Partida Rol por web

El humano, más incluso que por las palabras, por los gestos de los rudos rostros de los enanos, comprendió que no le creían. Era una historia extraña de un mundo opuesto al suyo, donde no existía el elemento más abundante, el hielo, pero había algo que desconocían, la arena, el desierto seco y mortal.

Comprendo que debe parecer la historia de un loco, aunque si encontramos a mi compañero os contará lo mismo. Dos locos que creen lo mismo no abundan. Se tomó la situación con cierto humor. 

Como estaban planteándose si acampar o moverse, intervino.

No conozco los peligros que pueda haber aquí, al lado de la manada de árboles (el concepto bosque aún no lo manejaba), pero los heridos deberían de reponerse o no aguantarán otro combate. 

Tomais descanso en el frío hielo, es muy duro, el viento arrecia y continuamente os despertais con lo que quien está de guardia siempre tiene el comentario de algun compañero respecto al frío. Habib ni siquiera lleva la ropa adecuada con la que protegerse del viento, y tiene que acurrucarse contínuamente con las pieles calentitas que transportan los enanos durmientes. Ni un solo gemido ni gruñido surge de la isla, ninguna criatura sale de ella ni se ven tampoco los ojos brillantes de un monstruo de pesadilla.

La claridad del día tampoco mengua, esto también desconcierta a Habib, el sol permanece oculto durante todo el descanso tras una manta de nubarrones que en ningún momento se disipa, pero su claridad alcanza a atravesar dejando la tenue claridad todo el tiempo, el astro apenas debe haberse movido en todas estas horas.

Cuando os sentís más o menos descansados decidís poneros en marcha, antes que el frío y el viento os entierren, es el cuarto día de viaje y aún queda al menos una jornada más hasta la entrada del laberinto

La noche... es un decir, ya que no llegó a oscurecer en todas las horas que llevaba en ese helado mundo... pasó con una cierta incomodidad por el frío. La suerte era que las mantas y pieles de los enanos, con quienes compartió descanso, eran muy abrigadas. Todo el cansancio acumulado de sus aventuras, así como del viaje interdimensional cayó sobre sus párpados. Una vez despierto, se sentía repuesto mentalmente, aunque un poco dolorido de la espalda. Veía que iba a necesitar ropa más apropiada, pero le gustaba más el fresco aire que el calor intenso y abrasador. La idea de estar rodeado de agua era como estar en un palacio lleno de lujos. Nadie que no hubiera pasado sed, podía imaginárselo. 

Buenos días! Saludó. Cuanto dura el día aquí? Es muy largo en esta época del año? O es así siempre? La curiosidad de Habib no tenía límites. Los rostros poco comunicativos de sus actuales compañeros de viaje, no le disuadían. Perdonad que os haga tantas preguntas, pero me resulta todo muy extraño. Por cierto, a dónde os dirigís? No es que pueda conocer el lugar, pero he de encontrar a un compañero y no quisiera que nos alejáramos mucho. Pasaremos por alguna población? Necesitaría hacerme con ropa más abrigada. 

Con la daga hizo unos garabatos en la corteza de un árbol. La madera, una vez pelada la corteza, era una buena manera de dejar una señal. 

Habib. Y una flecha hacia la dirección a la que estaban tomando. Su camarada era muy observador. No tardaría en encontrarles al paso corto pero seguro de los enanos. Iría dejando marcas similares cada cierta distancia y cada vez que cambiaran de dirección.

Zybax miró con curiosidad al extraño que de alguna manera habían adoptado en el grupo y frunció el ceño ante las marcas que intentaba hacer en el hielo

- Eso no es bueno - le informó - No me gusta que alguien nos pueda seguir. Tu dices que es un compañero, pero... en el hielo hay demasiados peligros como para estar indicando donde vamos. Supongo que en uno o dos días llegaremos con los elfos y allí podrás conseguir ropa más abrigada. Claro que necesitarás algo para intercambiar con ellos. Nosotros tenemos nuestra pieles, pero tu... no lo se -

Repentinamente el bárbaro se calló. Había hablado en los últimos minutos más que en los días anteriores y el mismo se sentía extraño por eso - Ten cuidado. El hielo es peligroso. NO le indiques a donde vas, o será aún más peligroso - insistió, dispuesto a borrar las marcas con un par de golpes de su hacha - O descubrirás que yo también soy peligroso -

No le hagas caso a Zybax, no intenta amedrentarte... Salvo por lo hacer marcas. En eso haz lo que te dice, o sino te cortará en dos.

¿Tienes frío, Habib? Normal, con esa tela tan fina y sin una tupida barba que mantenga el calor de la cara...

Vorth se aproximó y tocó cordialmente el brazo del extraño loco. Pronunció unas breves palabras mágicas para invocar su hechizo de soportar los elementos, y al rato Habib ya no sentía el frío del aire cortándole la piel.

