Partida Rol por web

El medico observó la carbonera y la comparó con sus recuerdos. Nada ha cambiado. Ja!. Cuando herede la casa este será un buen lugar para el estudio fotográfico divagó por un momento antes de volver a prestarle toda su atención al lugar y la conversación de sus primos. - Me gusta la idea de cerrar la carbonera. Pero no con llave. Quizás podamos usar algunas de estas herramientas para trabar la puerta. Desde adentro la podemos liberar facilmente, pero nadie entrara desde afuera -Tras mirar con más atención agregó - Quizás ese rastrillo nos sirva -

Dándose cuenta que había supuesto muchas cosas para sus adentros les intentó aclarar a los presentes - Creo que es mejor no cerrar esta puerta, ni la de la escalera, con llave. Si tenemos que huir, Ja!, y con un asesino suelto es una posibilidad, será mejor que no dependamos de una llave que quizas no tengamos, en ese momento, en nuestro poder. -

Mientras habla, sus ojos recorrieron el lugar en busca de huellas o alguna señal de que alguien hubiera pasado, recientemente, por el lugar.

- Pues esa parece una magnífica idea, aunque realmente y ahora que lo pienso, si nos encontrásemos en la necesidad de huir del asesino, no se a donde ibamos a poder ir en este desolado páramo que nos rodea. Casi sería más conveniente quedarse unidos y luchar, a fin de cuentas somos 9 personas ...

(se queda mirando a Sydney un momento)

... algunos más vigorosos que otros, pero 9 en todo caso.

- Eso último ¿Lo pensé o realmente lo dije?

- Luchar? Si no queda otra supongo que podremos hacerlo, pero no cuesta nada dejar una posible salida, no? - Sydney ignoró, como solía hacer, cualquier comentario respecto a su estado físico. Después de todo, por lo menos tengo músculos...

- Bueno, pues venga, manos a la obra ...

Callada y absorta en sus pensamientos, Elizabeth atendió a toda esa testosterona masculina en acción, curiosamente turbada por la posibilidad de visitar una peligrosa carbonera. Su perspectiva femenina ignoraba qué podía haber allí de interés, y no sentía gana alguna de volver con la piel del tío Tom y todo el polvo de su cabaña. Sin embargo, nada dijo, dividida como estaba entre la necesidad de cooperar y la de mostrar su desprecio absoluto a gente de un estatus tan bajo. Por esta vez, ganó lo primero. El recuerdo de la habitación que sus primos decidían querer cerrar -con acierto, pues a ella, aunque recuperada, no terminaba de agradarle la idea de pasar de nuevo cerca de allí- contribuyó a dormir su lengua y mostrar un pasivo acuerdo.

Cuando los demás abandonaron la sala y se quedó a solas con Lord Jeffrey y su prima, la artista florero, mantuvo un silencio sepulcral, concentrada en terminar su ritual del té y esperando a algún sonido en forma de palabras por parte de ellos. Aunque se lo tomaba ciertamente con una calma enfermiza, centrada en detalles fotográficos de tintes paranoicos (cómo colocar la cucharilla, cuántas vueltas da la infusión al ser removida, la mejor forma de colocar los dedos al sujetar el asa o calcular la lentitud con que cruzar sus piernas) no tenía demasiada intención de permanecer allí mucho tiempo. No sabía qué haría después pero no parecía que el plan pasara por una agradable conversación de picnic. Aun así, alzaba la vista -también con calculada parsimonia- y sonreía discretamente a sus compañeros de estancia. O parecía que sonreía.

Los primos examinan la carbonera. Peter se acerca con cuidado de no tropezar en la penumbra a la mesa de herramientas y, tras comprobarlas, sopesa entre sus manos distintas opciones: una pequeña hacha de mano -un arma quizá demasiado brutal para cualquier defensa- o el mango grueso de alguna herramienta antigua -con una longitud como su antebrazo, lo que sería menos efectivo que el hacha pero, definitivamente, más aceptable moralmente. Sydney, a su vez, se agacha algo torpemente para examinar el suelo en busca de huellas o rastros.

Después de considerar las opciones, la observación deja las más fácilmente llevables a cabo: atrancar la puerta de la carbonera (que es de metálica y fácilmente asegurable con un rastrillo que se apoya ahora mismo en la pared, ya que Jamison confiesa no tener un candado), o la puerta de bajada al sótano.

La otra, cerrar las trampillas de la carbonera, parece menos viable, ya que habría que, por lo menos, clavetearlas con maderos desde el interior.

El doctor escudriña el suelo buscando alguna huella o rastro. No lo encuentra, quizá por la pobreza de la iluminación o quizá porque no lo haya. Sin embargo, tras agacharse algo torpemente, le da la impresión de que hay algo entre el polvo del suelo. Pequeñas virutas de... ¿metal?, que reflejan levemente la luz del candil. Quizá no sea una pista, pero ahí están.

- Bueno, parece que la mejor opción es atrancar la carbonera con ese rastrillo de ahí, parece lo suficientemente sólido.

