, y mi vaso de whisky les dije.

Si me disculpan Hector, y Edward, me retiro a mi habitación para hacer una llamada que anteriormente Edward me ha comunicado.

Edward mañana por la mañana, toque a la puerta de mi habitación para desayunar juntos y charlar un poco. A usted Hector descanse unas horas mañana de mi e informeme de todo. 

Ahora me retiro de aquí, adiós.

Asentí, y yo mismo me puse también en pie. Me di cuenta entonces de que había olvidado mi reloj en el camarote, pero lo cierto es que sí, ya era demasiado tarde.

Sin embargo, la sugerencia del señor Rotchett de entablar conversación con aquella señorita era bastante tentadora. Decidí que, al menos, intentaría tantear el terreno.

- Que pase usted una buena noche, Samuel. Le veo mañana durante el desayuno... - le dije, con una sonrisa amable, sin coger mis pertenecias pese a estar de pie. Y luego me dirigí a Edward, también con semblante amable- Si me disculpa, Edward... Seguiremos hablando mañana. Descanse usted también. Se lo merece. - reconocí así su dura labor como criado de Rotchett. No era un trabajo fácil y Edward siempre lo había desempeñado con total diligencia y responsabilidad.

Saqué entonces un cigarrillo y decidí acercarme a nuestra acompañante, con la mejor de mis sonrisas. Me paré ante la señorita, con la mano libre mentida en el bolsillo y una pose bastante distendida- Me temo que ha llegado la hora de retirarse, Madmoiselle. Sin embargo, esperaba poder charlar con usted con mas tranquilidad, a la hora de cenar, si no tiene otros planes, claro está. Asi podria seguir demostrándome que no todas las británicas son como yo tenía entendido... -hice una pausa, tras la invitación, buscando una reacción por parte de la chica. Acto seguido, volví a sonreírle, tendiéndole mi mano, para coger la suya y besarla- A propósito,  creo que no me he presentado. Mi nombre es Hector. Hector Macqueen. - le dije, de nuevo con mi marcado acento del otro continente, esperando ver su reacción mientras, por el rabillo del ojo, veía a Samuel Rotchett salir del compartimento.- Y, si no tiene inconveniente, la veo mañana a la hora de cenar, en el vagón restaurante. Será una compañía de lo más grata.

Incliné entonces la cabeza, en una ligera reverencia y, sin darle tiempo a rechazar mi invitación, cogí mi maletín y mi chaqueta y salí del vagón, en dirección a mi habitación.

Mary continuaba mirando por la ventana y terminando su copa de vino, mientras pensaba en su reacción exagerada y trataba de encontrar una explicación a la explosión de emociones y compulsividad que tan poco la caracterizaban.

Poco a poco, el vagón se fue liberando. El apuesto caballero se acerca. Mary mira por la ventana, simulando que ni siquiera se está enterando de la situación, a la que obviamente, está atenta cual felino. Héctor parece hacer caso omiso de su intento desesperado de que la trague la tierra, se acerca y le habla mientras le besa su mano.

Su mente vuela de nuevo y está otra vez en su habitación, arrancando de golpe la camisa del joven mientras besa su pecho. Se encuentra nerviosa y sus intentos de aparentar calma le hacen mostrarse rígida, sin mover ni un pelo de su cuerpo. Finalmente, reacciona y le contesta.

Un placer, Senhor Macqueen, mi nombre es Mary Debenham, estaré encantada de verle mañana, de todas maneras, nos queda un largo viaje.

Dicho esto, el apuesto caballero se dispone a marcharse y Mary se enciende un cigarrillo mientras termina su copa de vino antes de retirarse.

Una vez termina su cigarrillo, Mary lo apaga y se retira hacia el vagón restaurante a comer algo

-yo creo que también me retiraré un rato a mi habitación, esperaré noticias nuevas, sino en un breve espacio de tiempo volveré a preguntar a Henry, al médico o a Dios mismo, pero hoy no me acuesto sin saber como está el señor Rotchett y que ha ocurrido. -dije con cierto tono de enfado y desesperación.

Cuando te disponías a salir, viste a Henry que entraba con Hardman (Cyrus) al restaurante. A lo que al verte Henry te hizo una señal con el brazo y te dijo.

Edward por favor si es tan amable acompañenos al restaurante el señor Bouc les quiere informar de algo.

-ya era hora Henry- digo con cierto aire de preocupación- vayamos sin perder tiempo.

La señora Mubbarb entró en el vagón con su lento caminar acompañado por el toc-toc de su bastón. Escogió un mullido sofa tapizado en carmesí, cercano a la ventana y se sentó dejándose caer con todo su peso. Miró a ambos lados del vagón, sacó su petaca y le dió un buen trago. Sonrió satisfecha, enroscó bien la tapa y la guardó rápidamente. Tener que aguantar a un yerno como el conde estaba haciendo que su pequeña adicción al coñac aumentase... pero tampoco era una aficción demasiado desagrable...

Salí del vagón restaurante al percatarme que uno de los pasajeros se dirigía al salón. Informé a Alfredo de mi ausencia en el restaurante para ir si deseaba algo la persona que estuviera aquí dentro.

Abrí la puerta y vi aquella señora mayor que había ayudado con su equipaje y conmigo se portó muy educadamente. Me acerqué a ella y le dije.

Disculpe señora Sr. Mubbard, ¡desea algo?,ya sea agua o algo para leer...le dije.

La Sr. Mubbard iba a sonarse los mocos con disimulo cuando apareció el muchacho que la ayudó con la maleta, le dedicó una sonrisa amable.

- Pues ahora que lo dice quizás sería agradable leer algún periódico acompañado de una tacita de te con limón. Sería usted tan amable de traérmelo- le dijo adoptando el más agradable de sus gestos- y ya que estamos, ¿sabes si ha salido ya el detective o han descubierto algo de ese horrible asunto?- añadió poniendo cara de circunstancia.

Ahora mismo le traigo el te y el periódico. Pues lo siento, pero no sé nada, no sé si han salido de la habitación o qué. Iré después de aquí nuevamente a la habitación para saber como van los señores.

Y marché hacia el restaurante para traerle su pedido.