Partida Rol por web

Maldita sea. De algún modo aquel camino se había vuelto un embrollo que su mera voluntad no podía desentrañar y había acabado con Valtorn desapareciendo de su costado. Tragó con fuerza, notando un nudo de desesperación en el estómago mientras Morrigan volvía a poner el peso del mundo sobre sus hombros con una decisión que podía costarle el futuro a su gente.

- ¿Cómo podemos haber perdido a nuestro guía? - acabó por decir, con el ceño fruncido en un gesto preocupado antes d emirar a Jack -. ¿Qué posibilidades hay de desandar lo andado y, aún así, reencontrar el camino?

-No creo que podamos volver. El camino se desvanece, ¿recuerdas? Si no seguimos el camino que nos marcan, nos perderemos nosotros también.

Mira hacia atrás para ver si ve al anciano, pero no parece haber ni rastro de él.

-Solo nos queda seguir. No podemos perder tiempo. Valtorn es un hombre con muchos recursos.

Casi sin poder creerlo, Valtorn pestañea fuerte un par de veces. ¿Cuándo se ha separado del resto del grupo? Pero después deja de preguntárselo, porque está claro que aquello no es un simple extravío.

—¡Eh! ¿Dónde estáis? —llama, con la esperanza de que puedan escucharle—. ¿Podéis oírme?

Espera un momento en el lugar, para aguardar una respuesta. Moverse sin ton ni son no es una opción inteligente, no sin antes asegurarse de que los demás no están cerca.

Pero Valtorn está solo en la inmensidad de ese bosque primigenio. Los caminos se han desdibujado y no puede ver ninguna guía delante o detrás. Es imposible para él volver a donde está la bruja y también es imposible encontrar a los demás. El silencio es absoluto en el bosque de la bruja. 

Ni siquiera la brisa parece soplar en el interior del bosque e, incluso parece que la noche va a caer antes de lo esperado pues la luz que se filtra entre las ramas es más tenue de lo esperado.

Por una vez el muchacho revela algo de interés, si no seguimos, también nos perderemos. Miro un instante hacia atrás, sin mostrar la preocupación que ahora siento por la falta del anciano. «Vuelvo a estar sola con los niños...» pienso molesta. Aunque finalmente les he cogido algo de cariño, me gustaría más no tener que verlos más.

—Pues seguiremos— digo con determinación—, y esperemos que encuentre el camino que lleva a nuestro destino.

Cojo a cada uno por un brazo y los muevo, con cierta brusquedad, para que se coloquen delante de mí. —Así no os perderé de vista, nos necesitamos unos a otros…— «y no quiero que os pase nada», aunque por supuesto esas últimas palabras solo continuaron en mi mente.

Una vez que se ponen en marcha, los sigo sin perder de vista a ninguno de los dos.

No tiene más opción que moverse. Si se pierde y los otros se alejan, puede que nunca vuelvan a encontrarse... 

Sin dudarlo un momento, empieza a andar tratando de encontrar algún camino entre los árboles.

A pesar de haberse separado de los otros, Valtorn no es el tipo de hombre que se quedaría en medio del bosque, lamentando su suerte. Valtorn, el Gran Hechicero, se propone encontrar su camino entre los árboles. Pero Valtorn no es solo el Gran Hechicero, también es Torn, el Trotamundos. Se ha perdido innumerables veces en los caminos de esa tierra. 

Su experiencia hace que el anciano busque los rastros de los habitantes de ese bosque. No encuentra el rastro de sus amigos, pero si encuentra un rastro bastante interesante. Los pasos de seres mágicos que se esconden en el bosque de la Bruja. Hay seres en ese lugar más peligrosos que las propias brujas o eso dijo la Guía. Valtorn puede recordar las leyendas, que no lo son tanto, sobre las Hadas y su Reino Oculto. A pesar de los pocos recuerdos que aun conserva de su etapa como Hechicero de Aknosh, tiene la sensación de haber tenido trato con la Reina de las Hadas. Hace mucho tiempo.

