Partida Rol por web

Las respuestas no parecen ser suficientes para el mariscal, ni siquiera la aseveración del compañero, y se levanta sonoramente arrastrando la silla de un golpe hacia la pared.

- ¡Espere, ciudadano! -camina con su porte más digno hacia el aldeano y emplea el tono más autoritario posible-. ¿Y dónde puedes haberte caído?

Esto lo dice cuando está al lado, y va acercando su cara a escasos centímetros de la suya, buscando los gestos que delatan la mentira.

El pobre Giler, que había caminado varios metros ya se detiene de golpe y da media vuelta.

Su cara es todo un poema, y mira con ojitos al mariscal.

Vera...yo...yo... mmmm...mmeee...caí por el pueb..

Pero antes de que termine un grito acalla al campesino.

¡Socorro! ¡Ayuda! - gritaba alguien de la aldea -

Jilban sale corriendo en dirección a los gritos.

¡Vamos, ayúdenme!

Salgo corriendo al oír los gritos.

Morz, quédate aquí, será más seguro.

Laern agarra a la posible rata por el cuello de la camisa y lo arrastra consigo a la fuente de los gritos.

- ¡Tú te vienes!

Lo dice mostrando todos los dientes bajo su espesa barba, y añade argumentos tocando el pomo de su espada. Luego, cuando se asegura que ha acobardado al hombre, se gira al resto, sin soltarlo.

- ¡Vayamos! ¡Puede que hayamos llegado justo a tiempo!

Como ya había preparado todo mi equipo y estaba en la puerta simplemente echo a correr en dirección a los gritos manteniendo una mano cerca del hacha. No quiero asustar a nadie pero si fuera necesario la tendría lista en dos segundos.

¡Vamos!

Ireth se había mantenido al margen luego de que hubieran entrado en la casa. A decir verdad, estaba un poco cansada y hambrienta, con lo cual, su humor era bastante sombrío. Casi no prestó atención al diálogo entre los aldeanos. Aunque la actitud de Giler se le hizo muy sospechosa, decidió dejar que su superior fuera quién se encargara de las pesquisas. Con un vergonzoso acto por noche era suficiente.

Seguía cerca del hobbit, cuando llegó el grito de alarma. Esta vez, la amenaza era real. Con su agilidad característica se puso en pie, al tiempo que desenvainaba nuevamente su espada.

-Hazle caso a Zarek, mediano. No tiene sentido que tú también te arriesgues.

Sin esperar la respuesta de Morz salió en pos de sus compañeros a la espesura de la noche. 

Anioz escuchando los gritos reacciona rápidamente siguiendo a los demás hacia el foco de aquel griterío

-"Corred, puede ser algo importante..."

Todos salisteis corriendo en dirección a los gritos, todos menos Morz que se quedó en la casa de Jilban solo.

Jilban y Giler corrían junto a vosotros, pero pronto fueron sobrepasados. La velocidad de un soldado de élite como vosotros no se puede comparar con la de un campesino normal y corriente.

Empezáis a vislumbrar luz detrás de una de las casas, la que está más alejada de la plaza del pueblo, justo al otro extremo de donde os encontrabais.

¡Quemadlo todo! - escucháis una voz muy ronca que grita esas palabras - ¡Estos no quieren la protección divina! ¡Matadlos a todos y luego robarles todo!

Los campesinos del resto de casas salen corriendo en dirección contraria a los gritos, empiezan a cruzarse con vosotros.

Ayuda por favor, van a quemarlo todo, y tienen a varios de los nuestros atrapados. - dice una mujer -

Al ver a todos sus vecinos corriendo despavoridos Jilban se detiene y para a Giler.

Por favor, ayúdales, yo seguiré con estos hombres (refiriéndose a vosotros). ¡Date prisa y ponlos a salvo!

De acuerdo Jilban, yo me encargo.

Tras responderle Giler intentó dar media vuelta, pero Laern le seguía agarrando del cuello.

De hecho todos habían adelantado a Laern y a los campesinos.

