Partida Rol por web

El día había amanecido agitado por un ligero viento, helado y penetrante. El cielo estaba despejado, ni una sola nube a la vista, y el invierno, que amenazaba con adelantarse, se dejaba sentir al borde de los sentidos, junto al olor de la nieve. Un halcón graznó por encima del sendero que la cuatro viajeras acababan de retomar, tras recoger el improvisado campamento en el que habían pasado la noche.

Era la segunda noche que habían tenido que pasar al raso pero según sus cuentas sería la última, pues la aldea Yukumo estaba ya a un tiro de piedra. El terreno, hasta ahora bien llano y cómodo de transitar, con caminos asentados y bien visibles, se volvía escarpado y los senderos menos transitados, incluso en algún punto casi desaparecían bajo los matorrales duros y oscuros. Pero a lo lejos se divisaba la entrada al valle, un espacio seguro entre las altas montañas donde deberían recabar antes de que cayese la noche.

El viaje podría haber sido duro para una viajera solitaria y todas, en mayor o menor medida, se alegraban de haber encontrado con quien compartir la senda, los gastos y los placeres del viaje. Cada una de ellas por separado podrían haberse visto en problemas en algún punto: sin el talento de Mugi el tobillo torcido de Chloë podría haberla dejado incapacitada, sin Atheas cazando cada noche la comida habría consistido en raciones ahumadas y correosas, la primera noche bajo la lluvia habría hundido su ánimo sin las canciones y cabriolas de Chloë y sin Mako ganándose el favor de aquel hosco sargento no habrían dado con la ruta correcta a la recóndita aldea. Solo llevaban unos pocos días viajando juntas pero ya habían descubierto las ventajas que cada una podía aportar al grupo aunque no tanto de cada una de ellas.

Sin duda sabían del pasado circense de la energética Chloë y la ascendencia samurai de Mako, su espada hablaba por ella, con el blasón de Otori en el mango pero quedaba mucho por saber las unas de las otras.

El halcón de cola roja emitió un gañido que sonó lejano mientras ascendía contra el sol, haciendose invisible desde tierra, mientras las jovenes se ponían en marcha.

Hacía frío, sí; y es que el invierno se acercaba a pasos agigantados. Pero ni eso era capaz de que, nada más levantarme y mientras recogía mis cosas para iniciar la marcha, ya estuviera silbando una de aquellas canciones matutinas que tan bien me sabía silbar. Me sentía orgullosa de ello y de vez en cuando miraba de reojillo a mis compañeras para ver en ellas algún gesto de admiración; y eso que, de vez cuando también, solía meter alguna que otra gamba que trataba de disimular pasando del silbido al tarareo o improvisando un poquito alguna nueva melodía.

Además, hoy estaba más contenta de lo normal, si eso era posible. Si mis cálculos no me fallaban, no debía quedarnos mucho hasta llegar a la aldea Yukumo. Aquello significaba que no tendríamos que pasar ninguna noche más al raso.

—¡Próxima parada: aldea Yukumo~! ♪♫ — exclamé en voz alta nada más emprender la marcha y mientras alzaba el pulgar en gesto de aprobación a las otras chicas —. ¿Qué tal habéis dormido? ¿Estáis cansadas? Yo me he clavado una piedra en la espalda — me señalé la espalda en el lugar exacto, para que quedara claro —, pero he dormido como una hurona. ¡Qué bien~! ¡Qué bien~!

Sí, a veces... cuando empezaba a hablar, era complicado hacerme callar. Y si callé, fue cuando el halcón graznó. En ese instante alcé la mirada, poniendo mi mano como visera para proteger mis ojos del sol, y observé su vuelo hasta que desapareció. Justo entonces asentí con la cabeza y volví a mirar al frente. Entendía aquella escena como un signo de buen augurio.

¡Va a ser un buen día~!

La noche generalmente es momento del día en el que Atheas se toma para pensar, divisando entre recuerdos a la luna mientras rememora instantes en el Bosque Lethar. No sólo extraña su casa, aquella aldea que tanto cariño le ha brindado desde su alumbramiento, sino que ese amigo lobo ya no se encontraba forjando senderos a la par y es este punto lo que en su corazón se resiente al echarlo de menos. 