Sus pies aun parecen conocer el camino al Reino de las Hadas. Hay pequeños signos que se pueden apreciar aquí y allá, como flores que tienen un brillo extraño o el sonido cristalino de las risas de las Hadas. Está en sus manos seguir adentrándose en el corazón del Bosque.

Si sus compañeros no se encuentran cerca, no tiene sentido quedarse ahí plantado. Quizá las Hadas puedan ayudarle a reencontrarse con ellos o a hallar de nuevo el camino correcto a través del bosque. Tratando de dominar su inquietud, el anciano mago se pone en marcha para seguir las pistas, encontrarlas y tratar de sortear ese inesperado obstáculo.

El camino para el trío de jóvenes continúa. El bosque va cambiando y hay veces en la que el camino desaparece. El bosque les tienta a seguir senderos que no son los que deben seguir ya que se alejan del sonido de los pájaros de la Bruja. A pesar de eso, poco a poco, consiguen ver un poco más de luz al final del camino. El espeso bosque se va despejando y cuanto más se acercan al final del camino, más pueden ver el claro azul del cielo... solo manchado por las grietas que lo cubren.

No saben cuanto tiempo han estado viajando en el bosque. Han parecido solo unas horas, pero el tiempo es extraño en ese lugar. De todas formas, no importa demasiado. Tras salir del bosque, se encuentran justo delante de una llanura. Las montañas se recortan a lo lejos, pero es lo más cerca que Vahala ha estado de ellas.

-Parece que hemos llegado - dice Jack que mira alrededor.

Vahala parece no ver nada salvo las grietas más grandes en el cielo y la llanura con las montañas al fondo. Para Morrigan es diferente. Algo llama su atención un poco más adelante.

Unos metros más adelante, Morrigan puede apreciar una piedra medio enterrada que no concuerda con la imagen que tienen frente a ellos. También parece que tiene algo dibujado sobre ella, pero tendrán que acercarse un poco más a ella. Quizá sea una pista.

Guiada del férreo apretón de Morrigan, Vahala siguió adelante junto al pelirrojo, sintiendo en la firmeza de la guerrera el aplomo que a ella le faltaba. Valtorn había ejercido las veces de guía y de elemento de cohesión en un grupo que había sufrido los estragos de la desesperación. ¿Qué harían si él no hallaba su propio camino? Lo necesitaban..., pero, por más que se lamentara, no había forma de que pudiera regresar a por él. No le quedaba otra que confiar en el anciano.

Sus tribulaciones quedaron relegadas cuando el cielo, hendido por aquel recordatorio, apareció ante sus ojos como un hito en el camino, permitiendo que el nudo de su estómago se relajara un poco a la par que emitía un suave suspiro.

- ¿A Aknosh? - preguntó con confusión cuando su compañero anunció que habían llegado. Sus ojos recorrieron el valle y, más al fondo, las montañas que se recortaban contra el horizonte. 

Son las palabras de Jack las que hacen que me detenga, levantando la vista hacia las montañas que se perfilan en la lejanía, un lugar que había abandonado buscando una vida en la que no pasara hambre y ahora me encuentro de nuevo ante ellas, con un destino tan incierto como inimaginable. Mis ojos se mueven recorriendo sus cimas y sus valles, y poco a poco van bajando hacia el claro donde nos encontramos.

Doy unos pasos y me agacho para acariciar la tierra, rozando con las yemas de mis dedos una pequeña piedra que sobresale. Escarbo a su alrededor, fijándome en que contiene un dibujo. Algo antiguo, al menos eso es lo que creo. Podrían ser una ruinas.

—Vahala— la llamo— ¿Me ayudas con esto?

Estaba claro que su falta de experiencia volvía a jugarle una mala pasada pues allí donde ella sólo había visto la verde hierba del prado, Morrigan, la guerrera de las montañas, había visto algo más. Se fijó en la mujer, pasando sus dedos por la tierra hasta dar con una piedra que, para Vahala, era otra más en el monte. Pero para ella había una diferencia entre los cantos suavizados por años de lluvias a la intemperie.

Observó como excavaba con curiosidad hasta que, al exponer más superficie de la piedra, vio un extraño dibujo gravado por la mano del hombre, cientos o miles de años atrás.

