Partida Rol por web

Todos estais abajo del pozo, Sixto ha conseguido poner bien los travesaños en la pared del pozo, aunque ha llevado un buen rato. Al mirar hacia arriba podeis ver un pequeño agujero en medio de la oscuridad que corresponde a la entrada del pozo. El suelo está cubierto de barro y bichos que se os suben por las piernas. Gracias a la luz del hogar del conde, que está en el suelo junto al cadaver de Diego podeis ver que estais en un hueco circular de unas dos varas de diámetro cerrado por todos los sitios. Al fijaros un poco mejor os dais cuenta de hay un hueco en la pared del pozo de media vara de diámetro, lo justo para que paseis de uno en uno y a rastras, debe de tratarse del hueco por donde entraba el agua y se llenaba el pozo. Al mirar el interior veis que es bastante largo, a pesar de que la vara alumbra no llegais a ver el fin. No oís ruido alguno, pero un olor inmundo os sacude de lleno en las narices al asomaros al hueco.

Contemplé el cadáver de Diego, y dije, para mí:

-Me encargaré de darvos un entierro et sepultura cristiana como merecedes, amigo.

Entonces, mirando al agujero y luego a Sixto y Mutamid, dije:

-Yo debo quedarme en la retaguardia. Mi espada puede atravesar cualquier armadura como si non existiera, mas debo invocar su poder antes; si vais delante et enfrentáis cualquiere cosa que saliere al paso durante unos segundos et aluego dejáis paso, la aniquilaré.

Luego, mirando la luz, la tomé y tendí la mano:

-Quien de vosotros portare aquesta luz abrirá el camino. Fue Mutamid quien la obtuvo, et creo conveniente que él la lleve et, puesto que non es combatiente, nos la arrime cuando haya menester batirse; además, aquel que la portare non será visto por el Conde. Mas non me opondré si prefiriere Sixto portalla, ca es ferido et fresco ha de estar para la lucha contra el conde.

Y quedé esperando que uno de los dos la tomara.

Mu´tamid, por una vez, estaba confiado en su labor:

-EL bichio raro mi la intrigo a mi, la llivaré yo, yo también estoy feridio, y aunque sano estiviera nu valdria paria la luchia. Vamios, cuanto antes impicemos antis acabiaremos.

Desde luego, aquel no parecía el mendigo cobarde que había conocido; es más, aún tenía mis dudas sobre si Mutamid estaba poseído. Comprendí que debía haber confiado más en él; si lo hubiera hecho, no habría perdido el tiempo y la salud con Sixto buscando un panal por nuestra cuenta. Claro que por entonces el moro no había hecho otra cosa que darme pruebas de que era un estorbo. Ahora allí, en las profundidades de un pozo de treinta varas, a oscuras y cerca del ser más maligno al que sin duda todos nosotros nos habíamos enfrentado alguna vez, Mutamid, que hasta entonces había procurado huir del peligro, se lanzaba a él.

-Sea pues -dije, animado por el buen espíritu de aquellos dos, a quienes ya no podía ver como simples plebeyos-. Marche Mutamid adelante, sígale Sixto et yo quedaré en retaguardia. Que aquesta luz guíe nuestro camino et la de Dios esté en nuestros corazones -rematé, como si fuera un capitán pronunciando una arenga a un ejército voluntarioso; mas no pude evitar después reírme para mis adentros, pues mi ejército estaba formado por un bandido y un mendigo inerme.

Marchemos como el portugues platica.

Mu´tamid y Sixto se meten por el tunel estrecho en el que por cierto hay un montón de bichos y barro como en el suelo del pozo, llevan un rato reptando por el pozo y gracias a la luz pueden ver por donde van aunque no obstante el lugar es muy agobiante por la humedad, el barro los bichos y la sensación de tener 30 varas de tierra sobre tu cabeza.
 

Mu´tamid cogió la luz del hogar que el Llollomer le había dado y no sin cierta indecisión se metió en el hueco, apretando bien su defecadero, pues parecía que sus heces luchaban por salir rápidamente de su lugar.

Mucho le costó a Mu´tamid decidirse, mas tiró hacia adelante, matando bichos al aplastarlos con su mano y, en definitiva, llenándose de porquería de arriba a abajo.

Fallo.

No era este lugar en el que Sixto se sintiera comodo. La humedad el barro la oscuridad, la atmosfera rancia y revenida....

Mu´tamid y Vasco se dan cuenta que Sixto no puede avanzar, parece que la situación le supera.

Mu´tamid siguió avanzando, hasta darse cuenta de que no le seguían, se paró, volvió unos pasos atrás y alentó a sus compañeros.

Señor Vasco, no dieje qui el amigo di las abejias si quedi atrás. Échele una manio!

Vamos Sixtio, me dijieron que erais mas hombrie qui esto!

@Mu´tamid, haz una tirada de elocuencia a ver si lo has convencido.

Sixto de repente se siente animado por la palabras de ánimo de Mu´tamid y haciendo un esfuerzo sigue adelante.
 

-Venga vamios, seguid pigados a mi, qui la luz nos ampare.

Tras ver que Sixto volvía de nuevo a avanzar, Mu´tamid hizo lo mismo, lo más rápido posible, para pasar aquel túnel antes de que el valor insuflado se deshinchase

Las palabras del mendigo habían sido convincentes. Seguía sorprendiéndome de que en aquel momento, en el que hasta los más valientes darían un paso atrás, fuera él quien avanzaba con más decisión, y aquello me daba ánimos para seguir, a pesar de la muerte de Diego. Continué pues cerrando el grupo, con mi espada desenvainada y preparada para cualquier eventualidad.

Todos animados por las palabras de Mu´tamid pasais por el angosto tunel. Al llegar al otro lado, ilumidados gracias a la llama del hogar que porta Mu´tamid, veis que os encontrais en otro corredor, este es mucho más grande, las paredes de tierra y el suelo embarrado hacen que no haya eco ninguno en esa zona, todo es silencio total y compacto. De repente escuchais el sonido del llanto de un bebe que proviene de algún lugar más adelante del tunel, no parece muy lejano aunque no podeis ver nada puesto que el tunel tuerce a la derecha a unas 10 varas de vuestra posición.

-"Llorad como niños ante los guardianes del conde" -recité desde la retaguardia, recordando las palabras que nos dedicó aquella mujer en sueños-. Ese llanto debe preceder a una batalla. Prepararvos para combatir, mas sigamos adelante.

Mu´tamid salió del estrecho túnel, cosa que le alegraba, pero el llanto que escuchaba y las palabras del noble, nada le gustaron:

Mas bien mi pariece qui debiríamos imitar el llantu, por si hay suerti y no nos atiaca nadia

Dicho lo cual, se puso a imitar el gemido infantil y proseguir la lenta marcha.