Aún así cobijada entre las pieles que siempre lleva consigo poco a poco se pierde en la inmensidad que Morfeo le regala hasta que un nuevo día inicia, siempre con la promesa de contemplar el amanecer. Y de esta forma, sentada sobre una piedra como si fuese una niña pequeña, abrazando sus piernas para no perder el calor, se mantiene silenciosa mientras guarda en sus memorias aquel bello matiz que la misma naturaleza le regala a diario y pocos son capaces de disfrutar. 

Sonriendo por estar un día más respirando el aire que mece sus cabellos, desvía la mirada hacia Choë mientras una cálida sonrisa se dibuja en sus cabellos. Admira la capacidad de orientarse y el ímpetu que ostenta, algo que Atheas tiene en cuenta y agradece profundamente. 

- Hermoso día. -  responde escueta. - Me siento bien, aunque suelo dormir poco... Ya es hora de marchar. ¿Verdad? - pregunta a la trovadora tras escuchar el graznido. - ¿Tenemos todo listo? 

Es que la emoción la sumerge por completo, esto de encontrarse con la aventura, explorar nuevas tierras y descubrir entre llanos, montañas y experiencias fructíferas, situaciones que sin dudas serán un basamento plagado de conocimiento. Uno que le servirá como cazadora, para que en un futuro lejano pueda contar en su pueblo cada proeza o aventura realizada, igual que los ancianos de su tribu que entre leyendas motivan a los más pequeñines. 

Un nuevo día comenzaba y la joven Mugi se despertaba casi al mismo tiempo que el resto de sus compañeras, el cuerpo le dolía y lo sentía algo pesado, dormir sobre el suelo le ha terminado por pasar factura, pero emocionalmente se sentía muy entusiasmada por continuar con el viaje, así que se espabilo golpeando levemente sus mejillas al tiempo que se ponía de pie, ya podía a escuchar a Chloë canturreando, por lo que se apuró a ver como se encontraban las demás, le alegraba verles la cara cuando apenas se iban despertando, ignorando un poco el hecho de que su largo cabello crespo amanecía hecho un desastre.

-¡Buenos días!

Saludo con una gran sonrisa y casi de inmediato propuso tomar el desayuno hizo un repaso mental de lo que les quedaban de raciones, con algo de agua y con unas cuantas plantas de la zona quizá podrían hacerse algún tipo de sopa, y con algo de suerte hasta pudieran tomar algo de té.

Mientras planeaba que preparar comenzó a cepillarse el cabello para que dejara de parecerse a una melena de algún animal para después hacer los preparativos para tomar la primer comida del día.

Despertándose con ánimo y energía, Mako se estiró antes de ponerse en pie, revisando que todo estuviese en su sitio. Se ajustó el kimono y se ató de forma eficiente el obi que llevaba consigo. Lo había guardado con cariño antes de dormir al tratarse de un recuerdo familiar, prefería evitar que se viese resentido en exceso por las inclemencias del viaje. 

En su caso no se sentía resentida por dormir a la intemperie, pese a proceder de una ciudad su entrenamiento le había obligado a pasar algunas temporadas en la montaña, aprendiendo a controlar su poder, de manera que no se sentía incómoda. Es más, el paisaje con aquel aura invernal le parecía idílico, y se alegraba de haber llegado hasta allí en su viaje. 

Una vez lista y tras haber terminado de desayunar, llena de energía, se dispuso a recoger todo el campamento antes de que las chicas se pudiesen dar cuenta. Sabía que cuanto antes partiesen sería lo mejor para todas. Peinada y vestida, con todo empaquetado miró hacia Chloe. 

— Buenos días chicas, la verdad es que yo he dormido muy bien. Espero que vosotras también. 

Miró hacia las cosas que casi había terminado de recoger. Aprovechando para echarle un vistazo al cielo.

— Creo que sí, que ya está todo. Aprovechemos que parece hacer un buen día, cuanto antes salgamos, antes llegaremos a Yakumo. 

Mugi se ocupa de disponer un desayuno con las provisiones que aún quedan sazonado con algunas plantas que ha recogido en la zona. Un poco de romero para echar a la sartén, un poco de cascara de un cítrico que ha encontrado maduro en un arbusto para el té... y así lo que habría sido algo mediocre acaba resultando hasta sabroso.

