Partida Rol por web

Así que sí. Era parte de eso, el oficial inglés, o alemán, o lo que fuera que fuese, era parte de eso. Sólo había necesitado hablar de los propios órganos visuales para que la gota colmara el vaso. No era un hombre, en el sentido normal. Quizá lo había sido, era posible, quizá era fruto de alguno de esos experimentos, quizá podía moldear su forma, como ese polvo grisáceo, quizá los experimentos fallidos eran esos caníbales de ahí fuera, quizá los exitosos se habían quitado la vida precisamente por serlo.

Las posibilidades cruzaban la mente de Walter una tras otra, a cual más peregrina, incapaz de tirar de un hilo sólido. Pero lo que sí tenía claro era que habían caído en una trampa peor que letal. Y ahora, también ellos formaban parte de eso. No podían evitarlo, de ninguna forma.

El hombre les conminaba a ir al laboratorio. Con insistencia. Podía ser que, precisamente, ir a ese laboratorio les abriera los ojos a lo que estaban haciendo allí, pero también podía ser que les llevara a un camino de no-regreso, del que no pudieran escapar. No sólo lo verían, sino que, como él mismo, formarían parte de eso.

-Háblanos del sótano. Antes de ver el laboratorio, háblanos de lo que hay en ese sótano como para que esté cerrado a cal y canto.

"Organos visuales..." Pensó Bradford "Mismo cuerpo...." Lo que al principio le parecía un temor fantasioso por parte de sus compañeros se hacía mas palpable conforme ese individuo seguía expresándose de aquella manera.

- Su acento me suena ¿De dónde es exactamente? - Quiso saber después de que contestara a Butler.

James comenzaba a impacientarse, pero se mantuvo a la espera, a ver si ante la insistencia de Butler el tipo desvelaba lo que había en el sótano.

En el momento en que el recién llegado habló de órganos visuales para referirse a los ojos, Tandey despejó todo tipo de duda. Aquel hombre no era un soldado inglés. Se trataba de un soldado alemán tratando de engañarles haciéndose pasar por uno de los suyos.

– Vuelvo en seguida. No le perdáis de vista. –comentó a sus compañeros, aún sabiendo que no era necesario decírselo, y salió en dirección a la habitación dónde recordaba haber visto unas cuerdas. Había llegado el momento de inmovilizarle, pues no podían para nada confiar en él y debían de cuidarse para que no los llevará a algún tipo de trampa. Algo que Henry entendía que era su intención, al tratar de convencerles para que se acercaran al laboratorio.

—Procedo de Londres.— dijo el individuo contestando a Bradford para luego repetir sin que nadie se lo hubiera pedido: —Soy el oficial inglés Stephen Warren.

Luego miró de nuevo a Butler. Meneó la cabeza:

—El sótano es peligroso. Hay un motor que los alemanes encontraron en la mina. Muy avanzado para su tecnología. No comprendieron el peligro de la radiación. No es buena idea bajar ahí.

En ese momento Henry volvió del almacén con las cuerdas y ató al individuo, que no ofreció resistencia pero tampoco pareció molesto u ofendido por el hecho de que lo atasen.

—Creo que no comprenden la situación. Están cometiendo un terrible error...

-Joder, tendremos que ir. No me hace maldita la gracia, pero es nuestro deber, no podemos dejarlo sin investigar, sea lo que sea que encontremos allí. Este tipo es raro de narices, no me convence ni su modo de hablar, ni lo que dice. Creo que nos está manipulando, pero, ¿cómo informamos al Alto Mando si no lo comprobamos todo? 

Hablaba sin dirigirse a nadie, mirando al oficial con expresión preocupada mientras Tandey acababa de atarle. 

-Bueno, ¿alguna idea, compañeros? Porque tal como están las cosas, creo que toca ver ese dichoso laboratorio, maldita sea.

Una vez el tipo estuvo bien atado, sentado en una silla y con las manos sujetas al respaldo y los pies a las patas, Henry le puso la boca de su pistola en el estómago.