Haces preguntas muy peculiares... Aquí los días duran lo normal. Como siempre ha sido.

Anda, muchacho, camina en hilera como los demás para que los pies de tus compañeros aplasten la nieve y te sea más fácil avanzar.

Para comer no tenía más que restos podridos de algo que debió ser una ración suculenta hacía semanas. Así que lanzó un hechizo para revivificar esa comida y hacerla comestible. 

Purifico estos alimentos y les devuelvo su energía nutritiva. 

Los enanos no consentirían que dejara marcas en algún sitio visible. Eso le indicaba que los peligros a los que se referían incluían a seres pensantes y no sólo a bestias depredadoras. Mucho le quedaba por aprender de esas tierras. Las sutiles palabras de Vorth, fueron acompañadas de un conjuro que le restituyó el temple en el cuerpo. Gracias. 

Está bien, camaradas, no dejaré señales si teméis que nos sigan. Pero tened en cuenta que mi amigo es un gran arquero y tiene habilidades de sigilo que nos serían útiles allá donde nos dirijamos. Hizo una pausa. Sois hombres de pocas palabras, pero claras como el fuego. Habéis perdido compañeros, pero sois valientes y os dirigís igualmente a vuestro destino. No dudáis. Eso es admirable. Mas puede que necesitéis ayuda. Yo os la ofrezco si me ayudáis a buscar a mi amigo. Una vez le encontremos, emplearemos nuestras habilidades para cualquiera que sea vuestra causa. Y creedme que podemos ser buenos aliados. 

Sin esperar respuesta, el humano curó a Vorth.

Canalizo la energía sanadora a través mío.

 Zulf se sentía suficientemente bien como para reanudar la marcha, a pesar del cansancio de la marcha, y de los combates, físicamente estaba bien. Pero su moral no era la más alta, él había insitido en dirigirse a la islita de vida que era aquella menuda arboleda, pero por poco pierde su vida en ella, gracias a Zybax y a los demás aún respiraba. Pero esa decisión se había cobrado la vida de Karstark.

 Pero había demasiadas cosas por hacer, así que las lamentaciones habrían que esperar, tal vez a lo largo de la jornada que venía encontraría a Rulf.

 - Gracias Habib por tus... atenciones.- Dijo tras la sanación.- Pero no podemos hacer nada para buscar a ese compañero tuyo. Si lo encontramos por el camino, podemos intentar ayudarle, pero no podemos dedicarnos a vagar sin rumbo en busca de un posible cadáver. Hay una importante tarea que realizar. Tenemos que llegar a nuestro destino, sí, o sí.

Zybax mueve su cabeza arriba y abajo demostrando su conformidad con las palabras de Zulf mientras se prepara para emprender, nuevamente, la marcha

- Donde buscaríamos? - pregunta - Es tan bueno hacerlo en la dirección en la que vamos que en cualquier otra... y en la que vamos es nuestro destino - aclara lo, para el, obvio - Si no lo encontramos, al volver, podemos... eh... En fin, espero que sea hábil sobreviviendo en el hielo. Porque el hielo es peligroso, como mi hacha - completa sus palabras con su frase favorita

Habib ya se figuraba que los enanos no cederían fácilmente, pero había algo que se le escapaba. Qué misión les aunaba en una causa común? Eran mercenarios contratados? 

No sé si es meterme donde no me llaman, pero a dónde vais? Qué pretendéis buscar que es tan importante? 

El humano les miró con una expresión abierta. Tenía curiosidad por entenderles. Sin embargo no perdió el tiempo. Lanzó otro de sus conjuros de curación a Zybax. Pero vio que era poco y le lanzó 3 más menores. 

Canalizo la energía sanadora a través mío.

 Zulf miró al humano, pero antes de responder miró a Zybax y a Vorth, luego tras rascarse en la cabeza responde.

 - Vamos a la ciudad de los elfos.- Dice escuetamente finalmente. Parecía que quisiera añadir algo más pero tras negar levemente con un gesto solo repite.- Vamos a la ciudad de los elfos.

Es que nuestra tribu ha enviado dos expediciones a la ciudad de los elfos, y no han regresado. Es como para preocuparse... Oops. Perdona, Zulf.

A lo mejor mis palabras le han entristecido. No debí mencionar a nuestros predecesores...

Pssst...-susurró a Habib-Es que su hermano Rulf fue uno de los que no volvió.

Mira con compasión a Zulf. Perder a un hermano debe de ser algo así como si Vorth perdiera a Plik.

 El enano se encogio de hombros, notandose muy amplios bajo sus pieles.

 - No importa, daremos con él. Es duro como el pedernal. Tal vez antes de llegar a la comunidad élfica lo encontremos que esta de regreso de ella.