Mako derrocha energía, se le nota en la cara y el brillo de los ojos que se encuentra encantada de ponerse en marcha, lo suficiente para que el atisbo de melancolía en la expresión de Atheas se les haya pasado al resto por alto, sumidas como están en la recogida de sus pertenencias.

Chloë es un huracán, como siempre, y prácticamente está lista para marchar antes de que las demás vacíen sus tazas, satisfecha y confiada, a pesar de que sus tonadillas matutinas no han recibido halagos directos.

A medida que el sol comienza a despuntar por el este, asomando sobre las montañas donde se encuentra vuestro destino, su calidez comienza a alcanzaros. Si bien no logra desterrar el frío cuando os encontráis bajo su contacto directo la sensación resulta agradable, siempre y cuando el viento no os esté azotando de cara. Se huele la humedad en el aire y la hierba bajo vuestros pies está empapada por el rocío, calando el bajo de pantalones y faldas. Cuando el aire los agita y os toca la piel la sensación fría contribuye a despejar el sueño que aún pudiera quedaros.

Ya percibiendo el viento como si fuera una brisa más notable, Atheas inspira profundo mientras intenta disipar aquellos recuerdos que le traen nostalgia, puesto que está decisión de salir a explorar con un grupo de desconocidas ha sido una idea suya y tiene un precio. 

Por suerte la amabilidad de sus compañeras, el hecho de estar organizadas, genera cierta expectativa y entusiasmo por seguir este sendero que posiblemente traerá muchas sorpresas y emociones encontradas. 

Así que tras acomodarse la ropa, desayunar algo ligero, está joven de cabellos oscuros se prepara para salir, no sin antes afilar con alguna piedra la punta de su lanza, como un mero ritual para continuar. 

- Ya es hora de marchar, nos espera un largo dia. - sugiere en un tono animado. - Chloe dinos por donde comenzar a caminar, específicamente que sendero es el indicado. 

El improvisado desayuno había resultado mejor de lo esperado y parecía ser del agrado de todas, lo único que lamentaba era no tener galletas para el final, hizo una nota mental de comprar unas en el siguiente pueblo, fantaseaba con que tipo de galletas encontraría en sus viajes mientras lavaba los trastes que utilizaron para comer, trato de hacerlo rápido para ayudar a levantar lo que quedaba del campamento.

El abultado morral que cargaba consigo ya comenzaba a desgarrarse ya era momento de plantearse una mejor forma de llevar las cosas, miró a sus compañeras que cargaban sus cosas de manera similar, se notaba que todas tenían sus propios planes al iniciar el viaje y parece que estos no incluían armar un grupo.

-¡Mugi no te quedes atrás!

La voz de una de sus compañeras le hizo salir del trance en el que estaba y dio un pequeño salto para después apurar sus pasos para alcanzarlas al tiempo que se disculpaba con una gran sonrisa en el rostro.

-Chicas, ¿Que tal si compramos una carreta para cargar con nuestras cosas en el siguiente pueblo?

Después se sonrojo un poco y sintió como si algo le oprimiera el pecho.

-Bueno a menos que planeen que nos separemos una vez llegadas ahí... 

Se mordió un poco el labio y miro al suelo al pensar que esto solo podría ser algo temporal, sacudió la cabeza para apartar esa idea ya habría que aceptarlo una vez ahí por lo menos hoy aún estarían juntas, lo cual era algo muy divertido.

Al subir por una de las colinas repentina corriente fría le golpeo en el rostro y se llevo las manos hacia las piernas para que el vestido no se le volteara y todo el esfuerzo que había puesto en su peinado se había ido junto con el ventarrón, en un reflejo infló los mofletes y trato de acomodar la melena que se le había formado.

Estaba ensimismada en mis pensamientos cuando la voz de Atheas me sacó de inmediato de ellos. En ese momento di un respingo algo sobresaltada pues no la esperaba... ¡esta chica era tan silenciosa...! Aunque luego sonreí y señalé enérgicamente, y sin ninguna vacilación, hacia el este. Lo tenía totalmente claro, íbamos en buen camino.