– Usted es tan inglés como yo soy chino. Tiene suerte de que soy un hombre de principios y no me gusta hacer daño a mis prisioneros. Pero piense que, cuanto más tarde en responder, más fácil será que, por descuido o cansancio, mi dedo resbale y se disparé sin querer. ¿Sabe lo dolorosa y lenta que es la muerte por un disparo en las tripas?

La mirada de Henry se mantenía fija en los ojos del extraño desconocido.

– ¿Qué es lo que nos espera en ese laboratorio, que ha hecho que los alemanes se suiciden? ¿Y qué es eso tan peligroso que nos espera en el sótano?

-Desde luego que no comprendemos la situación. Lo que sí comprendemos es que nos está contando lo que le interesa que sepamos y se calla lo demás. Y desde luego, no podemos descartar que nos esté mintiendo en todo o en parte de lo que ha dicho. En cuanto a errores, sin duda estamos cometiendo muchos, pero no creo que atarle sea uno de ellos. 

Se encogió de hombros sin prestarle más atención al presunto oficial inglés. 

-Bueno, en cualquier caso, me parece bien revisar ese laboratorio ¿Han averiguado algo ahí arriba?

James se dirigió a la planta superior para echar un vistazo.

¡BANG!¹

La pistola se había disparado sin querer. El rostro del oficial palideció. La herida era fea, muy fea. Mortal de necesidad a esa distancia. El hombre abrió la boca y dijo algo incomprensible:

—ïa snäfgar ansï tekelili tekelili....

Lo más perturbador del suceso era como mantenía su rostro impasible, como si no comprendiera exactamente que estaba sucediéndole. Luego cerró los ojos y su mentón cayó contra el pecho, probablemente inconsciente debido al shock del dolor².

Lapham, que en ese momento subía, se detuvo sobresaltado al escuchar el disparo un momento en la zona superior de la escalera³.

-¡Mierda! 

No pudo dejar de soltar, ante la sorpresa, el disparo. El desastre. Acababan de abatir a lo único que parecía que podía darles alguna clave de lo que fuera que estaba sucediendo allí, o de lo que había sucedido. Desde luego que el tipo no era de fiar, ninguno de ellos había creído lo contrario, pero entre creerle y matarle había un largo camino. 

-¿Te has vuelto loco? ¿Por qué? ¡Aún podía darnos información, no teníamos por qué hacer lo que nos decía, pero tampoco teníamos por qué matarlo sin más!

Había dicho algo, pero no en inglés. Puede que fuera alemán, después de todo, por muy buen acento británico que tuviera. 

-¿Qué demonios ha dicho? 

Butler esperó la explicación de Tandey, perplejo y enfadado.

– ¡Ostia puta! –Tandey fue el primer sorprendido por el accidente. Su traje lleno de vísceras del tipo aquel.

– ¡Se ha disparado sola, joder! –replicó a Butler, mientras revisaba el seguro de la pistola–. No quería matarle. Solo pretendía asustarle.

Negó con la cabeza ante la pregunta de su compañero.

– Eso no era alemán. Estoy seguro de ello. No sé, a mí me ha sonado más a noruego o algún idioma escandinavo de esos¹. Pero ¿qué cojones estarían haciendo esos aquí? Se han declarado neutrales².

Henry se puso a registrar al muerto, esperando encontrar algún tipo de documentación o carta que les ayudará a reconocerle.

James casi da un salto al escuchar el disparo. Se giró para ver al "oficial inglés" con un tiro en la cabeza, desangrándose. 

-¿Pero qué narices...?

Las explicaciones vagas de Tandey no sirvieron para contener la ira de Lapham, aunque el rostro de su compañero, lleno de sangre, realmente mostraba desconcierto.

-¿Pero se ha vuelto loco?¿Qué somos ahora?¿Ejecutores? Además, aún teníamos posibilidades de hacerlo hablar. Rece para que fuese un colaboracionista alemán y no un oficial inglés, como dijo, porque en ese caso se le va a caer el pelo, Tandey. Eso si conseguimos salir de esta, claro.

Por fortuna con las puertas cerradas ese disparo no se habría oído muy lejos. 

