Partida Rol por web

 15 largos años han pasado desde que llegasteis aquí para luchar por un imperio que no era el vuestro. Ahora ha llegado el día en que seréis libres por fin.

 Por fin ha llegado, el día en que todos vosotros recibiréis la carta de libertad, junto con el salvoconducto para poder llegar a vuestras tierras. Vosotros seréis libres y Arturo logrará ir a su ansiada Roma.

Veis la caravana en la que viaja el obispo Germanius. El carro en el que va la persona que os dara vuestra tan ansiada libertad esta escoltado por una pequeña guardia a caballo, de unos 10 soldados. En el carro, aparte del conductor, va alguien, que por sus vestimentas parece ser el ayudante del obispo.

El grupo recorre el camino que le llevará hasta una de las aldeas que se encuentran ubicadas en las puertas de muro de Adriano, su destino. Avanza como con cuidado, como si algo en el bosque de su izquierda les indicara un peligro. Peligro que vosotros no notáis aún.

Subido en mi caballo blanco cabalgo siguiendo a Arturo, mientras un halcón me sigue a mí volando sobre mi cabeza.

Permanezco en silencio, ansioso y algo expectante, aunque sin dejar de vigilar el bosque o la caravana, lo último que nos faltaba es que muriera ahora el obispo Germanius

"Ese maldito cristiano"

Sonrío ante ese pensamiento tan espontáneo mientras mantengo sujeto mi arco.

Sujeto las riendas del caballo mientras le palmeo suavemente el cuello, para que se tranquilice, no quiero que me tire de la silla. Con aire distraído observo todo lo que me rodea, pero los soldados parecen estar inseguros, algo intranquilos, cómo si les observasen... Novatos, seguro que la mayoría son así, jóvenes que no han sido curtidos en la batalla y que su máximo encargo ha sido llevar un pergamino al pueblo cercano, suspiro levemente mientras meneo un poco la cabeza y hablo en voz alta para subirles el ánimo.

-¡Soldados! No estén tan asustados, queda poco camino y cuando lleguemos podremos disfrutar de una rica cebada. ¡¿A quién no le gusta la cebada?!

Dejo escapar un bufido, al oir las palabras de Lancelot. Siempre les decia lo mismo y la mayoria terminaban muriendo. Me acomodo en mi caballo color cafe, manteniendo sus riendas bien firmes en mis manos. Esperaba que pronto estuviesemos libres y estemos tranquilos en el camino. Pero no me relajo, permanezco con los sentidos bien despiertos por cualquier movimiento o sonido extraño a la caravana con la que avanzamos.

Sonrio ante la disputa tácita entre Galahad y Lancelot. Permanezco en silencio observando la trayectoria de la carreta. Posiblemente sea la última vez que cabalguemos juntos... estoy orgulloso de ellos. Han sobrevivido a la persecución continua de la muerte y hoy Roma reconocerá lo que yo siempre he sabido: Son hombres libres.

Es que las tensiones del viaje no acaban nunca?

ya tan cerca de llegar y aún así siento cómo se me eriza el vello de la nuca ante la actitud de los soldados, no puedo evitar unas nerviosas miradas al bosque, tranquilizar a mi caballo con unas palmadas en el cuello y acariciando su crin.

Bah! patrañas...seguramente estoy nervioso por lo esperado de este viaje, no me agrada el obispo pero si he de conseguir mi libertad de esta manera, bienvenida sea...

Caballeros - digo sin levantar la mirada del convoy - saboread el sabor de la libertad que siempre fue vuestra y que en unos instantes será reconocida por el Imperio. Sentid el orgullo de vuestro pueblo por la palabra cumplida y por el valor demostrado.

Sonrio ante las palabras de Arturo. Ese hombre tenia mas cojones juntos que muchos de los que estaban ahi escoltando la caravana. Me sentia orgulloso de que haber estado a sus ordenes.

-Siempre dando palabras de aliento eh Arturo...-

Le digo contento, con voz firme. Estaba de acuerdo con sus palabras. Pero intente no distraerme mucho para poder observar a mi alrededor.

Con mirada preocupada al bosque reviso las copas de los arboles en busca de posibles arqueros o trampas que puedan caes sobre el carro.