—El sendero del este es el más rápido para llegar a Yukumo — dije poco antes de guiñarle un ojo —. ¡Déjamelo a mí! Si no ocurre nada extraño, llegaremos antes del anochecer. ¿Cuánto te apuestas? Yo nunca me pierdo, ¡pjé~! ♪♫

Me llevé el dorso de la mano a los labios para ocultar una mal disimulada sonrisita de orgullo propio. Y es que era verdad, ¡yo nunca me había perdido! juju. Bueno, salvo aquella vez que casi hago despeñar el carromato del circo por un acantilado... ehm, pero eso es otra historia, y mis amigas de momento no lo sabían, así que aún tenía mi reputación a salvo.

Sin embargo, cuando Mugi mencionó la posibilidad de que nos separáramos una vez llegadas allí, la observé por un momento. Aunque luego me acerqué a ella y le tiré del moflete sin previo aviso.

—Yo no planeo que nos separemos aún — dije con un tono melodioso —. Así que no digas eso y pasémoslo bien mientras dure nuestra compañía, ¿de acuerdo? jiji~ ❤

Esbocé una de mis mejores sonrisas y le solté la mejillita de golpe, haciendo que rebotara suavemente casi como si de un muelle se tratara. ¡Mugi (y el resto de chicas, por supuesto) me caía especialmente bien! Sobretodo desde el momento en el que había curado mi tobillo algunos días atrás.

Mako se acerca a Clhöe para consultar un poco sus notas antes de ponerse en marcha, ojeando las dos a través del terreno con curiosidad. 

— Tienes razón, esas montañas recuerdo que en los mapas enmarcaban el camino antes de llegar a Yukumo.

Con un rostro sereno y tranquilo, sin mostrar sus emociones una vez se pusieron en marcha avanzó junto a sus compañeras, contenta por la idea de que tuviesen tan claro el camino. Dejó que Atheas y Chlöe encabezasen la marcha, manteniéndose en la retaguardia junto a Mugi.

— En mi caso tengo mucho camino por seguir, y me gustaría que fuese juntas a ser posible, Mugi-chan.

Le dedicó una sonrisa a su compañera que sin ser demasiado efusiva resulto honesta y afable mientras siguieron caminando. Notando como la marcha por aquellas montañas, tan diferentes de su hogar natal le hacía sentirse cansada. Además de que el camino lleno de hojas secas,piedras y raíces a veces resultaba inestable para sus geta, lo cual le obligaba a hacer un esfuerzo doble. 

- Tampoco deseo separarme, disfruto bastante de su compañía. -  responde amable. - Será mejor que comencemos la marcha, el desayuno ha estado delicioso Mugi. 

Tras decir aquello, Atheas cierra los ojos por un breve instante cobijada con la intención de llevarse consigo un poco de esa brisa que tanta tranquilidad le trae. Necesita despegarse de estos recuerdos, vivir un presente que seguramente traerá un millar de sorpresas en su vida. 

- Y te apuesto una carrerilla, pero cuando lleguemos a destino. - señala sonriendo a Chloë, no ha olvidado aquel comentario. - De momento estas montañas sirven como guía, ahora toca que la voz cantante del grupo, inicie su marcha. Tenemos que aprovechar el día, nuestro Astro Rey iluminará el camino. 

Decidida como nadie, acomoda su abrigo de piel y luego sostiene su lanza con la diestra. Lleva un morral cruzado en la espalda, mientras que la máscara de momento no cubre su rostro ya que la usa solo para el combate o cazar, como un mero gesto tradicional, propio de sus orígenes. 

Mako asiente al rumbo que Chloë traza, la artista circense tiene muy clara la mejor ruta y queda poco más que confirmar que tiene razón mientras el grupo progresa por un sendero bastante claro que serpentea por el terreno, cada vez más irregular, a medida que las montañas se van encaramando, como surgiendo del suelo, a medida que están más cerca.

La visibilidad había sido muy amplia durante los días previos, mostrando extensas praderas, granjas y sembrados, pero estos habían comenzado a escasear la noche anterior y hoy, a medida que pasan las horas, no se deja ver ni una pista de pobladores en la zona. Las colinas comienzan a subir y bajar, cortando la vista alrededor del camino, y pronto hay que confiar más en las marcas del terreno para asegurarse de que seguís en la senda adecuada, pues las montañas son demasiado omnipresentes para ser una guía certera. Pero Chloë no tiene la menor duda, incluso sin un mapa de la región la información que habéis recogido y su sentido de la orientación os mantienen en buena dirección.