Supuso que para todos aquello fue tan sorprendente para los demás como para él mismo. El sonido le sobresalto, no reaccionó, más allá de ponerse a cubierto, por que ese sonido lo llevaba escuchando un montón de veces todos los días desde que llegara a aquel maldito lugar, era como quien oía llover, había normalizado aquello, así como el ver morir a gente, aunque este tío había sido raro incluso mientras moría.

Y ahi se iba al pobre diablo, el maldito espía, el tipo excentrico que hablaba raro, pero todo eso daba igual, con el se iban muchas respuestas.

Bradford sacó una libreta, con las tapas muy sucias y un lapicero corto, afilado con un cuchillo de forma tosca y escribió aquellos sonidos como bien pudo "—ïa snäfgar ansï tekelili tekelili.." No sonaba a Alemán.

Se quedó quieto escuchando, a cubierto, por si el disparo generaba alguna reacción en algún lugar, por si los había delatado e instó a sus compañeros a la prudencia con un gesto de su mano y al silecio con un recordatorio a media voz "Tssssh, seguimos en terreno hostil, discutamos a nuestro regreso, no ahora, por favor".

Tras el estampido del disparo lo único que se sentía en la casa era el ronroneo continuo del motor del sótano.

Todavía turbado por lo que había sucedido Tandey revisó al individuo. Antes había buscado si tenía algún arma escondida pero ahora se dedicó con más detalle a examinar al individuo. Descubrió en un bolsillito de su chaqueta una llave. ¡La llave del sótano! Estaba seguro de que aquella llave encajaría en la trampilla. Pero le esperaba una sorpresa más. Cuando le quitó la gorra al oficial para comprobar si tenía algún doble fondo se encontró con que el individuo había sido sometido a algún tipo de operación. Estaba totalmente rapado y una enorme cicatriz circundaba su cabeza por el lugar que tapaba su gorra. Era como si a aquel individuo alguien le hubiera abierto por completo el cráneo para luego volver a cerrarlo. ¿Una trepanación? ¿Por eso se comportaba de un modo tan extraño?

- Dios Santo... ¿Qué es eso...? ¿Le han... le han abierto la tapa de los sesos...?

Butler no sabía de trepanaciones, ni lobotomías, ni nada de todo eso. Pero la cicatriz estaba muy clara, y lo que había ocurrido, también. 

- ¿Puede... ser "el experimento..."? ¿Eso estaban haciendo aquí...? Quizá los caníbales salieron mal, y éste salió bien... ¿O quizá los que se suicidaron fueron los que salieron mal...? ¿Alguien se fijó en si tenían cicatrices así? Creo que no... No recuerdo si... ¿llevaban gorra? Joder... 

Estaba francamente confuso, muy nervioso, y muy angustiado. Y, por qué no admitirlo, asustado.

- Hay que ver ese laboratorio... y el sótano. Esa llave que has encontrado es un regalo y una amenaza, todo a la vez. No me gusta nada tener que admitirlo, todo ello, pero hemos de llagar hasta el final de lo que sea que nos espera en esta maldita mansión. E informar. Es nuestra misión, y nuestro deber.

De pronto el enfado de James pasó por completo. Miraba perplejo la cabeza del soldado abatido y la llave que había salido de su bolsillo. 

Suspiró. Su cabeza estaba a punto de explotar y sentía una sensación de ahogamiento, fruto de la ansiedad. 

-Está bien-dijo intentando serenarse a sí mismo-Será mejor que investiguemos esto. Primero el laboratorio y luego el sótano. Ya que estamos aquí, averigüemos qué estaban haciendo. 

Dicho esto James se volvió hacia las escaleras que daban al piso superior y comenzó a subir. 

Los nervios estaban a flor de piel y los soldados ingleses empezaban a perder los papeles.

– ¿Acaso me está amenazando, Lapham? Le digo que ha sido un accidente. La puta pistola se ha disparado sola. Yo solo quería amedrentarlo para que hable. ¿Acaso nunca ha usado la amenaza para interrogar a un sospechoso?