- Sí - acudió con prontitud al escuchar su llamada, pues era evidente que tenía más idea de lo que hacía que ella. O eso creía. Le dirigió una mirada dubitativa. ¿En qué pedía sus ayuda? ¿En seguir excavando? ¿En descifrar el dibujo?

Al sentir que se acerca Vahala, le señalo la piedra y luego miro hacia ella.

—Quizás hayas visto los dibujos en otra parte y sepas que significan— le digo al apreciar la duda en su rostro. Con el roce, poco a poco, ya voy conociendo a la joven hija de la Emperatriz.

En realidad, los dibujos los dibujos les suenan a ambas. Es un escudo de armas gravado en piedra, desgastado pero evidente. Morrigan lo recuerda del Templo. Le llamó a atención aquella vidriera que resplandecía de forma casi mágica. Además, ahora también recuerda de haberlo visto en su viaje hacia la capital del Imperio.

Por otro lado, Vahala lo recuerda de haberlo visto en algún sitio en su libro. El libro con el que había salido del palacio y que parecía contener las pistas para encontrar su camino. Aunque el escudo gravado no parece estar completo. No parece algo que ellas sepan con certeza, pero lo pueden notar.

Es, sin duda, algo místico.

El camino hacia el Reino de las Hadas parece bastante sencillo de seguir para alguien como él. Todo parece familiar, aunque no lo recuerda bien. Como Valtorn ya ha recuperado todos sus recuerdos, entonces ¿qué significa no recordar ese camino, pero saberlo familiar? 

No tarda demasiado en cruzar el Portal. Puede parecer un simple arco hecho de forma natural por las ramas de unos árboles jóvenes, pero algo le dice a Valtorn que siempre ha permanecido así. Inmutable en el tiempo. Desde los inicios del Reino mágico de las Hadas.

Nada más cruzar el Portal, nota las miradas atentas de los que habitan allí. Sin dejarse ver, pero atentos a los movimientos del extraño.

-¿Quién osa perturbar la tranquilidad de mi reino? - pregunta una voz femenina, extrañamente familiar.

- Estaba en la catedral - musitó, poniendo en palabras lo que antes pensaban -. Y en el libro de cuentos.

Se sentó en el suelo para sacar el libro de su mochila, pasando las páginas rápidamente hasta llegar a aquella que mostraba el escudo que ahora tenían delante. Pasó la llema del dedo por encima con suavidad, haciendo lo mismo acto seguido con la piedra.

- Es como si le faltara algo... ¿crees que es una especie de puerta?

—Sí...— murmuro pasando los dedos por los surcos de la roca—. Ahora que lo dices, sí que lo recuerdo.

Al ver como Vahala saca el libro, lo observo atenta a sus indicaciones. Luego miro la imagen y la piedra, intentando vislumbrar las diferencias entre ambos grabados en distintos materiales. La intuición me dice que podría ser algo mágico e importante en todo esto, marcó nuestro encuentro en la catedral y ahora volvemos a encontrarnos frente al símbolo cuyo origen desconocemos.

—No sabría decírtelo, pero intuyo que estamos siguiendo el camino correcto— contesto—. Aunque no sé por dónde deberíamos seguir…

—Vamos a mirar por ahí— digo señalando los alrededores—. A ver si vemos algo más.

Valtorn se adentra en el Reino de las Hadas sin titubear. Cualquier duda que pueda albergar se esfuma cuando piensa en lo que está en juego, y en que debe reunirse cuanto antes con Vahala y Morrigan para continuar su misión. El tiempo apremia demasiado para andarse con remilgos. Al escuchar la voz que le interpela, se detiene y observa la arboleda tratando de percibir algún movimiento antes de contestar, aunque es consciente de que si las Hadas no quieren dejarse ver, será difícil que las vea.

—Soy Valtorn, y fui en tiempos Gran Hechicero de la Ciudad de Aknosh —dice sin vacilar—. Viajo para ayudar a alguien en una misión muy importante, de la que depende el destino del mundo... pero he perdido mi camino por algún motivo que no entiendo. ¿Podéis ayudarme de alguna manera a abrirme paso por este lugar?