Cerca de las doce, cuando empieza a plantearse el sacar parte de las provisiones para aligerar el hambre, un pequeño obstáculo se interpone ante vosotras. El sendero se había comenzado a elevar, a la izquierda tenéis una elevada pared de roca, y a la derecha una pendiente moderada que termina en una zona de agua, una laguna poco profunda. Pero la pared de piedra se ha debilitado en algún momento y un derrumbamiento ha ocupado el camino. No os impide el paso, y de viajar ligeras solo habría supuesto pasar con cuidado pero los animales podrían hacerse daño y moverse por la pendiente a vuestra derecha tampoco parece seguro del todo. Un resbalón y el buey podría acabar en el agua o con el cuello roto.

La chica viajaba alegre tras escuchar las intenciones de sus compañeras de segur juntas por lo menos un rato mas, meneaba la cabeza al son de las canciones de Clhoë, al tiempo que se fascinaba por los colores distintos que mostraban las flores que se encontraban en el camino.

Tras unas horas de viaje y tras imaginarse a si misma en un atuendo similar al de Mako su mente comenzó a fantasear con galletas una vez mas, se acercaba el momento de comer, que sería bueno preparar esta vez, quizá intentar cazar algo, ¿alguna liebre quizá?

Uno de sus pies golpeo una pequeña roca que no vio por andar distraída lo que le hizo tambalearse un poco, al mirar a su alrededor vio el derribo que ahora dificultaba su camino, estiró un poco el cuello para ver por cuanto se extendía. Se imaginó a cada una cruzando por entre las rocas, pero "George" y "Muttan" no lo lograrían.

Se exprimió la cabeza tratando de buscar una salida pero no se le ocurrió nada que le pareciera efectivo.
-¿Que hacemos, tomamos un rodeo por  la laguna?

Correr no me gustaba, así que refunfuñé ligeramente cuando Atheas me propuso esa apuesta. Peeeeero, como sabía que iba a ganar, sonreí un segundo después y asentí con la cabeza. De hecho, todo iba viento en popa en nuestra marcha hasta que nos encontramos con el derrumbe. En ese momento me llevé ambas manos a la parte posterior del cuello en actitud indiferente y me encogí de hombros.

—Eso no debería estar ahí — dije  refiriéndome a las rocas —. Creo que sí, Mugi... No nos queda otra que dar un rodeo. No quiero que Georgecín y Muttancito se hagan daño...

Pero eso nos haría perder muchas horas... lo que significaba que igual se acabaría mi sueño de dormir aquella noche en una blandita y cómoda cama... T.T

—¿Qué pensáis vosotras, chicas? — pregunté finalmente mirando a Mako y a Atheas.

Atheas continua pendiente del camino, de cada detalle que significativo para la cazadora, sin dudas puede servir en un futuro para recordar el camino de regreso. Es parte de su naturaleza no llenar los silencios con palabras, puestos que sus sentidos se mantienen agudizados entre tanta naturaleza que reclama un poco de atención. 

Y justamente los primeros obstáculos comienzan a surgir, momento en el cual la jovencita con su capa de piel, avanza con la intención de coger alguna rama cercana o cortarla de un árbol en su defecto para medir la profundidad. No es conveniente exponer a los animales al riesgo de cruzar por esa pared desmoronada, pero de resbalarse en el camino de agua, también resulta peligroso. 

- Hm, daremos un rodeo... Aunque sin desviarnos demasiado. ¿Chloe podrás ubicarte igual?- pregunta a la trovadora. 

Ladeé la cabeza cuando Atheas se puso a medir el nivel del agua con el palo de madera. ¡Qué lista! A mí no se me había ocurrido eso. ¡Je! Menos mal que la teníamos a ella.

—¿Qué tal? — pregunté después —. ¿Es muy profundo?

Sin embargo, cuando me preguntó si sabría ubicarme, sonreí orgullosamente y alcé la mirada en actitud segura. Mis ojos azules brillaban con la fuerza de la que sabe que jamás fracasará en las misiones supermegaultra-importantes.

