Partida Rol por web

Laern deja escapar un suspiro dea alivio al escuchar que no hay novedad en la aldea vecina. Asiente a las palabras del elfo. Él es el que manda ahora, él e Ireth.

La hora de cenar había pasado hacía bastante tiempo, pero el grupo seguía los rastros intensamente, tanto era así que el hobbit Morz se había tomado en serio la misión e intentaba no estorbar a nadie.

Finalmente Elladan se detuvo de golpe, el rastro les había llevado a una pequeña colina pedregosa en la que era imposible seguir rastro alguno, pero sin duda alguna se habían puesto a cruzarla, incluso podía ser que estuvieran cerca descansando.

El mariscal Laern dio orden de seguir por las colinas, y a los pocos minutos Ireth se percató de que alguien o algo les estaba observando, de inmediato se lo comunicó al resto.

El ansia me puede. ¿Dónde están? ¿Quienes nos observan? ¿Cuántos son? Pero me contengo, si intento susurrar mis preguntas a la elfa probablemente acabe gritando más de la cuenta y despertando hasta las garrapatas del último chucho de Kenston con mi voz.

Impaciente reduzco el paso y acerco la montura para no perder palabra de cuanto se diga. Espero que Ireth pronto nos de más información y Laern las órdenes oportunas, estoy deseando encontrar a esos salvajes impíos.

Laern alza la mano y luego se la lleva a los labios de forma que le viera todo el mundo. Luego sacude los hombros, adelanta la cabeza, arquea las cejas, mira alrededor y, finalmente, vuelve a mirar a la elfa con ojos inquisitivos.

Saca su espada y se coloca delante de Morz, cubriéndole de posibles ataques de proyectiles. Contiene el caballo para no moverse del sitio, mientras busca con la mirada en todas las direcciones.

El hobbit alza la voz por primera vez en mucho tiempo.

¿Qué haces Elladan?

Pregunta en voz alta.

Oye a su espalda a Morz. Desconcertado, contesta:

- Te protejo, Morz. Perseguimos a enemigos e Ireth ha dicho que nos observan: existen posibilidades de que sean vigilantes...

La elfa se acercó hacia Laern en forma despreocupada, aunque alguien que la conociera sabría que no había bajado la guardia en ningún momento. Le susurró algo al mariscal y luego volvió a su posición en el camino, verificando disimuladamente que su arco estuviera listo para ser usado.

-Tiene razón Elladan, es mejor estar preparados-

Ireth se acercó al mariscal y habló suavemente, de forma que sólo él pudiera escucharla.

-Estoy preocupada. Nos están siguiendo desde hace un rato y quien lo hace es muy bueno. Aún no logro dar con su posición, pero sé que nos observa.

Esperó unos segundos por si el mariscal tenía laguna nueva orden para ella y luego volvió a su lugar.

Laern alzó sus ojos de la elfa y escaneó los alrededores. Por la expresión de su cara, con los ojos entrecerrados y la boca algo abierta, se esforzaba en vano.

-Yo estoy acostumbrado a reyertas cara a cara y cargas heroicas, pero nada de jugar al gato y el ratón con enemigos invisibles... Vuestra gente es experta rastreadora y my buena escondiéndose, estoy más que seguro que sabréis luchar contra vuestras propias armas desde vuestro conocimiento de ellas... Confío en vuestro juicio -y es que, al decir "vuestro", apuntó con la barbilla al otro elfo-.

La elfa se acerca y habla con voz queda, en un murmuro indescifrable, al mariscal. Este mira los alrededores y le devuelve un susurro marchito y cascado por los años y el alcohol, que casi se entiende menos. Al acabar, está mirando a Elladan.

Su acción esta atrayendo una atención inusitada. Después de escudriñar el horizonte sin descubrir nada y sentir la mirada de sus compañeros y las palabras de Morz, más concentrados en él que en los alrededores, quizá se le escapaba algo...

- ... ¿Qué ocurre? -pregunta bajando los brazos.

Laern mira a Ireth y, viendo que no va a contestar, se ocupa él mismo.

-La señora elfa no sabe exactamente dónde están... Me temo que tendremos que volver a poner todo el peso sobre la discreción, agilidad y agudos sentidos de vuestra raza -contesta en voz baja a Elladan-. Le estaba preguntando si se le ocurría alguna estratagema, y le extiendo la pregunta a vos.

-Pues me gustaría salir en su búsqueda... pero al vigilarnos él o ella y no tener una pista clara desde dónde lo hace, creo que lo único que lograríamos sería dividir el grupo y volverlo más vulnerable. Propongo que sigamos adelante, con los sentidos bien alerta, y prestos a defendernos de ser necesario, hasta llegar a la próxima aldea. Una vez allí, creo que será más fácil escondernos de nuestro persecutor y así volver la cacería en su contra.

A la elfa no le hacía gracia saberse controlada, pero no veía otra forma de proceder hasta que pudieran volver la ventaja a su favor.

Por la expresión en el rostro del mariscal, tampoco le apasiona la idea de sentirse vigilado sin saber la posición de los guardas.

-Continuemos, pero estad muy atentos. A buen seguro que nos están tendiendo una trampa más adelante, pero no podemos hacer nada al respecto si no sabemos desde dónde nos espían.

Mi vieja tía abuela Etel siempre nos decía: para evitar una trampa la primera regla es conocer su existencia. Pero nunca, jamás, continuó con la segunda regla así que no sé qué rayos debemos hacer aunque sepamos que vamos hacia una trampa. Durante mucho tiempo supuse que tía Etel nunca salió del hogar y hablaba cosas sin sentido pero una vez fui a buscarle un sombrero al viejo arcón. Allí había una magnífica cota de malla, un yelmo abollado de su talla, unas prendas recias para el camino, un hacha mellada y un cofrecillo. Cuando le pregunté me dirigió una mirada censuradora pero no dejó de sonreírse. Quizá sabía muy bien de lo que hablaba al fin y al cabo.

Como me ocurre a menudo he hablado tal como las imágenes acudían a mi memoria. Miro a los presentes y siento la necesidad de concluir.

En estas situaciones echo en falta la inestimable experiencia de tía Etel . . . ¿vosotros no?

Laern pone los ojos en blanco cuando queda claro que la disertación del enano va a dar para rato (y lo da). Cuando termina, deja escapar un suspiro de alivio.

-No conocí a tu tía, Görg, pero estoy seguro de que hubiera tenido palabras sabias sobre largas peroratas ante ojos vigilantes. Recuerda, amigo mío, que estamos siendo observados.

Lo dice con tono de reproche, pero una ligera sonrisa se instala en su semblante y le acompaña más allá de haber terminado su consejo. Luego se de la vuelta, hacia el camino que les queda por recorrer, las emboscadas imaginarias que impedir y los obstáculos invisibles que tendrían que salvar.

-Ojos atentos, compañía. Ojos y oídos. Si os percatáis de algo, parad la marcha, es muy importante detenerse a tiempo.