Partida Rol por web

Te cuesta conciliar el sueño y tienes pesadillas con la mandrágora. Pero aún así logras conciliar el sueño. Estás agotado y eso ayuda.
 

Señores, ahí hay algo -les dije a los que aún dormía, como despertándoles, y también a Carlos, que se encontraba a mi lado-. Quizá sólo sea el viento tras esos matorrales, pero cualesquiera sabe. Yo mismo iría pero dado mi estado -me miré a mí misma, sabiendo que estaba realmente herida y hacíendoselo ver a mis compañeros de búsqueda-.

Ebardo se levantó sobresaltado. Apenas podía distinguir entre sus pesadillas con la mandrágora y la realidad que ahora les rodeaba.

Creyó que el episodio de la mandrágora había sido todo pesadilla, pero cuando trató de moverse y se sintió roto por dentro y con dolor por todo el cuerpo, recuperó la lucidez.

Se incorporó a duras penas y levantó el espadón con determinación.

Miró a Inés y preguntó.

-Dígame vuestra merced, ¿Por dónde?

Por más que intentase pasar al mundo de los sueños, todo lo vivido ese día impedía tener un buen descanso. Con los ojos cerrados y los oídos bien abiertos, pareciome escuchar sonidos cerca de mí. Púseme en tensión, atento por si sólo se tratase del viento entre las hojas o de algún animalillo nocturno buscando alimento, pero algo me decía que era mucho más que eso, quizás la cercanía del cementerio conseguía que mis nervios estuvieran demasiado alterados.

Levanteme de golpe, mirando a mi alrededor hasta dar con el foco de los ruidos, unos altos matorrales. Por lo visto no había sido yo el único en escucharlos, pues la joven Inés también mostrábase inquieta a ese respecto.

—Descansad joven Inés, iremos nosotros a mirar.

No es que estuviera demasiado convencido sobre ese punto, más aún si recordaba lo sucedido con la mandrágora, y sobre todo pensando en los espíritus que pudieran merodear por el cementerio, pero tampoco iba a quedarme tranquilo si no descubría que esos ruidos eran sólo tonterías. Gireme a Ebardo, el cual no parecía haber escuchado dichos ruidos.

—Y vos deberíais descansar también, pues aún no estáis en condiciones de hacer grandes esfuerzos. Pero si queréis acompañarme a mirar, bien que os lo agradeceré. Los ruidos sonaban por ahí.

Extendí la mano para mostrarle los altos matorrales mientras me acercaba a ellos con sumo cuidado y máxima atención.

-Iré con vos. Cuatro ojos ven más que dos. Y aunque no esté en mi mejor momento, de seguro podré dispensar un par de mandobles que os auxilien en el combate si nos vemos en la necesidad de batirnos.

Y dicho esto avanzó junto a Basim poniendo buena cara, ocultando el dolor que sentía a cada paso.

Roldán no pudo evitar despertarse, la inquietud, incomodidad el ruido en unos matorrales y el hablar de los demás le despertaron. No había dormido suficiente ni mucho menos pero se levantó y empezó a colocarse la armadura. Yo iré delante. Vos debeis descansar Ebardo, vos debeis saber mejor que nadie el estado en el que estais.

Todo el mundo insistía en que se quedara. Y si bien su ánimo impetuoso le impelía a acompañarles, se dió cuenta que Inés quedaría del todo desprotegida. Así que aceptó de buena gana para quedarse con la jóven soldado a quien la mandrágora había maltratado todavía más que él.

-Muy bien, puesto que insistís, acepto quedarme aquí. No me vendrá mal descansar. Pero tendré mi espadón a mano. Si os encontráis en apuros sólo tenéis que darme una voz y acudiré presto.

Carlitos se levantó como un resorte y también se aproximó a los matorrales hacha y escudo en mano. Cuando apartásteis los matorrales se abalanzaron dos criaturas grotescas con forma humanoide. Ojos negros enormes y penetrantes, piel pálida de ligero color verdoso, sin pelo y ataviados apenas con un taparrabos. Parecían subseres, carroñeros que buscaban una presa fácil. Una tercera criatura salió corriendo hacia el cementerio lanzando un gemido sumamente desagradable que os hacía daño a los oidos, parecía estar llamando a mas de esos seres.