 A pesar de las palabras, no parecía que el enano confiara demasiado en ellas.

El humano comprendió perfectamente los motivos y porqué no podían perder el tiempo. Aunque seguramente estuvieran muertos y su amigo quizá aún estaba vivo.

Es una buena causa, sin duda. Otro amigo mío perdió a su familia y la encontró por fin. Aunque el resultado fue agridulce. Está bien. Os acompañaré a la ciudad de los elfos y luego tal vez me vuelva a por mi amigo con el equipo adecuado. Está muy lejos esa ciudad? Tenía la esperanza de que no y así poder regresar con monturas y algún mercenario o explorador contratado. Si se quedaba él solo moriría pronto. Pero su amigo era espabilado y tenía recursos. Tal vez durara una noche más, con suerte dos. 

 De nuevo, el enano tatuado, se encoge de hombros.

 - Nunca antes he ido, no sabría decirte. Pero aún queda un buen trecho. Tenemos que llegar a la pared del dragón, y esta está en el laberinto... en el que aún no hemos llegado.

 Mirando al resto apunta.

 - Lo cual nos recuerda que deberíamos ponernos ya en marcha.

 Dijo ponendo más émfasis al cargarse el equipo a la espalda.

Habib, al recibir la noticia de que estaban lejos aún, obedeció y se puso en marcha rápidamente. Pero su corazón estaba en un puño. Qué sería de su amigo Rhaztamel hasta entonces? No era una persona de ilusiones banas, pero había deseado que fueran otras las circunstancias. Por qué se separó en el viaje? Iba a ir sólo, pero el valiente pícaro le siguió, como haría un gran amigo. Pero entre la muerte y la vida, la amistad era un cuchillo de doble filo. Unas veces te salvaba y otras te mataba. Había enviado a Rhaz a la muerte? 

Pensó en ello mientras caminaba siguiendo la estela de sus bajos, pero recios compañeros. Quizá en realidad no había aterrizado en la misma zona. Quizá estuviera en otra parte del mundo. Por tanto, era absurdo buscarle allí. Pero cómo saberlo? Hacía un día, nunca hubiera pensado que se podía viajar a otros mundos ni que hubiera otros a los que viajar. Eso eran asuntos de fantasía o de mitos que no se podían comprobar ni conocer a ciencia cierta. Que había libros que hablaban de ello, sí, pero nunca explicaban cómo hacerlo sino que daban por hecho que el lector tendría los conocimientos adecuados para llevarlo a cabo. O, quizá, daban una fórmula mágica con extraños y complejos rituales, que incluían materiales imposibles de lograr y sacrificios que hubieran condenado el alma del ritualista. Pero Habib no había visto jamás esos libros ni pensaba que existieran. Él intuía la magia y le llegaba a él. Pocas veces había tenido acceso a una biblioteca bien surtida que incluyera dichos volúmenes, normalmente bien custodiados por reyes-hechiceros e inaccesibles para los no iniciados. Ni siquiera la fuerza de sus sangre el permitía llegar a donde, por nacimiento, le era negado. 

Dónde era bienvenido un huérfano sin dinero, sin apellido ni padrino? Y dónde lo era un extranjero de otra raza y otro mundo? Bueno, hasta hacía poco en ningún sitio, pero había sido elegido por una reina-hechicera, había derrotado a otro rey-hechicero, con ayuda de sus compañeros, y había accedido a conocimientos secretos, que le habían llevado allí. Quizá las leyes del mundo, tal como las conocía, estaban cambiando.

Rhaz, amigo mío, sé fuerte y lucha con todas tus fuerzas! Rezó mirando el tenue resplandor del cielo.

Durante el descanso y la marcha no pasa inadvertido para los enanos algo del equipo de Habib, aunque va muy abrigado y de su mochila tan solo se adivina el bulto, es dificil no fijarse en un guantelete de gran tamaño, ideal para un minotauro bastante grande, completamente de metal, fácilmente saldrían de él más de una docena de buenas hojas de hacha a juzgar por su espesor. Para Habib, los enanos que le rodean no le suscitan nada peculiar, van ataviados con pieles, llevan puñales de huesos y hachas de metal bien manufacturadas, para Habib, lo más peculiar, es lo que sucede a los dos minutos de empezar la marcha, lluvia.

Chispeante, como siempre durante el día, fría. Impacta contra la piel como frías agujas. El viento las arrastra y hay un momento del "día" en que cae con rabia y fuerza pero apenas dura treinta minutos para dejar de nuevo la molesta llovizna. El cielo se mantiene cubierto de nubarrones negros.

