Partida Rol por web

Tras las penalidades vuelve a quedarse todo en calma. Hemos dejado el barco para ir a un desierto que seguramente sea hostil para nosotros, sobretodo a sabiendas de que las criaturas que ahí en él puede que estén interesadas en detener a Burna-Buriash y su búsqueda. Yo en tanto sigo investigando las tablillas que creía que serían más complicadas de encontrar y han estado casi al lado mio... que cosas tiene el destino.

Tras el viaje hasta el oasis y parar a comer, Enmerkar revisa y cuida sus armas y luego vigila el entorno por si se acerca alguna cosa poco amistosa. No hay que relajarse pues ya había demostrado en dos veces que la expedición a las ruinas no iba a ser sencilla y no podían relajarse, había que estar atento a cualquier movimiento o extraña señal.

Paramos y empecé otra vez a montar la tienda de campaña pero ésta vez la de mi compañero Akbar, ya que la mía había sido destruida al utilizarla como trampa contra el cangrejo gigante.

Estimado Akbar deberemos de descansar juntos , mi tienda ya sabes fue por completo destruida... una vez instalada me lavo las manos bebo del odre el agua que preciso y como para recuperar fuerzas, luego descanso para reponer las fuerzas gastadas por el viaje.

Antes de partir, parado a la orilla arenosa y viendo a los remeros comenzar a mover el barco, Ibraam pensó:  El símbolo de Ishtar que dibujé en el barco.  Eso nos ayudó a que llegáramos con bien a esta orilla. 

Bendita Ishtar cuida su camino de regreso y hazlos encontrar la libertad.  Y después, a forma de despedida les había gritado:

¡Toda la libertad para todos!

Esa voz que lo recorrió, y la emoción que vio en algunos rostros que voltearon hacia él, lo llevó todo el camino con energía y optimismo hasta el oasis. 

Ahí bebió del agua y les dijo a sus compañeros, solemne, llamándolos a la reflexión: Recuerden primero agradecer al agua por su presencia entre tanta ausencia. 

Agarré los bártulos tras despedirnos del capitán, disponiéndome para la marcha. Dura sería esta, pero tenía larga experiencia en la supervivencia a campo abierto, y no temía enfrentarme al desierto una vez más.

El wardu albino despertaba en mi un profundo desprecio. Gritaba libertad, como si esta fuese a servir para algo. Semejante criatura no debería haber sobrevivido tanto tiempo, pues con sus enloquecidas ideas bien podía causar el caos en todo el mundo civilizado. Bien sabido era que esas bestias carecían de la inteligencia necesaria para gobernarse a sí mismas, aunque era evidente que no les faltaba tozudez. Sin embargo, ya llegaría la ocasión de ponerle en su sitio. Tendría que ser paciente...

Nada raro pareció acontecer. El tiempo pasaba lento y implacable y después del atardecer llega la noche con su frío y su oscuridad lo llenaba todo sembrando un ambiente de incertidumbre. Los descansos se sucedían y ya en la noche el temor de los hombres de Enmebaragisi era más palpable, no ocultaban el miedo que les causaba estar en presencia de los "Portadores de los Males". Si algo les mantenía junto a ello era la lealtad del capitán, si no fuera así ya hace tiempo que los marinos hubieran dado esquinazo a los portadores de la desgracia.
El campamento se montó al abrigo de una vieja y pequeña construcción en ruinas, concretamente una pared parcialmente conservada, y comenzaron las guardias. El enorme Wardu se ofreció en su primera guardia y Suhsta, uno de los marino, se ofreció para la segunda guardia. La noche comenzaba a transcurrir.

La noche sobrevino, y con ella el cansancio acumulado tras la dura jornada de marcha por el desierto se hizo patente. Montado el campamento, extendí la estera sobre el suelo, en el interior de mi tienda, que dispuse no demasiado cerca de la frontera. No me ofrecí para las guardias, pues esta tarea no era digna de un noble como yo, sino de soldados, como Enmerkar o los marinos. Ya había dos voluntarios, y yo sugerí el tercero:

- Enmerkar hará la tercera guardia. - le miré - Necesitaremos tu fuerza y tu tesón en las más altas horas de la noche para defendernos de los peligros que puedan acechar.

Cansado en demasía por la duermevela del día anterior y las emociones de este, con la seguridad de que el wardu haría una buena guarda decidí descansar. Pues necesitaba esas energias para seguir con el estudio y para actuar en consecuencia cuando llegasemos a nuestro destino.

Le cedo gustoso mi puesto a Burna, acomodándome junto a la entrada de la tienda.

—Descansad lo mejor que podáis, mañana necesitaremos de toda nuestra resistencia.