Tandey apretaba con fuerza los dientes, tratando de contener la rabia y evitar decir algo que quizás caldeara aún más los ánimos. Sacó a relucir la llave que supusieron abriría la trampilla del sótano. Pero la sorpresa mayor llegó al quitarle la gorra al muerto.

– Ahí lo tiene. Este tipo ya no tenía la cabeza en su sitio. ¡Joder! –Casi escupió las palabras, como si aquel descubrimiento fuera una liberación para él, como si se demostrara así que él no había hecho nada malo–. Y usted, Butler, trate de calmarse, coño. Tenemos que mantener la calma.

Subió las escaleras detrás de Lapham, aunque su intención no era seguirle. Los ánimos estaban demasiado caldeados y prefería guardar cierta distancia. Pero también tener al resto cerca, por si ocurría algo y se necesitaran.

– Yo probaré las otras habitaciones. Puede que haya algo importante que encontrar allí. Tal vez unas máscaras antigás o algún tipo de indumentaria de protección.

¿Para qué discutir, qué diablos argumentar?

Sin nada que añadir, Butler siguió a Lapham y a Tandey en silencio.

Los soldados estaban tensos. Aquello no encajaba con nada que hubieran visto antes y eso quizás les provocase un miedo que no estaban dispuestos a reconocer. Se aferraban a la violencia, en este caso verbal, para intentar sentir que tenían el control. Pero ¿lo tenían? Aquello iba más allá de ser meros peones en una guerra sin sentido. La situación actual carecía de toda lógica.

Mientras sus compañeros se dirigían hacia la puerta que el otro había dicho que ocultaba un laboratorio Henry decidió explorar otras salas de la mansión. Su intención era encontrar algún posible material que pudieras serles de utilidad. Al ver los muebles rotos comprendió que, al menos en esa parte, el individuo que ahora yacía abajo muerto no estaba mintiendo. Habían habilitado aquella habitación como un improvisado almacén, dejando otras tres como dormitorios para el personal de aquella casa. Y al fondo había unas pesadas cajas de metal que quizás contuvieran algo de utilidad. Estaba a punto de entrar cuando escuchó los gritos de sorpresa.

Sus compañeros se habían encaminado hacia el laboratorio. ¿Quién abrió la puerta? Carecía de importancia. El caso es que nada más abrirla una explosión de gas azulado, frío como un témpano de hielo, los sorprendió en el pasillo. Los tres sorprendido soldados atisbaron una extraña maquinaria en el interior de la habitación acompañando una enorme cuba de metal que ocupaba toda la zona noreste de la misma. Pero eso carecía de importancia en ese momento porque el gas azul que al parecer estaba ocupando el interior de la habitación había salido al pasillo en cuanto abrieron la puerta. En un primer momento de pánico la idea que todos tuvieron fue la de los efectos terribles del gas de trinchera. ¿Habían sobrevivido a tantos ataques para perecer en el interior de aquella mansión?²

No comentó nada acerca de aquellas cicatrices sobre el cráneo se limitó a mirar aquello disimulando su aprensión y haciendo de tripas corazón. Pero eso sus palabras, a cerca del laboratorio, ese laboratorio del que había hablado, azuzaron su inquietud y necesidad de verlo consus propios ojos.

Acompañó a sus compañeros a la segunda planta. Su movimiento no fue ordenado ni táctico. Cuando vieron el gas salir, como si fuera un acto reflejo, se echó atrás, se puso la máscara de gas que colgaba de su cinturón. Luego su voz amortiguada dijo "cof... las máscaras... cof...recordad lo que dijo en el cilindro, con lo que trabajaban aquí... cof cof" recordó a sus compañeros urgiendoles a ponerse la máscara.
El susto fue supino. Pero la reacción la tenía demasiado automatizada como para hacer otra cosa, incluso entre toses.

Con el sonido del aire que respiraba atravesando la máscara y la visión periférica limitada comprobó que el resto estuvieran bien. Siempre atento por si de aquel vapor y del interior de aquella sala salía algo para abalanzarse sobre ellos y listo para arrastrar a cualquiera que lo necesitara fuera de ese gas.