—¡Hai~! — solté mientras asentía con la cabeza con energía —. Será algo más complicado que por el sendero pero... no tenéis nada de lo que preocuparos, ¡Chloë nunca se pierde, juju~! ♪♫

Tras unas cuantas horas de viaje se encontraron con un obstáculo que podría frustrar sus planes de acabar en el pueblo, o peor, con ellas perdidas sin saber por donde seguir. Observó como Atheas medida la profundidad del agua antes de enarcar una ceja al escuchar la pregunta de Chloe.

— Profundo o no, el mayor problema sigue atravesar el desprendimiento. No me gustaría que los animales sufriesen alguna herida. 

Al ver que parecen pactar realizar un rodeo ella asiente. Reconoce que la seguridad y el brillo de los ojos de la trovadora le insuflan confianza, así que siente que todo va a ir bien. 

— Será lo mejor. Pero no deberíamos perder de vista las montañas que nos han servido como punto de orientación. 

Asiente con confianza antes de ayudar a las chicas a reconducir los bueyes mientras comienzan a tomar aquel desvío. 

— Tengo curiosidad por como será Yukumo. Que costumbres o que gastronomía tendrán. 

Hacer cruzar a los animales sobre rocas inestables no parece agradar a ninguna de las viajeras pero la alternativa de hacerles rodear el derrumbe por la pendiente resbaladiza tampoco es plato de gusto para ninguna de ellas, incluso antes de que Atheas confirme de que el río no les debe llegar a ninguna de ellas por la cintura con la ayuda de una rama caída.

Dispuestas a dar un rodeo que las lleve por una senda que no ponga en peligro a sus animales las chicas comienzan a hacer volverse a George, que iba en la retaguardia, para encarar el descenso por la colina, pero el animal reacciona nervioso, cabecea cuando Mugi tira de la brida para hacerle girar, empujando a Mako que trastabilla al borde del sendero y rueda por la pendiente con un grito de sorpresa.

La sanadora reacciona aferrandose a la cuerda para no ser la siguiente en caer y es agitada arriba y abajo por la fuerza del animal que muge cada vez más asustado. Chloë, que se encontraba entre los dos animales, se da cuanta de que Muttan comienza a inquietarse también, a causa del alboroto a su espalda, y trata de avanzar para alejarse de lo que debe creer es una amenaza, lanzándose a cruzar sobre las rocas que todas habían querido evitar.

Atheas, a medio camino de regreso hacia el sendero tras tantear el agua, ve como Mako trata de dejar de caer, clavando los dedos en la hierba, pero escurriéndose aún, sin poder frenarse, cayendo hacia ella.

— ¡Aaaah! 

Un grito de sorpresa abandona la garganta de Mako cuando es empujada por George y empieza a caer ladera abajo, rueda manchándose de tierra y hierba que mancha el kimono de viaje y sobre todo el obi, que era una posesión familiar importante para ella, aunque ahora no tenía tiempo para pensar en eso. 

A medida que se acercaba al agua clavó su espada, con funda, clavándola en la tierra para no llegar al agua mientras se deslizaba un poco y quedaba en una posición precaria, con su geta rozando el agua aunque sin llegar a mojarse ella misma. Quedando boca abajo con el pelo lleno de hierba. 

Tras unos segundos inmóvil, empezó a moverse con lentitud, incorporándose sobre la hierba.

— Auch....

—¡No, Muttan! ¡No!

Demasiado tarde, cuando vine a darme cuenta ya Muttan estaba huyendo en dirección a las rocas. Casi como acto reflejo, salí corriendo tras él...

—¡Muttan, para! — exclamé casi como una súplica —. ¡Vamos, chico! ¡Relájate!

No sabía qué hacer... ¡todo había pasado tan deprisa...! George inquietándose por alguna razón, Mako rodando, y Muttan huyendo... Confiaba en que alguna de mis compañeras ayudara a Mako mientras yo intentaba salvar a Muttan. Era la que estaba más cerca de él y la única que podía hacerlo... de lo contrario, nos quedaríamos sin las provisiones...

Sin embargo, no podía alcanzarlo antes de que intentara atravesar el peligroso camino de rocas, ni tampoco parecía reaccionar a mis palabras... ¡no sabía qué más hacer! Lo único que se me ocurrió fue empezar a silbar una canción relajante mientras le perseguía. Había oído alguna que otra vez el rumor de que la música amansa hasta a las fieras... era hora de comprobar si se trataba de una verdad.

♪♫ ♪♫ ♬♬ ♪♫ ~