La familiar estampa guerrera del esbirro del guardaespaldas de Kadashman recortada en la noche es tranquilizadora, pero parece que ni siquiera eso calma a los desdichados tripulantes del Incierto. Antes de caer rendido trato de conversar un poco con ellos, simpatizo con ellos y lamento las dificultades causadas. Pero también desconfío de aquellos cuya lealtad no es para con nosotros, así que aprovecharé para echarles un ojo avizor. 

También pretendía acercarme a Bel-Shanaar, pues parece que podría guardar alguna clave de nuestra supervivencia, pero éste se retira agotado. No importa, mañana será otro día y de todas formas no me siento cómodo departiendo con eruditos (salvo con mi señor, claro). Todavía me queda el albino.

—Dime Ibraam—le digo en voz queda —¿Piensas que la indomable Ishtar velará por nosotros esta noche? ¿O será algún poder oscuro el que pose su mirada sobre este triste campamento?

Sonrío para dar a entender que bromeo. Necesito hablar para ahuyentar mi miedo a lo desconocido.

Tras el descanso reconfortante salgo al exterior y veo si hay alguna guardia vigente, en tal caso la apoyo sin tardanza. Me gustaba el ritmo que había cogido la compañía como nuestra participación y relación. Las tablillas eran ahora vistas y estudiadas por todos aquellos que la quisieran leer , el mal de la propiedad privada se había extirpado de nuestra sociedad y lo había llevado aquí a cabo en este pequeño grupo viendo sus resultados, mis sueños iban cobrando realidad y el mundo libre y sin clases iba mostrando el camino del futuro.

Je je, indomable sin duda Akbar.  Pero recuerda que es exigente.  Te pedirá que te liberes de tus cadenas, por más que sean de oro y te guste como se vean. 

Mira, si trazamos en la arena la forma de las estrellas que alcanzas a ver ahora, -miró hacia arriba-  nos aparecerá un símbolo de los peligros que nos rondan.  Es algo que aprendí de chico.  Ojalá funcione ahorita.  

A Ishtar le gustan las estrellas.  Lleva una en la mano.  Nuestra guía -dijo señalándose a si mismo y a Akbar. 

Al principio los marineros se mantienen distantes, parecen rehuir cualquier acercamiento del exclavo mushkenu. No obstante, mientras transcurre el tiempo en silencio, os sorprende como el sirviente del noble va entrando poco a poco y se va ganando la confianza de Akbar. Su capacidad de persuación e influencia con los marinos es increíble y pronto comparten unas conversaciones bajo el cielo estrellado como si fueran compañeros de muchos viajes.

Transcurre la noche y es el turno de Kadashman. La noche parecía tranquila pero un repentino viento repleto de arena del desierto se levantó y las estrellas del cielo perdieron su fulgor. Por algún motivo las estrellas parecieron apagarse, pero era un efecto de la vista pues las estrellas seguían allí, era un manto de neblina la que cubría todo el alrededor. Nada bueno parecía sobrevenir. 

En las sombras puedes ver algo moviéndose. Tal como te incorporas puedes ver una silueta humanoide que se aproxima al campamento. Sientes un breve movimiento en tu espalda, se acerca otra de esas figuras. Parece un hombre delgado que camina de forma extraña.

Con la caída de la noche las guardias se sucedieron. Otros se habían presentado voluntarios, y yo sucedí a Enmerkar en medio de la noche. Entrenado como estaba en las artes de la guerra y en la supervivencia a campo abierto, no suponía para mi un esfuerzo mantenerme en guardia, siempre atento a cuanto sucedía a mi alrededor. Suerte la nuestra de aquello, pues en esa noche siniestra, vino a suceder que, durante mi guardia, unas extrañas sombras comenzaron a perfilarse en la penumbra, aproximándose lentamente al campamento. No me dejé dominar por el estremecimiento que se inició en la base de mi espalda, pues si los atacantes se creían aún obscurecidos, quizá perderían la ventaja que llevaban.

Así pues, me moví silencioso, con gestos suaves, y di unos golpecitos a Enmerkar, confiando en que este despertase sin excesiva alarma.

- Enmerkar. - le dije, en susurros - Alguien se acerca. Ayúdame a despertar al resto.

El enorme wardu se despertó y buscó sus armas, siempre con él, y miró a su alrededor a ver si podía ver a ese alguien que se acercaba, mientras andaba pocos pasos para ir despertando al resto y esperando que se situasen sin gritar demasiado.

- Colocaos en círculo, espalda con espalda, lo más juntos que podáis y que os permita luchar sin mataros los unos a los otros.