Basím, una antorcha, ¡necesitamos luz! Seres del infierno, ¡recibid el castigo de dios a traves de mi!

Su fe se tambaleó un poco, por lo que gritó, más bien para eliminar su miedo y su duda que para hablar con aquellas cosas.

Ebardo se queda protegiendo a Inés.

Sólo avanzará hacia el resto del grupo si Inés insiste en hacerlo ella misma.

En cualquier caso, Ebardo tiende una antorcha a Inés y le dice.

-Prended la antorcha, por favor, e iluminadme mientras yo blando el espadón con las dos manos.

Ni siquiera escuché las palabras del caballero ordenándome coger una antorcha y, agarrando con fuerza la gumia, avancé junto a mis compañeros para averiguar si los sonidos que habíamos escuchado procedían de indefensos animalillos o eran seres más infernales. Después de lo ocurrido con la mandrágora esperábame cualquier cosa de aquel maldito bosque.

El susto que lleveme al ver a aquellos seres salidos de las más oscuras pesadillas, a punto estuvo de hacerme caer, pero aún así blandí con más miedo que tino el arma entre mis manos. Tarde era para echar a correr, pues aquellas bestias o lo que fueran casi estaban sobre nosotros. Habíamos pertubardo lo que fuera que reposara en ese bosque y pagábanos sacando criatura tras criatura para acabar con nosotros.

Y, como era mi costumbre ya que yo no era demasiado ducho empuñando arma alguna, moví la gumia de lado a lado con la esperanza de que alguno de aquellos golpes diera en carne o en hueso.

Ebardo no es capaz de procesar lo abominable de aquellas criaturas y cree que son mengidos o bandidos contagiados de sarna u otra enfermedad.

-Tenéos. No os haremos daño si no nos atacáis.
 

Pero por si acaso, agarra su espadón presto para el combate.

Ví desde cierta distancia cuán grave debió ser el susto de los míos compañeros. No me atreví a acercarme por mis heridas, no porque no fuera diestra en la lucha: herida de gravedad, poco podía hacer por luchar más que mantenerme en pié. Ví "de refilón" las calvas cabezas de aquellos seres y mi corazón sintió una congoja que antes no hubo de aparecerme. ¿Qué clase de demonios eran esos?

¡Creo que hay más! -grité advirtiendo-.

Las criaturas se lanzan al ataque, la primera está demasiado sorprendida por "la cena" como para lanzar un ataque en condiciones, la segunda sin embargo a punto está de hacer daño a Roldán, pero este logra parar con el escudo sin mayores problemas. Carlitos con el escudo en alto suelta un termendo hachazo a la columna del bichejo destrozándola por completo, la repugnante criatura se revuelve un poco y muere vilmente. Inés se pone a salvo y huye como puede, no muy rápido pues las heridas no la dejan ir más deprisa. Roldán, aprovechando el ataque de la criatura le ataca a la siniestra. Causándole un gran daño pero sin arrancar el brazo. BAsim se lanza sobre la criatura herida pero sin tino, pues sus golpes pasan demasiado lejos del bicho. Ebardo se queda rezagado, viendo como la soldado se pone a salvo el hace posturitas con la espada que no hacen daño a nadie pero rresultan inútiles en el combate.

A lo lejos se ve lo que advierte Inés, parece que el que ha huido está agrupando a unas cuantas de esas criaturas y se preparan para atacaros. Hay al menos seis más el que las arenga al combate.

¡Replegaos! ¡En circulo!¡Luz, rapido! Roldan ladraba ordenes que sonaban bastante esesperadas y titubeantes, se veia que no estaba acosumbrado.

Mientras movíame para rodear a la bestia, tal y como el caballero había ordenado, observaba a la bestia intentando recordar dónde habíala visto u oído hablar de ella y, de esa forma, tener algún recuerdo de cual pudiera ser la mejor manera de acabar con ella y con las que, en la distancia veíanse bien, a punto estaban de echársenos encima de nosotros.

En vista de que Inés se ha puesto a salvo, Ebardo se reúne con el resto y forma un círculo con ellos para que las criaturas no les tomen la espalda.