-Lo que menos me gustaría es que perdiésemos nuestra recompensa por no ser cautos no llamen la atención hasta el debido momento, Arturo deberíamos desplegarnos por nuestros flancos, si les atacan será desde los laterales e intentando rodearles lo mejor seria que la mitad defendiéramos la parte delantera y el resto la trasera e ir abriendo gargantas hasta el medio de el convoy, y si por algún casual no pasa nada nos aseguramos que no vengan inconvenientes ni mas adelante ni por la retaguardia, Que opinan compañeros??-

Sigo observando con extrema cautela la maleza del bosque y empiezo a acariciar a mi caballo y el mango de mis armas.

A mi caballo negro azabache agresivo e intranquilo:-Tranquilo pequeño no es más que otro día de gloria y sangre.-

Escucho las palabras de Arturo, se nota que tenía madera, sabía manejar la situación, y tenerlo a mi lado cómo compañero de batallas ha sido todo un honor. Todas las batallas, para conseguir por fin algo sumamente valioso, la libertad, el poder respirar al fin tranquilo sin tener que permanecer horas despierto para vigilar los bosques es toda una recompensa, mejor que los tesoros, sin libertad uno no puede gozar de la recompensa.

-Cómo quieras estimado compañero, yo me quedaré aquí, en la parte trasera, los demás haced lo que queráis.-Respondo con una sonrisa y me quedo mirando detenidamente la zona.

 Los jinetes siguen nerviosos, pero pronto os dais cuenta de que no son ellos, sino los caballos los cuales parecen notar una presencia extraña. 

Los gritos de animo de Lancelot recorren los escasos 100 metros que os separan de la caravana, lo que hace que algunos romanos reparen en vosotros. Distraidos, no se dan cuenta que del bosque aparecen los pictos.

Arturo se lanza al combate y los demás le seguís, desenvainando vuestras armas, observando como los jinetes caen uno tras otro, superados por sus enemigos que caen abatidos, aunque son demasiados.

¡HAY QUE PROTEGER AL OBISPO!

Me lanzo a la carga contra los malditos pictos. ¡Nadie me quitará mi libertad!

A pesar de mi furia, sólo logro abatir a uno de los endemoniados sujetos.

Rayos! - pienso - el viaje debe de haberme adormecido un poco.

Sin embargo, no me doy por vencido y me dirijo a otro con rapidez y cautela.

Al ver a los pictos no puedo evitar pensar

"Sabía que algo se escondía en el bosque"

Disparo una flecha, que alcanza a un enemigo en el cuello, acto seguido desenvaino mi espada y cargo.

Golpeo a mi derecha, rebanando a otro desde la clavícula al estomago.

Mi halcón se lanza desde el cielo y entretiene a uno de los rivales, al que mato yo separándole la cabeza de los hombros.

No me sentia demasiado inspirado. Saque mi espada de su funda y me abalance sobre uno de los enemigos. No estaba del todo concentrado cuando aparecieron, pero intentaria hacerlo mejor para la proxima vez.

Toda la situación me pilla de repente, observo cómo nos hacen una emboscada un grupo de pictos, aunque no creo que nos duren mucho, acelero el ritmo del caballo mientras me llevo las manos a la espalda y desenvaino mis espadas blandiéndolas ante sus rostros, con furia me abalanzo sobre ellos, repartiendo tajos a diestro y siniestro.

Ya preparado y con el caballo en carrera en pleno ataque de pictos mi caballo se encabrita golpeando en la cabeza y matando a uno de ellos, después rebano la cabeza de cuajo de otro de los pictos y cuando otro se acerca para atravesar a mi caballo en venganza de la muerte de sus compañeros descubre que fue ensartado en pleno corazón por el acero de mi espada.

-¡¡¡HONOOOOR!!!-

Cargo a la cabeza del grupo intentando llegar con rapidez al carruaje. Cuando llego me llevó por delante con el caballo a uno de los pictos y tras desmontar y desenvainar excalibur ensartó a uno más que se lleva mi espada cayendo hacia atrás sin poder sacarla de sus entrañas. Un tercero se avalanza sobre mí al estar desarmado. Esquivo su golpe pero caigo al suelo dandose la circunstancias de encontrarme una espada caída de uno de sus hombres, su nueva embestida la recibo acero en mano y se salda con su muerte. Después recojo mi espada y me preparo para seguir protegiendo el carruaje, mientras observó a lo lejos buscando a su líder.

 Sigo a Arturo y a todos mis compañeros, saco mi espada y me preparo para poder acabar con esos pictos... 

Al primero que se acerca a mi recibe un tajo de mi espada que le atraviesa de lado a lado llevándole a la muerte.

-¡Deprisa, hay que salvar nuestra libertad!