¿Me suelta por favor? - le dijo Giler a Laern -

Cuando la mujer habla de que tienen a algunos atrapados mi preocupación se dispara. Me detengo junto a ella bruscamente. ¿Dónde? ¿Dónde les tienen atrapados y cuántos son? Siento hervir la sangre pero necesito saber cómo llegar al rescate, no quiero meter la pata otra vez lanzándome ciegamente a cortar hasta que no queden lenguas que puedan hablar.

-¡Vamos compañeros, no podemos retrasarnos!- Ireth, al escuchar que la situación era mucho peor que lo que habían previsto aceleró su paso aún más. Los acólitos del falso dios no sólo amenazaban con destruir el poblado si no que además habían tomado rehenes. No podían consentir que algo les pasara a los aldeanos. No nuevamente.

La pobre mujer a la que le pregunta Görg algo se detiene de golpe asustada, está muy nerviosa y su cuerpo tiembla sin parar.

No lo sé, no sé cuántos son, pero están por ahí. - señala con el brazo a una pequeña columna de humo - Creo que mis vecinos están dentro de la casa. ¡Ayudarles!

La mujer empieza a correr otra vez.

Hay miedo en sus ojos. Está demasiado asustada para haberse fijado en algo útil o saber explicarlo aunque lo hubiera visto. Aprovecho el frenazo para terminar de sacar el hacha y embrazar bien el escudo, estoy preparado. Es inútil insistir a la mujer así que corro tras la elfa.

¡Voy!

Laern le suelta poco ceremoniosamente.

-¡Como no te encuentre luego no descansaré hasta encontrarte!

Entonces sale corriendo todo lo rápido que puede hacia sus compañeros. Desenvaina la espada, preparado para cualquier cosa. Está harto de tanta falsa alarma, y zarandajas, y los verdadero bamdidos lo van a pagar bien caro. Está harto, y tal trato a los buenos ciudadanos de Talona le enfurece aún más.

-¡A la caaarrrgaaaaaaaaaaa!

Sale corriendo hacia las figuras con la espada en alto y el visor bajado.

Sin responder al mariscal el campesino sale corriendo para ayudar a sus vecinos.

Pero lo importante para todos no ocurre a sus espaldas, sino delante de sus narices.

Cada vez estáis más cerca de la casa en cuestión, y la pequeña columna de humo se hace poco a poco más grande, y una claridad empieza a dar luz, seguramente sea el fuego.

La casa empieza a arder, los tejados de paja prenden muy rápido, y la columna de humo es ya enorme. Pero entonces llegáis a la altura de la puerta principal de la casita.

Frente a la puerta de esta se encuentran siete hombres armados que no paran de gritar mientras tiran antorchas a la casa. Uno de ellos estaba metiendo a patadas a un campesino dentro de la casa, mientras que otro de los bandidos tenía sujeta a la mujer.

Los otros cinco se percatan de vuestra presencia y su primera acción es sacar sus armas.

Lo que veo hace que mi sangre se caldee peligrosamente, podría convertirse en un volcán ante tamaña ofensa a la justicia. Hay crueldad innecesaria en sus actos, estos hombres no merecen seguir respirando. Pero llevo buena parte del camino repitiéndome que no me dejaré llevar por la ira o en todo caso reconduciré ese feroz sentimiento a algo más productivo que matar.

Sin perder carrera me lanzo sobre el más cercano de los oponentes. Aprovechando mi estatura algo menor y obedeciendo las órdenes recibidas lanzaré todos mis golpes por debajo de la altura de la cadera. Atacaré piernas solamente o brazos si se interponen en mi trayectoria.

Para que no haya equívoco posible entro al combate gritando ¡TALONA!

Ireth observó la escena fríamente a pesar de que su sangre bullía. Era claro que la pelea con los malechores les tomaría un buen rato y mientras tanto, la gente ardería junto con la casa. Sin dudarlo, se dirigió a su mariscal, a vivia voz.

-¡Laern, debemos sacarlos de allí! ¡Si vosotros me cubrís, yo iré por ellos!- La elfa registró con sus  ojos la vivienda. No parecía que los sectarios estuvieran protegiendo la puerta trasera, así que algo debía  de haber allíque impidiera a los lugareños escapar.

Con impaciencia, esperó que Laern aprobara o no su plan. Cada segundo era vital para los inocentes y no quería cargar nuevamente con ese peso en la conciencia.