Dice examinando el rastrillo en sus manos. Tras tratar de doblarlo sin éxito con la fuerza de sus manos y dejando el cándil en el suelo, se dirige a la carbonera para atrancarlo.

- Veamos ...

¡Mmmmmmpppppphhhhhh!

.. ya está, creo que esto no permitirá a nadie entrar desde fuera ¿Algún voluntario quiere salir un momento a ver si consigue abrirla por la fuerza?

- Ja! - murmura el doctor ante la proposición del abogado. Sin embargo parece un poco distraido. Que será eso piensa dispuesto a encontrar cualquier cosa que salga de lo normal.

Aprovechando que Harvey a dejado el candil en el piso, lo toma en sus manos a la vez que le contesta desganadamente - Ya la probaremos cuando salgamos... -. En su voz se nota que está concentrado en otra cosa.

Con cuidado, apoya una rodilla en el sucio suelo y acerca el candil a algo que le ha parecido entrever en la penumbra del lugar - Que será esto - lo escuchan murmurar, más hablando para si que para el resto, mientras alumbra un sector específico del suelo.

La luz de la lámpara se refleja en... "algo". Unas virutas aparentemente metálicas que Sydney intenta analizar...

- ¿Qué pasa Sydney? ¿Se te ha caido la dentadura postiza?

Bromea Harvey en tono de sorna. Se acerca un poco a ver que ha encontrado su primo.

Sydney se agacha todavía más, y, removiendo el polvo, acerca entre sus dedos una de las virutas metálicas a sus ojos. Harvey se acerca con la luz, permitiéndole ver mejor lo que sostiene: un pequeño tirabuzón de cobre, o de bronce... No parece de mucha importancia, aunque hay algunos más, como si en el sótano se hubiese trabajado quizá algún adorno, o quién sabe qué.

Hay algunos más en el suelo, aunque sólo Peter consigue verlos también permaneciendo de pie. Aunque, ¿a quién le interesan unas vulgares virutas de cobre?

De rodillas sobre el suelo, curioso, el doctor contempla la viruta durante unos instantes. La luz que trae Harvey le permite contemplarla más a conciencia, pero también algo más: ¿no parece esa baldosa, un poco más adelante, haber sido retirada y vuelta a colocar? Está suelta, sin duda, y parece la única en ese estado de todo la parte del sótano que ves. Y más limpia, como si hubiese sido manipulada...

La baldosa mide unos 30x30 cm, y, aunque no parece difícil de levantar, el doctor necesitaría algún instrumento (alguna de las azadas, un cuchillo... algo que pueda entrar en la ranura para hacer palanca)

La búsqueda de Sydney fue fructífera. Mientras continuaba agachado, mirando con atención el piso, levantó una mano hacia atrás, como pidiendo algo y se dirigió a los presentes - Uhm... parece que hay una baldosa floja. Ja! O más bien que alguien la movió hace poco. Alguien me alcanza uno de esos formones? Bueno, vamos a ver si puedo ver que hay abajo? -

Ya en su mente había descartado las virutas metálicas y su razonamiento, eminentemente científico, intentaba averiguar que, o incluso quien, podría haber intentado esconder algo en un lugar tan extraño.

Sorprendido por la habilidad demostrada por sus primos a la hora de examinar el sótano, Jack intenta mantenerse a la altura y, al menos, echar una mano.

parece mentira, todos estos vejetes de chaqueta y corbata, con pinta de déspotas egoistas y ahora resulta que están hechos unos verdaderos Sherlock Holmes... esta familia nunca dejará de sorprenderme...

El joven aspirante a político alcanza uno de los formones a Sydney y le ayuda a levantar la baldosa indicada, haciendo palanca.

Harvey a todo esto no deja de mirar de reojo a nuestro mayordomo.

- Jamison ¿Ha estado usted trabajando aquí recientemente? ¡Qué curiosos tirabuzones!

Mientras Harvey pregunta a Jamison, todos -incluido ellos- se acercan a observar el descubrimiento de Sydney. No parece que haya mucho que ver, pero el doctor, respirando pesadamente y ayudado por Jack -que le ha alcanzado un formón y que le asiste en la operación- introduce la herramienta por el borde de la baldosa y hace palanca. La baldosa abandona su posición limpiamente. Mientras Sydney sigue con la palanca, Jack la agarra y la levanta con facilidad, dejándola descansar sobre el piso.

Harvey acerca su quinqué, iluminando el lugar donde se encontraba: allí, colocada cuidadosamente en un agujero que parece haber sido cavado para esconderla, encontrais una caja metálica de unos 20x20cm, y de unos 10 cm de alto, cerrada únicamente por un largo trozo de estrecha cuerda que la rodea. La cuerda está en perfecto estado, lo que hace ver que no lleva escondida bajo el húmedo sótano mucho tiempo: si fuese uno de los innumerables tesoros que habíais escondido de niños, estaría ya podrida y rota.

No tiene ningún otro cierre.

A las posibles miradas interrogantes, Jamison se encoje educadamente de hombros, y se acerca, curioso pero atemorizado todavía por lo que pueda acechar en la oscuridad, a observar el descubrimiento.