La marcha es terriblemente dura para todos, rodeais la isla y continuais vuestro rumbo, la nieve está menos compacta en algunos sitios hundiendoos hasta el pecho y obligandoos a dar la vuelta y tomar otro camino. Al final del día os da la sensación de no haber avanzado nada, pero al menos no ha habido señales de peligro, no es raro, hay que estar loco para salir aquí fuera, y hasta los depredadores buscan refugio. El sol ha estado casi todo el dia sobre vosotros, y al final, cuando ya estais rendidos por completo y decidís hacer un alto, estais seguros que se ha movido considerablemente desde vuestra salida, el tiempo pasa... y no espera a nadie.

 Zulf había abierto la marcha durante el día, era agotador ser el primero en abrir camino por esa nieve tan blanda que hací que uno se hundiera tanto, y más ver que tras todo un día de marcha la distancia recorrida era tan poca.

 La tormenta le dejó calado, pero aún así, bajó la capucha de piel de foca y prosiguió, demasiado estaba en juego como para rendirse o pararse a descansar cada poco tiempo. Si sentaba un precedente, lo de parar para descansar podría volverse su perdición, necesitaban avanzar proseguir. Demasiadas vidas estaban en juego.

 Finalmente, tras varias largas horas de lenta marcha el grupo paró para recuperar fuerzas y desentumecer los miembros agarrotados. Zulf no habló, reservó sus energías para lo que le quedaba de marcha.

Protegido con el hechizo reconfortante de Vorth, Habib marchaba por el hielo como lo haría por la arena de un desierto. Sus pies se hundían, mas estaba acostumbrado. El paisaje era tan nuevo que no aburría su monotonía. Los enanos, acostumbrados, prestaban atención a otras cosas. Luego empezaron a caer gotas de agua del cielo. La primera fue una sorpresa total. Sintió un frescor húmedo en una de sus manos tras un pequeño golpe nada doloroso. Habib se puso alerta, pues no entendía qué pasaba. Otras gotas golpeaban el frío suelo y producían un sonido peculiar sobre la nieve: como si algo se enterrase de golpe. Los ruidos aumentaban alrededor y el humano pivotaba sobre si mismo con cada nuevo crujido, echando mano de su ballesta. Pero de nuevo fue mojado por otra gota, esta vez en el rostro. Como una lágrima, resbaló por su mejilla mientras alzaba los ojos asombrados de alguien que nunca había visto llover. Dejó caer la lanza de golpe y la ballesta se le resbaló poco a poco, sólo sujeta por la correa a su brazo. Alzó las manos con las palmas abiertas en una expresión de alegría y se puso a bailar. 

Jajaja, jajaja, cae agua, cae agua! Lo veis?

Por supuesto que la veían. Era la cosa más normal del mundo, y una de las más molestas, y causante de catarros además. Como los enanos, quizá resignados a tener un acompañante algo ido de la cabeza, siguieron la marcha, Habib les siguió. Pero nada borraba la sonrisa de su boca. Se lamió los labios para degustarla, una vez se había limpiado su rostro del polvo. Estaba tan sabrosa!! Nunca había probado un agua tan agradable de beber. Sólo cuando la lluvia arreció, el extranjero se tapó mejor, aunque ya estaba calado hasta los huesos con el viento que impedía una protección aficaz. Otra sensación nueva: estar mojado por agua limpia y no por el propio sudor, salado y mezclado con la arena, la suciedad y los poco agradables aromas del cuerpo, que parecía potenciar. Nunca se había sentido tan limpio. Sí, los baños de arena eran eficaces, incluso placenteros, una vez te acostumbrabas a las raspaduras en la piel y siempre tener arena en zonas de tu cuerpo que no deseabas, pero el agua era un elemento tan maravilloso, que no sólo calmaba la sed y alimentaba a las plantas, sino que refrescaba y limpiaba. Era normal que fuera tan valiosa.

Estuvo tentado de llenar cada rincón de su equipo a modo de recipiente. Pero se dio cuenta que no le iba a faltar el líquido elemento mientras estuviera en ese mundo frío, pero tan sumamente rico. Con un pellejo lleno de agua era suficiente. 

La marcha se hizo pesada, aunque los acostumbrados músculos de las piernas de Habib, que, eran más largas que las de los enanos, resistieron mejor la caminata. Estuvo tentado de abrir la marcha, pero él no sabía a dónde dirigirse ni conocía el terreno. Y daba igual ir segundo que último, así que no dijo nada. Pararon a descansar. Pero algo parecía que no iba del todo bien. Estaban alerta. Echaba de menos a su cuervo, el cual hubiera sido un buen oteador desde el aire. El recuerdo del ataque de aquella criatura, le puso más alerta si cabía. Sus ojos miraban en todas direcciones, aunque mantenía la calma. Su lanza, clavada en la nieve, giró levemente cuando él la sujetó con más fuerza.